Holas! Yo de nuevo trayendo un capítulo traducido…después de muchos meses. Me disculpo enormemente por la demora. Los motivos son diversos pero principalmente puedo decirles que tenía obligaciones que atender y que consumían mi tiempo por completo. Espero todavía sigan la historia porque realmente es hermosa. Finalmente estoy de vacaciones y trataré de seguir actualizando, pero tengan por seguro que nunca abandonaré este fic.
El fic es "Auf wiedersehen, sweetheart" de George DeValier. Aquí el link: ( ) (www.) ( ) (/s/6565449/1/) (Auf_Wiedersehen) (_bSweetheart_b) La autora encargada de la traducción de los primeros capítulos es shoujolovesUSUK. Aquí el link: ( ) (www.) ( ) (/s/7156596/1/) (Auf_wiedersehen) (_bsweetheart_b).
Advertencias: Universo Alterno, nombres humanos y demasiadas emociones…
Disclaimer: Hetalia le pertenece a su respectivo autor que es Himayura Hidekaz sensei y el fic a su autor George DeValier.
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La luz resplandeciente y el oscuro silencio se desplazaron intermitentemente ante los ojos de Ludwig. Él trató de aferrarse a la luz, para echar lejos los oscuros rayos de olvido, para detener a su mente de entrar y salir de un estado de conciencia. Un olor a humo asfixiaba el pesado aire. Estaba demasiado caliente, demasiado brumoso. Sería demasiado fácil dejar que la oscuridad lo arrastrara, pero un sordo, insistente pensamiento tiraba de las esquinas de su mente. Tenía que escapar. Tenía que permanecer despierto, tenía que escapar. Reuniendo cada reserva de fuerza que le quedaba, Ludwig forzó a sus ojos a abrirse y a su mente a estar alerta. Ludwig apretó sus dientes y se incorporó, apoyándose sobre el pabellón, y se sacó a si mismo de la cabina del piloto. Cayendo pesadamente sobre el suelo, Ludwig se tropezó a cierta distancia del avión, se esforzó en respirar y por limpiar su cabeza de aquel choque de humo. Finalmente se dio la vuelta para ver detrás de él e inmediatamente cerró sus ojos ante la dolorosa escena. Greta estaba en llamas, llamas que salían lentas pero implacables del motor para devorar al avión por complete. Ludwig sintió una dolorosa puñalada en su pecho. Pero él estaba vivo. Lo había logrado, había aterrizado, y estaba increíblemente vivo, y relativamente ileso. Cuando se volteó pudo ver a un grupo de pilotos Americanos cruzando el campo en dirección a él, se preguntó cuánto tiempo duraría aquella situación. Ludwig se sacudió de su ensimismamiento, se paró erguido, y esperó a que los hombres lo alcanzaran.
El hombre que estaba al frente debía ser su líder. Llevaba el sombrero a su lado, arrogante audacia en su uniforme y la chaqueta de bombardero, su brillante cabello rubio desordenado volando en el viento. Ludwig supo de inmediato que ese era El Mago. Era más joven de lo que esperaba, pero todo lo que se desprendía de él era seguridad, casi arrogancia. Él le sonrió alegremente al acercársele hasta estar delante suyo. Ludwig utilizó su estatura más alta para mirarlo desde arriba.
"Tarde." El piloto Americano miró hacia el avión en llamas y silbó. "Ese fue un buen vuelo, piloto. Seguramente eres un caso perdido." Ludwig permaneció en silencio, y el piloto se volteó para hablarle al hombre a su derecha. "Matt, ¿Tú hablas alemán, cierto? Necesitamos saber el nombre y el rango de este hombre."
"Teniente Ludwig Beilschmidt. Número de serie 2413/9."
El americano miró de vuelta a Ludwig, ligeramente sorprendido y algo impresionado. "Está bien. ¿Lo tienes, Matt?"
"Lo tengo."
El Americano asintió y sonrió de nuevo. "¿Hablás inglés, alemán?" Ludwig elevó una ceja. ¿Acaso eso no fue obvio? "Bien, Teniente Beilm Beilsh…Ludwig. Voy a tener que pedirte que dejes tus armas."
Ludwig asintió casi imperceptible antes de que extrajera rápidamente la pistola de su chaqueta, volteándola para que el mango estuviera frente al americano. Notó con cierta satisfacción como los otros pilotos casi escapan. Ludwig sabía que podía parecer intimidante si así lo quería. Ahora mismo, lo quería. Al final de cuentas, no tenía poder alguno allí, y el americano lo sabía. Él sólo sonrió mientras tomaba la pistola, luego miró hacia la mano cerrada de Ludwig y levantó una ceja. Ludwig siguió su mirada. No se había dado cuenta que todavía la cogía; la había cogido todo este tiempo. Lentamente abrió su mano. La pequeña flor estaba casi destruía. Mirando al Americano, Ludwig deliberadamente colocó la flor en su bolsillo. Ellos no se la quitarían. El americano lo observó algo confundido, pero luego sonrió.
"¿Tu amuleto de la suerte, verdad? Parece que funcionó hoy? Este es el mío." El americano le señaló un pedazo de tela blanca sobresaliendo de su bolsillo frontal izquierdo. Parecía un pañuelo. "Parece que también funcionó. Estuvo cerca de atraparme, Teniente Be… uh…Ludwig. También diste de baja a dos de mis hombres. Impresionante." Ludwig se encogió levemente los hombros. ¿Qué esperaba el americano? ¿Y por qué le estaba hablando como si fueran amigos? El americano movió su pie y esperó a que Ludwig en algún momento respondiera. No lo hizo. No lo haría. Después de Convención de Ginebra todo lo que se requería del enemigo era su nombre, su rango y su número. Él ya lo había hecho. No tenía nada más que decir. "¿Bastante conversador" Dijo el Americano finalmente. "Bien, hagamos esto más fácil para todos. ¿Tú vendrás con nosotros sin hacer problemas, no?" Al no tener otra opción, Ludwig asintió.
