Capitulo 2

Quince minutos de expectante silencio. El rostro de Tsunade estaba pétreo.

La mujer, una soltera dama de cincuenta-y-qué-importaba, cabellera rubia y orbes color miel; estaba sentada tras su lustroso y ordenado escritorio de caoba. Con el mentón apoyado en una mano mientras que la otra tenía alzada casi a la altura de sus ojos, un par de hojas bond con una texto a doble espaciado y en tinta casi traslúcida resultante de una impresora desfalleciente.

Estaba callada y su semblante seguía inmutable mientras releía en silencio ambos documentos, por tercera vez. Con aquél meditabundo escrutinio, digna de ser la misma expresión de un demonio meditando; al menos según Sakura.

La joven de cabellera distintivamente rosácea, permanecía callada y a la expectativa de cualquier comentario, seña o monosílabo de la rubia jefa.

Quince minutos… ¿Qué tanto puede tardarse en autorizarlo?, incómodamente y en el acto, aquella insulsa y molesta vocecilla en su cabeza apareció de repente. Aquella leve conciencia (o inconsciencia; depende de qué lado le conviniese a la muy insulsa) solía emerger de su mente casi siempre como el eco de un soliloquio.

Notó que Tsunade arqueó una ceja. Y ese gesto le hizo a Sakura percibir que el tacto de sus manos se tornaba más húmedo.

Pasé el corrector ortográfico. Sé que lo hice al menos tres veces… Sakura Haruno sintió aquel tenso movimiento en sus labios, y sus dedos tamborileaban nerviosamente. ¡La fecha! ¡Rayos!... si volví a olvidarla , me muero…

Y el silencio se rompió. Tsunade dejó las lívidas hojas sobre el escritorio y emitió un suspiro de cansancio. Y la expresión de su rostro cambió,

Ay, no…

—Sakura… —la mujer rubia volvió a exhalar y las sílabas salieron parsimoniosamente—¿Qué es esto?

La joven sintió agolparse un trago de saliva en su garganta.

¿Y si era la ortografía? No podía ser, debería estar bromeando, si ésa era una de sus más arteras herramientas. ¿Sería la corroboración? ¿La fecha quizás? Todas las ideas y dudas se atascaron a la vez en su mente y sólo atinó a responder cortadamente.

—Verifiqué la fecha y el dato de…

—Una semana. –Tsunade comenzó a hablar calmadamente, casi como si quisiera deletrarle las palabras, aunque bien esta era una medida preventiva para no estallar en gritos, como ocurrió la semana pasada—Tuviste una semana para trabajar en una noticia… —ahora enarcó la boca. El ceño se denotó más circunspecto—…y esto dista mucho de ser una nota seria.

—¡Pero si era un robo!

—Era un pobre hombre que olvidó sus llaves dentro de su auto. –el ceño levemente fruncido y el dedo índice de su dedo derecho se detuvieron en una de las fotografías, tenuemente borrosas; tomadas con apurado pulso.—Al menos es lo que yo puedo ver aquí. Y con estas pésimas fotografías, decir eso ya es mucho,

Efectivamente, la escueta imagen revelaba el sombreado de un sujeto aparentemente forcejeando contra la puerta del lado del conductor de una enmohecida camioneta; a plena luz del día, con el semblante borroso; más aparente la silueta de otras dos personas cerca del supuesto "sospechoso".

Genial, Sakura… simplemente genial.

La mujer rubia dejó las hojas y las burdas fotografías de nuevo sobre el escritorio, y se llevó la mano a la frente como si avistara un dolor de cabeza

—¿Al menos corroboraste la información?

—Yo… hum…—la voz de la joven murió en un suspiro.

Tsunade carraspeó, entregándole el insignificante informe. Ladeó la cabeza de un lado a otro, en un gesto perentorio de desaprobación. Sakura simplemente bajó la mirada hacia el piso, como si la textura de la duela fuese lo único que pudiese mirar sin sentir ese apesadumbrado sentimiento de inutilidad.

—Haruno-san, ¿realmente está conforme con su trabajo? –Y la pregunta de Tsunade la sacó de su corto ensimismamiento.

