De árboles blancos y rosas azules

No tengo derechos sobre nada. Todo esto pertenece a GRRM, yo solo juego con la historia que nos ha dado.

~X~

Capítulo cinco: Nieve, fuego y hierro

Ned alzó la vista y se quedó mirando con la boca abierta a la chica que estaba un poco más arriba. Muchas veces se había burlado de Robert por cómo había reaccionado la primera vez que vio a Lyanna y por cómo se derretía siempre que la tenía cerca. Ahora sabía por qué.

Ella estaba allí para ver la entrada de los caballeros y los grandes lords y, por un momento, él captó su atención, aunque apartó la vista rápidamente. Por difícil que le resultara admitirlo, ella había mirado a Robb un poco más de tiempo.

Aun así, los ojos de Ned eran más fieles y él estiró el cuello para no perderla de vista. Era alta y esbelta y su pelo, tan blanco como la nieve, le caía por la espalda. Llevaba un vestido lila y por un momento Ned se preguntó si haría juego con sus ojos y si sería una princesa Targaryen, pero entonces su conocimiento de las grandes casas le hizo recordar que no había ningún descendiente directo de la edad de aquella doncella.

No importaba; desde aquel momento se había convertido en la reina del corazón de Eddard Stark. Si acabara entrando en las listas y por algún milagro ganara, entonces la coronaría Reina del Amor y la Belleza sin dudar ni un segundo.

De repente se dio cuenta de que otra vez le estaban observando, pero no era su princesa en esta ocasión.

Robb se giró para seguir la dirección de los ojos de Ned, y entonces sonrió ampliamente.

-Nunca pensé que vería el día en que en que Ned Stark de Invernalia mirara a una chica de esa manera. Ya le dije a Jon Arryn que algún día tendría un efecto positivo sobre ti.

Ned sonrió e intentó tragarse el sabor amargo de los celos al recordar que la princesa de nieve había mirado a Robb un instante más que a él. ¿Y quién podria culparla? Era obvio que su compañero estaba allí para competir; tenía complexión de guerrero y Ned ya sabía que las mujeres lo encontraban más atractivo.

Acostumbrado a quedarse en la sombra que otros proyectaban, Ned deseó que por una vez fuera él, en vez de su amigo o su hermano, quien se llevara el premio. Nadie miraba nunca al segundo hijo del Lord de Invernalia, siempre era Brandon quien llamaba la atención y ahora parecía que también era el segundo pupilo de Jon Arryn.

Por un momento, Ned se preguntó si debería entrar en las listas para ver si su dama misteriosa se fijaría en él, pero entonces se sacó la idea de la cabeza. No era el tipo de hombre al que le gustaba la violencia o la gloria como Brandon o Robb y, aunque era un buen espadachín, no era sobresaliente y nunca se había interesado por las justas.

No, si pudiera ganarse su favor, quienquiera que fuese ella, quería hacerlo siendo él mismo. Quería saber su nombre por encima de todo, si era noble o plebeya y si ya estaba prometida. Una mujer tan hermosa como aquella debía de haber captado la atención de muchos hombres y, si era dama de alta cuna, ¿qué podría ofrecerle Eddard como segundo hijo que no fuera su alma?

Robb se rio de él de nuevo cuando se detuvieron y entonces unos cuantos sirvientes se reunieron a su alrededor mientras desmontaban. El caos aumentó cuando se oyó un cuerno; entonces el conjunto de lords y caballeros que había estado llegando de forma constante partió.

Un rugido se alzó en el aire y Ned miró entre el gentío y vio a un caballero con armadura negra acompañado de otro caballero de la Guardia Real. Supo quienes eran al instante, al igual que el resto de hombres y mujeres que los vieron.

El caballero de la Guarda Real era Arthur Dayne, la Espada del Amanecer, y el dragón rojo de tres cabezas sobre un fondo negro era de la Casa Targaryen; no le hizo falta esperar a que el Príncipe Rhaegar se quitara el yelmo y saludase para saber que se trataba de él. Su pelo blanco creaba un fuerte contraste con su atuendo negro, pero Ned se percató de que todas y cada una de las mujeres que se encontraban allí se olvidaron de respirar por un segundo.

Instintivamente, sus ojos buscaron a la princesa de nieve. Incluso a distancia se podía apreciar que Rhaegar ocupaba todo su pensamiento.

"¿Qué posibilidades tendría yo de quedarme con una chica con esta competencia?", pensó Ned, pero entonces le interrumpieron.

-Ned, Robert, seguidme. Mejor instalarnos mientras el resto del mundo admira al príncipe.