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Fue una conmoción masiva el que Ludwig se diera cuenta que estaban cerca de la aldea de Feliciano. Juzgando por el lugar donde había sido derribado, y la duración del viaje a la base americana, Ludwig dio por contado que debían estar a sólo unas millas de ésta. Los mismos amplios campos, el mismo aire aromatizado. Incluso la vista de las montañas era idéntica a cómo la recordaba. Era demasiado cruel, demasiado insano… pero por supuesto, los americanos tenían que estar afincados básicamente en los alrededores de la aldea de Feliciano. Era una posición estratégica ideal tanto para las montañas como para la costa; ahí el por qué los alemanes la tenía en un primer lugar, por qué los Americanos habían luchado tan duro por ella, Ludwig no podía dejar de pensar en lo cerca que podía estar Feliciano. Dónde estaba en ese momento, qué estaba haciendo, qué es lo que sentiría al verlo, tocarlo una vez más… Ludwig se forzó a cortar ese tren de pensamientos. Sólo estaba torturándose.
Ludwig se sentó con cautela en una silla contra la pared, sus brazos cruzados, escudriñando la habitación con ojos agudos. No estaba equipada para prisioneros, pero por lo menos había unos veinte pilotos Americanos y Ludwig estaba desarmado, por lo que no había chance de escapar. Ludwig no estaba acostumbrado a sentirse impotente. Odiaba esa sensación. Se dio cuenta que estaba esperando a que arribara la policía militar. Y luego, quién sabe. Era dicho que los americanos eran buenos con sus prisioneros. Pero Ludwig sabía que no podía esperar nada más que un campo de prisioneros por los siguientes años. Quemaba de ira y vergüenza al pensar aquello. Que se hubiera dejado derribar, que había avergonzado a su país de esa forma. Era casi inaguantable.
El líder Americano, Jones había sido llamado, parecía un hombre decente, a pesar de la extraña simpatía y la obvia arrogancia. Para la sorpresa de Ludwig, y casi asombro incluso le ofreció un trago en el momento en que arribaron a la base. Él y su copiloto – Ludwig no podía recordar el nombre del hombre – se veían casi idénticos, y parecían extrañamente amigables el uno al otro, aunque el copiloto parecía mucho más tranquilo y menos insoportable. Hasta se había disculpado por Greta, luego trató de mostrarle un oso polar pegado a su solapín, y señaló calmadamente que él no era americano sino canadiense. En ese momento fue que Ludwig se dio cuenta que él habían sido quien lo había derribado. Él no respondió.
Los otros, sin embargo, no eran tan amables. Incluso en ese momento le dirigían miradas de desagrado, mascullando para ellos mismos Eso, Ludwig podía entenderlo. Eso, podía soportar. Él los miró y ellos alejaron su mirada cuando lo hizo. Jones y su copiloto canadiense estaban parado hablando al otro lado de la habitación, pero un pequeño grupo de alrededor de seis hombres comenzaron a alzar la voz mientras se sentaban en una mesa cercana, observando a Ludwig, riéndose. Ludwig los escuchaba con cautela al ver que sus voces se elevaban. Dos de los hombres parecían discutir sobre algo.
"Un foto de la esposa del kraut podría obtener un buen precio como recuerdo."
"Entonces anda, quítale su billetera. ¿Qué podría hacer él?"
El pulso de Ludwig se incrementó y su piel quemaba. Sus hombros se encongieron, su pecho apretaba con una difícil aprensión. Ludwig no se movió, pero miró al hombre que se le acercaba lo más asesinamente que podía.
"¡Tú tómala, tú fuiste el que lo mencionó primero!"
"Vamos, está desarmado. Como dije, ¿Qué podría hacer?" El piloto se dirigió directamente hacia Ludwig y rasgó su chaqueta. Tomó cada onza de control de Ludwig, cada fibra de su fuerza que poseía, para detenerse de coger al hombre de la garganta. Habían veinte americanos armados en la habitación. Él no podía hacer nada más que quedarse sentado ahí, forzándose todavía, con ira quemando por sus venas al ver al americano sacar su billetera del bolsillo interno y comenzar a rebuscar en ella. Sacó un par de tarjetas, algunos billetes alemanes e italianos, luego el estómago de Ludwig se cayó y sus dientes se apretaron cuando el americano sacó la preciada fotografía de la billetera.
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"Pues, ¡Santa mierda!" Se rio el Americano. "No encontré la foto de la esposa del kraut, ¡Pero creo que encontré algo mejor!"
"¿Qué es?" Preguntó el otro hombre mientras el grupo de pilotos se acercaban para ver.
"Parece que los krauts son un montón de maricones después de todo. ¡Miren esto! El piloto pasó la fotografía al siguiente hombre, quien rio a carcajadas.
"¿Qué carajos?" Volteó la fotografía y rio más fuerte. "¡El kraut es marica! ¡Miren lo que está escrito al reverso!"
"Esto es emfermo, hombre." Dijo el siguiente piloto al coger la fotografía, riendose con el resto. "Esto está simplemente mal, y enfermo."
Ludwig iba a perder el control. Lo podía sentir. Sentir su sangre hirviendo en sus venas, su pulso golpeteando rápido y brumoso en sus orejas, sus músculos comenzaron a tensarse. Mientras los pilotos se pasaban la fotografía rápidamente entre ellos, mientras se reían y le lanzaban miradas de repugnancia, Ludwig se sentía devorado por la pura furia. Porque estaba impotente, y no lo podía soportar. Porque lo más importante en su vida era una broma para los americanos. Porque más que a nada, él necesitaba esa fotografía de Feliciano. No era mucho, pero era todo lo que le quedaba. Lo era todo. Y si esos bastardos se la arrebataban, si la arruinaban… el control de Ludwig comenzaba a perderse.
"¿Qué demonios está pasando allí?" La enojada voz cortó la roja confusión que rodeaba su cabeza y Luwdig elevó la mirada para ver a Jones marchando hacia el grupo de pilotos. Su expresión era de furia. "¿Qué demonios creen que están haciendo?"
El grupo de hombres se separó pero el hombre que tenía la fotografía se quedó pegado al suelo. "Vamos, Jones, nosotros lo derribamos con todas las de la ley, está bien darle una mirada a su billetera, por supuesto."
