Bueno, este es el último capítulo con un pequeño Epílogo al final, espero que os agrade. Personalmente, creo que no me ha quedado ni de lejos como el anterior, y que la información y los hechos estás un poco atropellados, pero no sabía cómo hacerlo. Tal vez más adelante, cuando tenga más práctica lo retoque.

¡Por cierto! No os asustéis, aquí no hay FLASH BACK DENTRO DEL FLASH BACK XD

Bueno, a parte de eso nada que contar… ¡Disfrutad!

Estos personajes no me pertenecen ni intento utilizarlos con intención de copiar nada. Son propiedad de Nintendo.


TÚ ERES MI LUGAR

Estoy nervioso, realmente nervioso. No sé qué hacer o qué decir o cómo moverme siquiera. El traje caro y los brillantes zapatos que llevo no ayudan.

Mi novia Zelda está saludando a todo el mundo con la mano libre, la otra mano pegada a mi brazo. Y mi cara totalmente roja por culpa de algunas risillas que escuchaba por de fondo.

- No te preocupes. – Susurra Zelda. – Son buena gente.

- Sí, buena gente con mucho dinero.

- Bueno, tú estás conmigo, no creo que nadie te recrimine. Ya me darás las gracias…

- Las gracias, eres tú la que me ha dicho de venir…

Suspiro y sigo a Zelda por toda la gran casa donde se junta toda la aristocracia de Estados Unidos…

- ¿No decías que me seguirías a todos lados? – Dice con algo picardía.

- Así es…

Y, maldito sea el día en que lo dije, no me queda otra que quedarme aquí.

- Wow… me encanta hacerlo contigo… - Dijo mientras caía cansado a su lado.

- Lo intento…

Zelda me miró con una sonrisa complacida y yo miré su bella cara, sin creer que aquella Diosa estuviera a mi lado. La miré con una mezcla de admiración, orgullo, amor y deseo que por toda la noche se había encargado de complacer. Sonreí y me acerqué a ella, depositando en sus labios un beso completamente diferente al que acabábamos de darnos en nuestro tercer y último clímax de la noche. Aun hubiera podido una rápida ronda más, pero no habría tenido energía para el examen del día siguiente.

- ¿Crees que eso te habrá quitado los nervios? – Dijo separándose un poco.

- ¡Claro! – Dije mientras suelto dos carcajadas. – Más que suficiente. Y aun me quedan muchos más exámenes a lo largo del año…

Volví a dar pequeños besos sobre sus rojos labios carnosos, lamiéndolos de vez en cuando.

Cuando paré, me estiré de espaldas y miré hacia el techo pensando en lo que ha estado rondándome la cabeza desde que me dijo que estuvo embrazada, haría unas tres semanas. Tres semanas… que rápido pasa el tiempo cuando estás con la persona que amas. Aunque aun no le había preguntado que somos, y creí que ya era momento, después de cinco semanas con… ¿un rollo? No sé como denominarlo.

- Oye… - Solo comenzar, ya se me fue todo el coraje. Me sonrojé e intenté continuar. – bu-bueno, nosotros estamos… bueno, ya sabes…

- ¿Saliendo? ¿De tipo novios?

- Sí. – Me encanta que siempre adivine lo que quiero decir cuando no puedo decirlo. – ¿Es eso, o solo un rollo pasajero? Y si estamos saliendo, ¿somos exclusivos o abiertos? – Creí que mi cabeza iba a explotar si mi corazón latía un poco más deprisa.

- Mira, voy a resumírtelo, ¿O.K.? ¿Estás preparado?

Asentí con la cabeza, incapaz de hablar. ¿Y aquella pregunta? Creí que iba a decirme algo parecido a "tú y yo no tenemos nada", o "haré con mi vida lo que quiera y tú con la tuya cuando me canse", o yo qué sé, no me acuerdo… así que me impresioné mucho cuando me respondió.

- Como te acuestes con otra que no sea yo y te pillo, os cortaré el cuello, a ti y a la zorra que te estés tirando.

No supe si asustarme o sentirme alagado. Tragué pesadamente y la miré un tanto impresionado… no parecía tan posesiva a primera vista. No sabía si me gustaba o no, nunca había salido con alguien tan posesivo.

- O-O.K…

- No te asustes, creo que me he pasado. Lo que pasa es que te quiero solo para mí. Y De imaginar que estás con otra solo me dan ganas de…

- Gracias… - Dije sonriéndole mientras cerraba los ojos.

- ¿Por la amenaza? – Dijo un tanto incrédula.

- No, bueno, sí, no lo sé… es que nadie se ha sentido así nunca conmigo y… no sé.

- ¿No te gusta? Quiero decir, no soy tan bestia, puedes salir con tus amigas y amigos, no soy tan celosa, pero…

- Lo entiendo. – Dije sin dejarla terminar. – No es que no me guste, es que una relación así… es la primera que tengo. Y es lo que más quiero ahora mismo… bueno, la relación y tú. Sin ti la relación no vale nada.

