Declaimer: Katekyo Hitman Reborn! y sus personajes no me pertenecen.

Advertencia: Nada en particular. ¿OoC?

Resumen: – ¡Yo lo arreglaré! ¡Al extremo! –gritó Ryohei. Hana suspiró resignada, bajándole una gota de sudor por la frete. No importaba nada qué le dijera, él había llegado a esa determinación, no importaba que fuera un desastre en bricolaje.


Bricolaje

2. La bombilla

¿Qué tan difícil puede ser cambiar una bombilla? Pues muy difícil no tenía que ser y tampoco debías de ser un genio, eso sin duda. Eso mismo, pensó Ryohei cuando descubrió, no sin cierto fastidio, que la luz de cocina no encendía por mucho -o muy fuerte- que apretara el interruptor. Por eso, decidió, que como buen hombre de la casa que era, debía solucionar el problema y cambiar la bombilla ¡al extremo!

– ¡Hana! ¿Dónde están las bombillas?

La pelinegra casi, tembló al escuchar esa inocente pregunta. Levantó la vista de unos papeles, descubriendo a Ryohei asomándose por la puerta de su estudio, con una sonrisa de amplios dientes y la mirada de un chiquillo en plena actividad. Prefirió creer que el estremecimiento fue provocado por el susto, que por un mal augurio.

–En el trastero, donde están las herramientas. –indicó. – ¿Qué bombilla se fundió?

Ryohei ya había asentido y, mientras corría hacía el lugar indicado, contestó en un grito: – ¡La bombilla de la cocina!

Hana negó con la cabeza ante su vitalidad y sonrió de medio lado. Ese hombre y su maldita hiperactividad.

Cuando Sasagawa entró en la casa y pasó como un rayo, directo a la cocina, no le dio mayor importancia, él siempre era así, simplemente, regresó su vista a los papeles y ni se molestó el preocuparse más, al fin y al cabo ¿qué malo podría pasar? Sólo iba a cambiar una estúpida bombilla. Al parecer, Hana olvidó que se estaba hablando de Ryohei, un hombre extremo con falta de juicio -en muchas ocasiones, aunque mejoró con los años-, algo lento en entendimiento y demasiado despistado. Volvió a concentrarse en su lectura, pese a los canturreos desafinados del hombre que decían algo sobre que él cambiaría la bombilla ¡al extremo!

No fue hasta que escuchó un grito, o más bien, un gruñido ronco y estrepitoso, que apartó los papeles y decidió que era el momento de actuar y ver qué diablos ocurría en su cocina. Al llegar al umbral, fue la segunda vez en su vida, que Hana se quedaba paralizada en la entrada de la ésta. La imagen era todo un poema y digna de una fotografía: Ryohei tenía los cortos cabellos plateados en punta, la cara negra y los ojos como relámpagos, eso sí, la bombilla fundida estaba en su mano derecha -ojo al dato-.

– ¿Qué diablos…? –se interrumpió a mitad de pregunta, no era necesario. El aspecto de Ryohei se lo decía todo. Fue electrocutado.

El hombre extremo decidió ese magnífico día para cambiar la bombilla de la cocina, y la tarea hubiera finalizado con éxito, si no hubiese sido por un pequeño detalle: no quitó la luz.

Hana suspiró apesadumbrada, pero no puedo evitar reírse entre dientes, sobre todo cuando Sasagawa comenzó un alegato inspirador y gritó un ¡extremo! a todo pulmón. Terminó su tarea, y consiguió colocar la nueva bombilla, pero esta vez, Hana, quitó la luz.

Quizás por eso formaban un buen equipo y eran pareja: él era la parte impulsiva y ella la lógica. ¿Juntos? Dos extremos.


¿Qué decir? Que el final no me convenció, quería algo más...profundo o divertido, pero me quedó así, me vino a la mente y ya está. Ya dije que sería corto y no me extendí mucho y eso que yo suelo profundizar, quizás demasiado, pero hoy no xDD voy aprendiendo (?) xD

Y nada más xD

Nos leemos ^^