Jones le quitó la billetera y la fotografía al otro piloto. "En realidad, no lo es, y ciertamente no está bien quedarse allí parado riéndose de una foto de su…" Jones se apagó al mirar la fotografía. Sus cejas se surcaron, su boca se abrió ligeramente en sorpresa. Pero no se veía asqueado como los demás pilotos. En cambio, su expresión se mantuvo insondable, levemente perpleja y de alguna manera triste, Finalmente Jones volvió a mirar al piloto, con cólera en sus ojos nuevamente. "Retírese de aquí, Sargento. Y es Teniente para usted, no Jones."
El Sargento obviamente no estaba acostumbrado a que le hablaran de esa manera. Retrocedió un paso y asintió, con las manos en los bolsillos. "Bien, sí Teniente, señor." Luego se alejó.
La ira de Ludwig rápidamente se convirtió en confusión. Este americano líder de vuelo era alguien diferente. Sus hombres obviamente lo respetaban, pero le habló como si fuera uno de ellos. No había tratado a Ludwig con nada más que con cortesía desde el momento en que lo derribó. Y ahora le estaba mirando con curiosidad, algo extrañamente similar a la comprensión en sus ojos. Ludwig no tenía idea cómo tomarlo. Jones asintió hacia él, sonrió y le pidió disculpas. Luego colocó la fotografía en su bolsillo y la desesperación y la cólera estalló de nuevo en su pecho. Pero él no podía hacer nada mientras Jones caminaba lentamente hacia su copiloto, sus ojos ocasionalmente parpadeando casi imperceptibles hacia Ludwig mientras hablaba. Y Ludwig no podía entenderlo, recuperar su preciada fotografía, no hacer nada más que soportar las miradas de la habitación hasta que las fuerzas especiales finalmente arribaron. Ludwig se sintó aliviado cuando lo hicieron.
Ser dirigido por el pasillo hasta el coche esperando fuera, Ludwig dio cuenta de que no la tenía nuevamente: había perdido su fotografía. Perdió la única imagen que tenía de su precioso Feliciano, riendo alegremente a la cámara con la siempre presente sonrisa alegre, con los ojos tan brillantes y las mejillas ligeramente rojas y el pelo volando en aquel rizo suyo que nunca se enderezó. La foto con su adiós escrito en la parte posterior, con sus recuerdos de su última noche en el granero. Ludwig dejó que el oficial lo llevara esposado hacia la puerta sin protestar. Sentía que lo había perdido todo.
"Oye, Teniente." Ludwig se dio la vuelta ante la voz, no estando seguro si se dirigía a él. Jones se apresuraba por el corridor, pero sus ojos estaban fijos en el oficial que detenía a Ludwig. "Ustred ha dejado un tipo de…a, uh…usted ha olvidado algo en la habitación común."
El official lucía escéptico. "¿Olvidado algo?"
"Sí, una carpeta, tenía el ""Ultra secreto" estampado encimo o algo así…"
El official soltó a Ludwig y se apresuró de vuelta a la habitación, con el rostro en pánico. "¡Vigila al prisionero, aviador!" gritó en el último segundo.
"Por supuesto, no es un problema, yo entien ..." El oficial desapareció por la esquina y Jones se volvió de inmediato hacia Ludwig. Ludwig miró en confusión total. Cada vez era más evidente. Todos los estadounidenses estaban locos. "Teniente B ... Ludwig. Maldita sea, sus nombres alemanes son imposibles. Creo que esto es tuyo." Pecho de Ludwig se llenó de esperanza. Casi se quedó sin aliento cuando Jones tomó la fotografía de su bolsillo y rápidamente la colocó en el de Ludwig. Estaba confundido, aturdido, pero más que nada increíblemente agradecido. Le dio al estadounidense una mirada confundida, pero Jones sólo le sonrió. "Buena suerte, piloto." Ludwig asintió lentamente. Entonces un oficial de las fuerzas especiales se asomó a la puerta justo cuando el teniente de antes regresara de la sala común.
"¿Qué está pasando aquí? ¿Cuál es el maldito atraco?"
"Estás loco, aviador, no hay ninguna carpeta allí. ¿A qué estás jugando?"
Jones levantó las manos y se alejó por el pasillo. "¡Nada, lo siento, mi error! Continuen, mi buenos señores." Luego le dio un pequeño guiño Ludwig y dobló la esquina.
"Estos malditos pilotos están todos locos", dijo el teniente cuando nuevamente se apoderó de las esposas. Ludwig tuvo que acceder. Pero parecía que algunos de ellos eran hombres decentes, también.
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Feliciano caminó suave, tranquilamente, al cuarto de enfrente. Todo era tan suave y tranquilo por el lugar en esos días. Lovino se sentó en la mesa, mirando a la pared. Él hacía eso muchas veces en esos días. Feliciano se colocó detrás de él y le rodeo el cuello con sus brazos. "¡Buenos días, Lovino! ¿Cómo estás hoy, Lovino? ¿Te he dicho cuánto te quiero, Lovino?"
"Por nuestro Santo Dios, ¿Alguna día pararás de hacer esto, Feliciano?" Lovino se oía irritado, pero Feliciano podía adivinar que estaba sonriendo, aunque sea un poquito.
"¿Parar qué? ¡Acaso no puedo abrazar a mi hermano mayor y decirle que lo quiero!"
"Sí, sí, eso fue suficiente." Lovino palmeó el hombre de Feliciano y éste lo soltó gentilmente.
"¡Hay un flan de tomate en el banco, más vale que se lo coman todo cuando regrese a casa por la noche!"
"¿Vas a salir?"
Feliciano cogió una cuantas manzanas del cuenco sobre la mesa y las colocó en su canasta del almuerzo. "Sólo por un rato. Te encontraré por la tarde en la cantina, si es que vienes. Deberías venir, Lovino. Tú sabes, no puedes quedarte en la casa para siempre."
Lovino se volteó y le dirigió a Feliciano una mirada de preocupación. "Vas a ir a tu árbol de Nuevo." Feliciano solo asintió. "Feli…" Feliciano sacudió su cabeza, negándose sileciosamente a seguir escuchando. Él sabía que su hermano entendía, pero Lovino agregó con la huella de una sonrisa en su rostro, "Tú sabes, no puedes vivir en ese árbol para siempre."
