Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.

Pareja principal: Sesshomaru y Rin

Pareja secundaria: Kagome e Inuyasha

Advertencia: Este fic contiene incesto (todo el fic es un gran incesto) y LEMON explicito y excesivo. En este fic Rin tiene 13 años al momento de aparearse con Sesshomaru (tengan en cuenta que era completamente normal para niñas casarse y tener hijos a esta edad en edad media, no solo en Europa, también en Japón).

La idea surgió totalmente espontaneo. Resulta que estaba buscando posibilidades de cómo Sessh y Rin podían ser incestuosos y se me ocurrió este fic. Tenía muchas ganas de hacer algo bien retorcido. Pasar mi idea en el papel. Darme el lujo de ser pervertida y libre en escribir sobre ese tema y terminó siendo un regalo de cumpleaños para Sora-Rin111.

Aclaraciones: Aunque el fic sea incesto, ¡no quiere decir que estoy de acuerdo con el! ¡No apoyo el incesto! ¡No lo soporto! ¡No me imagino a mí teniendo relaciones sexuales con la parte masculina de mis parientes! Me parece algo totalmente enfermo PERO es un tema que me parece interesante explorar, presentar, describir en algún trabajo literario. Porque es algo controvertido e inmoral hoy en día si aparece una pareja así.

Otra cosa que quiero aclarar, estoy totalmente consciente de que los niños que nacen de uniones incestuosas la mayoría de las veces salen muy enfermos, deformados mental y físicamente, que la mayoría de las veces los niños mueren a una corta edad. Pero en el fic los niños nacerán súper bien, sanitos y fuertes.

Luego las apariencias tan variadas y casi imposibles dentro del Clan Luna, no pienso describir el porqué de ellas, solo las pienso combinar como a mí me parece, porque también tengo consciente de que tiene que ver con biología, con genética. La manera de ¿qué alelos se ponen en parejas? ¿Si se trata de una combinación homocigoto dominante o recesiva? ¿Si es un heterocigoto con un alelo dominante y uno recesivo? y otro bla, bla, bla que no pienso mencionar.

Lazos prohibidos

Fic dedicado a Sora-Rin111 para su cumpleaños. ¡Feliz cumple años onee-san!

-por: Sakura no Hana-

Capitulo 1: Demonios del clan Luna

Hace cuatro milenios los primeros demonios habían pisado las tierras firmes de Japón. Un pequeño grupo de demonios perro, haciéndose llamar el clan Luna, por su característica marca en forma de luna creciente, se habían establecido en las regiones del oeste. Simultáneamente, otro grupo de demonios habían tomado las regiones del este, los demonios gato, haciéndose llamar el clan Sol, por las marcas en forma de sol. Y con el tiempo un grupo de demonios lobo que se quedaron en las tierras del norte.

Ellos aún no tenían la capacidad total de tomar la forma humana así que los fundadores de las tres razas completamente limpias, pasaban la mayoría del tiempo en sus formas originales.

Los de la Luna, eran perros gigantes y blancos, llevando en sus cuerpos la luna creciente y líneas purpuras que podían aparecer en una sola línea, en líneas dobles o, en el caso extremo y sumamente raro, en tres, pero jamás en cuarto o más. Los del Sol eran gatos naranja, enormes, con colmillos por lo menos cinco veces más grandes que los de la Luna, llevando en sus abrigos los soles. Los lobos eran parecidos a los de la Luna pero a la vez eran completamente diferentes. La mayoría de ellos eran de abrigo marrón, algunos con el abrigo blanco, gris, negro y hasta de colores combinados, sin ningunas marcas.

Desde el principio, los de la Luna y Sol no podían soportarse, mucho menos verse. Si por casualidad se encontraban de inmediato el encuentro irrumpió en una pelea ardiente de los individuales para luego convertirse en algo que incumbe a todo el grupo.

Como había pocos, sabían que tenían que reproducirse, pero jamás se mezclarían entre sí. Por eso cada una de las razas empezó a producir herederos.

Los gatos no tenían algún gusto especifico en con quien aparearse, ellos estaban dispuesto aparearse con todas las razas que existían pero jamás en su vida se aparearían y mezclarían su sangre gato con algún perro perteneciendo al clan Luna.

Los lobos se mantenían limitados entre su propia raza y la raza de demonios perros, mientras que El clan Luna no tenía pensado mezclarse con nadie que no perteneciera al clan. Bajo ningunas circunstancias dejarían que su sangre pura y aristocrática de perros se manchara con las sangres de las otras razas, ni siquiera con las de lobos.

Como la mayoría eran hermanos y alguno que otro primo o prima, empezaron por aparearse entre sí. No les importó la relación sanguínea, que estaban cometiendo el incesto, tan solo el instinto de crear el número más grande de cachorros posibles. El instinto animal y sexual, porque cada uno quería satisfacer sus necesidades más bajas y primitivas.

