Hola amigos! Bno me van a matar por tardar tanto en publicar una historia pero en verdad la escuela me abruma! Además de que sufrí un bloqueo temporal de ideas y uff dejémoslo así.

Ahora traigo uno dividido en capis ((: Ojala sea de su completo agrado.

Capítulo 1

Por un momento sintió una fuerte necesidad de gritar, todos en algún momento le hemos temido a la muerte. Ella no era la excepción. Tomando en cuenta que se encontraba en pleno campo de batalla, con un Hanyo gravemente herido tendido sobre el césped a unos cuantos metros de ella, la exterminadora (cuyas lágrimas decoraban su hermoso rostro) abrazaba el cuerpo del Hoshi que debido a su insistencia por absorber a aquel demonio con el que se enfrentaban lo había llevado a una situación peligrosa, que posiblemente le causaría la muerte si no recibía los cuidados necesario.

La muerte, aquella palabra que no soportaba escuchar daba vueltas en su cabeza como si de alguna canción se tratase, el pequeño Kitsune formaba grandes bolas de fuego para mantener alejados a monstruos de sus amigos mientras eran incapaces de pelear pero no fue durante mucho tiempo, sus poderes eran pequeños, (tanto como él lo era) terminó siendo arrojado lejos de la escena por la propia fuerza de sus ataques.

Kirara mientras tanto corría con suerte al poder destruir a tres o más demonios con una sola mordida, aunque rogaba por que le ayudase, Kagome sabía que debía terminar con aquel ser sin escrúpulos que los atacó sin motivo aparente a la mitad del bosque.

Su arco y flechas estaban lo bastante lejos como para lamentarse de su existencia, que posiblemente pronto terminaría si ella no lograba acabar con aquella criatura antes.

Corrió en la dirección donde sus armas se encontraban lo más rápido que sus delgadas y largas piernas le permitían. El monstruo lanzó su ataque antes de que la chica pudiera prevenirlo y lo recibió en su espalda provocándole un fuerte sangrado y no mencionar el dolor que se presentó milésimas de segundo después.

Con todo el peso del dolor sobre ella se incorporó y continuó avanzando hasta su arco y flechas. Tan solo unos cuantos metros de distancia eran los que separaban su camino entre vivir o morir, miró a InuYasha de reojo cuyo cuerpo se encontraba sobre un charco de sangre. Kagome no pudo evitar gritar horrorizada pero que más hubiera dado por mantenerse callada, tomó su arco de la punta antes de recibir otro ataque de su oponente causándole no solo un dolor, algo más intenso. Sus labios temblaban ante la necesidad impotente de gritar, sus lágrimas la traicionaban al igual que sus rodillas que habían perdido toda su fuerza.

Se giró como pudo con su arma en mano, apuntó con determinación y arrojó la flecha con fuerza (al menos con la que su cuerpo le aportaba, que no era mucha por supuesto).

Se sintió aliviada en cuanto divisó que la flecha daba justo en el blanco donde aquel ser despreciable portaba siete fragmentos de Shikon, un resplandor rosado iluminó el área dándole a Kagome un fuerte golpe de luz.

Aquel resplandor se terminó luego de unos segundos pero, para la sacerdotisa, había pasado una eternidad. Una vez que los fragmentos estuviesen libres de aquel cuerpo y cayeron cerca de donde Kagome se encontraba esta decidió tomarlos e ir a por InuYasha cuya vida peligraba al igual que la de Miroku.

Al intentar levantarse una fuerte punzada de dolor la invadió, fue incapaz tan siquiera de da moverse. Su vista comenzaba a nublarse notablemente. Se sentía débil, su respiración se volvió agitada en cuanto el dolor se fue tornando más intenso.

No muy lejos del lugar yacía InuYasha sobre el césped, su propia sangre abrumaba sus fosas nasales, sabía que el monstruo estaba muerto (podía sentirlo) pero al levantar la mirada lo más que pudo se encontró con lo peor que hubiese imaginado.

Kagome estaba tendida en el suelo en las mismas condiciones que él, inmediatamente se puso en pie aunque tardó más de lo que pensaba, su cuerpo dolía de forma extrema al igual que su cabeza. Caminó despacio entre el cuerpo de ese Yokai y el cuerpo de Kagome. Al verla tendida de esa manera se sintió desfallecer, había jurado protegerla pero al parecer de la situación ella lo protegía a él. Definitivamente era un completo inútil.