Feliciano le devolvió la sonrisa. Que fácil, que terrible, Lovino lo entendía. "Ese plan, Lovino. Hasta el último pedazo."
Cuando las cosas pasaban, pasaban rápido. Los alemanes estaban finalmente afuera del pueblo, aunque el daño de sus batallas finales con los americanos todavía estaba siendo limpiado. Desde que los americanos habían tomado las bases cercanas, la vida había cambiado. Mayormente para mejor...pero ésta todavía era una guerra. Feliciano no había visto a Ludwig en meses, no desde esa última noche juntos en el granero. Y Lovino…Feliciano forzó a su mente a que dejara de dar vueltas. Él no quería pensar en eso.
Feliciano anduvo sin prisa por el camino, balanceando su canasta a su costado, lo mismo que hacía todos los días. Él ocupaba casi todo su tiempo libre en el árbol de roble. Permanecía sentado, mascullando para él mismo, recordando, esperando…siempre esperando. La brisa flotaba gentilmente, cargando los familiares aromas de la primavera, pero este año parecían diferentes, casi amargos. Feliciano todavía se colgaba del invierno. Como era usual, Feliciano rara vez prestaba atención al mundo alrededor suyo, demasiado atrapado en los pensamientos que tomaban cada momento en su despertar. Se preguntaba en dónde estaría Ludwig. Qué estaba haciendo. Si era libre. Si estaba seguro. Oh Dios, si estaba vivo. Era demasiado como para soportar que Ludwig podría desaparecer para siempre, y Feliciano nunca se enterara de lo que le había pasado a la persona más importante del mundo
Con un repentino sobresalto, Feliciano regresó a si mismo usto a tiempo para notar que estaba a punto de chocarse con dos hombres vestidos con un uniforme militar. Su estómago dio un vuelco, el instinto se apoderó de él y sacó su pequeña bandera blanca y comenzó a ondearla con frenesí. "¡Me rindo! Mi arrendo, Je me rends! Kamerad!"
Los dos hombres se detuvieron en seco, simplemente se quedaron viéndolo por un momento, luego el más pequeño se volteó hacia el otro. "Creo que se está rindiendo."
"Entendí lo primero que dijo. Creo que lo demás está en chino o algo así…"
Feliciano se detuvo, algo más calmado, y miró a los dos hombres que lo observaban sorprendidos. "¿Ustedes son…americanos?"
"Él es," dijo el más bajo. Su voz era calmada. "Yo soy canadiense."
"Ohh…" Feliciano señaló el solapín del hombre. "El oso polar."
EL canadiense parecía encantado de que se hubiera dado cuenta. "¡Claro que sí! Este es Kumadara."
"Por Dios, hombre. ¿Por qué nunca puedes recordar el nombre de tu propia estúpida mascota?" preguntó el americano, con las cejas fruncidas en frustración. "¡Es Kumajiro!"
"¿Así? Bueno, de cualquier forma, es un pequeño bastardo con suerte." El canadiense le dirigió a Feliciano una sonrisa amigable. "Me disculpo si te llegamos a intimidar."
"Oh, está todo bien, no estaba prestando atención. Sólo noté los uniformes, y algunos hombres en uniformes son realmente malvados y te golpean, pero luego también hay alguno muy lindos y guapos y maravillosos." Los uniformes de aquellos hombres eran ligeramente diferentes a los que Feliciano estaba acostumbrado a ver en los soldados americanos que estaban en el pueblo. El canadiense usaba una chaqueta y el americano vestía una casaca grande y marrón, con el cuello de piel. Los dos eran rubios, pero el cabello del canadiense era más largo, pero era extrañamente lo suficiente como para parecer idénticos. "¿Ustedes son hermanos? Parecen hermanos. Todo el mundo dice que Lovino y yo arecemos hermanos, lo cual tiene sentido, porque lo somos. Lo único extraño es que son de diferentes países ¿Verdad? ¿Crecieron en Canadá o en América?
El canadiense tenía esa ligera mirada de aturdimiento que Feliciano estaba acostumbrado a ver, pero el americano sonrió y constestó rápidamente. "No somos hermanos, todo el mundo dice eso, la gente siempre se confunde, es realmente gracioso. Yo crecí en una granja en los Estados Unidos y Matt fue criado por osos."
Matt parecía llevado de vuelta. "¿Yo…qué?"
El Americano sonrió ampliamente. "¡Nacido y criado en Nebraska!"
"¡Dios, eso es sorprendente! Quiero decir, aunque…um, bueno…en realidad no sé qué es eso." Feliciano se rascó la cabeza brevemente para luego alcanzar su canasta. "¿Quieren una manzana?" Feliciano sacó una manzana y el americano la tomó alegre.
"¡Claro!"
El canadiense sólo sacudió la cabeza en desconcierto. "Alfred, creo que hemos encontrado a una única persona en el mundo que habla en tu dialecto."
Alfred abrió los ojos ampliamente al haberse dado cuenta de repente. "Hey, espera, ¡Tú no estás hablando italiano!"
"No." respondió Feliciano. "¿No lo habías notado?"
"Eso no es lo…"
"Mira, Matt, siempre me insistes en que necesito aprender todos esos idiomas extranjeros, y todos aquí hablan inglés."
"También hablo un poco de alemán." Dijo Feliciano orgulloso. "Aquí tienes, Matt el canadiense, toma una apfel."
Matt sonrió aturdido mientras cogía la manzana. "Danke."
"Bitte schön." Feliciano sintió como si estuviera siendo apuñalado por esas palabras. ¿Cuántas veces le había dicho eso a Ludwig?
"Lo siento, no nos hemos presentado correctamente. Dijo Matt.
"No, no lo han hecho."
Alfred se apoyó en Feliciano y susurró. "Es tan maleducado a veces." Feliciano rio y sacó una manzana para él. Este americano le caía bien. Era gracioso y agradable. Matt sólo le dio una mirada de frustración.
"Entonces procede, tú realizas los honores, lo haces tan bien e inofensivamente."
Alfred hizo una pequeña referencia. "Debo darte las gracias. Mi amigo italiano, este es el teniente Matthew Williams, piloto extraordinario, y yo soy el teniente Alfred F. Jones. ¡Aquí para salvar aItalia!"
