ATENCION! LEER PRIMERO ESTO: Este fic contiene relato de tipo sexual y que no están nada relacionados con el estilo romántico de Jane Austen. Algunos párrafos de este fic si tienen algo del estilo de Jane Austen ¡pero vuelvo a repetirlo! Para nada es romántico, tiene contenido erótico y puramente sexual. ¡Es para mayores de 18 años! Si te gusta el romanticismo no sigas leyendo, a ver si va a venir algún comentario diciéndome que le he pervertido o que si Jane Austen se levantara de la tumba y leyera esto se arrepentiría de volver a estar viva, ect…

Este fic no me pertenece. Pertenece a R. Grace y su verdadero titulo es "A Taste". Esto es una TRADUCCION.

Gracias por todos los reviews

Stellar BS: Me alegro que te guste. Este ya es el final.

Cullen-21-gladys: Sí, aquí está el final. Besos para ti.

Avi de Windt: xD Si el señor Bennet es muy inteligente. Besos.

Patybenededmalfoy: Me alegro que te haya gustado tanto mi historia. Ojala todas tuviésemos un señor Darcy. Besos.

Rosalie Bittersweetcullen: Sí, muchas gracias. Besos. Te deje un review en tu historia. Cuidate.

AbbeyBlack: ¡Ya he actualizado! Besos

Eirene15: XD A mi también me encanta el señor Bennet. Besos.

Fue un gran orgullo y placer que el señor Darcy pudiese poner el anillo de diamantes de su madre en la mano de Elizabeth cuando volvió a Rosings, aunque ella no podía llevarlo en sociedad hasta que estuvieran a una distancia prudente de la ira de Lady Catherine. La pareja sufrió en su semana final en Rosings con el único consuelo de poder robar algún preciado tiempo juntos sin despertar sospechas. El señor Darcy había aprendido prudentemente a elegir los lugares de sus encuentros amorosos para que estuvieran alejados de los senderos y caminos, como consideración a Elizabeth, y también a Richard, fue bastante apreciado.

La virtud de Elizabeth estaba aun intacta al final de la semana, aunque no consumar les había costado un gran esfuerzo. A pesar de que el señor Darcy quería recibir su compensación pronto, Elizabeth se negó. Ella había dicho que se la daría la noche de bodas, y en la noche de bodas fue. Nunca lo habría pensado, pero había una parte de Elizabeth que se alegraba de verle suplicar, y ella aun no estaba preparada para ceder al placer.

Una vez que volvieron a Longbourn, la pareja, con la familia de Elizabeth, decidió que la boda tuviese lugar en un mes. Elizabeth y el señor Darcy hubiesen preferido hacerla antes, pero era imposible insistir sin revelar detalles de su relación que no querían explicar al señor Bennet. Así que, fue un gran esfuerzo mental, y por parte del señor Darcy una ayuda del brandy también, que mantuviesen aparte sus interacciones amorosas como mínimo durante el periodo de compromiso. Debían emplear los labios en una acción menos agradable, pero bastante más aceptable, la ocupación de hablar. Elizabeth había estado tentada a intentar preguntarle al señor Darcy sobre sus padres de nuevo, pero lo pensó mejor. Él le contaría los sórdidos detalles de su pasado cuando estuviese preparado.

El señor Bingley volvió a Meryton una semana después de que el señor Darcy y Elizabeth llegaran, para alegría de todos Bennets. Había estado enfadado con el señor Darcy al principio, pero fue incapaz de estarlo mucho. El señor Darcy se sintió afortunado al empezar a sentir los efectos de dormir, o de no dormir, en la recamara que había justo unas pocas puertas separada de la de Elizabeth. El señor Bingley no perdió tiempo en pedir la mano de Jane, aunque ellos decididieron esperar a anunciar su compromiso justo después de la boda de Elizabeth y el señor Darcy.

No hubo un momento de paz en Longbourn conforme las semanas pasaron y se acercó la boda. La señora Bennet, aunque se regocijaba de que su segunda hija, de alguna manera, se hubiese asegurado un excelente partido, estuvo siempre a punto de perder los nervios sobre la brevedad o la cantidad de tiempo que se dedicaba a las decoraciones y a otros adornos. Estaba convencida de que la boda seria un total fracaso si no era capaz de asegurar el suficiente encaje importado. Elizabeth se quedó fuera de todo aquel tumulto y se dedicó a otras diversiones con su prometido, tantas como le era posible. Ella estaba asustada de que los excesivos nervios de su madre fueran contagiosos, y no deseaba que su querido William tuviese que cargar con sus agitaciones y espasmos el día de la boda.

