Coloring me
Alfred estaba desesperado por tener que usar anteojos, lo hacían ver ñoño y miope. Lo que no sabía es que el color de una persona no es visible a los ojos. Universo Alterno. AlfredxArthur
Color blind
"Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." José Saramago.
No sabía que estaba haciendo allí. Su mamá había pensado que era buena idea debido al escándalo que había hecho por comenzar a usar anteojos. Su mamá no entendía nada. Él era popular, había salido en gloria y majestad del colegio. Las chicas lo adoraban, los chicos lo envidiaban, los profesores lo habían reverenciado y algunos – los pocos que no lo pasaban - al menos lo habían tolerado. El era rubio, fuerte, alto, de piel tostada por hacer deportes al aire libre, de contextura atlética: esos eran sus puntos fuertes. Los anteojos no podían ser un punto fuerte.
Pese a que la doctora le había dicho que no se preocupara, que era imposible que se volviera ñoño solo por usarlos. Pero él lo dudaba, se quejó de tal manera, que prefería morir de miopía – así, morir de miopía, pese a que su madre le grito que era ridículo, que nadie se puede morir de eso – que la señora Dominique Jones decidió imponerle el castigo:
-Alfred, cariño, necesitas ver más allá de tus narices, vas a entrar a la universidad, no eres un crío, y sospecho que tampoco eres estúpido – comenzó a reprenderlo con ese tono aterrador que usa para controlar un hijo de un metro ochenta con 80 kilos de masa muscular. – Vas a ir a de voluntario a un centro para la ceguera…
-¡Pero mamá! – Comenzó a protestar – no puedo perder mi verano en eso…
-No es una pregunta, Alfred Franklin Jones, es una orden – sentenció finalmente, y no hubo más réplica.
Su madre le dijo que había llamado ofreciendo ayuda y le habían dicho que enviara al chico al otro día.
Y ahí estaba, afuera de una casona enorme en Luisborg Square en Boston. Tenía las banderas de Inglaterra y Estados Unidos arriba de la puerta. Dudó un momento, siempre podía mentir y decirle a su mamá que había estado ahí e irse a los video juegos, luego inventar historias creíbles de niños ciegos y cómo el les enseñó a colorear sin salirse de los bordes. Sí, eso haría. Iba a bajar los escalones cuando se abrió la puerta.
- Llevas un buen tiempo ahí parado – le dice quien le abrió. Era un hombre joven, rubio de ojos verdes, aparentaba más de veinte y vestía como un abuelo. Era la primera señal de lo aburrido que iba a ser todo esto.
-Eh yo… - Alfred se sintió algo idiota, ya no podía huir- Soy Alfred, vengo de voluntario al centro, mi mamá llamó ayer, le dijeron que viniera a esta hora-
-La encargada de los nuevos aún no llega – dice con un tono seco el tipo y yo no puedo atenderte porque no sé nada del papeleo y porque debo hacer una clase – "Qué simpático" pensó irónicamente Alfred preguntándose cómo una persona como él, que no se ve nada amable, puede terminar a cargo de un centro como este. Y en ese momento por la misma puerta que sigue abierta llegan tres niños con sus madres.
-¡Arthur! – chilla un niño corriendo la corta distancia entre la puerta y las piernas de su maestro-
-Hola Toris– le dice cariñosamente el aludido. Alfred se sorprende de lo bipolar que es. "Hace un rato era un antisocial..." pensó mosqueado "Con razón no hay más voluntarios".
-No podía parar de hablar de ti y de lo contento que está de aprender a leer – dice la madre del niño. Los otros dos fueron llevados por sus madres a que encontraran a susodicho profesor.
-Dénme la mano – les dijo el tipo tomando las manos de los niños – Toris toma la mano de Nathalie – le pide. El niño tantea y la encuentra- Bien, vamos a la sala de lectura.
Las mujeres se despiden y al parecer volverán en dos horas a buscar a los niños. El tipo llamado Arthur de pronto repara en su. Algo en él no le simpatiza. La forma en que no lo mira a los ojos. Por ejemplo.
-Mira.., estaremos en la sala de lectura de los pequeños – señaló el tipo apuntando hacia un pasillo – puedes ir con nosotros y observar lo que hago o puedes quedarte en la sala que está allá a la derecha mientras llega Elizabeta, no debe tardar-
-Prefiero quedarme acá – anuncia Alfred un poco mosqueado. No le interesa ver como ese tipo antipático le enseña a un grupito de niños a leer ¿Pueden leer los ciegos? No alcanza a preguntar porque el tipo ya se dirige a la sala de lectura. Lo escucha mientras recomienda que cuenten los pasos y recuerden hacia qué dirección doblaron "Es bueno con los niños" pensó Alfred con cierta admiración "Pero pésimo con el resto del mundo al parecer" o al menos con él.
