DECLAIMER: Todos los personajes que aparecerán a continuación no me pertenecen (¬¬ ya quisiera yo…) ni mucho menos hago esto con fines de lucro. ATTE: Dearest-chan. 2.0

Lemon! Están advertidas…

Capítulo 6: Un Vínculo Sagrado

XXXXX

Kagome no entendía como había sucedido todo. De hecho, apenas recordaba las circunstancias que la habían llevado a aquello. De un momento para otro el escenario había cambiado rotundamente. Sí momentos atrás estaban en una amena velada con sus amigos, ¿cómo es que había terminado dando un paseo con InuYasha?... Pero en fin, por lo menos se sentía bastante bien y cómoda. Y como no, pensó con un toque de emoción, si en estos momentos era cargada por su amado hanyou, quién la traía acomodada tiernamente entre sus brazos… Ahhh y aquello se sentía tan bien… Estaba tan liviana y adormilada que a ratos le parecía como si flotara… Se removió con mimo en aquel abrazo, regocijándose en el calor de su pecho masculino y olfateo con gusto el suave aroma a bosque que emanaba de él. Ella no era un youkai ni nada parecido pero por Dios que Inu olía demasiado bien.

El andar del hanyou era suave y pacífico. La joven miko lo sentía mascullar cosas y gruñidos que le parecían inentendibles y lejanos, como un suave eco. Si su sentido del oído ya estaba medio achispado, para que decir el de la vista, puesto que Kagome sentía que no podía enfocar la mirada antes de que todo empezara a dar vueltas y más vueltas…

Un largo mechón de cabello platinado se mecía con gracia al compás de los pasos largos de InuYasha. Aquellas hermosas hebras de plata parecían resplandecer por el brillo de la luna y Kagome se quedó pegada varios minutos en aquella danza. Embobada observaba como la luz jugaba con los cabellos. Se sentía como hipnotizada por aquel movimientos. Definitivamente aquel brebaje dulzón había provocado una serie de reacciones en ella tanto físicas como sicológicas. Cada cosa por insignificante que fuera, le parecía maravillosa y encantadora. También sentía las piernas pesadas y el cuerpo lacio, como para dormirse en un santiamén. Pero curiosamente, tenía ganas de todo lo contrario… quería rodar por la llanura, correr por el prado y reír hasta quedar sin aire.

-Kagome…

Dedicarse a sospesar aquellos deseos era tan irrazonable como el mismo hecho de sentirse con esa inexplicable euforia. Y ahora, estaba escuchando voces, porque escuchaba claramente su nombre dentro de la bruma de su lejanía…

.-Kagome…

Escuchó de nuevo y esta vez, lo sintió más cerca e impaciente.

.-¡Kagome!-.

.-Humm…-. Respondió a quien sabe quién y entonces recordó, un poco, dónde y con quién estaba… Ahhh sí, en brazos de su amado InuYasha… InuYasha. Dios, lo amaba tanto… y se veía tan hermoso y sensual a la luz de la luna…

.-Ya llegamos…-. Murmuró él, con cierto toque de brusquedad, desprendiéndola a ella que lo observaba embelezada. Kagome se mordió el labio al ver el fruncido ceño de InuYasha ¿estaba enfadado?

Y es que sí. InuYasha estaba molesto… muy molesto…. y por Dios que estaba tratando de controlarse. Su molestia no era hacia la pobre de Kagome, ni porque ella estuviera prácticamente borracha. Más bien, lo que le molestaba era tener que cargarla con todo ese exquisito aroma que traía encima entrando por sus fosas nasales, haciéndole desearla como nunca antes había deseado una mujer. Rayos, si ni con Kikyo, le pasó aquello. Sentía la sangre correr a raudales por sus venas y el cuerpo tan caliente que le iba a explotar.

Su otra tortura era mental, el hecho de no poder hablar con la joven de una forma en que estuviera plenamente conciente lo exasperaba. Necesitaba explicarle aún más cosas de su actual situación, el hecho de ahora tuvieran una relación llevaba a muchas responsabilidades. Una de esas, la principal de hecho, era el famoso temita ese que le había dado vuelta toda la maldita noche y que ahora lo traía de cabeza. Antes de hacer cualquier cosa quería decirle a Kagome que las consecuencias de hacerla su mujer eran algo… como decirlo… "trascendentales" y sentía el deber de explicarle que vincularse no era algo para tomarse a la ligera… era sagrado e irrompible para los youkai's.

Un vínculo Sagrado…

Cuando reparaba en ello, en ese pensamiento en especial, sentía que el fuego de su cuerpo se aplacaba y todo su ser se inundaba de alegría.

