Disclaimer: Los personajes son de S.M, la historia es mía, y cualquier parecido con otra es mera coincidencia. Esta historia está registrada en SaveCreative, absténganse de plagios.


Summary: -¿Qué quieres, Cullen? -inquirí con fastidio. -Saber -contestó como si fuese obvio. -¿Saber qué? -le seguí el juego al final. -Cómo es que Nerdbella Swan tiene tanto genio y no lo había presenciado hasta ahora. "Porque si algo no era Bella Swan, era ser una niña buena." AU Todos Humanos. M por mal lenguaje y lemmons.


Capítulo 30.

-David Guetta ft Sam Martin. Lovers on the Sun-

oOo

Después de ducharme, salí del cuarto de baño enrollada en una toalla y con el pelo recogido. Cullen estaba tumbado boca abajo, sus ojos se abrieron en cuanto aparecí y me siguieron mientras recorría la habitación. Le enseñé la lengua, consiguiendo que sonriese.

Abrí mi mochila, sacando una muda de ropa interior limpia. Dejé caer la toalla al suelo y me puse las bragas, de repente escuchando como Edward cogía aire de golpe.

-¿Ocurre algo? -pregunté, girándome hacia él con el sujetador en la mano. Él me miró con ojos abiertos y negó silenciosamente con la cabeza.

Me coloqué el sujetador mientras entrecerraba los ojos en su dirección.

-Dime, Edward, ¿qué pasa? -insistí.

-Nada -contestó con rapidez, girándose de nuevo y enterrando su rostro en la almohada.

Ah no, pensé. Ahora se cuenta.

Salté sobre la cama y gateé hasta ponerme encima de su espalda.

-Cuéntamelo -le pedí con voz melosa, pasando los dedos por su nuca de aquella manera que sabía que le gustaba.

Él gruñó, cogiéndome y tirándome a su lado. Se apoyó en un codo para elevarse y poder mirarme desde arriba. Alcé ambas cejas, en una pregunta silenciosa. Suspiró, rindiéndose.

-Te vas a enfadar -me advirtió.

Aquello no me gustó. Inmediatamente me puse a la defensiva. Si él ya pensaba que algo que iba a decir iba a hacer que me enfadase, era que iba a cabrearme, y mucho.

-¿Qué es, Cullen? -inquirí.

-Es que... -dudó unos segundos antes de contestar de un tirón-. No puedo evitar compararte con Tanya.

-Disculpa, ¿compararme con quién? -repetí, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban y mi voz subía una octava. ¿Con quién ha dicho que me comparaba?

Edward boqueó como pez fuera del agua mientras yo esperaba una explicación. Y si no hablaba rápido, iba a terminar con un gran dolor en sus partes más bajas.

-Es sólo que sois muy distintas -dijo al fin-. Después de... follar con Tanya, porque realmente no puedo llamar a aquello hacer el amor, ella siempre se tapaba y no quería que la viese desnuda. Y tú... tú eres tan natural.

-¿Natural?

No pude evitar sorprenderme. Me habían llamado muchas cosas durante toda mi vida, pero nunca natural.

-No te escondes -se explicó-. Saliste del baño y dejaste caer la toalla para vestirte.

Rodé los ojos ante su estúpido razonamiento.

-Pues claro -repliqué me parece una tontería que alguien se tape después de hacer el amor. Es decir, él te folla, mete su pene en tu vagina y después tú estás como oh no, no puedes verme las tetas. Es estúpido.

Edward estalló en carcajadas, dejándose caer de espaldas. Le di un empujón por quinta vez y me levanté, yendo de nuevo hacia mi mochila para terminar de vestirme. Entre toda mi ropa sucia y de invierno, encontré los únicos shorts que había metido y una camiseta de manga corta. Me vestí, lanzándole 'la mirada' a Cullen, quién seguía riéndose en la cama.

-Yo voy a bajar a desayunar, tú haz lo que quieras -le espeté de malas maneras.

-¡No, no! -rápidamente se incorporó y me alcanzó antes de que llegase a la puerta. ¿Yo natural? Já, él es el que va saltando por ahí desnudo. Le hice una mueca a su rostro sonriente-. Dame dos minutos y estoy listo.

-¿Te duchas y te vistes en dos minutos, Cullen? -bufé-. Estoy impresionada.

-Me gusta lo impresionable que eres, cariño -se burló él, sonriéndome de medio lado. Me besó antes de salir corriendo y meterse en el cuarto de baño.