Se deja caer sobre una silla que está en el hall de entrada. No pasan más de diez minutos y llega una mujer joven, como de la misma edad del amargado de hace un rato. Cabello castaño largo, ojos verdes como los del tipo de recién. "Serán familia" pensó.
-Hola – dice agitada la mujer – disculpa, tú debes ser Alfred – el chico la observa como intenta recuperar el aliento – me retrasé porque fui a conseguir libros nuevos…- se escusa señalando el paquete en sus brazos – son muy difíciles de conseguir así que apenas me dijeron que me iban a regalar algunos, volé – continúa.
-Ya… - contesta sin tener en realidad mucha idea.
-¿Conociste a Arthur? – le pregunta ella mientras se dirige al segundo piso seguida por Alfred.
-Si… más o menos… - afirma con un tono poco convencido.
-No se portó muy cortés ¿verdad? – pregunta ella ante lo cual el chico asiente – lo siento, no le gusta cuando llaman los padres para enrolar a sus hijos, le gusta cuando la gente viene sola, es una cosa de principios casi – le explica ella – pero tu ¿quieres estar acá verdad?
Alfred se sintió culpable.
-Claro – dice deseando haber sonado más entusiasta.
-Bueno, ¿sabes braile? – le pregunta ella.
-¿Qué? – pregunta confundido Alfred.
-Braile… ya sabes, el código de lectura para no videntes…
-Oh – ahora entendía, seguro eso les iba a enseñar a leer ese Arthur – no, la verdad – admite un poco avergonzado.
-Oh, no importa… tuve la esperanza – Elizabeta dejó las cosas en una oficina y colgó su bolso para sentarse tras un escritorio – la verdad es que igual cualquier ayuda nos es útil; tenemos un bloque en que chicos como tú leen libros en voz alta a otros universitarios, libros que no están en Braile – le explica la mujer – pocas veces hacen ediciones de manuales de ciencias y tienen que ser obras tradicionales… pero los artículos científicos no los consigues ni en formato auditivo ni mucho menos en braile y estos chicos los necesitan para estudiar.
Alfred se sorprende "Van a la universidad…" piensa, pero no lo manifiesta, sería ofensivo cuestionar eso ¿o no? La encargada lo nota.
-Hay muchos que piensan que estos chicos no pueden ir a la universidad, pero son inteligentes como cualquiera – comienza ella, pacientemente, como si fuera algo que ha tenido que explicar miles de veces - algunos quedaron ciegos en su niñez o adolescencia así que no tienen grandes problemas al imaginar las cosas, y no hay que explicarles mucho, pero hay otros que no, que nacieron ciegos y nunca han conocido el mundo por los ojos, no saben de colores ni siluetas, solo saben de aromas, texturas, formas, sonidos y otras vibraciones…
Alfred se sorprende ¿Gente que nunca ha visto el mundo con sus ojos? Eso es… aterrador.
La encargada sigue exponiendo:- Arthur, por ejemplo, lo conociste recién, un chico brillante, estudió literatura e hizo unos cursos de educación diferencial, es un chico brillante, parece mentira que haya nacido ciego –
-¡¿Qué? – chilló sorprendido. No lo puede creer. ¡Pero si ese chico le abrió la puerta!, le dijo que sabía que llevaba un rato afuera parado, ¡le indicó donde estaban los lugares de la casa indicando con señas! Y luego condujo unos niños a la sala de lectura, no puede ser ciego.
-¿Sorprendido? – pregunta divertida Elizabeta – es normal… la gente suele no creerlo, solo lo notas porque ya sabes, tiene la vista fija siempre, no repara en las apariencias, ni comenta si hay un cuadro o no lee los carteles en la calle, cosas como esa…
-Ah – dice sintiéndose algo idiota. "¡Nació ciego!" seguía chillando en su cerebro.
-¿Cuándo puedes empezar? – le pregunta ella sacando una especie de cronograma semanal – mira estos son los horarios en que los chicos vienen al centro a buscar ayudantes de lectura, todos los días en la tarde hay grupos, así que dime cual te acomoda.
-El martes me parece bien – dice Alfred aún digiriendo la información recibida "¿Será huraño porque es ciego?" pensaba.
-Entonces comienzas mañana – resuelve ella – no te preocupes lo harás bien y si no eres muy fluido al leer en voz alta no importa, eso se mejora con el tiempo – le asegura.