Era eso, justamente eso lo que no quería escuchar. Sabía muy bien que cuando Tsunade enarcaba el modo de hablarle "de usted" era muy mala señal. Solía llamarla por su nombre sólo cuando las circunstancias eran fortuitas y no había ninguna falla en el trabajo; pero escucharle así de seria y precisamente en este momento no era nada alentador.

Y tampoco era bueno que usase ese tono de voz por tercera vez en la semana.

Sólo alcanzó a responder con un cohibido "si", que bien la mujer de rubia cabellera contestó con una retahíla de explicaciones acerca de la seriedad de trabajar para uno de los pocos periódicos locales que distaban de ser simples notas amarillistas y partidarias; y mencionar el hecho de que si no podía con cubrir simples reportajes bien podría moverla a columnista pudo haber sonado como el tiro de gracia.

—Sólo lleva tres meses aquí, así que aun esta a prueba, Haruno-san. –fue la última emisiva de Tsunade.—Puede retirarse.

Ella asintió sin objetar nada y se dirigió a su cubículo. Aquellas pequeñas tres paredes de hormigón que rodeaban su reducido escritorio de triplay, ahora lleno a tropel por una pila de papeles, informes, notas y post-it dispersas sin orden alguno.

Bien había sido una mala semana, pero tampoco podía excusarse con eso. El lunes había perdido una entrevista con el sub gerente de Financieras Sabbaku a causa del tráfico y del tremendo retraso del autobús con destino a Sunagakure, esa misma tarde, el reportaje que le habían asignado relativo a Farmacéuticas Nara había pasado a ser trabajo de InoYamanaka, compañera de piso; la cual alegaba que bien podría hacerse cargo ya que uno de los responsivos había sido compañero de ella en preparatoria.

El martes no fue ni tanto mejor, perdió el autobús y llegó tarde por segunda vez consecutiva, al regresar había descubierto que su correspondencia había sido parcialmente devorada por el molesto perro faldero que pertenecía a su vecina de enfrente y casera, la cual, para colmo, le recordó de su adeudo de la renta del mes en cuestión.

Y ahora miércoles, su estado anímico no había mejorado nada. La presión por conseguir alguna noticia que repusiese las pérdidas de sus dos intentos anteriores fue simplemente el detonante de esta mañana; y lo había admitido, estaba desesperada. ¿Desde cuándo una simple urbe en crecimiento como lo era Konoha estaba tan quieta?

Al menos no llegaste con las manos vacías como siempre… se dijo mentalmente.

—¿Sobreviviste o no, frentuda? –a sus espaldas, Ino Yamanaka inquirió, denotando una tenue sonrisa.

Sakura exhaló, fastidiada.

—Pues Tsunade casi se deshace de mi…—musitó—. Según lo sentenció, tengo el resto de la semana para redactar una nota completa y verídica… o me mandará al departamento de orbituarios.

—¡Jah! ¿con el parco de Shikamaru? Si fuese tú renunciaría entonces.

—Creí que salías con él –Sakura alzó una ceja, levemente contrariada. Ino simplemente ladeó un poco la cabeza y miró hacia el techo.—…oh, entiendo.

—Es un desastre –enunció con una lacónica sonrisa. Se aclaró la garganta—Así que una noticia para esta semana ¿eh? Pues deberías apurarte, estamos a miércoles ya. –sin esperar respuesta, dejó sobre el teclado un par de hojas, llenas por ambos lados—Por cierto, ¿podrías ayudarme a corregir esta nota? Aun debo terminar de revisar las fotografías.

Sakura le miró aturdida y levemente molesta.

—¿Qué? ¡Hey!, si aun tengo trabajo por terminar… no tengo tiempo para…

Por favooor –pidió con aquella vocecilla chillona que siempre solía usar a modo de chantaje. Sakura venía escuchando ese tono tan peculiar desde el bachillerato—Son sólo dos hojas, no es mucho.

—¡Ino-cerda!

Sin embargo, el grito de Sakura sólo quedó dirigido a una distante Ino que musitó por el pasillo un escandaloso "Gracias".

