La flor que no se avergüenza

—Me imagino que ahora convertí esta misión planificada en una de las que se resuelven sobre la marcha —dijo Ino en cuanto llegaron a la habitación.

—No es el fin del mundo —repuso Ibiki quitándose la gabardina —. Voy a poner al tanto a Mariko, por cierto, ya desocupé el baño.

Ino dejó escapar un suspiro de alivio. Aunque la odiara, estaba a punto de pedirle a la bruja que administraba el lugar, que la dejara usar su ducha.

Advirtiéndole a Temari, con cierto modo infantil, que ella iba primero, se metió al pequeño cuarto para poder finalmente darse un baño.

—Vuelvo más tarde —dijo el ninja moviendo la cabeza de un lado a otro.

Temari asintió, desabotonándose la capa de viaje y sentándose en la orilla de la cama, ordenando sus pensamientos, repasando la información que acababa de recibir y cotejándola con la que le habían dado previamente en Suna.

Las consecuencias de esa batalla entre grupos criminales, estaba escalando niveles de violencia, y lo cierto era que, pese a su antigüedad, larga tradición ninja de algunos clanes y su creciente fortaleza, la Aldea oculta en la Arena se encontraba desestructurada.

Simplemente no podían recuperarse del todo, aunque culpar a Orochimaru exclusivamente era injusto, con todo y que el auténtico antagonista que era el sannin, su padre no había hecho demasiado por ordenar los recursos con los que se contaban, había invertido demasiado en proyecto infructuosos, y reducido el presupuesto de otros, dejando perdidas dependencias y organizaciones completas, entre ellas, la de inteligencia.

Administrativamente, su padre había sido el peor kazekage de la historia, así que no era de extrañar que Orochimaru se hubiese aprovechado de la crisis que se había gestado.

Que Tsunade aceptase incluir ninjas de Suna en algunas misiones ANBU que tuviesen aspirantes para que pudiesen aprender con ellos, era una oportunidad de recuperar y adelantar trabajo en el área de inteligencia. Y en esa misión en particular, Suna tenía que resolver asuntos también, de ahí que le encomendaran específicamente a ella, hacer lo que fuese necesario por zanjar el asunto.

—Ino-san —llamó Temari, cuando esta salía, ya vestida con su uniforme gris, canturreando y secándose el pelo.

Ino la miró con una ceja enarcada.

—No tienes que ser tan formal —le dijo —¿Qué sucede?

—Lo que te preguntó el capitán, acerca de tu plan cuando establecieras contacto el objetivo, ¿lo dijo porque no tienes experiencia en el campo?

Ino se quedó quieta, sintiendo el rostro completamente colorado.

Esa reacción provocó que Temari frunciera el ceño considerablemente, poniéndose de pie para quedar frente a ella.

—¿Las kunoichi de Konoha no hacen mizuage?

—¿Qué?

—No puedes establecer contacto con el objetivo —dijo terminantemente.

—¡¿Por qué?! —exclamó Ino.

—Es absurdo, no hay manera de que crea que te dedicas a esto. Lo haré yo —le dijo, dándole la espalda.

Ino resopló. No era como si le hiciera ilusión verse con el hombre aquél, pero no estaba dispuesta a que la relegaran a mirar cuando se estaba esforzando todo lo posible.

—No voy a sangrar, no se va a dar cuenta —le reclamó, obligándola a girarse de nuevo.

—¿Crees que solo es eso? El mizuage no se trata solo de una sábana blanca manchada, se trata de una preparación para recibir a un hombre dentro de ti sin que sientas la necesidad de apartarlo, que no te sobrecoja la punzada en el vientre, que no tiembles cuando sientas su aliento en tu piel…

Ino apretó los labios. Algo en la voz de Temari le provocó una sensación horrible, y pese a que era la chica mas ruda que había conocido en toda su vida, pudo imaginarla a la espera de que todo terminara, exactamente como las mujeres que trabajaban en las habitaciones de abajo; en una situación en la que todo su poder no significaba nada.

—No me avergüences —consiguió decir Ino, sobreponiéndose a las imágenes—. Yo también soy una kunoichi.

Temari dejó escapar un suspiro, tomándola por los hombros para empujarla a la cama.

El movimiento había resultado extrañamente conciliador, algo cuidadoso por parte de una chica que no temía romperle los huesos a quien fuera, incluso pareció un abrazo. Sin embargo, Ino ahogó un chillido cuando deslizó su mano derecha por la cintura del pantalón.

—¿De verdad crees que puedes hacerlo sin preparación? —le preguntó con cierta frialdad.