A la hora de aparearse, el clan Luna había creado y formado todo un ritual, donde el macho marca a la hembra, mordiéndole el cuello, para inyectarle su veneno, dejándoles saber a los otros machos que no tenían permiso de aparearse con la hembra que lleva el veneno de otro y que la unión sea permanente. Pero el ritual resultó sumamente doloroso para las hembras ya que el macho a la hora de hacer ritual resultó muy crudo y salvaje, lastimándolas a la hora de penetración, que decir a la hora de la mordida. Pero aún así las hembras habían quedado en cinta y el número de miembros aumentaba.

Los niños nacían completamente sanos, siendo demonios, la mezcla entre los miembros de su propia familia no les hacía ningún efecto.

Poco a poco, con las generaciones empezaron a adquirir y controlar la habilidad de tomar las formas humanas, así que la forma de aparearse cambió drásticamente. Para muchos la hora de aparearse resultó muy incómoda ya que las leyes, que habían establecido al momento de tomar la decisión de quedarse permanentemente en aquellas tierras, cambiaron.

Ya no dejaban aparearse en la forma demoniaca, solamente en la forma humana, acostados. Otra ley que se tomó en cuenta fue la restricción de apareamiento entre los progenitores y los hijos, porque al principio si la hembra marcada moría o el macho, estaban obligados a aparearse con sus propios hijos, así la madre terminó apareándose con su propio hijo, usualmente con el hijo primogénito, y el padre terminó preñando a sus propias hijas, para que le dieran mas herederos.

Con el tiempo la ley de apareamiento volvió a cambiar, esta vez dejando más libertad a la hora de aparearse en las formas humanas. Si la pareja deseaba hacerlo de alguna otra manera, en alguna otra posición que resultó más cómoda para ellos, tenían el permiso de ejecutarlo de esa manera, siempre y cuando se encontraban en sus formas humanas, pero lo que si era recto y estricto fue el ritual a la hora de apareamiento.

Las condenas al no hacer las cosas como la ley las indican, eran la muerte y una buena tortura. Claro que los castigos podían ser algo más suaves si la infracción de la ley no era tan grave. Al final se había establecido que cualquier falta de la ley era perdonable después de un buen descargo físico, siempre y cuando no se faltaba la ley de no aparearse con los seres de otras razas, mucho menos que existiera alguien capaz de atreverse a aparearse con alguno del clan Sol. En aquellos casos, porque los había, terminaron siendo decapitados, descuartizados, quemados o enterrados vivos, fuera hombre o mujer, no importaba. Y si de aquella unión nacieron niños, terminaron asesinados, la mayoría de las veces terminaron ahogados en algún rio.

Poco a poco las familias empezaron a emigrar en otras partes dentro del territorio del oeste. Los que eran más importantes, empezaron a construir castillos majestuosos. Otros habían creado aldeas donde vivían en chozas.

Pronto empezaron a formar escuelas, pero solo para niños. Donde los varones aprendían a leer y escribir como también pelear usando espadas y calcular. Las niñas se quedaban en casas con sus madres, tías o abuelas aprendiendo a cocinar, cocer, limpiar. También aprendían sobre el arte de seducción y belleza.

En algunos casos los cachorros empezaron a aparecer con orejas de perro, algunos sin rasgos purpuras y melena azabache dentro de la misma raza. Pronto esas apariencias se convirtieron en algo completamente normal, pocos aún conservaban la apariencia completamente limpia; rasgos, luna creciente, pelo blanco y plateado y ojos dorados.

Como de vez en cuando irrumpía alguna batalla entre los perros y los gatos en los bordes de las regiones, los perros siempre contaban con el apoyo de los lobos aún y cuando ellos no se apareaban con ellos.

Con cada nueva generación el clan Luna era más poderoso en número y llegó ser más poderoso de otros dos clanes. Han logrado mantener su linaje aristocrático y puro, una raza completamente pura durante muchos siglos. Los matrimonios eran arreglados, normalmente entre hermanos o primos, en casos extremos permitían matrimonios entre tío y sobrina y viceversa. Había algunos que querían salir de ese ciclo interminable de incesto porque uno no solamente era hermano sino primo segundo de la prima tercera y sobrino o sobrina de alguien tercero o cuarto. Eran esposos y padres de sus hijos pero por más que trataban de salir no lograron hacerlo y terminaron continuando ese mismo ciclo sin cabeza y cola.