—Sólo dos hojas… ¡por los dos lados! –Sostuvo para ella misma, soltando un suspiro de hastío—…genial.

Su atención se desvió hasta su teléfono móvil, sepultado por dos folders y su caja de almuerzo. La pantalla brillaba intermitentemente, con el silencioso vibrar de Mensaje Recibido.

Reconoció el nombre de Hinata Hyuuga en la barra de datos.

"Sakura-san, la prueba del vestido se retrasó y no podré llegar a tiempo para el almuerzo. Yo te marco después."

Sakura exhaló, apoyando la cabeza contra la palma de su mano libre. Pasó con tecleo rápido hacia el buzón de mensajes nuevos, cerró la aplicación y estando a punto de apagarlo, la pantalla volvió a brillar, con aquel siseo intermitente. Abrió el mensaje nuevo, sosteniendo una exhalación de abatimiento al leer el remitente.

"Sakura, ¿Por qué no contestaste los recados? ¿Todo está bien? Mira que hacerle pasar semejante susto a tu madre… ¿ya has publicado algo en el diario? Si no estás ocupada al menos deberías tomarte tu tiempo para comunicarte acá, que me tienes con pendiente todo el tiempo… Bueno, te llamo en la noche. "

Miró de nuevo hacia la pila de carpetas pendientes, las hojas dejadas por Ino y de nuevo el teléfono.

Este iba a ser un día muy largo.

0—

Normalmente, el camino del trabajo hacia el apartamento era un interludio bastante agradable. Sakura estaba ávida de rutina y se había empeñado enseguir el mismo trayecto todos los días, eso la mantenía con los pies en la tierra y le proporcionaba la sensación de formar parte de un contexto. A no ser que llegara escandalosamente tarde o que estuviera tan agotada como para tomar el autobús. Pero hoy, la rutina le había declinado el ánimo. Salió media hora tarde tras esperar a Ino y terminó perdiendo nuevamente el autobús, conllevando con eso que llegase casi una hora más tarde de lo que había augurado al apartamento.

Sakura se bajó del autobús a unos veinte metros del edificio donde vivía. Podía verlo desde allí, aunque normalmente intentaba no mirar. El adusto edificio, los menos de treinta metros cuadrados donde se pasaba las exiguas horas libres de la semana, parecía una reliquia sobreviviente de una guerra pasada. El techo estaba remozado con dobles tejas, algunas sobrepuestas con apuro y otras esquinadas como amenazantes proyectiles listos para caer ante el más mínimo movimiento telúrico. Sólo eran dos plantas y a diferencia de los edificios suburbanos del centro, los apartamentos estaban dispuestos en horizontal, a lo largo del terreno bardeado y todavía engasado con aquella pintura blanca que cada día parecía enmohecerse a la par del edificio.

El portón principal estaba entreabierto, Sakura alcanzó a vislumbrar levemente la puerta que correspondía a su apartamento; el número seis, ultimo en la hilera izquierda y colindante con la puertecilla de servicio que daba hacia un desalojado terreno baldío que…

¿Se estaba incendiando?

Los verdes orbes de la joven se giraron al instante hacia una tenue hilera de humo que iba más allá de detrás de los apartamentos, ascendiendo hasta desvanecerse poco a poco entre las gibosas nubes. El estrépito armado por dos autos que doblaron hacia la esquina, justamente a sus espaldas confirmó aquella leve inquietud.

¿Y eso? La interrogante salió y quedó callada en el instante en el que recordó otro de los inconvenientes de vivir "modestamente" cerca de las afueras de la ciudad. La noche anterior, un peculiar barullo se hizo presente justo en casi horas de la madrugada, cuando uno de los edificios destinados a laboratorios y fábricas de dudosa procedencia estalló en una ahogada llamarada. Ella apenas y había percibido el pulular de las ambulancias, patrullas y bomberos en medio del estrépito armado por los vecinos.
Esta mañana el informe apareció en las noticias comunicando que no se había tratado más que de un incendio provocado y que el fuego fue controlado al punto de evitar terciadas detonaciones.

Y ese humo emergiendo justo a esta hora de la tarde no era algo que pudiese ignorar tan fácilmente.

