Chapter 1: May I ask something?

Estábamos en clase de Biología. No era laboratorio, desgraciadamente, porque sino, al menos haríamos algo productivo. O tan siquiera, no me estaría aburriendo hasta el cansancio. Juro que de momentos, mientras leía mi libro, mis ojos se cerraban involuntariamente.

El profesor había pedido expresamente, que nadie hablara. Todos debíamos mantenernos en silecio, leyendo nuestros libros de Biología, porque, al final de la clase, quince minutos antes que sonara el timbre, haría preguntas y si no las contestábamos, nos bajaría un punto directo del examen.

No me preocupé. Nunca me preguntaba a mí, era como invisible hasta para los profesores. Aún así, me preocupaba por leer y entender aunque fuese un poco.

Dijo que si encontraba a alguien hablando, lo sacaría de la clase. Y era demasiado cobarde como para que me atraparan. Además, eso significaría que todas las miradas curiosas se posarían en mí y todo por una estupidez.

Ptss. Ptss.

Continuaba leyendo mi libro, cuando escuché ese ruido. Pero no pude identificar si venía de detrás de mi o no. Se escuchaba muy bajito. Mi vista seguía pegada al libro, cuando lo escuché nuevamente.

Ptss.

Esta vez sonó más fuerte, pero no iba a voltear a ver. Seguramente estaba quedando paranoica escuchando cosas que no eran.

De pronto, una voz sonó entre el incómodo y obligado silencio de la clase.

—Profesor Banner, ¿podría preguntarle algo a Bella? —me paralicé al escuchar mi nombre de sus labios. La voz de Edward me estaba nombrando a media clase.

Miré hacia el frente, y vi que el profesor tenía una mirada desconcertada, al igual que yo, y seguramente, que los demás en el aula.

—Eh... —el profesor se aclaró la garganta—. Por supuesto, señor Masen.

Volteé a verlo confundida. Me sonrió soncarronamente. Esa sonrisa que me mataba. Adoraba cuando la posaba en su rostro.

—Bella, ¿te gustaría salir conmigo mañana? —mi corazón se detuvo unos instantes, para comenzar a latir erráticamente.

Sentí el sonrojo subir por mis mejillas. Comencé a respirar con dificultad, mientras él me miraba con la duda en sus ojos, aguardando por mi respuesta.

Sí… sí…, eso era todo lo que le quería decir.

Si le decía que sí, bueno, tendría una cita con Edward Masen. El más atractivo, no, el soltero más atractivo del instituto. Su hermano y su primo también eran muy guapos, aunque no de mi tipo...

¿Sí o no?

Pero antes de que siguiera debatiendo internamente conmigo misma, el profesor acudió en mi ayuda inconscientemente.

—¡Sr. Masen! Esas preguntas, no son adecuadas para la clase —dijo exasperado. Edward no dejaba de mirarme, esperando su respuesta. Yo tampoco podía dejar de verlo…

Error, no son preguntas adecuadas para mí.

—Haga el favor —continuó el profesor Banner—, de terminar de leer el tema.

Con expresión dolida, asintió débilmente a lo que el profesor había dicho. No podía hacer nada más, que estar sentada en mi lugar. No podía pensar claramente. La cabeza me daba vueltas.

Me miró una última vez con la decepción escrita en sus ojos y siguió leyendo su libro. Parpadeé varias veces para salir del trance en el que me sumergí, cuando por fin sus ojos dejaron libres los míos.

Cerré mis ojos para evitar las miradas de los demás. ¿Por qué había hecho eso? ¿No pudo esperar a que terminara la clase?

¡Rayos! ¿Y por qué yo no le había dicho que sí al primer instante, cuando mi mente lo pensó por primera vez? Ahora, ¿cómo lo iba a ver a los ojos? No podría aguantar esa mirada cargada de decepción, como la que me acababa de dar. Me dio escalofríos de solo recordarlo.

Demasiado pronto, la clase ya había terminado, tras sonar el timbre. Edward, para mi disgusto, fue el primero en salir del aula. Sentí mi corazón encogerse al pensar que jamás quisiese hablar conmigo después de lo que pasó. Pero no era todo mi culpa… o eso quería creer.

