DISCLAIMER: Naruto no es mío~ Es de Kishimoto-baka-sempai. Miku es compartida con Bella Scullw. Yano, ese enano de relleno (?) sí es mío.

Cuando abrió los ojos, lo primero que recordó fue que había reñido con Rin. No le gustaba el haberlo hecho. Ella había sido su mejor amiga, y haberla dañado se le antojaba horrible, incluso en ese estado parecido a la locura en el que había entrado.

Se levantó, negando con la cabeza levemente y abrazándose a sí misma al darse cuenta de su soledad. Se sentía perdida, como si ese lugar no le perteneciera, como si tuviera que irse. Cuanto más lejos, mejor. Alejarse de aquel chico que era una copia de Obito, de Rin, de ella misma. Oh, como le gustaría poder hacer eso.

Miró por la ventana, y seguidamente su miraba bajó hacia su propio cuerpo. Rin le había puesto el pijama. Se desvistió para colocarse unas vestimentas cómodas, que solía usar para entrenar. Seguidamente, recogió su larga melena roja a un lado, tal y como hacía en ocasiones, cuando le tocaba turno en el hospital. Miró una última vez por la ventana, antes de saltar por ésta.

No quería salir por la puerta. No deseaba enfrentar la mirada de Rin.

Caminó por las calles del pueblito, sin fijarse en nadie en especial, la mirada puesta en el suelo que pisaba, las manos fuertemente apretadas a ambos lados del cuerpo. Se odiaba a sí misma por el numerito que había montado. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Obito estaba muerto, ella misma había tardado años en superarlo, no podía dejar que la vieja herida volviera a abrirse.

—¡Miku-san!—El pequeño Yano llegó corriendo, colgándose de su mano y sonriéndole desde abajo.—¡Miku-san, buenos días!

Ella le acarició el pelo con cariño y se agachó hasta quedar a su altura, quedando en cuclillas, le dio un toquecito con el dedo en la nariz. El niño rió, encantado por la atención recibida.

—Buenos días, Yano-kun. ¿Te encuentras mejor que ayer?

—Sí.—Asintió él fervientemente con la cabeza.—Pero Miku-san, ¿tú qué tal? Onii-chan vino a casa el otro día contigo y estabas enferma.—Frunció el ceñito, y ella usó el dedo índice para suavizárselo.

—¿Onii-chan?—Repitió, sin entender. Yano era hijo único, solamente tenía una hermana, y era menor.

—¡Sí!—El pequeño rió.—Onii-chan no es mi hermano de verdad, pero se porta muy bien conmigo y me enseña a hacer trucos.—Alzó la barbilla, orgulloso.—Además, Onii-chan es muy fuerte. Él te trajo en brazos y no le costó nada.

Miku comenzaba a atar cabos, y la conclusión a la que llegaba no le gustaba para nada. Las piezas se unían, como un puzzle, dentro de su cabeza. Quiso apretar los dientes, pero mantuvo su expresión amable, no queriendo presionar a Yano, inquirió con suavidad, como si acariciara las palabras:

—Yano-san…¿cómo se llama tu Onii-chan?

No quería oír la respuesta. La temía tanto como volver a ver su rostro. Pero la curiosidad la podía, tenía que saberlo. Debía estar segura de ello, antes de sacar conclusiones precipitadas. No sabía si deseaba que el niño pronunciara el nombre de Obito, o por el contrario, prefería que fuera otra persona. Sin embargo, Yano era ajeno a todo esto, y con una inocencia infantil pronunció el nombre de aquel al que consideraba un hermano:

—Onii-chan se llama Obito.

Y el mundo de Miku se rompió en pedazos.

Sus ojos ónix se llenaron de lágrimas, apretó fuertemente los puños y se puso de pie de un salto, con la respiración agitada. Lo sabía, pero no había querido creerlo. Era imposible, él estaba muerto. Ella misma había visto la expresión rota de Minato cuando se lo dijo, ella misma había sido testigo de la culpabilidad de Kakashi. Él no podía estar vivo. Pero coincidía nombre y apariencia, ¿verdad? Y si estaba vivo, ¿por qué no había vuelto a Konoha, por qué no había vuelto con ella?

