Disclaimer: Los personajes que se mencionan a lo largo de la historia, son auditoria de Stephenie Meyer. La historia es mía.


Summary

En realidad, todo comienza por qué estoy aburrido. Aburrido es el hermano del ocio y el ocio... es el padre de todos los males. No veo nada raro en que me gustes; lista, simpática, buen cuerpo. No se necesitan muchas cosas para entrar en mi lista. La forma en que nos conocimos, es algo sin trascendencia, por eso no le tomo la importancia debida. Estoy seguro de que no tengo corazón, se fue por la ventana hace unos años, dejándome frío y vacío. Te miro de arriba abajo y sonrío, me regresas la sonrisa y después, muerdes tu labio. Ambos tenemos pareja, así que está claro... esto sólo es un juego.

Sin embargo... ¿qué pasa cuando uno de los dos quiere más?

El juego deja de serlo y una terrible verdad queda ante nosotros, uno de los dos va acabar perdiendo.


Edward POV

Pareciera que todos mis intentos de amar están destinados al fracaso, quizás debería dedicarme a escribir novelas o dramas de amor... En lugar de estar a la cabeza de semejante compañía. Pero cada vez que pienso en ti, lo único que veo es esta pasión tan intensa, que me come el alma y me desborda el pecho con abrumadora intensidad. Te juro que no veo la hora en la que finalmente te olvide, y con suerte, empiece a odiarte.

Hoy tan solo era un día como cualquier otro. Nada fuera del otro mundo, yo y mis tormentosos pensamientos mientras miraba fijamente por la ventana, sin ver nada en realidad cuando sonó el teléfono de mi oficina distrayéndome de... nada en realidad.

—¿Diga?— Contesté con mi voz monótona la cual ya se me estaba volviendo una costumbre

—¡Hola mi amor!— La chillona voz de Jessica, mi novia, a veces me ponía de mal humor—. ¿Vendrás a cenar hoy? —preguntó con ese deje de incertidumbre en su voz.

—Sí, nos vemos más tarde —respondí más seco de lo que en realidad quería sonar.

—Bien, ¡te quiero!

Me giré de nuevo y seguí viendo por la ventana, cualquier persona normal correría a la hora que terminaba su trabajo, no en mi caso. Para mí, era muy fácil mantenerme en este estado sin expresiones, esta era mi zona de confort. Estaba con Jessica cuando en realidad no sabía bien en donde quería estar, ni que quería hacer, ni mucho menos tenía claro si la quería o no. Lo malo, es que hacía ya bastante tiempo que estaba en esta zona, había dejado de mortificarme con mis tórridos pensamientos y para mi desgracia, me encontraba sumergido hasta el cuello en esta mierda. Deje de mirar por la ventana pero al voltear, vi mi escritorio lleno de papeles.

—Para variar —dije cansado.

Eso de aferrarme a no querer que nadie me ayudara tenía que llegar a su fin. ¿Cómo era posible que ganando tantísimo dinero no tuviera una maldita auxiliar particular? Ah sí, ya me acordé cómo es queeso era posible. Suspiré, ya era hora de ir buscando una asistente personal, eso es lo que necesito, alguien que cuide de mis citas específicamente, me diga cuánto dinero he gastado en el último mes, que arregle mis papeles y sobre todo…

—Que conteste el jodido teléfono.

Y en lugar de andar pensando en novelas románticas y mariconadas de desamor, necesitaba un auxiliar y superar de una puta vez lo que había pasado. Tres años habían pasado de eso, y lo sentía como si hubiera sido ayer, ¿en qué clase de enfermo me estaba convirtiendo? Mañana le diría a Victoria, que se pusiera a revisar currículos y demás para contratar a alguien, por lo pronto tomé mi saco de vestir y mi maletín dirigiéndome hacia mi adorable hogar.

Mientras manejaba pensaba porque seguía con Jessica, ella me había ayudado cuando más solo me encontraba…

—¡Hermano!— Emmett parecía un enorme gorila mientras agitaba sus brazos.

Me acerque a él contento de verlo justo aquí, más no pude sonreír ya ni siquiera sabía cómo hacerlo, no tenía pensado encontrarme con nada ni nadie, solo quería largarme a la casa y morirme ya estaba tan cansado de todo...

