Todos los personajes pertenecen a Hidekazu Himaruya, sin ánimos de lucro.
Capítulo 01
Un muchacho de cabellera rubia y ojos marrones se encontraba leyendo el periódico a las afueras de la estación de micro. En realidad, como no tenía demasiado dinero, había encontrado aquel papel luego de que un hombre de mediana edad lo dejara por ahí.
Recién acababa de llegar del campo. A sus veinte años, había decidido que era hora de abandonar la apacible granja de sus padres e ir a explorar la ciudad de la que tanto había escuchado hablar.
Tenía que encontrar un piso rápidamente, pues no tenía ningún amigo con quien quedarse e ir a vivir en un motel, no le atraía demasiado. Pero, ¿encontraría algún lugar accesible? Después de todo, muchos deseaban vivir allí y el precio de los departamentos eran bastante altos.
Sin embargo, cuando estaba a punto de darse por vencido, encontró un anuncio que rezaba lo siguiente: "Se busca compañero de piso. 100 dólares de alquiler mensual. Preferentemente de sexo masculino. Llamar al: 764-5234. Preguntar por Berwald". Finlandia se rascó la cabeza, esa era su oportunidad.
Tomó aquella hoja y fue a buscar un teléfono público. Pero Tino se sentía algo intimidado por la inmensidad de gente que caminaba rápidamente a su alrededor y que le empujaban de un lado a otro. Estaba algo mareado, mas, no pensaba darse por vencido tan fácilmente.
Cuando finalmente consiguió salir de aquel mar de personas, pudo ver a lo lejos, el tan ansiado teléfono. Una sonrisa cubrió su rostro, pero cuando quiso cruzar aquella avenida, casi fue atropellado por auto. Rápidamente volvió a la acera, con su corazón palpitando a mil por hora.
Trataba de ver si podría cruzar de una vez, pero de ambos lados, el tránsito de los autos era insoportable. Eran demasiados, sí o sí terminaría lastimado si no tenía un poco más de cuidado. Así que fue a ver si había otra manera de pasar, sin poner en riesgo su vida.
Fue en ese instante en el que avistó un semáforo y se percató que allí sería el mejor lugar para poder atravesar e ir junto al teléfono. Nuevamente, tuvo que entrar en aquella inmensidad de personas, quienes sólo estaban ensimismadas y apenas notaban a los demás. El nórdico no comprendía por qué se comportaban de esa manera, un poco de educación no les mataría.
Una vez que había llegado a la esquina, se quedó observando atentamente a aquel aparato cuya luz ahora estaba roja. Como los vehículos estaban completamente detenidos, el finlandés salió corriendo hasta la otra vereda. Quería apresurarse y preguntar por aquel piso, pues tal vez no encontraría una oferta tan ventajosa como aquella.
El muchacho metió una moneda en la rajadura y comenzó a marcar. Se preguntaba que clase de persona sería ese tal Berwald. ¿Sería alguien de su edad o alguien mucho mayor? Tal vez era un empresario o quizás…. En todo eso estaba pensando mientras sonaba, sin embargo, rápidamente fue atendido.
—Hola —contestó una voz rígida, seria y profunda.
No supo bien el por qué, pero la reacción del finés fue de colgar de manera inmediata. Aquella voz le había dado algo de susto. No estaba seguro si era una idea muy buena, después de todo. El rubio de ojos marrones miró una vez más hacia la agitada ciudad, meditó por un rato y volvió a leer aquel anuncio.
Suspiró de tal manera, quizás para darse algo de fuerzas y ánimos. Finalmente, creyó que debía seguir con lo que había empezado y una vez más, marcó el número. Quizás simplemente se estaba dando la impresión incorrecta y tal vez, ese hombre podría ser alguien muy amable.
—Hola —volvió a decir aquella voz.
Aunque quiso colgar otra vez el tubo, se contuvo y se decidió a terminar la conversación.
—Buenas —respondió el muchacho algo temeroso —. Yo llamó por el piso y….
