Título: Mi Arma de Fuego es Mi Amigo

Capítulos: 9 capítulos + Epilogo

Disclaimer: Este fic NO ES MÍO, es 100% propiedad de Kirara2256, quien amablemente me dejó traducirlo. Los agradecimientos a ella. Los personajes de Hetalia no me pertenecen, ¿Ven Yaoi explicito? ¿UsUk oficial? ¿No? ¡Entonces es evidente que todo es propiedad de Himaruya Hidekaz señores!

Aquí está su link para quien quiera leer su historia por completo en inglés y dejarle un Reviews: ht tp: / / www. fanfiction. net / u / 1575888 / kirara 2256 (Quitar los espacios)

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My Firearm is My Friend

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Traducido por Remula Black

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Nadie sabía en qué condición estaba actualmente Estados Unidos. Ni Japón, ni Francia, ni Alemania, ni siquiera Inglaterra –la persona más cercana a Alfred- tenían idea del estado en el que se encontraba la personificación de la nación. Cuando Arthur vio el informe que dio la prensa sobre el ataque esa mañana de Septiembre, la sangre en sus venas se heló. Sus pulmones se estrecharon tanto en su pecho que le hacía daño incluso la respiración menos profunda. La cabeza del británico giró y el mundo entero pareció ir más lento en ese instante en que vio el video de las torres gemelas cayendo presas de las llamas de las explosiones y a la gente saltando desde las vertiginosas alturas de los edificios, eligiendo caer a su suerte en vez de ser quemados vivos. Las delgadas y pálidas manos de Arthur comenzaron a temblar haciendo que el líquido de color marrón oscuro en su taza de té diera la bienvenida a los bordes del objeto de porcelana y cayera al suelo, donde se quedó en el olvido hasta que se hundiera en la madera, causando manchas de agua.

Él puso de nuevo la taza de té en el plato y lo colocó sobre la mesa a duras penas. El británico empujó su silla hacia atrás con un chirrido fuerte antes de apresurarse, sin contemplarlo, para poder llegar al teléfono en su estado de pánico. Arthur arrebató el teléfono del gancho, dejándolo caer una vez con su prisa antes de que él maldijera y escogiera el electrónico que sostenía. Sus dedos rápidamente trazaron los números familiares del teléfono de Alfred. El británico esperó demasiado impaciente, golpeando con su pie el suelo y tamborileando con los dedos sobre la encimera de granito de la cocina de su casa.

Después de varios tonos se escuchó un click en el otro extremo de la línea que hacía un recorrido a través del Océano Atlántico. "¡Hey! ¿Qué pasa?", la alegre voz de Alfred hizo eco en la oreja de Arthur y el inglés suspiró en gran medida de alivio.

"Oh, Alfred, gracias a Dios. Yo estaba tan preocupado por ti. Acabo de ver el ataque en la tele y…"

"¡No estoy aquí en este momento así que deja tu nombre y tú número y me pondré en contacto contigo pronto, más tarde!". El corazón de Arthur se hundió abajo en lo más profundo del hoyo de su estómago cuando se dio cuenta que era solo el contestador automático y la brillante bola de energía sin fin que era él mismo. Que Alfred no contestara el teléfono solo causó temor y la ansiedad de Arthur subió hasta los cielos, mientras que su corazón golpeaba salvajemente en el pecho. El británico desistió de aquella línea y decidió hacer la siguiente mejor opción. Llamó al número del hermano gemelo de Alfred, Matthew.

Las manos de Arthur temblaban y se equivocó unas cuantas veces al momento de recordar el número del canadiense, se maldijo a si mismo varias veces antes de finalmente acertarle. La paciencia era una virtud a los ojos de Arthur, pero también era horrible tenerla cuando estabas tan ansioso como en este momento. Se tomó unos segundos antes de que el otro extremo de la línea hiciera click y una tímida voz nerviosa hiciera eco en el oído de Arthur. "¿Ho-hola? Lo siento, pero… ¿podemos hacer esto rápido? Estoy muy ocupado en este instante…"

"¿Matthew? Es Arthur".

"Oh, Ho-hola Arthur… um… estoy suponiendo que ya viste las noticias ¿eh?", la voz del canadiense era pesada y sombría al segundo que le preguntaba a Arthur sobre el conocimiento de la situación.