Por un instante todo quedó en absoluto silencio, y aunque Ino quería desviar la mirada, simplemente no podía apartar la vista de los ojos de Temari.

La sintió deslizándose por debajo de la ropa, y solo pudo arquear la espalda cuando alcanzó una zona que nunca antes nadie había tocado. Rápidamente quiso detenerla tomándola por la muñeca, pero ella la sometió fácilmente, poniéndole ambas manos por arriba de su cabeza con la mano que tenía libre, mientras que la otra se deslizó más en su interior, arrancándole un quejido.

—¿Sabes qué pasa con las chicas que se resisten?

No espero respuesta, la forzó un poco más, aunque Ino cerró las piernas, solo sirvió que tuviera una contracción, friccionando su sexo contra la mano de la chica que finalmente se apartó.

—Se convierte en un reto "domarla" —le dijo, encaminándose hacia la puerta —. Voy por algo de cenar.

Ino se quedó quieta, aún tendida en la cama, con una sensación ardiente en su vientre y el corazón bombeando con fuerza.

Sintiendo que las piernas le temblaban, finalmente consiguió incorporarse cuando, al otro lado de la puerta, el capitán llamaba con un par de golpes.

—¿Puedo pasar? —preguntó él.

—Sí —dijo, pasándose las mangas por los ojos. No creía haber llorado, pero tenía la sensación de que sí.

El hombre entró con aire cansado. Seguramente le había fastidiado bastante lo ocurrido en la taberna y estaba viendo cómo arreglarlo.

—Solo vine por unas cosas, si quieren dormir, usen la cama, no los ductos de ventilación —le dijo, intentando bromear con respecto a la primera noche que había pasado ahí.

—Suzume-sensei nos explicó algunas cosas muy vagamente el último día de clases —dijo Ino de pronto, llamando la atención del hombre, que solo se detuvo un instante a verla, quedando confundido, porque cuando la dejó era todo sonrisas, hasta se había tomado la libertad de llamarle viejo y feo, y de nuevo estaba como el primer día: con la cara roja y los ojos llorosos.

—De manera muy general, nos habló de un entrenamiento establecido por el segundo maestro Hokage para preparar adecuadamente a las kunoichi, el tercero mantuvo el programa intacto, y el cuarto lo consideró apropiado solo para rango chūnin en adelante.

Un ligero movimiento en la postura del capitán llamó la atención de Ino. Era obvio que sabía de lo que le estaba hablando.

—Tsunade-sama volvió a modificarlo, por eso no te lo hicieron —explicó él —. Ella dispuso que, únicamente se realizara en kunoichis que así lo desearan.

—Ya veo. Pensé que me habían saltado por mi reputación—dijo sin expresar ninguna emoción en concreto —. Si es así, y dado que Asuma-sensei está muerto, supongo que es a usted a quien se lo tengo que pedir.

La joven no perdió detalle de los movimientos de su rostro, esperando encontrar una respuesta ahí, pero él no parecía reaccionar. Sin embargo, lo que hizo a continuación, sí la desconcertó: se agachó, poniendo una rodilla en el suelo y tomando sus manos entre las suyas. Solo hasta ese momento, en que contrastó a diferencia de temperatura con él, se dio cuenta de dos cosas: estaba helada, y estaba temblando.

—El motivo por el que Tsunade-sama reformó el mizuage, es porque suele hacer más mal que bien.

Ino le sostuvo la mirada.

—Aun sin siquiera saber si quería cuando menos hacer esta misión, me desnudaron frente a un montón de extraños, me tocaron de todas las formas posibles y me pasearon de un cuarto a otro sin una bata hospitalaria. No me diga que ahora le preocupa mi dignidad.

Ibiki iba a decir algo, pero ella no lo dejó.

—No insista en poner a prueba todas mis decisiones. Estoy comprometida con esta misión, y quiero hacer todo lo posible para detener a ese montón de sádicos. Quiero hacer mi mizuage, porque no tengo experiencia en el tema, ya se lo había dicho. Y puedo cumplir con ese entrenamiento y atender mis tareas de vigilancia.

El capitán se puso de pie.

—Si realmente lo quieres, le diré a Kakashi, es el capitán del escuadrón.


Comentarios y aclaraciones:

Tengo que reconocer que llegando a este punto he tenido el conflicto más grande para decidir el rumbo de una trama: ¿Ibiki o Kakashi?

Esto es y seguirá siendo un IbIno, pero dado que lo que quiere es un "entrenamiento", ¿quién sería más adecuado?

¡Gracias por leer!