Hola a todos. Nunca descarto jamás regresar a publicar algo que me ha encantado compartir con todos ustedes, y esos son los fanfictions, en verdad ha sido toda una aventura desde hace tres años que comencé a publicar y a conocer más de esta grandiosa comunidad. He de decir que gracias a ustedes he evolucionado en mi escritura mucho más de lo que creí, compartiendo historias, fantasías y sueños de quienes sabemos que escribir conlleva un placer inexplicable. Decidí colaborar en un experimento llamado "Primeros y Últimos Héroes", aventura que continúa inmediatamente después de la caída de Lord Shen, espero que disfruten como yo, esta gran aventura de Po, conmemorando la segunda película, de una saga que nos une en un vínculo muy especial. Disfruten el primer capítulo, y espero sus reviews.


Capítulo 1 Las apariencias engañan

—"Eso… fue bastante radical"

Las palabras de Tigresa, flotaron un instante. Ese instante daba paso al final de una aventura.

Entonces, se escuchó un "ungh" que pareció un resuello de sorpresa.

Todos callaron.

Maestro Grulla abrió el pico a toda su extensión, por segunda vez, desde que tenía memoria. Todos los miraron un momento, lo que pareció congelarse en el tiempo. Nadie dijo nada, el momento pasó, y Po se separó de Tigresa que aún no comprendía que pasaba, y la sensación que esa caricia le había provocado. Ella aún continuaba pasmada mientras los demás furiosos pasaban a su lado y se abalanzaban felices sobre el panda, vitoreándolo.

—Veo que has encontrado la paz interior, Po. ¡Y a tan corta edad! —le dijo Shifu, un tanto extrañado pero a la vez muy orgulloso.

Lord Shen había desaparecido bajo el hierro de sus cañones, mientras los fuegos artificiales iluminaban la ciudad de Gongmen, festejando la caída del mal.

A pesar de los festejos, a pesar de las bromas de todos, de tener de regreso a Po, Tigresa no podía sacarse el recuerdo de esa caricia. La primera vez ella lo había abrazado, ¿por qué? "es mi amigo" se respondía. "No podía hacerle entender de otra forma, no quería que muriera"

¿Era así?

1

El Valle de la Paz, lucía hermoso al amanecer. Los lagos circundantes comenzaban a brillar cual gemas mientras el sol ascendía y calentaba aquel paraje de China. Un día había pasado desde que todos habían regresado de la gran batalla en Gongmen, y Tigresa ya tenía rato estirando los músculos, entrenando y preguntándose mil y un cosas. El abrazo del oso, era lo que veía su mente, mientras trotaba por los amplios jardines del palacio de Jade. El abrazo que no tenía idea del porqué lo recordaba con tanta intensidad.

Sí, ella lo había abrazado la primera vez en cárcel, pero Po le correspondió al final. ¿Por qué lo hizo? Ella era quien lo trataba más mal, era la que no comía su comida, la que ponía su coraza dura como el hierro cuando él trataba de hacerla reír. Sin embargo, la aventura en Gongmen la iba cambiando. A él también. Cada vez que ella y los furiosos, aún Shifu, parecían derrotados, Po conseguía algo maravilloso para derrotar al mal, y esta última vez lo había demostrado, e impresionado a todos.

La forma de ser de Po era diferente a todo lo que conocía.

"¿Y eso qué, Tigresa, por todos los dioses?" "Eso no significa que…"

—¡Eso no significa que me guste!

—¿No te guste qué?

Tigresa casi se tropieza con Po, quien le hablaba sentado a la sombra de un cerezo. Casi tropieza con él, no había advertido su presencia. Se paró en seco.

—¡Eres un tonto! ¡Casi me matas del susto!

—Ups, pe- perdona, Tigresa —dijo Po, haciendo muecas de disculpa— llevaba un rato aquí viéndote entrenar, creí que me habías visto. Y no creo que alguien sea capaz de asustarte…

—¿Me estabas espiando? —se acercó a él, cerrando los puños. Po abrió los ojos como un niño que va a recibir un castigo por hacer travesuras, y la miró directamente. Estaba enojada, y sus ojos chispeaban fuego de su interior.

—No, no… no era mi intención, trataba de comprender aún más la Paz Interior, ya sabes, tipo zen y esas cosas… y quería agradecerte por lo que dijiste la otra vez.