- Claro, borrachín… - Sonreí porque hacía tiempo que no me llamaba así. – y ahora duerme, mañana tienes un examen.

- Sí…

Sentía que Zelda me estaba ocultando algo, que algo la perturbaba, pero no le di importancia. Me estiré en la cama y sentí el peso de su cabeza sobre mi hombro. Un peso que ya he llegado a necesitar para dormir casi cada noche.

Tanto que cuando no está ella, cojo un jarrón, pero no es tan agradable. El jarrón está frío, mientras que ella es caliente, sudorosa, suave y... y decidí que era mejor que me durmiera.

A la mañana siguiente, cuando fui a hacer el examen, me encontré con Mido, Saria y Sheik, el solitario Sheik. Hablamos de cosas tribales hasta que llegamos al aula donde tuve que separarme de ellos.

Al entrar, la gran sala de mesas situadas circularmente estaba casi vacía. Me senté separado de un grupito de estudiantes a los que conozco desde que vivía en el orfanato. Me las hicieron pasar mal…

- Bueno. – Dijo el profesor solo entrar en la gran sala. – Los exámenes tienen cincuenta preguntas y se puntuarán sobre cien puntos, cada pregunta tiene sus puntos en sus respectivos enunciados… - Y la demás información de cada examen.

Comenzamos todos girando la hoja del examen sin más dilación una vez a acabado el discurso, y de la sala en silencio tan solo se oía el rozar del bolígrafo y el lápiz sobre la hoja.

Terminé justo antes de que el profesor hiciera sonar su usual y ridícula campanita dorada para indicar que el tiempo ha terminado. Ridícula manía la de la campanita.

Salí del gran edificio y me fui directo a casa, sin nada interesante que contar hasta que llegué. Mi teléfono sonó mientras intentaba abrir la puerta de mi casa, pero se me quedó atascada.

- Oye, chico. – Era Duchess, el dueño de mi piso. Sí, es de alquiler. - ¿Algún problema con la puerta?

Duchess es más un tío de a-la-antigua que otra cosa, y me da un poco de miedo cabrearle. Más de una vez ha estado a punto de echarme a la calle por cabrearle… nada, meras chorradas.

- No, señor, tan solo un pequeño contratiempo. – Cuando conseguí abrir la puerta, continué. - ¿Lo ve?

- Te está sonando el teléfono. – Dijo y se fue.

Descolgué el teléfono antes de que quien llamase descolgase sin antes mirar quién llamaba. Sonreí cuando la voz al otro lado de la línea habló, haciendo a mi palpitar ir más deprisa. Es increíble que siga sintiendo esto a pesar del tiempo.

- ¿Por qué has tardado tanto en descolgar? – Cuestionó Zelda.

- Intentaba abrir la puerta.

- Vale. Oye, quería comentarte algo…

- ¿Sí?

- Nada. Mejor te lo cuento en persona. ¿Estás libre ahora?

- Bueno, tenía que hacer un poco la casa…

- Estoy ahí en media hora.

Colgué el teléfono y me lo guardé en bolsillo trasero de mis tejanos, ya acostumbrado a las rápidas decisiones de mi novia… que bien sonó eso en aquel momento. Aunque sigue sonando igual de bien.

Sonriendo, entré en mi pisito en el entresuelo y cerré la puerta cuando ya estuve dentro, esa vez sin ningún problema. Miré en todas las habitaciones y lo único que vi por arreglar fue barrer un poco el suelo y hacer las camas. Por lo demás estaba todo bastante bien.

Encendí la radio antes de apoyar mis puños en las caderas, dando un cansado suspiro, antes de comenzar. Primero hice las camas, bien estiradas, no hacía falta que cambiase las sábanas. Luego el suelo, que tampoco estaba tan sucio, aunque luego, por si acaso, pasé la fregona por todo el suelo.

Cuando ya hube acabado y el suelo se hubo secado, miro la hora y vi que tan solo había pasado un cuarto de hora desde que Zelda me llamó. Suspiré y fui al comedor, donde encendí la tele y comencé a hacer zapping, sonriendo cada vez que aparecía un programa de corazón.

Se me pasó el cuarto de hora volando, hasta que golpearon la puerta suavemente. Apagué la televisión y me acerqué a la puerta precipitadamente, la abrí y dejé pasar a Zelda a mi humilde hogar.

- ¿Qué querías decirme? – Dije una vez nos hubimos sentado.

- Bueno… ¿no te has preguntado nunca por qué no van manadas de reporteros y paparazzis siguiéndome?

- Bueno, pues… - La verdad, sí lo había pensado, pero preferí no preguntar.

- Es porque mi padre impide que entren en la ciudad si es por motivos relacionados conmigo, hasta que encontrara pareja.

- Ah… ¿Por qué quieres contarme eso?

