Disclaimer: Los personajes de Bleach son enteramente propiedad de Tite Kubo. Yo soy tan sólo una fanática loca que intenta emparejar por todos los medios a Ichigo y Rukia para su satisfacción.

Notas de la autora:

5 años después me digno a terminar esto. En un ataque creativo, en el peor momento del semestre para perder tiempo, surgió y no pude evitar escribirlo. Disculpen si he perdido el toque, estoy muy oxidada.

Recuerden que los amo y sus comentarios alimentan mi corazón (avaricia).

El IchiRuki no está muerto, bitches.


La chica del autobús de las 6:50

Parte II

Desapareció.

De un día para el otro, ella dejó de ir. El primer día le pareció muy extraño, pero supuso que quizás su despertador no sonó, o cualquier cosa que le impidiera tomar aquel primer autobús.

Lo supo el segundo día.

Ella no volvería.

¿Su destino habría cambiado?

¿Estaría en una nueva ciudad?

¿Qué estaría haciendo?

¿Por qué tanto interés en una desconocida?

Pasaron días, después meses y cuando menos se dio cuenta, comenzó el nuevo año escolar.

OOo

Para matar el aburrimiento durante vacaciones de verano, consiguió un empleo de medio tiempo. Como su jefa se sentía tan satisfecha con su desempeño, le pidió que continuara indefinidamente. Era un poco jodido tener que compaginar sus deberes escolares y los laborales, pero de cierta manera lo disfrutaba. No tenía tiempo libre. Sólo llegaba a casa a dormir. Lo cual era grandioso, porque no debía pensar en nada más. Y claramente, la pasta, que no le venía nada mal.

Ya no tomaba la misma ruta, su trabajo quedaba al otro lado de la ciudad. Las posibilidades de verla, estaban prácticamente en cero. La vida debía seguir, ¿no? Hacía tiempo que ya la esperanza se había esfumado. De todas formas, aunque regresara, jamás le habría hablado. Seguirían siendo anónimos. No era un gran asunto.

oOo

Por primera vez en meses, tendría un día libre. Voluntariamente (a fuerzas) había aceptado descansar. Su jefa era una mujer muy atractiva, unos cuantos años mayor (pero a él no le pasaba por la cabeza verle como algo más). No comprendía porque Ichigo no disfrutaba su juventud. Siempre llegaba religiosamente puntual, no era hablador. Cumplía eficientemente con sus responsabilidades y durante los espacios libres, hacía sus deberes. Según decían las malas lenguas, estudiaba medicina. Porque el chico era muy reservado y ni siquiera eso sabía con certeza. Era un partido perfecto. Casi tuvo que obligarlo, quizás así saldría con sus amigos o conseguiría una buena novia.

Entonces retomó su viejo camino, directo hacia la universidad. Todo permanecía igual. Nadie se hubiera podido dar cuenta que había pasado más de un año en ese lugar. El autobús comenzaba a llenarse en los primeros asientos, pero el resto continuaba vacío. No se tomó la molestia de observar todo el trayecto y se quedó dormido.

Al regresar a la vida, una silueta le heló la sangre. A seis filas, el cabello y la estatura coincidían. Trató de incorporarse, pero a ese punto del trayecto el autobús estaba infestado de gente. No había manera de acercarse. Cuando finalmente la chica se levantó para marcharse, descubrió que no era ella. No alcanzó a observar su cara, pero sus manos llevaban unos guantes negros como de cuero. En pleno verano. Claramente, no era la persona a quien buscaba. En todo el tiempo que coincidieron, ella jamás usó guantes.

Sólo era casualidad.

oOo

A la semana siguiente, notó que alguien estaba pagando con una cartera de conejo. ¡Puta madre! Esa cartera la reconocería ahí y en China. Ese conejo de mierda, que tanto había anhelado volver a ver. Como de costumbre, en el fondo del autobús, no era capaz de distinguir si efectivamente era ella, pero estaba seguro. Tanto, que se tomó la libertar de ponerse de pie y dirigirse hacia ella. Sin ningún propósito o un guion mental, solo con unas ganas enormes de notar su existencia.

Saber que compartían un tiempo y espacio.

Lo que encontró, no tenía nombre.

Ni en sus sueños más locos, podría habérselo imaginado.

Sabiéndole su belleza de antaño, era impresionante ver su estado actual. No había ni un solo centímetro intacto. Toda su piel era una enorme cicatriz en sí. Como si hubieran juntado la cabeza de una tosca muñeca de trapo en un cuerpo de porcelana. Quien le veía, inevitablemente desviaba la mirada. Era insoportable ver tanta desgracia en una sola persona. La masa que conformaba su rostro, se mantenía impávida. Debía estar acostumbrada a eso, a las palabras de lástima, los murmullos y la atención morbosa de la gente. A pesar de todo, sus ojos violáceos seguían ahí. Aunque ya no brillaran y parecieran congelados, llenos de vergüenza.

Sí lo reconoció.

La pelinegra sólo bajó la mirada, en modo de disculpa por su fealdad.

Ichigo en un segundo se decidió.

Realmente no importaba.

—¿Está ocupado? —preguntó Ichigo, señalando el asiento a su lado.

Ella abrió los ojos como platos.

Bajo esa máscara de piel, ella fue capaz de sonreír y paralizar su corazón.