Tigresa se quedó de piedra. ¿Qué le había dicho a ese panda?

—Habla claro, Po, yo no…

—Sobre el no dejar a un amigo morir. Me lo dijiste en la cárcel cuando… pues… —Po enrojeció visiblemente.

Tigresa sujetó al panda del cuello, y con una garra lo levantó con una facilidad asombrosa.

—Si te refieres a ese abrazo, ¡no significa nada! ¡Era sólo un recurso para que no arruinaras el plan! —La felina le apretaba la garganta y Po comenzó a ahogarse. Lo azotó contra el cerezo donde estaba sentado, y unos cuantos pétalos cayeron a su alrededor.

—¿Qué hacen ahí? —la voz de Víbora rompió con aquella atmósfera extraña, y cuando Tigresa volteó, pudo ver a los demás Furiosos observando la escena, y Grulla, una vez más, con el pico abierto de par en par.

Tigresa dejó caer a Po, quien rebotó graciosamente contra el suelo, recuperando el aire como podía. Tigresa trató de aparentar tranquilidad.

—S-Sólo, entrenábamos…

—Ya lo creo —dijo Mono en tono incrédulo. Tigresa evitó mirar a sus compañeros, y continuó su entrenamiento como si nada, corriendo y pateando al aire. Se alejó con rapidez al salón de entrenamientos.

—¿Estás bien, amigo? —Mantis llegó hasta donde estaba el oso, que seguía boca arriba, aspirando aire.

—Sí, creo que sí. Uff…

—¿Qué le dijiste a Tigresa que te tenía así?

—Nada, Mantis. No es nada. —dijo Po, esquivo. El Maestro nunca lo había visto así. El Guerrero Dragón continuó su camino por otro lado, y los demás furiosos se quedaron en medio de la explanada con enormes signos de interrogación en la frente.

—¿Alguien sabe qué rayos pasa? —atinó a decir por fin Grulla. El silencio fue su única respuesta.

A la hora de la cena, una vez más nuestros amigos furiosos les extrañó no encontrarse ni con Po ni con Tigresa. El Maestro Shifu debía encontrarse en las cuevas haciendo meditación profunda. Tuvieron que comer vegetales crudos que quedaban en la alacena con el silencio más desconcertante que habían tenido. Los sirvientes no cocinaban desde que Po tomó el mando de la cocina.

—Creen que… ¿haya algo entre esos dos? —Mono se atrevió a preguntarles, aunque lo hizo en voz baja.

—Parecen marido y mujer… —dijo Mantis burlón, mordiendo un nabo crudo sin mucho entusiasmo.

—Es algo difícil de explicar, aún más para una chica —Por fin Víbora habló, mirando a todos con ojos severos. —tal vez eso parezca, pero por nosotras pasan muchísimas cosas en la cabeza. Ustedes solo piensan en pelear, dormir y comer. No se fijan a su alrededor.

—¡Hey, hey hey, no hace falta tanta agresividad, ya con lo de Po y Tigresa tenemos suficiente! —dijo Grulla. —Además, nunca había pasado esto…

—¡No es cierto Víbora, los chicos pensamos en más cosas que ustedes, de verdad que a las mujeres se les zafa un tornillo, por lo menos una vez al mes…!

A Víbora le cambió súbitamente el color de sus escamas, y sus ojos rasgados se encendieron de repente.

—¿Qué estás diciendo, monito?

—¡Eso que las hace cambiar cada ciclo lunar! ¡Lo leí en uno de los libros de Oogway! Se vuelven prácticamente locas una vez al mes, es un mal que tienen ustedes las… hembras.

Antes de que pasara nada más, Víbora enroscó su cola con sutileza en la garganta de Mono, pero apretó con fuerza. Todos quedaron impávidos. Mono abrió los ojos como platos.

—Se ve que no tienes idea, macaco, de lo que pasa, lo que tiene Tigresa. Eres un insensible, y dices puras tonterías. Las hembras no tenemos ningún "mal", estúpido simio.

—Ughh… tran… tranquila amiga… —Mono vio que la cosa iba en serio, las fuerzas le faltaban mientras la serpiente usaba más fuerza para oprimirle la yugular.

—¡Tranquilos, por favor! —Grulla intentó apartar el cuerpo de Víbora del cuello de Mono, pero ella lo sujetaba como una tenaza de hierro. La cosa iba en serio.