- Porque… voy a volver a salir en informativos y revistas dentro de poco, creo.

- ¿Ah, sí?

- Sí, contigo.

Mi mente se quedó en blanco… ¿conmigo? No lo entiendo.

Mientras me hablaba interiormente a mí mismo, oía la voz de Zelda como un eco de fondo, que parloteaba y parloteaba sin parar. O quizás sí parase, no estaba lo suficientemente atento para saber.

Me estaba mareando, la habitación me daba vueltas, como si estuviera drogado. ¿Por qué iba un tipo como yo a salir en la televisión? O peor… ¡En informativos! ¡En revistas!

- Link, - Oí que decía. - ¿estás bien?

- Estoy… no sé… - Cuando volví un poco más en mí, la miré y exclamé. - ¡Por qué iba yo a salir en las revistas!

- Link… te lo acabo de explicar.

- No… no te he escuchado. Lo siento. – Y estuve DE NUEVO sonrojado, para variar.

- Link, quiero presentarte a mi padre como pareja oficial… ¿te parecería bien?

- ¿N-No te parece un poco precipitado?

- No lo sé, por eso te preguntaba.

¿Os doy una pista? Acabé aceptando, por el simple hecho de que la amo y no puedo negarle nada cuando me pone esos ojitos… no sin antes desmayarme por tanto oxígeno que me llegaba al cerebro.

- Oh, Diosas queridas… ¿es esa la Reina?

- Sí. – Dice mirando en la misma dirección que yo. – Pero no vamos a saludarla.

- Vaya, sigo teniendo a la Reina en la misma casa que yo, pisando el mismo suelo, pero me quedo más tranquilo. Nótese el sarcasmo.

Zelda suelta una pequeña risilla que casi me hace sonreír. Casi.

- Hola. – Dice una voz profunda detrás de nosotros.

Espero que no sea alguien de la aristocracia muy alto de nivel… me doy la vuelta y no sé qué es peor, el tío aristócrata o…

- ¡Papá! – Exclama cortésmente Zelda mientras abraza al hombre mayor.

- Ay, Diosas… - Susurro demasiado bajo para que alguien lo oiga.

- ¿Y este joven señor quién es? – Dice el presidente Daltus, cordial.

Oh, mierda, mierda y más mierda. Mi cara se pone aun más roja cuando le tomo la mano que me ofrece.

- Link, señor.

- Es mi pareja. – Suelta Zelda de golpe.

- Ah… - Suspiro, sin saber como reaccionará.

- ¡Oh! Veo que al fin te decidiste por alguien…

- Sí, papá. Estoy bien ya, como puedes ver.

- Sí, y sigues tan hermosa como hace unos años… da una vuelta y deja que te vea.

Zelda da una vuelta, su padre sonriendo orgulloso. Y lo único que quiero yo es relegarme en las sombras, apartado de la vista de todo el mundo. ¿Dónde están los superpoderes cuando los necesitas?

- Es genial, papá. – Comenta Zelda, continuando una conversación que no he seguido.

- ¿Verdad que sí? – De repente me mira y pregunta. - ¿Y tú qué tal? Hemos estado dejándote de lado en nuestra conversación, no es respetuoso. – Vuelvo a sonrojarme.

- ¡N-N-N-No! – Tartamudeo. – N-N-No es irrespetuosos pa-para alguien como usted… - Digo y suelto una risilla tonta.

- Link, ¿estás bien? – Dice Zelda preocupada.

- ¿Yo? ¡Sí, claro! ¡Estoy genial! – Comienzo a carcajearme, ganándome la atención de gran parte de la sala. Cuando me tranquilizo la miro preocupado, le pongo la mano suavemente en el antebrazo y susurro mareado. – Creo que voy a desmayarme…

- Emm… ¿podemos hablar tu pareja y yo, Zelda?

- Claro, pero…

- Tranquila, no le morderé. – Responde mientras ríe.

La miro y veo en su mirada que se preocupa por mí, pero decido que ya es suficiente de hacer el payaso, pero soy tímido, maldita sea. Mientras Daltus y yo nos apartamos de Zelda, consigo convencerme de que no voy a hablar con un importante y reconocido presidente, sino con el padre de mi novia. No sé que debería preocuparme más…

- No te estés tan avergonzado. – Dice cortando el hilo de mis pensamientos.

- Es más fácil decirlo que hacerlo.

- Tan solo quiero saber una cosa. Si quieres, luego podrás irte.

- Siento el escándalo…

Suspiro cansado y avergonzado cuando el presidente hacía esperar a gente que iba a hablar con él, y no puedo evitar sentirme muy, pero que muy culpable.

- Escuche, no le haga esperar por mí…

- Crees que son más importantes que tú, ¿eh?

- Bueno, ¿no lo son?

- Dime, chico, que crees que sería para ti más importante, ¿unos hombres de negocios o la felicidad de tu hija?

