Siento haber tardado tanto. Iba escribiendo entre estudio para un examen y otro estudio. Más todos los deberes... ¿qué queréis que haga? Es lo que tiene estar en 4º de la ESO.

A partir de aquí, se aceptan tomatazos y demás familia. ¡Disfrutad el último capítulo de esta historia!

Estos personajes no me pertenecen ni intento utilizarlos con intención de copiar nada. Son propiedad de Nintendo.


CANTA PARA MÍ, MI REY

Meses… parecían días.

Meses en que había disfrutado la compañía de la muchacha, de Zelda, y de ninguna otra muchacha más. Sonrió ante eso.

Pero en aquel momento no estaba tan feliz. Estaba nervioso, temeroso, enfadado, asustado y por último, y muy en lo último, se veía a lo lejos un resquicio de felicidad.

Zelda se había ido hacía cinco días, alegando tener una cosa que hacer, sin dar más explicaciones. Se fue y lo dejó solo en la casa del bosque, con su hermana, que se comenzó a quedar con él todos los días haría bastante tiempecillo. Algo que al principio lo alegró bastante, aunque se fue complicando… hasta que se peleaban a cada rato. Pero estaba muy feliz de verla cada día, aun así.

- Zelda, ¿dónde vas? – Dijo desde la puerta junto a los rayos de sol.

- Te dejé una nota al lado de la mesilla. Pensaba que despertarías más tarde. – Dijo a punto de entrar en un carruaje.

La noche anterior habían estado haciéndolo, cosa que a Link le pareció un poco… extraño, agradable, pero extraño. Y era que la chica nunca se excedía a la hora de hacer el amor ya que pensaba que el rubio ya había tenido suficiente.

- Zelda… - Río Link. – Llevo muchos años en esto. Diría que tengo más aguante que tú, créeme.

- Supongo. – Suspiró.

Link sonrió cuando notó un atisbo de celos en su voz. En los cinco meses que habían estado juntos, Link había descubierto y confesado que su amor por ella iba más allá de lo que él creía desde un principio, descubriendo que él estaba tan enamorado de ella como ella de él.

- Bueno, tengo que irme. No tengo tiempo para explicártelo, tan solo que vendrá un carruaje a buscaros a tu hermana y a ti en una semana, más o menos. ¿Estarás bien?

- Claro. Creo.

Zelda río suavemente mientras subía al carruaje y este desaparecía a lo largo del bosque. Suspirando, Link corrió hacia la habitación y cogió la nota antes mencionada por la chica y comenzó a leer, abriendo los ojos a medida que leía, no enterándose de casi nada.

"Bueno Link, cuando estés leyendo esto seguramente ya me habré ido. Me parece un poco cobarde, pero es la única forma de decírtelo sin que te vayas corriendo.

Te seré sincera: te lo aclararé cuando no puedas escaparte. Ya lo entenderás y espero que no me odies por esto. Aunque no creo que lo hagas, siempre cabe la posibilidad.

He tenido que emprender un viaje hasta mi lugar de origen, con el fin de poder estar juntos tú y yo y la pequeña Aryl, pero antes debo hablar con un par de personas que son también muy importantes para mí.

El lugar está relativamente cerca, pues el bosque es muy grande, y la casa está en las afueras del reino, tocando a otro reino muy distinto, mi mencionado lugar de origen.

Serán solo unos días, espera pacientemente, ¿de acuerdo?

Te quiere,

Zelda"

Link volvió a dejar la nota en la mesilla de noche, aun más confuso que antes, decidiéndose a hacer el almuerzo.

- ¡Aryl! ¡Levanta tu perezoso trasero de una vez! – Exclamó mientras entraba en la cocina.

Pocos días después había venido una carroza a buscarlos. Eso habría estado bien, eso significaba que quedaba poco para volver a ver a Zelda de nuevo. Estaría muy bien si el hombre del carruaje no se hubiese bajado y, con su traje de seda caro, lo hubiese mirado de arriba abajo con mala cara y hubiese dicho con una cara totalmente distinta: "Se me ordena llevar al prometido de la princesa y heredera Zelda, futuro rey de Hyrule a palacio para su inminente boda".

