Outtake 1


-Hija... papá está ocupado bebé- murmuré aún con la mirada fija en los informes, mierda… ¿iba a tener que viajar a Londres otra vez? Se suponía que todo estaba marchando sobre ruedas, la construcción había finalizado pero al parecer Tania había encontrado fallas en la conexión eléctrica, que no era para nada mi responsabilidad, el equipo allí debería haber previsto cada eventualidad, incluso fallas en la maldita electricidad.

-Pelo papi… mila esto dibujamos con mis compañelos, nuesta familia- Hannah alzó una hoja de papel frente a mi rostro. Los garabatos propios a su edad me hicieron sonreír, allí estaban todos, su mamá la más hermosa de todos, sus abuelos y tíos… quise carcajear al ver el garabato que era Emmett. Tenía que mostrárselo en algún momento.

-Hermoso bebé- besé la frente de mi princesa y continué mirando los informes que los encargados de la instalación eléctrica en el estadio Wembley habían enviado esa mañana.

-Papi… ¿mamos a cocinal muffins? ¿Quieles?- mi pequeña insistía aún a mi lado saltando con entusiasmo, ahgg… odiaba romperle el corazón pero la inminente inauguración del Wembley en un par de meses me tenía atorado en un bucle de trabajo, yendo y viniendo de Londres, dejando a mi familia cuando no podía llevármela conmigo por el kínder de Hannah o simplemente en las largas horas de teleconferencia con el equipo allí. Bella tenía demasiada paciencia conmigo, nunca me había recriminado nada pero sentía que callaba más de lo que sentía. Me prometí a mí mismo rever las propuestas de trabajo que seguían llegando del exterior. La inauguración y apertura de la Torre Spire había sido un éxito total y tenía muchas propuestas en mi haber. Reconsideraría muchas y otras las descartaría… me negaba a ser un padre y esposo ausente.

-Bebé… papi está ocupado con trabajo, ¿quieres que llame al tío Emmett que venga a ayudarte con los muffins?- pregunté alzando a Hannah sobre mi regazo. Ella negó con la cabeza abrazándome el cuello. Podía llegar a morir de una sobredosis de amor de mi pequeña, podía adular por ahí que mi niña de tres años amaba a su papi. Estaba orgulloso de decir que ella era mi más grande logro, mi familia en realidad… aunque no podía esperar para tener un niño correteando por nuestra casa. Un niño con mis ojos quizá o mi cabello y un guante de beisball, un pequeño Cullen.

-Quiedo tú papi- murmuró ella llevando su dedo pulgar a la boca, coincidentemente solo lo hacía cuando estaba conmigo.

-Esperemos a mami ¿bien? Cuando salga de su clase haremos los muffins y serán más ricos que los de la tía Alice-

Mi pequeña Hannah sonrió y alzando su rostro besó mi mentón.

-Key papi- saltó de mi regazo y salió de mi estudio corriendo. Seguramente se iría a su habitación a jugar con sus legos de castillo de princesa que tanto le habían gustado y los cuales no me pude resistir comprarle.

Continué con la lectura del informe del equipo de electricistas. Algo estaba mal, pero me era imposible saber qué… cielos, quizá simplemente tendría que hacer un viaje expres a Londres y averiguarlo. En los últimos años había confiado totalmente en el equipo que allí se había hecho cargo del proyecto. Tanya había resultado una excelente profesional, apartando el hecho que dejó su coquetería a un lado cuando, en mi primer viaje con Bella, resultó que se habían llevado bastante bien. La conexión que Tania tenía con Sebastian fue lo que la ayudó a mi esposa a superar los celos y congeniar bien con mi compañera de trabajo.

Decidí reunirme con Jassper, Emmett y Fabrizio para repasar el informe por la tarde, quería consultar con los contratistas sobre el ducto del cableado, los grupos electrógenos y los paneles de alimentación mientras tanto, por lo que llamé a Londres y hablé con ellos sobre las dudas que me habían surgido leyendo el informe de los electricistas. No habría pasado más de media hora cuando, en plena llamada con uno de los contratistas, oí un pequeño grito desde la cocina.

Alarmado volteé hacia la puerta y pestañeando recordé que Bella aún no había llegado a casa de su clase de danzas árabes y que nuestra hija había quedado bajo mi cuidado.

