Disclaimer: Hetalia no me pertenece, es obra y creación de Himaruya Hidekaz.

¡Disfruten! c:


— ¡Suéltalo, este es mío! ¡Consíguete al tuyo! —El pequeño Arthur aferró con todas sus fuerzas a Rainbow, su unicornio de peluche. Su mamá se lo había regalado de cumpleaños y era su juguete favorito sobre todos, nunca dejaba que nadie más que él lo tocara. Pero el tonto de Alfred parecía no entenderlo, porque había tomado a su amigo por una pata y ahora lo jalaba sin cuidado alguno.

— ¡Déjame verlo, solo quiero verlo! ¿Por qué tienes un juguete para niñas? ¡Dámelo, dámelo! —Alfred había dejado a un lado su mochila llena de juguetes solamente para hacerle la vida imposible, ¿Qué le pasaba? ¡Él solo había traído a su Unicornio, no podía arrebatárselo!

—No, ¡Suéltalo! ¡Lo estás lastimando! Quiero que lo sueltes antes de que lo rompas como todos tus juguetes.

—Yo no rompo todos mis juguetes. ¡Mentiroso!

— Claro que sí, ¿No recuerdas al Capitán América? ¿O a Mickey Mouse?

— ¡No, no es cierto!

— ¡Que sí!

— ¡Que no!

— ¡Que sí!

— ¡QUE NO!

—ARTHUR KIRKLAND, SUELTA AL PELUCHE AHORA MISMO. —y, justo a tiempo, el grito estresado de la Señora Kirkland se hizo aparecer desde el asiento del conductor del coche. La mujer llevaba escuchando la discusión de ambos encantos desde que habían salido de la casa, y ciertamente ya no podía soportarlo más. — ¿Qué te he dicho acerca de no compartir, jovencito? Préstale tu unicornio a Alfred, estoy seguro de que no te morirás por pasar unos segundos sin él.

El inglés sintió que todo su pequeño cuerpo se estremeció al escuchar la voz de su madre, y hasta Alfred se asustó. Finalmente soltó al peluche, con el labio inferior temblándole y los ojos acuosos.

—Sí mami. —fue lo único que dijo antes de hundir el rostro en su Silla de Seguridad, demasiado indignado como para ver la expresión de victoria de Alfred y escuchar sus risas.

—A Arthur lo regañó su mamá. —canturreó, burlándose, justo antes de que la mujer que se encontraba en el asiento del acompañante se volteara para verlo. La Señora Jones no lucía muy feliz.

— ¿Quieres que tu mamá también te regañe por ser tan caprichoso, honey? —inquirió, con el mismo tono cantarín de su hijo. Alfred negó rotundamente con la cabeza, pálido como un fantasma, y dejó el peluche a un lado. —Muy bien. Ahora…oh, sweetheart, ¿Estás llorando? No llores, Tía Alison está aquí para defenderte. —ahora la atención se centró en Arthur, quién trataba de ahogar sus leves hipidos contra su asiento. La Señora Jones estiró una mano y le acarició el cabello con ternura, aunque ni con eso el niño volteó a verla. —Adrienne, creo que fuiste muy dura con Artie.

—Oh, déjalo, le encanta hacerse al dramático. Hoy en la mañana se metió debajo de la cama porque no quería acabarse su desayuno. —Adrienne suspiró y puso los ojos en blanco, sin voltear a ver a su hijo ni a su amiga. —Ya casi llegamos. Arthur, si no quieres que los demás niños te vean llorando, será mejor que te limpies la cara ahora.

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El Kindergarten al que Alfred y Arthur asistían quedaba un poco lejos de la ciudad, pero era porque era enorme y además muy nuevo; así que los padres de elevado nivel económico no tenían inconveniente alguno para enviar a sus hijos ahí. Acudían en su mayoría los hijos de las personas de más alto poder en la ciudad, todos gente importante y de dinero, y había una gran cantidad de niños extranjeros.

Arthur era hijo del Jefe de Policía más importante de todo el lugar, y Alfred era hijo de un General del ejército. El Oficial Kirkland y el General Jones eran, respectivamente, los ejemplos a seguir de sus retoños.

—Agarra bien a Rainbow o se va a caer, sweetheart. —Adrienne llevaba en brazos a Arthur, quién se había mostrado reacio a bajar por sí mismo del coche y ahora tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de su mamá. Ya había dejado de llorar, pero un puchero adornaba sus labios mientras la Señora Kirkland le acariciaba la espalda para consolarlo.

Alfred, por otro lado, saltaba alrededor de su propia mamá con una energía excesiva para un niño. Él y Arthur tenían cuatro años, pero él era más alto incluso cuando Arthur era mayor por 4 meses. Su mamá siempre le había dicho que era porque Arthur no comía tan "bien" como él, aunque más bien parecía que Alfred comía en exceso.

En cuando alistaron la asistencia de ambos niños, Adrienne y Alison los dejaron frente a la pequeña puerta que daba acceso a la enorme habitación principal en donde se encontraban todos los niños corriendo. Arthur dio un poco de trabajo para acceder a soltar a su mamá, pero al final lo hizo se quedó a un lado de Alfred.

Apenas se despidieron, Alfred tomó del brazo a Arthur y lo arrastró sin su consentimiento a donde se encontraban todos sus amigos. Se saludaron entre todos alegremente, y poco a poco el puchero en los labios del inglés fue convirtiéndose en una pequeña sonrisa. Por lo menos ahora podrían divertirse.

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—Y este es el Capitán América, y este es Ironman, y este es Hulk, y aquí está Thor…

—Ya sabemos quiénes conforman a los Avengers, tonto, no necesitamos que nos lo recuerdes.