- La felicidad de mi hija, supongo.

- Eso es. Bueno, solo quería decirte un par de cosas que no sé si te agradarán… primera: que estés con mi hija me parece bien, pareces un buen chico, pero si le haces daño acabarás en la cárcel. Veo cuando os miráis que estáis muy enamorados y todo eso, pero… casi todo tiende a torcer. No es una amenaza, no querría ser grosero, pero con los antecedentes de mi hija…

- Lo entiendo. No quiero que se tuerza y seguramente no se torcerá de la misma manera. Es solo de pensar ver a Zelda de nuevo así y yo… no sabría que hacer.

- Bien, me parece bien que te preocupes tanto por mi hija.

- ¿Y la segunda, señor?

- Ah… - Suspira antes de continuar. – será mejor que te vayas antes de que te echen más fotografías.

- Fo-o-fo… - Daltus señala hacia un lado de la sala y veo a unos periodistas haciendo fotos. – Me han… me han hecho…

- Pues claro, al que más. Eres la pareja de mi hija, después de todo…

- Diosas…

Me acerco rápidamente a Zelda, intentando no hacerme notar entre el público, cogiéndola del brazo cuando llego donde ella, empujándola detrás de mí hacia la salida. Ella me sigue hasta su coche, donde se sienta en el asiento del conductor y yo a su lado. Cuando cierro la puerta, toda la tensión acumulada se escapa y me deshago suspirando en el asiento.

- Soledad… dulce soledad… - Cuando escucho a Zelda reír suavemente, giro la cabeza hacia ella y pregunto. - ¿podemos irnos?

- Claro. Solo quería que hablases con mi padre.

- Me han echado fotos… ¿te das cuenta de lo que eso significa?

- Es lo que conlleva salir conmigo, supongo. Que lo sepa todo el mundo. – Dice dando un pequeño énfasis.

- Sí, pero… ¿te das cuenta de los problemas que te vendrán encima?

- ¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas crees que "se me vendrán encima"?

- No lo sé… tal vez tu reptación o algo. No sé.

- ¿Mi reputación? – Dice en medio de risas mientras enciende el motor y arranca. – Ahora mismo, lo más probable que veo es que TÚ estés molesto, dejando de lado las reputacionesa un lado.

- ¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo? ¡Maldita sea, Zelda! ¡Hurgarán en mi vida!

- ¿Y tú no quieres ser famoso? Eso es lo que quiere todo el mundo hoy en día.

- Yo lo único que quiero es estar contigo. – Digo como un suspiro mientras apoyo la cabeza mi mano, tapándome la boca y mirando por la ventana.

Y Zelda decide zanjar el tema, porque se concentra tan solo en conducir y no volvemos a hablarnos hasta que hemos llegado a mi casa, donde me bajo y me despido, y ella se va por su camino hasta su casa, supongo.

Entro en casa y suspiro, apoyado contra la puerta. Miro hacia el techo y me pregunto: ¿Tan malo será ser una celebridad?

Malo… malo… malo es poco. Y solo hace tres semanas que soy una "celebridad". ¡Maldita sea!

Estoy jadeando de cansancio contra la puerta de mi casa, jadeando después de un gran ataque de adrenalina de más. En mis manos tengo la Hylian'slanguage, una revista conocida, con una foto mía en smoking y de Zelda en aquel sexy vestido negro de portada. ¡Zelda,la hija del gran presidente, al fin encontró pareja!, pone encima de la imagen con letras amarillas.

Una vez en la seguridad de mi piso, voy a la página indicada en el pie, leyendo el artículo:

¡Sí, como lo leen! – que ingenioso. – Zelda, la hija del gran presidente ha encontrado pareja, ya superada su anterior, que está actualmente encarcelado. ¡Pero no vamos a hablar de cosas tan fúnebres el día de hoy! ¡El "chico guapo" es el nuevo novio! No se sabe con seguridad si van a casarse, el chico parece bastante más joven que nuestra amada Zelda, pero se ven una pareja muy estable… ¡Quizá, con el tiempo, se casen y le den nietos a nuestro presidente!

Mierda, me entran ganas de vomitar. Me derrumbo en el suelo de rodillas, con la mano en la boca, cerrando fuertemente los ojos. Tranquilo… tranquilo…

Suena mi teléfono, pero no estoy de humor para hablar. Aun así, descuelgo el teléfono y respondo cuando veo que es Saria quien llama.

- ¿Sí…?

- ¡Hey! ¿Estás bien?

- No.

- Puedo suponerlo. Oye… solo quería decirte dos cosas. Una: que estás saliendo por la tele. Dos: ten cuidado con Ilia.

- ¿Eh?

La primera noticia me ha dejado un poco en shock, pero la segunde me ha impresionado. ¿Por qué me avisa sobre Ilia? Hace tiempo que no nos vemos ya…

- No sé si lo has notado, pero… desde que te dejó que estuvo espiándote. Todo el tiempo.