La cogió de los hombros alzándola y atrayéndola hacia su pecho, la abrazó con fuerza mientras inhalaba el dulce aroma de sus cabellos azabaches. Kagome estaba inconsciente y con buenas razones para ello. El fuerte golpe que recibió en su espalda había sido mortal para cualquier humano débil, pero afortunadamente ella conforme el tiempo que había pasado desde su llega al Sengoku, se había vuelto más fuerte.

La respiración de la chica continuaba agitada (aunque había disminuido mientras se encontraba en los brazos del Hanyo). La noche estaba cayendo sobre sus cabezas, InuYasha comprendió que debía darse prisa, la vida de Miroku peligraba al igual que la de Kagome y el paradero de Shippo después de haber sido arrojado lejos era desconocido.

Alzó el cuerpo de la miko con mucho esfuerzo, sus piernas se tambaleaban conforme los suaves y débiles pasos que sus pies le permitían. Llego donde Sango y Miroku y se inclinó para dejar a Kagome sobre el suelo y poder subir a Miroku a la espalda de Kirara al igual que a Sango. Sus fuerzas no estaban del todo presentes pero insistió en llevar a Kagome por su cuenta pues sabía de un buen lugar donde podía descansar y darle los cuidados necesarios a la joven.

Se pusieron en marcha tomando rumbos separados, Miroku y Sango sobrevolaron el bosque en el lomo de Kirara en dirección a la aldea mientras que InuYasha tomaba el rumbo contrario. En dirección hacia el bosque oscuro del horizonte.

Luego de largo rato de camino, InuYasha llegó a una especie de cabaña. El techo de esta era de ramas y madera de árboles secos, sus paredes eran del mismo material aunque parecían más resistentes, la entrada estaba cubierta por una manta desgastada.

El chico luchaba por no dejarse caer ante el peso de Kagome sobre su cuerpo herido. Caminó mucho más despacio sobre un sendero de hojas secas que indicaba el camino hacia la entrada de la cabaña. Una vez en el interior InuYasha depositó a Kagome sobre un futon algo viejo y con rastro de polvo. Se dejó caer pesadamente a su lado atrayéndola en un fuerte abrazo.

Sintió algunas lágrimas descender por sus mejillas, las mujeres y hombres de la aldea donde había permanecido en su infancia insinuaban varias veces a sus pequeños que los verdaderos hombres no saltaban lágrimas jamás. No podía reprimir el impulso por dejar que sus emociones lo controlasen en el momento. Kagome seguía viva gracias a Kami pero si la dejaba en ese estado más tiempo podría morir.

Morir, sin explicárselo aquella palabra comenzó a dominar sus pensamientos. Agitó su cabeza bruscamente buscando regresar a la realidad. Tomó un balde y salió del lugar a prisa, anduvo durante no más de un minuto hasta llegar a una pequeña laguna. Fría y cristalina, justo lo que se necesitaba para curar a alguien. Llenó el Blade y regresó lo más rápido que pudo hasta la cabaña en donde yacía la joven miko.

Entró y deposito el balde a un lado del futon y remojo un pañuelo (que siempre llevaba consigo) en este, una vez que terminó lo dejo sobre la frente de la chica esperando que la fiebre provocada por el veneno de aquel monstruo cediera.

Para su buena suerte encontró unas yukatas en un rincón, un poco arrugadas y sucias pero era mejor que permanecer con el Haori y la Hakama bañados en sangre, tanto de él como la de Kagome. Tomó su Tessaiga y la enterró en una de las paredes del lugar, rogaba a los cielos que durante un tiempo no recibieran amenazas pero aún así decidió ser precavido.

Una vez que llevaba puesta una de las yukatas regresó donde Kagome y revisó su temperatura, había cedido un poco pero no lo que él esperaba. Aún continuaba inconsciente y eso le preocupaba terriblemente.

Notó su uniforme desgarrado y con manchas de su misma sangre (seguramente imposibles de quitar) y sintió sus mejillas arder ante la sola idea de cambiar de ropa a la chica, lo cual implicaba verla semidesnuda o completamente.

