Disclaimer:

Los personajes, trama y detalles originales de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto, Shūeisha y Shūkan Shōnen Jump (manga), Hayato Date, Pierrot y TV Tokyo (anime).

Advertencias:

Basado en la obra del manga, no del anime.

La clasificación indica temas que no son propiamente para menores o personas sensibles a asuntos relacionados con la violencia física, psicológica, o contenido de índole sexual en determinado momento, además de uso de lenguaje vulgar. Queda a discreción del lector el contenido.

Notas introductorias:

La idea original es de El Gran Kaiosama, me la "regaló" en cinco o seis renglones hace mucho, mucho tiempo, pero de verdad mucho. La había dejado de lado porque al principio no me llamó mucho la atención, pero recién que la recordé -no sé por qué si ni siquiera lo anoté- me pareció que no era tan descabellada, así que pues, fic nuevo.

Dedicatorias:

Para la campaña El valor de los extras; no son los protagonistas, pero tienen una historia que contar (más información en mi perfil).


Alfa

Un Inuzuka tiene la obligación de lograr descendencia para el clan, y el derecho animal de protegerla con su propia vida.


Selección

Kiba se dejó caer en el sillón subiendo los pies también, con el semblante serio procuró no gruñir demasiado, pero no se controlaba demasiado realmente, de modo que empezó a balancearse hacia los lados dejándose guiar por el rebote producido por las coderas de madera recubiertas con esponja y tela decorada.

Akamaru se echó abajo, a sus pies, no pretendía interrumpir el acto dramático propio de un pequeño de dos años que estaba montando cuidadosamente su compañero adolescente, además, una mirada de Kuromaru, al otro lado de la sala, le había advertido tranquilamente que si hacían o decían algo que comprometiera la situación, el castigo no tendría precedentes y sería tan memorable que tal vez en ANBU se podía utilizar como parte del protocolo básico de interrogación.

—Ya podrás ir a Taki en otra ocasión, ni que fuera la última misión en ese país — dijo Hana desde el comedor queriendo sonar reconciliadora con su hermano pequeño.

—Pero si no es Taki lo que me preocupa— resopló el muchacho desviando la mirada al punto diametralmente opuesto de donde se encontraba su hermana.

—Mamá no tarda en llegar, y la cena está casi lista, Genma-kun prometió llegar a las ocho en punto.

Kiba apretó los dientes, poco le faltó para hacerlos rechinar, pero el refunfuño había sido bastante claro.

—No pongas esa cara.

—No tengo otra.

—Por favor, de verdad que esta noche no puedes ni debes hacer esto. Compórtate civilizadamente ¿Quieres?

Kiba volvió a gruñir, pero subir a su habitación y encerrarse no era una opción viable, el ojo vigilante de Kuromaru lo tenía en la mira, y al menor indicio de querer librarse de la situación, el animal actuaría con la misma furia incipiente de su jovial madre cuando se le retaba.

— ¿Por qué ese tarado? — volvió a quejarse echándose para atrás, haciendo que la madera del mueble crujiera.

— ¡Kiba!

— ¡En todo el tiempo que yo llevo de servicio no le he visto hacer absolutamente nada impresionante!

— ¿Me vas a decir que monitores las misiones de toda la villa?

—No, solo las suyas…

— ¡¿Qué tú qué?!

Kiba se puso de pie en un salto quedando sobre el sillón con lo que le llevaba a su hermana más de medio metro de altura.

— ¿Crees que ando de asistente voluntario ahí en la oficina nada más porque me entusiasma el papeleo?

Hana era una mujer en extremo paciente, cautelosa, y sabía controlarse perfectamente, era una venerada y estimada veterinaria que nadie se atrevía a poner en duda, sin embargo, también corría por sus venas la sangre indomable de un clan que vio sus origines en las montañas boscosas corriendo junto a una manada de perros salvajes.

Cualquier persona que atravesara por su experiencia gritaría y reclamaría, haría una rabieta y le retiraría la palabra al pequeño monstruo que se empeñaba en volver difícil la vida de su novio, que sobrevivía exitosamente y sin acobardarse, ocho meses de relación con ella.

— ¿Tú le mandaste al valle de los caballos?— preguntó volviendo ronca su voz, levantando el rostro para percibir con la nariz el olor de la mentira en caso de que acudiera a ella para librarse.

—Yo solo lo propuse. Shizune-san lo aprobó.

Kiba respondía al reto de miradas y también levantó el mentón sin dar muestra de arrepentimiento. En el plan de Kiba, matarlo no era la idea principal, solo quería probarlo, y si él había resultado demasiado blando como para casi sucumbir ante un grupo de criminales, no había sido culpa suya. Aunque al final pudo resolver el problema, no fue algo maravilloso ni extraordinario, era un ninja Tokubetsu Jōnin perfectamente normal y ordinario con un gusto rarísimo para arreglarse el cabello.

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La segunda guerra ninja llegaba a su fin con pasos tambaleantes e inseguros, a veces se vislumbraba la paz en el horizonte y a veces se veía lejana e imposible, los únicos que tal vez conocían los altibajos y el verdadero escenario en que estaban parados eran, sin duda, los altos mandos. Pero hacerles hablar era una tarea desgastante y poco productiva, por eso se limitaban a escuchar, obedecer y empeñarse en regresar vivos para hacer con los suyos algo que los distrajera, algo que ocupara sus mentes por uno o dos días antes de marchar de nuevo al frente.

Algo como esa fiesta junto a la rivera que cruzaba sus llamados dominios dentro de Konoha.