- Pues no, no lo noté – Digo sincero.

- Bueno, yo sí. Y cuando comenzaste a verte en público con Zelda, se puso hecha una furia…

- Wow. No lo entiendo, ¿por qué haría eso?

- No lo sé. Solo… vete tú a saber lo que esa loca puede hacer.

- Gracias por la advertencia.

- No, Link, va en serio. A ti te mostró su parte más bonita, pero en realidad es una urraca. Una sanguijuela. Ten cuidado. ¡Ah! Y espera, no cuelgues. – Pasa un tiempo callada, escuchando yo su televisión de fondo, pero sin entender lo que dice. – Oh, mierda… pon la tele. En debates punto y com.

Separo el teléfono de mi oreja y cuelo antes de apoyar mi cabeza contra la pared. Me levanto y voy al salón, donde enciendo la tele y pongo el canal, sin saber que diablos la ha asustado tanto. Me siento en el sillón y apoyo el brazo en el antebrazo del asiento.

Y se me corta el aliento poco tiempo después, viendo a Ilia entrar en el plató. Un poco tarde la advertencia, ¿no?

Se me va todo el color de la cara, lo noto. ¿Qué hace Ilia en un debate sobre mi relación con Zelda?

- Y bueno, - Dice la presentadora. – hola de nuevo, Ilia. ¿Qué más tienes que contarnos sobre ese delincuente?

¿Delincuente? ¿Cuanto tiempo lleva allí? ¿Qué ha dicho? Ay, Diosas, ya por qué me miraban tan raro por la calle…

- Es mi ex-novio, se podría decir que yo lo conozco más que cualquiera aquí. – La mato… yo la mato… - Podría decir muchas cosas, pero solo voy a comentar una. – Que no diga nada de eso… nada de eso… - Es muy abusivo con las mujeres. A mí siempre me exigía cosas que yo no quería hacer, y a veces me obligaba a hacerlas. Lo demás se lo dejo a vuestra imaginación.

- ¡SERÁ HIJA DE LA GRAN PUTA! – Exclamo mientras me levanto de un salto.

Mierda, me ha hecho cabrear. Una de las cosas buenas que tengo es que no me cabreo, realmente cabreado, con facilidad. Y una de las malas es que cuando me cabreo, soy capaz de todo.

Cojo el teléfono móvil y tecleo el número debajo de la pantalla, donde dice que si tengo algo que añadir, lo haga. Y eso haré. Suena un pitido dos veces y luego la música de introducción hasta que cogen la llamada. Le quito el volumen a la televisión.

- Tenemos una llamada, veamos quien es. ¿Hola?

- Hola. - Respondo.

- ¡Hola! Antes de nada, gracias por haber llamado y…

- Soy Link, el novio de Zelda. – Digo sin dejarla terminar.

- ¡Oh! ¡Pues bienvenido a nuestro programa, Link! De ti precisamente estábamos hablando. – Sonrío al ver la palidez de Ilia.

Bien, nena. Me has hecho enfadar y lo sabes.

- Lo que acaba de decir Ilia es completamente falso.

- ¿Qué es completamente falso, dices? – Cuestiona Ilia con sorna. – Aun recuerdo los moratones.

Todo el público suelta un "¡Oh…!", pero no me impide continuar.

- Pues mira, siento si tus huesos son de cristal, porque que yo recuerde, lo único que hacía era abrazarte.

- Siempre me obligabas a acostarme contigo. Eres un obsesivo.

- No te obligaba a nada, a pesar de que acepto que quizá sí sea un obsesivo, nunca he obligado a nadie a hacer nada. Lo único que hacía era abrazarte y besarte, y cuando te negabas paraba. Simple y llanamente.

- ¡Eso es mentira! Me hiciste mucho daño muchas veces…

- ¿Sí? ¿Y dónde está el recibo médico que eso, eh? ¿O tampoco te llevaba al hospital?

- Tenemos otra llamada para unirse a nuestro interesante debate. - Dice la presentadora. - ¿Hola?

- Hola, soy Malon, otra de las ex-novias de Link.

- ¿¡MALON!? – Exclamo sorprendido. Ella es tan tímida como yo.

- Sí… - Susurra. – quería decir que yo también creo que es mentira. Y a ver… no es por ofender, pero si solo le interesara… eso, ¿no creéis que buscaría chicas con más atributos?

- A lo mejor le gustan las bajitas. – Dice Ilia en contrapartida, claramente ofendida.

- No, por que todos sabemos que Zelda es casi tan alta como Link y yo… bueno, con decirte que mido uno ochenta y tres, creo que ya te lo digo todo. – El público suelta un nuevo "¡Oh…!". – Link no es mala persona ni nada de eso. Es más, cuando cortamos, seguimos en contacto y ahora es mi mejor amigo, aunque últimamente no nos veamos mucho.