Bueno, Tsunade quería una noticia, ¿no?, apuntó aquella vocecilla en su mente. Pues no vas a encontrar nada que reportar sentándote frente al televisor y con un bote de helado.

Miró el reloj de pulsera.

—Siete y media –se dijo pensativamente, mientras que su otra mano portaba con firme pulso su bolso.

Y ahí estaba también la pequeña grabadora… ah, y la cámara digital que te costó un mes entero de intereses con mamá.

Y echó a andar en dirección a la calle aledaña al camino rural.

0—

Danzou permanecía con los brazos cruzados, y su hosco rostro denotaba un disgusto muy poco disimulado. Llevó una mano a uno de los bolsillos de su saco, sacando una cajetilla arrugada de cigarros sin filtro.

El humo generado por este le dio de lleno en el rostro a Genma Shiranui, quien retomaba las hojas reglamentarias de la aseguradora. Miró directamente a Danzou de nuevo y la expresión de este le incomodó aun más que el apestoso cigarro.

—Gran parte de los daños fueron en la planta subterránea e inferior del edificio –musitó mientras sentía que la mirada inquisidora de Fuu, el guardaespaldas de Danzou, le escrutaba con una saña perniciosa e intimidante—Tengo los datos de los daños y pérdidas redactados por Yamashiro-san ayer, y…

—Estoy al tanto de las pérdidas, Shiranui-san –Danzou notó el gesto dubitativo de Genma. Irrumpió a propósito, frenando en seco lo que parecería una lista interminable.—Y según tengo entendido, Torune se ha encargado de eso. No le veo el caso de citarme a estas horas.

—Su firma… bueno, es mero formalismo pero –Genma le mostró el endose de las últimas formas—…sólo por corroborar que usted…

El gesto inquisitivo de Danzo no desvaneció. La insistencia de aquel agente del departamento de Seguros de Konoha era algo que no estaba contemplado, y eso era un pequeño inconveniente que debía sacarse de encima; una molesta piedrita que bien podría provocar una avalancha innecesaria.

—Shiranui-san, con todo respeto, pero considero esto innecesario e inútil de su parte –enunció con aquella voz grave que le caracterizaba desde su última postulación en el gremio de Raíz Labs—Según tengo entendido, yo mismo llené esos mismos formularios esta mañana y por triplicado. Si la aseguradora no tiene el registro como debería, entonces no es una empresa que toma en serio su trabajo.

—Yo, podría verificar eso…

Detrás de ellos, al otro lado de lo que solía ser la pared frontal del edificio –ahora convertida en una pila de escombros calcinados- dos empleados más de la aseguradora rondaban con sus tabletas de datos. Cuatro elementos del distrito de bomberos verificaban los fluctuantes conductos donde solían estar las instalaciones de gas, así como los residuos flamables.

Quizás demasiado bullicio para haber sido un incendio menor, inquirió aquella joven que se había quedado en la esquina, contemplando el ir y venir de los empleados de la aseguradora e inclusive algún otro transeúnte curioso.

Sakura llevaba había sacado la cámara del bolso, y ahora la llevaba sujeta en la una mano, mientras la otra aun sostenía el gafete del departamento de Prensa de Konoha. Se abrió paso entre la bulliciosa acera, mientras su mirada examinaba las calcinadas paredes de aquel edificio. Enfocó el lente de la cámara hacia una de las portezuelas traseras, la cual estaba sostenida por uno de sus goznes y pendía hacia la derecha como una raída hoja de papel, presta a ceder a la inclemente gravedad. Luego el lente encuadró la placa que enunciaba el nombre, ahora ennegrecido como un pedazo retorcido de carbón.

De reojo avistó a los dos empleados de la aseguradora y al renombrado responsable y acreedor de Raíz Lab's; Danzou.
Reconoció el enjuto semblante debido a las desvaídas gasas y vendas que ocultaban el lado derecho; marca originada por un accidente automovilístico hacía ya diez y el suceso quedó relegado a un mero asunto personal. No se indagó más al respecto, pese a que el hombre era uno de los funcionarios públicos del Departamento de Salud del País del Fuego. Ahora con casi sesenta años, se había quedado al frente del Centro de Investigación Genética Avanzada, actualmente nombrada bajo la firma trasnacional de Raíz Lab's.