—Retráctate Mono, discúlpate —dijo Víbora. Jamás la habían visto así. Las cosas iban saliendo de control.

Por fin, Mono pudo morder a Víbora, quien lo soltó al momento, gritando de dolor.

En un instante, el comedor explotó en golpes y gritos. Grulla sujetando a Víbora con todas sus fuerzas, y Mantis deteniendo apenas a Mono, que parecía querer cortar en pedacitos a su amiga.

—Por favor amigos, ¿Este es el ejemplo que damos los héroes de China? —les espetó Mantis. —¡Dejen eso!

—Hazte a un lado, amigo. Esa culebra está loca.

Oh-oh.

—¿Qué dijiste, changuito? —Víbora lo miraba con los ojos más rasgados que nunca.

Oh-oh.

—¡Vas a probar mis puños, nadie me llama así! —los dos estaban coléricos, y se gritaban con ganas de… matar. Se habían insultado con las palabras más desdeñables de cada una de sus razas. Insulto más allá del insulto. Mantis y Grulla no hallaban que hacer, todo se había salido de control en un instante. Necesitaban a Tigresa, o a Po, o esto podría acabar mal, muy mal.

2

Pero Tigresa no tenía idea de lo que pasaba en el comedor. Miraba a sus pies el Valle de la Paz, en lo alto de las montañas que circundaban el Templo de Jade. La tarde moría con ese día de contradicciones. Por más que rompía piedras, troncos hasta el cansancio, de usar cientos de veces los mismos ejercicios del kwoon, la imagen del panda no desaparecía de su mente. Al contrario, se hacía mayor. Tenía que encontrar una salida a esto, antes de que fuera tarde. Antes de que no hubiera salida a algo por demás ilógico.

Entonces hizo algo que jamás en todo su entrenamiento había hecho, porqué jamás creyó ser capaz de lograrlo. Pero tenía qué. Tenía que apagar la llama de confusión más grande de toda su vida, sin piedad, sin…

Se sentó en posición de meditación, aspiró aire, cerró los ojos, y dejó su mente libre.

"Paz… Interior…"

"Paz… Interior, Tigresa, vamos…"

3

Al pie del árbol de durazno, el Legendario árbol de Oogway, Po miraba el vacío. La victoria sobre Shen y el mal que amenazaba China había sido bárbara, la pero Paz Interior que logró en aquella técnica mortal con las bombas de fuegos artificiales se antojaba ahora más lejana que nunca. El sol se ocultaría pronto, y en esa época, primavera, el árbol florecía en todo su esplendor, aunque sin ningún delicioso durazno para comer. La barriga le gruñó. Ahora que lo pensaba, no había probado alimento, y menos desde que Tigresa lo ahorcó de aquella forma en el patio del Templo Jade.

Tigresa le gustaba, y mucho.

Jamás nadie le había dicho aquellas palabras. "No puedo dejar que mis amigos mueran". En verdad era su amiga. Antes de derrotar a Tai Lung, era para ella un "panda gordo, tonto, fan del Kung Fu". Pero en la aventura en Gongmen, todo cambió. El barco…

Le iba a decir algo en el barco, antes de que iniciara todo. "Yo solía…"

¿Solía qué? ¿Sentir algo?

Sus historias eran parecidas. Huérfanos, abandonados a su suerte por circunstancias distintas, al igual que sus caminos, al fin habían encontrado una bonita amistad.

"¿Amistad?" "No me hagas reír, Po."

Sí, quería mucho a Tigresa. Le intimidaba, pero a la vez la admiraba por su gran fuerza y coraje. Po podría haber hecho pedazos a Tai Lung, pero a Tigresa jamás había podido vencerla en el kwoon, o cuando quiso enfrentarla en aquella cárcel de Gongmen. Le dolía el puño cuando intentaba pegarle.

"Dile lo que sientes, Po" decía su voz interior, la que a veces no le llevaba a situaciones muy buenas.

"Decirle lo que siento quizá arruine todo. Quizá ya no quiera ni verme."

Pero… ¿Y si lo intentaba?

"No pierdes nada. Lo más que puedes perder es un diente, o ganar un golpazo."

"De acuerdo, de acuerdo, Voz Interior. Veremos que pasa."