-Mierda- dejé el celular sobre mi mesa de trabajo y salí corriendo apresuradamente de mi estudio –Hannah!- llamé pasando por las escaleras, ella no respondió y continué hacia la cocina. Mi corazón palpitaba, estaba inmerso en mi trabajo y si por mi culpa algo había sucedido con ella, no me lo perdonaría. -¿Cariño?-

Me estremecí cuando oí un pequeño llanto… no, no, no

Entre en la cocina buscándola frenéticamente, sus pequeños gimoteos se oían de detrás de la isla de mármol en el centro de la cocina, gemí internamente, sobre esta habían huevos rotos y un recipiente con leche derramada al rededor. Cuando me dirigí hacia allí la vi acurrucada en el suelo con su manito ahuecada entre su pecho y piernas.

-Bebé- caí a su lado de rodillas levantando su carita, sus ojos estaban colorados y sobre sus mejillas se derramaban lágrimas que me rompieron el corazón –cariño… ¿qué pasó? Muéstrame-

-Perrón papi- dijo antes de resollar –mi dedito… no quise hacelo pero teno hamble- el aire dejó mis pulmones. ¿Qué mierda de clase de padre era que dejaba a mi niña de 3 años sola deambulando por la casa con hambre?

La tomé en mis brazos y livianita como era la llevé hacia el sofá, la senté en mi regazo y revisé su dedo, era un corte mínimo, que gracias al universo entero no había sido más profundo, pero había sido suerte o más bien un milagro. La senté a mi lado besando su cabello,

-Quédate aquí mismo bebé… iré por el kit de emergencias-

-Kei papi- ella sorbió sus mocos y mi corazón se rompió aún más. Cada pequeño dolor que ella sentía me dolía a mí en el corazón, esto no debería haber sucedido. Fui hasta el baño a buscar el kit que Bella había guardado en el uno de los cajones del vanitorio y tanteé en mis jeans para ver si había llevado conmigo el teléfono celular, estaba tentado llamar a Alice o a mi madre para que me guiaran con la herida de mi niña, pero vamos… tenía que poder hacer esto, había diseñado de cero grandes proyectos de ingeniería, vendar la pequeña herida de mi hija era un juego de niños… ¿no?

Podría haber pensado eso, pero cuando volví a la sala y vi a Bella arrodillada frente a nuestra bebé gemí internamente. Mierda.

-¿Te duele cariño?- le dijo ella suavemente a Hannah,

-Ti- susurró mi bebé, cielos… su vocecita me mataba. Miré a mi hermosa esposa, arrodillada allí con sus legins grises y zapatillas, su frente sudada y un sueter de algodón cubriendo su cuerpo, su mochila a un lado, la vi apretar lso dientes antes de mirarme.

-Yo… no la vi- atiné a decir. Maldita excusa de padre, cielos… me dolía más su mirada de decepción que cualquier otra cosa. En esto de ser padre aprendía día a día e intentaba ser cada vez mejor, rectificando mis errores y observando a Bella, ella era una gran mamá, solo… parecía que le salía de forma natural, sabía cuándo Hannah tenía hambre, cuando tenía sueño, cuando tenía algún dolor o simplemente jugaba con ella sin que nuestra niña se lo preguntaba. ¿En cambio yo? Me quedaba unas horas con ella y la perdía de vista por mi maldito trabajo.

-Evidentemente- dijo volteando a nuestra niña –ven bebé, vamos a curar esa herida ¿si? ¿Merendaste?-

-No… teno hamble mami- Hannah recostó su cabecita sobre el hombro de Bella cuando ésta la alzó. Mi esposa me miró nuevamente con decepción y pasó por mi lado.

-De ahora en más te quedarás con tu abuela bebé-

No, no lo haría… mierda, tenía que arreglar esto.

-Puedo cuidar a nuestra hija… hoy me distraje- seguí a Bella al baño.

-Discutiremos luego Edward, es obvio que estabas ocupado antes de que esto sucediera- su voz era plana y condenatoria.

-Ya no- murmuré frustrado –fue un accidente, no volverá a suceder. El Wembley…-

-Lo sé- dijo mi esposa sentando a nuestra niña en el vanitorio del baño –está bien Edward, agradezcamos que no fue peor- me miró un instante antes de apretar los dientes y centrarse en Hannah.