Sin ni siquiera despedirse de Yano, comenzó a correr. Escuchó la voz del niño llamándola, pero no pudo procesarla antes de haber girado en una esquina. Tenía que encontrarle. Tenía que verle de nuevo, confirmar que era él. Confirmar que el que había sido el amor de su vida seguía vivo.

Cerró los ojos, recordando una conversación que había mantenido con su madre una vez, cuando era apenas una adolescente de trece años y acababa de comenzar a aprender técnicas médicas.

Miku-chan, tienes que entender que, si vas a ser una medic-nin, lo más importante es que tengas a alguien a quien proteger.—Explicó su progenitora tras el primer entrenamiento, que había sido totalmente fallido.

¿Igual que tú tienes a papá?—Había preguntado ella.

Su madre había sonreído, enternecida, y seguidamente le había revuelto el pelo, asintiéndole con la cabeza.

Igual que yo tengo a tu padre.—Le asintió.

Y…¿cómo sabré quién es esa persona?

Su progenitora la miró fijamente, pero se atrevió a hablar tras unos segundos meditando.

Porque sabrás que, sin él, no eres nada. Sabrás que darías tu vida por esa persona, y que él la daría por ti. Es tan sencillo como el saber que venderías tu alma con tal de verle feliz. Dime, Miku-chan, ¿tú tienes a alguien así, alguien por quien aprender estas técnicas?

La mujer se había sorprendido al ver las lágrimas que bajaban, raudas y cristalinas, por las mejillas de la adolescente. Ella se las limpió con las palmas de las manos, y aún entre lloros respondió:

La encontré.—Soltó un quedo sollozo, negando con la cabeza.—Era Obito.

Ahora, esas palabras llegaban traídas por el viento de los recuerdos. Era Obito por quien ella había aprendido a ser médico, al final. Y aún después de tantos años, él seguía siendo la única persona a la que había amado así, fuera de su familia. No podría olvidarle, aunque estuviera muerto.

¿De verdad estaba muerto?

Apretó los dientes y aceleró el paso. Notaba las piernas cansadas, la respiración pesada. Sabía que seguía estando débil, pero debía encontrarle.

—Deberías descansar, no quiero que vuelvas a desmayarte.—Habló con diversión una voz a su derecha.

Sorprendida, giró la cabeza a la velocidad del rayo, encontrándose cara a cara con su mayor sueño y su peor pesadilla. Allí estaba, con su sonrisa divertida y su mirada pícara. Él.

Trastabilló hacia atrás, tratando de conseguir el valor para decir algo. Cualquier cosa. Comenzó a temblar, apretando fuertemente las manos a ambos lados de su cuerpo, con la mirada oscura confusa. Entreabrió los labios. Quiso decir muchas cosas. Quiso preguntarle dónde había estado. Quiso decirle lo mucho que le había echado de menos. Quiso llorar, gritar y después abrazarle. Pero se quedó allí, con las palabras atascadas en la garganta.

—O…Obito-kun….—Balbuceó al fin, saboreando su nombre. Hacía demasiado tiempo que no lo pronunciaba para él.

—El que viste y calza.—Respondió sin interés, rascándose la nuca con una sonrisa nerviosa al ver el gesto de ella. ¿Qué le pasaba a esa chica? Era extraña.

Extraña y hermosa.

—Obito-kun, soy yo.—Declaró, preguntándose por qué no la reconocería. ¿Es que no le había importado lo suficiente como para recordar su rostro o su nombre?—Soy Miku. Miku Anima.

—Encantado de conocerte.—Aceptó el otro, con la cabeza levemente ladeada en un gesto de confusión.

Vio que los ojos de ella se llenaban de lágrimas. La miró fijamente, sin entender.

—Obito.—Repitió, tratando de hacerle recordar quién era ella, olvidando totalmente el sufijo por una vez. Pero, ante la mirada estupefacta de los ojos de él, finalmente se dio por vencida y añadió.—¿De verdad no sabes quién soy?

Él asintió fuertemente con la cabeza. De verdad no tenía ni idea de quién era ella. ¿Debería? Parecía una chica bastante extraña, estaba seguro que de haberla visto la recordaría. Sería para él imposible olvidar esa cabella color fuego y esos profundos ojos ónix. Unos ojos tristes.