4

El Maestro Shifu llevaba un día haciendo ejercicios de meditación profunda en las cuevas de Jade. Si Po había conseguido hacer la Paz Interior a ese nivel, él no podía quedarse atrás. Pero lo hacía más para sentirse mejor él mismo que una competencia que no tenía cabida. Ahora se encontraba en un estado de relajación profunda, muy cercana al sueño.

Sin darse cuenta, Shifu se había dormido.

El panda rojo se dio cuenta que ya era un sueño cuando se vio a sí mismo caminando entre una niebla espesa, en un bosque que no conocía. Los árboles se difuminaban en sombras mientras caminaba sin saber donde dirigir sus pasos. Era un laberinto de bambú el que lo dirigía a un camino que empezaba a tomar sentido. Al final había un pequeño templo, en la loma de una colina. La niebla comenzó a dispersarse. Abrió las puertas del templo más humilde que podía haber conocido en sus andares por China. No reconocía nada de aquellos símbolos que colgaban del techo y semejaban pedazos, recuerdos de épocas remotas en la Historia. Por dentro, el templo era enorme, y lleno de estanterías con muchísimos rollos, pergaminos, mapas, algunos llenos de polvo y humedad.

Al final, un cayado sostenía lo que semejaba un enorme caparazón de tortuga, y el corazón de Shifu dio un vuelco, cuando la coraza tomó vida y del cayado descendía, el Maestro de Maestros, la tortuga sabia, el único Oogway. Shifu no atinó a moverse. ¿Era acaso un sueño? Casi podía sentir su energía, palpar la sabiduría que emanaba de sus ojos. Le sonreía.

"Hola, Shifu, en verdad que tanto tiempo sin vernos"

"Ma-maestro… Maestro Oogway…" Shifu se arrodilló, fue lo único que atinó a hacer.

"Vamos, viejo amigo. No hay necesidad de hacer eso"

"¿Cómo es que puedo estar aquí con usted? ¿Acaso morí?"

Oogway rió.

"Estoy muy orgulloso de lo que has hecho con Po, con el Guerrero Dragón. Destruyeron a Tai Lung, acabaron con la amenaza de Lord Shen. Me recordaron a esas grandes batallas legendarias que tuve."

"¿Pasa algo, Maestro?" preguntó Shifu, impaciente. Temía que el sueño se acabara en cualquier momento. Oogway le sonrió, como si supiera todo de antemano. Siempre era así. La Gran Tortuga parecía tener el conocimiento de todo por anticipado.

"¿Tiene que pasar algo para ver a mi viejo amigo?"

"De acuerdo, Maestro, lo siento… pero es que ha pasado tanto tiempo…"

Entonces, el rostro arrugado de Oogway pareció hacerse más viejo a medida que soltaba las palabras a continuación, y la luz que predominaba en el templo jugueteó con las sombras de los dos Maestros.

"En verdad lamento que las veces que nos veamos no sea grato para ti, Shifu. En verdad lo siento. Entiendo si me odiaste después de causarte tanto desasosiego con la elección de Po. A todos les causé confusión. Lo siento, pero así era como tenía que ser, y mi elección fue correcta, amigo mío. Por eso lograste la Paz Interior que te permite realizar esta conexión conmigo".

"Disculpe, pero ¿A qué viene esto, Maestro Oogway?

La tortuga cerró los ojos, aspiró, y dejó pasar un momento.

"Hicieron un trabajo maravilloso con la caída de las ambiciones de Lord Shen. Trabajaron en equipo, hasta mis amigos el Maestro Cocodrilo y Buey ayudaron. Estoy muy feliz por eso. Pero, debo decirte, amigo mío, que la raíz del Mal no ha sido arrancada".

Shifu se quedó de una pieza. En verdad odiaba cuando Oogway comenzaba a decir eso. No eran buenas noticias, otra vez. Empezó a buscar la salida a aquel sueño, en el que ya no quería seguir envuelto.

"Evitar el problema nos hace meternos de lleno con la senda que queremos evitar, Shifu". Dijo por respuesta la Tortuga, como si adivinara las intenciones del panda rojo.

"Lo siento, Maestro. Pero ¿qué no fue suficiente lo que hicimos para traer paz a China? ¿Qué otro enemigo podría ser más poderoso que Po y los Furiosos juntos?"