Siguieron las instrucciones de su padre adoptivo, deteniéndose solo ante una puerta para permitir a dos damas nobles cruzarla por delante de ellos. Ambas tenían el pelo largo, color caoba, y llevaban vestidos de color azul y rojo. Los broches a juego con forma de pez confirmaban que pertenecían a la Casa Tully.

No había duda de que querían ver a Rhaegar Targaryen como casi todos los demás.

Podrían ser Catelyn y Lysa tully, pensó Ned. Una de ellas sería la mujer de su hermano mayor y Señora de Invernalia algún día. Brandon había dicho que su prometida era guapa y, aunque las dos chicas que cruzaron la puerta eran guapas, solo la más alta llamaba la atención.

Una vez el camino estuvo despejado, se dio cuenta de que Robert las seguia con la mirada mientras se tocaba distraídamente con el pulgar la cicatriz que le había dejado Brandon, gesto que solía hacer cuando miraba a doncellas hermosas.

~X~

-Padre, ¿puedo ir a explorar? Dicen que hay un espectáculo de mimos -Benjen iba dando saltitos alrededor de su padre, incapaz de contener su emoción-. ¡Por favor!

Lord Rickard dio su permiso con un ademán, pero antes de que Benjen pudiera salir corriendo le dijo que debía ir con su hermano mayor... y, por supuesto, una vez Benjen dijo que sí, Lyanna insistió en que ella debería acompañarlos también.

Malhumorado, les permitió ir y buscó con la mirada a Hoster Tully para hablar de los planes para la boda de Brandon. Se acercaba el momento. Había visto a la chica en cuestión por el castillo y no había duda de que ella ya era toda una mujer.

Mientras Benjen caminaba en dirección a las diversas hogueras que se habían encendido ahora que el cielo había pasado de azul a naranja y rojo, Lyanna y Brandon corrían en círculos a su alrededor, riendo y de buen humor.

Lyanna no cesaba de intentar pillar a Brandon mientras este cogía a su hermano pequeño por los pies y se lo echaba al hombro como si fuera un saco de patatas, armando un gran griterío entre los dos. No era un comportamiento digno de un noble, pero ahora que se encontraba fuera de la vista de su estricto padre quería jugar tanto como los otros lobeznos.

Entonces vio a su otro hermano, Ned, y a Robert Baratheon, y dejó a Ben otra vez en el suelo. Lyanna fue la primera en llegar hasta Ned, corriendo hacia él y abrazándolo con fuerza, haciendo que se dibujara una sonrisa en el rostro de su hermano pequeño. Brandon rio al ver al compañero de su hermano, el ciervo, convertirse en un conejo ante sus ojos.

"Si quiere entrar en una refriega como pretendía, entonces puede que sea mejor que Lyanna se vaya", pensó Brandon para sí. Si no, Robert Baratheon podría perder su honor en el campo. Su hermana pequeña ya se ponía lo bastante enferma al pensar en que tenía que casarse, no digamos ya si no tuviera el consuelo de que su futuro marido era con toda probabilidad un luchador más fuerte que ella.

"Tendrán unos hijos fieros", pensó Brandon para sí, "y Bastión de Tormentas será un aliado fuerte en caso de que algún día lo necesite".

Miró con satisfacción la línea irregular que presentaba Robert debajo de la barbilla, lugar donde había apoyado su espada aquel día, y entonces se dirigió a hablar con él y con su hermano. No es que Robert hablase mucho mientras Lyanna se encontraba cerca, y cuando su hermana y Ben se mostraron algo inquietos, les permitió con agrado marchar a explorar.

Una vez estuvo libre de su hermano mayor, Benjen se vio capaz de confiarse a Lyanna, la hermana con quien mejor se llevaba y compañera en la mayoría de sus travesuras.

-¿Dónde vamos? -dijo ella riendo.

Él se detuvo y sacó algo de debajo de su capa: el broche ornamentado que llevaba a menudo para abrocharse la capa, con forma de cabeza de lobo.

-Voy a vender esto.

Lyanna se quedó a cuadros.

-¿Por qué quieres venderlo?

La sonrisa de Ben se hizo más amplia mientras se preparaba para revelar su plan secreto.

-Necesito comprar un caballo y una armadura. Voy a entrar en las listas.

A su hermana le llevó un momento creerlo, pero una vez lo hizo le entró la risa.

-Si yo puedo derribarte del caballo, ¿qué probabilidades tienes contra el Príncipe Rhaegar, Ser Barristen Selmy o una larga lista de otros que ni me voy a molestar en nombrar? ¿Y qué dirá padre? Además, ni siquiera eres caballero.

-Padre no se enterará -dijo Benjen, algo menos seguro que al principio de su confesión-. No voy a apuntarme como Benjen de la Casa Stark. Voy a ser un caballero misterioso.