"Desafortunadamente sí, lo hice… um… no has hablado con Alfred aún… ¿verdad?". Arthur siguió adelante con sus esperanzas a pesar de que él ya sabía que no serían más que destruidas.

"No… no lo he hecho… pero es un caos donde estoy ahora. Los aeropuertos de mi país tratan de recoger tantos aviones estadounidenses como nos sea posible desde el aeropuerto de Nueva York que está, obviamente, fuera de servicio…" explicó el niño tímido. Por supuesto. La esperanza sobre la cual Arthur estaba de pie fue enviada hacia abajo en su desesperación silenciosa. "Tú no has tenido noticias de él, ¿ve-erdad?" Matthew sonó esperanzador, aunque Arthur podría intuir que él también estaba preparado para una decepción.

Arthur negó con la cabeza –sin recordar que Matthew no podía ver el movimiento- "No… no las he tenido. Traté de llamarlo a su teléfono pero no hizo ni un minuto y me pasó a buzón de voz…".

"Oh…", fue todo lo que escapó de los labios de la nación canadiense. Ambos extremos de la línea se quedaron en silencio durante varios minutos. Como no quería tratar con el silencio incómodo Matthew continuó primero. "Estoy muy pre-preocupado por él… no sé qué tipo de efectos tuvieron los ataques en su cuerpo, pero a juzgar por las imágenes en la televisión… no pueden ser buenos…".

Arthur recordó brevemente su etapa de la Segunda Guerra Mundial y el bombardeo en Londres. Los efectos de las bombas de Alemania en su país noche tras noche habían dejado a la nación británica colgando como en sus últimos retazos de vida. Él se estremeció ante los fantasmales dolores que lo exprimieron dentro de las profundidades de su pecho por las horribles memorias de la prueba. "No, no… no pueden…" Arthur quería volar, nadar, correr, caminar, cualquier cosa que le llevara al otro lado del charco, a Nueva York, al lado de Alfred, no importaba lo difícil que fuera llegar. Sin embargo… él no podía irse. Por lo que sabía, quien quiera que haya atacado a Estados Unidos podía estar planeando atacar a su país también. Todo era un juego peligroso de espera, llena de ansiedad y paranoia.

"Sé cómo te sientes…" La voz de Matthew interrumpió el mar sin fin de pensamientos oscuros del británico. "Quieres verlo ¿cierto?" Arthur apretó los labios y tomó una respiración superficial. "Créeme, si pudiera estar solo al lado de él… es mi hermano, Arthur. Es parte esencial del mundo para mí… pero ahora me necesitan aquí, y aún cuando sea contrario a lo que quiero debo escuchar a mi jefe". El dolor que se vislumbraba en la tímida voz del canadiense era bastante obvio. Se sentía tan mal como Arthur.

Arthur se humedeció sus secos labios y tomó otro tembloroso suspiro antes de lentamente responder. "Si… supongo que tienes razón… por favor, si te enteras de algo, llámame de inmediato… prométemelo".

"… Te lo prometo".

Breves palabras de despedida se intercambiaron las naciones británicas y canadienses antes de que las líneas fueran cortadas y todo se volviera vacío y silencioso. Arthur colocó silenciosamente el aparato en su lugar. Se arrastró muy lentamente de nuevo a la sala donde sus piernas temblorosas apenas lograron retenerlo el tiempo suficiente hasta que se desplomó hacia debajo de su silla, donde su té de la tarde fue dejado abandonado a enfriarse. El inglés se inclinó hacia delante, colocando los codos sobre sus rodillas y enterrando su cara profundamente en sus manos pálidas. Notó su respiración entrecortada antes de exhalarla lentamente con los labios fruncidos mientras trataba de luchar contra las lágrimas. Solo rezaba para que donde quiera que se encontrara en aquel momento Alfred estuviera a salvo y bien cuidado ya que cruzar el Océano Atlántico no era una opción.

Al día siguiente, Arthur fue dejado caliente e irritado en su uniforme de guardia tradicional de paño grueso rojo y negro. El enorme sombrero sobre su cabeza de piel de oso hacía sudar su cuero cabelludo y el flequillo se adhería a su frente –bloqueándole la vista a sus ojos verdes-. La nación británica no se atrevió a sacar el pelo de sus ojos como él estaba destinado a tener un aspecto nítido y permanecer en el tiempo perfecto mientras marchaba a la cabeza de la flota de guardias reales –el estoque impreso rígidamente en su brazo-. Arthur y la flota de guardias uniformados en sincronización marcharon juntos por el jardín frontal del Palacio de Buckingham, donde cientos y cientos de ciudadanos británicos se apegaban a las puertas con caras estoicas, serios y desgastados.