Y ahora la planta principal se incendió misteriosamente… indagó Sakura arteramente mientras activaba la grabadora de mano.

Alguien le palmeó el hombro y esta se giró, encontrándose con una cara conocida y nada oportuna en el momento. Karin, una joven compañera de su mismo departamento de redacción; cabellera rojiza, gafas de montura gruesa y con una cotidiana expresión de pocos amigos, se limitó a hacerle una seña mustia a modo de torvo saludo. Cosa que Sakura respondió casi de mala gana.

—¿Has conseguido una entrevista con Danzou-sama? –inquirió abruptamente. Sakura, contrariada e incómoda, atinó a negar con la cabeza. La pelirroja espetó una sonrisa cancina— Gracias.

Y quedándose casi a palmos de narices, con la grabadora aun sobre su mano y la mente aturdida en un diálogo altisonante dirigido a la impertinente chica de lentes, Sakura sólo pudo espetar una minúscula palabra a modo de maldición.

—¡Rayos!

0—

El calor había pasado. Se sentía sofocado y los pulmones halaban aire de una manera errática… muy, muy diferente al ritmo que solían hacerlo.

Quería moverse, pero el cuerpo simplemente seguía reacio a hacerlo.

Sentía en el cráneo un dolor terrible que aumentaba y disminuía a intervalos, y su visión era borrosa en los bordes. El estallido de hacía horas atrás, le dejó aturdido y el calor le apremiaba un sopor que podría ser mortal de haberlo permitido. Se había quedado oculto entre uno de los huecos travesaños de un contenedor de desechos, aun después de que uno de los portones desplomados fue a dar al interior de este, cerrándolo casi por completo.

Algún tiempo más tarde —no sabía cuánto pues el tiempo era para él como un sueño—, percibió un olor a hombres.

"Cuatro", pensó... "O tal vez más".

Pasaban cerca de su escondite. Un momento después oyó el roce de sus botas sobre las piedras. Uno de ellos gritó a otro:

Kamisama… ¡Aoba-san! ¡Aoba-san!

Dos pasos se adelantaron hasta uno de los escombros. Escuchó los pasos muy cerca de él, detrás del contenedor quizá.

—Mierda… —respondió otro. Alguien más se aproximó—. Traigan una camilla y una manta. Los forenses tendrán mucho trabajo esta tarde.

¿De quién estaban hablando? —Itachi se preguntó, mientras los párpados le obligaban a abandonarse de nuevo de la realidad—. ¿Y por qué podía entenderles con tanta nítidez?

Éste era un enigma que tendría que resolver cuando dejase de dolerle la cabeza.

Una corriente de húmedo aire se filtró perniciosamente en sus fosas nasales, mientras que un sonido fluctuante abatía las paredes del enmohecido contenedor, con un eco sordo y constante. Sintió que se le helaban los pulmones. Un gruñido entrecortado brotó de su cuello. Se estremeció y empezó a gruñir, sin percatarse que el sonido que emergía de su garganta sonaba más grave.

Su mente aun turbada y confusa sólo le remitía dos cosas: el frío húmedo y el hambre.

Dos cosas que concordaban.

Si quería vivir, tenía que encontrar la manera de salir de aquel lugar. Intentó incorporarse, pero el cuerpo aun apremiaba a aquel confuso hormigueo. Le flaqueaban las extremidades, negándose a sostenerle.

Bien podría quedarse allí, guarecerse de la lluvia en aquel desvaído contenedor, si no fuese porque el frío literalmente estaba calándole en los huesos.

Un escozor que nunca había sentido antes debido al denso pelaje.

Esa cosa…

Y todavía podía sentir la peste de aquel químico.

Hambre. Frío.

El frío era más intenso. Quedarse no era un imperativo… menos desde que alcanzó a ver un lejano reflejo luminoso. Proveniente de una ventana.

…tal vez no muy lejos.

