Ni la historia ni los personajes me pertenecen.

Adaptación de The Unwritten Rule

Estar con Edward es como… Es como abrir una puerta a una habitación que siempre ha estado ahí, esperando.

Es fácil, el tipo de facilidad que se siente bien. Perfecta.

Cuando llegamos a mi casa, él aparca en el garaje y escucha cuando le hablo sobre mis padres, de cómo mamá falló en su intento de entrar en el Concurso de Cocina Familia Fabulosa.

Él sabe que ella había intentado entrar ahí, aunque, él ha estado al margen de mi vida por un tiempo. Sonríe cuando le digo eso.

—Años —dice—. Quería estar aquí, realmente aquí, como esto, contigo, desde octavo grado.

—Yo también —digo, palabras verdaderas, palabras honestas. Son reales. Nosotros somos reales.

Entonces nos besamos, en el garaje, no bajo el romántico resplandor de la luna o de candelabros ni nada de eso. No nos besamos en el resplandor de una fiesta, donde todo el mundo puede, y lo hará, mirarnos.

Nos besamos en privado, aquí en la oscuridad de su coche. Nos besamos y sé que nunca habrá otro beso como éste, que nunca habrá otro momento como éste, donde me sienta tan viva, tan nueva, tan libre. Tan feliz.

Sé que Tanya justo acaba de romper con él, sé que todo esto es muy rápido, y que quizá debería reducir la velocidad y no caer en esto. En Edward y en mí. Pero quiero caer.

—¿Quieres entrar? —digo, y sé que debería estar jugando a lo seguro. Debería estar pensando sobre cada cosa que ha ocurrido esta noche. Dejarle algo de tiempo para pensar sobre ello.

Yo no necesito tiempo, sin embargo. No te imaginas como me siento. Y sé que él tampoco.

Me responde con otro beso, y ambos respiramos pesadamente cuando nos separamos, con sonrisas brillando en nuestras caras. Sus dedos cogen los míos, entrelazándose alrededor, mientras caminamos dentro, y no hablamos.

No sentimos como que haya que hacerlo, no sentimos que sea necesario llenar este silencio. No estoy nerviosa, no estoy abrumada porque él esté aquí. Por estar con él.

Me lo he imaginado a él aquí, como, un centenar, no, un millón de veces desde que me di cuenta de que me gustaba en octavo grado, y nunca en dulces sueños con conversaciones amables.

No, siempre quise esto, que él estuviera haciendo esto, subir las escaleras con él, sintiendo su mano, más grande y caliente que la mía, desgastada y áspera por los cuadros que ha dibujado y el trabajo que lo moldeó durante el verano, volviéndolo desde el delgaducho que deseaba, hasta el desgarbado y musculoso chico que deseo también.

En mi habitación él mira alrededor, con sus dedos aún entrelazados entre los míos, mirando cada cosa que me hace ser quién soy, las zapatillas derramándose fuera de mi armario, los pequeños esbozos de zapatos que hice los cuales quise poner en mi pared, y la ropa sucia en el suelo que mamá siempre me fastidia para que recoja.

No estoy preocupada sobre nada de eso. Sé que no tengo que explicar por qué me gusta hacer lo que hago, quién soy. No tengo que disculparme por no ser perfecta. Todo lo que hago es estar aquí, ser yo, y lo estoy haciendo. Así que cuando él se vuelve hacia mí, sonriendo y moviéndose hacia mis esbozos, camino hacia él, parándome en sus brazos.

—Siempre me han gustado tus zapatos —dice—. Siempre me has gustado —y entonces nos abrazamos, y aunque le he abrazado mucho nunca ha sido así, nunca como esto, porque los brazos de Edward me rodean, él me sonríe.

Me sostiene, y entonces su boca se encuentra con la mía otra vez. Terminamos en mi cama, cada uno entrelazado en el otro, y esto es suficiente, es más que suficiente.

Aquí no hay presión, no hay prisa, nada que Edward y yo tengamos que ser. Sólo estar ahí. Esto. Esto es todo lo que tiene que ser.

Alrededor de las dos de la mañana su estómago ruge y le sonrío, nuestras piernas están entrelazadas juntas. Todavía tengo mi ropa y él la suya pero estoy más desnuda de lo que he estado nunca, hemos pasado horas acostados juntos sólo mirándonos el uno al otro, tocándonos, besándonos y hablando y estoy llena de alegría. Incandescente. Esto es la felicidad, más allá de la basura de su uso excesivo como una palabra, más allá de las primeras letras brillantes que no significan nada cuando se encadenan juntas. Ellas significan algo ahora, y sé que esto es como cuando tú y alguien sólo están bien juntos. Cómo de simple es eso, cómo de increíble.