Una hermosa mujer azabache de unos diecisiete años se encontraba jugando con su pequeña hija de tres años, también azabache. Su piel era cremosa y suave como pétalos de alguna flor, sus ojos grandes y chocolates, llenos de inocencia, dos mechones delanteros sujetados por una cinta rosada y orejas de perro del mismo color que su melena. En su rostro había una línea en cada mejilla y una luna creciente en su frente y la otra en el lado izquierdo del cuello. Vestía un precioso kimono rosado con dibujitos de flores y abejas y obi de un rosa vibrante.

La tenue y dulce risa de la niña resonaba por el prado detrás del pequeño palacio. Kagome le estaba haciendo cosquillas a su pequeña Rin justamente antes de que la imponente figura paternal de la niña se hiciera presente.

—¡Papá! —gritó emocionada la pequeña Rin al ver a su padre. Se impulsó corriendo hacia él hasta lanzarse en sus brazos. Inuyasha rodeó el pequeño cuerpecito de su hija con su brazo, dedicándole una amplia sonrisa y un beso en la mejilla.

—¿Cómo está mi dulce princesa? —le preguntó cariñosamente a la vez que Kagome se acercaba a ellos sonriente.

—Bien —contestó la pequeña azabache con una sonrisa ensanchada en su rostro y ojos chocolates agrandados.

Con otro brazo Inuyasha abrazó el hombro de Kagome hasta acercarla en un beso amoroso.

La niña se los quedó viendo maravillada con la boca abierta. Al separarse, la mamá de la niña se sonrojó levemente, siempre cuando se besaban enfrente de su hija la ponía apenada y a Inuyasha simplemente le encantaban los sonrojos de su mujer.

Ambos tenían orejas de perro pero Inuyasha tenía la melena plateada y ojos dorados. Tampoco tenía líneas en su rostro o cuerpo, su luna creciente se encontraba en el ombligo. Y aunque la niña era copia de su madre, no tenía líneas y tampoco tenía luna creciente en la frente sino en el mismo lugar que su padre, en el ombligo.

Antes de ser esposos eran primos. Los padres de ambos prácticamente los obligaron a aparearse. Al principio tenían pensado juntar a Sesshomaru y Kagome ya que Sesshomaru era el primogénito de Irasue e Inu no Taisho y Kagome era la hija única de Naraku y Kikyo. Pero pronto abandonaron la idea y prefirieron a juntar a Kagome con Inuyasha. De niños eran muy unidos, pasaban mucho tiempo juntos haciendo muchas cosas en común, pero nunca se han visto como algo más que primos y eso era un problema.

Las cosas cambiaron drásticamente la misma noche de apareamiento y después cuando Kagome resultó embarazada de Rin. Hasta ahora ella era su única hija, su más adorado y apreciado tesoro.

Pero Inuyasha no venía solo. Venía acompañado de su hermano Sesshomaru, quien era portador de todas las marcas del clan; luna creciente en la frente y dobles líneas en el rostro, las extremidades y caderas, color dorado de sus ojos y la melena larga y plateada.

—Adivina quien vino por ti princesa —la incitó Inuyasha a darse cuenta de la presencia de Sesshomaru. La niña ladeó un poco su torso para ver más allá y se emocionó mucho cuando vio a su tío Sesshomaru.

—¡Tío Sesomalu! —gritó Rin con los ojos brillosos de emoción porque hace unos días habían acordado que ella se iría a pasar un periodo de tres días a castillo de su tío.

Logró bajarse de los brazos de su padre para correr hacia Sesshomaru y aferrarse a la hakama de Sesshomaru, abrazándose a la pierna derecha del peli plateado. Ese la miró de soslayo con su expresión serena, fría e indiferente. Desde un principio, la niña le era prácticamente indiferente, evitaba verla como le era posible y las pocas veces que la veía se aguantaba su presencia.

Esta vez él hizo un esfuerzo sobrenatural al aceptar tener a su sobrina en el castillo, ordenó prepararle la habitación, le regaló unos cuantos kimonos y también terminó por regalarle a un dragón de dos cabezas como animal doméstico.

La niña estaba encantada con él pero al cumplir siete años, empezó a perder contacto con su tío. Ese mismo año fue mordida por una serpiente cuyo veneno era sumamente peligroso y hasta mortal para los demonios perros. Los médicos aseguraban que no había nada que podía hacerse para salvar a la niña.

En ese entonces Kagome estaba inconsolable, se pasaba días al lado de su hija, llorando, orando, Inuyasha se la pasaba deprimido o sumamente de mal humor. Sesshomaru no pareció afectado pero en el momento que el médico midió una última vez el pulso de la niña y había anunciado que su sobrina estaba agonizando algo se sacudió dentro de él.

Un escalofrío lo recorrió por completo, de repente todo lo que había vivido con la niña se desarrolló delante de sus ojos. Sintió como la frente le estaba palpitando, un zumbido en la cabeza lo aisló del exterior.