"Alguien que haya sido lo suficientemente poderoso para crear a Tai Lung y Shen" respondió crudamente Oogway. Shifu abrió la boca, pero las palabras no salieron de sus cuerdas vocales.

"Lo siento, amigo mío. Sufro al ver tu rostro lleno de preguntas e inquietud justo ahora que has alcanzado la Paz Interior, pero en eso justamente radica ese poder. Es mantenerse frío, tranquilo, mientras el mundo se desmorona a tus pies. La Verdadera Paz Interior consiste en dar la otra mejilla al enemigo para que te ataque con todas fuerzas, mientras tú te mantienes como la nieve que reposa sobre los árboles. Si creas esa burbuja poderosa a tu alrededor, nada podrá contigo.

Ese enemigo existe. Opera desde las sombras, y juega con China, juega a destruirlo si es que le place."

"Maestro, dice que este enemigo ¿creó a… Tai Lung, y a Shen?

"Solo la Maldad Pura puede hacer que los corazones nobles y valientes hallen en un abrir y cerrar de ojos la cobardía y la ceguera de sus actos. No pueden ver más allá de sus ambiciones, cual gallina que se le pone una venda en los ojos."

"Dígame quién es, Maestro, se lo ruego."

"No necesito decírtelo, amigo. Él irá por ustedes. Los alcanzará sin duda alguna. Acabaron con sus marionetas, y la Maldad se desespera cuando sus piezas claves son comidas, como en el ajedrez".

"¡Dígame donde puedo hallarlo antes de que venga por nosotros!"

"Amigo, esta vez me temo que tendrás que creer mucho más, hasta en lo más ínfimo de esta vida, si es que quieren salir victoriosos. Incluso los amigos se vuelven enemigos, la desesperanza es la mejor arma de la Maldad Pura, y la sabe usar magistralmente desde tiempos inmemoriales."

Shifu estaba anonadado. Escuchar las palabras de Oogway lo hacían temblar, y no sabía porqué diablos. El rostro serio de la tortuga, matizado por la luz de las lámparas, le confería un aspecto un tanto tétrico.

"No entiendo. No entiendo quién puede hacer semejante cosa…"

"Son los que sólo usan sus piezas, y se divierten viendo arder el mundo, mi buen Shifu. Es una clase de maldad que no conoce límites, no tiene una pizca de bondad, y a cambio se quedan con la locura. Los que son usados por esa Maldad, como Tai Lung y Shen, suelen hacer mucho mal, hasta que acaban con ellos mismos, por órdenes de su Amo o porque surgen héroes como Po y los Furiosos para hacerles frente. Al principio, lo disfruta, se mofa desde las sombras, pero ahora, siento que la paciencia se le ha acabado, y buscará terminar de raíz lo que comenzó. Por eso te vengo a advertir, amigo mío. Es todo lo que puedo ayudarte, alerta permanente, alerta…"

El sueño comenzaba a disolverse. Pero Shifu ahora no quería salir, no quería. ¿Qué clase de mal era lo que hablaba Oogway, que hasta él mismo temía?

"Por favor, ayúdeme, Maestro, sólo usted puede…"

"Oh, no, amigo mío. Yo una vez te dije, antes de partir, que todo lo que tienes que hacer, es Creer. Cree en ti, en los lazos de amistad que tienen todos ustedes. La unión ante Todo, es lo único que puede hacerle frente a la Maldad Pura. Si uno se hipnotiza y embelesa ante su Poder, entonces caerá en el Juego, todo se desmoronará, y continuará su labor milenaria de destrucción."

"¡Maestro, No se vaya, NO!"

El pequeño templo empezó a emborronarse, la luz mortecina que iluminaba la estancia se apagó, y Oogway se difuminaba entre hojas de durazno.

—No… no se vaya…

Shifu abrió los ojos, lentamente. Escuchó el murmullo del agua de las cavernas, su respiración entrecortada. Ya era de noche, y el silencio que lo rodeaba comenzó a oprimirlo, y decirle a sus sentidos que algo no cuadraba.

Algo estaba ya mal, muy mal, en el equipo de la Justicia.

5

Mientras Shifu platicaba seriamente con Oogway en su sueño extraño, Po buscaba en las afueras del templo Jade a Tigresa. La Voz Interior había ganado, y ahora tenía que estar seguro de una vez por todas, tenía que decírselo de frente…

Y efectivamente casi chocan de frente, al dar la vuelta en una esquina. Los dos se asustaron, y en lo que se recuperaban, el corazón del panda comenzó a bombear sangre muy deprisa. El corazón parecía una ametralladora.