—¿Hambriento? —digo, y bajamos las escaleras, con mi mano sujetando la suya.

En la cocina preparamos sándwiches juntos, moviéndonos como si fuéramos uno, él permaneciendo detrás de mí mientras saco el pan, mi brazos alrededor de él mientras pone una gruesa capa de manteca de cacahuete y luego encima una rodaja de manzana.

Sacudo la cabeza cuando él me ofrece la mitad y dice:

—¿Aún no comes manzanas? ¿De verdad? —y él sabe eso, recuerda hace un año cuando, por un tiempo, nosotros nos enfrentamos a una manzana al día en nuestro almuerzo de la escuela media, y yo siempre daba la mía o la arrojaba a la basura.

A él le importa, me conoce, y esto hace que mi interior tararee, radiante de felicidad por algo que es mucho más que deseo, lo cual, admito, también siento. Comemos nuestros sándwiches bajo la luz de la luna que se filtra en la cocina, uno sencillo de manteca de cacahuete para mí y uno con manzana y manteca de cacahuete para él, y luego nos besamos otra vez, besándonos cómo nadie en el mundo lo ha hecho, y quizá no lo haga, porque no creo que nadie conozca la dulzura, la virtud, de ver a Edward poner el plato en fregadero, volviéndose hacia mí.

De la forma en que su lenta sonrisa me busca como si fuera ahí donde debería estar, donde quiere estar. De la impaciencia esperando que su boca se encuentre con la mía y la forma en que ambos nos paramos, apartando nuestras bocas para respirar, el fuego con la espera y luego ardiendo, reducido a cenizas ya que él termina y yo empiezo, y esto no es un problema porque no me importa. Sólo quiero que esto dure para siempre. Finalmente caemos dormidos cuando el sol comienza a salir, con su mano acariciándome el pelo mientras el rosa atraviesa el cielo y las estrellas palidecen.

—Te quiero —susurra mientras mis ojos revolotean cerrándose, y cuando los abro, feliz, muy feliz, le veo con una sonrisa resplandeciente. —No quería decirte esto tan pronto, así que me esperé a que estuvieras dormida —dice, sonriendo, y entonces ambos reímos, bañados por la tenue luz de la salida del sol.

Me incorporo y toco sus hombros, sintiendo su piel bajo mis manos y lo veo observándome, sus manos tocando mi piel con suaves y calientes movimientos, pequeños círculos que suben y bajan por mis costados lo que hace que me arquee hacia él.

—Yo también te quiero —digo, y las palabras flotan fuera de mi como si tuvieran alas, elevándose en el aire, y después, cuando él se arquea por encima de mí, y dice:

—¿Tenemos tiempo? —con una pequeña pregunta en su voz, no preocupado sino preguntando, yo asiento.

Digo:

—Mucho tiempo —y no dormiré ahora, no con mi sangre vibrando dentro de mí, y esa es la mejor parte de todo. Que nosotros tenemos tiempo. Que lo tendremos. Que lo tenemos.

Pero por supuesto caigo dormida. Me despierto, veo al reloj marcar las diez y miro hacia él, a su oscuro cabello cayendo por su frente, al brillo de la luz del sol sobre su piel, y me recuerdo tocándola.

Me muevo más cerca, presionando mi piel contra la suya, con el único pensamiento de tocarle otra vez, haciendo que me toque, y él abre sus ojos lentamente, parpadeando.

—Dormilón —digo, y me preocupo, por un momento, por mi aliento, mi estrecho cuerpo y mi pelo sin cepillar, y luego esto desaparece erradicado por su sonrisa, por la forma en que susurra Bella, y me mira como si yo fuera el sol y las estrellas. Como si yo lo fuera todo.

Le pregunto por sus padres porque justo recuerdo a los míos y sus ojos se amplían. Él se incorpora, busca mi teléfono, y los llama. Le escucho mientras dice que está bien, que siente no haber llamado, mientras su mano suavemente aprieta la mía. Puedo oír la voz de su padre, elevada, desde el otro lado de la línea, pero no puedo entender las palabras.