Justo cuando casi estaba frente a él, me di cuenta de que no venía solo, la rubia de vestido rosa despampanante lo acompañaba. Al principio la había juzgado como a una puta cualquiera que se fijaba en él por nuestro dinero, obvio Rosalie no era así, y durante meses me vi pidiéndole disculpas a Emmett. Sin embargo también había otra mujer de estatura mediana, su cabello lacio del color del oro caía frente a sus hombros, sus ojos azul intensos brillaron al verme, yo por mi parte solo miré sus enormes pechos.

—Hola Hermano —Emmett me dio un abrazo tan fuerte, que juré revisarme la espalda después de esto, aclarando mi garganta volví a hablar—. Rosalie. —Le di un abrazo, y luego giré mi vista hacia la pequeña niña—. Y tu...

—Ah perdón hermano, ella es Jess amiga nuestra de la facultad. —Mi hermano hizo un gesto hacia la mujer.

—Mucho gusto Edward —contestó con voz seductora—. Emmett me ha contado mucho de ti…

—Seguramente te divertiste escuchando tan amenas historias —dije sarcásticamente.

—El sarcasmo es lo mío, Edward y ten por seguro que así lo hice —canturreó la rubia girándome un ojo. Contuve las comisuras de mi boca que quisieron dibujar una pequeña sonrisa, por primera vez en años.

—Tal para cual —murmuró Emm.

Así nos conocimos, comenzamos a salir algunas veces pero nada me hacía olvidar a Tanya.

Sin embargo no podía evitar recordar lo que era estar enamorado y sentirse querido, y verdaderamente excitado por alguien. ¿Cómo olvidar la cantidad de veces que había hecho mía a Tanya? Sentía su esencia correr por mis venas, así como si fuera ayer. A pesar de haberme acostado con muchas mujeres, nunca había conseguido encontrar a la mujer que llenará ese vacío. Y dudaba mucho que esa mierda pasara otra vez.

La verdad es, que Jessica llegó justo en el momento en el que ya la vida no me tenía nada más que ofrecer, ella era sencilla, estaba muy enamorada de mí, por lo que hacía siempre cualquier cosa por demostrármelo, así que de alguna manera no sé cómo, logró que se apaciguaran un poco mis instintos, o mi locura, o... mis tendencias suicidas. Así que por eso, me había estancado aquí en mi zona de confort.

Sacudí la cabeza, últimamente me sentía… sofocado con la presencia de Jess. Frente a mi Alec, abría la enorme reja forjada de hierro por lo que lo saludé con un gesto de cabeza.

—Buenas noches señor, Jessica ya ha llegado. —Su voz aunque amable, me hizo rechinar los dientes. Albergaba la esperanza de que ella aún no llegara de la escuela.

—Buenas noches, Alec, ya lo sé nos vemos —aceleré mi Volvo para llegar, y no por estar efusivamente contento, sino porque ni siquiera podía llegar y acostarme un rato.

Al abrir la puerta me encontré con que la casa estaba iluminada de forma tenue. Suspirando, dejé mi saco en el sillón de la sala e inmediatamente después me descalcé. Desajustándome la corbata, continúe mi camino hacia la cocina, donde sin sorprenderme para nada encontré la mesa puesta, velas encendidas decorando el resto de la cena.

Tan-típico-de-Jessica.

No me molesté en pronunciar su nombre, ni de informarle que ya había llegado, solo me senté en la silla. Casi me faltó tratarla como sirvienta. De inmediato apareció de la nada y sin decir palabra me sirvió. Llevaba el cabello rubio suelto en ondas que caían hasta su cintura, su silueta esbelta enfundada en un ajustado vestido, sus ojos chispeaban emocionados mientras revoloteaba a mí alrededor.

—Estás tan serio —susurró llevándose un poco del espagueti a los labios. Me encogí de hombros—. ¿Pasó algo en la empresa?

—Nop.

—¿Quieres saber lo que hice hoy en la escuela? —asentí más que nada por evitar volver a hablar. Pero cuando ella sonrió, me di cuenta de que había abierto la caja de pandora.