Tsume arrugó la nariz y sonrió con malicia procurando no denotar las maneras rudas de su naturaleza, su madre no estaba lejos, y podría reclamarle después de la fiesta, así que se serenó, echó los hombros hacia atrás aprovechando que llevaba mangas cortas y se dejaba ver -como pocas ocasiones- el delgado de su talle, siempre aumentado por el uniforme. Se acomodó el cabello detrás de la oreja, si bien sabía que no tenía mucho sentido realmente, pues era tan crispado que haría lo que le viniera en gana yendo en cuatro direcciones diferentes apenas disimulando por el peso de los largos mechones que caían sobre su espalda y los hombros, dos peinetas prestadas -y puestas a la fuerza por su madre- le daba un poco de control para esa tarde.

Mantuvo la espalda muy derecha cruzando las piernas, dejando que el largo de la falda se redujera un poco, buscando el punto medio entre las demás que ya habían empezado también la búsqueda de atención.

Los varones habían llegado hacía tan solo unos minutos llevando consigo grandes y redondas sandias que partirían para sobrellevar aquella calurosa tarde de verano, también dispuestos a alardear, armaban cualquier tipo de ridículo método que iba desde vendarse los ojos hasta hacer rebanadas simétricas sin usar cuchillo alguno.

Tsume ya había puesto su atención en un muchacho específicamente. Era unos años mayor, y también era mayor en rango, pero había algo en él que le gustaba, y mucho realmente. Le había visto varias veces entrenando dentro de los territorios del clan, siempre con su compañero que, a diferencia de muchos, era un lobo y no un perro. Un lobo grande, corpulento, de poderosas fauces y negro como la noche sin estrellas.

No sabía mucho de él, era desinhibida pero no lo suficiente como para plantarse en la oficina de su padre para preguntarle todo lo que concerniera a aquél miembro del clan, además, siempre era más agradable dejarle el aura de misterio, imaginarlo de mil maneras antes de enfrentarse a lo que debiera ser realmente ¿Y si resultaba un enclenque tullido?

Pero después de ese fin de semana los Jōnin marchaban a los puntos en otros países donde se libraban "batallas decisivas" que no decidían nada, y los Chūnin como ella se regaban por la frontera integrándose a equipos que buscaban rastrear a los escuadrones infiltrados que pudieran llegar a Konoha, así que ese día sería el último día, en meses, que el clan se encontraría con un número elevado de integrantes presentes en casa, la mayoría jóvenes y con un muy evidente propósito de no diezmar el clan en caso de que no regresaran.

A algunos, aquella idea les parecía completamente escandalosa, pero pensándolo con sentido realista, nada los hacía inmunes a los estragos de la guerra.

—Hoy vine con el firme propósito de mirar el escote de la chicas y tal vez debajo de alguna falda, pero me ha sido completamente imposible concentrarme en algo que no sea tu sonrisa…

Y los caninos de Tsume, esos que una chica de otro clan ocultaría con pena, resplandecieron más cuando soltó una risa por el ridículo cumplido que acababa de darle el dueño de sus pensamientos.

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Hana terminaba de acomodar la mesa para servir la cena a las 8:20, tan solo después de un poco de conversación introductora. Su madre estaría completamente hambrienta tras la semana que había tenido y no quería tampoco hacerla esperar demasiado, no era su intención torturarla de alguna manera, sobre todo cuando había tenido la delicadeza de enviar primero a Kuromaru para controlar a Kiba.

Suspiró mirando que todo estuviera en su lugar. Rápidamente se dirigió a la cocina, ya todo estaba preparado, no tenía que esperar nada del horno porque había empezado desde muy temprano con los preparativos, miró el reloj por cuarta o quinta vez en los últimos diez minutos.

— ¡Hana-chan!

Tsume había entrado intempestiva como un huracán, su hija le dio el encuentro con la misma naturalidad de todos los días.

—Bienvenida a casa, mamá.

— ¡Algo huele demasiado bien! Me daré un baño rápido y bajo para cenar ¿Kiba-chan ya está en casa?

—Está en el sofá — puntualizó ella quedamente señalando al muchacho completamente inmóvil en el sillón de tres plazas, extendido a lo largo como si fuera una cama y ni siquiera movió un músculo con todo el jaleo armado por la matriarca Inuzuka.

— ¡Qué muchacho!— exclamó ella —Kurenai-san debió de ser más exigente en los entrenamientos, lo convirtió en un fantoche que no aguanta nada. Anda, despiértale, tiene más de una semana que no ceno con mis hijos.

Tsume hizo tronar su cuello y se dirigió a la escaleras que la conducirían a la planta alta, donde estaba su habitación con el cuarto de baño privado.

—Hana-chan… ¿Vamos a tener más visitas? — preguntó cuando al mirar de reojo al comedor para tratar de adivinar exactamente qué era lo que cenarían, vio un cuarto y un quinto sitio puesto.

—Sí… ¿Recuerdas qué día es? Genma-kun, no tarda en llegar, vendrá con Raidō-san.

—Ah… es verdad.

Tsume no agregó nada más y subió perdiéndose de la vista de Hana, pero su hija era demasiado lista como para haber ignorado el tono apagado de su voz.

A su madre tampoco le agradaba su novio.

La mujer entró a su habitación poniendo el seguro de la puerta como mera indicación de que quería estar sola, no realmente porque pudiera impedir el paso con eso.

Se sacó el chaleco dejándolo caer al pie de la cama, la banda que usaba como cinturón y empezó a deshacer los vendajes que se colocaba sobre la ropa. Todo con demasiada calma, como si pudiera detener el tiempo con sus acciones deliberadamente lentas, pero en el fondo sabía que no era así, que todo seguiría exactamente como debiera y esa noche había llegado por fin, y solo de imaginarlo se le encogía el corazón hasta hacerle doler...


Comentarios y aclaraciones:

Espero no se me hayan perdido, pero me temo que el fic requiere estos pequeños saltos en el tiempo.

¡Gracias por leer!