Tragué saliva, no… no estaba bien. Me lo había dicho resignada, no toleraría eso, ella no debía sentirse así y si fui yo el que la hizo sentirse así, como si el resto de su vida fuera a ser así, no me lo perdonaría jamás. También sabía que Bella nunca emitiría una sola palabra de queja acerca de mi trabajo y de las horas que invierto en ello, ella sabía lo importante que era eso para mí. Pero no sabía que mis prioridades habían cambiado con los años, que a pesar de ser importante el Wembley o el Spire… nunca iban a ser más importantes que mi familia. Me sentía frustrado.

Salí del baño y fui hasta la cocina a limpiar lo que había hecho Hannah, los huevos, la leche derramada y el cuchillo con el que por lo visto había intentado cortar el paquete de harina. Gemí cerrando los ojos, ella estaba tan entusiasmada por hacer muffins que había intentado hacerlos por su cuenta mientras yo estaba totalmente en otro mundo. Mierda… alcé una mano y sobé mi pecho sobre mi corazón.

Decidí buscar mi teléfono celular, que debió haber quedado en mi estudio, lo encontré con llamadas perdidas de Tanya, Emmett y uno de los encargados de la electricidad en el estadio. Volví a la cocina abriendo el navegador para buscar recetas de muffins en el buscador. Bien… haría lo posible, no podría ser tan difícil ¿no?. Arremangué mi camisa hasta mis codos y frunciendo el ceño comencé a leer la receta que más estrellas tenía.

Mmm, leche, huevos, azúcar… esencia de vainilla… ¿qué era eso? Debía haber prestado más atención cuando mamá hacía estas cosas.

Media hora después podía oí las risas de mis mujeres en el baño principal, seguramente se habían metido a la bañera a hacer espuma. Yo estaba, un poco manchado de harina y mantequilla, pero colocando casi prolijamente la mezcla de muffins en los moldes de papel. Cuando terminé programé el tiempo de cocción en el horno y con mucho cuidado metí la bandeja con los futuros muffins. Bien… ahora el glaseado.

Hice un desastre con la batidora, pero aprendí. No sacar la batidora aún activada de la mezcla. Apuntado. Cuarenta minutos después estaban los muffins enfriándose sobre la rejilla, sonreí con las manos en la cintura y con mi celular saqué un par de fotos para presumir con Emmett.

-¡Papi!- dijo mi bebé corriendo hacia mí, la alcé en el aire y besé su mejilla. Hundí mi nariz en su cabello, olía a cielo y fresas -¿cocinaste muffins?- preguntó incrédula mirándome con sus grandes ojos.

-Si… pero necesitaré tu ayuda para colocarles el glaceado- fruncí mi entrecejo mendigando. Ella asintió con una sonrisa. Bella apareció con su ropa de casa, un short de jean y una camiseta de tirantes, sexy como la mierda. Su mirada incrédula recorrió el desastre que era la cocina.

-Limpiaré nena, no te preocupes- hice una mueca de disculpa y fui a sacar el glaceado de la heladera, ya estaría frío. Había encontrado una especie de colorante, como decía la receta, así que había quedado rosa princesa, como el cabello del pony de juguete de mi niña.

Juntos colocamos el glaceado en una manga decorativa, gracias a cielo, mi madre me había sacado de apuro mostrándome en una foto como se suponía que era, agradecí haber encontrado una en nuestra cocina. Quedaron unos muffins muy bonitos. Envié fotos a los chicos del estudio, se burlarían de mí de aquí a un largo tiempo, pero mierda… sabía hacer muffins y ellos no.

-O-

Más tarde decidí intentar arreglar las cosas con Bella, me duché y en nuestra habitación, me vestí como sabía que a ella le gustaba, unos jeans negros y una camiseta apretada, su colonia favorita y mis vans. Pero al salir hacia la sala, ninguna de mis mujeres estaban a la vista.

-¿Bella?- pregunté caminando hacia la cocina. Yo había limpiado todo mi desastre, no esperaba verla repasar… ¿o si? Pero cuando llegué allí no estaba ni ella ni mi bebé. Solo encontré un papel doblado sobre la encimera. Era raro, cuando lo desdoblé la caligrafía de Bella me sorprendió,

"Llevé a Hannah con tu madre, yo tengo un pendiente en mi estudio. Tienes salchichas descongelándose en el fregadero. B"

¿Qué mierda? Parecía uno de esos mal episodios de los Simpson. Eran las 9 PM, ¿qué podría tener que hacer a estas horas en su estudio? ¿Por qué no fue a decírmelo mientras tomaba mi ducha?