Él quería eso para su vida… tener a Kagome para siempre… amarla y protegerla… y…

Formar una familia…

Aquella única frase le provocaba un inevitable cosquilleo en el estómago y su imaginación volaba con distintas visiones de Kagome y sus hijos. Él no era muy creativo, al contrario, su mente era bastante reducida. Pero con Kagome parecía perder la noción de su propia identidad. Sin embargo, imaginarse una familia era algo que anhelaba con todas las fuerzas de su corazón. Por esa razón, quería ser claro con ella, aunque las palabras y el tacto no fueran su fuerte.

No dudaba del amor y devoción que Kagome profesaba. Habían vivido tantas cosas, que aquello era un hecho. Pero atarla a él, así, sin decirle nada sería un acto egoísta y había que decir que estaba siendo sumamente paciente porque la vida y su propia raza le habían enseñado a ser egoísta y posesivo, aquello estaba en su naturaleza, así que obviarlo no era tan fácil como hubiera creído. Sí, porque sí hubiera sido el InuYasha de antes, lo más probable es que hubiera marcado a Kagome sin su consentimiento…

Al notar que ella se removía inquieta en sus brazos dejo de divagar en sus pensamientos y la bajó suavemente hasta que sus pies tocaron el suelo. Ella se desprendió ansiosa y se quedó de pie en el lugar por varios minutos. Su vista estaba fija en la cabaña que tenían delante. El hogar que ahora ambos compartirían.

Kagome a pesar de lo mareada que estaba podía sentir su corazón palpitando a mil embargando su alma de júbilo. Quiso avanzar para entrar a aquel lugar que en la tarde ansió contemplar con más detención. Pero, al dar unos cuantos pasos sus piernas parecieron perder todo tipo de motricidad, y se fue para atrás graciosamente. Los fuertes brazos del mitad-bestia la alcanzaron a sostener justo antes de que su menudo cuerpo se estrellara contra el suelo.

.-Feh! Ya decía yo que ese licor era peligroso… -. Bufó molesto. Ella pareció ignorar su acotación. La vio fruncir el ceño contrariada como si estuviera analizando algo de profunda gravedad.

.-Ehhh… Inu…. Inu…Yassss… sha…-. Hipó alzando sus hermosas pupilas castañas que parecían no poder enfocarlo.- ¿Por qué… por qué hayyyy… trrrr… tres cabañas?-. Apuntó con seriedad.

InuYasha cerró los ojos, dio un gran suspiro y se mentalizó en contar hasta diez. Prefirió no responder a las preguntas de la joven porque tenía el extraño presentimiento de que lo sacarían de quicio. En ese momento pensó que no había nada peor que discutirle a una mujer en estado de ebriedad. Así que prefirió avocarse a su plan, el cual consistía en improvisar con su haori una especia de tatami para que ella descansara en algo cómodo. Ya, mañana por la mañana se las arreglaría para conseguir una buena cama e ir a buscar las cosas que quedaron donde Sango, ya que con lo preocupado que estaba por la achispada de Kagome se le había olvidado todo lo demás. Dio unos cuantos pasos con ella en sus brazos y atravesó la esterilla de mimbre encontrándose en el centro de aquella obscura habitación. Sus doradas pupilas de youkai se acostumbraron rápidamente a la penumbra. Fácilmente enfocó el lugar donde se hacía la fogata y sonrió triunfal.

Dejó a Kagome en el suelo, luego se quitó, sagaz, el rojo haori y lo tendió sobre el piso en un rincón. Kagome parecía no ver nada de aquello porque seguía ahí, en el mismo lugar, parada, sin hacer nada. Y es que aunque la pequeña ventanilla que se encontraba a un costado, no servía de mucho en estos casos. InuYasha notó su aturdimiento enroscó sus dedos con los de ella y la guió como una pequeña pérdida hasta el lugar donde había dejado parte de su traje, que ahora les serviría como manta.

.-Espérame aquí-. Ordenó.-Iré por leños…-.

Kagome aún demasiado aturdida para reaccionar, sólo atino a asentir con un in entendible balbuceo.

InuYasha corrió con rapidez entre los árboles del bosque, buscando la madera más seca y la paja más vieja. Dejar a Kagome sola no era algo que le agradara en lo absoluto, y aunque podía olerla a la distancia, se sentía inseguro sin su presencia. Se apuró en cortar las ramas mientras su respiración se hacía más y más agitada, no por el esfuerzo que aquello le suponía, más bien eran sus pensamientos los que lo estaban torturando. Elucubrando situaciones de peligro para Kagome.