Suspiró resignado pues para curarla necesitaba ver su espalda, se maldijo una y otra vez al haber sido tan persistente con la Taijika y haber traído a Kagome consigo. Definitivamente era un completo imbécil.

Tratando de no lastimarla más, giró a la chica hasta que hubiese quedado boca abajo tendida sobre el futon. Las heridas en su espalda eran aparentemente graves pero una vez que, con ayuda sutil de sus garras, dejó su suave piel al descubierto se sintió aliviado al ver que casi no tenían profundidad. Seguramente Kagome seguía inconsciente por la fuerza empleada en el ataque.

Tomó un trozo de la blusa del uniforme de la chica y con el (luego de lavarlo) comenzó a limpiar las heridas con todo el cuidado que le era permitido. Alguna vez se permitía acariciar aquella espalda con la punta de sus dedos, pero inmediatamente después se maldecía por habérselo permitido. El tan solo la curaría y cuidaría de ella como ella lo hacía con él. Sus instintos no podrían traicionarle en el momento, simplemente no podían.

Continuó limpiando sus heridas con cautela, hasta que finalmente terminó y las cubrió con algunas vendas que la chica siempre guardaba en sus bolsillos en caso de alguna emergencia. El sudor corría por el rostro de InuYasha al verse en una situación comprometedora. Sus manos bajaron la falda de la chica (dejando alguna pequeña caricia en sus muslos) y después apartaron el resto de la blusa. Las yukatas estaban cerca por lo que el Hanyo no tuvo mayor problema para cogerlas y entre todas escoger la más limpia y adecuada para Kagome.

El verdadero problema radicó en colocársela pues sus manos temblaban ante el ligero contacto de su piel, pero no necesariamente temblaban de nerviosismo. Una vez que su labor llegó a su fin (lo que significaba un poco de alivio al chico) decidió atender las heridas en sus piernas y brazos.

Mientras las limpiaba se reprimía cuantas veces podía. ¿Cómo pudo haber sido tan torpe? ¿Cómo aquel monstruo pudo haberle dado una paliza? Kagome estaba herida por su culpa, no la había protegido, las palabras que le dirigió en la tumba de su padre hace casi un año eran tan solo palabras vacías. No pudo evitar golpear el suelo de madera con su puño, pero inmediatamente se arrepintió pues el ruido despertaría de golpe a la muchacha aunque afortunadamente continuó con sus ojos cerrados.

Habían sobrado algunas vendas lo cual agradecía y se las colocó como pudo. Después dirigió su mirada a la miko nuevamente. Se veía tan inocente ahí tendida, tan pequeña, y era suya.

Su rostro ardió ante el simple hecho de haber pensado aquello, el no tenía derecho alguno sobre ella, colocó sus manos en su rostro como apoyo. Admitía que sus sentimientos hacia la reencarnación de su primer amor habían cambiado bastante, no sabía exactamente desde cuando pero estaba completamente seguro de haberse enamorado de ella. Suspiró y acarició los suaves y delicados cabellos azabaches, daría lo que fuera por que la pesadilla de Naraku terminase pronto y pudiera pedirle a Kagome que compartiera el resto de su vida con él.

Muchas veces se había reprimido por el hecho de pensar esperar hasta que destruyeran a Naraku, otras se reprimía por el simple pensamiento. Estaba realmente confundido. La dulce brisa del ambiente llenaba la habitación, la noche era cálida y serena (con excepción de lo que había ocurrido hasta hace apenas una hora).

No sabía explicarse pero Kagome daba en él cierta tranquilidad, cierta paz en su interior. Recordaba alguna ocasión en que había mencionado que Kagome tenía una hermosa sonrisa pero para su completa mala suerte, esta se había quedado profundamente dormida recostada sobre él, en aquel entonces le había molestado bastante pero ahora le parecía gracioso. Soltó una pequeña risilla y se volvió para mirar a la chica cuya respiración se tornaba más tranquila, a su ritmo normal al igual que los latidos de su corazón.

Se incorporó un poco para poder observarla mejor. Sus labios estaban algo pálidos al igual que sus mejillas, algunos cabellos traviesos caían sobre su rostro, toda ella era magnifica. No cabía duda de ello. InuYasha acarició sus cabellos nuevamente pero se detuvo en cuanto sintió una fuerte necesidad de besarla.

