Declaimer:Naruto y sus personajes no me pertenecen.

Advertencia: Alguna palabra obscena, nada del otro mundo

Resumen: –Cuando tú te infectes con el "síndrome del amor", te recordaré este momento–le advirtió Mikoto. Kushina bufó. ¿Y quién diablos iba a querer ser novio de la Habanera Sangrienta?


Síndrome de amor

1. Primera Parte

Otro suspiro enamoradizo salió de la boca de la pelinegra, después de rememorar, con lujo de detalles, su cita romántica con su novio, y ella sintió como su estómago se revolvía. Estaba a punto de vomitar ante tanto azúcar. ¡Por el amor de dios! ¿Por qué a ella?

Soltó un gruñido bajo, girando el rostro al otro lado para no tener que observar los ojos brillantes de la Uchiha, y si se esforzaba un poco, podía imaginar dos corazones saliendo de sus orbitas. Kushina estaba muy enojada, demasiado. ¿Por qué diablos tenía ella que escuchar toda esa mierda cursi? ¿Acaso Mikoto no tenía otro maldito tema de conversación? ¡No! Claro que no.

Desde que su amiga empezó a salir con el idiota Uchiha, hacía dos semanas atrás, ella no paraba de hablar sobre su noviazgo, y Kushina tenía que soportar esas charlas interminables sobre "Lo maravilloso que era Fugaku". ¿Maravilloso? ¡Ni una mierda! Por favor, si ese estúpido era un cubito de hielo sin emociones, con la sensibilidad en el culo y con el rostro compungido, como si estuviera estreñido las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año.

Y lo peor de todo, ella tenía que soportar sola esa tortura. ¿A ella que carajos le importaba cómo Fugaku le metía la lengua hasta la campanilla a Mikoto? ¿Acaso tenía cara de ser la típica chica cotilla que le gusta entrometerse en la vida amorosa de los demás? Hasta donde ella sabía, tenía cara de tomate, no de chismosa.

Carajo, si ella alguna vez hubiese sentido algún tipo de respeto por Fugaku, éste se hubiera ido a la mierda, en cuanto supo cómo manoseaba a su novia o qué hacía con ella. El bastardo no gastaba sus energías hablando, él las empleaba en cosas más productivas.

Otro retortijón de su pobre estómago inocente. Joder. Todo esto era una porquería. Encima que ahora pasaba menos tiempo con la pelinegra, cada vez que se veían, la conversación siempre giraba en torno al tema estrella, y lo único que lograba Mikoto, era hundir a Kushina un poquito más en la cruel miseria, recordándole, con cada palabra, que ella no tenía novio.

¡Maldita sea! Tenía dieciséis años y aún nadie la había besado, aunque claro, teniendo en cuenta que la apodaban la Habanera Sangrienta, ya intuías por qué los chicos no se le acercaban demasiado: Temían por sus desgraciadas vidas de adolescentes hormonados. Y para colmo, el único chico que le gustaba, era el más deseado por todas las muchachitas estúpidas de su aldea, y su mejor amigo. Era como una bofetada en toda su cara redonda. ¡Chupi!

– ¿Kushina, me estás escuchando? –preguntó Mikoto al notar las raras y exageradas expresiones que ponía su amiga.

La pelirroja tardó breves segundos en percatarse de que ella la estaba observando inquiridoramente.

–No. Lo siento–se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa y algo forzada.

Mikoto frunció el ceño. –Te estaba diciendo que Fugaku…

Crack.

¿Escucharon eso?

Fue el cerebro de Kushina Uzumaki explotando. Estaba, definitivamente, hasta las narices. ¡Arg! ¡Como odiaba ese jodido nombre, de verás! Sí volvía a oír ese nombre salir de los labios de su amiga, juraba matar a alguien o, en su defecto, descargar su ira contra el idiota así llamado.