Alguien debía darle explicaciones de algo, como por ejemplo cómo de trabajar en un burdel había acabado en ser el futuro rey de algún reino que ni conocía. Bien… eso estaba bien…

Se oprimió las sienes, sin comprender nada en absoluto y su hermana pequeña apoyada en su hombro. Sonrió hacia ella, sabiendo que si él se convertía en rey, ella se convertiría en princesa en su defecto.

Miró por la ventana, esperando no tener ningún conflicto. Cerró los ojos y se apoyó en la cabeza de su hermana y cerró los ojos, esperando poder dormir lo que quedaba de viaje.

- Her-Her-Her-Hermanito… ¿Eso-Eso es un castillo? – Dijo mirando por la ventana.

- Creo que sí… se parece, al menos.

El carretero que los había llevado a aquel gran lugar, majestuoso por todas sus esquinas y paredes, con arbustos y árboles en lo que se suponía era el jardín, abrió la puerta del lujoso carruaje, viendo sus caras asombradas. Se hizo a un lado y dijo algo para que bajaran.

Primero bajó Link, segundos después de estar la puerta abierta. Luego su hermana, la cual se tropezó y cayó sobre la espalda del rubio, cayendo los dos al suelo de arena, ambos con los ojos cerrados. Los abrieron cuando escucharon unas risitas de las criadas de palacio, sonrojándose los dos.

- ¡Ay! ¡Apártate de encima mío, mocosa! – Dijo empujándola "suavemente" hacia un lado.

- ¡No me llames mocosa, niño feo!

- Vaya, – Dijo una voz irónica a sus espaldas. – parece que ya habéis llegado.

Se dieron la vuelta y vieron a una hermosa mujer, con el cabello moreno hermosamente recogido y con una hermosa corona dorada, un vestido caro y hermoso…

- ¿Z-Zelda? – Tartamudeó Link. – E-Estás hermosa…

- Gracias. – Sonrió y se dio la vuelta, comenzando a caminar. – Seguidme, por favor. Querréis daros un baño, supongo.

- ¡Sí! – Exclamó inocentemente Aryl.

- Un momento. – Murmuró Link, saliendo de su sopor. – Esto es un palacio.

- Sí. – Respondió Zelda, de nuevo cara a cara con él.

- Donde vive la familia real de Hyrule.

- Así es.

- Y tú vives aquí.

- Es correcto.

- Ah… - Dijo el chico, intentando asimilar sus palabras. - ¡O sea que era verdad! ¡Eres una princesa!

- Sí… ¿hay algún problema con eso?

- ¿Que si hay algún problema con eso…? ¡Pues claro que lo hay!

- No entiendo cuál.

- Pues-Pues… Zelda, digo, princesa… – Se corrigió. – no creo que estar aquí sea buena idea.

- ¿Por qué? ¿Acaso no me quieres?

- ¡Sí! O sea no, o sea, ah… - Suspiró. - Pe-Pero tú eres princesa y yo…

- Mi prometido. El pasado, pasado es, y ahora haz el favor de tomarte un baño. Os presentaré a mi padre en la cena y debéis estar presentables.

- ¡No! Ni hablar, lo siento, princesa, pero eso no va a poder ser.

Antes de que pudiera replicar nada, Link se dio la vuelta y se fue por donde había venido, yendo en dirección a la ciudadela. Aryl comenzó a correr detrás de su hermano, preocupada, cuando Zelda la detuvo por el antebrazo.

- Tranquila. – Le dijo. – No conoce el lugar, volverá dentro de poco.

Aryl bajó la cabeza, preocupada, esperando que lo que le había dicho Zelda fuese cierto.

- De acuerdo…

- ¿Quieres darte un baño de mientras?

- ¡Sí!

La niña la siguió hacia dentro del gran palacio, canturreando felizmente, mirando a su alrededor el gran decorado de las paredes del gran castillo, una alfombra roja en medio del pasillo.