Avanzó estoicamente hacia el futón donde yacía Rin inconsciente con gotas de sudor frío sobre su rostro, las extremidades cada vez más heladas y el pulso cada vez más débil y apenas perceptible. La acercó a si, le movió los mechones que caían sobre el rostro. Kagome seguía llorando a todo pulmón en el pecho de Inuyasha, él trataba de aguantarse pero la frustración y la idea de perder a su pequeña princesa simplemente lo quebraban por dentro.

Tocó una de sus manos, el frío que emanaba la extremidad lo preocupó pero como siempre su semblante no lo mostró.

Se mordió la mano derecha, exprimió un poco de su sangre y la contuvo en su boca. Se acercó al rostro de Rin, le acarició las mejillas un poco antes de unir sus labios con los de la pequeña. Se inmiscuyó en su boca, le cerró la entrada de aire por la nariz para que se viera obligada a tragar. Kagome e Inuyasha se quedaron helados con la escena. ¿Acaso Sesshomaru estaba besando a su hija?

Kagome estaba a punto de desmayarse e Inuyasha estaba a punto de golpear a su hermano por la osadía, pero ninguno de los dos hizo nada.

La atrajo un poco más a si solo para morderla con fuerza en el cuello e inyectarle una fuerte dosis de veneno. De pronto sintió que alguien lo jaló por la melena, Rin había abierto abruptamente los ojos, su cuerpo empezó a calentarse. Sacó sus colmillos de su cuello y Rin volvió a perder la consciencia. Volvió a exprimir más sangre de su mano y volvió a pasársela por la boca.

Al terminar no pudo evitar lamer los labios de Rin, la mente se le nubló cuando se encontró a si mismo explorando la cavidad bocal de su sobrina. Algo se sobresaltó en su interior, no quería separarse de sus labios, eran tan dulces y suave, pero si seguía besándola podrían darse cuenta que no solo se trataba de pasarle sangre por la boca sino que el gesto se había convertido en un beso de hombre y fue entonces que él decidió alejarse definitivamente de ella aunque con lo que hizo ahora ella era su propiedad. Era completamente suya, porque si él quisiera podría quedarse con ella. Porque ahora ella llevaba su olor en ella pero para que el lazo que se creó entre ellos se conservara deberían consumar el amor. Él debería tomar su cuerpo.

Pero no lo hizo y la luna creciente en el cuello de Rin se desvaneció por completo en dos años de aquel suceso y el olor de Sesshomaru se perdió por completo.

Como los años iban pasando y Rin se acercaba a la edad en la que su cuerpo dejaría de ser un cuerpo de niña y se convertiría en un cuerpo de mujer, su aroma empezaba a cambiar. El aroma infantil y dulce de albaricoque y sakura fue remplazado por un aroma cada vez más embriagador y sensual de lavanda para los sentidos de macho.

A los once años sus curvas empezaron a formarse, a los doce tuvo su primer periodo y a los trece años su cuerpo se había desarrollado tanto que era una deliciosa mezcla de infantiles y sensualidad de una mujer adulta. Y aunque Sesshomaru se había dicho no verla más no pudo evitar observarla de lejos, de la manera que ella nunca se había dado cuenta. Quería convencerse a sí mismo que lo que estaba haciendo era protegerla, cuidarla de lejos cuando en realidad la deseaba como hembra, especialmente cuando empezó a desarrollarse.

Cuando su aroma empezó a golpear su olfato, indicándole que estaba entrando en fase donde su cuerpo estará listo para concebir cachorros y se encontraba tomando un baño en las termas a duras penas se aguantaba de no salir y tomarla. Lo mucho que le ardía el miembro dentro de la hakama pidiéndole a gritos hundirse entre los pliegues vaginales, perderse en aquella calidez y estrechez que seguramente representaba el sexo de la hija de su hermano.

Inuyasha y Kagome le habían prometido cumplirle cualquier deseo como la recompensa de que haya salvado la vida de Rin. Había pensado mucho tiempo que pedir hasta que al final tenía perfectamente claro lo que quería tener.

—Sesshomaru… ¿tú por aquí? —se extrañó Inuyasha al ver a su hermano.

—¿Algún problema con que haya venido? — usaba un tono sarcástico.

—No, para nada —negó Inuyasha acompañado de Kagome—. Solo que nos toma por sorpresa después de tanto tiempo.

—Pues ahora tendrán que acostumbrarse a tratar más seguido conmigo.

—¿Y eso? —se extrañaron ambos.

—He venido a exigir mi recompensa al haber salvado a Rin —habló con voz gélida y expresión inmutable.

—Dinos. Sabes que puedes pedir lo que quieras —le dijo Inuyasha.

—¿Lo que quiera? —preguntó elevando una ceja, con un poco de malicia en la voz.