Llevé una mano a mis labios, sintiendo como una sonrisa se formaba en ellos. Caca de vaca, sí que estaba enamorada. Nunca pensé que podía sentir algo así por un chico, que pudiese hacerme sonreír sólo con un beso. Suspiré y me senté en el borde de la cama. Mi vista bajó a mi muñeca, mientras mis dedos acariciaban el tatuaje de Henna que nos habíamos hecho, el cual se estaba borrando.

Recordando el principio de este viaje, no pude evitar preguntarme cuándo fue que me enamoré de él. ¿Cuando fue a buscarme bajo la lluvia después de que escapase corriendo por Olympia? ¿Cuando tocamos juntos por primera vez? ¿Cuando estábamos con la manada? ¿Cuando cuidó de mí? ¿Cuando dormimos abrazados? ¿Cuando no dejó que Henry me mordiera? ¿Cuando, después de todas las veces que había huido de él, siguió a mi lado? ¿Cuando me besó, cuando me pidió que le dijese que no era un sueño? ¿Cuando prácticamente me había dicho te quiero?

Había mil y un momentos en los que podría haberme enamorado de Cullen, pero fue la suma de todos ellos lo que lo hizo posible. Cada uno de esos recuerdos, cada discusión, cada confesión. Me había enamorado del verdadero Edward, no del chico de Forks.

Alcé la vista cuando salió del baño, toalla alrededor de la cintura. Intenté ponerme seria, cruzándome de brazos y mirándole desafiante. Él se acercó a mí y volvió a besarme. Demonios, ha encontrado mi punto débil.

-Voy a vestirme -susurró contra mis labios.

-Shimuhma -mascullé sin sentido, aún con los ojos cerrados. Escuché cómo se reía de mí y le golpeé en el estómago.

-Auch.

-Vístete de una vez, tengo hambre -le ordené. Él inmediatamente me hizo caso y salió por la puerta rumbo a su habitación. Duh, podría acostumbrarme a eso.

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En cuanto Cullen estuvo listo, después de estar esperando por él cinco minutos -sí, cinco, no dos-, bajamos las escaleras y entramos en la cocina. Jasper y Rosalie estaban enfrascados en una de sus habituales 'peleas de tostadas', es decir, se colocaban uno enfrente del otro, mirándose fijamente, mientras competían por ver quién terminaba antes de comer lo que había en su plato.

Rodé los ojos y tiré de la mano de Edward para sentarnos en la mesa, al lado de mis amigos los cavernícolas.

-Buenos días -saludamos al mismo tiempo. Rose estampó su mano enfrente de mi nariz sin dignarse a parar de comer.

-¿Qué ocurre? -me preguntó Edward.

-Pelea de tostadas -le expliqué, resoplando-. Gana quién termine primero -miré hacia mis amigos, observando como los dos masticaban lo más rápido que podían con la boca abierta-. Si esto te parece asqueroso tendrías que ver lo que hacen con las tortitas y el sirope.

Cullen hizo una mueca, claramente imaginándose aquella escena. Reí mientras me estiraba para coger la leche y los cereales. Edward se levantó para agarrar los cuencos y cucharas, y empezamos a desayunar mirando con atención cómo Rose se metía una tostada entera en la boca sin que cayese ni una sola miga -cómo era capaz de hacer aquello seguía siendo un misterio para mí. Jasper intentó esconder media tostada en la servilleta, pero no fue lo suficientemente rápido como para que su hermana le tirase la servilleta a la cara y terminase de masticar lo que tenía en la boca.

-¡Gané! -gritó Rosalie, levantándose de la silla de un salto, brazos levantados. Empezó a hacer su ridículo baile de la victoria mientras Jazz se quejaba.

-Haz hezo trampaz -refunfuñó él, escupiendo migas de pan por toda la mesa.

-¡Ey! -me quejé yo, apartando mi cuenco de la línea de fuego-. ¡Escupe para el otro lado!

-¡Yo no hice trampa! -gritamos al mismo tiempo. Cullen tuvo la gran idea de terminar rápido los cereales e hizo una retirada para nada sutil hacia el fregadero.

Rose se volvió a sentar, enseñándole la lengua a su hermano.

-Bueno, ¿qué hacemos hoy? -preguntó con una sonrisa altiva. Suspiré mentalmente, sabiendo que mi amiga iba a regodearse con su victoria durante varias semanas.

-Podíamos ir a la playa -sugirió Jasper, al fin con la boca vacía. Rosalie soltó un chillido tan agudo, que hizo que Cullen se encogiese y mirase con miedo hacia los vasos de cristal. Su hermano suspiró-. Rose, hablamos sobre esto. Muestras de excitación a un volumen que puedan escuchar los humanos.