Jane se dedico en cuerpo y alma a las preparaciones de la boda de su querida hermana, aunque encontraba tiempo necesario para escaparse de la casa y estar en compañía de su prometido un tiempo. Kitty y Lydia estaban muy alegres por la posibilidad de una boda, especialmente desde que los nuevos vestidos llegaron a casa, aunque Lydia estaba en desacuerdo con perderse el viaje a Brighton con los Forsters. Mary se aplicó aprendiendo algunas nuevas piezas de música para tocarlas en el desayuno de la boda, y el señor Bennet empezó a desear que la pareja se fugase.

En medio de todo aquel alboroto, Lady Catherine de Bourgh llegó a Longbourn, insistiendo groseramente en hablar con Elizabeth. La gran dama fue recibida, pero no por Elizabeth, si no por su enfadado sobrino. Su visita, afortunadamente, fue de corta duración.

Georgiana llegó dos días antes de la ceremonia, escoltada por el Coronel Fitzwilliam, quien se había recobrado admirablemente de su dura experiencia en Rosings, aunque Elizabeth se ruborizaba cada vez que se encontraba con sus ojos. Esto divertía mucho a Richard. Georgiana estaba encantada de ver a su querido hermano tan feliz, y de ser amiga tan rápido de la que pronto podía ser considerada su hermana. Ella también se formó una amistad con Jane Bennet, quien la invitó a estar en Longbourn una semana después de la boda. La invitación fue aceptada rápido y con entusiasmo. Georgiana estaba entusiasmada por la posibilidad de poder tener una intimidad con las hermanas Bennet, y Richard estaba entusiasmado de poder ver a una Jane Bennet muy atractiva. Aquella oportunidad no podía ser desaprovechada.

Al final, la mañana de la boda llegó, trayendo un profundo alivio para el señor Darcy y Elizabeth. La espera, por fin, había terminado. Elizabeth estaba azorada cuando se puso su vestido, después de una duradera y embarazosa charla de su madre sobre sus "votos matrimoniales". Elizabeth había aprendido suficiente en sus encuentro con el señor Darcy para sentir que no tenía nada que anticipar ni que temer, pero ella no podía imaginarse a su madre como ella… bueno, era mejor no relatar aquella imagen tan desagradable. Cuando vio al apuesto William esperándola en el altar todas sus contemplaciones se volvieron buenas. La mirada sincera de alegría en su rostro era todo lo que Elizabeth deseaba.

El recitado de sus votos fue sincero y conmovedor. El señor Darcy se azoró profundamente cuando Elizabeth le giñó el ojo al recitar "con mi cuerpo te adorare," y él esperó fervientemente que nadie lo notase. El desayuno de la boda fue también muy agradable, aunque el deseo de la pareja era no prolongarlo más de lo necesario. Ellos se escaparon tan pronto como les fue posible, poniendo como excusa que debían llegar a Londres.


Una vez solos en su carruaje, el señor Darcy no perdió tiempo en insinuarse ante la nueva falda de su mujer y darle placer con su lengua hasta que ella no pudo evitar gritar, provocando que el conductor del carruaje tuviese que parar para averiguar que todo estaba bien. Quitando ese incidente, el viaje A Londres pasó sin ninguna dificultad, y tan pronto como el señor Darcy fue capaz de llevar a su nueva mujer escaleras arriba hacia su recamara. Él despidió a su criada y su ayuda de cámara para toda la noche, y ordenó que la cena fuese traída a su sala de estar privada.

Unos minutos más tarde después de la cena, Elizabeth empezó a quitarse los adornos del cabello, liberándolo sobre sus hombros. El señor Darcy rápidamente perdió interés en su comida cuando vio a su mujer remover su falda para quitarse los zapatos y las medias, dejando los pies en el suelo de la sala de estar. Con una elocuente mirada a su nuevo marido, Elizabeth se levantó y empezó lentamente a acercarse a la puerta de la recamara del señor Darcy, desabotonándose su vestido mientras lo hacía. El señor Darcy pronto se deshizo de su chaqueta, su chaleco de cuero y su pañuelo. Se quitó los zapatos mientras caminaba hacia Elizabeth, alcanzándola justo cuando su vestido estaba en el suelo.