"Dios." aclamó Feliciano mientras mordía su manzana. "¿Todo por tu cuenta?"
"Bueno, Matt va a ayudarme. Un poco."
Matthew rodó los ojos. "No lo escuches, está ligeramente delusional."
Feliciano rio de Nuevo. Parecía que hubieran sido meses desde que se había reído tan fácilmente. "¡Yo soy Feliciano" También estoy tratando de salvar a Italia, por lo menos eso es lo que dice el abuelo. Somos parte de la Resistencia y creo que estoy permitido de decírselos porque aparentemente ustedes están de nuestro lado, lo que sea que signifique." Feliciano recibió toda la distracción que no se había permitido últimamente, estaba disfrutando el hablar con esos amigables extraños. Cualquier cosa que apartara su mente hacia otra cosa, aunque sea solamente por un momento. Quizás podría hacer que esa distracción durara por un poco más… "Oh, desde que ustedes son nuestros aliados y somos amigos podrían venir y tomar un trago con nosotros esta tarde, y les puedo presentat a mi abuelo y a mi hermano y a todo el resto de los miembros de la Resistencia. ¡Estoy seguro de que estarán felices de conocerlos!"
Alfred se veía realmente encantado. "¡Eso sería genial" ¿Ustedes los italianos tienen bourbon, verdad?"
"¡Claro que sí!" Quiero decir, creo que sí. Bueno, um… en realidad, tampoco sé qué es eso. De todas maneras, estaré en la Cantina Verde en el pueblo, pregúntele a cualquiera dónde está." Feliciano casi no podía creer que estuviera diciendo esas palabras. Las cosas eran tan diferentes ahora a cuando los alemanes estaban en el pueblo.
Alfred rio alegre. "¡Grandioso, no me he tomado un trago en semanas!"
La risa del americano era contagiosa. Era tan ruidosa, bulliciosa. "Espera hasta que le diga a todos que vamos a tomarnos unos tragos con dos americanos…" Feliciano le dirigió una sonrisa de disculpas a Matthew, "Lo siento, ¡Un soldado americano y uno canadiense!"
Matthew se rio suavemente. "Bueno, en realidad ambos somos pilotos de combate."
La sonrisa de Feliciano se cayó inmediatamente, su piel tornándose fría al instante. La alegre, ligera sensación en su pecho se esfumó y en cambo, un helado, molesto escalofrío corrió por su espalda. Endureció sus hombros y rechinó sus dientes. "Oh." Apretó su mano alrededor de la manzana y dio un rápido, tambaleante paso hacia atrás. "Pilotos."
Añfred y Matthew se miraron el uno al otro rápidamente, con confusion en sus rostros. "Sí." agregó Matthew simple, inquisitivamente, la palabra casi como una pregunta.
"Oh." Dijo Feliciano de nuevo. Se alejó otro paso, su piel hormigueándole desagradablemente. "Um, me tengo que…ir."
Los pilotos se veía todavía confundidos, pero sonrieron cuidadosamente y Alfred dijo animado. "¡Entonces nos vemos esta tarde!"
Feliciano asintió laconincaménte y corrió velozmente. Su mano tembló al tirar la manzana sobre la hierba al costado del camino. Una caliente, desconocida ira se acumulaba en su pecho, en sus entrañas, y parpadeó molesto, rehusándose a llorar. Quería olvidarse de todo. Había deseado un momento de paz, de olvidadiza felicidad. En cambio, acaba de invitar a las personas que trataban de matar a Ludwig a la cantina.
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Los italianos que entendían inglés estaban pendientes de cada palabra del americano. Los que no, sólo miraban obviamente inseguros sin saber qué hacer con este ruidoso estadounidense que ya estaba a mitad de una botella de bourbon y gesticulaba al relatar sus recientes hazañas en la habitación.
"¡Entonces estoy ahí, aislado, completamente fuera de la vista de mi escuadrón, rodeado de seis Messersschmitts alemanes!"
El canadiense tomó otro vaso de bourbon antes de interrumpir. "Cuatro."
"Estoy seguro de que fueron seis."
"Fueron cuatro."
"Está bien, cinco entonces. De cualquier forma, estoy allí, preguntándome cómo demonios iba a salir de esa, cuando de repente, Matt viene volando desde el sol y de repente hace una ridícula maniobra en medio de todos ellos ellos. Te diré algo, que me confundió tanto como confundió a los krauts, pero me dio el tiempo justo para acabar con dos de ellos, descender, girar, y salir como un demonio de allí. Me llaman el Mago, pero ya te digo, ¡Matt aquí es el hombre invisible! "
Feliciano sonrió educadamente mientras el resto de la sala reía con aprecio. La cantina estaba repleta con los miembros de la Resistencia y los aldeanos del pueblo, hablando fuertemente, ofreciéndole a Alfred y a Matthew más trago, escuchando cada palabra que decían sobre la batalla aérea con los alemanes. Feliciano no podía recordar haber visto la cantina tan llena, o escucharla tan ruidosa. La gente conversaba en pequeñas grupos, ocasionalmente cantando con la radio que estaba arrinconada en la esquina, empujándose los unos a los otros para hablarles a los pilotos americanos. Feliciano no estaba seguro de cómo tomar eso. Por un lado Alfred y Matthew era realmente agradables, graciosos, y se veían genuinamente felices de hablar con todos. Pero Feliciano no le gustaba escucharlos hablar sobre derribar Messerschmitts, o llamar a los alemanes "krauts" o decir que expulsarían a los alemanes del país. Por supuesto que Lovino estaba ignorando a los pilotos, mientras el abuelo Roma era todo hospitalario y educado, pero parecía tartar de obtener información de ellos al mismo tiempo. Feliciano se preguntó brevemente qué era lo que les preguntaría Antonio a los pilotos si estuviera allí.
"Una cosa que diré sobre los krauts," dijo Alfred en respuesta a una pregunta de Roma. "Ellos no se dan la vuelta y escapan. Ellos pelean hasta el final."
"Como nuestro hombre ayer," agregó Matthew, casi inaudible.