—De verdad siento no haber llamado, ¿vale? No quería despertarlos a ti y a mamá. Pero sí, estoy vivo. Y sí, estoy con un amigo —me sonríe de lado, y contengo la respiración—. Oh, no… Muy bien, bien. Lo haré. -Él suspira, colgando el teléfono y dice —Castigado. Tengo que hacer la comida todos los días.

—¿Tú puedes cocinar?

—Me viste la noche pasada —dice, y le sonrío y él me sonríe de vuelta y luego nos deslizamos juntos, su boca en mi cuello, le empujo más cerca, susurrando su nombre, y esto es mejor que lo mejor, está más allá de eso, más allá de cualquier cosa. Y entonces mi puerta se abre. Edward y yo nos movemos a la vez, cubriéndonos con las sábanas, con la manta, tirando de ellas alrededor de nosotros mientras nos incorporamos, ¿y qué les diré a mis padres? Ellos son comprensibles pero esto no lo es. ¿Cómo puedo pasar de ni siquiera hablar sobre ningún chico a tener a uno en casa, en mi habitación, en mi cama?

—¿Qué mierda está pasando?- No son mis padres. Es Tanya.

—¿Que mierda? —dice de nuevo, su voz furiosa, y la mano de Edward alcanza la mía bajo las mantas, la sostiene.

Tanya lo ve y su mirada se estrecha, volviéndose más fría a cada segundo.

Ella lo mira, luego a mí, y luego entra en mi habitación, golpeando la puerta tras ella, el brillante sol no se siente tan perfecto ahora, nada se siente perfecto ahora, veo la conmoción y la rabia en su rostro, veo el daño, y digo

—Tanya…

Ella me abofetea.

—Tú… perra —dice, y no estoy segura de que duele más, su mano o el odio en su voz, veneno sin diluir que sólo he escuchado dirigido a otras personas y no a mí, nunca a mí—. ¿Me doy vuelta por dos segundos y decides joderte a mi novio?

—Tanya, no, nosotros no…

—¿Ustedes no? —dice, y luego ríe, pero es un sonido hueco, un sonido de burla—. Por supuesto que no. Sólo tú, Bella, podrías hacer volver a un chico aquí contigo y luego hacer que nada suceda. Eres tan inocente, tan estúpida…

—Hey —dice Edward, su voz dura—. Detente.

—¿Qué? —dice Tanya, y cambia su mirada a él, sus ojos entrecerrados, tan entrecerrados.

—Detente —dice Edward de nuevo, y su voz es un poco más suave ahora—. Tanya, yo quiero estar aquí. Quiero a Bella. Y nosotros terminamos, ¿recuerdas?

—¿Terminamos? ¿Cuándo terminamos? —dice Tanya—. Oh, espera, ya lo tengo. Te dije que necesitaba espacio y tú te volviste loco y te fuiste donde mi amiga, quien claramente no es mi amiga, y decidiste intentarlo y volver a mí. Esto es…bueno, esto es un comienzo. No puedo creer que pensé que eras un chico agradable, Edward. No puedo creer que pensé que eras especial.

—Nosotros si terminamos, pero esto, Bella y yo, no tiene que ver contigo —dice Edward—. Me gusta Bella. Yo… Tanya, todas las cosas que tu dijiste anoche eran ciertas. Nosotros no somos… no funcionamos. No soy feliz contigo, y no creo que alguna vez hayas sido feliz conmigo.

—¿Qué no soy feliz contigo? —dice Tanya—. Casi ocho semanas, Edward. Casi ocho semanas y luego tu vas y… —ella me mira enojada—. ¿Este es mi regalo de aniversario? Por lo menos podrías haber escogido a alguien decente. Alguien que yo creyera que quieres y no a quien acabas de utilizar para hacerte sentir mejor.

Me siento a mi misma encogerme, me siento terrible, pequeña y sin valor. Tanya piensa que no soy nada, que nadie nunca se giraría hacia mí, y ella me ha conocido desde siempre, ella me conoce como nadie más. Y luego la miro. La veo mirándome fijamente, su boca torcida, lágrimas en sus ojos, y recuerdo que es lo que ella me dijo anoche. ―Tú me necesitas.

—Debería haberte dicho algunas cosas antes —digo lentamente, con cuidado—. Yo… Tanya, Edward y yo… Nosotros…

—No hay un Edward y tú —dice, su voz elevándose de nuevo—. Hay un Edward y yo y luego estás tú. No hay un Edward y tú, es sólo él siendo un imbécil y tú siendo patética, y ¿qué clase de amiga eres, Bella? ¿Qué clase de amiga de mierda eres?

