Titulo: Nieve en Agosto.

Hecho por: Lady Akari-520

Género: Romance/Drama

Resumen: Elevó su mano, tocando así a los suaves pétalos de cerezo que caían. Aun en contra de su voluntad y de su orgullo, una vez más estaba ahí, como cada año, como cada último día de Agosto que aguardaba por ella… por aquella pequeña niña sumergida entre tinieblas.

Hechos del pasando: Letra cursiva.

Hechos del presente: Letra normal.

Frases tipo flash back: "Letra cursiva"

Disclaimer: Todos los personajes de Naruto le pertenecen a Masashi Kishimoto.

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No me olvides, incluso si solo vivo por un segundo, seré el único corazón que te ame.

Así que por favor recuérdame... Incluso si viviera por mil años, sería la misma tonta que te amaría por siempre.

(Frase dicha en el drama The Greatest Love -"El Mejor Amor").

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II

El imponente astro solar se coronaba sobre el firmamento del medio día mientras se dirigía sin prisa hacía el sendero que lo llevaría a la salida del parque. Miró una vez más el reloj, soltando un suspiro molesto al ver lo retrasado que estaba para la reunión con el comité de accionistas. Aumentó su paso, observando que solamente era cuestión de dar vuelta en el último pedazo del camino y llegaría hasta donde le aguardaba su deportivo. Un seco golpe se dejó escuchar entre el silencio que se desbordaba por los alrededores, acompañado por esa alta silueta que como muralla, detuvo súbitamente su andar. Un par de penetrantes ojos aguamarina se posaron sobre las profundas capas de oscuridad que se enmarcaba en su mirada, presintiendo al instante la fría indiferencia que al igual que él destilaba inclusive con su simple respirar. Bajó la vista hacía ese bastón de invidente que durante el choque entre ambos había dejado caer el ojiverde, inclinando su cuerpo lo suficiente para tomarlo entre sus manos y regresárselo a su dueño. Una leve reverencia como agradecimiento fue todo lo que obtuvo por parte del joven pelirrojo, quien por algunos fugaces segundos, posó curioso su atención sobre el crucifijo que portaba, dejándole una clara sensación de incomodidad, aun así, después de obtenida su pertenencia, retomó su camino sin decir una sola palabra de por medio.

Aguardó en la misma posición por varios minutos sin hacer un solo movimiento, sencillamente permanecía estático, esperando algo que aun no comprendía pero que aun luchando contra toda lógica, estaba ahí, tan presente como irracional. Era una necesidad, un deseo ferviente por regresar al árbol de cerezos, algo tan grande y agobiante que hasta su garganta se cerró dificultándole inhalar aire. Caminó unos pares de metros decidido a retornar, sin embargo, el sonido de su móvil le impidió continuar. Buscó entre sus bolsillos hasta dar con el pequeño aparato, notando para su disgusto el mensaje que su padre le había enviado solicitándole llegara de inmediato. Pasó una mano por sus azabaches cabellos forzando a sus sentidos a tranquilizarse. Soltó una y otra vez pesadas exhaladas hasta recobrar la compostura. Elevó su cabeza hacía los blancos algodones que con quietud y calma transitaban sobre un azul brillante, obligando de esa manera a sus pies a marcharse, haciendo caso omiso de la energía que cual espectador invisible, rogaba que mirara una sola vez hacía atrás.

Avanzó entre la verde espesura, contemplando con cierto interés a esos enormes vigilantes del tiempo que gracias a la cálida brisa del verano, se mecían con una tranquilidad embelesante. Una pequeña curvatura se formo en sus delgados labios al ver finalmente a la persona que le esperaba. Su verde mirar parecía adquirir casi vida propia con solo contemplarla a la distancia, admirando con detalle la forma en que sus largos cabellos azabaches se elevaban sobre su rostro produciéndole risueñas e infantiles muecas, al tiempo en que los rosados pétalos de cerezo la rodeaban celosamente escapando una y otra vez de las suaves manos que deseaban retenerlos entre ellas.

-Creo que deberíamos irnos.- Habló secamente, haciéndole saber a la pelinegra que había llegado.- Hace apenas una hora que salimos del aeropuerto, recuerda que necesitas descansar.- Insistió nuevamente ante la chica que sabía desobedecería deliberadamente todas y cada una de las cosas que acababa de decirle. La vio girarse sobre sus talones hasta quedar de frente a su persona, mostrando una alegría tan hilarante y llena de vida, que incluso la común palidez de sus mejillas se logró colorear de un rosa aun más hermoso que el de aquellas flores que poco a poco abandonaban su lugar en los árboles.- Eres feliz de estar aquí, ¿cierto?.- Reparó en lo evidente ante cualquiera que pudiera verla. Dirigió su atención al bastón que había llevado para ella, no obstante, era ahora cuando comprendía que no lo requería. La joven ojiperla reconocía cada palmo del parque como si realmente sus pupilas bañadas por la oscuridad tuviesen la luz necesaria para permitirle ver.

-Lo s-soy...- Su voz levemente quebrada por la emoción delataba la felicidad que le provocaba el estar en ese lugar. Llevó instintivamente una mano hacía su cuello, descubriendo al delicado crucifijo que ocultaba en el interior de sus ropas, y el cual tintineó con gracia contra los débiles rayos de sol.- Soy fe-feliz… in-mensamente feliz.- Sonrió con calidez al sentir después de tanto tiempo, el roce exquisito de los cerezos que así como ella, parecían felices por haberla visto regresar.

Se alejó por segunda ocasión del ojiverde, caminando cuidadosamente entre la verde naturaleza que se topaba en su andar. Inspiró una urgente bocanada de oxigeno al sentir una leve punzada de dolor abrazarle escalofriantemente en su interior. Con discreción y sin interrumpir su marcha para que sus acciones no llamaran la atención del chico, dirigió una de sus manos en dirección a su pecho, provocándole un pequeño gemido de incomodidad ante la simple rozadura de sus dedos. Rió con resignación, sin duda era una tonta por no poder acostumbrarse aun.

Unos cuantos pasos más y estaría ahí, lo sabía, podía sentirlo con cada centímetro que aminoraba más y más la trayectoria. Movió sus delicadas manos sobre la áspera y rugosa corteza del árbol de sakuras que tantos recuerdos hermosos le traía del pasado y que aun en la distancia le permitieron soportar la realidad tan abrupta y definitiva con que el destino la sentenciaba desde hace tantos años. Se sostuvo del firme tronco, dejando que el suave calor del sol le golpeara de lleno.

-"¿Sabes lo que pasara contigo si no cumples con tu palabra?".-

Recordó claramente lo que el ojinegro le había dicho en aquel entonces, ocasionando que el lacerando ardor de las lágrimas siguiera torturándola con mayor fuerza y pesar. Apresó entre sus manos el hermoso crucifijo, permitiéndoles a las decenas de lágrimas que agolpaban sus parpados bajasen con discreción, sin dar una sola evidencia de lo que pasaba… sin manifestar el sufrimiento que ocultaba ante la vista de todo el que la rodeaba.