Elizabeth tomó su mano y lo guió hasta la cama, mirando sobre sus hombros para ver como su marido admiraba su cuerpo, ahora solo estaba en camisón. Se paró enfrente de la cama, poniendo sus manos en ella y apoyándose ligeramente, mientras veía la sonrisa divertida del señor Darcy.

"¿Me ayudarías con mi sostén?" ella preguntó.

El señor Darcy estuvo encantado de ayudarle, aunque se distrajo momentáneamente al inclinarse en la cama de esa manera. Él luchó contra la urgencia de tomarla allí porque esperaba recibir rápido su compensación. Sus dedos desanudaron los lazos de su corsé, abriéndolo y deslizándolo sobre los hombros de él. Elizabeth empezó a darse la vuelta, pero el señor Darcy le puso las manos en los hombros para evitar que lo hiciese. Él presionó su cuerpo con el suyo, forzando a que se inclinase un poco más. Encontrando el dobladillo de su camisón, observando pausadamente su bien proporcionada espalda, que le hizo pensar en tomar ventaja de la situación. El señor Darcy se hizo una nota mental de la posición para futuro estudio.

Cuando la camisa cayó junto al corsé al suelo, El señor Darcy enredó gentilmente sus dedos en su suave pelo, luego trazó las curvas desde abajo.

"Tu piel es tan increíblemente suave," él suspiró con veneración. Volvió la cabeza lentamente hacia él, sus ojos podían ver cada centímetro de su piel.

"Eres tan Hermosa, Elizabeth," él suspiró. "Eres todo que podría desear." El señor Darcy abrazó su cintura con una mano y la acercó a él, besándola gentilmente mientras acariciaba su pecho con la mano libre. Elizabeth le devolvió el beso con impaciencia, pero rápidamente lo rompió para quitarle la camisa y los pantalones. El señor Darcy la acercó a él de nuevo, y ambos empezaron a gemir ante el maravilloso contacto de sus cuerpos.

Elizabeth presionó sus caderas contra su excitación y rodeó las suyas con su pierna, cayendo con él en la cama. Los dedos del señor Darcy pronto se movieron entre sus muslos, estimulándola mientras su boca se movía con placer por sus pezones. Él espero que, dándole placer al principio, él pudiese minimizar el dolor que ella experimentaría cuando finalmente se unieran. Elizabeth, sin embargo, no estaba suficientemente satisfecha con sus dedos dentro de ella.

"Por favor, William, hazme tuya. ¡No puedo aguantar más!" Ella apartó su pelo y luego acercó sus caderas más a las suyas. El señor Darcy se puso en posición, acariciando con las puntas de los dedos su entrada y mirándola a los ojos. Estaban llenos de pasión y deseo. No había ningún rastro de miedo en su adorada cara.

"Elizabeth, te prometo que será suave. Dolerá al principio, pero parare si me lo pides…"

"¡No me importa si duele, William! No quiero que sea suave. Quiero que seas tan apasionado como lo fuiste la noche que pediste mi mano, cuando me tumbaste en el sofá y me tocaste sin piedad." Ella agarró su pelo y tiró de él con énfasis.

Incapaz de resistir más, el señor Darcy dio un gruñido. Abalanzándose sobre ella con una mano en su cadera y otra en su hombro, él entró forzándola rápidamente. Elizabeth gritó y se puso roja de la cara al cuello. Dolió, pero era el dolor lo que ansiaba. Ella le dio un rápido mordisco en el cuello y levantó sus caderas, animándole a continuar. Ellos hicieron el amor bruscamente, apasionadamente, saboreando los gemidos de cada uno de satisfacción. El dolor no se apagó para Elizabeth, pero el intenso placer que experimento se mezcló con el dolor hasta que no pudo reconocer uno y otro.

Ellos continuaron con su febril acto hasta que se encontraron liberados el uno del otro. El señor Darcy olió el cuello de Elizabeth, aspirando la esencia de su sudor. Ella era tan apasionada. Él no podía dar crédito de su buena fortuna. Elizabeth enterró su rostro en el pelo mojado del señor Darcy, disfrutando de la sensación. A ella le encantaba sentir su pesado cuerpo presionado el suyo en la cama. Era una sensación de la que nunca tenía suficiente.