Dirigí mis pies pesadamente hacia la cafetería, pero me congelé en la puerta, al verlo a él y a los demás, sentados en nuestra mesa habitual. Decidí que mejor sería mantenerme alejada. No podría verlo a los ojos, era demasiado cobarde. Fui directo al estacionamiento y caminé hacia mi camioneta. Me recosté y saqué mi reproductor de música, junto con mis audífonos y me dediqué a pensar en las letras de las canciones, no queriendo pensar en nada más. No estaba en condiciones, sinceramente.

Lo siguiente que escuché fue la canción de una de mis películas preferidas, sonar en los audífonos. Me desperecé y me levanté. Rayos, era la canción número diecinueve de mi reproductor, y cuando entré había comenzado en la uno. Mi celular marcaba la una y media. Había perdido Gimnasia. Qué más da. Además, así no tendría que ver a Edward. Encendí mi camioneta y me fui del instituto.

Al llegar a casa, no tenía ganas de comer nada elaborado, así que solamente tomé una manzana y fui directo a mi cuarto. Comí la manzana lentamente, saboreando cada bocado.

Un sentimiento de culpa me fue invadiendo poco a poco, al recordar lo que había pasado con Edward. ¡Había sido una estúpida por no reaccionar!

De pronto, en el silencio de mi habitación, sonó el tono de Alice desde mi celular.

—Hola, Alice —respondí.

—Bella… ¿dónde estás? —preguntó un poco confundida.

—En mi casa —expliqué—. ¿Por qué?

—Bueno, se me hizo raro que no estuvieras. Han pasado apenas cinco minutos de las dos.

—Sí… es que me sentía un poco mal y decidí saltarme la última hora —mentí.

—¿Te sientes mejor? —preguntó inocentemente.

—Sí, Alice. Gracias por llamar.

—De nada —respondió—. Espera… no cuelgues —dijo, mientras escuchaba como hablaba con alguien.

—¿Vas a salir a algún lado? —preguntó Alice, después de unos momentos, insegura.

¿Qué estaba planeando?

—Eh… no creo. ¿Por?

—Nada, solamente me quiero asegurar que no te vas a divertir sin mí —rio ligeramente.

—Sí, claro —bufé.

—Bueno, adiós Bella. Te quiero.

—Igual, Alice, nos vemos —colgué.

Durante la tarde, estuve estudiando para la prueba de Literatura, que sería en dos días. No era complicado, así que solamente leía pequeños párrafos de vez en cuando para tener una idea.

Estaba terminando de leer la última página, cuando, convenientemente mi celular sonó nuevamente. Esta vez no era la melodía de Alice, era Emmett.

—Hola, Oso —lo saludé.

—¡Pequeña, hola! —rio Emmett—. Oye, te quería preguntar algo.

—¿Qué?

—Bueno, escuché… algo en el instituto y te quería verificar si era verdad o no —inmediatamente me tensé. Sabía a qué se refería. Demonios, debería colgar…

—…hí? —lo escuché balbucear. O quizá estaba diciendo algo y no le presté atención.

—¿Perdón?

—Bella… —suspiró—, no importa. Escucha, ¿es cierto lo que pasó con Edward? —preguntó inseguro. Temiendo que me enfadara con él. Pero no era su culpa. Además, hacía bien, preguntándome, que dejándose llevar por chismes.

—Mmm… sí —respondí con la voz temblorosa—. No sé que le pasó por la cabeza al hacerlo. Ni tampoco a mí, cuando no le contesté.

Suspiró al otro lado del celular.

—Bella. Tienes que hablar con él. Ha estado insoportable —explicó desganado.

Escuché que tocaron el timbre y se me hizo raro. Pero luego recordé que seguramente era Alice, por eso me preguntó si saldría.

Bajaba por las escaleras, mientras escuchaba a Emmett diciendo, que salió de la clase de Español que compartían, con el rostro demacrado, aunque supongo que estaba exagerando. Y luego, al salir del instituto y no ver mi camioneta, casi se aporrea la cabeza contra el pavimento de la frustración.

Reí ante eso. Era un completo exagerado.

—Emmett… no exageres, además —expliqué mientras abría la puerta—, ni siquiera puedo verlo a los ojos ah—

Me detuve abruptamente al reparar en él, parado en el umbral de mi puerta. Con una mirada llena de remordimiento.

—Bella… ¿estás bien?, ¿te caíste? —preguntó Emmett un poco asustado.

—Eh… te llamo luego, ¿sí? —le respondí, sin separar mi mirada de la suya mientras colgaba con suma lentitud mi celular y lo guardaba en el bolsillo de mi pantalón.