-"Te buscare hasta el fin del mundo si es necesario y cuando te encuentre te hare pagar muy caro, Hyuga".-

-Regrese….- Se sujetó aun más fuerte del brillante colgante, deseando que de alguna forma él la escuchara y sintiera que había vuelto después de tantos y tantos años de espera.-… finalmente regrese, Uchiha-san.- Fue por eso que había decidido volver, para cerrar un ciclo de su vida. Para poder saber de él antes de que todo terminara, antes de que los pétalos de cerezo que tanto amaba se desvanecieran en el aire tal y como irremediablemente le ocurriría a ella.- Solo una vez… solo una última vez.-


La puerta de la elegante oficina se abrió con apuro justo antes de dejarse abofetear duramente sobre el marco de metal, ocasionando que la superficie de cristal cortado se deformara por grietas y hendiduras que no garantizaban que el soporte resistiera por mucho antes de venirse abajo. Arrojó lejos de su vista las múltiples carpetas que llevaba consigo y que durante la junta habían recibido todos los presentes. Soltó un gruñido lleno de furia mientras desataba a jalones la fina corbata de seda en color negro que sentía lo asfixiaría al igual que las noticias que acaba de recibir tanto por parte del departamento de contabilidad como de su progenitor, siendo suficiente para amargarle los próximos días de manera desastrosa. Se dejó caer duramente sobre el asiento de piel que descansaba frente al escritorio, intentando en repetidas ocasiones despejar su mente en otros asuntos que no fueran los de la empresa de su familia y de cierta forma estuvo por lograrlo, al menos de no ser por el maduro hombre que con paso preciso y decidido se había hecho notar ante el azabache, seguramente hubiera conseguido olvidar la absurda solución que su padre había encontrado a los problemas financieros que devoraban a la empresa.

-Necesitamos hablar.- Atacó sin miramientos, recibiendo como respuesta la mirada fulminante del menor de sus hijos que sin abrir la boca, le había dicho claramente que se esfumara de su vista antes de que perdiera la poca paciencia que por respeto y consideración aun se permitía tenerle.- Esta es la única solución y lo sabes, Sasuke.- Intervino una vez más a sabiendas de que en poco despertaría la ira del Uchiha.

-No lo hare.- Sentenció fríamente y sin dar indicios de un cambio de parecer al momento en que giraba el asiento de manera contraria a donde se encontraba Fugaku.- No seré yo quien pague tus estúpidas decisiones.- Contraatacaba sin despegar un solo segundo su vista del techo pintado en un blanco perlado.

-Requerimos de una fuerte inyección de capital para mantenernos a flote y Saburo Haruno es nuestra mejor opción.-

-Dirás tú única opción.- Recalcó en tono mordaz.- En este instante cada accionista, líder bancario y empresario del país están al tanto de tú ineptitud.- Movió el asiento para encararle de frente.- Nadie es lo suficientemente idiota para confiar su inversión en una empresa al borde de la bancarrota.-

-Haruno lo hará… eso si tú haces correctamente tú parte.- Sonrió indiferentemente al observar el minúsculo signo de duda que el segundo de sus hijos mantenía plasmado en la honda oscuridad de sus orbes.- Al menos piénsalo, tienes una semana para decidirte.- Ajustó su impecable traje ejecutivo y se dirigió a la puerta de salida, no sin antes dedicarle aquellas últimas palabras que lograrían cambiar el rumbo de su vida.- Es hora de mirar hacia el futuro y dejar el pasado atrás, Sasuke.- Tomó la manija metálica y cerró dejando al ojinegro completamente a solas, meditando una y otra vez lo dicho por él, aun sí los motivos e intereses fuesen totalmente diferentes a los suyos.

Rápidamente los minutos se escurrieron como el agua entre los dedos y sin siquiera percibirlo ya eran más de la doce de la noche. Se movió de un lado a otro aun repasando dentro de su mente lo que el mayor de los Uchiha quería que hiciese, llegando finalmente a tomar una decisión pese a que algo muy dentro de sí se negaba rotundamente a continuar. Gritándole con cólera y frustración que él no podía hacer eso… él no podía atreverse a dejarla en el olvido.

Buscó dentro de su escritorio con impaciencia, retirando de su camino todo lo que no fuese lo que requería consigo. Solo después de un tiempo fue que pudo hallarla. La pequeña llave reposaba en sus manos, yendo a parar sin muchas complicaciones al compartimiento más alejado y oculto de ojos curiosos e impertinentes que solo gozaban con juzgar la vida de otros.

-Dejar el pasado atrás.- Repitió casi mecánicamente lo hablado con su padre, al tiempo en que la dureza de su rostro se esfumaba solo un santiamén al contemplar de cerca el diminuto baúl que protegía como el tesoro más valioso. Con sumo cuidado lo abrió, permitiendo que sus perlas de oxidiana se reanimaran una vez más con esos gráciles pétalos de cerezos que con tanta devoción había mantenido consigo por tantos años, los mismos que adornaban el árbol ese día de agosto que se despidió de la Hyuga… los mismos pétalos de sakura que corto y se había llevado con él cuando la vio partir.

-¿Habrá llegado el tiempo de dejarte atrás?.- No hubo respuesta que respondiera a su pregunta, sencillamente llevó sus manos atrás de su cabeza y sin darle más vueltas al asunto, retiró el crucifijo que en diez años había sido la prueba más fehaciente de toda la esperanza, de todo el anhelo y de todo lo bueno que esa pequeña niña ciega había despertado en su corazón en ese corto lapso que estuvo con él.

Deslizó sus dedos por los alrededores del cofre justo antes de liberar un cansado suspiro de indecisión. Con ese colgante se iba una parte demasiado importante de su vida, quizás mucho más de lo que él mismo estaba dispuesto a reconocer, sin embargo, en el segundo en que ese baúl se cerrara de nuevo, aquellos mágicos copos de nieve teñidos de rosa, ese último día de agosto y esa promesa que jamás pudo cumplirse se irían junto con ella… con esa pequeña niña encerrada entre tinieblas.

Los días siguientes habían transcurrido con una lentitud demasiado agonizante para su gusto. Tras darle a conocer a su padre la respuesta que tan ansiosamente deseaba oír para salvar no solo a la empresa de una quiebra inminente, sino también su propia cabeza de los prestamistas, el caos había caído sobre su persona destruyendo por entero su tranquilidad mental. Las reuniones, los avisos y los miles de preparativos llovieron catastróficamente sin detenerse una sola vez.

-¡Maldición!.- Bufó hastiado mientras dejaba caer la cortina que cubría el enorme ventanal.

Las decenas de meceros y coordinadores iban y venían presurosos en su necesidad de terminar de decorar el jardín para la fiesta de mascaras que la empresa Uchiha organizaba cada año y la cual como siempre, garantizaba con ser uno de los mejores eventos del año, aun más después de ser lanzada la noticia que seguramente sería toda una bomba periodística para los buitres come carroña que componían a la selecta y tiránica sociedad del país.

Tocó su sien ante la apremiante migraña que todo ese mundo de estúpida frivolidad le suscitaba. Avanzó unos pasos hasta aproximarse al espejo de cuerpo entero que reposa muy cerca de su buro, permitiéndose examinar que todo estuviese en su respectivo lugar antes de bajar a la recepción y que la farsa más grande de su vida diera por fin inicio. Revisó sus azabaches cabellos, los cuales por etiqueta tenía que mantener perfectamente peinados. Deslizó la mirada por los contornos de la camisa en color blanco de diseñador que marcaba tenuemente su silueta, deteniéndola sin imaginarlo en ese espacio de su pecho en donde se suponía debería reposar su crucifijo y el cual osadamente reemplazó por ese par de grilletes que cortarían no solo las alas de su libertad, sino también las de su pasado.

