El Cuarto Día

Amanecer

Oh, salchichas. Bendita madre del descanso eterno, ¡Qué larga siesta! Mis ojos se abrieron para encontrarse con un lugar oscuro y frío. ¿Estaré soñando? Era lo más seguro, ya que no tengo de idea de cómo llegué allí. Aún así, rebosante de curiosidad, me levanté y examiné mis alrededores: estaba dentro de una cueva. Lo encontré extraño, pero aún así traté de mantener la calma.

Fue entonces que encontré varias de mis pertenencias en el suelo. Bueno, no fueron varias: solo eran mis Pokebolas. Las tomé del piso rocoso y entonces noté algo extraño: estaban humedas. Decidí no darle mucha importancia y me dí a la busqueda de una salida de aquel lugar.

Luego de lo que sentí fueron horas, salí al exterior, y la luz del sol me golpeó de lleno en la cara. ¿Cúando fue la última vez que vi el sol? Definitivamente hace mucho. Pensé en llamar a alguno de mis Pokemon para elevarme y confirmar mi ubicación, pero rápidamente descarté esa idea. Habían pasado demasiado tiempo dentro de sus Pokebolas y ahora mismo debían estar dormidos. Entonces, me abrí paso entre la espesa maleza que rodeaba el prado al que salí.

Al cabo de, según yo, media hora más, me topé de lleno con un muro que se levantaba como 3 metros por encima de mi: pan comido. Me lancé sobre la pared... y caí al suelo. Honestamente, ¿Qué esperaba? La última vez que revisé, no era Spinarak Man. Tal vez había perdido experiencia trepando. Luego de 20 minutos más, la ayuda del árbol más cercano, trés ramas rotas y una segura contusión en mi cabeza debido a la manera en la que aterricé, me encontré en lo más cercano a civilización que había visto en mucho tiempo.

Recorrí el pueblo, que aún era victima del letargo matinal del que yo mismo era participe. Sin embargo, aunque la mayoría de las personas se movieran lentos y adormilados, los niños del pueblo corrían de un lado a otro, en un intenso y desquiciado frenesí... Guau, ¡No sabía que supiera esa palabra!

"¡Se lo ha comido! ¡So la ha comido!" -Les escuché gritar a varios. ¿Tenían acaso problemas con el desayuno? Como fuera, decidí mantenerme cerca pero al margen para poder escuchar. Por alguna razón, me llamaba la atención el tema.

"Tranquilos, de seguro está bien."

"Si, Grey estuvo todo el tiempo junto al entrenador Pokemon." -Mencionó otro niño, tranquilizando a la multitud. Comer, Pokemon, Entrenador... Esto dejaba de sonar como un mal desayuno y empezaba a sonar como un... ¿Cúal era la palabra?

"Oigan..." -Me encontré a mi mismo llamando la atención de la parvada de chiquillos, quienes me miraban extrañados. Probablemente notaron que no soy de por aquí.- "No pude evitar oir lo que decían. Es muy improbable que un Pokemon se coma a un humano." -Y entonces esa palabra activó algo en mi cabeza.- "¡Homicidio! Esa es la palabra." -Tenía la costumbre de asustar a la gente cuando pensaba en voz alta, y estos niños no eran la excepción.

"Eres... otro forastero." -Señaló una niña, ignorando por completo lo que dije. Sentí un tirón en mi cinturón, y baje la mirada para encontrarme con una niña jugando con una de mis Pokebolas... Eeeew, ¡Eso no sonó bien!

"También es un entrenador." -Murmuró, fascinada con el objeto de colores rojo y blanco.

"¿Podrían decirme dónde estoy?" -Pregunté. Liberé la Pokebola con la que la niña quería jugar y se la entregué. Tenía que concentrarme en lo que estaban a punto de decirme, y no podía hacerlo con alguien tratando de bajarme los pantalones.

"Esto es Lacunosa Town." -...No atiné a decir nada: no tenía idea de dónde quedaba eso.- "En la región de Unova." -Seguí mudo.- "...Planeta Tierra." -¡Eso si lo conocía! ...Espera, ¿Por qué siento que se burlaba de mi?

"Oh, salchichas." -Suspiré, antes de sentarme en el suelo, con la mirada perdida en el cielo. No tenía ni una idea de donde fui a parar, pero si estaba aquí, era por una razón. Sonreí: estaba aquí y eso era lo importante, ahora solo tenía que volver a casa.- "Debo encontrarlos."

"Oye." -Me llamó una niña, la misma que jugaba con mi Pokebola. Me la entregó y me miró curiosa.- "¿Cómo te llamas?"

"Mi nombre..." -¿Cúal era mi nombre? Hacía tanto tiempo que no lo pronunciaba en voz alta. Tenía algo que ver con mis ojos... ¡Ah, si!

"Mi nombre es Cobalt."

Fin