—Lo que quieras —repitió determinado sin presentir que lo que venía a continuación era algo que jamás hubiera imaginado Sesshomaru le pediría.

Sesshomaru sonrió con perversión y malicia. —Muy bien, Inuyasha. Quiero que me entregues a tu hija.

—¿Qué? —preguntaron Kagome e Inuyasha al unísono, incrédulos.

—Quiero a tu hija —repitió decidido.

—Es nuestra única hija, Sesshomaru por favor —le rogó Kagome pero Sesshomaru no retractaba en su decisión.

—¿Y eso qué? —bufó fríamente— Son jóvenes, pueden tener los hijos que quieran.

—Pero, ¿por qué precisamente Rin? —volvió a preguntar Kagome bajo el shock.

—Porque me da la gana hacerla mi mujer —respondió con frialdad y determinación—. Me gusta.

—Pero Rin a penas es una niña. Una cachorra —intervino Inuyasha sin terminar de entender cómo, cuándo y el porqué de la decisión de Sesshomaru.

—Una cachorra a punto de convertirse en mujer y que está en su plena capacidad de concebir hijos —le acordó Sesshomaru fríamente.

—¡Es tu sobrina! Sangre de tu sangre —volvió a interferir Kagome quien quería que su hija se saliera de ese ciclo interminable de incesto.

—Eso a mí no me importa, cuñada —recalcó la última palabra, dándole una connotación sarcástica porque Kagome antes de ser su cuñada era su prima y estaba emparejada con su hermano, llevando la misma sangre—. La deseo como mujer. A demás… saben perfectamente que tenemos que mantener nuestro linaje. No sería la primera vez que sucede un caso como lo va ser el mío con Rin… La quiero lista para mañana —se limitó a decir volteando para irse.

—¿Mañana? —gritaron Inuyasha y Kagome al unísono, aún más aterrados.

—¿Tan pronto?

Se detuvo sólo para explicarles —Sera para examinarla, cerciorarme de que no ha sido tocada por ningún macho y si está en la fase de ovulación.

Rin se encontraba aseándose con la esencia de lavanda con pétalos de violeta. Se dedicaba a cada parte de su cuerpo detallando los cambios que había sufrido durante estos últimos tres años. Se levantó de la lujosa tina que tenía en el cuarto de baño de su habitación.

El agua corrió por su piel hacia abajo, tomó una toalla para secarse, se untó con cuidado con el aceite de lavanda y al terminar se cubrió con la yukata rosada y corta. La dejó desatada, cogió la peineta para peinarse y se sentó en su futón.

Kagome tocó las puertas de la habitación de su hija y al recibir una afirmación por parte de su niña preciosa entró con un semblante melancólico.

Sonrió pero su sonrisa era algo forzada. Caminó hacia el futón y se sentó junto a ella mirándola con nostalgia a la vez que le acariciaba la melena azabache. Rin la miró y pronto notó que su madre tenía una expresión preocupada, una mirada triste.

—¿Que pasa mamá? —le preguntó preocupada—¿Por qué tienes esa cara?

—Rin —la llamó serena, inhalando aire y tomando las manos de su hija entre las suyas—, hijita. Tengo algo muy importante que decirte.

—¿Qué cosa mamita? —se preocupó Rin.

Kagome no sabía cómo decirle a su hija que Sesshomaru quería desposarla, que la quería para que ella fuera su mujer, que le pariera herederos… Guardó silencio para luego empezar lo más serena y despacio posible.

—Tu tío Sesshomaru… busca contraer matrimonio contigo. Tu tío quiere hacerte su mujer.

Al principio Rin pensó haber escuchado mal, segundo siguiente fue sacudida por un escalofrío que le dejó una sensación pesada en las extremidades, empalideció pocos segundos después y sintió un malestar en la boca de estomago.

—¿Mi tío?

Articuló ida, con la mente ausente, la mirada perdida y, con los labios completamente pálidos, sintió un leve mareo en la cabeza.

—Mañana vendrá a verte, te quiere aseada y perfumada para… examinarte.

—¿Examinarme?

Repitió bajamente Rin sintiendo una opresión en su pecho, una terrible angustia.

—Es para cerciorarse si eres pura y si… te encuentras en los días de concebir —le explicó Kagome al ver lo mal y asustada que se veía y con razón.

Qué más quisiera Kagome oponerse rotundamente a entregarla a Sesshomaru, hubiera querido que ella se escapara y que hiciera otra vida lejos del clan Luna, que fuera diferente a todos ellos pero lamentablemente no podía hacer nada y aunque lo intentara Sesshomaru nunca permitiría que la mujer que él había escogido a marcar como su hembra se fuera y mucho menos que hiciera una vida con alguien que no fuera él. Porque conociéndolo, para conseguir algo que considera suyo, es capaz de todo con tal de retenerlo.