Se apartó un poco pero no lo suficiente, moriría si no juntaba sus labios con los de ella. El sudor comenzó a correr más aprisa por su joven rostro, la necesitaba, le urgía sentir sus labios presionando contra los de ella. Hasta hace poco había tenido la suerte de probarlos con el incidente de Kaguya pero no tan satisfactoriamente como deseaba.

Tan solo un roce, se repetía constantemente a sí mismo, se inclinó sobre ella hasta dejar sus rostros (y sus labios) a tan solo centímetros de distancia. Se sentía nervioso no podía negarlo pero en el fondo se volvería loco si no lo hacía. Tan solo un roce…

Sus labios se tocaron con infinita dulzura, la sensación de bienestar recorrió el cuerpo del Hanyo y no dudaba que el de ella también se encontrara en las mismas condiciones, aunque no estuviese consciente del acto sabía que en el fondo ella lo sentía pues sus cortos y casi inaudibles gemidos la delataban.

InuYasha se separó de ella de mala gana, sabía que era incorrecto hacerlo de esa manera. Nuevamente dejó escapar un suspiro y se recostó contra la pared del lugar en espera de la reacción de Kagome pero pasaron varios minutos hasta que el sueño venció al Hanyo (milagrosamente).

El suave sonido del movimiento de las ramas y las hojas pegando contra estas hizo abrir, lo más lento posible, los ojos a la chica. Se sentía con menos dolor del que sentía cuando terminó el enfrentamiento aunque no recordaba absolutamente nada luego de caer completamente noqueada por el golpe del ataque.

Alzó su mano y tocó su cabeza en una zona donde se sentía adolorida. Abrió los ojos un poco más para poder distinguir donde se encontraba, no reconoció el techo como el de la cabaña de la anciana Kaede. Trató de incorporarse pero le fue bastante doloroso tan siquiera intentar moverse por lo que permaneció en su antigua posición. Suspiró y con la mirada buscó algún artefacto que le identificara donde estaba, justo cuando se giró de lado se topo con InuYasha profundamente dormido. Kagome sonrió, muy pocas eran las veces que podía verlos dormir así, despreocupado y calmado. Seguramente disfrutando de lo que sería su sueño.

Pero no todo fue necesariamente bueno pues descubrió sus ropas en una esquina de la habitación junto con las de InuYasha y al mirar su cuerpo se descubrió envuelta en una yukata un poco maltratada mientras que el chico estaba en la misma condición.

La duda asaltó la mente de la chica como el sonrojo asaltó su rostro ¿acaso InuYasha la había visto desnuda? Tembló ante la simple idea, el no podía ella no era digna para que él la mirara si quiera y eso se lo había dejado demasiado claro durante los primeros días que se trataron.

Como le era prácticamente imposible moverse decidió esperar a que InuYasha despertara, pero también noto que su espalda estaba vendada y se sintió profundamente agradecida con él. Siempre que había una batalla ella cuidaba de él y curaba sus heridas y ahora había sido lo contrario aunque le hubieses gustado atender las raspaduras en el cuerpo del Hanyo.

Pasó un rato antes de que el chico abriera sus ojos lentamente, Kagome lo admiró por un momento hasta que lo vio abalanzarse sobre ella y comprobar que no tenía fiebre. Aquel gesto la hizo estremecerse por completo. Se sentía tan bien mientras el Hanyo clocaba un paño húmedo sobre su frente, aunque le costaba creerlo aquello era signo de que en verdad le importaba.

Una vez que todo estuvo en silencio e InuYasha se encontraba sentado frente a ella mirándole con preocupación sintió la fuerte necesidad de abrazarlo, besarlo y quizás algo más…

-¿Cómo te sientes?- Preguntó el chico con voz tranquila, Kagome alzó su mano y acarició aquella suave mejilla.

-Mejor InuYasha muchas gracias por todos estos cuidados- Al terminar de hablar le sonrió tiernamente para después continuar con otra de las muchas dudas que tenía en el momento – InuYasha ¿dónde están los demás?.