Soltó un suspiró bañado en amargura al empezar a comprender las gigantescas dimensiones de lo que estaba por hacer.

-"Vendiste un pasado anhelante de esperanza, por un falso futuro cubierto en desolación".- Taladró con rabia una y otra vez su subconsciente, haciéndole ver que había tomado a la ligera la decisión más equivocada. Acercó sus dedos a ese espacio vacío, envolviéndolos fuertemente entre aquello que ya no estaba pero que pese a lo que haría, aun continuaba viéndolo como si nunca se hubiese desecho de él.

-Haces lo incorrecto y lo más grave es que estas totalmente consciente de ello, ¿verdad?.- Le cuestionó el recién llegado con lúgubre seriedad. Con disimuló bajo su mano, aparentando que todo este tiempo estaba terminando de abotonar el cuello de su camisa.

-Acaso no sabes tocar la puerta.- Dio crudamente como respuesta al hombre que tranquilamente se encaminaba hasta el interior de la habitación. Su altivo porte y mirada indiferente lo distinguían como miembro irrefutable de la familia Uchiha, sin mencionar que el parecido entre ambos llegaba a un punto casi escalofriante.

-No lo hagas, Sasuke.- Estaba por colocar una de sus manos sobre su hombro cuando el ojinegro sin dudarlo, evito de mala gana cualquier contacto entre ambos.- Llegara el momento en que…- Con una extraña mezcla entre tristeza, nostalgia y angustia, alejó de su mente la idea de aproximarse a su hermano pequeño, prefiriendo tomar asiento sobre la mullida cama.- … te arrepentirás de esta absurda salida y cuando eso ocurre, tal vez sea demasiado tarde para remediar las cosas.-

-¡Lo que haga o deje de hacer no es tú problema, así que si ya terminaste de parlotear lárgate!.- Escupió venenosamente regresando su atención al imponente reflejo que el espejo le exponía.

-¡No solo tú saldrás perjudicado, porqué no lo comprendes!.- Trató de hacerlo reaccionar, sin embargo, lo conocía demasiado bien como para saber que su hermano no cambiaría de opinión así el cielo se partiera y le cayera a pedazos.- ¡También esta Sakura!, ¿acaso has pensado en ella?.- Discutió estando muy próximo de perder los estribos.

-¡Te dije que te fueras!.- Vociferó furioso en su intento por hacer oídos sordos de lo que veía como la estupidez más grande de su vida.

Justó cuando el ruido de la puerta le indicó que estaba solo, fue que se atrevió a sacar de su bolsillo aquella curiosa cajita cubierta en terciopelo negro que su madre le había dado por la mañana. Expiró sonoramente el aire que poco a poco sentía le cerraba los pulmones con solo contemplarla. No era necesario que alguien como Itachi viniera y se lo echara en cara. Lo sabía, estaba equivocado y la opción que había elegido para escapar de esos malditos sentimientos que lo devoraban día con día no harían más que terminar de destruir la vida de Sakura y la suya propia.

Jugó con tedio con la cajilla, deseando por un tentando segundo mandar todo al demonio, no obstante, no retrocedería, no movería un solo dedo para evitar lo inevitable, así lo había decidido y no cambiaría de parecer aun sí su egoísta alma se condenara a podrirse en las sombrías profundidades del abismo.


La suave melodía de los violines llegaba hasta ella de forma apaciguante, percibiendo aun en su condición el hermoso sonido que realizaban las cuerdas al compas de los dedos que magistralmente se movían y soltaban con fuerza y suavidad sobre ellas. Estaba por dar el primer paso en ese territorio que desconocía pero le fue imposible. Un áspero pero delicado agarre se afianzó sobre su antebrazo deteniéndola por sorpresa, siendo rápidamente relacionado con esa ligera risa que conocía desde hace muchos años atrás y la cual siempre estaba a su lado pese a todo.

-Ten cuidado.- Oyó decirle al Sabaku No, justo antes de poner un pie sobre la escalera y correr el riesgo de caer cuesta abajo.

-Gra-gracias, Gaara.- Sonrió de manera tierna, aceptando el apoyo que el pelirrojo le ofrecía para bajar y poder llegar hasta los jardines de la casa.- ¿Crees que se alegre de verme?.- Preguntó sin más al chico que se vio en la necesidad de detenerse para mirarle directamente. Los minutos transcurridos le parecieron demasiado largos, tanto que un cosquilleo se apodero de su estomago debido a la inquietud. Podía sentir la penetrante mirada de su acompañante sobre su persona, reflejándose todo ese nerviosismo en los dedos que se apretaban uno contra otro, seguido muy de cerca por ese rosa pálido que coloreo aun más sus mejillas levemente maquilladas.

-Cualquier persona, con el simple hecho de estar a tu lado se sentiría feliz…- Musitó suavemente a muy pocos centímetros de su rostro.-… Yo lo soy.- Respondió normalmente mientras acariciaba levemente los cabellos bellamente cepillados, asemejando una frondosa cascada azabache que descendía hasta su cintura.

-No lo hagas por favor…- Retiró el contacto que el ojiverde le ofrecía, deseando fervientemente que comprendiera la situación por la que atravesaba.

-Lose, no tienes que decirme nada más.- Soltó con tranquilidad mientras se alejaba a una distancia prudente de la Hyuga para no continuar aturdiéndola.

Elevó su mirar al estrellado firmamento que gloriosamente se extendía a todo lo largo del infinito, amparando casi celosamente al astro nocturno que con su resplandor, lograba iluminar hasta el rincón más oscuro… hasta el ser más desvalido. Sonrió con un dejo de melancolía. Él era como las estrellas, custodiando siempre de la luna, cuidando siempre de ella sin recibir absolutamente nada a cambio. Sonriendo cuando ella lo hacía, sintiéndose feliz con solo verla también a ella siéndolo y así sería en todo momento, a cada instante, hasta el último segundo… Hasta que Hinata encontrara a esa persona que había estado esperando. Ese hombre que la protegería cuando él finalmente le cediera su puesto, no obstante, mientras ese tiempo no llegara, él permanecería al lado de ella. Esa cálida joven que sin conocerlo, había curado las heridas físicas y espirituales que las calles y las drogas le dejaron plasmabas. Aquella frágil mujer que con la sola luz de su alma, lo había rescatado de los tentativos lazos de la oscuridad.

-Gaara yo…- Se encaminó unos metros sin estar muy convencida de la dirección que marcaban sus pasos, únicamente quería estar cerca de él y de alguna forma disculpase. Siempre estuvo al tanto de los fuertes sentimientos que el ojiverde le profesaba, así como del hecho de que jamás podría llegar a corresponderlos como él tanto merecía que lo hiciera.

-Iré en busca de la persona que deseas saludar, así que te pido esperes aquí…- No pudo dar ni un solo paso debido al agarre que débilmente lograba sostenerse de la manga de su saco. Los segundos pasaron, uno seguido del otro mientras ambos se mantenían en la misma posición… sin hacer un movimiento, sin decir una palabra.

-"Lamento no poder quererte."-Sabía que eso era lo que repetía el corazón de la ojiluna por más que se negara a sí mismo el escucharlo.

-"Esa fue mi decisión."- Confesó afligidamente el suyo.