Tomé las llaves de mi Volvo y salí en busca de mi esposa…

Era extraño, el estudio de Bella, que estaba en el Loop, muy cerca del estudio "The four", estaba desierto. Muchas veces había ido a acompañar a Bella cuando se había celebrado alguna muestra de danzas o reunión de padres de las alumnas de mi esposa, pero en ese momento parecía que nadie estaba en el lugar, igualmente decidí estacionar el Volvo y bajar a echar un vistazo… quizá Bella trabajaba en otro baile y había venido a ensayar, lo que me parecía extraño de igual manera, porque en casa me había ocupado de equipar muy bien su estudio de ensayos.

-¿Amor?- pregunté a entrar luego de abrir con mis llaves. Cerré las puertas detrás de mí y caminé por el vestíbulo oscuro. No desistí en seguir revisando porque oí la suave música que venía de la sala del fondo, donde Bella había hecho su sala de descanso y estiramiento.

Continué caminando pensando en que me quedaría mirándola como tonto en la entrada como había sucedido varias veces antes, que la había encontrado haciendo estiramientos luego de cada clase.

Las luces tenues destellaron en el umbral de una puerta y el sonido suave guio mi camino, me detuve cuando me paré en la entrada de la sala. Velas encendidas se habían colocado a los costados de la sala, contra la pared y Bella… mi diosa pagana, hermosa y salvaje, estaba de frente a un espejo que ocupaba toda la pared del fondo del cuarto, ella estaba vestida con un traje de danzas árabes en color verde esmeralda que me dejó sin aliento, la sola vista me dio un tirón en la ingle, haciendo mis bolas pesadas y haciendo que mi pene comenzara a llenarse de sangre… como cada vez. La parte superior era un brassier que tazabas cómodamente sus pechos, con lentejuelas y piedras que brillaban con la luz de las velas, la parte inferior era una falda que abrazaba sus caderas y caía en forma de sirena envolviendo sus piernas, un tajo en la pierna izquierda dejaba su pierna a la vista desde la ingle. Mierda… me sentía crecer entre mis piernas, por detrás una especie de capa caía por sus hombros hacia el suelo.

-Siéntate- me dijo sin voltear, mirándome a través del espejo. Su voz, aunque suave, no dejaba de ser firme y demandante. Miré alrededor del cuarto, el único lugar para sentarse era una silla cerca de la pared contraria donde se encontraba Bella parada, me dirigí hasta ahí sin decir una palabra y me senté como buen espectador, hacía un tiempo que mi amor no me había dado un espectáculo privado… y pensaba disfrutarlo. Aunque aún tenía la duda si me lo merecía o iba a ser una especie de castigo, hoy había dejado que nuestra bebé se lastimara y aún no me lo perdonaba yo mismo.

Ella caminó despacio hacia un lado, donde se encontraba su reproductor, presionó un botón y volvió lentamente a su lugar frente al espejo, pero esta vez frente a mí. Se posicionó con una pierna flexionada y sus brazos doblados frente a ella y cuando comenzó la música oriental… la mágica de mi esposa, mi hermosa mujer Isabella Cullen, es decir… Sabella, comenzó.

Ella comenzó a moverse suavemente al compás de la música, sus manos, su cadera, sus pechos, su cabeza, su pelvis… esa bendita pelvis, su cabello, esta vez lacio y su cintura, todo en su conjunto creando una hermosa pieza de baile que me había hipnotizado desde el segundo 1. Cielos… ella se movía con tanta facilidad, como agua corriendo en un manantial, tenía soltura, agilidad y sobre todo sensualidad. Tanta… tanta pasión por lo que hacía, que mi corazón palpitó fuerte en mi pecho por la belleza en que ella podía convertir una canción, en un sueño viviente.

En un momento supe para qué era esa especie de capa que caía detrás de ella, al caminar hacia el espejo alzó las puntas que eran como una especie de varillas que formaban parte del traje. Eran alas… unas esplendorosas y grandes alas que simulaban ser de un pavo real. Ella las agitó en el aire, eran tan volátiles y livianas que parecían alzar vuelo, era tanto su talento que mi hermoso pavo real parecía volar.

La amaba… por dios, cómo la amaba.