0—

—… ¡¿y la dejaste quedarse con la nota?! ¡¿Así nada más?! –la voz de Ino se escuchó agraviada desde el otro lado de la línea, además del sonido del televisor a todo volumen—¡¿Dónde rayos tienes la cabezota, Sakura?!

Sakura exhaló hastiada.

—Oye, no iba a reñirle como si se hubiese tratado de un pleito de mercado…

—Es tu trabajo… ¡Al menos así hubieras estado a mano con Tsunade-sama!

—Aun me quedan un par de días para sacar una nota, puedo apañármelas con eso.

E Ino replicó otra sarta de acusaciones triviales, haciendo que Sakura alejase la bocina del inalámbrico unos centímetros; conocía a su amiga cuando se ponía en su modalidad quisquillosa… y eso sin agregar que el tema en cuestión era la arpía de cabello rojizo que trabajaba con ellas. En este momento, bien no podría importarle que Ino hablase hasta por los codos; Sakura simplemente agradecía que la frágil línea de teléfono no hubiera colapsado en interferencia, como solía pasar con cada simple tormenta.

Hasta que la línea de teléfono, la luz y el débil sonido del televisor enmudecieron por fracción de segundo. Se quedó en penumbra por casi un parpadeo, mientras que el eco de los cubos de basura en el patio general al ser derribados fue todo cuanto podía oírse.

—Ay no… —la joven de cabellera rosácea se quedó quieta, sin levantarse del sillón y esperando que aquel sonido sólo se tratase de un simple ventanal golpeado por el aire.

El golpeteo que surgió repentinamente, en el mismo lugar.

Bien, piénsalo de esta manera, Sakura… llueve tanto que nadie se atrevería a salir… y tu estas sola en casa… ya pasan de las diez de la noche, el barrio esta sólo y ese ruido tal vez sea…

Y decidió interrumpir sus propias cavilaciones. Se levantó a hurtadillas andando hacia el umbral y deteniéndose a pocos centímetros del cerrojo, mientras que una mano estaba indecisa entre si encender o no el interruptor de la lámpara exterior.

En vez de presionar el interruptor, su mano se deslizó hacia el mango de la escoba que descansaba junto al marco de la puerta. No sería el mejor método de defensa pero al menos podría darle tiempo de "golpear-y-gritar" lo suficiente como para que alguien escuchase.

Y abrió la puerta de repente, empuñando la escoba, sólo para encontrarse con el pegajoso linóleo a causa de la lluvia y lo que había sido dos bolsas de basura; ahora masacradas en una especie de amasijo indescifrable.

—Oh… Kami… ¡Que asco…! –aun antes de que pudiese escrutar con más detalle, una manchita rojiza se escabulló entre las desgarradas bolsas y pasó entre sus tobillos—¡Aaghh!

Sakura alzó la escoba en reflejo instintivo. Chocó torpemente contra el marco de la puerta y el mango de la escoba se le resbaló de las manos y en uno de los intentos por no pisar uno de los charcos, cayó de rodillas contra los restos de la bolsa haciendo que esta terminase de vaciarse sobre su endeble pantalón. Mientras, el causante del desastre; un empapado terrier rojo, le contemplaba con una mirada inocente.

—¡SASORI! –Sakura gritó en medio de un revoltijo de basura, lodo y otras cosas que no quería averiguar—¡Tuu…! —alzó una mano hacia el marco de la puerta para levantarse, y en lugar de eso, sus dedos asieron una inestable caja plegada que en nada ayudó. Volvió a caer sentada, y una de las bolsas colapsó, rompiéndose también como las otras.—¡Maldito chucho endemoniado!

Y como si fuese una burda y lacónica risotada hacia ella, el perrillo empezó a ladrarle. Con aquel tono tan irritante, como el de uno de esos sosos juguetitos de cuerda.

La puerta del departamento de enfrente se abrió y el semblante de una señora mayor, muy mayor y muy enojada, escrutó con severidad a la confusa muchacha empapada.

—Haruno-san ¿Puede explicarme qué es esto?

La señalada se levantó como pudo, sin bajar la guardia de su expresión.