La mente de Rin seguía procesando el hecho de lo que su madre le había acabado de informar, muy inconscientemente se negaba a creer, no quería aceptar eso como algo que ya se decidió, que es una decisión tomada y definitiva.

El dulce y embriagador aroma de lavanda inundó el olfato de Sesshomaru, haciéndolo girar y centrar su mirada dorada sobre la escalera. La vio bajar tímidamente, acompañada de su madre vistiendo un kimono lila con dibujos de ramas cubiertas con flores en su máximo esplendor, exactamente como ella; fresca y en la edad perfecta para abrir el capullo y florecer en su máximo esplendor.

El obi era de un morado oscuro, su cabello se encontraba parcialmente sujetado por una cinta blanca y sedosa. La lavanda simplemente emanaba de ella como un imán, atrayendo descontroladamente a Sesshomaru. Caminó parsimoniosamente hacia ella, pudo sentir su nerviosismo y miedo pero eso solamente lo enloquecía más.

Al estar frente a ella, a unos centímetros de rozar el cuerpo de ella con el suyo propio, ella tuvo que alzar la mirada para poder mantener el contacto visual con él ya que él le llevaba una cabeza completa y un tanto más. Fácilmente podría descansar su cabeza sobre sus pectorales. Su cuerpo estaba experimentando un temblor abrupto y fuerte que ella más o menos lograba esconder. Tenía tanto miedo que fácilmente se desplomaría al suelo desmayada, completamente inconsciente.

Se estremeció cuando él alargó su mano hacia ella y sujetó la cinta que se encontraba enredada en su cabello para simplemente desatarla y liberar su cabello caer libre.

—Quiero que siempre traigas el cabello suelto, ¿entendiste? —habló con voz amenazante y fría haciendo que Rin sintiera nueva ola de hormigueos correr por su cuerpo.

Hormigueos que la paralizaban y adormían partes de su cuerpo y le hacían sentir pesadas sus extremidades.

Se limitó a asentir bajando la mirada cuando de pronto abrió los ojos sorprendida al sentir como él agarraba un mechón de su cabello y se lo llevaba a la nariz para olfatearlo. Alzó incrédula nuevamente la mirada solo para ver asustada como Sesshomaru tenía su mechón azabache presionado anhelantemente contra su nariz, inhalando el aroma que su cabello llevaba.

Soltó el mechón y lo observó perezosamente caer uniéndose a los demás. Volvió a hacer contacto visual con su sobrina, dándose cuenta del miedo reflejado en sus ojos, la sorpresa e incredulidad. Se aventuró a posicionarse detrás de ella con el propósito de seguir olfateándola de cerca, paseando su mirada perezosamente por su figura completa.

Sus ojos empezaron a emitir destellos lujuriosos, el brillo dorado se intensificó considerablemente, le provocaba gruñir al presentir que su futura hembra podría estar a punto de ovular.

—¡Desnúdala!

Le gruñó a Kagome roncamente aún detrás de Rin haciendo que la piel de Rin se erizara al escucharlo pronunciar aquella palabra. Kagome e Inuyasha abrieron aterrados los ojos en señal de sorpresa. Rin tenía ganas de llorar, de gritar pero se contuvo. Kagome se acercó a su hija y, cuando empezó a desatarle el obi, sintió a Rin ahogar un hipo aterrado.

La sintió temblar descontroladamente, sus pupilas balanceaban en terror. Se sintió a morir al tener que desnudar a su hija para Sesshomaru pero no tuvo otra opción.

Sesshomaru simplemente no pudo evitar gruñir al ver el kimono deslizarse al suelo descubriendo a Rin ante él. Inuyasha simplemente volteó con lagrimas en los ojos, pensó ahogarse en aquella agonía, aquella situación le causaba nauseas, le provocaba vomitar.

Destellos rojos empezaron a destilarse a intervalos a la medida que Sesshomaru seguía detallándola, volvió a hacer un círculo alrededor de ella alimentando su vista sobre el cuerpo apetecible de su querida sobrina. Rin cubrió sus senos con los antebrazos pero pronto Sesshomaru le ordenó retirarlos y ella no tuvo más opción que obedecerlo y retirarlos lentamente.

—Acuéstate.

Lo escuchó gruñir cerca del oído y visualizando algo parecido a un pedestal, no muy lejos de ahí, caminó hacia él y empezó a acostarse despacio y cuidado. Miró a su tío Sesshomaru acercarse.

—Abre las piernas y flexiónalas.