Cuando el señor Darcy finalmente se apartó del cuerpo de su mujer, estaba aturdido por el radiante brillo de la piel y los ojos de Elizabeth. Ella le sonreía, recibiendo otra sonrisa en respuesta. Notando que tenía una pequeña cantidad de sangre en sus muslos, el señor Darcy recogió su camisa desecha y se la ofreció, sugiriéndole que la utilizara para limpiarse.

"William, no arruinare tu perfecta camisa. Temo que ya haya arruinado las sabanas," Elizabeth replicó indignada.

"¿Puedo sugerirte un baño, entonces?" él preguntó.

"Sí, eso sería perfecto," respondió, "si te unieses a mí, esposo." Ella alzó una ceja y le otorgó su más picara sonrisa.

El señor Darcy también le sonrió. "Me has leído la mente, señora Darcy."

Elizabeth admiro la curvada espalda de su marido mientras él caminaba a su zona de vestir para encontrar una bata, una vez más agradecido de que no le hubiese permitido a Elizabeth rechazarle. Él había abierto los ojos a un nuevo mundo, uno que estaba escondido en la soltería. Sus ojos se posaron en las manchas carmesís de las sabanas. Ella, desde luego, ya no era virgen. Elizabeth retiró la manchada sabana de la cama y la arrojó a un rincón, luego se volvió y arregló las almohadas de la cabecera. Ella no quería retrasos después de que ellos volviesen de su baño.

El señor Darcy volvió a su recamara mientras su baño estaba siendo preparado en la zona de vestir. Lo que pudo ver era más delicioso de lo que nunca hubiese soñado o imaginado. Elizabeth estaba con las manos y las rodillas en la cama, deliciosamente y sin sentirse avergonzada de estar desnuda, quitando el polvo y arreglando las almohadas de la cabecera. Se sorprendió de estar excitado de nuevo tan pronto. Una puerta se abrió y se cerró en la habitación próxima señalándole que el baño estaba preparado. Él caminó hacia Elizabeth en la cama, sonriendo mientras le miraba después de terminar de colocar las almohadas.

"Venga, señora Darcy. Nuestra baño nos espera."

Elizabeth se arrastró hasta el borde de la cama, envolviendo sus manos y piernas alrededor de él mientras le levantaba y permitiendo llevarla hasta la bañera. Con la relajante influencia de la cálida agua, hicieron el amor menos aprisa y más sinceramente. Elizabeth disfrutó cuando su marido suspiró palabras de amor y adoración mientras le hacía el amor tan suave, lento, y completo.


Era bastante tarde cuando la feliz pareja finalmente salió de su recamara. El señor Darcy le concedió un tour a su esposa por su nueva casa para que estirase las piernas antes de volver a la cama para otra noche de desenfrenada pasión. Elizabeth estaba emocionada con su nueva casa, en todos los sentidos, pero especialmente en el de tener un hombre tan seductor como el que tenia.

Elizabeth encontró especialmente deliciosa la biblioteca, la cual contenía tal cantidad de volúmenes que podía satisfacer su voraz apetito por la lectura. Mientras observaba las estanterías de libros, sus ojos se posaron en un par de pinturas, una era de un hombre y la otra de una mujer. Ambos estaban vestidos en el modo chillón y lujoso de la pasada era. No había nada excepcional en el hombre. Él era razonablemente apuesto con ojos verdes claros, y llevaba una empolvada peluca. La mujer, sin embargo, era más llamativa. Elizabeth no estaba segura de si había visto alguna tan guapa en su vida, aparte de Jane por supuesto. Pero la belleza de Jane era de otro tipo. El atractivo de esa mujer era oscuro y sensual. Su amplió pecho sobresalía de su delgado cuerpo, y sus suntuosos rizos negros, que estaban recogidos en su cabeza, contrastaban bellamente con su piel clara de oliva. Ella notó que la expresión que tenía en sus contundentes ojos le parecía raramente familiar a Elizabeth. De repente notó de quien debían ser los retratos.

"Will… ¿Son estos tus padres?" Ella preguntó algo tímida.

"Lo son." El señor Darcy replicó con un suspiro.

"Te pareces a tu madre," Elizabeth comentó.

