Disclaimer: Nada de esto me pertenece, todo es propiedad de J.K. Rowling.


Capítulo I

Welcome to my life.


Aterrada.

Completa y absolutamente aterrada.

Con un suspiro giró lentamente la cabeza hacia la izquierda. El jardín estaba repleto, cientos de magos y brujas ataviados con brillantes túnicas de distintos colores la miraban expectantes. Sus miradas penetrantes, sonrisas espléndidas, conversaciones distendidas, absolutamente todos y cada uno de los nimios detalles del enorme espacio la intimidaban hasta hacerla empequeñecer.

—Sí, quiero —Susurró en voz tan baja que el mago encargado de la ceremonia apenas pudo escucharla.

Un murmullo general recorrió el jardín ante las dos últimas palabras de la chica. Sí, quiero. Jamás dos palabras habían significado tanto para ella hasta ese momento. Dos palabras que marcaban su vida hasta puntos insospechables. Dos palabras que completaban el enlace de la unión de los Malfoy y los Greengrass.

Haciendo acopio de toda la escasa valentía que poseía en esos momentos alzó la vista para mirar al frente, donde Draco Malfoy, su ahora marido, la observaba sin expresión alguna en el rostro. Ni brillo en los ojos, ni una mueca en la cara, ni siquiera una de sus tantas sonrisas torcidas que mil veces esbozó en los años de colegio. Absolutamente nada.

—Puede besar a la novia —Dijo el anciano mago esbozando una enorme sonrisa.

Astoria no sonrió, no encontraba ningún motivo para hacerlo.

De pronto sintió como los largos y fríos dedos de Draco la agarraban el mentón, obligándola a alzar la barbilla para mirarle directamente a los ojos, y por un instante sintió miedo. Aquellos ojos grises irradiaban oscuridad por los cuatro costados, una oscuridad en la que ella no quería caer presa.

Con una lentitud casi pasmosa Draco se inclinó hacia ella cubriendo los labios de la chica con los suyos propios en un beso carente de toda emoción, demasiado gélido, demasiado indiferente. Un beso desprovisto de todo beso.

El tumulto del aplauso les sacó de sus cavilaciones haciendo que se separasen. La gente estaba en pie, con sonrisas demasiado amplias para ser ciertas y aplausos por encima de conversaciones encubiertas.

Draco dirigió su mirada a la primera fila de asientos, donde Narcisa Malfoy le miraba con una media sonrisa que él rehusó a devolver. A su lado, la Señora Greengrass comentaba algo con su marido de una forma totalmente despreocupada. Todo el mundo parecía ver en aquella unión el matrimonio perfecto, todo el mundo menos los protagonistas. Ellos eran plenamente conscientes del infausto viaje sin retorno en que se acababan de embarcar.

—Astoria, querida —La voz de la señora Greengrass le hizo girar la cabeza. La mujer les observaba con una brillante sonrisa en el rostro—. Estás preciosa.

—Gracias, madre —Contestó la chica desviando la mirada. En aquellos momentos no era capaz de sostenerle la mirada a aquella mujer, a aquella mujer que decía se su madre y la había condenado a un futuro sin decisión.

—Sí —Afirmó el señor Greengrass apareciendo tras su mujer mientras se atusaba su enorme bigote cano—. Preciosa.

—Además —Añadió la mujer—. Todo ha salido a pedir de boca, los Malfoy han…

—Por supuesto que todo ha salido a pedir de boca, madre —Ironizó Astoria escupiendo las palabras—. Esta boda se ha hecho por y para los Malfoy y por y para vosotros. ¿Alguien aquí se ha molestado en preguntarme lo que…?

—Astoria —Intervino el señor Greengrass en un tono de advertencia—. No te extralimites.

—No, padre —Le cortó la chica—. Ya me he casado, es lo queríais, ¿verdad? Pues felicidades, habéis hecho a vuestra hija la persona más infeliz del…

—Señora Greengrass, señor Greengrass —Dijo Draco inmiscuyéndose en la conversación saludando a los adultos con una elegante inclinación de cabeza—. Si nos disculpan, Astoria y yo debemos ir a saludar a mi madre.

Sin esperar siquiera respuesta, el chico la asió del antebrazo y tiró de ella, sacándola arrastras de allí.

—La próxima vez —Siseó Draco apretando un poco más el delgado brazo de Astoria, sin dejar de caminar—. Procura no montar un espectáculo.

—Eso era una conversación privada —Le espetó ella soltándose bruscamente—. No tenías ningún derecho a meterte.

Draco se paró en seco sobre el frío césped y esbozó una sonrisa torcida, quedando cada a cara con Astoria, que de forma casi instintiva retrocedió un paso.

—Dejó de ser privada cuando decidiste comenzar a gritar —Contestó el chico volviéndola a agarrar por la muñeca y caminando con al lugar donde se encontraba Narcisa Malfoy—. Madre —Dijo haciendo una leve inclinación de cabeza.

La señora Malfoy sonrió, una media sonrisa, casi torcida, que Astoria vio en su ahora esposo. Eran tan iguales, tan diferentes, tan llenos de luz, tan llenos de oscuridad. Dos islas perdidas en medio de un océano infinito.

—Draco —Dijo Narcisa mirándole directamente con sus enormes ojos grises –. Enhorabuena, hijo.