— ¡Solo estás celoso porque tú no tienes la colección entera, Arthur! —Alfred le sacó la lengua a su amigo, aunque luego soltó una risita. —En cambio, tú tienes ese unicornio. ¡Los peluches son para niñas!

—Yo pienso que el peluche de Arthur es bonito. —Madeleine, la pequeña canadiense que era prima de Alfred, asomó la cabeza sobre su enorme oso polar de peluche con una tímida sonrisa en los labios. —Y no creo que sean solo para niñas. Yo te he visto a ti durmiendo con un oso de peluche, Alfred.

El rostro del pequeño norteamericano se puso rojo en su totalidad, y los niños que estaban alrededor comenzaron a reír con diversión.

— ¡Alfred y Arthur son un par de niñas! —se rió Gilbert, señalándolos con un dedo de manera burlona. Alfred apretó los puños con fuerza, y Arthur le fulminó con la mirada.

— ¡No es cierto! ¡No lo soy! Yo duermo con Teddy solo porque a él le da miedo dormir solo. ¡Es por motivos heroicos! —espetó, escandalizado, mientras abrazaba todos sus juguetes para que nadie los tocara. —Dejen de reírse, ¡Ahora no les prestaré mis juguetes!

— ¡Nena, nena!

Hizo falta de le intervención de la maestra para que los niños dejaran de discutir pero, una vez que la vieron, radiantes sonrisas se dibujaron en sus caritas.

— ¡Maestra Isabel! —exclamaron en un coro de voces al unísono. La joven mujer rió suavemente con su habitual y divertido "Fusosososo" y se llevó las manos a la cintura, analizando la situación con detenimiento.

— ¿Qué pasa aquí, mis tomatitos? ¿Hay una pelea? Espero que no, porque, recuerden "Juego de manos…"

— ¡Es de villanos! —volvieron a responder todos, aplaudiendo y riendo, excepto Arthur. El inglés se cruzó de brazos y miró a la maestra haciendo un puchero.

— No estábamos peleando, solo estábamos discutiendo. —explicó Arthur, cruzándose de brazos y mirando feo a Gilbert. —Él dice que los peluches son para niñas. ¡Y no es cierto!

— ¿Eso dijo? —la española compuso una expresión tan escandalizada que se vio graciosa, y sacó un par de risitas por parte de los niños. —Oh, pero si eso es terrible. Gil, ¿Quisieras venir un rato aquí, mi amor?

El pequeño prusiano había dejado de reír, y ahora estaba pálido como un fantasmita. Se había tensado de pronto y se veía asustado, pero aún así tragó saliva y obedeció a Isabel. Caminó lentamente hasta donde estaba la maestra, quién llamó a Alfred y a Arthur también. Tomó las manitas de los tres y las juntó con suavidad, mirándoles con calidez.

—Gil, eso que dijiste fue un poco rudo. ¿No crees? —Isabel observó al apenado niño, quién tenía la mirada fija en el suelo y expresión arrepentida. Sonrió levemente y le puso una mano debajo del mentón con suavidad para que levantara la carita. —Los peluches no son solo para niñas. Recuerda a Gilbird, él también es un peluche.

—Pero Gilbird es un peluche asombroso, y es un pollito. No es un unicornio ni un oso.

—Oh, claro que sí, pero todos tienen gustos diferentes. Yo no creo que los pollitos, ni los osos ni los unicornios sean únicamente para niñas. ¿Verdad? —la maestra observó a Gilbert y luego a Alfred y a Arthur, quiénes tenían un puchero en los labios respectivamente. —Así que creo que le debes una disculpa a tus amiguitos.

Esa era una de las escenas más comunes en el kínder, porque todos los días alguno de los niños se peleaba con el otro y la maestra Isabel hacía su mágica intervención para calmarlos. Isabel era muy dulce, tan dulce que todos los niños la querían mucho y realmente le costaba poder castigar a alguno. Ella misma sufría cuando tenía que enviar a uno de sus pequeños al rincón, que era el "peor" castigo que podía poner.

Gilbert se mostró un tanto orgulloso al principio como para disculparse, pero finalmente lo hizo y tuvo que darse un abrazo de "reconciliación" con Alfred y Arthur para sellar su arrepentimiento. Alfred correspondió con alegría, y aunque Arthur se mostró un tanto arisco al principio terminó por ser un lindo abrazo.

Entonces tocó la pequeña campanilla que indicaba que las clases iban a comenzar, y todos los niños corrieron al salón que les correspondía. Las clases de la mañana transcurrieron con bastante normalidad, hasta que Alfred decidió que extrañaba a su mamá y se sentó a llorar desconsoladamente en el suelo alfombrado de la habitación.

Contagiando el sentimiento, varios niños hicieron lo mismo. Francis, Antonio, Martín e incluso Manuel comenzaron a decir que querían llamar a sus mamás.

Sí, iba a ser un día bastante largo.


Últimamente he estado haciendo puros fanfictions con pairing, así que decidí que era una buena idea hacer uno tierno y Alternative Universe. Siempre me ha encantado la idea de ver a los países de pequeñitos, por lo que realmente estoy disfrutando de imaginarme todas las tonterías que harían con la tierna edad de 4 años. Lo divertido y el chiste aquí es que todos son hijos de familias acomodadas, así que son "Niños mimados" y las cosas se vuelven un tanto más diferentes que con los niños normales. Espero que les guste la idea.

Habrán varios capítulos diferentes y variados. Algunos en el kínder y otros en las casas de los pequeños caprichosos, todos con escenas del día al día tan peculiares que ocurren en sus actividades diarias.

¿Reviews? Me encantaría saber sus opiniones al respecto, y también sería fantástico que enviaran consejos u opiniones acerca de qué les gustaría ver a los niños hacer.