Cuando Zelda ya se hubo asegurado de que la niña estuviera bien atendida con unos sirvientes, les pidió amablemente que preparasen otro baño, pero que no lo calentasen aun. Tardaría un rato en venir, pero estaba dispuesta a llevar a Link a casa. Su nuevo hogar y su nueva vida le harían olvidar todo lo vivido anteriormente, de eso estaba segura.

- Tabú!

Mirando de lado a lado de la gran ciudadela, se preguntaba cómo había llegado hasta allí. Lo único que recordaba era haber corrido con la cabeza gacha hasta ahora, sentado en el suelo como estaba, todos a su alrededor callados y mirándole.

"¿Sabrán que trabajé en un prostíbulo y que me casaré con su princesa? No, no me casaré.", pensó.

- ¿Estás bien, chico? – Dijo el hombre con el que había chocado.

- ¡No me casaré!

Y comenzó a correr de nuevo, notando sobre él todas las miradas de los ciudadanos, y no supo cuánto tiempo pasó hasta que llegó a una especie de lago, en medio de este una cabaña de madera blanca. Se impresionó bastante.

Bajo sus pies, un prado verde se extendía y removí a con el viento, notando una brisa agradable en su flequillo, llevando a su nariz unos agradables olores dulces. Suspiró, agradeciendo la sensación extrañamente familiar.

- Vaya, vaya. – Dijo una voz conocida desde su espalda. – Veo que has encontrado esto antes de lo previsto.

- Princesa… ¿qué está haciendo aquí?

- No me trates de "usted", Link… - Río Zelda. – me hace sentir vieja. E incómoda.

- No puedo evitarlo.

- Pues bien que lo evitabas cuando no lo sabías.

- ¡Pues precisamente por eso, porque no lo sabía! Si lo llego a saber, yo… yo…

- ¿No me hubieras hablado tan formal?

- No me hubiera enamorado de ti. – Dijo evitando su mirada.

Zelda no sabía si estar complacida por la respuesta o estar deprimida. Miró la cara del chico, aunque solo podía ver su cabello rubio, con ojos tristes y a la vez con resquicios de felicidad. Pero él solo contemplaba la casa con la mirada perdida. Su padre ya le había hablado de aquello, de aquella situación, pero no creyó que realmente sería tan dura.

- ¿Sabes qué pasa? - Dijo la morena minutos después, ganando de nuevo la atención del chico. – Que yo no elegí ser princesa, al igual que tú no elegiste ser plebeyo.

- No, no se trata de eso…

- Sí que lo hace, y estoy realmente harta de las miradas con superioridad. No soy superior o inferior.

- De ellos tal vez no, pero de mí…

- El pasado, pasado es. Y no eres tan diferente a mí.

- ¿Ah, no? – Dijo con ironía.

- No. Ambos tenemos dos ojos, orejas puntiagudas, boca... ambos tenemos sentimientos y emociones.

- No, Princesa, no…

- Link. – Dijo decidida, cogiéndole de los hombros y obligándolo a mirarla a los ojos. – Te quiero. Me quieres. ¿Qué más podemos necesitar?

Link quería creerla, realmente quería. Pero por mucho que lo intentaba, su corazón decía una cosa, y su cerebro otra muy distinta. Cometió, a su parecer, el error de mirarla a los ojos de nuevo. Se sintió como si todas sus barreras se rompiesen de nuevo y no pudese evitar mostrar la verdad de sus sentimientos, sensación que no sabía si le gustaba o no.

Se acercó a ella y la abrazó por la espalda, recibiendo como respuesta los brazos de la chica en su cuello, apoyando su cabeza sobre el hombro.

- Ojalá fuese tan fácil… - Susurró Link.

- Link… - Dijo separándose y poniendo su frente sobre la del rubio. – estás haciendo de todo esto un drama.

Abrió los ojos, sorprendido, y se volvió a alejar. No estaba seguro de nada. Sobre todo, no estaba seguro de si la chica le decía la verdad al confesar su "eterno amor" por él. Aceptaba que, siendo modesto, era guapo y atractivo para una chica, y nadie antes se había acercado a él por el siemple hecho de hablar. E incluso ella, la heredera de un poderoso reino, había logrado caer rendida como todas las demás. ¿Cómo sabía que aquello no era solo lujuria? No estaba seguro de nada, pues en ningún momento anterior se había cuestionado los sentimientos de la chica.