Y así pasaron más de 30 minutos, donde ella me contó las miles de cosas que había hecho el día de hoy, ir a la escuela, al gimnasio. Así, sin que nadie le pidiera que hablara. Continuó como loro mientras yo me dedicaba a comer y a observarla, se había arreglado bastante bien. Su cabello suelto caía ahora por entre sus pechos, el vestido de color azul, era ajustado de arriba con un generoso escote cuadrado, me dejaba ver la silueta de sus pechos, sin duda su mejor atributo. Sin embargo ni siquiera eso logró despertarme otro... apetito fuera del de mi estómago. Volví toda mi atención hacía la cena, una vez que terminara pensaba bañarme y dormirme, únicamente eso.

Empujando la silla hacia atrás asegurándome de hacer ruido solo por fastidiar, me puse de pie. Ella sonrió maliciosamente apresurándose a mi encuentro.

—¿A dónde vas corriendo, Cullen? —Con un dedo me empujó de nuevo sobre la silla y se sentó ahorcajadas sobre mí, sus manos codiciosas paseándose por mi pecho, llegando hasta los botones en mi camisa, donde comenzó a desabrocharlos.

—No sé de qué me hablas. —Me encogí de hombros disimulando que no pasaba nada, dejé caer mis brazos a los lados evitando tocarla.

—Creo que me faltó darte el postre. —Su voz ahora ronca al tiempo que deslizaba la camisa por mis hombros, tirándola hacía cualquier lugar.

Su boca encontró la mía rápidamente, el beso carnal y sensual logró sorprenderme. Este comportamiento de Jessica era nuevo, tenía que admitirlo casi siempre yo tomaba el control, pero bueno, esta vez con mi ánimo tan decaído... dejé que hiciera lo que quisiera.

Sus manos se paseaban por mi pecho, deslizándose rápidamente por mis músculos hasta la cinturilla de mis pantalones, le respondí el beso con la misma intensidad mientras deslizaba las manos hacia debajo de su cintura, rosando solamente con la punta de los dedos a lo largo de sus piernas, le robé un escalofrió, deslicé los dedos luego por sus muslos donde continué con el tortuoso camino hacia las pantorrillas, subiendo ahora por sus rodillas. Luego con firmeza, pasé por debajo de su vestido encontrándome con sus muslos, hasta llegar a sus nalgas las cuales tomé y jalé hacia mí con fuerza. Nuestras miradas se encontraron, sonreí torcidamente antes de morder su labio inferior con malicia.

Ella gimió liberándose, luego sus labios estuvieron sobre mi cuello, jalé hacia abajo su escote, sus pechos saltaron hacia mí. Y sí, eso me excitó bastante, comencé a besarlos y a morderlos, hacía mucho tiempo había dejado de ser delicado con ella, así que empezando ella el juego, yo no tenía por qué ser cuidadoso. Jessica comenzó a balancearse contra mi pronunciada erección, el movimiento me estaba volviendo loco así que apreté fuertemente su espalda mientras me perdía en su cuello, lamiendo subí a su mentón.

De pronto, Jess bajó la intensidad de nuestro encuentro, besando con ternura mis pómulos, acariciándome con suavidad el cabello. De nuevo se estaba poniendo tierna, así que me levanté con ella en brazos sujetándola de las nalgas, gritó enroscando sus piernas alrededor de mi cadera.

—¿Tienes prisa, no bebé?

Ni si siquiera respondí, caímos juntos sobre la cama, ella comenzó a desabrochar mi pantalón mientras yo deslizaba sus bragas dejándole el vestido puesto, la verdad que cualquier juego previo al sexo ya me lo sabía de memoria con ella o… con quien fuera. ¿Para que la molestia de desnudarla por completo? En mi mente solo había una maldita cosa, enterrarme en ella, así de jodidamente simple.

La miré con deseo alzándome sobre ella, su cuerpo se estremeció y cuando sin cuidado entré con fuerza, soltó un gemido bajo, si fue de dolor o no, la verdad no me importó aunque cuando enroscó de nuevo esas firmes piernas a mi alrededor, supe que lo estaba disfrutando tanto como yo. Sonreí torcidamente apoyando los codos en la cama para enterrarme con más fuerza.

—Edward… —jadeó en una mueca de placer, enterrándome las uñas en los hombros.