- Sí, te has echado novio, ¿no? – Digo cordial. - ¡Ya era hora!

- Gracias… bueno, gracias a él pude superar el complejo de que soy demasiado alta, y que nunca saldría con nadie. Salió conmigo en el instituto para quitarme el complejo, a pesar de que le gustaba otra chica.

- ¿Sabías eso? – Pregunto sorprendido.

- ¡Claro! ¿Quién no? – Cuestionó riendo. – Pero no lo supe hasta que cortamos. Siempre me mirabas como si fuera digna de alabanza. Y cuando YO corté contigo me di cuenta… y me puse a reír como una tonta. – Se oye una voz al otro lado de la línea de Malon y continúa. - Tengo que colgar ya… adiós.

- Adiós Malon, y gracias por aportar tu punto de vista.

- Yo también voy a colgar, pero antes querría decir una cosa. – Digo, aun con el cabreo.

- ¿Sí?

Miro a Ilia por la pantalla del televisor y frunzo el ceño más aun.

- Mira, Ilia… no sé qué tienes contra mí, pero si cortamos no solo fue por mi culpa. Ambos nos mentíamos constantemente, tú al decir que yo era lo mejor de tu vida y yo al decirte que te quería. Y ambos lo sabemos. No sabes nada de mí, nunca te decidiste a saberlo. No sabes de lo que trabajo, ni qué carrera estudio. No sabes cuándo es mi cumpleaños, siquiera.

- Ni tú el mío.

- El tres de diciembre. – Y vuelve a palidecer. – Te regalé esos pendientes tan bonitos que llevas, tuve que pasar dos días sin dormir a base de café, trabajando para pagarlos.

- Eso… eso…

- Así que, si alguna vez te he importado… - Digo con voz dolida. Estoy realmente triste, pero no quiero hacer nada hasta colgar. – déjame en paz. Sigue con tu vida, y yo lo haré con la mía. Y ahora Zelda es mi vida. No te interpongas y encuentra tú tu camino. Te deseo suerte.

Cuelgo y me doy cuenta de que aun estoy de pie, mirando la pantalla como si Ilia pudiera verme. Me siento mal… como siempre que me cabreo. Luego viene el bajón. Antes de que llegue irremediablemente, devuelvo la voz al televisor.

- Bueno, parece que nos han llegado nuevas noticias. Gracias por tu aporte, Ilia, sigamos con el debate sobre…

Apago el televisor y me derrumbo. Caigo de rodillas y entierro la cabeza entre mis manos, llorando lágrimas saladas. ¿Por qué me pasa siempre a mí? Apoyo mi bazo y mi cabeza sobre el sofá, sin poder hacer otra cosa, soltando sollozos silenciosos.

No sé cuanto tiempo pasa hasta que alguien abre la puerta y oigo los pasos acelerados sobre el suelo, después del portazo. Ese alguien abre la puerta del salón y se acerca corriendo, abrazándome y acercado mi cabeza a ella.

- Ya pasó, ya pasó… - Susurra la chica.

- Ze-Ze-Zelda…

La abrazo por la cintura y me acerco más a ella, dejando salir los sollozos.

- No sé por qué me afecta todo tanto últimamente… - Susurro cuando me he tranquilizado, aunque aun me cuesta respirar contra su hombro.

- No sé… supongo que todo esto será muy nuevo para ti. - Me separa de ella y me mira a los ojos, me pone las manos en las mejillas y me seca las lágrimas con el pulgar. – He oído todo el programa.

- Ahá…

- Siento no haberlo sabido antes. Lo siento, en serio.

- ¿Eres tú laque ha dicho lo la noticia de última hora?

- Lo que les he dicho es que como no cambiaran de tema, acababan todos de patitas en la calle.

Suelto una risilla ahogada, sin saber qué decir.

- Gracias… - Susurro antes de besarla suavemente en la mejilla.

Me coge de las manos y se levanta, frunzo el ceño, pero me levanto cuando ella lo hace. Me rodea el cuello con los brazos y me besa de nuevo, cariñosamente, poniendo sus labios sobre los míos. Respondo lentamente al beso sin mucho esfuerzo, como las otras veces que la he besado, poniendo mis bracos en su cintura.

Se separa y me sonríe con una mirada amorosa en los ojos antes de obligar a sentarme. Lleva un traje marrón, como la de una oficinista. Se desabotona la chaqueta y se la quita, al igual que la corbata.

Vuelve a bajar y a besarme, empujándome hacia atrás en el sofá, poniéndome cómodo. Se separa y besa ambas comisuras de mis labios, bajando luego por la barbilla y siguiendo por la mandíbula hasta llegar a la oreja, donde muerde y lame el lóbulo.

De mi garganta se escapa un ronco y suave gemido, pongo mis manos detrás de su espalda, acercándola un poco más, incitándola a seguir con las caricias. Sus manos paran de mi cuello a mis hombros, y de mis hombros al primer botón de mi camisa. Mientras hace u caminito húmedo de besos desde detrás de la oreja hasta el cuello, lamiendo y mordiendo, desabotona mi camisa.

