Disclaimer: One Piece no me pertenece. Perdón si alguno creyó que sí. Todo de Eiichiro Oda.


Series de viñetas Robin/Nami con los Sentidos. Los prompts son cortesía (?) de la tabla básica de la comunidad de LJ "Spanish Femslash". Pueden tomarse como viñetas y one shot's sin relación alguna o interconectados.


Resumen: A Nami le gusta mirar a Robin mientras ella se desviste. Y Robin lo sabe muy bien…


#Vista.

Desde el primer día que le tocó compartir el cuarto con la morena hasta el presente nunca había podido evitarlo. La primera vez que Robin se cambió frente a ella, un rubor sospechoso cubrió su rostro.

—¿Sucede algo, navegante-san? Te ves muy acalorada.

Nami encontró oportuna la excusa de que en ella era normal, porque en ese momento corría con la ventaja de que las dos no se conocían demasiado. Así que Robin, más que aconsejarle consultar con el doctor del barco, otra cosa no hizo.

Pero el tiempo pasó. El recelo por la mujer apodada demonio desapareció del todo, y acabaron por convertirse en amigas.

Poco a poco dejó de ser un suplicio compartir con ella el cuarto y empezó a aprovechar incluso los baños que tomaban en las islas visitadas. Para la navegante, esos pequeños deslices inocentes empezaron a ser una bendición.

Al principio admiraba la belleza de la arqueóloga, en el presente se daba cuenta de que no era tan sólo admiración. Y es que esos dos años de distanciamiento le habían hecho olvidar a Nami todo el autocontrol que había aprendido a tener. Era como volver al punto de partida.

Por eso, cuando esa noche Robin comenzó a quitarse la ropa para ponerse cómoda, Nami recordó todo de golpe: A Robin le gustaba dormir desnuda. A Robin no le daba vergüenza desvestirse frente a ella.

Reprimió a tiempo las ganas de gritarle que no sea tan desvergonzada, porque sabía que reaccionar de esa manera llamaría la atención de su amiga. Así que se quedó sentada en la cama, respondiendo monosilábicamente las preguntas de la arqueóloga. Y se suponía que la calladita era Robin, y la que hablaba hasta que el sueño la vencía era Nami.

Robin esbozó una tenue sonrisa.

—¿Sucede algo, navegante-san? Te ves muy acalorada.

Nami entreabrió la boca atrapando el aire que escaseaba en sus pulmones. Se sintió presa de un déjà vu. El inconveniente es que no podía salirle con la misma respuesta que le había dado hacia ya casi cuatro años.

Robin, en el presente, la conocía muy bien. Tanto la conocía, que empezó a reír bajo. Nami frunció el ceño un poco ofendida.

—Eres cruel, Robin-chan —se quejó.

La carcajada de la arqueóloga fue más sentida y es que ella también había olvidado todo ese ritual. Los ojos de Nami puesta en su figura, con anhelo y veneración. Los ojos de Nami recorriéndola de pies a cabeza.

Y si Nami creía que era un mero descuido sin malas intenciones por parte de Robin, se equivocaba. De hecho en el presente ya le quedaba claro que lo que Robin hacía con aparente inocencia era con puras intenciones.

—¿Por qué soy cruel? —preguntó, apagando la luz antes de echarse sobre las sábanas—¿Por dejarte mirar?

Nami tragó saliva, sintiendo como el corazón le latía desbocado. Robin había apagado la luz sin importarle que ella aún estuviera vestida y sentada en la cama. En la penumbra se quitó la ropa con tanta velocidad que Robin empezó a reír muy internamente.

—Ey, que no soy Sanji.

Y no, pensó Nami. Si fuera Sanji ya le hubiera hecho un hijo en los escasos segundos que le tomó desnudarse.

Nami, entonces, se preguntó si sería prudente decirlo o no; en poco tiempo llegó a la lúcida conclusión de que ellas llevaban muchos años conociéndose.

—Robin —murmuró con voz trémula.

—¿Sí?

—¿Puedo prender la luz?

Robin sonrió. Entendía el fin verdadero de esa pregunta, no en vano eran amigas. Pensó bien la respuesta antes de darla.

—Por supuesto, yo también tengo derecho a mirar.

...