No correspondí su llamado, tan solo podía moverme una y otra vez, empujando con todo lo que tenía dando fuertes embestidas. Sus pechos bamboleando al ritmo de mis acometidas me tenía hipnotizado, sus pequeñas manos se deslizaron hacia mi espalda, arañándome con fuerza mientras me jadeaba en la oreja cuanto le gustaba. Se corrió largamente, su sexo exprimiéndome con fuerza comenzó a arrastrarme hacía el esperado orgasmo, pronto la presión se instaló en mi vientre bajo, en mis testículos duros y listos, mierda, me iba a venir.

Temblando en necesidad me retiré justo a tiempo. ¡Maldición me iba a morir por un maldito caso de bolas azules! Ella se enderezó rápido y para mi asombro, me jaló hacia ella.

—Hazlo, Edward. Quiero que te vengas dentro de mí —pidió con la voz ronca.

—No… quiero hacer eso... —siseé con la mandíbula apretada y por Dios ¿de verdad dije no quiero?

—Bueno, si no quieres… —Sonrió, llevándose las manos a esos llenos pechos.

Comenzó a masajearlos sensualmente y eso bastó para que explotara sobre ella, mi semen caliente y espeso desbordándose ahora por aquellas majestuosidades. Ella lo miró y luego a mi antes de soltar una risita.

—Mmm, esto sí que es nuevo —canturreó.

—No debiste provocarme —murmuré con voz entrecortada, mientras ella sonreía y se lamia los labios. Fruncí el ceño al pensar que después de todo no fue tan placentero como me lo había imaginado, aunque bueno, por supuesto que lo volvería hacer.

Suspiré levantándome, no podía correr el maldito riesgo de que por una calentura como la que acaba de ocurrir, donde se me había olvidado usar protección, fuera a quedar Jessica embarazada, de solo pensarlo me estremecí alejándome de la cama. Sin embargo ella me alcanzó en la ducha. ¿Por qué jodidos no podía dejarme solo un segundo?

—¿Qué quieres? ¿Una plática post-coital? —pregunté nefasto.

—Ha-ha. No. ¿Nos bañamos juntos? —su voz divertida así como su magistral forma de ignorar mi mal humor, casi me hace sonreír, pero toda diversión terminó cuando me abrazó por la cintura.

—Preferiría que no —contesté con una mueca deshaciéndome de su abrazo.

—Bien gruñón, entonces veré televisión en lo que terminas —sonriendo se dio media vuelta bajando apenas el cierre de su vestido. A Jessica parecía no importarle un baño, al parecer esperaba otra ronda.

Pero mientras me bañaba, no pude evitar pensar en lo ocurrido, ¿qué diablos me estaba pasando? Jessica aún me gustaba. Sí, me gustaba la forma en la que nos llevábamos, no teníamos que darnos explicaciones de nada y no estaba nada mal físicamente. ¿Pero amarla? Ah, no. Esa mierda estaba muy devaluada en mi vocabulario. Aunque en realidad no era su culpa que yo comenzara a dudar de seguir con ella, la quería, pero hasta ahí. Enrollé una toalla alrededor de mis caderas y salí de la ducha. Jessica estaba desnuda sobre las sabanas grises, su cuerpo curvado en posición fetal, el cabello rubio desbordándose como una cascada de oro, así dormida se vería muy joven e inocente. Maldije en silencio ser tan cruel, este no era yo, jamás había tratado así a las mujeres, como si fueran meros objetos, caminando hacia ella me recosté a su lado y tiré de ella hacia mí para dormir abrazados.

—Te quiero —susurró contra mi pecho.

Suspiré estrechándola un poco más cerca. Diablos, me odiaba por ser así con ella. Pasé el cabello detrás de sus orejas y contemplé su suave rostro, preguntándome si solo estábamos juntos porque le debía literalmente la vida.

Bella.

Los panes con mermelada son lo mejor.

Mientras masticaba mi desayuno, mis ojos buscaban frenéticamente un trabajo que cumpliera con mis expectativas, suspiré derrotada, no encontraba nada. Estaba por cerrar el periódico cuando un anuncio llamó mi atención:

Bolsa de Valores Cullen busca: Asistente Personal para Director Ejecutivo, disponibilidad inmediata, buena presentación, carrera Licenciado en administración de empresas, sin problemas de horario, para más informes presentarse únicamente el día de hoy..

Di otra mordida a mi delicioso pan, este no era justo el trabajo que yo estaba pensando pero Dios era testigo de que había dejado de lado mis ideas de Licenciada exitosa. Suspiré, típico que creces y ves la realidad.