—Ven ahora —replicó el otro, casi como si se tratara de una orden.
Por supuesto, Tino no supo qué decir. Pero, aunque le deba algo de miedo, creyó que era una persona con muy poco tiempo y que luego no podría recibirlo. Quería pensar de manera positiva, sin creer en nada más.
—¿Y cuál es la dirección? —preguntó el muchacho, algo despistado.
—Se encuentra en el anuncio —aclaró el sueco.
El escandinavo le dio una segunda mirada a la publicidad, sólo para percatarse de que había hecho una pregunta estúpida. Tal vez el otro ya se había llevado una mala impresión de él, ¡sin siquiera conocerse! Debía arreglarlo inmediatamente, de alguna manera, aunque no tenía la menor idea de cómo.
—Lo siento, soy nuevo por aquí —se excusó el joven.
—¿Vendrás ahora? —cuestionó el interlocutor, quien aparentaba no haberse dado cuenta el error que había cometido el rubio.
—Sí, enseguida —aseguró el joven, que seguía algo apenado.
—Te espero —y acto seguido, cortó.
Sin embargo, Tino se quedó un rato ahí con el tubo. No sabía cómo reaccionar, estaba algo impresionado con la persona con la persona con la cual recién acababa de conversar. Si es que eso se pudiera denominar una conversación. En fin, dejó el tubo en su lugar y empezó a buscar la dirección.
Pero una ciudad tan grande como esa, era demasiado grande para un pueblerino como él. Necesitaba que alguien le indicara el camino que tenía que seguir. Así que trató de que alguien lo ayudase, mas, nadie se detenía. Todos estaban demasiado ocupados con sus propias vidas, como para dar la mano a alguien más.
El nórdico no tenía la menor idea de qué podría hacer, todos le continuaban rechazando. Era preciso conseguir velozmente las indicaciones para ir al piso y hablar con el que había hecho la publicación. Quizás alguien más se le podría adelantar, a juzgar por lo que había visto hasta ese momento.
No quiso rendirse, así que continuó insistiendo hasta que dio con un japonés. Éste estaba vestido completamente de blanco y apenas el finlandés le tocó el hombro, se dio vuelta enseguida. El rubio no sabía que esperar, creyó inclusive que le mandaría al demonio por haberle molestado de esa manera.
Sin embargo, no sucedió de esa manera.
—¿Qué necesitas? —preguntó el asiático, con un tono tranquilo.
El rubio dio unos cuantos hacia atrás, ¿había encontrado alguien que fuera lo suficientemente amable para resolverle su problema? Sin embargo, movió su cabeza de un lado a otro, nuevamente, estaba dejando que el tiempo se le escape.
—¿Me podrías decir en dónde queda…? —en ese momento, Tino le sacó la hoja del periódico donde estaba el aviso para mostrarle la dirección exacta.
El japonés se quedó meditando por un momento, hasta que luego comenzó a darle explicaciones al europeo. Éste trataba de prestar atención a todas las palabras que decía, pero eran bastantes. Sin embargo, se obligó a sí mismo a recordar las exactas orientaciones y luego se despidió.
Tras varias vueltas y un par de horas perdidas, finalmente, encontró el edificio donde se situaba el piso en cuestión. Tino no podía creerlo. ¡Lo había logrado! Había conseguido pasar toda esa inmensa jungla de acero y ya estaba en aquel lugar. Ahora, sólo le quedaba encontrar el botón que debía presionar.
Mas, desistió por un momento, pues comenzó nuevamente a imaginarse quién sería el que había publicado el aviso. Quizás era un refinado señor con un gran sentido de elegancia, o tal vez, un rufián de aquellos que eran buscados en los noticieros de la noche.
—¡Tengo que poder hacerlo! —se dijo a sí mismo, y sin mirar, presionó el botón.