No estaba NADA seguro.

Zelda pareció captar la duda en la mirada ida del chico, preguntándose por qué, aunque inmediatamente se dio cuenta. Seguramente se cuestionaba sus sentimientos por ella o los de ella por él, lo suficiente sabía de su pasado y personalidad como para poder adivinarlo. Suspiró. Miró hacia un lado y vio la casa que había mandado a hacer meses antes, terminada justo a tiempo. Sonrió.

- Link. – Dijo la princesa, sacando al rubio de su trance. – Mira a tu alrededor. – Cuando lo hizo, su sonrisa se amplió. - ¿No te suena de nada?

El muchacho pareció concentrado en su lados, mirando cada detalle de todo lo que le rodeaba. Árboles, un frondoso bosque. Césped, una brisa que acariciaba su rostro. Un lago, hermosa cueva al fondo. Una gran casa, tan blanca como la nieve. Abrió los ojos.

- No…

- Sí. – Afirmó ella. – Este es el hogar que perdiste. O bueno, parecido.

- No… era así. Más o menos. – Parecía encerrado en sus recuerdos. – ¿Cuándo…?

- Dos días después de contarme lo de tu familia.

- ¿Por qué? – Volvió a mirarla.

- Porque te quiero. Te lo he dicho muchas veces y no me canso de hacerlo. Quise hacer algo por ti, recuperar algo, un pequeño grano, de tu infancia… - Se detuvo cuando el chico comenzó a negar con la cabeza. – pero por supuesto, no puedo obligarte a estar conmigo.

El chico sonrió con los ojos cerrados, sintiendo que su corazón era envuelto de nuevo por una capa de calor ante el acto de la morena. Y aunque eso disipaba algunas dudas, no lo eran todas. La voz de la chica lo volvió a sacar de sus pensamientos.

- ¿Es que acaso no quieres entrar?

La miró extrañamente, pero se decidió a hacerlo. No estaba seguro de por qué la chica lo había dicho con tanto entusiasmo. Entonces se dio la vuelta y comenzó a andar hacia la gran casa blanca. Cuanto más se acercaba, más diferencias notaba con la casa de su pasado y aquella, pero no le importaba. Sonreía.

Cuando abrió la puerta de madera cara, unas traicioneras carcajadas salieron de su garganta al ver cuanta diferencia había en la calidad de todo lo que lo rodeaba. Pero de nuevo no le importó. Sonrió.

- Esto es…

- Sé que no se parece en nada, seguramente, pero quería hacer esto por ti.

- Genial… en serio. – Dijo mirándola con una sonrisa.

-No quería que lo vieras aun.

- ¿Ah, no? – Preguntó inocentemente el rubio.

- No… - Susurró acercándose a él. – esperaba que este fuera el lugar para nuestra luna de miel.

- ¿Q-Qué?

- Pero ya da igual…

Puso sus brazos alrededor del cuello del chico, apoyando su frente en su hombro, sintiendo casi inmediatamente los brazos del chico alrededor de su cintura. Se sorprendió algo cuando le mordió suavemente la oreja.

- ¿Qué haces? – Dijo entre risillas.

- Adelantar mi luna de miel.

- Entonces… ¿vas a casarte conmigo?

- ¿Cuándo tuve elección?

- Siempre, lo sabes. – Dijo tornándose seria de golpe.

- Lo sé… - Susurró poniendo un mechón moreno tras su oreja. – ya lo sé.

Bajó su cabeza y posó sus labios sobre lo de ella, en un beso cariñoso y lento, abrazados y con caricias lentas alrededor del cuerpo del otro, todas las dudas disipadas casi por completo.

Una risilla se escapó de nuevo de la garganta de la princesa entre los labios de Link, cuando este comenzó a aumentar el calor de las caricias. Zelda abrió la boca, dejando salir su lengua que fue directa a lamer los labios del rubio.