—Tanya —dice Edward, y ella lo mira, luego niega con la cabeza y dice— Tú ni siquiera quieres saber lo que quiero hacerte justo ahora. Eres peor que basura, eres… Vas a tener que arrastrarte muchísimo antes de que yo incluso llegue a pensar en volver contigo.

—Estoy donde quiero estar —dice Edward—. Debí haber dicho algo antes y siento no haberlo hecho. Deseo haberlo hecho, pero Bella y yo…

—¿Bella y yo? —dice Tanya—. ¿Bella y yo? ¿Cómo si ustedes dos de verdad tuvieran algo?

—Si —dice Edward, y los ojos de Tanya se llenan de lágrimas de nuevo. Su boca comienza a temblar y aprieto la sábana alrededor de mí más fuerte, y digo:

— Tanya… —desesperada por hacerla escuchar, por no arruinar todo esto—. Tú dijiste que se había acabado, te oí decirlo, y pensé…

—Sé lo que pensaste —ella dice—. Has estado planeando esto, ¿cierto?

Siento mi piel calentarse, siento el rubor cubrirme porque había querido esto, lo había deseado, a Edward, y ella deja salir el aliento en un siseo y dice:

—Puta —su voz terriblemente fría.

—Tanya —dice Edward—. No hables sobre Bella…

—No estoy hablando contigo —ella dice, mirándolo, y luego me mira fijamente, sus ojos fríos. —No te conozco —ella dice, su voz inexpresiva, vacía—. Tú y yo, y nuestra supuestamente llamada amistad, se acabó. Y cuando todo se destruya para ti, cuando Edward me quiera de vuelta, y lo hará porque tú no eres yo, nunca serás yo, no estaré ahí. No eres nada para mí, y no serás nada para él tampoco.

—Eso no va a suceder —dice Edward, su voz no tan suave ahora. Es dura, enojada, y sé que él me siente temblar contra él. Tanya sonríe y se burla, acercándose, moviéndose hacia nosotros, eleva su mano de nuevo, la eleva hacia él, y luego retrocede, temblando.

—No vales la pena, Edward —dice—. Ninguno de los dos lo vale.

Y luego se va. Salgo de la cama, la sabana arrastrándose tras de mí, y miro el collar que ella me dio descansando en el suelo, asomándose por mi bolsillo. Anoche me lo saqué y nunca pensé en ella de verdad después de eso. Después de irme con Edward.

Tanya pudo no haber sido la amiga que pensé que era, pero yo tampoco había sido una buena. Yo había sido peor. Corro hacia el pasillo, llamándola por su nombre. Ella se detiene al pie de las escaleras, pero no mira hacia atrás. Escucho a su auto irse, las llantas rechinando mientras aceleraba, y me siento en las escaleras y lloro.

Edward sale y se sienta junto a mí, poniendo sus brazos a mí alrededor. Él no dijo que todo estaría bien. Sólo me abraza, y cuando termino de llorar, cuando me alejo un poco y lo miro, el toma mi barbilla en sus manos.

—Te amo —dijo—. Y siento lo que acaba de suceder. Si hubiera sabido… —él se detiene—. No puedo mentirte —dice después de un momento, su voz muy sosegada—. No cambiaria lo que pasó entre tú y yo.

Me reclino contra su hombro

—Lo sé —susurró, y la cosa es, que lo sé.

Creo en él, en nosotros. Siento la verdad de lo que somos incluso ahora. Pero con Tanya, por todo lo que ha hecho, todo lo que ha dicho, y por lo que yo he hecho también, no puedo creer que nuestra amistad se haya acabado. No puedo creer que de verdad no sea nada para ella ahora. Sé que la he jodido en una forma que redefine la palabra ―joder, pero hemos sido amigas por tanto tiempo.

Ella ha sido mi mundo entero por tanto tiempo. Sé que todo se solucionará. Tiene que hacerlo, porque no puedo imaginar mi vida sin Tanya en ella.

Tanya no me perdona. Ella ni siquiera me habla. Intente llamarla pero no contesta el teléfono, y si su madre lo hace, ella llama a Tanya, quien nunca llega. Algunas veces escucho a la madre de Tanya empezar a gritarle, preguntándole si ella cree que es la única persona en el mundo antes de que se corte la conexión y el silencio caiga. Tanya preferiría escuchar a su madre que a mí.