El señor Darcy exhaló audiblemente. Hubo un momento de pausa antes de replicar, "Sí. Mi padre nunca me perdono por ello."

Elizabeth estaba sorprendida por la amargura de su voz. "¿Qué es lo que quieres decir, William?"

El señor Darcy vaciló, deliberando en su mente si era el momento para abrirse a Elizabeth y contarle su infancia. Él sabía que su curiosidad era ahora insaciable, así que aquel momento debía ser mejor que ninguno. Él la guió al diván en frente del fuego y ambos se sentaron en él. El señor Darcy cogió a su esposa entre los brazos, agarrándola con fuerza antes de empezar su difícil relato.

"El matrimonio de mis padres no era uno feliz, desde el principio. Mi padre estaba muy prendado de mi madre, encaprichado incluso. Ella, sin embargo, decía estar enamorada de un oficial, con quien, por supuesto, ella no estaba autorizada a casarse. Ella se casó con mi padre solamente por su dinero y posición. No consiguieron llevarse bien. Las únicas veces que recuerdo haberlos visto juntos cuando era niño, estaban discutiendo y se ignoraban el uno al otro por completo. Sin embargo, raras veces los veía.

Despues de la muerte de mi padre, convencí a la señora Reynolds de que me confiase lo que ella sabía de la relación entre mis padres. Aparentemente, el resentimiento de mi padre hacia ella empezó la primera noche que se casaron. No puede ser probado, por supuesto, pero la señora Reynolds cree que él descubrió que no era virgen la noche de bodas, y le rompió el corazón su descubrimiento. La señora Reynolds dijo que ella cree que fue un tiempo difícil… no se comporto paternalmente con migo por mi parecido con mi madre. Y no paso mucho tiempo después del matrimonio cuando ella le confesó que le había sido desleal. Yo recuerdo haber visto un hombre en particular, un hombre joven que trabajaba en el establo, entrar en su recamara y no salir hasta horas después. Yo era un niño, pero sabía que algo estaba mal.

Cuando mi padre descubrió que mi madre estaba embarazada, él se mudo a una recamara en el ala de invitados y se negó incluso a verla. Estaba claro que el niño no era suyo. Cuando Georgiana nació, mi padre no quería saber nada de ella. La admitía en público, y le dio a ella su nombre, pero en privado no le permitía estar en su presencia. Mi madre nunca se recobró del parto, y murió muy poco después. Yo tenía doce años entonces. Un día, estaba en la habitación infantil y oí a la pequeña Georgiana llorar. Por pura curiosidad, entré, y la niñera me permitió cogerla. Yo nunca olvidaré como sus pequeños dedos agarraban con seguridad un mechón descarriado de mi pelo y tiraban de él. Cuando la pequeña empezó a reír por mi exclamación de dolor, yo me afligí. Pero desde ese día, siempre hemos sido Georgie y yo. Nosotros hemos sido lo único que teníamos."

Elizabeth estaba sobrecogida por la afectuosa sonrisa que se dibujo en el rostro de su marido al hablar de su hermana. Estaba en shock al comprender que Georgiana era solo la media hermana de William, pero mirando de nuevo los retratos de sus padres, ella pudo ver claramente que el pelo rubio y los ojos azules de Georgiana no pertenecían a ninguno de sus padres. De repente, el carácter y el comportamiento de William tuvo sentido para ella. Esa era la razón por la que era tan hosco y vacilaba en permitir que alguien se acercara a él. Esa era la razón por la que había estado tan desesperado por su amor. Mirando atrás en su primer encuentro, su corazón le dio un vuelco al pensar que el hombre que ella había visto como orgulloso y arrogante era en realidad solo un niño dolido, anhelando amor y aceptación. Ella se puso en su regazo y envolvió su cuello fuerte con sus manos, manteniéndolo cerca.

"¿Nunca te dijeron tus padres que te querían, Will?" Ella preguntó con compasión.

"Nunca. Las únicas personas quienes alguna vez me han dicho que me quieren han sido tu y Georgiana. Bueno, Richard lo hizo una vez, pero no estoy seguro de que cuente."