Link gimió ante las caricias de la chica, abriendo su boca y entremezclando su lengua contra la de ella. Estremeciéndose contra el cuerpo del otro, se separaron y la camisa del chico y el vestido de ella acabaron en el suelo. Comenzaron a besarse más bruscamente de nuevo sin poder estar mucho tiempo separados el uno del otro. Ella, queriendo sentir la cercanía del chico, dio un pequeño saltito y enrolló sus piernas alrededor de la cintura del chico, notando su erección contra su sexo por encima de la ropa. El rubio la sujetó por el trasero, y caminó casi corriendo hasta la pared más cercana sin dejar de besar los labios de la chica y sin dejar de acariciar su lengua contra la suya.

Separaron sus labios para respirar, mirándose a los ojos y apoyando en la frente en la del otro, agitados.

- ¿A ti también te parece… que estamos yendo demasiado deprisa? – Susurró Zelda.

- Que estamos yendo deprisa es en lo último que pienso ahora… - Dijo bajándola de la pared. - ¿Dónde está el dormitorio?

- ¡Al diablo el dormitorio y el romanticismo! – Exclamó Zelda entre risas. - ¿Para qué queremos un dormitorio si tenemos un bonito sofá?

Riendo, Link se acercó junto a Zelda al sofá, rozando y besándose con ella como un desesperado.

- Nunca creí necesitar esto. – Susurró el chico para volver a besar el cuello de la chica.

Zelda gimió ante las caricias del chico, sintiendo el calor de su mano colarse entre su camisa, posándose encima de su sujetador. Una risilla se escapó de su boca mientras pensaba que no quería quedarse atrás.

Con sus manos acarició el cuerpo del chico, por los hombros hasta la cintura hasta posarlas sobre su trasero, oprimiéndolo un poco. Instantáneamente notó sobre su cuello una risilla. No demasiado tiempo.

Sentándose encima de la cintura de ella aunque no apoyando todo su peso, la ayudó a salir de su camiseta. Cuando se la hubo quitado, cogió bruscamente el sujetador y lo bajó, exponiendo sus senos.

Acercó su boca a uno de ellos y lamió el pequeño botón rosado, mientras iba bajando la mano por el estómago de la morena hasta enterrarla dentro de sus pantalones de seda.

Zelda solo podía notar el calor de las manos del chico y sentir lo que estas le brindaban, absolutamente extasiada, arqueándose, deleitándose. Abrió los ojos de golpe cuando sintió los dedos del rubio acariciar los labios de aquella zona mientras besaba, lamía y mordía el otro seno.

- ¡Pa-Para! – Gritó fuera de sí.

- ¿Qué pasa, te he hecho daño?

- No… - Susurró poniendo una mano sobre su erección haciéndolo gemir levantando la cabeza de donde la tenía. – pero como no te des prisa no creo que vaya a aguantar mucho más.

Asintiendo, se levantaron del sofá y se desnudaron rápidamente. Volvieron a besarse y cayeron sobre el sofá. Se separaron y se miraron a los ojos, sonriendo. Y mientras apoyaba su frente en la de ella, Link se posicionó y entró de golpe en ella, rápida y suavemente.

Zelda gimió y arqueó, sintiendo la lengua del muchacho de nuevo en sus senos.

Mientras la besaba, comenzó a moverse dentro de ella, notando su humedad envolver su virilidad, acariciarla. Gemía suavemente sobre el seno de ella mientras un torbellino se avecinaba sobre él.

¿Qué estaba mal con él que nunca se cansaba de tenerla?

Mientras se empujaba a sí mismo dentro de ella y besaba sus labios, ajuntando su lengua con la de ella como una danza, su cabeza cada vez se hizo menos preguntas. Su mente se quedaba en blanco y se entorpecía al intentar pensar, algo que solo le había pasado con ella. Y era agradable poder olvidarse de todo.

- ¡L-Link! – Gritó Zelda abrazándose a él por el cuello clavándole suavemente las uñas. - ¡Más, más!

Encantado con sus gritos de placer, aceleró el ritmo y la fuerza de las embestidas, pero sin hacer daño, tan solo aumentando el nivel de éxtasis de la mujer debajo de él.