Bajó su cabeza con derrota al comprobar lo difícil que era el no poder detener lo que sentía por Hinata, sin embargo, no se arrepentía. Liberó con la ternura y cuidado que solo tenía para con ella, esa grácil mano que al igual que ese día que abandonada había perdido su rumbo en las solitarias calles de la ciudad, nuevamente se aferraba a él en busca del resguardo que siempre le brindaría mientras aun mantuviera fuerzas para seguir en este mundo.-… Te prometo no demorar.- Un ligero roce de sus labios sobre la cremosa piel de sus mejillas fue suficiente para despedirse, dejándola rodeaba por el magnífico compas de los violines y por aquellos seres ocultos entre las sombras que desconocía.

-"Brindo por ti, Hyuga… porque tú maldita vida sea mejor que la mía."- Había oído decir en tono hiriente, lo bastante cerca para conseguir que su corazón zumbara en sus oídos tan intensamente que tuvo que verse en la necesidad de sujetarse de la primera mesa que alcanzó a tocar para no derrumbarse.

-E-esa voz.- Logró decir en un murmullo casi inaudible.- No, no p-puede ser él.- Su labio inferior tembló debido a la enorme impresión, al tiempo en que sus ojos se contarían en su esfuerzo por aplacar esa imponente voz que pese a los años transcurridos aun seguía en sus memorias. Sirviendo como alimento y bálsamo de sus sueños y fantasías, la misma que le ayudó a soportar todo ese tiempo en el que le era prácticamente imposible volver, pero que aun así, le inyectó algo más de vida a esa cansada alma que desde que tenía uso de razón se consumía como las arenas del reloj.- U-Uchiha-san…-.

-"Por fin despiertas".- Ya era inevitable contener sus lágrimas.

-"¿Solamente esas chicas te han herido?".- Cubrió su boca impidiendo que sus sollozos fueran percibidos.

-"En ese caso ven mañana a este mismo sitio… te estaré esperando".- Dolía, dolía mucho. Su corazón latía desbocadamente mandando a todo su cuerpo fuertes pulsaciones, ocasionándole un agudo malestar paralizándola de pies a cabeza. Con agotamiento extremo comenzó a marcharse de donde el pelirrojo le había pedido esperarlo, pero no podía estar más tiempo ahí, no podía enfrentar los fantasmas que desde hacía diez años la atormentaban sin descanso.

-"¿Te irás?".- Deseaba decírselo de frente.

Que ella había vuelto… que solo por él lo había hecho.


Movió con apatía la copa de cristal que reposaba entre sus manos, observando con determinación como el dorado y espumoso líquido se agitaba de arriba para abajo hasta desbordarse. Una invisible línea surcó sus labios al notar como su saco recibía el daño de su embriagues, ingiriendo con apuro todo el contenido sin dejar una sola gota. Sacudió con ligereza su cabeza intentando espantar los efectos que el alcohol rápidamente empezaba a mermar dentro de él, pero la necesidad que tenía de olvidar todo lo que estaba pasando al menos por unos cuantos minutos fue mucho mayor. Cogió otra de las copas disponibles para los invitados, bebiendo de un solo trago ese maravilloso pasaje al desahogo total. Solo así no estaría consiente del disparate que haría, solo con ese delicioso aliciente enfriando sus venas, su mente y corazón estarían lo justamente adormecidos para que dejasen de maldecirlo por estar dispuesto a dejarla ir.

-Brindo por ti, Hyuga… porque tú maldita vida sea mejor que la mía.- Soltó con el resentimiento que de alguna forma le tenía a la pequeña niña que aun con su sola presencia le había brindado más felicidad que cualquier otro ser que hubiese formado parte de su desolada y amarga existencia. Estuvo tentado a tomar una copa más cuando una suave y tersa mano se apoyo de forma insegura sobre su hombro deseando llamar su atención.

Movió sus talones para mirar a la persona que con cierto temor le requería, cuando sus vacías perlas azabaches finalmente la miraron. Era ella, no podía estar equivocado. Eran sus ojos, los mismos que entre sueños lograban darle esa paz y esperanza a la que había renunciado. Tragó con pesadez intentando aliviar el ardor que obstruía su garganta, no pudiendo creer lo difícil que era mover sus labios y que las palabras salieran de su boca. Sus cristalinas lunas aun sin vida, le veían tan cálida y dulcemente que habían conseguido despertar ese frígido corazón que en más de diez años se había negado a volver a latir de la manera tan violenta en la que ahora lo hacía con el simple hecho de mirarla… de saberle cerca. Sin siquiera pensarlo, retiró el elegante antifaz decorado en diversas tonalidades de negro, recorriendo con desesperación ese bello rostro que cual espejismo, únicamente resurgía entre los avernos de la noche.

-Ha llegado el momento, Sasuke.- Le escuchó decir en tono nervioso en el segundo en que tomaba la mano que acariciaba su mejilla para guiarlo por el sendero que ambos tenían que transitar.

Esa sencilla frase fue suficiente para hacerlo reaccionar, sintiendo de inmediato como aquella fantasía que su abatida mente había creado para su propio consuelo se hacía trizas. Parpadeó una y otra vez deseando encontrar a la joven que antes había estado con él, sin embargo, era esa otra mujer quien había usurpado su lugar. Mostrándole que esa cruda realidad a la que se rehusaba a pertenecer, ciertamente podía llegar a ser más devastadora y brutal de lo que en un inicio sospecho. Sin aguardar más tiempo rompió la unión que mantenían las manos de ambos como si ese tacto le quemara desesperantemente. Notando con contrariedad como ese blanco perlado que tanto añoraba volver a ver, era reemplazado por ese verde jade que sin comprender sus acciones, le observaban llenos de confusión.

-¿Pasa algo?.- Argumentó extrañada por el comportamiento que el Uchiha denotaba.

-"No eres ella".- Atacó sin miramientos su cabeza.- No, no ocurre nada.- Respondió seca y planamente recuperando la cordura y el gobierno de su mente.

-Vamos entonces.- Sonrió con alivio, estirando su brazo para poder tomar por segunda vez la mano del azabache, una acción que jamás pudo cumplirse pues sin contemplaciones, el Uchiha había resuelto avanzar justo antes de que sus cuerpos volvieran a tocarse, plasmando en esa ojiverde una amarga sensación de desazón.

La tenue luz de los diminutos faroles proporcionaba una atmosfera acogedora y hasta cierto punto melancólica, dando la impresión de que miles de luciérnagas danzaban complacientes para su público siguiendo las acompasadas notas de los violines. Un pesado silencio se formó en el ambiente al ver a la joven pareja hacer acto de presencia en el centro de la pista en compañía de sus padres, siendo precisamente Fugaku quien tomara la batuta de semejante farsa.

El tiempo pareció congelarse ante él ya que ni siquiera fue consciente de la sarta de estupideces que salían segundo tras segundo de la boca de su progenitor, aun así lo conocía lo bastante bien como para saber que todas ellas no eran más que un puñado de tecnicismos aristocráticos cubiertos en hipocresía, conveniencia y un éxito que distaba mucho de ser real. Palabra tras palabra, comentario tras otro, todos ellos seguidos muy de cerca por ese mar de sonrisas perfectas y fingidas… todo siendo tan falso, tan artificial. Todo era un engaño, una ridícula invención en la que él mismo había aceptado formar parte.