Unos segundos después, la puerta se abrió. El chico de ojos pardos se rascó la cabeza, ya que no veía a nadie en la entrada. En fin, suponía que tendría que ir por su cuenta hasta el piso señalado. Cada paso que hacía, se ponía un poco más nervioso. Estaba profundamente intrigado por saber quién era el dueño de esa voz tan intimidatoria.
El piso era el número seis, y al no ver a nadie más en los alrededores, bajó su única maleta que traía y golpeó la puerta. Dio unos pasos hacia atrás, ya que no sabía con quien estaría lidiando. Apenas notó que el pórtico se estaba abriendo lentamente, su corazón latió más fuerte. Tenía cierta expectativas, pero de todos modos, era toda una sorpresa descubrir quién estaba allí.
Tino quedó anonadado al descubrir que quien fuera su interlocutor hacía unos momentos atrás, era otro joven, quizás un par de años más que él, mas apartando eso, era diferente a lo que esperaba. Era rubio y de ojos azules, llevaba unos lentes, que le quedaban perfectamente, una camisa bien planchada y metida dentro de sus pantalones negros y unos zapatos de igual color
—Tal vez pensé demasiado. ¡Debería relajarme más y no tener tantas malas impresiones! —se dijo a sí mismo el finlandés.
—¿Fuiste tú el que llamó hace rato? —preguntó con esa voz tan profunda
—No, no me equivoqué — pensó el recién llegado, que sentía cómo el temor invadía su cuerpo —. S-sí, soy yo… —respondió en voz baja.
—Adelante —le invitó el tosco sueco.
La verdad es que quería salir corriendo de allí, pero no le quedaba otra. No podía rechazar la invitación del hombre, después de todo, ¿quién sabía de lo qué era capaz? En fin, entró y pudo ver que, aunque el lugar no era demasiado grande, estaba todo ordenado y limpio. No estaba nada mal para comenzar su vida
Su único "inconveniente" era quien podría ser su compañero de habitación. En persona, lucía más rígido de lo que se había imaginado. Claro, era un manjar para la vista, pero, ¿cómo podría vivir con alguien que le ponía tenso con tan pocas palabras?
Ambos se fueron a sentar en un sofá que se encontraba en la sala de estar. Por todo lo que pudo ver hasta ese momento, el nuevo en la ciudad estaba bastante inseguro sobre qué hacer. Por otro lado, el de lentes había mirado de pies a cabeza al primero, sin que éste se diera a cuenta, y lo quería como compañero. Y se aseguraría de que así fuera.
—Bueno, yo, yo…. ¡Soy nuevo en la ciudad y estoy buscando un lugar para vivir! —exclamó Tino, un tanto apenado.
—Quedas aceptado —respondió sin dar más vueltas Berwald.
—¿Eh? —el nórdico no acababa de comprender lo que acababa de ocurrir.
—Eso, serás mi compañero —contestó una vez el sueco, que era algo seco a la hora de conversar.
Tino creyó que no había escuchado toda la conversación. Eso, o Berwald le había dicho, sin preguntarle, que se quedaría en el departamento.
—No entiendo, ¿qué acaba de suceder? —El rubio de ojos marrones miró a los ojos azules del que había estado buscando compañero de habitación, sin fortuna hasta ese momento, tratando de buscar una explicación lógica a lo que ocurrió.
—¿No viniste para conseguir un piso? —cuestionó el hombre.
—Sí, bueno, eso es cierto, pero…
—Entonces está decidido —afirmó el sueco, mientras se levantaba para continuar lo que estaba haciendo.
—¡Ni siquiera sabes mi nombre! —exclamó Tino, algo molesto, aunque cuidaba su tono de voz, ya que la presencia de Suecia era bastante poderosa e intimidante.
—Ya tendremos tiempo para eso…
Y así, comenzó la vida de aquel muchacho en aquella extraña ciudad y en aquel piso, que de ahora en adelante, compartiría con Berwald. Pero no tenía la menor idea de que cosas más descabelladas estaban a punto de suceder…
Es mi primer fic en el fandom de Hetalia :)
¡Gracias por leer~!