Mis padres saben lo que pasa, por supuesto, o al menos han adivinado la mayor parte de ello. ¿Cómo podrían no hacerlo? Ya Tanya no viene y Edward… Bueno, no lo escondo. No quiero hacerlo.

—¿La extrañas? —mamá me dice una noche después de que Edward se haya ido, él está dibujando otra serie de imágenes de manos, y está fascinado con las de papá; y yo asiento.

Ella está cocinando de nuevo, pero no tan intensamente como antes. Ella todavía habla acerca de concursos de cocina, pero no tanto, y sólo va a entrar en tres el año que viene en vez de en tantos como pueda.

—Algunas veces… algunas veces tienes que dejar que la gente se vaya —dice—. Tanya te quiere, Bella, pero no creo que ella siempre haya sido una buena amiga para ti.

—Yo tampoco fui exactamente una buena amiga para ella —digo, y mamá pone un brazo alrededor de mí.

—Tal vez no, pero creo que tú le hubieras perdonado cualquier cosa —ella besa mi mejilla—. Así que, tu y Edward…

—¡Mamá!

—Sólo iba a decir que pareces feliz —dice, y escucho a papá riéndose en el otro cuarto. Su cadera no ha mejorado, nunca estará mejor, pero no está peor. Al menos, no todavía.

En la escuela, Tanya mira justo a través de mí, no se da la vuelta si camino hacia ella pero sólo me mira como si fuera nada, como si no estuviera ahí.

Estoy segura de que debe haber un millón de gente esperando para estar con Tanya, por estar a su lado, por estar donde yo estuve, por ser su mejor amiga, pero eso no ocurre.

Nadie parece odiarme realmente o a Edward por estar juntos, aunque noto que algunas chicas sostienen las manos de sus novios, un poco más fuerte cuando camino cerca de ellos. La mayoría de ellos son amables, de todos modos, y me encontré a mi misma hablando con gente con la que no había hablado antes aparte de un rápido Hola o ¿Escuchaste cual es la tarea? porque siempre había tenido a Tanya.

Me encontré a mi misma haciendo cosas como ir de compras y al cine y reírme de la escuela, y es genial, pero no es, no es como lo era con Tanya, y la extraño demasiado.

Veo a Tanya con otras personas, pero ellos flotan adentro y afuera, no se quedan a su lado. Algunas veces se acercan a mí y dicen cosas como, ―¿Cómo pudiste soportarla? o ―Bien ¿Puedo preguntarte algo? ¿Ellasiempre dice cosas que piensa que son amables o de ayuda pero totalmente no lo son? —Ella no se refería a como sonaba —siempre digo—. Ella sólo quiere—ella es una buena amiga —y ellos me miran sin comprender, como si fuera un rompecabezas que ellos no entienden. Algunas veces solo dicen—. Eso no es lo que ella dijo de ti —esos son los que se iban volando más rápido.

Ella obtuvo el papel principal en la obra de la escuela, y no estoy ahí cuando lo descubre. No logro escuchar cómo va a interpretar a Romeo como una chica, no logro escuchar cómo se siente acerca de Henry siendo su Julieta.

Puedo imaginarlo, pero no es lo mismo. No estoy ahí. No escucho de las practicas, acerca de cómo se está aprendiendo las líneas. No escucho acerca de la noche de estreno. No sé quien estuvo con ella, si uno de sus padres finalmente fue y la vio brillar. No escucho nada acerca de ella. Ella empieza a salir con Greg. Él tampoco me habla, mantiene su brazo firmemente alrededor de Tanya cuando están juntos, sin flirtear con nadie más, y escucho a la gente decir que son felices. Que Tanya dice que Edward es un perdedor y que ella está feliz de estar con un chico de verdad, uno que sabe lo que está haciendo. Edward sonríe cuando le cuento, y luego su sonrisa se desvanece.

—Bella —dice, envolviendo sus brazos alrededor de mi, e incluso ahora, incluso cuando extraño tanto a Tanya, ahí está la emoción de estar con él, de saber que puedo mirarlo sin culpa, que puedo tocarlo libremente. Que estamos juntos. —No me importa lo que ella diga —dice él—. ¿Pero a ti, a ti te importa?

—No acerca de tú y yo. Pero yo… yo la extraño —digo, y él me mira, con sus ojos profundos. Concentrados sólo en mí.