-Espero que se encuentren bien, fueron a la aldea mientras que yo… bueno te traje aquí pero si quieres podemos ir allá- La chica se incorporó un poco para poder quedar a la altura del rostro de InuYasha.

-No así está mucho mejor, la cabaña es sumamente cómoda y además estoy contigo- Intercambiaron una sonrisa, sus labios estaban a centímetros de separación. Sus alientos chocaban ligeramente, el sonrojo no se hizo esperar en ambos. InuYasha había rozado sus labios con los de ellas hasta hace algunas horas pero ahora era diferente, ella estaba despierta. No sabía cómo reaccionaría ante la simple idea de besarse.

El caso de Kagome era algo diferente, estaba completamente segura de que InuYasha conservaba fuertes sentimientos hacia Kikyo, lo podía sentir aunque ya no fuese obvio. Si llegaban a besarse habría sido un impulso de ambos pero ¿qué ocurriría después? Quizás InuYasha dejaría de hablarle o tal vez incluso de alejaría de ella.

A pesar de las dudas que tenían en mente, sus labios estaban a milímetros de distancia, definitivamente tendrían que besarse. Finalmente los juntaron, inmediatamente un mar de sentimientos inundó a ambos chicos. Comenzaron a mover sus bocas tímidamente, el momento fue tierno y dulce, sus ojos estaba cerrados con fuerza intentando que nada los distrajera de aquello que vivían. Fueron abriendo cada vez más sus comisuras hasta que, en un movimiento rápido, sus lenguas se encontraban en la boca del otro explorando cada espacio que les era alcanzable. Entre cada inclinación de labios soltaban ya sea un pequeño gemido o un suspiro.

Se separaron para tomar aire por un segundo, después se besaron nuevamente. Lo que había empezado como un beso tierno se había convertido (en menos tiempo) en uno completamente apasionado. Chocaban sus labios con enjundia, se besaron con tal ímpetu que su aliento no tardó en terminarse nuevamente, Kagome le pasó los brazos por su nuca (aunque con mucho esfuerzo) para atraerlo aún más hasta ella. Finalmente se dejaron terminar sin una pisca de aliento en sus pulmones.

Sus respiraciones se relajaron luego de unos minutos. Ambos estaban sonrojados a más no poder, se miraron a la cara aunque no fijamente. Todo había sido tan confuso.

-Kagome yo no quise bueno si pero…- La voz de InuYasha se cortó al instante, estaba nervioso. No sabía exactamente como decir que la quería, que lamentaba haberla besado de tal forma si ella no compartía los mismos sentimientos que él.

-InuYasha tú ¿me quieres?- Kagome dirigía su mirada hacia el futon, no tenía el valor (aún no) de verlo a la cara. La pregunta tomó por sorpresa al Hanyo que gracias a un impulso de su naturaleza por responder de forma que no hubiera confusiones le gritó lo que menos se hubiese imaginado en aquel instante.

-¿Qué te ocurre? No solo te quiero… te amo Kagome ¿cómo puedes dudarlo?- De inmediato se reprimió por haberlo dicho de esa forma tan rápida y agresiva. Observó aterrado como a la chica se le inundaban los ojos de lágrimas, en verdad era lo que menos quería en ese momento por lo que se aproximó a ella y la abrazó impidiendo que dijera una sola palabra.

Debía admitir que no se esperaba aquella respuesta del Hanyo, la felicidad inundó su alma de un instante a otro (quizás milésimas de segundo) no pudo ocultar aquel sentimiento tan fuerte y dejó que sus lágrimas fluyeran. En cuanto sintió que InuYasha la tomó entre sus brazos con fuerza supo que lo había malinterpretado.

Su cuerpo entero dolía, pero aún así le correspondió al Hanyo con un abrazo semejante en fuerza, dejó que sus lágrimas terminaran lo suyo y se dispuso a explicarle. Nunca se había sentido más feliz, no podía echar a perder aquello.

-InuYasha mi amor por ti es más fuerte de lo que me pude imaginar y ahora que me siento correspondida creo que incluso pasó los límites. Ambos se miraron un momento, sus manos y piernas temblaban.

Casi un año había transcurrido desde que descubrió fuertes sentimientos hacia el medio demonio, no podía negar que le sorprendía la fecha en la cual se lo estaba diciendo, InuYasha tenía los mismos pensamientos en su mente; aquella mujer le había robado sus emociones, su alma, su ser, su corazón.