Hizo suyo, totalmente propio el salón de baile y ya no pareció más un simple salón, era el paraíso y ella mi Diosa, yo un simple mortal. No me la merecía, era tanta su belleza… pero irremediablemente la amaba y para siempre. Prometí en ese momento adorarla para toda la vida, no simplemente llamarla mi esposa, lo hacía orgulloso… pero ella era más, era mi dueña, el amor de mi vida, la mujer con la cual no podía vivir… no… era la razón de mi vida.

Tragué en seco cuando la canción llegó a su auge, ella giró sobre si misma incontables veces, con esas alas girando a su alrededor, envolviéndola. Hasta que se detuvo de pronto y me miró agitando sus alas, hasta que las dejó caer.

La canción había terminado. El sueño había finalizado… pero la piel de gallina y mi corazón palpitando era lo que me indicaba que había sido real. Mi Diosa aún estaba frente a mí y yo, un maldito hombre enamorado, había sido testigo de su majestuosidad…. de su vuelo.

Quería llorar… humildemente me creí bendecido por tener esa mujer a mi lado cada mañana al despertar, por ser mi apoyo, mi compañía y la razón de mi felicidad. Mordí las lágrimas y la vi acercarse, despacio, lentamente.

La observé todo el tiempo, sin atreverme a pronunciar palabras. La miré sin pestañear pero con el pecho agitado cuando se inclinó sobre mí y colocó sus manos sobre el respaldo de mi silla, acercando así sus pechos a mi rostro, sus labios a mi frente… y me besó allí. No la dejé de observar cuando bajando sus manos despacio sin dejar de mirarme a los ojos, abrió mi cremallera y sacó mi pene, duro, excitado y llorando por ella… por su calor. Y tampoco la dejé de mirar a los ojos cuando se subió a mi regazo, con una mano corrió sus bragas a un lado y se deslizó sobre mí.

Entonces ahí cerré los ojos y gemí. Excitado como nunca, deseándola como siempre.

-Mi amor- susurré queriendo alcanzar su boca, deseando sentirla en todo mi cuerpo, pero la dejé ser… ella tomó las riendas de la situación y comenzó a mecerse, moviendo las caderas como lo hacía en su número de baile. Se ayudó colocando una mano en el respaldo de mi silla y subí las mías para aferrarme a sus caderas. Mi Diosa me estaba cabalgando… ¿Qué puto suertudo me hacía eso? El tipo más afortunado del mundo.

-Te amo- gimió aferrando mi mejilla con su mano libre. Su pecho agitado porque inevitablemente nuestro "hacer el amor" se convertía en mucho más, éramos así… primarios, lujuriosos y pasionales. Colocó sus pies en los refuerzos del costado de la silla y se impulsó para caer sobre mí una y otra vez,

-Así bebé, monta la verga de tu papi, vamos nena hermosa, mira que bella te ves haciéndolo… cómo te mueves sobre mí… joder! No voy a aguantar tanto-

-Edward!- su movimiento se volvió casi frenético, su vientre plano se agitaba sobre mi regazo, su piercing de diamante brillaba en su ombligo y se agitaba con su movimiento sobre mí..

-Mi pequeña nena apretada, muévete así… papi quiere verte venirte sobre mi verga, mójame como te gusta hacer-

-Oh si…- gimió con voz gutural, inclinó su cadera y buscó su placer haciendo rozar su clítoris hinchado contra la base de mi pene, deslicé mi mano de su cadera hacia su montículo y comencé a rodearlo haciéndola gritar. –Papi!-

-Si amor… que hinchada estas, apriétame Bella, vamos… déjame llenarte- gruñí cuando ella apretó mi verga -¿Quieres que papi te haga venirte? Si lo hare nena, fuerte, mojaras todo mi regazo-

Oh mierda…

Ella se agitó sobre mí rodando sus ojos, llevó su cabeza hacia atrás y se estremeció en mis brazos, mientras yo la sostenía con ambas manos. Sentí sus paredes exprimirme haciéndome gruñír, ella me mojó, mi prieta esposa era como una presa liberada cuando se venía y yo amaba eso de ella. Ama que nos ensuciáramos y oliéramos a sexo por horas, como dos adolescentes cachondos y pervertidos.

Ella colapsó sobre mi hombro pero yo no había terminado, la alcé de la cadera sin salirme de ella y la llevé hacia el suelo del salón, tomé ambas muñecas y las apreté con una de mis manos sobre su cabeza, ella respiraba agitadamente mirándome y retándome al mismo tiempo. Quería otro orgasmo mi nena… y su papi se lo iba a dar.