Arthur se detuvo, deslizando su brazo hacía un lado y quedándose de pie inmóvil como una estatua de piedra. Como capitán, tomó aire profundamente y gritó su mandato, "¡Compañía completa presenten sus armas!" El regimiento obedeció la orden, rompiendo filas para presentar sus fusiles en el perfecto tiempo juntos. En un momento, y después de un par de comandos más, la Banda de la Marcha Real comenzó a tocar una melodía que Arthur conocía demasiado bien.

The Star Spangled Banner sonaba orgullosa y verdadera para el corazón del país del que Estados Unidos se había separado hace casi dos siglos y medio. Lo bueno de ser parte de la Guardia Real hace un par de años era que había preparado a Arthur para permanecer estoico e impasible a pesar que el interior de su corazón se hundía en un agujero negro de vacío y desesperación. Todavía no había información sobre el estado actual de Alfred y eso estaba rompiendo el interior del británico. No tenía ni idea si su mejor amigo estaba vivo y bien, o colgando sobre el borde de la muerte. El no saber era lo que más asustaba a Arthur.

Sin embargo, ahí estaba, de pie, con la Guardia, rindiendo homenaje a su ex colonia británica y honrando a Estados Unidos en la que debía ser su hora más oscura.

"Si las naciones son la gente y los himnos nacionales sus canciones de cuna, entonces aquí está la madre Inglaterra, cantando a su afligido niño estadounidense".

La Reina de Arthur dio una pequeña risa trayendo su taza de porcelana favorita a los labios, "Quien quiera que haya dicho esa línea realmente no tenía idea de lo acertado que estaba". Ella tomó un sorbo de su té con delicadeza, gracia y un equilibrio extremo. Arthur se sentó en la silla frente a ella, una bandeja con sándwiches de pepino cortados en rodajas finas, Scones recién horneados aún calientes, pasteles y galletas, y de todas las variedades, todo rodeado por pequeños vasos rellenos de con una crema fresca y espesa, y frutas dulces conservadas. Por lo general, la Reina tomaba su té de la tarde con sus familiares y amigos, pero después de la ceremonia en frente del palacio había solicitado que solo Arthur la acompañara a la costumbre tradicional británica.

Arthur disfrutaba de su hora del té, tanto como la persona a su lado, pero hoy todo lo que podía hacer era mirar fijamente la taza inexpresivamente y reflexionar mirando la superficie ondulante del líquido humeante. No sentía ninguna necesidad de tomar un sorbo de té con ella y disfrutar de un scone, solo quería sentarse allí, y solo mirar la taza.

La Reina llevó su taza abajo hacia su platillo, colocándolo sobre el plato a penas audiblemente con un tintineo. Sintió la angustia de Arthur, y decidió actuar sobre ello: "Estás muy preocupado, Arthur. Darías cualquier cosa por estar allí, lo puedo ver en tus ojos".

Arthur lentamente la miró y parpadeó un par de veces antes de responder: "No, por supuesto que no Majestad. Me siento honrado de estar disfrutando el té de la tarde con usted, siento no haber estado muy animado a pesar de lo amable que fue al ofrecerme su invitación". Si había algo que Arthur sabía cómo hacerlo era ocultar sus emociones y hablar a su manera para salir de una discusión. "Por favor, perdóneme. Ahora, ¿Qué era lo que estábamos hablando antes?". Arthur colocó sus propias preocupaciones y problemas en el camino de regreso a su mente hasta el lugar dónde por lo general los mantenía cuando no los necesitaba. El británico tomó su taza de té y sorbió, solo para encontrar que de alguna manera, su elección habitual de bebida no cumplía sus gustos.

"No voy a molestarme contigo por tener sentimientos, Arthur. Humano, animal o nación, todos los seres vivos tienen pensamientos y sentimientos". Tomó otro sorbo de su té. "Así que dime, Arthur, ¿Qué sientes en este momento? Y no intentes ocultar algo de mí".

Arthur se mostró reacio, más que reacio. Él nunca compartía sus sentimientos con nadie, solo consigo mismo, y de vez en cuando con extraños al azar cuando estaba demasiado borracho. "Bueno, yo…" él se detuvo y dudó una vez más.