Con infinita ternura volvieron a juntar sus labios. Kagome se sentía morir ante ese toque, fiero y varonil que lo caracterizaba pero a la vez dulce y tranquilo. Permanecieron con sus labios sobre los del otro por un rato, no eran necesarias ningún tipo de palabras.

La luz de la mañana comenzó a entrar en la cabaña donde se encontraban, del dulce cantar de las aves se hizo dueño del silencio del lugar, la brisa fresca no daba aviso de ningún peligro. Se separaron a admirar la poca belleza que podían desde el lugar donde yacían.

-¿Te duele mucho?- Preguntó el Hanyo haciendo referencia a las heridas en la espalda de la chica, pero esta casi al instante respondió negativamente. Con mucho cuidado ambos se pusieron de pie y salieron con la misma cautela de la cabaña.

Una vez afuera les golpeo la dulzura de oriente, aunque era un bosque el lugar que los rodeaba, los huecos entre el ramaje daban un espectáculo alucinante, precioso. Miraron a su alrededor boquiabiertos, aquel sería un sitio ideal para pasar la vida tranquila.

En cuanto el sol se asomó por completo en el horizonte InuYasha tomo a Kagome de la mano y mediante un pequeño jalón le indicó que volvieran a la cabaña. No logró del todo bien su cometido pues la chica le preguntó el motivo.

-No puedes permanecer aquí mucho tiempo podrías empeorar… será mejor volver a la aldea y de paso sabremos cómo están los chicos- Aquel merecía llamarse un buen argumento, la miko asintió resignada y se dirigió despacio al interior del lugar, una vez adentro Kagome regresó al futon mientras InuYasha arreglaba las cosas necesarias y terminaba de organizar lo que había en el interior del sitio.

Salieron un tiempo después, como de costumbre Kagome se encontraba en la espalda de InuYasha con la cabeza entre su cuello y hombro. El trayecto fue abrumador (más cuando la miko no se había recuperado y cada salto significaba un dolor o un mareo) la aldea se encontraba algo alejada por lo que duró más de la planeado. Una vez en la entrada de la misma InuYasha apresuró el paso hasta llegar a la cabaña buscada.

Durante las siguientes horas de la mañana y parte de la tarde, la anciana Kaede se dedicó a sanar las heridas de Kagome con hierbas especiales para cada una al igual que las de InuYasha. Miroku, Sango y Shippo se encontraban en la habitación también. Se encontraban vendados en algunas partes de su cuerpo (más el monje). Kirara estaba tendida sobre el futon de la anciana dejando escapar algunos ronquidos sumamente tiernos.

La miko y el Hanyo compartían miradas cómplices de vez en cuando, dado lo que había ocurrido hace unas horas su sonrojo fue mucho más notable. Agradecieron a Kami el hecho de que ninguno de sus amigos se diera cuenta de sus comportamientos; el ambiente estaba pacífico por lo que InuYasha decidió ir a por comida para todos, sus heridas casi estaban sanadas gracias a los cuidados de la anciana y eso le daba ventaja.

Kagome (un poco perdida por el cansancio presente en su cuerpo) lo vio salir de la cabaña. Sonrió sin poder evitarlo, claramente hubiese querido llegar más allá que unos besos ya sea apasionado o tierno con el Hanyo, suspiró y se giró evitando tocar su espalda más de lo necesario. Si tenía suerte y sus heridas sanaban pronto quizás InuYasha y ella tendrían la conversación esperada y algo más…

Se reprimió a si misma por estar pensando en aquella clase de cosas pero no lo podía evitar, necesitaba que InuYasha le demostrara en amor que sentía por ella. Pensando en su sonrisa, en su rostro y en sus (muy lindas) orejitas caninas se dejó vencer por el sueño que aun no le dejaba.

Continuará…

Ok ahí va el primero! Ojala haya sido y sea de su agrado ((:

Este va para InuyKag4ever, ardalus y serena tsukino de chiba Chicos muchas gracias por sus reviews son muy lindos ^^

Espero no tardarme mucho con el siguiente capi y si lo hago Pliss la culpa es de mis maestros xDD

Hasta pronto

LoVe Quo