—¡El perro! ¡Ése…animal!–gritó en una especie de gemido contenido, señalando al terrier, el cual había corrido hacia la puerta de la anciana, haciendo chirriar el par de rueditas que componían su paupérrimo intento de silla de ruedas; lo que le daba el peculiar aspecto de un perrito de juguete—¡Mire nada más lo que hizo, Chiyo-sama!

Y Sasori seguía ladrándole.

—Mi Saso-chan no haría tal cosa –la anciana le dirigió una mirada apacible al can, para luego volver a fruncir el ceño a la joven—Si usted hubiese sacado la basura el día acordado en vez de tenerla arrumbada frente a la puerta, se hubiera ahorrado todo ese desastre.

—¡Pero es que él…!

—Y según recuerdo, no ha terminado de pagar el depósito del mes pasado –la anciana espetó casi farfullando. Sakura ya no dijo nada más—Si no lo tiene para esta semana, me veré en necesidad de cancelar el contrato de la renta y desalojarla lo antes posible…

Mierda… la renta… ¿porqué lo de la bendita renta justo ahora?, pensó, asintiendo como lo haría una chiquilla regañada. ¿qué más podía alegar?... hasta no pagarle a la condenada anciana podría entonces insinuarle que lo más humano que podía hacer por escandaloso animalejo era ponerle fin a su miseria…

Si las cosas fueran tan fáciles…

—Le pagaré el viernes. –respondió casi por inercia.

—Eso espero. Buenas noches.

La luz había vuelto y el teléfono marcaba con un constante tintineo dos llamadas entrantes. Tomó la primera por inercia y sin ver el número.

—Joder, Ino-cerda ¡¿Qué no puedes esperar a que…?!

—¡¿Qué has dicho, niña?! –la voz al otro lado de la línea no hizo más que incordiar más la faena de la noche y su fastidiado estado de ánimo; ahora con una amenaza de desalojo, el cubo de basura desparramado delante de la puerta de entrada y sus ropas oliendo a desperdicios y lodo, lo último que necesitaba era lidiar con las farfullantes amenazas de Mebuki Haruno—¡Cómo se te ocurre hablarle de ese modo a tu madre!

… lo siento, yo…

—¡Por eso no conseguirás marido! ¡Con semejante vocabulario! ¡Yo a tu edad…!

Sakura alejó el auricular mientras hacía un intento por no explotar en una sarta de excusas y frases incongruentes que no harían más que tornar la conversación en un estira-y-afloja tedioso como en aquellos días en que aún vivía en casa… así que sólo se limitó a asentir, negar o responder en automático.

—Tu padre pregunta cuando publicarán un artículo tuyo en el periódico… —murmuró su madre ante las escuetas frases de su padre posiblemente viniendo desde la sala—, je, no se para qué lo pregunta si no pasa de la sección deportiva.

—Posiblemente esta semana, y…

¡CRAAAAACK!

Un estrépito proveniente de la puerta trasera que daba al patio de servicio irrumpió la monótona cantaleta de "Si mamá, no mamá" por parte de Sakura. Algo se había movido entre el portón y una de las cajas.

—Mamá, tengo que colgar… Llamo en la mañana, ¿ok?

Escuchó a su madre responder en medio del silbido de la lluvia.

¡CRAAAAACK!

La puerta volvió a azotarse, a causa del viento y el agua entraba por el umbral mojando el linóleo. Sakura colgó por reflejo, mientras su atención estaba fija en el piso.

Algo había entrado… Algo que dejó sendos charcos de agua por toda la cocina.

¡Sasori! Pensó con fastidio, mirando las amorfas huellas dejadas en medio de un caos de lodo. Huellas grandes para ser de un chucho faldero como él… pero su encordada mente es lo único que relacionó.

—¡Ése maldito animal! ¡Ahora sí! ¡Esto es lo último…!

Y sus ojos casi saltaron de sus órbitas, al ver aquella sombra agazapada detrás de la mesa de la cocina. Un muchacho… y obviamente era un muchacho…

…desnudo…

Y Sakura gritó. Gritó como nunca antes lo había hecho.

Continuará

N/A: Siglos y SIGLOS sin actualizar... pero este fic aun vive... ya veremos cómo resurlvo el resto de la trama.