– ¡Se acabó! ¡Estoy harta de que siempre me estés hablando de Fugaku! ¡De verás!–se levantó de su lugar en el Ichiraku, ganándose la atención de un tranquilo Teuchi y sorprendiendo a Mikoto – Fugaku esto, Fugaku lo otro, Fugaku me dijo esto, Fugaku es el mejor…–imitó la voz de su amiga, en un remedo bastante cómico – ¡No me interesa! Sé que estás enamorada y toda esa mierda, pero por favor, no quiero saber lo qué haces con ese amargado estreñido–arrugó la nariz con sólo recordarlo. – Además, contándome todo eso lo único que consigues es hacerme sentir mal, de verás. Me recuerdas lo patética que es mi vida amorosa.

El pecho de Kushina subió y bajó rápidamente, aunque al menos sus gritos habían cesado. Mikoto la observó con una mirada extraña en el rostro, cómo si la pelirroja se hubiera vuelto loca. Permanecieron en silencio durante tres minutos, en los que ambas se evaluaron y Teuchi las vigilaba, temiéndose lo peor. Gracias al cielo, que era bastante temprano y el Ichiraku aún no tenía clientes, más que ellas dos, sino, más de uno hubiera huido.

–No sabía que te sentías así, lo siento Kushina. –habló Mikoto, con tono tranquilo, en su tono se distinguió la comprensión y la disculpa.

La pelirroja volvió a sentarse en su lugar, ya más calmada, recobrando su habitual buen humor.

–No te preocupes, sé que no lo hacías con mala intención, de verás –rió la Uzumaki.

Teuchi las observó desde lejos, y llegó a la conclusión de que esas dos estaban locas.

–Aunque aún no he entendido qué diablos le ves al idiota de Fugaku. –gruñó Kushina.

Mikoto rió traviesamente, ocultando su sonrisa detrás del dorso de su mano.

–Fugaku tiene su puntito visto desde atrás–le guiñó el ojo a su amiga.

–Pues ni así le veo el bendito puntito, de verás.

Kushina volvió a gruñir ofuscada, pero se concentró en su tazón de ramen. No pensaba volver a hablar de ese idiota egocéntrico. Además, todo el mundo sabía que Minato tenía mejor trasero que el amargado Uchiha, solo bastaba con mirarlos a ambos. Las comparaciones eran odiosas, sinceramente. Pero claro, el amor es ciego.

–Bueno, yo me voy, he quedado con Fugaku–informó Mikoto y Kushina distinguió, nuevamente, ese tono dulzón y esa expresión de enamorada en el rostro de su amiga.

Bufó–Qué raro, cómo nunca se ven –comentó, con una sonrisa irónica.

–Cuando tú tengas novio y te infectes con el "síndrome del amor", te recordaré este momento–le advirtió Mikoto.

–Sí, sí–cabeceó la Uzumaki, sin mucha convicción o fe en esas palabras, dándole el sí como a los tontos.

Cómo si eso fuera a pasar. ¿Quién diablos iba a querer ser novio de la Habanera Sangrienta?

La Uchiha rodó los ojos en respuesta, pero se fue, dejando a su amiga con su tazón de ramen, acompañada por la soledad. Ains, que patética era su vida. Lanzó un suspiro frustrado al aire y jugueteó un poco con la comida, sin llegar a comérsela. Teuchi pensó en acercarse, que Kushina no hubiese devorado aún, ni un mísero tazón de su comida favorita, era grave, gravísimo, el apocalipsis. Pero al notar como cierto rubio se acercaba por detrás, aprovechando el despiste de la pelirroja, sonrió y prefirió no intervenir.

Fue sacada de sus pensamientos al sentir unas manos cubrir sus ojos y un aroma bastante familiar alcanzar sus fosas nasales. Ella no pudo evitar sonreír feliz al percatarse de quién era la persona que estaba justo detrás de ella.

–¡Minato! –lo regañó Kushina, soltando una risilla bastante tonta.

Mierda. Había olvidado que el síndrome del amor la atacaba con más fuerza cuando Minato estaba cerca de ella, provocándole cosas tan absurdas como ese estúpido revoloteo en su estómago, estremecimientos al notar la presencia de él demasiado cerca de la suya o esas sonrisas idiotas.

– ¿Qué tal Kushina? ¿Y Mikoto? –preguntó el Namikaze, sentándose a su lado.