¿Qué estaba tan mal con él que le encantaba yacer con ella como lo estaba haciendo?

- ¡Sí! ¡Sí!

- Ah... - Gimió de nuevo al escuchar la voz de la morena terminar en su oído.

Aumentó un poco más su placer antes de terminar, de llegar al clímax con un fuerte empuje junto a ella, disfrutando del momento como nunca antes de ella lo había hecho. Le encantaba cuan en blanco se ponía su mente antes de terminar.

Cansado, cayó encima de ella intentando no aplastarla, pero sabía que sus brazos no aguantarían mucho tiempo, así que se tumbó hacia su lado… cayendo del sofá.

- Link… - Suspiró Zelda entre pequeñas risas, sin aliento.

- Estoy… estoy bien…

Tumbado en el suelo de espaldas, volvió a escuchar la voz de la morena mientras respiraba pesadamente, intentando recuperar la respiración.

- Hicimos esto antes de lo previsto… - Rio Zelda.

- Tal vez… - Susurró. – pero eso no evita que no te haya gustado. – Se sentó y besó sus labios de nuevo.

- Lo mismo digo.

Link le sonrió, completamente de acuerdo.

Se acercó de nuevo a ella y acercó sus labios a los suyos. Después de otro beso, susurró.

- Te amo…

- ¿Aunque sea una princesa?

- Aunque seas una princesa. Y tú me quieres… ¿trabajando de lo que trabajo?

- Te amo aun trabajando de lo que trabajabas. – Respondió con énfasis.

EPÍLOGO

"El ambiente está tenso…", pensó. Hacía dos semanas que había llegado al castillo y ya estaba hastiado de

El gran comedor estaba en silencio, cuatro personas cenando en la gran sala. Tres de ellas comiéndose felizmente la sopa, otra no tan feliz. Él más bien estaba incómodo, agarrando fuertemente la cuchara.

- ¿Y bien? – Dijo el hombre al otro lado de la gran mesa llena de alimentos con voz grave. - ¿No tenéis nada que contarme?

Link calló, sin saber si decir algo iba o no a ofender al gordo rey vestido de seda roja.

- Papá… - Susurró Zelda. – este, como te dije, es el hombre con el que me voy a casar.

- Hombre, hombre… no soy. – Comentó Link tartamudeando. – Soy un chiquillo.

- ¿Y como chiquillo te vas a casar?

- Emm… y-yo…

- ¡Papá! No seas grosero.

- No, no es grosero, solo…

- ¡Y tú deja de hacerle la pelota!

- Pe-Pero es el rey… - Susurró.

- ¡Al cuerno el rey! – Exclamó Zelda. - ¡Será tu suegro!

- Ze-Zelda, ¿por qué estás tan tempe…?

- ¡No estoy temperamental! Es solo que me fastidia mucho esto…

Entonces, sin nada más que hacer, el rey se echó a reír, ganándose la mirada enfadada de Zelda, la de Link y la de su hermana. Link estaba tan empeñado en saber el porqué de la risa del rey, que no se dio cuenta de que la cara de Zelda se volvió azul.

- ¡Ze-Zelda! – Gritó Aryll.

- Voy a vomitar… - Y comenzó a hacerlo cuando llegaron unos sirvientes con algo parecido a un cubo. – Me encuentro mal...

Link estaba atontado. No sabía qué hacer. Incluso tampoco se dio cuenta de que llevaron a Zelda a su habitación.

La habitación volvió a quedarse en silencio.

- ¿Qué… qué ha pasado? – Susurró Link, quedando él y el rey en la sala.

- ¿Hace mucho tiempo que la conoces? – Preuntó el rey.

- Unos… unos cuantos meses.

- Mm… - Volvió a soltar un par de carcajadas. – Tranquilo chico, no estés tan tenso.

- Si usted supiera…

- Sé exactamente de qué trabajabas.

Link abrió los ojos, sorprendido de que el mismísimo rey pusiera estar en la misma habitación que él sin reprocharle. Volvió a mirarle completamente desconcertado.