"¡Oh, sí!" dijo Alfred, su cara iluminándose de la emoción. El grupo reunido alrededor de la mesa hizo silencio mientras hablaba. "¡Deberían haber visto a este hombre! He estado detrás de él por semanas, y ayer por la mañana pensé que lo tenía. Y lo tuvimos…su escuadrón escapó y él sólo se quedó para distraernos. Entonces dimos por hecho que sería fácil." Alfred sacudió su cabeza y rio irónicamente.
"¿Y no lo fue?" preguntó Feliciano con tranquilidad. Le molestaba la forma en que Alfred parecía pensar que era mejor que cualquier piloto alemán. Feliciano sabía que no podía ser mejor que Ludwig, por lo menos. Alfred lo miró pensativamente por un momento antes de responder.
"Ellos me llaman el Mago. Porque soy evasivo…ellos me ven, yo desaparezco, me muestro de nuevo y antes de que lo sepan, bam. Todo ha terminado. Pero este hombre era algo diferente. Él vino directo hacia nosotros-sin esconderse, sin trucos. Sólo nos atacó de frente, un piloto comandado todo un esquadrón. Nunca había visto algo como eso. Él estaba detrás de mí, eso era obvio. Derribó a dos de mis hombres mientras, y lo hubiera hecho conmigo también, si no hubiera por Matthew en ese momento. Pero aún con su motor en llamas y un ala rota, este alemán seguía atacando. Y les digo algo, nos tomó a todos derribarlo. Pero aquí el truco." Alfred hizo una pausa para beber y luego se inclinó hacia adelante con entusiasmo, todo el mundo pendiente de cada palabra. "¡El alemán hace aterrizar el maldito avión! ¡Lo hace como si estuviera en un vuelo de prueba! Después de que ha llegó a tierra, sale de esa chatarra como si estuviera bajando del autobús. Da su rango, nombre y número, ni una palabra más." Alfred levantó las manos ligeramente y se sentó lentamente. "Digan lo que quieran acerca de los alemanes. Pero sus pilotos son unos valientes bastardos."
La habitación se llenó de murmullos de Nuevo cuando Alfred se quedó en silencio. Frunció su frente al mirar hacia abajo, perdido en su pensamiento, para luego asustar a Feliciano al de repente quedársele mirándolo a los ojos. Sus cejas cejas se juntaron y silbó suavemente. "Entonces estaré acabado."
"¿Qué?" preguntó Feliciano, confundido por el repentino comportamiento.
Alfred inmediatamente nuevamente bajó su mirada hacia su trago. "Lo siento. No es nada."
Más historias, más bebidas. Todo el mundo quería hablar con Alfred, y él le dio toda su atención a todo el que lo hizo. A todo el mundo le agradó de inmediato, parecía imposible no hacerlo. Feliciano estaba tan confundido por sus conflictuadas emociones. Le caía bien Alfred, también. Había intentado no hacerlo, pero el estadounidense había sido más que amable y alegre desde que había entrado en la cantina. Él insistió en sentarse al lado de Feliciano, charlando acerca de la diferencia de estaciones entre Italia y los Estados Unidos, acerca de las grandes ciudades de Londres y Nueva York, sobre los gatos que había pasado en el callejón antes. Le había preguntado a Feliciano sobre la vida en su granja y lo que era en la Resistencia y lo que pensaba de béisbol y el cricket. Alfred incluso le dio una naranja como pago por la manzana de antes. Y antes de que Feliciano se diera cuenta estaban charlando como viejos amigos. Pero Alfred empezó a hablar de la batalla. Y los hombres que describió había derribado- eran compañeros de Ludwig. Alfred era el enemigo de Ludwig. Feliciano no tenía idea de cómo sentirse. Una parte de él quería permanecer enojado, pero nunca había sido capaz de permanecer enojado por mucho tiempo, y era muy tonto sentir lo mismo por alguien que sólo estaba haciendo lo que creía que era correcto, al igual que Ludwig. Era demasiado para tratar de comprender. Feliciano por lo menos se sintió aliviado de que Lovino finalmente había salido de casa para unirse a ellos, aunque estaba empezando a preguntarse si tal vez esa era la mejor idea después de todo.
"¿Dónde encontraste a estos bastardos?" masculló Lovino mientras tomaba un largo sorbo de vino. Se había negado a hablarles a los pilotos toda la tarde. Casi ni los había mirado. Feliciano se encogió culpable y le susurró de vuelta mientras Alfred estaba enganchado en una conversación con Roma.
"En el camino afuera del pueblo."
Lovino miró hacia ambos lados. "¿Qué es lo que tienes para estar recogiendo pilotos, Feli?"
"No era mi intención, es solo que ellos fueron realmente amables y me hicieron reir y dejé de pensar en cosas horribles entonces les pregunté si les gustaría tomar un trago con nosotros porque pensé que a todos les gustaría conocerlos." Feliciano no agregó que no se los hubiera pedido si hubiera sabido lo que habían hecho. Trató de sacar a Lovino del tema. "¡De todas formas, es bueno verte afuera de la casa!"
"Bueno, sí. No estoy aquí para hablar con tus amiguitos los pilotos. Sólo necesitaba un maldito trago." Lovino rápidamente se terminó su copa de vino. No pasó mucho tiempo, y ya había tomado demasiadas, y como era usual, sacaban lo mejor de él.
"¿Sabes qué es lo que pienso?" Lovino gritó en italiano, apoyándose en una silla y dirigiendo su trago hacia Alfred. "¡Yo creo que solo eres un bastardo presuntuoso! ¡Crees que puedes venir aquí , y hacer explotar a unos cuantos aviones alemanes, y que todos vamos a lo…a admirartlos! Lovino se tambaleó, derramó su trago, para luego enderezarse rápidamente. "No, lo que quiero decir, admirarte a tí!" Felciano y Roma se miraron el uno al otro brevemente. Era inútil tartar de detener a Lovino una vez que había empezado tan tarde. Por suerte el resto de la sala Lovino peranecía muy ruidosa que Lovino no estaba haciendo una escena como lo pudiera haber hecho. Alfred; sin embargo, se veía desconcertado ante por qué estaba siendo gritado en italiano y tenía una copa de vino sacudiéndose en su cara.
"Lo siento, no sé qué es lo que dices..."