"Por favor querido, no tengas miedo de mí. Yo soy primero tu amiga, y segundo tu Reina". Ella sonrió suavemente como si fuera una madre que estaba teniendo un corazón a corazón con su hijo. Para ella, Arthur era tanto su hijo como ella lo era para él, siendo lo que era, una nación.

"Bueno, yo… yo estoy con mucho… mie-do. Tengo miedo porque… bueno… no sé…"

"¿Tú no sabes qué?".

"No, yo, literalmente, no lo sé. No estoy seguro de si Alfred está bien cuidado o si está acostado boca abajo en el piso de su apartamento… No sé si él está bien… eso es lo que me aterra…"

La Reina tuvo los pensamientos de Arthur en consideración y los procesó antes de dar su respuesta bien culta. "Entiendo que la idea de no saber es muy terrorífica. Yo también quisiera saber si el Sr. Jones está a salvo. Solo me he cruzado con él en pocas ocasiones, pero parece ser un chico muy dulce, querido". Arthur se limitó a asentir en acuerdo; en realidad no quería exagerar sus sentimientos por Alfred.

"A pesar de lo que pudo haber sucedido en nuestro pasado… Alfred sigue siendo un amigo muy querido para mí. Puede que sea terco, insufrible, incompetente, y…" la Reina lo interrumpió.

"Yo entiendo, él es difícil de manejar". Ella se rió un poco, al momento que paró a Arthur de seguir usando cada palabra en el diccionario para describir a la nación americana.

"Oh, bi-bien… bueno… a pesar de que Alfred tiene sus defectos y deficiencias él… él es muy querido para mí… y… no puedo imaginarme la vida sin esa sonrisa tonta de mirar embobado suya".

"Suenas como si estuvieras enamorado", sonrió tímidamente la Reina.

"¿Perdón?" Arthur podía sentir el rubor avergonzado entendiéndose por sus mejillas.

"Oh, nada, solo pensaba para mí misma en voz alta. Sin embargo, lo esencial en esta situación es que tú debes partir a América y encontrar a Alfred y asegurarte que está bien". Arthur asintió con la cabeza en acuerdo. "Entonces, está arreglado. Por la presente te eximo de cualquier asunto que puedas tener y tendrás que volar hacia los Estados Unidos mañana por la mañana".

Arthur casi derramó todo su té en su regazo. "¿Dis-discúlpeme? Lo siento Majestad, pero yo simplemente no puedo hacer eso. Es mucho lo que tengo que manejar aquí. Te-tengo una reunión con el Primer Ministro y uno con el Parlamento, así como mis deberes de guardia. ¡También tengo un gato en casa que no puedo dejar para irme a una especie de aventura y además…!".

"Bien, entonces, te lo ordeno. Ahora no te preocupes por esas cosas, amor. Yo me encargaré de todo, tú solamente prepáralo bien todo y estate listo para mañana, haré que un conductor vaya y te recoja a tu casa". Y con esa declaración fue dicho y hecho. Una vez que la Reina había tomado una decisión, Arthur sabía que la mujer no se rendiría hasta que Arthur mismo lo dejara y presentara. Ella era tan persistente.

Arthur solo sonrió con la más pequeña sonrisa, y le agradeció a su amable Reina.

Voy por ti, Alfred.

Continued…

Rincón de las Notas de Luni:

¡Holas a todos! Si, por fin terminé el segundo capítulo. No lo he podido editar porque hay tormenta y en cualquier momento se corta la luz, así que mil disculpas por las fallas ya sean en gramática y ortografía. Decidí publicar primero este porque lo tenía medio varado. Pero sigo trabajando con el resto, no lo duden. Empecé la Universidad, así que no estoy segura de poder publicar tan aprisa, no obstante seguiré haciendo mi mayor esfuerzo para que no se mueran esperando xP

Espero que les haya gustado este capítulo, que como verán, está centrado en Arthur. Ya para el próximo cap sabrán que sucedió con Alfred. ya quiero llegar a eso yo también *-*

De acuerdo~ mando saludos a Ceci, Myo, Lei, Cat y Naty que son las que me aguantan a mí y cada idea y locura mía. ¡Las quiero a todas!

¡Nos vemos, gente! ¡Cuídense y suerte en cualquier cosa en la que estén! Byeeeee!