Moví mis caderas sosteniéndome con mis rodillas, ella abrió sus piernas ampliamente dejándome entrar más en su profundidad,

-Eres lo más hermoso que vi en mi vida nena- gruñí penetrándola con intensidad, mis caderas se clavaban en la de ella, el sonido de nuestras carnes chocando llenó la habitación. Ella gimió cuando encontré el ángulo perfecto. Alcé uno de sus muslos más alto y la penetré reclamándola, haciéndola mía, sus gritos, su carne, su piel… Toda mía.

-Bebé!- gemí cuando ella apretó su canal, -ven amor, vente-

-Edward!- gritó aferrándose de mi cabello, levantó sus caderas encontrándose con la mía y se vino duro y temblorosamente. Al sentir su calor y dolorosa compresión, me dejé ir dentro de ella, con largos gruñidos mientras bañaba sus paredes con mi semen.

Ambos nos abrazamos gimiendo mientras bajábamos de nuestra nube de placer, nos acomodamos de costado lentamente sin soltarnos. Abrí los ojos y con dedos temblorosos le acaricié una mejilla sudorosa,

-Eres increíble mi vida- susurré entre jadeos.

-Gracias amor- sonrió antes de abrir los ojos y fijarlos en los míos. Nos miramos largos segundos mientras nuestra respiración se normalizaba. Sus ojos reflejaban todo su amor… pero aún sentía que no lo merecía,

-Lo de hoy no volverá a suceder- dije en voz baja y contenida, no le tenía miedo a la furia de mi mujer, lo que más temor me daba y me cortaba en carne viva era ser la causa de su desilusión. No podía soportarlo –No dejaré nunca más que nuevamente nuestra bebé se lastime-

Ella sonrió con comprensión, -Sé que no sucederá, solo fue un descuido… entiendo que estas en los momentos preliminares a la inauguración y tus nervios están que colapsan… por favor cariño, no te aflijas, te comprendo-

-Cielos- susurré cerrando los ojos y escondiendo mi rostro en su cuello, donde su perfume y olor a sudor femenino y dulce me embriagaron. –Lo siento cariño- tragué el bulto en mi garganta.

-Shhh… te ayudaremos, lo resolveremos, somos un equipo ¿recuerdas?- sus dedos acariciaron mi cabello,

-Pero… te enojaste, tu mirada nena…- gemí negando con la cabeza,

-Fue el momento, llegar y ver a nuestra niña lastimada, pero también te pido disculpas. La próxima vez lo resolveremos juntos- ella ladeó la cabeza para besar mi sien.

-Y me dejaste salchichas descongelando en el fregadero- me quejé. A veces teníamos un chef, sino cuando tenía el día liviano de trabajo cocinaba yo, pero la mayoría de las veces lo hacía ella.

Ella rió… jodidamente rió…

-Fue un juego papi, sabía que con eso reventarías y me buscarías y yo te tenía preparado esto aquí- acarició mi cabello -¿Y sabes qué?-

-¿Qué?- murmuré totalmente hipnotizado por la belleza que era mi esposa

-Esta sorpresa no termina aquí… tenemos el menú en el otro salón, servido en una bonita mesa para dos- sonreí aliviado –por cierto, los muffins estaban deliciosos-

-Obvio- presumí –nuestra bebé los aprobó-

Reímos abrazados allí… en el suelo del salón de baile del estudio de danzas árabes más exitoso del Loop. ¿Qué más podía querer? Mi Diosa pagana personal bailaba en mi regazo y yo… el maldito suertudo, continuaba construyendo sueños.


Hola otra vez amores míos! Que lindo volver a vernos por aquí, aunque no pasó mucho tiempo ;) Si! espero les haya gustado este Outtake, muchas querían ver un poco más de Edward papá, un baile, Hannah... y pues, por aquí está. El próximo Outtake será en un par de semanas más. Estoy centrándome en Iridiscente, que si no lo han leído aún, les pido que se pasen. Por cierto, les dejo el link del video del baile de Bella en mi Bio y también estará en mi grupo "Lulla Waillen writer" en facebook. Es hermoso ese baile, simplemente hermoso.

Ahora si, me despido de Exótica hasta la próxima. Besotes a todas las que aún siguen pendiente de este fic.