—Así que, ¿ya no me puedes ver a los ojos? —preguntó con voz afligida, mirándome con ojos suplicantes.

No podía contestarle. Me había quedado pasmada al verlo ahí, con esa expresión arrebatadora. Desvié mi vista avergonzada. Dios, deberá pensar que soy una cobarde.

—Bella, mírame, por favor —pidió demandantemente, pero al mismo tiempo, muy suave.

—Yo… y-yo… —intenté explicarme, pero no encontraba las palabras. Me sentía en extremo torpe. Me dieron ganas de llorar por la rabia que sentía, de poder ser un poco más atrevida.

—Shh… —me tranquilizó Edward—. No tienes que explicar nada. Bueno, quizá sí. Pero yo fui el idiota que te orilló a eso. Debí haberlo imaginado.

Lo último lo susurró más para sí mismo.

Por fin alcé mi vista, para encontrarme con sus ansiosas esmeraldas.

—Edward, de verdad lo siento. Yo… yo, no sé qué me pasó. Umm, sí lo sé, pero… perdóname —le pedí en un susurro.

—Está bien, Bella. Solamente quería venir a asegurarme que las cosas están bien contigo —explicó con voz grave, ahora un poco más aliviado.

—Sí, sí, p-por supuesto. Estamos bien —balbuceé.

—Bien, me alegro —pasó su mano por su cabello, en un gesto nervioso—. Supongo que eso era todo… me… me voy. Cuídate, Bella —dijo, mientras se daba la vuelta para ir hacia su Volvo.

—Sí —dije lo suficientemente alto para que sea capaz de escucharlo. Volteó lentamente a verme.

—¿Perdón? —preguntó, con ojos impenetrables.

—Sí quiero, Edward. Sí quiero salir contigo mañana —dejé salir todo el aire que tenía en los pulmones. Estaba más nerviosa de lo que pensé.

Una enorme sonrisa de alegría y alivio se posó en su rostro.

Se acercó a mí peligrosamente y me abrazó, dándome vueltas ligeramente, lejos del suelo. No pude evitar reír.

—Gracias por aceptar, Bella —dijo, mientras aún me tenía abrazada. Mmm… nunca me había fijado que era así de alto. Me gustaba.

—Con gusto, Edward —sonreí—. ¿A dónde iremos? —pregunté curiosa.

—Ya verás. Tendrás que esperar a mañana. A las cuatro paso por ti, ¿está bien? —me preguntó.

—Está perfecto.

—Bien, ahora sí, me tengo que ir, tengo que ir a preparar todo —sonrió.

—¿Nada muy elaborado? —le pregunté con cierto temor.

—Será perfecto para ti, al menos, eso espero —rio ligeramente—. Adiós, Bella —se acercó a mí nuevamente, y me besó la frente con ternura.

Sonreí como estúpida por lo bien que se sentía eso.

Se separó y me sonrió su hermosa sonrisa torcida, dejándome sin aliento, de ver lo perfecto que era.

Después de lo que había sucedido, el día paso excepcionalmente deprisa.

Le preparé a Charlie una hamburguesa, dos, en caso de que estuviera demasiado hambriento y yo, de los nervios, no podía ni comer. De algún modo, Charlie no notó mi cambio de humor de un día para otro. Creo que lo escondía mejor de lo que creía.

Luego de despedirme de él, subí a mi habitación, me cepillé el cabello, me lavé los dientes y el rostro y por fin, pude acostarme en mi mullida cama, luego de la montaña rusa de sensaciones que había tenido este día. No es que me quejara de ellas —al contrario, eran las mejores que había sentido nunca—, simplemente, me dejaron exhausta.

Y por supuesto, soñé con Edward.


Aquí estoy de nuevo. Esta historia solamente tendrá dos capítulos. Originalmente era un one-shot, pero quise aumentarle... ya verán qué.

Espero que les guste. Se me ocurrió en mi clase de biología (igual que en la historia) y un compañero le preguntó a la maestra si le podía preguntar algo a la jefa de grupo. Claro que ellos no sienten nada por el otro, y a diferencia de la historia, mi maestra solamente dijo: No. Hahahaha, fue gracioso.

Gracias a todas las que siguen agregando mis historias anteriores a favoritos y me dejan review. Creo que ya llevo 22 en I Picked You. O no sé, algo así. De verdad, muchísisisisisimas gracias por leerme. Son increíbles.

El próximo capítulo estará muy pronto.

Gracias de nuevo y espero que lo disfruten.