—¿Por qué no volviste a Konoha?—Inquirió de pronto. Él abrió mucho los ojos, incluso siendo tan despistado, comenzaba a unir piezas. Ella estaba dolida, lo suficiente como para que sus palabras fueran resentidas.—Te esperamos, ¿sabes? Kakashi estaba muy triste, Rin no dejaba de llorar, yo…yo llegué a irme de la villa para no recordarte. ¡Demonios, Obito-kun, te necesitamos durante tanto tiempo, te lloramos durante tantos años…! ¡¿Y resulta que estás vivo?—Su voz se tiñó de esa altanería tan característica de los Uchiha. Comenzaba a enfadarse.—Merezco una explicación, ¿no crees? ¿Por qué no volviste con nosotros? ¿Por qué no volviste conmigo, maldición?

"Obito-kun, ¿quieres jugar conmigo?" Dijo la niña en su mente. Esa niña de cabello pelirrojo y profundos e inocentes ojos negros.

—Yo…yo no sé quién eres.—Reafirmó él, con las pupilas dilatadas de la impresión.—Nunca he ido a Konoha. Yo…yo soy de Iwa. No conozco a nadie de los que has nombrado.

No. No lo era. Y él lo sabía. Pero tenía miedo, mucho miedo. Miedo de mirarla a los ojos y reconocerla, miedo de que toda la vida que había construido se destruyera ante solo las lágrimas de una muchacha. Una chica a la que él recordaba como una niña de ojos inocentes y sonrojo fácil, y que se había transformado en una mujer con el paso de los años, sin que él lo presenciara. No la conocía, no, no la recordaba.

—Sé quien eres.—Comenzó ella, tomando aire para tranquilizarse y cruzándose de brazos. No más lágrimas. Debía ser fuerte.—No. Sé quien has sido. Y voy a lograr que nos recuerdes.

Se acercó a él a grandes zancadas, quedando frente a frente. Sus ojos aún estaban acuosos por las lágrimas que trataba de impedir.

—Tú eres Obito Uchiha.—Le confesó, con un hilo de voz, aunque decidido.—Fuiste mi mejor amigo, un genin de Konoha del poderoso clan Uchiha. Sé que eres tú. Tienes que serlo.

Y, sin más, le abrazó. Con fuerza, desesperación y casi necesidad. Había necesitado tanto volver a sentir su contacto, cálido y seguro, que casi le había dolido. Lentamente, Obito pasó sus brazos alrededor de la cintura de ella de manera inconsciente. ¿Podía ser cierto? ¿Podía, realmente, conocer a aquella chica pelirroja?

Todo encajaba, en realidad. El que fuera de Konoha. Sus sueños. Su mirada. Extrañamente, hasta el apellido parecía hecho para él. ¿Era posible que lo que aquella muchacha le ofrecía fuera su antigua vida?

—Te he echado de menos, Obito-kun.—Reconoció en un tono suave de voz.

Él hubiera querido decir lo mismo, pero hubiera sido mentira. No la recordaba, por más que lo intentara, no podía hacerlo. Sin embargo, estrechó más el agarre en torno a ella, enterrando la cara en el hueco de su cuello. Se sentía unido a esa chica a la que no creía conocer, qué estúpido.

—Lo siento.—Se disculpó en voz baja, repitiéndolo una y otra vez. Sentía no recordarla, sentía no poder hacer nada por ella en esos instantes, y, sobre todo, sentía el tener miedo de saber quién era.

Vale, es un capi cortísimo, pero realmente tengo prisa. Me comprometí a subirlo todo el Jueves, ¡y lo hice! (Bueno, menos Cuento de Hadas, que lo empecé a subir más tarde y no cuenta (?) ) El caso es que me siento orgullosa de mí misma (?) por esto :D

En fin, ya está. Espero que nos veamos pronto, ¡Volveré todo lo descansada posible de mis vacaciones! ¡Sí! ^^

Gracias por los reviews a: Emiita, Tsukimine12, Bella Scullw y a Obito kun 9520

De verdad, los reviews en este fic significan mucho para mí, dado que no es un protagonista muy conocido pe~ro, es uno de mis personajes favoritos, ya sabéis.

Ah, y gracias también a los que lo ponéis en alerta o favoritos~

¡Nos leemos!