—Gracias, madre —Contestó el chico aún sin soltar la delgada muñeca de Astoria.

—Astoria —Habló la mujer posando sus ojos en la chica por primera vez desde que llegaron—. Estás espléndida.

—Gracias, señora Malfoy —Murmuró la chica desviando la mirada. Se sentía terriblemente intimidada por aquella mujer.

De pronto una música suave, parecida a un vals, comenzó a inundar el jardín llegando hasta sus oídos. Era la canción más hermosa que Astoria había escuchado jamás.

—Draco, querido —Dijo la señora Malfoy rozando levemente la manga oscura de la túnica del chico, para así llamar su atención—. Deberías sacar a bailar a Astoria, ¿no te parece?

Draco asintió ligeramente con la cabeza y comenzó a andar hacia el centro de una improvisada, pero al mismo tiempo elegante, pista de baile, aún asiendo con fuerza la delgada muñeca de la chica, que hacía vanos intentos por liberarse.

Paró en seco y dio un leve tirón de su brazo, provocando que trastabillara y chocase contra su pecho.

Antes de que pudiese retroceder un solo paso sintió como mientras una fría mano del chico se cerraba en torno a su cintura, haciéndola estremecer, la otra soltaba su muñeca, para finalmente agarrar su pequeña mano en totalidad.

Alzó la vista para mirarle. Ni una sola expresión cruzaba su cara.

Un paso, y luego otro, y luego otro.

La música continuaba sonando, y ellos habían comenzado a bailar, para gusto y deleite de sus padres e invitados, que les miraban expectantes.

—Deberías intentar sonreír al menos —Dijo él al tiempo que la asía con más fuerza de la cintura—. Parece que te estén llevando a la horca

Astoria tan sólo atinó a levantar la vista, fijando sus enormes ojos verdes en los grises de él. No podía ser cierto que él acabase de decir aquello. Era tan partícipe como ella de la farsa, de la tremenda farsa en la que acababan de embarcarse. Del nefasto destino hacia el que se dirigían sin billete de retorno.

—Es más bien una decapitación que una condena a la horca —Contestó la chica de forma mordaz, desviando la mirada.

Draco exhaló todo el aire de sus pulmones mientras la sujetaba con más fuerza entre sus manos, pegándola a él. La situación se le escapaba sin poder hacer nada por evitarlo.

—Astoria —Siseó, entrecerrando los ojos—. Podemos hacer esto de dos maneras: por las buenas, o por las malas.

Ella volvió la vista hacia él, hacia sus ojos —apenas visibles tras sus párpados— carentes de emoción. No se esperaba ver nada bajo esa fría máscara, en realidad.

—Podemos… —Dijo Draco—. Podemos hacer esto de dos formas.

—Eso ya lo has dicho —Le espetó ella.

—Sí —Gruñó él—. Ya lo he dicho.

El silencio volvió a instalarse entre ellos, tan sólo roto por la música que traspasaba sus oídos hasta instalarse en su cabeza, embotando sus sentidos y nublando su razón.

—Lo que quiero decir —Arremetió él de nuevo—. Es que podemos tolerarnos, mantener una relación cordial, o por el contrario hacer de este matrimonio una auténtica tortura, tú decides.

Astoria paró en seco ante las palabras del chico. Daba igual —de verdad que no importaba— que todo el mundo les estuviese mirando. Eso era importante para gente como su madre o su padre, puede que incluso para gente como su hermana Daphne, pero no para ella, a ella no le importaba absolutamente nada lo que un puñado de elitistas ataviados con sus mejores túnicas pensasen de una farsa de boda.

—¿Me estás amenazando? —Siseó entrecerrando sus enormes ojos verdes.

Draco frunció levemente el entrecejo y la agarró con más fuerza, clavando sus largos dedos en la carne de la cintura de la chica, a través del vestido. Dio un paso hacia delante y ella dio otro hacia atrás, reanudando así el baile.

—No te estoy amenazando —Contestó él intentado armarse de paciencia—. Te estoy diciendo las opciones que tenemos.

Ella bufó y le miró fijamente, justo antes de desasirse de él y retroceder un paso. Estaba verdaderamente irritada. Lo único que le faltaba a esa farsa de matrimonio, eran las condiciones que impusiese Draco Malfoy.

—Cuéntale eso a quien le interese —Farfulló justo antes de pegarle un pisotón y salir como alma que lleva al diablo de la improvisada pista de baile, bajo la escandalizada mirada de sus padres e invitados.

Draco la observó marcharse sin hacer el más mínimo esfuerzo por retenerla. Exhaló un largo suspiro y se pasó una mano por la cara en un gesto de frustración.

Su vida de casado no había hecho más que comenzar.


¡Uff! Creía que nunca sería capaz de subirlo, pero bueno, como podeis ver, aquí estoy.

Sobre el fic. Decir que se trata de un puro Draco/Astoria con un matrimonio de conveniencia —como ya habreis podido observar— y con las consecuencias que eso conlleva para los personajes, obviamente. También decir que la historia estará basada también en las repercusiones que ha dejado la guerra en ambos, para darle un toque más... dramático (?)

En fin, espero que os haya gustado, la verdad, así como espero que os gusten los siguientes capítulos. Como ya sabeis... ¡Hacédmelo saber con un review!

Nos leemos en la próxima :3

—Virginia.