—Lo siento —dice él, y sé que lo siente. Sé que desea que las cosas entre ellos hubieran terminado de un modo que no me hubiera arrastrado a mí. Sé que desea haberse quedado y hablado conmigo esa primera noche, esa noche de verano en la fiesta. Sé que desea que las cosas hubieran empezado de una manera diferente para nosotros, y yo también lo hago. Pero no siento estar con él, y me pregunto si Tanya sabe eso. Si es por eso que ella no quiere hablarme.

Una tarde, casi cinco meses después de la mañana en que Tanya dejo mi casa sin mirar atrás, le digo a Edward que tengo que hacer algo después de la escuela. Él me besa, y por un segundo el mundo es perfecto. Amo ese sentimiento. Lo amo a él. Pero todavía extraño a Tanya. Y por eso, después de la escuela, voy a verla.

Cuando llego a su casa, Tanya no responde a la puerta.

Sé que está en casa, porque vi su auto en la entrada y atrapé un vislumbre de su cabello mientras ella pasaba por la ventana. Es largo y brillante como siempre, rubio y derramado a su alrededor.

Miro el timbre de la puerta y lo toco de nuevo, pienso sobre como Tanya se acercó después de Sam y el desastre del baile. Les había dicho a mis padres que estaba bien, saludándolos mientras se iban de compras por unos estantes nuevos, y luego me había dejado caer con los ojos cerrados sobre el sofá, ignorando todo, incluso a Tanya cuando apareció en casa y tocó la puerta, llamando mi nombre. Yo finalmente había abierto la puerta después de que ella tocara el timbre, haciéndolo sonar muchas veces que se voy a soñar con el estúpido chirridos por días.

—Ya sabía que eso funcionaría —ella dijo, cuando abrí la puerta—. Ya sabes, pienso que quien sea el que inventó en timbre de puerta estaba muy enojado con el mundo. Me había reído. Débil, pero después de todo, seguía siendo una risa, y Tanya había entrado, ocupando mi lugar en el sofá, no lo suficientemente cerca del mopey. Ella me había enterrado entre almohadas y colchas, trayéndome comida dejándose caer en el suelo frente a mí con un plato para las migajas sobre su cabeza, riendo mientras se deslizaba hacia abajo, y por un momento había olvidado todo lo sucedido. Sé que no puedo hacer eso por ella ahora—Edward no se va a ningún lado, y yo no quiero que lo haga, no deseo que pase y no pretendo fingir que puedo—pero puedo estar con Tanya. Puedo intentar hacer las cosas bien. Puedo decir ―Lo siento por lo que no dije.

Mis dedos están entumecidos después de un rato y cambio de manos, tocando el timbre con el resto de mis dedos.

—¡Basta! —Tanya grito a través de la puerta, y sonreí como una idiota, feliz de oír su voz.

Pero la conozco, y no dejo de tocar el timbre, espero hasta que ella abra la puerta. Escucho su respiración, entonces una maldición, y la puerta se abre mostrando a Tanya parada frente a mí, sus brazos cruzados sobre su pecho y una mirada furiosa en su cara.

—¿Cuan retardada eres? —ella dice—. ¿Has venido para que te abofetee de nuevo? Porque voy a estar contenta de hacerlo sin que estés tocando el timbre como una idiota.

—Lo siento —digo, y ella rueda sus ojos y empieza a cerrar la puerta. —Tanya, espera —digo—, sé que eso no es suficiente, ¿bien? Pero son las únicas palabras que tengo por cuan mal me siento. Por las cosas que hice. Debería haberte dicho que me gustaba Edward. Debería haberte dicho que… —me desvanezco poco a poco, tragando. Su cara está tan enojada, que si le digo que hicimos más desde el momento en que ella nos vio juntos, voy a ser abofeteada de verdad. —Debería haberte dicho que nosotros… Tanya, hicimos más después de que nos vieras juntos —trago de nuevo—. Nos besamos. Dos veces.

Ella no me golpea Solo me mira entonces se ríe.