Suspiro y gimo suavemente, casi sin que se oiga, la erección en mis pantalones intentando atravesar la cremallera de mis tejanos. Contengo la respiración cuando Zelda pone una mano ahí.

- Ah…

Cuando ya ha terminado con mi camisa, se separa y comienza a desabrochar su camisa blanca, besando mi pecho, de rodillas entre mis piernas. Tengo los ojos cerrados y me concentro en lo que hace, en sus caricias y besos sobre mi pecho. Suspiro cuando me lame un pezón.

Se levanta y se quita la camisa, quedando en esa falda marrón y sujetador. Me coge de las manos y me arrastra detrás de ella. Se quita los zapatos en medio del pasillo y vamos directos a mi habitación.

Cuando ya estamos dentro, se da la vuelta y vuelve a besarme, desabrochando el botón de mis pantalones y abriendo la cremallera. Se separa de mí y ayuda a quitarme la ropa hasta quedarme en ropa interior. Volviendo a besarme, me empuja contra la cama suavemente, haciéndome caer y quedarme sentado. Se desabotona la falda y se la quita, empujándola a un lado con el pie cuando cae el al suelo.

Zelda pasa una mano por mi plano pecho y estómago, bajando hasta mi hombría. Gimo un poco más fuerte cuando me quita los boxers y golpea suavemente la punta con el dedo gordo. Mi virilidad desprende un poco de presemen, que Zelda lo utiliza para aumentar la fricción de caricias.

- Zelda… - Suspiro.

Entreabro los ojos cuando se acerca a mi oído y me susurra.

- Te amo… siento que todo haya salido así.

- No… no es culpa tuya…

- Sí lo es. – Contengo un gemido cuando se agacha y lame la punta. – Y quiero compensártelo.

- Si es por compensación no quiero que hagas esto.

- ¿Qué te hace pensar que te lo voy a compensar así? – Dice medio riéndose, echando el aliento sobre mi erección. – Ay, mi borrachín… siempre piensas en eso.

Después de darme un rápido beso, se agacha y envuelve la cabeza en forma de seta en su boca, dando círculos con la lengua, separándose para lamer hasta la base.

Está volviéndome loco, gimiendo y suspirando, apoyado con una mano sobre la cama y la otra acariciando su cabello rubio.

La separo de mí y la levanto, sentándola sobre mis piernas, para besarla apasionadamente, cogiéndola de la nuca. Saco la lengua y lamo sus labios, pidiendo paso. Abre la boca y nos fundimos en un solo beso ardiente que solo hace que mi erección crezca si se puede y mi corazón palpite más deprisa.

Nos separamos y Zelda me hace caer hasta la cama, donde nos volvemos a besar. Se sube a horcajadas en mi regazo, acariciando con su estómago mi virilidad, moviéndose en círculos.

- Que sexy… - Susurro con una sonrisa.

Sonríe y se quita lentamente el sujetador, tirándolo a un lado. Se agacha y vuelve a besarme, mordiendo suavemente mi labio inferior y lamiéndolo.

Baja hasta la garganta y comienza a besar y lamer mi nuez, haciéndome suspirar pesadamente. Vuelva a bajar hasta mi pecho, lamiendo y besando cada músculo, amándome.

- Te-Te quiero… - Tartamudeo entre suspiros.

- Yo también a ti, borrachín…

Se levanta un poco, se quita la única prenda que le quedaba y vuelva donde estaba. Me levanto hasta quedar sentado y vuelvo a besarla con legua, fundiéndome con ella, mezclándome con su sabor.

Cogiéndola por la cintura y sin dejar de besarla, la ayudo a elevarse un poco, para después descender sobre mi hombría, notando la humedad y el calor dentro de ella, los dos gimiendo al unísono, el uno contra la boca del otro.

Unidos y besándonos, comenzamos a movernos lenta y suavemente, la cadera moviendo en círculos, sin querer abandonar el calor que otro proporciona, gemidos placenteros que acaban en la boca del otro.

Nuestras lenguas moviéndose en el calor de la otra boca, moviéndose como una bella danza. Pero pronto queremos sentir más. Zelda me rodea con las piernas y yo la rodeo con un brazo, apoyándome en la cama con el otro.

- Ah, Link… - Susurra en mi oído.

Comienza la fricción de caricias entre nuestros sexos, ambos moviéndonos juntos. Noto los pechos de Zelda pegados contra mi torso, sus duros botones rosados. Una mano de Zelda se separa de mi cuello, bajando por mi pecho, mi estómago, hasta el lugar donde nos unimos una y otra vez. Con los dedos índice y corazón, rodean mi empapada hombría, oprimiéndola un poco, dándonos una nueva sensación.