- ¿Y aun así… va a permitir que nos casemos?

- Mira, chico… ¿de verdad importa el trabajo de un hombre? Yo soy rey, y todos me tienen mucho respeto, pero, ¿de verdad se les tiene respeto a los reyes? No, puesto que hay reyes y tiranos, al igual que en cada profesión y lugar. Hasta el más pobre hombre puede compararse con el más grande rey, si estos son de igual sentimiento y pensamiento. – Al ver la cara de Link, entendió que no le había podido seguir. – Ya lo verás. Algún día lo entenderás.

Link asintió, decidido a irse, no sin antes escuchar un "felicidades" del rey, pero no entendió por qué.


Poco después descubrió por la misma boca de Zelda, que iba a se papá.

- ¿¡Qué!?

- Sí que puede ser… por eso estaba tan enfadada antes.

- Ay, ay, ay, ay, ay… - Susurró sentándose a su lado de la cama. - ¿Cómo ha podido pasar?

- Pues mira, tú…

- ¡YA SÉ cómo ha pasado! Era una pregunta retórica.

- Ah… - Suspiró Zelda. - ¿No quieres tenerlo?

- ¡Sí! Por una parte estoy feliz, pero por otra… no sé cómo criar a un niño.

- Pues yo creo que serías un padre fantástico. – Dijo abrazándole por el cuello.

- ¿Tú crees?

- No creo, lo sé. – Después de unos segundos de silencio, la chica continuó. – Sabes que con ello vienen los antojos…

- ¡Por supuesto! ¿Quieres que te traiga algo? – Exclamó levantándose de golpe.

- No… todo lo que quiero está aquí mismo.

- Dime.

- Te quiero, eso está por supuesto, pero…

- ¿Sí…?

- Quiero que cantes para mí, mi rey.

Link la observó un momento antes de sonreír. Por ella haría lo que fuera.

Se acercó y se sentó en la cama para susurrarle al oído.

En el mundo genial de las cosas que dices…

hay historias de buenos y malos felices…

ceremonias de vidas, sonrisas al verte…

¿Cómo diablos se puede tener tanta suerte?

En el mundo genial de las cosas que dices…

hay tesoros de nadas, planetas sin grises…

con millones de estrellas que llenan mi mente…

yo no sé si se puede quererte más fuerte.

Y adelante, hacia la luna, donde quiera que esté.

Que somos dos, y es solo una, y yo ya estuve una vez.

Ven dime: un, dos, se duerme a mi lado, he vuelto a caer y sigue:

tres, seis te llevo a mi lado, ya no te puedo perder.

Y a ese mundo genial de las cosas que dices…

no le falta ni amor, ni verdad, ni matices…

tu secreto ha entendido el calor de tenerte…

no me faltes mi vida, no puedo perderte.

Y en el mundo genial de las cosas que vives…

hay castillos de luz y de guerreros que dicen…

que la vida es mejor con palabras de suerte…

¡Cómo diablos se puede quererte tan fuerte!

Y adelante, hacia la luna, donde quiera que esté.

Que somos dos, y es solo una, y yo ya estuve una vez.

y sigue: un, dos, se duerme a mi lado, he vuelto a caer y sigue:

tres, seis, te llevo en mis manos, ya no te puedo perder.

Y adelante, es solo una, donde quiera que esté.

Tú y yo dos, y la fortuna, que vuelve siempre otra vez.

Y sigo: un, dos, se duerme en tus manos, vuelvo a caer y sigo:

tres, seis, me quedo a tu lado, ya no me puedes perder.

FIN.


Canción de MALDITA NEREA - EN EL MUNDO GENIAL DE LAS COSAS QUE DICES. Bueno, espero que os haya gustado y aquí el adelanto del siguiente two-shot que voy a escribir de esta pareja en la que hay lime y lemon, aunque no sé si será de vuestro agrado:

"Hay algunas cosas que odio... y aunque sean pocas, las odio de verdad... como los lazos de sangre... algo que yo no pensaba que tenía".

El narrador vuelve a ser 1ª persona, nuestro querido Link. ^^