No pasaron ni cinco minutos y el hanyou ya estaba de vuelta. La miko sólo sintió cuando vio entrar la luz de la luna por la esterilla, contorneando su imponente silueta. InuYasha encendió con facilidad la pequeña fogata. Sonrió victorioso cuando la luz y el calor del fuego inundaron toda la habitación. Se acomodó y cogió una varilla de madera y removió las cenizas, inquieto, sin saber que más hacer o decir y es que allí terminaban sus planes y su imaginación. Sabía que Kagome estaba tras él, en el mismo rincón donde la había dejado. A decir verdad ella estaba muy obediente y silenciosa. Aquello le pareció divertido, porque la Kagome sobria, estaría hace rato reclamándole por alguna que otra cosa, aquello le arrancó una pequeña sonrisa. Pero, tenía que volver a la realidad, ya no tenía nada más que hacer allí por esa noche. Kagome estaba demasiado borracha para entender sus palabras, mejor era dejarla dormir. Ya mañana sin falta aclararían todo. Por lo menos ahora se sentía mucho mejor con eso de los calores y el ardor en su interior, a lo mejor no era para tanto y Myoga le había jugado una broma. Bueno, no es que la pulga jugara con ese tipo de cosas, además se veía muy serio cuando le explicaba. Quizás en realidad, era el mismo quién estaba controlando esos impulsos… podía ser, después de todo él era un mitad-bestia. Pero, para guardar todas las medidas del caso por el momento lo mejor sería mantenerse alejado de Kagome.

.-Me voy… Dormiré afuera…-. Dijo presuroso y de de un salto se puso de pie. Se iba acercando a la salida meditando cual era el árbol más cercano que tenía para vigilar la cabaña, cuando la voz de Kagome lo sobresaltó.

.-Espera… ¡No... No te vayas…!-. Exclamó repentinamente mientras se ponía en pie con notable dificultad.

InuYasha se giró justo al momento en que sus manos habrían la esterilla. La vio avanzar hasta él aceleradamente, pero trastabilló con sus propios pies. Después todo su sucedió en cámara lenta.

El cuerpo de Kagome se inclinó hacía la fogata. Sí InuYasha no llegaba a tiempo, ella se quemaría. Su cuerpo se tensó por completo y en cosa de segundo logró sostenerla antes de tocar el fuego. El impulso que tomó fue tan desmedido que él también perdió el equilibrio y ambos cayeron hacia a un costado, no sin antes anteponer su figura a la de Kagome, para que esta no sufriera ningún daño.

Todo quedo en absoluto silencio, sólo el crujir de la leña chamuscada y sus agitadas respiraciones era lo único perceptible. InuYasha la mantenía firmemente apresada en su abrazo, demasiado asustado para reaccionar o hacer otra cosa. Por un momento pensó que no llegaría. Sentía como poco a poco se tranquilizaba el respirar agitado de Kagome, quien mantenía su rostro hundido en su cuello al igual que sus pequeños brazos enroscados a su alrededor.

Poco a poco la tensión fue pasando, dando paso a un nuevo sentimiento, un sentimiento del que ambos eran concientes. Ambos permanecían en la misma posición en la que habían terminado después de la caída. Por ende Kagome estaba sobre él e inuyasha casi por inercia apretó su abrazo acercándola aún más, dándose el gusto de sentir las deliciosas curvas moldeándose entre sus garras. Sintió como aquel calor que había mantenido aplacado se despertaba con más fuerza que nunca llegando de golpe a su intimidad sorprendiendo a Kagome que pudo percibir aquella dureza entre las capas de ropa que se interponían entre ambos.

Era la primera vez que Kagome sentía algo así de parte de InuYasha. Algo que la dejaba sin aliento y provocaba su propia excitación. No negaba que durante mucho tiempo, incluso en sus aventuras por los fragmentos había anhelado a un InuYasha así, elucubrando eróticas situaciones en la que un hanyou la tomaba en la espesura del bosque o en una vieja cueva. Pero jamás pensó que aquello se haría realidad, ya que sus sueños morían cada vez que él partía en busca de las serpientes caza almas.

Pero, ahora todo era diferente, InuYasha le había confesado su amor, un amor verdadero y sin dudas ni confusiones…

.-Quédate…-. Musitó ella con la voz en un murmullo. Alzó el rostro, nerviosa y roja como la grana. El hanyou la observó sin mover ni un músculo y su musculatura se tensó al instante. Sabía que lo que esa petición significaba y con el solo hecho de saberlo, El respirar de él se hizo aún más agitado como si con aquella frase Kagome hubiera borrado todo atisbo de razón en él. Ella no lo dudó, se acercó y unió sus labios con los de él en un beso apasionado, entregando en ese contacto toda su alma. Su experiencia en besar no era muy vasta, pero se sentía tan desinhibida que quería hacer todo lo que se le viniera en gana. Con la punta de la lengua buscó la entrada a los labios de un aturdido InuYasha quien acató sin remilgos, abriendo su boca para ella. Acercándola tanto a él hasta dejarla sin aire. Un suave gemido fue liberado por la muchacha mientras contoneaba su figura. Sus movimientos fueron tan precisos que quedó encajada y ambas intimidades quedaron unidas por el roce de sus cuerpos por sobre la tela.