–No me hables de esa traidora, de verás. Desde que está con Fugaku ya no tiene tiempo para mí. De hecho, ahora mismo se acaba de ir, seguramente, a una cita con ese amargado. –bufó, aunque en realidad, estaba haciéndose la ofendida.

–Fugaku también pasa menos tiempo con nosotros desde que es novio de Mikoto.–dijo en tono consolador.

–Sí, pero al menos tú no tienes que escuchar todo lo qué hacen en sus citas. –se quejó con tono lastimero, haciendo un mohín–Además, al menos tienes a Hiashi…aunque ahora que lo pienso, él es otro amargado ¡No sé cómo puedes ser amigo de esos dos, de verás! Si son unos aburridos.

–Eso no es del todo cierto, también te tengo a ti–le recordó Minato.

Kushina sintió como sus mejillas comenzaban a arder. Se había sonrojado, un rubor, que se le antojó encantador a Minato. Ella dejó caer su cabello hacía delante, para tratar de ocultarse y desvió la mirada avergonzada. Duch. Esa era otra de las consecuencias del síndrome del amor, se comportaba como una chiquilla estúpida. ¡Ella! ¡Una Uzumaki!

– ¿Qué tal si esta tarde salimos? –preguntó Minato, con una sonrisa divertida. –Así no te aburres.

¿Salir? ¿Solos? ¿Iba a estar a solas con Minato? No es como si fuera la primera vez que fuera a algún sitio con él, pero cada vez que estaban juntos hacían cosas normales, cosas de amigos, como comer ramen, entrenar juntos o tirarse a la bartola sin hacer nada.

– ¿Cómo en una cita? –preguntó confusa.

Estuvo a punto de golpearse contra la mesa, hasta dejarse inconsciente, ante semejante estupidez. El síndrome del amor ataca de nuevo. Pero al comprobar que Minato no se reía de ella o cambiaba su expresión, sino que le seguía sonriendo, se contuvo.

–Como en una cita–asintió, divertido ante la cara de Kushina toda sonrojada. –¿Qué dices? ¿Aceptas?

Kushina sabía que tenía el rostro todo sonrojado, de hecho, seguramente, parecería un tomate maduro y si a eso le añadimos que su cara era redonda y su cabello rojo como la sangre, el contraste era inevitable. Estaba a punto de echar humo por las orejas ante la perspectiva de tener una cita con Minato, sin embargo, trató de recomponerse a sí misma, ignorar la maldita sensación de aleteo en su estómago y tosió un poco, aclarándose su garganta. Quizás su vida amorosa no fuese tan patética.

–No tengo otra cosa mejor que hacer–se encogió de hombros, tratando de restarle importancia, como si de verdad no estuviese feliz. Porque ella no estaba desesperada, no señor, ante todo era una Uzumaki ¡Tenía orgullo, de verás!

–Perfecto, te recojo a las cinco. –sonrió y en un movimiento rápido y fugaz, beso la mejilla de Kushina – ¡Nos vemos!

Kushina se quedó petrificada, mirando a un punto indefinido en medio del Ichiraku, bajo la atenta vigilancia de un Teuchi bastante divertido. Sus ojos morados abiertos como relámpagos, brillaban como dos luceros y notaba como sus labios estaban curvados en una sonrisa radiante y estúpida, quizás demasiado estúpida para ser de ella. Pero le importaba una reverenda mierda parecer una idiota enamorada, porque el síndrome del amor la había infectado con su aguijón azucarado totalmente y ella, esa tarde, tendría una cita con Minato. ¡Ya podía venir Mikoto a burlarse!


Hola xD Creo que me estoy volviendo super dulce con esa pareja xD Y eso que a mi me encantan los relatos frustrantes y que te joden la mente, pero nada...que descubrí mi vena cursi xD

Hermanita menor adoptada...viste mi la famosa frase de Mikoto? Si es que...Fugaku tiene su puntito visto desde atrás xDDD Te dije que la pondría en algún lugar y me surgió aquí xD

¿Algo más? Pues nop xD Me aburro, estoy sin inspiración y me dedico a la nada xD

Nos leemos! ^^