Gemimos y suspiramos cada vez más fuerte a medida que nos acercamos a la cima. Doy la vuelta con Zelda para ponerla debajo de mí. Ella me rodea con las piernas y comienza a moverse. Comienzo con unas rápidas y suaves embestidas, sintiendo como Zelda se estremece debajo de mí. Con una mano, acaricio su muslo una y otra vez, y sé que la simple caricia la vuelve loca, apoyando mi frente contra la suya.

- ¡Ah… Link, sí… más…!

Estamos muy cerca del orgasmo y, cuando llega, ambos nos besamos, ahogando los gritos en la boca del otro, como si nos los comiéramos.

Cuando ya hemos terminado de corrernos, me derrumbo hacia un lado con temor a hacerle daño si lo hago encima de ella.

Ambos suspirando, Zelda apoya su cabeza en mi hombro y me abraza por la cintura, acariciando mi pecho.

Cuando ya hemos recuperado el aliento, se levanta un poco y me mira a los ojos.

- Oye… pase lo que pase, no me dejes nunca. – Susurra con algo de temor en sus ojos.

- ¿Por qué iba a hacerlo?

- Porque sé que no te gusta la atención. Tal vez te sigan los paparazzis y los periodistas.

- Todos los lugares tienen algo malo.

- ¿Me consideras un lugar? – Dice entre pequeñas risas.

- Síp. Tú eres mi lugar… uno que tiene pocas cosas malas. – Digo besando fugazmente sus labios.

- Tú sigue diciendo las frases correctas en el momento adecuado y te llevarás más de una sorpresa.

- ¿Una noche loca de pasión en la playa?

- Eso definitivamente tenemos que tenerlo.

Riendo suavemente, ambos nos dormimos en los brazos del otro, abrazados.

EPÍLOGO

(Unos nueve meses después…)

Suspiro antes de entrar en la tienda. No sé de dónde diablos he sacado el coraje para entrar.

- ¿Quería algo? – Pregunta la dependienta. - ¡Ah, pero si es el chico del mes pasado! ¿Vienes a por lo que me dijiste?

- Sí, señora.

- De acuerdo, ahora te lo saco. – Se agacha para buscarlo, y cuando se levanta tiene una pequeña cajita lila muy suave. La abre y dentro hay un anillo plateado, sencillo, sin perlas ni joyas ni pedruscos. – dos cientos ruppies, por favor.

- O.K… - Digo resignado.

Le doy el dinero y me da la cajita, suspiro y salgo de la tienda.

Llevo diez meses saliendo con Zelda, y estoy decidido a hacer esto, aunque no haya acabado la carrera. Lo terminaremos cuando acabe si ella dice sí.

Llego a mi casa, donde Zelda está esperando. Sonrío recordando aquella vez que Ilia apareció en un plató para contar calumnias sobre mí. No supe cómo Zelda había abierto la puerta hasta poco después, que descubrí que se las había quitado a mi casero.

Y entonces le hice unas copias.

- ¡Ya estoy aquí…! - Digo al entrar.

- ¡Hola, cariño! – Dice abrazándome del cuello. - ¿Qué pasa? Te veías nervioso por teléfono.

- Sí, bueno, em… - Saco de mi bolsillo la cajita y se la enseño, sonriendo cuando se le ilumina la cara al imaginarse qué es. – aun es muy pronto pero, cuando acabe la carrera, te pediré que te cases conmigo. - Zelda abre la cajita y abre los ojos, cogiendo el anillo de plata. – No es muy complicado, ni tampoco tiene un pedrusco de rubí ni nada pero…

- No, no, es… es genial… - Se le ponen los ojos llorosos y me mira, antes de exclamar de pura alegría. - ¡Es genial! ¡Gracias, gracias! – Me rodea con los brazos y me besa precipitadamente, con una sonrisa en los labios.

- ¿Podrás esperar a que termine la carrera?

- Podría esperar cientos de años y lo querría con la misma ansia.

- ¿Eso es un sí?

- Sí…

Y entonces posa sus labios sobre los míos, sellando una promesa por la eternidad.

FIN.


¿Lo veis? Nada que ver TT_TT Voy a llorar.

Por otra parte y con mejores noticias, tengo un nuevo proyecto de FanFic, nada parecido a esto. Es tipo medieval y eso, pero aquí os dejo un pequeño adelanto: - Zelda es una princesa, (obviamente) que va al país vecino a buscar un marido para su 18 cumpleaños. Y os preguntareis: - ¿Y Link por dónde anda?… está trabajando en un sitio no muy decente… donde se ofrecen servicios a muchachas… ¡Pero él es feliz! Tranquilas, no lo voy a hacer sufrir... después de todo es mi amante secreto... ¡y el de muchas otras diría yo! ¡LO DEMÁS OS LO DEJO A VUESTRA IMAGINACIÓN O ESPERAOS A QUE LO CUELGUE! ^.^