-Y hemos hablado sobre tu mald...

-Cullen, ¿tú quieres ir a la playa? -interrumpí, no queriendo que mi amiga empezase a soltar insultos a diestro y siniestro. Era muy difícil pararla una vez que cogía carrerilla.

-Sí, ¿por qué no? -respondió, encogiéndose de hombros-. Hace tiempo que no voy a la playa, la última vez fue hace dos años en La Push.

Jasper y Rosalie se giraron hacia él, bocas abiertas.

-Ahora tenemos que ir sí o sí -dijeron al mismo tiempo.

-Estoy impresionada, ¿habéis practicado eso? -observé, ignorando a Edward, quién parecía entre culpable y aterrado bajo la atenta mirada de mis dos amigos.

-¿Lo siento? -preguntó él. Rose le colocó mano enfrente de la cara, señal de que callase y dejase de decir tonterías.

-Va a ser muy divertido, ya verás -sonrió Jasper.

-Ey, disculpad -dije, captando la atención de todos-. Sólo hay un ligero problema. No tengo bañador -mencioné, encogiéndome de hombros. ¿Cómo iba a meter un bañador en mi mochila? No había planeado ir a la playa, sólo llevaba cosas imprescindibles, como spray pimienta.

-Por suerte, yo sí -replicó inmediatamente mi amiga, agarrándome y arrastrándome detrás de ella, otra vez. ¿Dejaría algún día de tratarme como una muñeca? Demonios, tenía demasiada fuerza.

Hice un saludo militar hacia Cullen y Jasper, los dos mirándome con compasión mientras era arrastrada brutalmente fuera de la cocina. Rosalie me llevó hasta su habitación y entonces comenzó a lanzarme bikinis de distintos colores a la cara.

-Sabes que no me van a servir -refunfuñé, tirándome encima de la cama-. Tienes más pecho que yo.

-Eso es cierto -concordó con una sonrisa, mirándose al espejo y poniendo caras.

-No lo decía como un cumplido.

-Lo sé, pero me da igual. Toma.

Auch, pensé, cogiendo el bañador que Rose me había tirado con una fuerza sobrehumana.

-Vale, vale -exclamé, comenzando a quitarme la ropa rápidamente ante la mirada de mi amiga. No era la primera vez que Rosalie me desvestía, y ella era una bruta-. ¿Ves? Te lo dije.

Rosalie bufó sonoramente y me colocó delante del espejo. Observé mi cuerpo mientras ella se encargaba de apretar la parte de arriba del bikini para que no se cayese. Era de dos piezas, de color azul oscuro que hacía que mi piel se viese blanca, pero el azul siempre me había gustado y Rose sabía que no había manera de que me pusiese uno de sus provocadores bikinis de color rojo o dorado.

-Ya está -asintió Rose conforme, mirando el resultado-. Lista.

-Yuhu -exclamé sin entusiasmo, recibiendo un golpe por parte de mi amiga.

-Ya puedes correr y buscar a tu enamorado -se mofó, desvistiéndose y poniéndose su bikini.

-Mi enamorado -repetí con un bufido. Era raro pensar en Edward así. Enamorado. No importaba como me sintiese hacia él, seguía siendo estúpido Cullen. Mi estúpido Cullen.

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-Bieeeeen -gritó Rosalie como si tuviese cinco años otra vez. Vale, admitía que yo me sentía igual, pero sabía controlarme. Mierda no sabía.

-Yuhuuuuuuuu -chillé yo, tirando mi toalla en la arena y corriendo hacia la orilla. Me reí sin poder evitarlo cuando mis pies entraron en contacto con el agua. No estaba fría ni caliente, temperatura ideal, nada comparado con la playa de La Push. Caca de vaca, adoro Florida, sonreí mientras hundía mis pies en la arena.

-Ahh -escuché a mi lado. Cullen ya estaba en bañador y había metido los pies en el agua también-. Nada comparado con La Push -se rió él, haciendo eco a mis pensamientos. Se agachó y metió las manos en la arena.

Le observé jugar con el agua con una sonrisa. Parecía un niño en su primer día de playa. Demonios, él era un niño en su primer día de playa. Pero quién podía culparle, era mucho más divertido de esa manera.

Corrí de vuelta a mi toalla, que ya estaba estirada gracias a Jasper y colocada entre la de él y la de Cullen, y me desvestí con rapidez. Iba a correr de vuelta hacia el agua cuando un brazo me agarró por la cintura y me puso de vuelta.