Desplegó finalmente aquella diminuta cajilla de terciopelo ante la vista curiosa de los invitados y también de la chica de cabellos rosados que aguardaba ansiosamente el poder ver lo que se hallaba en su interior. Un majestuoso anillo de diamantes con zafiros era lo que había revelado, reconociendo de esa manera que sin cabida a dudas, el compromiso era oficial… Sakura Haruno y Sasuke Uchiha, contrarían nupcias en menos de un mes. Sacó la llamativa sortija dispuesto a colocarla en la que dentro de algunas pocas semanas sería su esposa, no obstante, una misteriosa sensación se alojó en lo más hondo de su ser. Por un instante recordó ese día que había ido al parque de cerezos, así como la angustiosa energía que sin explicación alguna parecía rogarle porque no se marchara. Ambas eran prácticamente iguales, ambas parecían suplicarle porque mirara algo que en definitiva desconocía pero que aun así sabía y sentía que estaba ahí.

Solo fueron unos pocos segundos los que se distrajo viendo en dirección a la enorme audiencia que les acechaba. Estudió a cada uno, todos ellos vistiendo la más selecta ropa y los más costosos y bien elaborados antifaces. Todo de primera calidad, todo acorde a la gran ocasión… todos con excepción de una. Fue justó en ella que su atención se centró, en esa joven que sin mascaras, vestía elegantemente ese sencillo atuendo de seda en color blanco. La fresca brisa de la noche elevaba con un mágico magnetismo sus largos y oscuros cabellos, ocasionando que sus hondos abismos de oxidiana no pudieran evitar mirarla. Sus pálidas mejillas mantenían plasmadas las huellas constantes de su llanto y de ese gran pesar que en contadas veces transformó ese hermoso rostro en una muestra evidente de sufrimiento. Una de sus manos estrujaba nerviosamente el colgante que rodeaba su cuello, como si deseara fervientemente encontrar en él la fuerza que requería para retirarse sin hacer notar su existencia. Algo que fácilmente hubiese conseguido, si no fuese porque su extremidad cayó inerte hacíaa un lado dejando al descubierto ese bello crucifijo que mil y un veces añoro volver a ver… como ahora lo hacía.

-Hinata…- Musitó con la incredulidad latente de que se tratara de otra sucia jugarreta de su subconsciente cuando la vio partir. Aun así, su cuerpo pareció reaccionar con mayor velocidad que su mente ya que ante la presencia atónita de los invitados, de su familia y obviamente de la sorprendida ojijade, había sin más soltado el anillo que simbólicamente sellaba el compromiso entre los dos.

El grácil sonido del metal retumbó en sus oídos produciendo estruendosos ecos que no cesaban. Dirigió su mirar en la dirección que su prometido había tomado, manteniendo aun en sus memorias ese nombre que había articulado con tanta devoción. Con suma discreción limpió esa rebelde lágrima que sin haber hecho caso de sus órdenes, había decidido caer libremente por su mejilla, estrellándose dolorosamente justo a un lado de la tintineante joya. Inclinó su cuerpo para tomar lo que ahora por derecho le pertenecía y sin más se fue en busca de la única persona que conocía por aquel nombre que el ojinegro había dicho, rogando a los cielos porque no fuese la misma mujer por quien el Uchiha había decidido abandonarla ante las murmuraciones maliciosas de todo el mundo.

Su caminar era por demás torpe e inestable, no estando segura de cuánto tiempo más sus piernas lograrían seguir soportando su peso sobre ellas antes de colapsarse. Sentía tanta tristeza y desilusión que temía le cerrarían el pecho asfixiándola irremediablemente. Apretó sus labios evitando continuar llorando pero todo era inútil, el dolor estaba ahí, tan latente y vivo que era insoportable. Por un instante rememoro aquellos difíciles días llenos de médicos y hospitales… ni siquiera entonces su corazón agonizaba tan terriblemente. Una desencajada mueca se dibujó en su rostro al pensar en lo ilusa que había sido al imaginar que el pelinegro realmente esperaría por ella. Una amarga risa hacía si misma broto de su boca al recapacitar en lo que había pensado y en lo absurdo que ahora sonaba después de lo que había presenciado. Había sido tan torpe, tan estúpidamente ingenua. Cómo pudo fantasear con esa idea por tantos años si era lógico que Sasuke no solo no sentía lo mismo que ella, si no que era obvio que él continuaría su vida con alguien que si valiese la pena… con alguien que si pudiera permanecer a su lado.

-¿Quién está ahí?.- Preguntó nerviosa a la nada que aparentemente la rodeaba, poniendo a todos sus demás sentidos en alerta extrema. Podía escuchar las pisadas firmes de alguien que se acercaba, su mirar insistente que sentía la atravesaba, sin mencionar que su respirar era dificultoso después de la distancia que había recorrido por localizarla. Su cuerpo por instinto se vio en la necesidad de retroceder un par de pasos para protegerse de ese alguien que aun continuaba acechándola en las sombras. Distinguiendo al desconocido cuando una suave corriente le llevo aquel aroma tan particular y único que ella en definitiva conocía… él estaba ahí.

-Sasuke...- Solo fue un susurró, una leve caricia al aire.

-¿Tienes idea de cuantas veces desee escucharte decir mi nombre en todos estos años?.- Su voz profunda y corrompida se oía cerca, cada vez más y más cerca.- ¿Sabes cuantas veces imagine ver tú silueta en el árbol de cerezos?.- Reprochó mientras avanzaba, comenzando a acorralarla.- ¿Puedes imaginarte las miles de horas que espere tenerte así de cerca?.- Estaba furioso y solo esa ojiluna era la culpable.

-Uchiha-san yo no…- El ensordecedor golpe que hizo sobre la firme pared de concreto que se hallaba a sus espaldas freno cualquier intento que tuviese por dar explicaciones. Podía sentir su respirar sobre sus mejillas produciéndole escalofríos, el calor que desprendía su cuerpo al tenerlo tan próximo a ella y el embriagante aroma que parecía colarse por cada uno de sus poros sumergiéndola en una especie de trance del que tenía que despertar antes de que fuese demasiado tarde.

-Di mi nombre.- Demandó con vehemencia mientras reposaba desesperadamente su frente junto a la de la asustadiza pelinegra.- Quiero escucharte decir mi nombre.- Pidió casi como una súplica.

-Sa- Sasuke.- Lo llamó con el poco aliento que aun quedaba dentro de ella.

Sonrió con arrogancia al oír el maravilloso sonido que tomaba su nombre cuando salía de los labios de la Hyuga, no pudiendo creer que aquella pequeña niña que había conocido ese día de agosto, se hubiese convertido en esa hermosa mujer que temblaba con su solo roce.

-Te lo dije…- Empezó a hablarle de forma pausada e inquietante, tomándose el tiempo para retirar sutilmente esas saladas gotas que aun en silencio continuaba derramando.- Te dije que si rompías tú promesa lo pagarías y al fin ha llegado ese momento, Hyuga.- Tomó su mentón y sin poder contenerse por más tiempo, asalto los labios de la joven tal y como esa mañana lluviosa que sin poder resistir el deseo de verla dormir, había sido lo bastante ruin como para robarle su primer beso apenas siendo una niña.

Su corazón se sentía enloquecido con el simple hecho de mirarla, disfrutando como su sangre más despierta que nunca circulaba desenfrenada sobre sus venas y todo por ella, solo por ella. Ya no podía seguir negándolo por mucho a que su orgullo se interpusiera en el camino, la quería… la necesitaba consigo casi tanto como el aire que se requería para la vida.