Le ordenó él fríamente sin quitarle la mirada de los ojos, ella tembló en miedo y manteniendo el contacto visual con él empezó a flexionar lentamente sus piernas. Después, empezó a separarlas pero Sesshomaru se las separó al máximo, haciendo que ella se sobresaltara de terror.

Gruñó al ver la feminidad de Rin, tan suave con aquellos pequeños rizos, estrecha. Inhaló una gran cantidad de aire mezclado con aquel aroma que emanaba de su vagina y no cavaba duda que muy pronto Rin entrara en la fase de ovulación.

Dejó que aquel aroma fluyera por su sentido de olfato para después acariciarla por toda su extensión haciendo que su entrepierna reaccionara al instante contraendose abruptamente y expulsando un poco de su esencia que humedeció su entrepierna. Aun manteniendo sus piernas bien separadas separó ligeramente con sus dos dedos los pliegues para revisar la presencia del himen.

El fresco color rosa del interior lo enloqueció, volvió a acariciarla mandando nueva descarga eléctrica por el cuerpo de Rin.

Ella sintió morirse acostada en aquel pedestal con las piernas fuertemente separadas y flexionadas con su tío revisando su parte íntima. Cuando él la acarició, ella pensó desvanecerse de miedo, terror. Ladeó su rostro con los ojos cerrados a duras penas reprimiendo sus lágrimas respirando copiosamente.

Trató de mantener su mente en blanco, desconectarse mentalmente de aquel momento pero sus sentidos youkai la mantenían conectada a todo el tiempo haciéndola más susceptible para el sentido del toque al mantener los ojos cerrados.

Al terminar el agónico examen lo escuchó ordenar a Kagome cubrirla porque si pasaba un solo segundo más desnuda en su presencia se le abalanzaría encima allí mismo y la haría suya enfrente de sus padres.

Kagome se apresuró a ella para cubrirla y ayudarle a sentarse y luego ponerse de pie.

En el momento que Rin tocó con el pie el piso el temblor de su cuerpo y el terror que la asechaba ella flaqueó en las rodillas. Kagome se apresuró en servirle de apoyo. Sesshomaru no se inmutó en lo absoluto solo se limitó a expresar sus requisitos en cuanto a la ceremonia y el estado de Rin de una manera fría y amenazante.

—Quiero que le den de beber brebajes que aceleran la ovulación y aumentan las posibilidades que ella quede embarazada. Y mucho cuidado si no lo hacen, porque pasado mañana la quiero vestida para casarse conmigo y en el estado de concebir. Y hasta ese día no quiero a ningún macho cerca de ella.

Kagome e Inuyasha lo miraban aterrados mientras Rin parecía no estar ahí mentalmente, su vista estaba perdida hacia un punto fijo en el suelo adelante suyo, temblando como si fuese una hoja en medio de un fuerte viento.

—El único macho cerca de Rin serás tú, Inuyasha —siguió Sesshomaru—. Al final eres su padre y me imagino querrás pasar tiempo máximo con tu hija ya que no se qué tan seguido la veas cuando este casada y viviendo conmigo. ¿Está claro?

Terminó alzando una ceja usando una voz gélida y asesina.

Inuyasha y Kagome solamente se limitaron a asentir, mientras Sesshomaru se retiraba satisfecho sonriendo con arrogancia para sí mismo y los ojos cerrados, imaginándose hundir a su erecto miembro entre los virginales pliegues vaginales de su sobrina Rin.

Era la noche antes de la boda, Rin se encontraba sentada frente al espejo vistiendo una sedosa yukata corta, blanca y el cabello húmedo. Kagome le estaba peinando el cabello con lentitud y cuidado. Una de las mucamas había tocado la puerta para entrar y dejarle el brebaje requerido por parte de Sesshomaru a Rin y ella se lo tomó. Era ya el octavo brebaje que se tomaba en dos días.

Haciendo un sorbo y viendo a su madre en el espejo, después de un silencio mortal y penetrante, habló.

—¿Duele?

Le preguntó cautelosa, refiriéndose al ritual.

—¿Qué cosa?

Preguntó Kagome desubicada un poco al no entender completamente la pregunta de su hija.

—El ritual. El coito.

Habló Rin con indiferencia, con un enorme vacío en las palabras, pero un vacío aún más grande había en sus ojos completamente cristalinos. Pero aún así sentía necesidad de preguntar sobre el asunto, saber a qué esperarse la noche siguiente cuando estará a solas con Sesshomaru, en una cama ambos desnudos, haciendo el amor, teniendo intimidad con su propio tío, el hermano de su padre.

—Bueno —empezó Kagome—, es un ritual común entre demonios perros. Cuando estarán acostados y los dos desnudos, Sesshomaru va a morderte en el cuello. Eso te lo va a indicar al lamer una parte en particular de tu cuello y luego a la vez que te morderá también se introducirá en tu feminidad.