Se despiden y Alfred baja al primer piso sin poder evitar dirigirse al pasillo hacia la izquierda del Hall. Se escuchan unas voces. Comienza a caminar sin querer y mira por la ventana. Ahí está el tal Arthur con los tres niños, dirige la mano de uno por la hoja de papel y el niño va pensando y luego dice palabras en voz alta, el tipo le palmea la cabeza felicitándolo. Luego otro niño exclama entusiasmado:
-¡Lo hice, Artie! – leí el cuento yo solo. El aludido se para y va a abrazar al niño diciéndole: -Muy bien, Toño… lo has hecho muy bien… - Alfred se sorprende "¿Cómo ha sabido a qué niño abrazar?... debe ser como Daredevil, seguro ver sombras o algo así…" Entonces se da cuenta de que probablemente hay un "sentido ciego", Arthur se incorpora de abrazar al niño moreno y luego se queda estático. Lo que le recuerda un poco a un perro policial. Siente escalofríos.
- Si quieres estar acá solo entra – le dice finalmente Arthur volviéndose hacia la puerta "!¿Cómo ha sabido que estoy aquí?" se alarma Alfred.
-Respiras fuerte como el resuello de una bestia – dice con un tono divertido – tal vez tienes el tabique desviado – le pica.
Alfred se enfurruña "Vaya con este ciego antipático…"
-Niños – anuncia Arthur – este es Alfred, es nuevo acá, el leerá en voz alta los libros que estén en el otro alfabeto, así que si quieren leer algo que no está en nuestra biblioteca especial pueden pedirle a él que les ayude – Arthur se vuelve hacia él. Como si pudiera verlo – ¿puedes agacharte para que los niños te conozcan? – y gesticula con sus brazos palpándose. Al entiende inmediatamente que se refiere a que los niños lo tocarán. Se agacha a la altura de los chiquillos y ellos tímidamente pasan sus manos sobre él. Tocan su cabello, su cara, sus hombros en un cuidadoso examen.
-¿Usas anteojos? – Pregunta uno - ¿Te quedarás ciego?
-Eh… no creo – responde un poco avergonzado. Pensar que hace una semana estaba seguro que quedaría ciego por estar miope, o peor, que moriría de miopía.
-¿Cuántos años tienes? – pregunta el moreno al que hace un rato llamaron "Toño".
-Dieciocho… - contesta
-¿Entonces ya no vas al colegio? – pregunta la niña.
-No. Ya no, voy a entrar a la universidad luego de las vacaciones – responde tratando de hacerse ver importante.
-¿Harvard? – pregunta esta vez Arthur
-No… el tecnológico – responde sintiendo que el chico se estaba decepcionando.
-Es una buena opción – comenta Arthur.
Eso lo hizo sentir, de alguna forma, orgulloso.
-¿Te gusta leer? – preguntó el otro niño, que según recordaba se llamaba Toris. Iba a decir que prefería ver televisión pero hubiera sido ofensivo ¿no?
- Ya me aprendí su voz – anunció la niña – es más fácil de aprender que la de Arthur…
-¡Hey! – se quejó el profesor – ya no sueno tan británico….
Alfred está sorprendido ¿Se aprenden la voz? ¿Así saben con quién están hablando? ¿Arthur es inglés? "Pues claro que sí… el acento… es obvio ¿no?" pensó sintiéndose algo idiota.
-Bueno, sigamos con la lectura – dispone el inglés - ¿Te quedas? – pregunta a Alfred que se ha quedado como lelo de nuevo. Su capacidad de asombro en este lugar está sobre estimulada.
La hora se pasa volando. Al debe admitir que está profundamente asombrado. Ese inglés opera magia en los niños. No solo logra que la niña, Natasha logre leer un párrafo completo sola, sino que mantiene calmado a Toño, que tiene toda la pinta de ser un salvaje. Al llegar las seis de las tarde los padres aparecen a llevarse a los niños y Alfred siente que ya debe irse. Tanta experiencia nueva en un día no puede ser saludable para nadie.
-Bueno me tengo que ir… - anunció. El inglés se volvió a él con cara de poker.
-Volveré mañana… comienzo a leer a los mayores – anunció con el pecho hinchado.
-No creas que será muy interesante – le bajó los humos Arthur – estamos en verano así que no viene mucha gente, pero en septiembre… prepárate.
-Bueno, igual me esforzaré – dijo el chico tratando de sonar heroico.
-Hasta mañana – se despidió el joven – y gracias por unirte al centro.
NOTA:
Es una idea loca que tuve en medio de un sueño ebrio (nota mental, tomar vino y dormir ebria es inspirador)
Se que colorblind es daltónico pero le puse ese título al capítulo porque cada capítulo tendrá relación con un color inventado por mí (sí, así de creída, inventando colores). Además Arthur no ve colores porque no ve nada, al menos con sus ojos. Vamos a ver que aprende Alfred de esto.