El mundo de las fantasías era un lugar tan feliz, tan dulce, tan sencillamente perfecto que por un momento añoró poder permanecer en el por tiempo indefinido. Ambos, solo él y ella, alejados del resto de la realidad y de todos aquellos que renegaran de lo que sentían, desgraciadamente nada de eso podía ser. El mundo real existía tanto como lo hacía la persona por la que había llegado a parar a esa casa y quien a partir de ese momento, estaba unida al azabache por mucho que le doliera aceptarlo. Él ya había formado su vida, una muy diferente de la suya. Llena de personas inocentes que no merecían sufrir por culpa de alguien que a la larga solo lograría sembrar más abandono y tristeza en esa lastimada alma que el Uchiha poseía.

-U-Uchiha-san, creo que…- Trató de encontrar las palabras adecuadas para hacer lo que sabía era lo correcto, aun si eso la destrozaba fatalmente.- Creo que estas ma-malinterpretando las co-cosas.- La sensación de calor desvaneciéndose le hizo pensar que el ojinegro se había alejado de pronto de su lado después de lo que le había dicho, dejándole instalada una fría lapida de indiferencia, sin embargo, debía y tenía que continuar.- Yo…- Clavó sus uñas en la suavidad de su piel para darse valor y callar. No podía hacerlo, de ninguna manera lo orillaría a enfrentar junto a ella ese lúgubre futuro que la marcaba. De su boca no podía salir la verdad, su tiempo había pasado y para su infortunio ya era demasiado tarde.- Yo no vi-vine a la ciudad es-esperando en-encontrarte.- Mintió.

-¡Entonces porque estás aquí!.- Exigió saber tan bruscamente que le erizo los vellos de la nuca, deseando adherirse totalmente con esa muralla de concreto que detenía su huida.

-Haruno Sakura… es mi amiga.- Bajó el rostro para no tener que seguir soportando la ira en ese negro torbellino que era la mirada del Uchiha.- Es por ella por qui-quien estoy aquí así que….- Respondió a medias, inhaló aire y concluyó sin titubear dispuesta a marcharse.- Él que tu y yo nos hayamos encontrado fue mera coincidencia, solo eso.-

-¡Mientes!.- Lanzó con enfado mientras tomaba a la ojiluna del antebrazo deteniendo sus intensiones de irse. Oprimió con fuerza la blanca piel que sostenía entre sus manos y dando un gran impulso la arrojó contra la pared para retenerla consigo.- ¡Se que mientes, Hinata!.- Estuvo a punto de volver a tocarla, al menos si no fuese porque alguien lo lanzó fuera del alcance de la Hyuga, lo hubiese logrado.

-¿Hinata, estás bien?.- Le cuestionó preocupado del estado tan caótico en el que ese tipo la había colocado. La sujetó de los hombros tratando de tranquilizarla pero era inútil. Un sinfín de maldiciones salieron disparadas de su boca al verla de esa forma, no pudiendo evitar sentirse culpable por haberla dejado a su suerte. Tenía que sacarla de esa casa cuanto antes de lo contrario, corría el riesgo de exponerla y en su situación era demasiado peligroso.

-¡Quién demonios eres tú!.- Soltó con la rabia que sentía le haría pedazos la razón con solo ver a ese hombre protegiendo la pelinegra de su ataque. Su cerebro trabajó a velocidades inconcebibles, llegando a la dolorosa conclusión de que era ese sujeto quien había tomado su puesto en la vida de la Hyuga, sacándolo a él definitivamente. Todas las palabras, todos los momentos que habían compartido juntos no habían sido más que una mentira. Un absurdo espejismo que estúpidamente había tratado de mantener vivo durante estos diez largos años en que había deseado verle aparecer.

Pasó una mano por sus cabellos intentando hallar calma. Sonrió con burla y altivez hacía su persona sin importar que tanto la ojiluna como el pelirrojo lo tacharan por un demente, aunque recapacitando en sus actos, solo un completo chiflado aguardaría por tantos años el retorno de una niña que en cuestión de días había conseguido cautivarlo. Había sido tan imbécil que aun ahora y siendo él mismo testigo, le era difícil creer que esa mujer por quien habían sido todos y cada uno de sus pensamientos los últimos años, sí hubiese podido continuar su camino a diferencia suya.

-Vamos, creo que ya no tenemos nada que hacer aquí.- Le dijo Gaara mientras la tomaba de la mano para poder guiarla a la salida, seguidos muy de cerca por la mirada fulminante del menor de los Uchiha. Estaban por cruzar el sendero que los alejaría de los jardines cuando la aniquilante voz del ojionix destruyó la poca esperanza que aun latía vivaz dentro de su pecho.

-¡Espero verte en mí boda, Hyuga!.- Escupió con resentimiento, deseando por un segundo herirla tan terriblemente como lo estaba él. La vio girar su rostro en su dirección tras la invitación que le había hecho, dejando que el vacio de sus perlas se impregnara con el deprimente deslizar de aquella última lágrima.

Permaneció oculta entre los rosales unos cuantos minutos más, tiempo que le tomó a su joven prometido desahogar su frustración e impotencia tras lo que había oído. Cuando finalmente decidió retirarse fue que pudo salir de su escondite, alcanzando a observar los moretones y cortaduras que mantenían sus manos tras golpear infinidad de veces las gigantescas paredes de cemento. Avanzó entre la verde vegetación, recordando el rotundo fracaso en lo que se había convertido el que se suponía sería uno de los días más felices de su vida. Miró el hermoso anillo que adornaba elegantemente su mano, ni siquiera su belleza suplía lo que hoy había perdido. Negó lentamente con su cabeza haciendo que su delicado peinado se viniera abajo, cubriendo su espalda con esos cabellos del color de los cerezos. Estaba en un error, ella en definitiva no había perdido nada, porque sencillamente nunca lo había tenido. Cogió entre sus manos el brillante objeto que sobresalía entre el césped y restos de hojas secas, sintiéndose confundida con la decisión que tenía que tomar.

-Así que eras tú…- Abrió lentamente su mano permitiendo que el crucifijo que tantas veces había visto se plasmara una vez más en lo recóndito de sus orbes esmeraldas.-… Tú eres de quien Hinata siempre me hablaba.- Recordó la forma en que había conocido a la ojiluna mientras realizaba sus estudios en el extranjero, convirtiéndose de inmediato en una de sus mejores amigas.- Eres a quien deseaba volver a ver todo este tiempo…- Elevó su mirar hacía ese cielo estrellado, no creyendo lo cruel que podía llegar a ser el destino después de evocar la verdad que Hinata ocultaba tras esa mentira que alejaría al Uchiha de su lado. Capturó el crucifijo entre sus dedos, consciente de que en sus manos estaba la posibilidad de brindar felicidad a otros aun a costa de la propia.- Tú eras ese chico… ese del que ella se enamoro cuando era una niña.- Lo había dicho, aunque no significaba que él la hubiese escuchado.


Una tras otra, las semanas se habían desvanecido de la misma manera en la que las doradas hojas de los árboles caían presas de la llegada del otoño. El pesado aroma a incienso y cera quemada llegó hasta él de forma desagradable, siendo compensado por ese otro con olor a lirios y jazmines. La ceremonia se efectuaría dentro de pocos minutos en donde prácticamente todo estaba dispuesto, solo era cuestión de que saliera de esa habitación que le habían asignado para prepararse y todo habría terminado.

El repicar de la puerta le hizo sospechar que el momento había llegado. Recorrió con tedio el pequeño trayecto y tomando la metálica perilla, le dio la bienvenida a esa penetrante mirada aguamarina.