Dijo con una opresión en la garganta. Rin sintió una sensación molesta en su pecho y el estomago.

—Y —empezó dudosa pero con una terrible curiosidad por saber la mayor cantidad posible de cosas para poder comportarse adecuadamente aunque sea la primera noche con su tío— cuando me va a… penetrar… ¿va a doler?

—Sí, es doloroso especialmente la primera noche porque el coito está acompañado de ritual, pero luego se te pasa. Claro que depende de algunos factores que tan doloroso sea la penetración.

Le explicó Kagome. Otra vez se hizo un silencio rotundo por parte de Rin.

—Luego —continuó Kagome explicándole lo que faltaba de ritual— va a inyectarte su veneno para impregnar su olor en ti. De esa manera todos los machos sabrán que tú eres su hembra. Después, mientras estarán haciendo el amor, lo más probable es que te rasgue un poco las caderas como parte del ritual. Eso sí, no todos los machos lo hacen solo los que tienen líneas y Sesshomaru tiene líneas dobles, eso quiere decir que te hará dos pares de líneas dobles en las caderas.

Rin respiró temblorosa, con las lágrimas en los ojos, cerró los parpados y dos pequeños hilos brotaron mejilla abajo.

—Tengo miedo mamá — susurró Rin asustada.

Kagome dejó la peineta a un lado para abrazarla fuertemente, dejando que ella apoyara su cabeza contra su vientre.

—Tengo mucho miedo.

Hipó Rin de nuevo, aferrándose a la vestimenta de su madre.

—Sh, mi amor. Tranquila —le susurró Kagome con cariño acariciando su rostro, abrazándola con fuerza, le dolía tanto verla pasar por una situación así—. No pienses en eso. Trata de relajarte, tómate el brebaje, trata de no pensar en la boda y mucho menos en el ritual. Si lo haces sólo te harás más daño.

Como pudo controló las lágrimas y los sollozos a la vez que esbozaba una sonrisa más sincera posible para su madre para no preocuparla.

—Está bien mama. No voy a pensar en eso —le dijo lo más alegre posible y sonriendo—. Vete a descansar tranquila —le dijo tomando sus manos entre las suyas.

—¿Segura? ¿No quieres que me quede un ratito más aquí contigo?

—Segura —le contestó con la misma sonrisa que no era más que una buena farsa.

—Bueno —meditó Kagome un rato algo dubitativa, inspeccionando a su hija con la mirada—, está bien. Que descanses hija —le dijo dándole un cálido y cariñoso beso en la frente. Cerró los ojos al sentir el cálido beso de su madre sobre su frente. Siguió sonriendo hasta que la vio perderse en el pasillo.

La sonrisa, completamente falsa, se desvaneció al instante. Miró la taza con el brebaje. Se tomó el brebaje restante, terminó por levantarse parsimoniosamente y caminar hacia el futón. Durante el trayecto y mientras se acomodaba para dormir trató de pensar en cosas alegres, tratando de mantener una conversación consigo misma pero las imágenes de cómo será el coito entre ella y Sesshomaru agolpeaban su mente.

Se encontraba acostada de lado en su futón, con la mirada perdida viendo hacia la nada adelante suyo. Se estaba esforzando en mantener su mente completamente vacía, completamente en blanco, tenía frío y mucho sueño. Sus parpados se le cerraban solos pero ella no quería dormir porque a penas cerraba los ojos imágenes de Sesshomaru entre sus piernas haciéndola suya aparecían en su mente, enfrente de sus ojos, horrorizándola.

Le resultaba difícil respirar, la idea de estar en un futón, desnuda con su tío encima de ella besándola, acariciándola y, peor aún, haciéndole el amor, la llenaba de miedo, horror, algo parecido a repulsión porque su cuerpo se estremeció sacudido por un frío inusual para ella.

Cerró los ojos y visualizó todo de nuevo; Sesshomaru encima de ella, haciéndola suya.

Una molesta sensación se estancó en su entrepierna, abrió los ojos abruptamente y sintió los ojos aguarse, se acurrucó a sí misma, haciéndose un ovillo, protegiendo con sus manos su feminidad, manteniéndola firmemente cubierta con la yukata y las piernas muy juntadas, a la vez que empezó a llorar mares de lágrimas en silencio porque en unas cuantas horas su miedo se hará realidad y ella será la mujer de Sesshomaru.

REVIEWS…REVIEWS…REVIEWS

¿Qué tal les pareció? ¿Creen que Sessh se pasó de cruel y crudo? ¿Les parece normal y lógica la reacción de Rin? Están bienvenidos a dejar el review. En el siguiente agárrense porque viene lemon y de lo mas excesivo y caluroso, también bastante explicito para hacerle honor al rating que le puse a esta historia.