Claro, no es como si mis sueños simplemente hubieran muerto, al menos no del todo… miré de nuevo el anuncio, si no empezaba por algo nunca iba a conseguir empleo. Además sabía que la bolsa de valores Cullen, era la más reconocida en la ciudad y en muchas partes del mundo. También conocía que el dueño de tan importante imperio era el señor Carlisle Cullen, y que tenía varios hijos herederos trabajando sus diferentes sucursales en el mundo. ¿Qué cómo sabia tanto? Bueno pues la televisión siempre era un excelente medio de información.

Así que ser su asistente no sería para nada malo, y mientras le daba un sorbo a mi jugo, pensé que me había comenzado a hacer ilusiones y todavía no acudía si quiera a la entrevista.

—¡Tonta Bella! —me dije mientras las palabras: "solo el día de hoy" me aterrizaban en la realidad.

Bajándome como loca de la silla, me pegué en el dedo chiquito del pie, grité y solté un par de maldiciones dirigiéndome cojeando al baño para alistarme y acudir inmediatamente a la entrevista. No podría darme mis baños relajantes antes de cualquier situación que me ponía tensa, así que me bañé a velocidad exprés, luego cuando corrí tan solo envuelta en una toalla hacia la habitación, casi me tropiezo con uno de los pantalones de Jacob, gruñí en silencio… siempre tan desordenado, hombre al fin y al cabo.

Rápidamente encontré una blusa azul oscuro de vestir y una suave falda color caqui, sonreí al recordar que me la había regalado mi suegra, era muy linda y mostraba mis caderas, acentuaba mi figura. No que me interesara gustarle al señor Carlisle, pero tan solo quería darle una buena impresión, así que acompañé mi atuendo con unos zapatos altos, intenté cepillarme el cabello y al final obtuve un resultado decente dándole un poco de volumen… o lo que fuera.

Frente al espejo mi rostro se veía un poco demacrado, refunfuñé maquillándome ligeramente, no me gustaba para nada hacerlo pero no tendría opción al final tan solo me puse brillo en los labios, nunca me había gustado exagerar con el maquillaje. Agarrando mi abrigo y mi bolso salí disparada a la dichosa entrevista, bajé corriendo las escaleras y al salir del departamento un aire demasiado frío golpeó mi cara.

—¡Mierda! —grité para nada elegante. Me abracé tiritando. Maldito frío del demonio, una señora me miró en forma reprobatoria, sí maldito frío lo odio, lo odio y qué, y usted señora ya deje de verme, pensé mientras la miraba igual de furibunda que ella a mí

Deje de perder el tiempo y me giré hacia la calle, donde justo en ese momento vi pasar un taxi, corrí hacía el agitando mi brazo para que se detuviera.

—¿A dónde la llevo señorita? —preguntó el conductor mientras me subía.

—A bolsa de valores Cullen, por favor. —En el camino saqué mi celular para avisar a Jacob—. Hola amor ¿estás ocupado? —pregunté esperando no interrumpir, sabía que estaba en clases.

—Mmm espera un momento —del otro lado de la línea se escuchó que caminaba y se cerraba una puerta—. Estaba en clases, ¿qué ocurre?

—Fíjate que acabo de ver un anuncio donde solicitan un asistente personal en la casa de valores Cullen, ¿no es genial? —dije de lo más emocionada, pero del otro lado se escuchó un suspiro que hizo que mi ánimo decayera en picado.

—Bella, ya te he dicho que no es necesario que busques trabajo, te he dicho que yo puedo mantenernos, con algunas limitaciones, pero solo en lo que me graduó…

—Jacob para ahí —lo interrumpí molesta—. Yo también estudié y no fue para ser ama de casa, iré a la entrevista, te marco saliendo. —Bastante molesta corté la llamada.

Mordisqué mi labio ansiosamente mientras miraba por la ventana. Jacob siempre tenía ese aire sobre protector, se había criado en una familia donde su mamá no trabajaba y era mantenida por su padre, se dedicaba únicamente a las labores de la casa y algo me decía que él esperaba seguir esa tradición.