-Quién eres.- Soltó secamente, no pasando por alto el rostro de ese hombre el cual le era extrañamente familiar. A su mente vino la fiesta de compromiso y su encuentro con la chica pelinegra, sin olvidar que era ese pelirrojo el que había estado al lado de la Hyuga durante el anuncio de su boda. Sus ojos se abrieron repentinamente al recordar un detalle que había pasado por alto, algo tan importante y transcendental que si hubiese puesta mayor atención, hace mucho que habría mandado todo al diablo.- No es posible…- Alcanzó a decir con asombro alejándose cada vez más y más de la puerta. Esa noche estaba tan molesto que le había restado importancia, pero no podía estar equivocado. Ese individuo que estaba enfrente de él era el mismo tipo con quien había concordado ese día en el parque de cerezos, ese que había dejado caer un bastón de invidente durante el percance.

-Creo que ya empiezas a entenderlo, Uchiha.- Consultó el ojiverde al ver el desconcierto en el rostro del azabache.

Estaba en lo correcto, ahora era cuando comprendía esa sensación que encarecidamente detenía sus pasos impidiéndole partir… Hinata pese a todo había cumplido su promesa, había vuelto ese último día de agosto.

-Antes de que hagas o tomes cualquier decisión, es justo que estés al tanto de la verdad.- Finiquitó con serenidad cerrando la puerta tras de sí, impidiendo que los oídos externos escucharan el secreto que el chico necesitaba saber.

El resonar de las campanas anunciaba que la hora se había cumplido. El largo pasillo estaba decorado por enormes adornos florales que combinaban a la perfección con el alfombrado de rosas blancas que pronto recibirían a la bella novia una vez hiciera acto de presencia para su recorrido hasta el altar.

Desfiló su mirada ónix entre los invitados ahí presentes. Observó a sus padres y esos semblantes tan llenos de aprobación y deseos de ver en lo que se convertiría su vida de ahora en adelante… rodó sus ojos con notorio hastío e irritación. Continuó hasta ver a su hermano mayor. Los dos eran físicamente semejantes con excepción de esa mirada tan carente de vida que transmitía sin mucho esfuerzo y a la que parecía haberse acostumbrado finalmente después de tanta infelicidad. "La nada", eran las palabras más apropiadas para calificar lo que en el interior de su hermano aguardaba. Desvió su vista de la de él al percatarse de que era analizado, estando plenamente consciente de que ambos pensaban en exactamente lo mismo…

-"A diferencia tuya, yo si estaré con la mujer que amo."-

Ante ese pensamiento la buscó con inquietud entre las personas que aun entraban presurosas al recinto, pero el sonido de la orquesta y su interpretación de la marcha nupcial, evaporaron en el aire su deseo de volver a verla una vez más. Sacó de su bolsillo el crucifijo que la pequeña Hyuga le hubiese entregado en un pasado demasiado lejano, el mismo que siempre mantuvo a su lado… ese del que no había podido deshacerse por más que su orgullo se lo exigió a gritos.

Una dulce y sencilla sonrisa se esbozó sobre sus labios al ver al ojinegro con ese otro colgante que a completaba el que la pelinegra había dejado caer, topándose de frente con ese escudo de indiferencia que al verse descubierto contrajo su puño impidiéndole seguir espiando. El verde contra el negro, el pasado contra el presente se enfrento de pronto en una batalla silenciosa y a muerte, una lucha en donde solo el mejor saldría a flote. Solo fueron unos segundos pero para ellos fueron horas exhaustivas. Descendió con cierto agrado la mirada al aceptar lo que dentro de ese mundo de tinieblas y soledad habitaba… Ahora que lo había visto por sí misma, podía tomar su decisión.

-Yo no me ca…-

-Ella es el ser más preciado para ti, ¿verdad?.- Le oyó decir con una amarga alegría en cuanto pusiera el primer pie sobre el altar. Dejó a un lado el exquisito ramo que sostenía y ante el desconcierto de todos los presentes, sujetó la cadena que el chico ocultaba entre sus dedos y sin agregar nada más la plantó alrededor de su cuello.

-¿Porque haces esto?.- Le preguntó sin entender.

-Porque es lo correcto.- Respondió sonriente mientras depositaba en las manos del azabache ese segundo crucifijo. Ya no tenía dudas, dentro de toda esa horrible oscuridad en la que se recluía Sasuke, Hinata se había convertido en la luz que le mostraba lo bella que podía llegar a ser la vida aun entre las sombras.- Será mejor que se lo entregues, te aseguro que ella lo está esperando… a partir de ahora, eres libre.- Unos cálidos brazos rodearon su cuerpo en señal de gratitud, reafirmadas en esas palabras que el Uchiha le había susurrado al oído justo antes de salir por los pasillos de la iglesia.

-"Nunca olvidare lo que acabas de hacer, Sakura."-


Los pocos rayos de sol que aun lograban percibirse lentamente comenzaban a ocultarse, recibiendo célebremente la aparición de esos diminutos objetos luminosos que uno a uno empezaban a forjarse sobre ese inmenso lienzo con color a noche. Avanzó con ansiedad todo el trayecto que le separaba del árbol de sakuras, convencido de que ella estaría ahí tal y como cuando era niña. Se sujetó de uno de los troncos intentando recuperar el aliento perdido después de recorrer más de quince calles enteras. Viéndose recompensado con aquella imagen que fácilmente se podría confundir con los mágicos relatos de los cuentos de hadas. La admiró en calma como suspendía en el aire una de sus delicadas manos, esperanzada de poder tocar alguno de los tersos pétalos que tras el cruel otoño pudieran permanecer aun con vida.

-Se han ido.- Pronunció con pesar aproximando a su regazo aquel único y marchito pétalo de cerezo que tras ser tocado por la brisa del siguiente invierno, se había rendido para darle paso a los que dentro de algunos meses nacerían.- Mis queridos copos de nieve se han ido.- Lo alejó de su amparo y aun con desconsuelo lo dejo en libertad, concediéndole el derecho de surcar aquel infinito cielo que para sus ojos estaba prohibido vislumbrar.

-Hmp, solo a un ser tan extraño como tú le dolería la partida de las flores de cerezo.- Atinó a decirle en tono divertido sacándola así de sus pensamientos.

-¿U-Uchiha-san?.- Lo llamó con desconcierto de que se encontrara justamente ahí y no frente al altar celebrando su matrimonio como se supone debería estar.

-Acaso, esperabas a alguien más.- Habló indiferentemente.- Lo sé todo, Hinata…- La encaró decidido, acercándose hasta la joven mujer que instintivamente había cubierto su corazón al oírlo.- Se la razón del porque no pudiste regresar.- Confesó con tranquilidad al tiempo en que tocaba su pálida cara y la lluvia de recuerdos caía sobre ellos. Aun mantenía muy claras todas y cada una de las cosas que el Sabaku No le había contado, costándole trabajo reponerse del fuerte impacto que la noticia le ocasiono.

Esa pequeña niña que tanta paz le había brindado y con quien compartió tantos momentos en la dulce soledad, padecía de una enfermedad cardiaca de tipo congénita. De acuerdo a lo dicho por el pelirrojo, su familia e incluso la misma Hyuga siempre estuvieron conscientes de su existencia. Fue por ese motivo, por el que se la llevaron al extranjero en busca de más opciones que prolongaran su tiempo, siendo la principal razón del porqué se había ido tan repentinamente aquel día sin dar explicaciones de ningún tipo.