-No -lloriqueé, pataleando en el aire mientras Jasper me sujetaba sin esfuerzo.

-No quiero que se repita lo de la última vez, Bells -replicó-. Es por tu propio bien.

-Pero quiero ir a bañarme -protesté, haciendo un puchero.

-Primero crema, luego baño. No estoy dispuesto a cuidar otra vez de ti cuando estés toda quemada y parezcas una gambita. Cinco veces ya fueron suficiente -resopló, tendiéndome el bote de crema solar-. ¡Rosalie eso va por ti también! -gritó de forma autoritaria, viendo como Rose se intentaba escaquear hacia el agua. Y allá fue a cogerla a ella también.

Hice un puchero al aire mientras comenzaba a echarme crema. Sabía que Jazz tenía razón, pero aún así. Caca para él. Cullen se sentó a mi lado y se quedó mirando como frotaba mis brazos para que la crema se extendiese.

-¿Necesitas ayuda? -preguntó de forma inocente, pero tenía una sonrisa pícara en su rostro y sus ojos estaban más oscuros de lo habitual.

-Pervertido -le espeté, pero no pude evitar sonreír también.

-No, en serio -insistió, riéndose suavemente-. Déjame -pidió, cogiendo el bote de crema solar y colocándose detrás de mí. Sentí su mano en mi espalda, extendiendo la crema en pequeños círculos. Recogí mi melena y la puse a un lado para que no se manchase, cerrando los ojos y disfrutando del masaje que Cullen estaba haciendo.

-Jazz -escuché como Rosalie protestaba, y no tenía que mirar para saber que mi amigo cargaba a su hermano en el hombro, trayéndola de vuelta a la toalla para echarle también la crema solar.

-Crema y luego baño -ordenó él.

Rosalie resopló con fuerza, tirándose a mi lado.

-Ey -protesté cuando fui empujada fuera de mi propia toalla.

-¡Mi turno! -canturreó Rose, poniéndose donde segundos antes había estado yo. Edward me dirigió una mirada arrepentida, pero comenzó a echarle crema en la espalda a mi amiga también, demasiado asustado como para decirle que no.

Rodé los ojos y me tumbé boca abajo en la toalla de Cullen. Crucé mis brazos y apoyé mi mejilla en ellos, cerrando los ojos y sintiendo el sol golpear mi piel. Pronto, las voces de mis amigos discutiendo y riendo fueron convirtiéndose en un ruido lejano junto con el resto del mundo, el sonido de las olas al romper contra la orilla lo único que podía escuchar.

Estaba a punto de quedarme dormida cuando sentí una mano en mi espalda.

-Vete -me quejé con un gruñido, pero la mano me ignoró y comenzó a jugar con mi pelo, haciéndome cosquillas en la nuca cuando rozaba mi piel sin querer. No necesitaba abrir los ojos para saber a quién pertenecía-. Cullen, quiero dormir.

-Pensé que querías bañarte -respondió él.

-Ahora quiero dormir -repliqué-. Necesito mis doce horas de sueño y ayer casi no descansé -callé durante unos segundos, la mano en mi pelo quedándose quieta también. Suspiré-. Estás pensando en sexo, ¿verdad?

-Sep.

-Deja de pensar en sexo, Cullen, estamos en público.

-Es tu culpa.

-Seguro -bufé con sarcasmo.

-Sólo para aclarar, estoy pensando en sexo contigo.

Abrí ligeramente los ojos, viendo a Edward apoyado en su codo, a escasos centímetros de mí. Sonrió cuando captó mi mirada.

-Más te vale -fue mi única respuesta, haciéndole reír.

Cullen se inclinó y plantó un beso en mi hombro. Dejé escapar un sonido feliz de mi boca, antes de sentir como se acostaba a mi lado y pasaba un brazo por mi cintura. Observé cómo cerraba los ojos, una sonrisa en su rostro, y pronto entraba en ese estado de semi-inconsciencia que sólo podías alcanzar en la playa.

¿Va a ser siempre así?, pensé con asombro. Ni Cullen ni yo parecíamos ser capaces de dejar de sonreír, ni de tocarnos, ni de estar cerca del otro. Y a pesar de todos mis miedos, se sentía bien.

Que le den, me rindo.

A partir de aquel momento disfrutaría de la extraña y repentina relación con Edward tanto como durase. Apartaría todas mis dudas a un lado y, simplemente, me dejaría llevar.

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