—¡Oh! ¡Perdóname Tigresa, yo lo si…!

—Chist. Silencio, Po. Tenemos que… hablar. Te estaba buscando.

—Pre-precisamente yo también te estaba buscando, sí…

—Vamos al tejado. Ahí nadie nos encontrará. ¿Puedes subir, o…?

—Lánzame, por favor… —le dijo en un tono de fastidio. Po no podía trepar los tejados como los furiosos, y ellos siempre le ayudaban. Tal vez en momentos de desesperación podría lograrlo, pero ahora no podía pensar en nada más que decirle lo que sentía a Tigresa.

La Maestra lanzó con fuerza a Po al tejado, y al fin estuvieron a solas, mientras el sol se ocultaba por el Oeste, y la gente del Valle de la Paz comenzaba a encender sus lámparas de papel. El rojo del cielo daba un aspecto de fuego en todo el horizonte mientras el disco solar se sumía en las montañas. Nadie parecía querer empezar, así que…

—Po

—Tigresa —se dijeron al mismo tiempo, poniéndose rojos como tomates. Pero Tigresa se dominó, y adoptó una pose de seriedad total. Sus ojos chispearon como brasas.

—Empieza tú, por favor. Necesito que aclares toda esta situación… entre nosotros.

Uf. A Po le saltó el corazón de la emoción. Entonces para Tigresa ya había un "nosotros". Fue entonces cuando se armó de valor, y comenzó:

—Yo… este… Tigresa, te admiro, por todo lo que eres, lo mucho que me has… apoyado, para ser mejor. Te quiero mucho por eso. Hace mucho tiempo que no le decía esto a… una chica. Me gustas, Tigresa —Esto ya lo dijo mirándola directamente a sus ojos incandescentes, que reflejaban el rojo del cielo del día que ya moría en ese momento, se frotaba las manos rechonchas y movía frenéticamente las piernas— Me gustas y… quiero estar… contigo. Quiero que… estemos juntos.

Po era un manojo de nervios que se encogían y expandían como ligas, y en un momento a otro podrían estallar. Sintió como si se incendiara su cara, que ya debía parecer una cereza con el rojo tan subido de su rubor. Tigresa se mantuvo a la expectativa, y no movió un músculo. Parecía una estatua de las muchas que había abajo en el templo. Se hizo un incómodo silencio por unos segundos, y ella no dejaba de verlo a esos ojos, verdes como el jade. Por su cabeza pasaron millones de sensaciones; lo bien que se sentía abrazarlo, lo suave de su pelaje, su forma de ser tan peculiar que la había sacado de esa insensibilidad… pero también…

—¿A quién crees que engañas, Po? —preguntó Tigresa, sin piedad. Sus facciones no cambiaban en lo más mínimo, y Po sintió que el techo de la pagoda se desplomaba.

—Y-yo…

—Ya hablaste, Po, ahora es mi turno —dijo, implacable— y seré breve, y directa. Gracias por tus palabras, pero tengo que poner freno total a esto. Eres un buen amigo, en verdad, pero nunca podremos ser NADA, como pareja. Me estoy refiriendo a ser algo más que amigos. Jamás. Somos diferentes, radicalmente diferentes. Me caes bien, Po. Pero no creas que podremos llegar más allá. Te lo digo como mujer y amiga. No me lo tomes a mal.

—Pe-pero yo creí…

—Creíste mal, Po. No lo hagas más difícil, por favor. No manchemos el buen equipo que hacemos. Al principio te detestaba, porque siempre creí que mi destino era ser la Guerrera Dragona, cosa que no fue decisión tuya ni mía, así que, eso ya está olvidado. Te admiro por lo que has progresado en las artes marciales, y en tu persona, en verdad… pero no puedo ser tu pareja, lo siento.

Po no estaba dispuesto a ceder, no la entendía…

—¿Y el abrazo? ¿Y lo que dijiste? Tus miradas, tu forma de ser hacia mí…

—¡Por favor, Po! Las apariencias engañan. No te engañes a ti mismo con esas tonterías. Sabes que mi estilo es duro, me extraña que te prendaras de eso para avanzar en una relación.