—¿Vienes hacia aquí para decirme eso? Mierda, Bella, gracias. Estoy muy contenta de saber que no solo robaste mi novio para ser una puta total, sino que después fuiste una puta mentirosa. ¡Eso es genial! Realmente, muchísimas gracias, pero la cosa es, que ya me he dado cuenta de lo basura que eres. Edward también lo hará, y cuando lo haga, puedes jurar que no voy a llorar por eso. Ella estrecha sus ojos. —¿O por qué estás aquí? Han sido que, ¿Cinco meses? ¿Se está poniendo enfermo de ti? Estoy sorprendida que haya tardado tanto. Sam pudo hacerlo a través de un baile

—Estaba equivocada —digo lentamente, ignoro la herida y el odio que sus palabras traen, la manera en la que ella está tratando de reducirme—. Debería haber sido honesta contigo. Es solo que, Tanya, estaba asustada de que me odiaras.

—Bien, estabas en lo cierto. ¿Realmente piensas que viniendo aquí iba a funcionar? ¿Qué solo voy a olvidar lo que me hiciste?

—¡No era sobre ti! —digo, y Tanya sigue con la mueca de desprecio en su cara que cambia a algo diferente, algo abstraída y perdida. —Yo. Yo no te lastimé —digo—, me odié a mi misma por lo mucho que él me gustaba. Pero nunca, nunca lo besé porque fuera tu novio. No lo besé porque quería lastimarte, a pesar de que sé que lo hice. Lo besé porque me ha gustado desde el octavo grado, Tanya, se que tú lo sabes. Sé que recuerdas ese baile que él me pidió.

—Oh, entonces ¿Ahora estás reescribiendo la historia? —ella dice, pero su voz está temblando—. Yo soy la que lo robó, la chica mala.

—No, eso no es—estaba equivocada. Es eso. Pero no era—como yo dije. Nunca quise decir algo que te lastimara. Nunca quise lastimarte. Nunca quise.

—Perdóname —Tanya dice, su voz fría como el hielo de nuevo, yo había dicho la cosa equivocada. Es verdad que yo nunca quise lastimarla, que Edward y yo no éramos lo que éramos por ella, pero ella había escuchado que no era por ella en el pasado, lo había escuchado de parte de personas que supuestamente la amaban, de parte de sus padres, quienes nunca la habían puesto en primer lugar, nunca la habían puesto en sus corazones, y por todo eso, lo que yo había dicho, significaba que todo lo que iba a escuchar eran traiciones.

—Bien —digo suavemente—. Sabía que te lastimaría si averiguabas como me sentía. Sabía que estaba mal gustar de él y me gusto de cualquier forma. Yo, yo lo quería, Tanya, pero por como todo salió, eso no era, yo realmente pensé que ustedes dos habían terminado. Los dos lo hicimos. Tienes que creerme.

—No —Tanya dice—. Hiciste lo que quisiste, y ahora has conseguido lo que querías. Estás con Edward, pero estás aquí, como solo las amigas pueden estar, y se cómo te sientes. Estás con alguien que no está totalmente allí, que está contigo pero nunca lo hace realmente, y ¿sabes qué? No va a cambiar. Edward nunca va a amarte. Ni siquiera pudo amarme a mí, ¿Qué cambio puedes hacer tú? Él ni siquiera va a pensar en amarte, es mucho decir, y dejaste ir nuestra amistad por…

Su voz se desvanecía poco a poco, tomó un paso atrás y fue cuando supe que todavía podía seguir lastimándola. Que la estoy lastimando de nuevo. Ella me conoce lo suficiente para ver lo que tengo con Edward. Ella ve lo que brilla en mi corazón.

—Él… ¿te lo ha dicho? —ella susurró—. ¿Lo ha dicho? ¿Te ama?

—Tanya…

—Oh —ella dice, su voz calmada—, no quise —ella miró hacia el suelo, parpadeando fuerte, se lo que le está costando esto, se que ella odia mostrarse a sí misma de esta forma, ese dolor que tantas veces ha escondido y solo se revela cuando es tan fuerte que no puede mantenerlo. Cuando es todo lo que ella siente.

—Tanya… —digo de nuevo, y me detengo porque no hay nada que se pueda arreglar.

No puedo hacer que Edward no me ame. Incluso si pudiera, no lo haría, porque yo lo amo, quiero estar con él, vengo a ver a Tanya porque la extraño y deseo no haberla lastimado. Deseo haber podido manejar las cosas de mejor manera. Pero no sin desear a Edward.