La risa musical de Elizabeth sacó al señor Darcy de su melancolía en la que se había deslizado al revivir su doloroso pasado. Él era amado por una mujer maravillosa. Y, en un tiempo, ellos podrían tener hijos de su propio amor. El señor Darcy prometió concederles a sus hijos todo el amor y la aceptación que sus padres no le dieron. La suya seria una casa feliz.

Elizabeth tomó su hermoso rostro en su manos, forzando a que sus ojos se encontraran.

"William," ella empezó suavemente, "¿Te he dicho alguna como ardientemente te admiro… y te amo?

Su sonrisa al usar las mismas palabra que él fue brillante y sincera.

"Te requeriré que me lo digas con mucha frecuencia, querida señora Darcy. Yo te amo y te admiro muy ardientemente también."

Elizabeth se sentó a horcajadas en su cintura, besándole profundamente. Y allí, bajo las frías miradas de los retratos de sus enterrados parientes, ella procedió a enseñarle, de la manera más significativa posible, como ardientemente le amaba y le admiraba.


Mientras, en Longbourn…

Jane Bennet se deslizó lentamente fuera de la casa justo después del amanecer, y se apuro hacia una alta valla de piedra lejos de Longbourn donde estaban los descuidados jardines, ansiosa de estar en los brazos de Charles de nuevo. Ella sabía que era terriblemente pícaro e indecoroso, pero el tierno afecto y amorosas caricias que su prometido le otorgaba eran los mejores halagos que ella podía recibir. La manera en que él le sonreía abiertamente cuando la besaba y acariciaba su desnudo pecho era todo el aliciente que necesitaba para continuar disfrutando de su amado prometido.

Cuando ella alcanzo el punto en el que habían acordado encontrarse, Jane vio a su querido señor Bingley ya esperando por ella. ¡Oh, qué guapo estaba esa mañana con su chaqueta y sus pantalones bombachos verdes! Jane sintió que su corazón palpitaba cuando sus brillantes ojos azules se alzaron mientras caminaba hacia él. No paró hasta arrojarse entre sus brazos, enredando sus dedos en su rebelde pelo rubio, ansiosamente atrapó sus labios en un profundo y devorador beso.

Las manos del señor Bingley inmediatamente empezaron a quitarle su sombrero y su pelliza, arrojándolas de cualquier modo en la húmeda hierba. Él ansiosamente cubrió sus pechos con sus manos, emocionándose por el quejumbroso gemido que escapo de los labios de ella. No le llego mucho trabajo a los pequeños dedos de Jane desvestirlo de su pañuelo, de su abrigo y de su chaleco. Arreglando las prendas caídas en el suelo para hacerse una cama, Bingley la tumbó sobre su espalda, haciendo que su cuerpo descansara mientras continuaba con besos y caricias por su cara, cuello, y pecho. Jane valientemente tiró de su camiseta y le ayudó a quitársela por la cabeza.

Sus ojos miraron su hermoso y esculpido pecho y abdomen. Él era tan apuesto, cada parte de él. Sus dedos trazaron su suave piel con avaricia, y sus labios pronto los siguieron. El señor Bingley agarró su cintura, poniendo a horcajadas sobre su cintura mientras él movía su espalda. Bajando su corpiño, él empezó a probar sus pechos con sus labios y su lengua, ganándose un grito de gozo de su bello ángel.

"¡Oh, Charles!" ella dijo sofocada cuando las manos de él la acariciaron por debajo de su falda, posesivamente acariciando la piel suave desde sus muslo hasta el fondo. Instintivamente, Jane empezó a presionar el área mas sensitiva de su excitación, meciéndose lentamente en sus caderas en un desesperado intento de unirlas más cerca. Bingley las levantó para encontrarse con las suyas, deleitándose con el placer que le estaba dando. Sus labios de nuevo conectaron, y Jane ávidamente introdujo su lengua en su boca, con un vigor que no dejo de sorprender a Bingley. ¡Él era seguramente el hombre más afortunado!

La cabeza de Jane se levantó cuando oyó las hojas crujir a su izquierda.

"¡Maldita sea, otra vez no!" Richard exclamó.

El señor Bingley abrió sus ojos justo a tiempo para vislumbrar brevemente al Coronel Fitzwilliam corriendo. Jane se levantó y corrió también todo lo que pudo en la dirección opuesta, dejando al pobre señor Bingley solo y medio desnudo en el suelo.

"¡Maldito tu, Richard!" fue la aturdida respuesta de Bingley.