—Por favor, dame una oportunidad, Tigresa… —los ojos verdes de Po ya nadaban en humedad. Esta vez parecían suplicantes. Intentó tomar su mano, pero ella se la apartó, y sintió su garra áspera y fría. No podía estar pasando esto.

—De acuerdo, te lo pondré de la manera cruda y difícil. ¿Sabes lo que se necesita para satisfacer a una mujer? ¿Para satisfacerme a mí?

La lágrima que estaba a punto de fluir se contuvo. Po miró a Tigresa a los ojos, como si le hubieran golpeado. Tigresa cerró los ojos, y negó con la cabeza, fastidiada.

—No, no lo sabes. Eres un niño, Po. Te estimo mucho, pero ahí lo dejamos. No intentes lo que no se puede, por naturaleza. Tú, eres un panda. Yo, un tigre de bengala. Jamás seríamos compatibles, ni…

—No acepto eso, Tigresa. Solo te pido una oportunidad para…

Esta vez Tigresa subió el volumen de su voz, y miró severamente a Po.

—¿Sabes hacer el amor? ¿Hacerle el amor a una tigresa carnívora como yo? ¡No lo creo! Te lo pondré fácil para que lo entiendas: ¡Yo soy Tigresa, y tú, Po, NO eres mi tipo de macho! ¡Necesito una pareja, un macho felino que me entienda, que sea atlético, que sea como yo! ¡Mírate en un espejo! Somos físicamente incompatibles.

Po sintió que le tiraban un balde de agua helada, junto con una piedra del tamaño del mundo sobre su cabeza. Palideció, y su color blanco ya predominaba en su rostro. Tigresa no se burlaba, mantenía ese gesto sereno, pero autoritario con la verdad alojada en sus ojos, en sus rayas que sobresalían de su pelaje.

—¿Por qué, por qué no me dejas siquiera…? —Po ya parecía un niño peleando por un dulce. La Voz interior lo animaba a no desistir, a encontrar algo con lo que pudiera…

—¡BASTA PO! —Tigresa rugió, y el silencio se hizo en aquella zona del templo. Incluso los grillos nocturnos parecieron callar, temerosos. —Entiende que NO, no habrá NADA entre nosotros. Si vuelves a pedírmelo, te lo repetiré las veces que sea necesario: ¡Nunca saldría con un panda en una cita romántica! ¡Nunca le haría el amor a un panda, ni en tus sueños!

Po retrocedió como por instinto. El instinto animal básico que suponía dormido, y que ahora sentía reactivado por sus venas al escuchar y sentir esas palabras aguijoneando su ser, su honor, todo lo que podría llamársele orgullo. El ser panda. Quería correr, lejos de ella, de sus palabras hirientes. En un día, todo había pasado de ser una victoria gloriosa, a revolcarse en el lodo de la miseria.

Tigresa se incorporó, y sin decir nada más, saltó hacia el vacío, hacia el Valle de la Paz, perdiéndose en la oscuridad de la noche. Po no supo que estaba llorando hasta que sintió las lágrimas humedecer sus calzoncillos remendados.

—¿Por… qué? ¿POR QUÉ? Mamá, Papá… ¡Los extraño! ¡Los extraño mucho! ¡Los… necesito!

Un sollozo que más bien parecía un aullido, encerrando una tristeza profunda, llena de dolor, retumbó en las laderas de las montañas que rodeaban el valle, mientras la noche, y todos los demonios caían sobre el Guerrero Dragón.

Justo cuando Shifu salía súbitamente del trance de su sueño extraño con Oogway, y al mismo tiempo que Tigresa se lanzaba al vacío, lejos de Po, una sombra miraba atentamente desde un punto en la lejanía, las motas de luz que conformaban el pueblo del Valle de la Paz. Desvió su atención hacia el templo que dominaba el Valle de nuestros amigos los héroes, y pareció estudiarlo milimétricamente. Desde el risco donde estaba observando, no se podía distinguir su silueta, ni siquiera el brillo de sus ojos, que parecían apagados desde hacía cientos de años. Sus ropas, o lo que llevara puesto encima, crujieron al paso de una ráfaga de viento, para continuar con la calma. Entonces la sombra susurró a la noche, emocionado, como si esperara toda una vida, toda una Era de miles de años para pronunciarlo al fin:

—El Templo de Jade.