Pero estaba muy equivocado, ya que yo por mi parte había crecido de forma muy distinta, Renée, mi madre, había dejado Charlie por un hombre menor sin ningún remordimiento. Me había dejado a mí también, pequeña y devastada. Suspiré pensando en papá, con el tiempo había logrado recuperarse y había encontrado otra mujer, había intentado sacarme adelante pero los años previos… Dios, me estremecí con tan solo recordarlo.

Habían sido un verdadero infierno, así que no gracias, el concepto de: matrimonio, familia, ama de casa, no estaba muy bien visto en mi dialecto. Pensé en mi novio, Jacob aún estudiaba en la universidad, a pesar de que era un año menor que yo ya debería de estar graduado, sin embargo había tenido una época en la que las motocicletas y la adrenalina, habían mermado sus estudios y se había volcado a esa vida.

Le dije que no podíamos seguir así, yo no quería un niño, le dije que me iría e Forks. Jake me pidió otra oportunidad, dejó todo por seguirme, pero para cuando tomó las riendas de su vida, yo ya me había graduado y comenzaba a buscar empleo en una nueva ciudad.

El taxi freno advirtiéndome de que ya habíamos llegado y sacándome de mis pensamientos. Pagué apresuradamente, corriendo hacia el gran edificio. Vi mi reflejo frente a las grandes puertas de cristal, era de complexión delgada, mi cabello castaño caía en largos rizos por mi espalda, mi cara siempre demasiado pálida por primera vez estaba maquillada y ruborizada por las carreras, tiré de mi falda un poco hacia abajo y finalmente me adentré en aquél enorme palacio.

El recibidor era amplio, extremadamente minimalista y los pisos eran de mármol de color beige, al fondo, una mujer muy guapa de cabello ondulado rojo estaba en un escritorio de caoba, ni siquiera se inmutó con mi presencia, al parecer estaba muy concentrada tecleando a toda velocidad frente a la computadora. Me detuve frente a ella y carraspeé.

—Buenas tardes, disculpe venía a la entrevista para ser la asistente personal del director. —Dios, mi voz fue miserable y tímida.

Y se me hizo un nudo en la garganta cuando aquellos ojos aleonados se posaron en mí, su escrutinio para nada discreto mientras me evaluaba con ojo clínico y sin pudor. Casi comencé a rezar para haber acertado con mi atuendo, mordí mi labio arrepentida de que no me gustara casi el maquillaje.

—Sí, el señor Cullen está entrevistando una persona, luego sigues tú. —Miró el fino reloj a su lado—. Creo que serás la última entrevistada, han venido demasiadas personas y de cualquier manera creo que ya no verá más. Toma asiento te llamare cuando sea tu turno.

Y así sin más, volvió su vista a la computadora.

—Gracias —susurré.

Estaba muy nerviosa mis manos no podían estar quietas alisando mi vestido, tocándome el cabello, así que decidí sujetarlas. No podía dejar de pensar en el escrutinio de esa pelirroja, suspiré. De verdad esperaba impresionar al director de la empresa o tendría que rendirme ya. Buscar trabajo en algún restaurante de mesera, quizás bordando ropa con mi amiga Angela… cualquier cosa. Miré el enorme edificio lleno de personas, todas ellas con trajes y costosos vestidos.

De nuevo mordí mi labio, a decir verdad no tenía mayores referencias laborales, solo mi intachable promedio podía salvarme. Diablos, ya estaba hiperventilando, me sentía un poco mareada y considerando realmente irme cuando me llamó… Victoria, lo leí en su saco de vestir.

—¿Señorita Swan? Pase, el señor Cullen está esperando.

Respiré hondo tratando de calmarme. Vamos Bella, eres mejor que esto. Me repetí mil veces mientras nos adentrábamos por el largo y brillante pasillo, con el mismo piso en color beige. Miré tímidamente alrededor, todas las oficinas eran de cristal, podías ver lo que los empleados hacían, había pocas plantas una hilera de bambús y una cascada artificial pendía de una pared. Victoria se frenó en seco haciéndome chocar contra ella.

—¡Oh! Perdón, lo siento tanto yo…

—Descuida —comentó malhumorada alisando su falda—. Esta es la oficina de Edward, suerte. —Su tono burlón me descolocó, pero no tuve oportunidad de decir nada más porque literalmente me empujó dentro.


Hola nenas por aquí les traigo una loca idea, espero les guste ¿Algún review?