"¡Cállate! ¿Sabes por todo lo que hemos pasado? ¿Y todavía, todavía siguiendo adelante? Llegaste un poco tarde, ¿No lo crees?" Lovino hacía gestos ampliamente y Roma suavemente sacó su trago de su mano. Lovino parecía ni darse cuenta. "Pudieron haber venido y haber pateado afuera a los alemanes hace meses. ¿Verdad? Pudo haber sido una semana antes, unas malditas horas, pero oh no, tenían que esperar hasta que fuera demasiado tarde. ¡Jodidamente tarde! Vienes a contarnos sus insignificantes historias y creen que todos los vamos a llamar héroes, bueno ¡Pueden irse a la mierda, eso es lo que pueden hacer!"
Alfred solo sonreía y asentía con la cabeza antes de inclinarse hacia Feliciano y susurrarle. "Parece estar realmente molesto por algo."
Feliciano sonrió excusándose. "Bueno, él siempre parece estar molesto por algo. Él suele ser así. Pero sé amable con él. Él es… bueno, tiene una razón para estar enojado esta vez."
"¿Acaso no sabe que no hablamos italiano?"
"Yes." Felciano alzó la voz para que Lovino pudiera oír. "Y él entiende inglés, sólo que pretende no hacerlo."
Lovino se volteó y le gritó a Feliciano, todavía en italiano. "Cierra la maldita boca, realmente Feliciano, tú nuca debiste haber traído a estos estúpidos americanos en primer lugar…"
"Yo soy canadiense," dijo Matthew suavemente. Lovino se detuvo y lo miró con los ojos en blanco. Obviamente estaba conmocionado de que Matthew había entendido cada palabra que había dicho.
"Oh." Lovino se tambaleó un poco de nuevo y sus hombros cayeron.
"Siento mucho por lo que han tenido que pasar, aunque estoy seguro que no puedo ni empezar a entenderlo." Matthew habló suavemente en un perfecto italiano. "Y me disculpo por Alfred aquí. Sé que puede ser un poco ruidoso y arrogante, pero tiene buenas intenciones. Por favor créanme, si hubieramos tenido la oportunidad de aterrizar antes, Alfred hubiera sido el primero en hacerlo. Espero puedas perdonarnos por cualquier ofensa involuntaria. Realmente estamos honrados de estar en tu encantadora aldea y estamos agradecidos por la hospitalidad de todos."
Toda la habitación se quedó mirando en silencio. Parecía ser la primera vez que habían notado al canadiense.
"¿Hay algún idioma que no hables, Matt?" preguntó Alfred finalmente.
Matthew alzó una ceja sardónicamente. "Chino, Alfred. Yo no hablo chino."
"Is there any language you don't speak, Matt?" asked Alfred finally.
Lovino estrechó sus ojos, sonrojado, y rápidamente se sacudió su expresión de vergüenza. "Bien, um. Está bien. Me tengo que ir a casa ahora. No me puedo ir…" se apagó y miró a los pilotos nuevamente, luego se observó, casi desorientado, alrededor del cada vez más ruidoso. "Me tengo que ir."
Roma asintió, sonriendo como siempre lo hacía, como si todo estuviera bien y nada estuviera fuera de lo ordinario. "Claro que sí. ¿Está bien como para caminar por ti mismo?"
"No soy un niño." Lovino espetó antes de darse la vuelta antes de retirarse de la cantina, pateando una silla en el camino.
"Bueno, Dios," dijo Alfred, al ver a Lovino irse con una ligera expression de asombro. "¿Va a estar bien?"
"Él va a estar perfecto," respondió Roma, sonriéndole tranquilizadoramente a Feliciano. Feliciano trató de sonreír de vuelta, pero se limitó a mirarlo. Sólo esperaba que el abuelo Roma estuviera en lo correcto. Roma se incline hacia la mesa y le sirvió a Alfred otro bourbon. "Es bueno que mi pequeño Feliciano los conociera hoy día. Estoy gustoso de poder hablar con nuestros aliados de primera mano. Y por supuesto, estoy satisfecho de que la Guerra aérea parecer serles favorable a ustedes."
"Lo estamos haciendo todo bien. Aunque parece que no tuviera final." El valiente exterior de Alfred parecía haberse desvanecido un poco, y dio una mirada cautelosa antes de continuar. "Y realmente no sé cuánto cuente al final."
Los ojos de Roma brillaron con interés. "¿Significado?"
"Bueno, vamos hacia arriba, somos derribados, enviamos a más. Los alemanes hacen lo mismo. Los acorralamos hacia la frontera, pero desde entonces su estado es un punto muerto... y yo no veo cómo eso vale la pena, sabes. Estoy perdiendo demasiados hombres. Ellos nos dicen que se supone que nosotros nos dirigimos a Francia pronto, pero no veo que eso suceda. Es sólo esto, día tras día, y no estamos yendo a ninguna parte. Parece que fuera sólo un maldito desperdicio."
Roma asintió comprensivamente. "Pero eso es la guerra, ¿No es así?. Ahora me preguntaba si podrías decirme..." Roma se interrumpió bruscamente y le volvió a sonreír a Feliciano. "Sin duda, esto debe ser aburrido para tí, ¿No, Feli?"
Feliciano dejó al abuelo Roma dares rienda suelta. De todas formas, él ya no quería escuchar nada. Se puso de pie y dejó a Roma hablándole a Alfred y a Matthew en privado. Deambuló entre las mesas, hablando brevemente con unas cuantas personas, pero principalmente manteniendo su distancia. Se sentía como si estuviera caminando en un sueño. Toda aquella tarde fue demasiado irreal, demasiado dolorosa. No podía detener los horribles pensamientos y miedos que lo atacaban sin cesar. ¿Podía ser Ludwig alguno de los hombres de los que Alfred contaba haber derribado? Feliciano trató de convencerse –Ludwig era major que eso. Sé lo había dicho a sí mismo. Pero eso no detuvo aquel horrible y enfermo revoltijo que sentía en el estómago, las terribles imagines de aviones incendiándose en su cabeza. Y todo el tiempo, Alfred se seguía mirando extrañamente.