Todo era besos y caricias, y Kagome no supo como es que sus propias manos habían descorrido parte de la blusa blanca del hanyou, dejando entrever parte de su hombro y pecho. Él era atlético y masculino, cada fibra comprimida como acero, desinhibida tocó aquella parte de piel que al tacto era cálido. Entonces InuYasha ya no pudo contenerse más.

Arrastrado por el frenesí de la pasión y los instintos que nublaban su cordura, tomó a Kagome entre sus brazos y la dejó sobre el haori que había tendido anteriormente. Luego, ante la sorpresa de Kagome, de un zarpazo desgarró sus ropas dejándola completamente desnuda y expuesta a él. Aquello era un gesto tan brusco y violento que la exaltó, pero aún así no tuvo miedo. Aquello ojos dorados se lo decían, le hablaban de fuego, amor y entendimiento.

Nunca en su vida se había sentido tan admirada, tan deseada. Las cuencas ambarinas de InuYasha eran puro fuego y el negro iris parecía tener pintitas rojas y brillantes a su alrededor.

A pesar de lo aturdida que la tenía aquel licor, del que ya ni siquiera recordaba el nombre, sabía lo que estaban a punto de hacer. Ver el deseo reflejado en cada movimiento del hanyou, era el suficiente aliciente para provocarle deseo a ella. Y Kagome añoraba eso, entregarse a él. Ser suya y él… suyo…

Completamente desnuda se acercó ante la atenta mirada a él y enrolló sus brazos alrededor de su cuello, las hebras platinadas le produjeron cosquillas. La piel y los pezones se le erizaron al contacto de la tela. Se sentía lasciva y sensual, busco los labios de él que respondieron al instante, recuperando el arrebato.

InuYasha ya loco de pasión, entre beso y beso se desanudó el nudo de su pantalón, las manos le temblaban y tardó un poco. Cuando quedó enteramente desnudo ante ella la acercó de nuevo para envolverla en su abrazo y acariciarla con la misma candencia. La hizo inclinarse hasta recostarla sobre el improvisado tatami y quedar sobre ella.

Kagome podía sentir la dureza de su miembro chocando contra su estómago desnudo, lo miró a los ojos nerviosa mientras él se posaba sobre ella. El hanyou le sonrió con tanta seguridad y arrogancia que la joven casi dejó de respirar.

.-Te amo…-. Le susurró con una ternura tan inusitada que la emoción subió a borbotones por su alma. Iba a responderle, pero las palabras quedaron atragantadas por el súbito beso con que él la calló.

De ahí en adelante no hubo más palabras. Las caricias y los besos eran su único medio de comunicación, y lo aprovecharon al máximo. Kagome sentía las manos y la boca de InuYasha por todos lados. Pero cuando llegó a un pezón y lo presiono entre sus colmillos, ella sintió que ardía y un profundo gemido salió de su garganta. InuYasha tomó aquello como un aliciente y se abocó a la tarea de torturar cada aureola con sus dientes y lengua. Cada gesto y exclamación lo hacían sentirse más excitado, como si eso fuera posible. La vista se le nublaba y el sudor perlaba su frente, se estaba reteniendo lo más posible para darle placer a ella. Pero, aquellas intenciones se vieron detenidas cuando Kagome enroscó sus dedos en su inhiesta erección. A penas sintió aquel contacto, supo que ya no podría contenerse más. La sangre comenzó a arderle como si realmente quemara, podía sentir el aroma de Kagome intenso penetrando en sus fosas nasales y entonces sucedió…

Continuará…

XXXXX

Lo siento, lo sé…. Presiento que ahora me deben odiar por varias razones. La primera es el tiempo horrible que tarde en publicar y la segunda, más terrible aún, es que lo dejé precisamente ahí, en la mejor parte… Bueno, no es que a mi me agrade la idea. Pero todo tiene una explicación y es que lo que viene en el siguiente capitulo era realmente importante para meterlo de una en este, es como el clímax de la historia y necesito muchas líneas más para desarrollarlo. Lo otro importante, es que quiero que sepan que mi tardanza tiene una explicación. Resulta que esta semana comencé con mi práctica de diseño así que mi vida dio un giro bien drástico en cuanto a tiempo, tengo que organizarme mucho. Mi esposo me ayuda, bueno en lo que puede ¬¬ pero a escribir no. Así, advierto que mi tiempo será más limitado. También estoy pensando en una nueva historia… pronto la verán. Eso, besitos las quiero mucho y gracias, mil gracias por sus review y su humilde espera, son una maravillosa paga.

PD: Lis-Sama, muy feliz de verte aquí también y que leas mi historia. Me encantaría continuar lo más preciado pero no sé como, porque no recuerdo la contraseña de mi antigua cuenta de fiction…

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