-"Ella sufrió de un infarto en la fecha que ustedes pactaron volver a verse."-

A partir de entonces su salud se vio deteriorada, empeorando irremediablemente con el pasar de los siguientes meses. Permaneció recluida en hospitales bajo la estricta vigilancia de los más prestigiosos médicos del país, sin embargo, cada uno de ellos concordaba al decir que esto simplemente era el inicio de una madeja que no tardaría mucho en desaparecer.

-"En diez años, Hinata ha sufrido de tres episodios cardiacos."-

Cada ataque había sido más terrible que el anterior, dejando a los doctores sin más armas para combatir su enfermedad… sencillamente ya no había nada más que ellos pudiera hacer, solo era cuestión de esperar lo inevitable.

-"La mayor parte de su corazón a muerto y su tiempo se ha vuelto indefinido."-

Su azulosa cabeza se movía de un lado a otro en forma negativa, no pudiendo creer que Gaara le hubiese revelado su secreto al Uchiha. Retiró el tacto que el azabache le ofrecía, retrocediendo unos pasos en su intento por apartarse de él.

-Déjame sola.- Pidió a sus espaldas, esforzándose por retener sus lágrimas.

-¡Quiero estar contigo, es tan difícil de entender!.- Sujetó su hombro haciéndola girarse y que lo escuchara claramente.

-¡Eres tú él que no entiende!.- Soltó agobiada mientras lentamente y después de algunos segundos, se animara a recorrer ese imponente rostro que el chico poseía.- Ya no tengo tiempo, Sasuke.- Una vez concluyera, liberó una ligera risa de alivio seguida por un doloroso llanto. Cubrió su boca en su deseo por que sus sollozos se perdieran en el fondo de su garganta.- No cuento con un futuro que ofrecerte… no tengo nada.- Dejó que el peso de sus piernas cedieran a la gravedad haciéndola caer duramente, no contando con más fuerzas para reprimir su desconsuelo.

El ruido de otro cuerpo cayendo cerca del suyo la hizo reaccionar. El Uchiha había caído de rodillas a su lado, quien tomándola por sorpresa se abrazó a su regazo desechando la idea de soltarla… esta vez las cosas serían diferentes, esta vez sí se aferraría a ella hasta el último momento.

-No importa si solo son días o años…- Susurró con toda la franqueza que alguien tan insensible como él podía tener, percibiendo como sus pequeñas manos de niña se sujetaban fuertemente de sus ropas después de oírlo hablar.- Eres todo el futuro que necesito…- Sacó del interior de su bolsillo sin destruir la unir que mantenían, ese hermoso crucifijo con el que habían hecho una promesa hace diez años y con el que al igual que en aquel entonces, juraría por hoy y siempre, el intenso amor que sentía por ella.- … Te prometo que estaremos juntos.- Juró con firmeza mientras le colocaba la cruz que él también portaba sobre su pecho y las que a partir de ese instante, jamás volverían a estar separadas una de la otra.


El abatir de los cerezos lo trajo de regreso a la realidad, contemplando gratamente el danzar de aquellos pétalos que con el pasar del tiempo habían sido sus más fieles confidentes, ya que solo ellos presenciaron su historia, su lucha y su espera.

El leve jaloneo de su saco lo hizo bajar la mirada ante la personita que tan insistentemente trataba de llamar su atención, no pudiendo evitar perderse una vez más en la pureza de aquellos hermosos ojos color de luna. La observó con detenimiento, estudiando cada detalle, cada sonrisa, cada simple facción afectuosa que realizaba ese tierno rostro de niña pequeña. Pasó una mano por sus negros y largos cabellos, admirando como desprendían delicados resplandores azulinos gracias a los brillantes rayos de sol que adornaban ese día de agosto. Cogió el crucifijo que reposaba alrededor de su cuello, cubriéndole de golpe una indescriptible emoción de felicidad.

-"Uchiha-san cuidara de él hasta mi regreso".- La evocó una vez más.

Se inclinó sobre sus piernas bajo la sombra del enorme y añejo árbol de sakuras, pronunciando en incontables oraciones el nombre de la persona que le había orillado a visitar esos territorios tan mágicos. Acarició con suma ternura la dorada placa de metal que prendía de la madera rugosa y dibujándolo en el aire, enunció dentro de su mente el nombre escrito en una pulcra y perfecta caligrafía… Hinata Uchiha (1980-2002).

-Te echo mucho de menos.- Colocó sobre la tierra el maravilloso ramo de flores de cerezo que cargaba entre sus brazos, sabiendo que ella de alguna forma escuchaba todo lo que tenía que decirle.- Lo recuerdas, ¿verdad?.- Le dijo con aquel esplendoroso mirar cubierto por el destello de las lágrimas que retenía entre sus parpados.- Hoy cumplo diez años… ¿no te alegras, mamá?.- Así era, ella había venido al mundo un último día de agosto, el mismo día en que tristemente también su querida madre se marchó para permitirle nacer. Teniendo como único recuerdo, el crucifijo que le habían obsequiado tanto ella como su padre, un regalo que cuidaba como un tesoro invaluable.

-Emh no sabía que te gustaran tanto los cerezos.- Indicó en forma risueña haciendo un esfuerzo por contener la risa después de ponerse de pie y mirar con sus propios ojos como el alto hombre que la acompañaba intentaba fervientemente capturar los rosados botones que tras la pronta aparición del otoño, caían del resguardo de sus fuertes ramas.

-Me gusta imaginar que son copos de nieve.- Contestó como si fuese lo más obvio a la infante que parecía meditar su respuesta.

-Papá, eres extraño.- Rebatió con una sonrisa en sus sonrosados labios.

-Hmp, mira quien lo dice.- Contraatacó metiendo sus manos a sus bolsillos con la intención de retirarse.- Vamos Hanako, ha llegado la hora de irnos.- Caminó solo unos pasos dejando que su hija continuara avanzando y así poder admirar el gran parecido que tenia con su madre cuando la conoció. Pese a que la joven se había ido hace mucho tiempo, una parte muy importante de ella había logrado quedarse consigo. Hanako era la persona a la que más amaba, a quien más protegería. Giró su cabeza, no pudiendo evitar la sensación de mirar hacía ese lugar que guardaba en sus entrañas las cenizas de la ojiluna.

-"Cuando era joven deambulaba solo entre las sombras… pero aun si fue en la oscuridad, solo tú tuviste el valor para guiarme entre las tinieblas".-

-Nos veremos, Hinata.- Se despidió una vez más como cada vez que visitaba aquel parque que poseía su más pura esencia.

"Esa niña ciega había sido ese diminuto rayo de esperanza que se coló en su vida, la misma niña a la que quiso, la mujer a la que amo y el ser al que esperaría como cada año, como cada ultimo día de agosto… después de todo, al igual que esos extraños y rosados copos de nieve que tanto había adorado… ella regresaría… siempre, siempre regresaría".

FIN.


Notas de Autor:

Hola, les mando un gran saludo a todos los que se toman la molestia de haber seguido esta historia. Espero sinceramente que les haya agradado este capítulo, que en lo personal me pareció demasiado largo pero necesario para abarcar todos los hechos que circundaron a esta pareja entre las etapas del pasado y el presente. Me despido no sin antes darles las gracias por su apoyo, estaré como siempre esperando sus comentarios. Les mando muchos besos, saludos y bendiciones, se despide Lady Akari-520.