Ella me mira de nuevo, y el silencio se extiende entre nosotras. En la quietud, escucho su abatimiento. Escucho años de nuestras charlas y películas que vimos y trabajos sobre tareas. Nos escucho comprando y comiendo y solamente sentadas juntas, silenciosas como solo las amigas pueden estar, en la manera de hablar sin decir ninguna palabra. Nos escucho hablando también, hablando sobre su vida, sus padres. Recuerdo sostener su mano mientras ella esperaba por cualquiera de los dos a que apareciera todas las noches en las que sus partidos empezaban.

Todas las noches que ella era alguien más, todas las noches que ella agarraba a todo el mundo para molestar cuando tenía partido, y nunca venían a verla. Escucho y recuerdo todas las cosas que hicieron nuestra amistad. Recuerdo cuando ella necesitaba estar alrededor de mis padres, mi vida. Recuerdo como ella sabía que necesitaba su sonrisa porque me hacía pensar que un día triste también podía brillar. Nunca pensé como sería estar sin ella.

—No le dijiste nada sobre Greg, ¿no? —ella dice no siendo realmente una pregunta. Era más como una sorpresa.

Sacudo mi cabeza.

—Yo debería —ella dice—. Supongo que eso hace que te sientas mejor, sabiendo eso. Hacer que pienses que tu. Lo siento, arregla algo. Haciendo que pienses que eres mejor que yo.

—No —digo—. No lo hace. Y no soy mejor.

Ella me miró de nuevo, por un largo tiempo, y luego sacudió la cabeza.

—No puedo hacerlo —ella dice—. No puedo dejarte entrar de nuevo. Edward era… era una cosa. Él es solo un muchacho. Pero tú. Bella, tú eras mi mejor amiga. Tú eras la persona que siempre estaba, la que siempre yo sabía estaría allí.

No seas estúpida. Me necesitas.

—Todavía estoy aquí —digo—, yo solo… Tanya, ¿no podemos ser amigas como realmente somos? ¿No puedo ser quien soy, no puedo ser solo yo?

—Espera. ¿Realmente estás diciendo eso? ¿No puedo ser quién soy? Te refieres a, ¿puedo ser amiga de una mentirosa?, ¿Verdad? ¿Es eso lo que estás preguntando?

Trago. La miro. Yo había mentido. Había hecho cosas estúpidas. Cosas horribles. No soy perfecta. Pero nadie lo es. Ni siquiera ella.

—Sí —digo—. Eso es lo que estoy preguntando —y ella se ruboriza, mirando detrás de mí. Ella sabía lo que yo decía. Ella sabe, ella ha cometido errores en su alma también, y yo la había visto empujar todo eso junto, la había observado convertirse en la Tanya que yo pensaba pertenecía al mundo externo pero no a mí.

La había visto convertirse en la Tanya que mira con simplicidad a todo. Quién mira como si nada y nadie pusiera alguna vez sorprenderla, alguna vez enojarla. Alguna vez realmente tocarla.

Y entonces ella cierra la puerta. Sin palabras de despedida, sin un adiós, solo su cara, conocida o no, desvaneciéndose. No espero a ver si ella vuelve. La conozco—lo hago—y no lo haría. Ella estaría caminando lejos y no se permitiría a ella misma mirar hacia atrás. Sé que nunca lo haría.

Conduzco hacia casa, pensando sobre lo que pasó. Sobre lo desdichada que soy, pero no como lo era la desdichada Tanya que yo había esperado ver. Nuestra amistad era real, pero estaba construida en mi necesidad de ella, en mí creyendo que ella me hacía alguien, y no puedo ser esa chica nunca más. No quiero ser esa chica nunca más. No debería haberle mentido. Debería haberle dicho como me sentía.

Debería haber dicho ―Me gusta Edward esa primera noche, en la fiesta después de que la escuela empezó. Debería haber creído en lo que creía. En mi misma.

Entré en el camino a mi casa. El auto de Edward está todavía aquí. Lo veo sentado en el porche, hablando con mi padre. Al salir del auto, mi padre saluda, y Edward sonríe.

Todas las cosas que había pensado acerca del amor son reales. Es hermoso y terrible y no hace las cosas perfectas. Termina cosas, y trae nuevos comienzos. Esto es mío.

Fin

Ok yo también me puse un poco estérica por el final, pero es un buen final, no hay continuación, pero bueno este sinceramente aparte de crepúsculo es mi libro favorito.

Gracias a las seguidoras, a las que por capitulo me ponen review y a las que comparten mis gustos.

Nos vemos en la siguiente adaptación.

P. d. la próxima ves lo hare mejor

Besos dianass