Feliciano comenzó a preguntarse si debería seguir a Lovino a casa cuando Alfred dejó a Roma y a Matthew hablando y fue directo hacia él. Tomó el codo de Feliciano y lo llevó hasta una esquina. Pero antes de que Feliciano pudiera preguntar qué era lo que pasaba, Alfred habló rápido, calmadamente. "Mira, esto puede sonar realmente extraño y todo eso, pero… ¿Conoces a algún piloto alemán llamado Ludwig?"
Feliciano parpadeó un par de veces en completa y absoluta conmoción. Ahora estaba seguro de que estaba soñando. Casi ni podía hablar. "Qué… cómo…" ¿Cómo ese americano podía saber eso? A menos que lo hayan visto vivo, o… a menos… Feliciano de repente sintió como si hubiera sido apuñalado en el pecho. No podía respirar, el aire atrapado dolorosamente en su garganta, luego vino tan rápido que comenzó a hiperventilar. Todo se volvió rojo y confuso y dio un inestable paso atrás, sacudiendo su cabeza frenéticamente. "No…"
"No, para, está todo bien, él está vivo." Feliciano casi se cae del alivio. El aire fluía por sus pulmones y miró hacia arriba con esperanza. "Pero…" Alfred hizo una pausa, miró alrededor, y bajó el volúmen de su voz. "Ha sido tomado como prisionero."
Sus pulmones se cerraron otra vez. Feliciano casi ni podía creer que estaba teniendo esta conversación, difícilmente podía creer que el hombre ante él tenía las respuestas a las preguntas que lo habían asaltado por meses. Ludwig…tomado como prisioner... "¿Dónde? Por favor, dime en dónde?"
Alfred sacudió su cabeza, y una expression de dolor se cruzó por su rostro. "Lo siento, tú sabes que no puedo decirte eso."
Felciano cerró sus ojos brevemente y asintió. Que cosa tan tonta de preguntar. Él ni siquiera sabía lo que haría si se lo dijeran. "Por supuesto, él era del que estabas hablando mpas temprano. ¿No es cierto? Tú… lo derribaste."
"Sí." Alfred rápidamente dirigió a Feliciano hacia una mesa vacía cercana, luego se sentó lentamente a su lado. El ruido de la cantina era el suficiente como para encubrir su conversación. "¿Cómo es que lo conoces? ¿Cómo es que tiene una fotografía tuya?"
Feliciano casi ni podía escuchar las palabras. Todo lo que podía oír era la sangre corriendo en sus oídos, en todo lo que podía pensar era… "¿Está bien? ¿Está herido? ¿Qué es lo que…?"
"Él está bien. Completamente ileso. Nuestra policía military se lo ha llevado hoy día. Será interrogado, pero no se utilizará la fuerza. él es un oficial honorable, y va a ser tratado de acuerdo a ello."
Feliciano respire más fácilmente del alivio. "¿Y…y después?"
La expression de Alfred era casi de disculpas al responder. "Después será transferido a un campo de prisioneros de guerra?"
Feliciano apretó sus ojos cerrados contras las lágrimas que le desbordaban, tragó el pesado, doloroso nudo que tenía en su garganta. Se incline sobre la mesa y puso su cabeza entre sus manos. ¿Qué era lo que eso significaba? ¿Cuándo vería a Ludwig nuevamente? Oh Dios no, acaso lo volvería a ver nuevamente…
"Tú… tú eres… tú y él…"
Feliciano se sobresaltó levemente mientras alzaba su mirada. Casi se había olvidado que Alfred estaba allí, observándolo curioso, preocupado. Era claro, él debía estar muy confundido por todo eso. "Lo conocí en el invierno," relató Feliciano. "Estaba estacionado cerca al pueblo, quizás cerca de dónde ahora están ustedes. Solía caminar fuera hacia el campo para verme. Nos encontrábamos en el árbol de roble en la pradera cerca a mi casa. Supongo que, al final, no nos veíamos el uno al otro como creía… solo fueron unas cuántas veces después de todo. Pero es gracioso, casi parece que no pudiera recordar nada claramente hasta allí. Pero esas pocas veces que nos encontramos… yo recuerdo cada segundo." Feliciano sonrió con los recuerdos de los mejores días de su vida. "Él es el mejor, el más amable, el más maravilloso hombre que alguna vez he conocido."
"Tú lo amas." Alfred lo dijo muy seguro.
"Más de lo que alguna vez imagine amar a nadie, o a algo, nunca." Feliciano inmediatamente se rio nerviosamente de si mismo. Él había dicho aquellas palabras antes de pensarlas. ¿Qué era lo que estaba diciendo? Eso era algo que la gente pudiera entender; la mayoría de la gente pensaba que era incorrecto amar a otro hombre, aunque Feliciano no podía entender por qué. Peró quién sabía cómo lo tomaría ese Americano… "Lo siento. Que cosa tan tonta he dicho."
Alfred parecía haber entendido el repentino pánico y respondió rápidamente. "No, no es tonto."
Con aquella amabilidad en sus ojos, Feliciano sintió que estaba bien continuar. "Nos tomamos esas fotografías un día que estuvimos camiando por las Colinas. Tengo la suya aquí." Feliciano sacó la fotografía que siempre cargaba en su bolsillo y se la alcanzó a Alfred, quien asintió al cogerla.
"Es él." Alfred la volteó y leyó lo que estaba escrito detrás. "Auf wiedersehen, sweetheart." Decía "Bella ciao."
Feliciano asintió. No quería explicarlo.
"Feliciano…" Alfred frunció sus cejas al mirar la fotografía, su expresión confundida y sorprendida. "Tú eres parte de la Resistencia. Él es tu enemigo."
Feliciano se encogió de hombros, sonrió ligeramente y miró Alfred a los ojos. "No hay bandos cuando se trata de amor." Alfred suspiró, sonrió amablemente, y le devolvió la fotografía. Feliciano la colocó cuidadosamente en el bolsillo del pecho, luego se aclaró la garganta y empujó su silla hacia atrás. "Estoy seguro que el abuelo les ayudará con todo lo que necesitan saber acerca de los alemanes. Usted está ocupado luchando contra ellos, después de todo, estoy seguro de que querrá información. Me gustaría poder decir más, pero no sé casi nada, de verdad, y nadie me dice mucho más después ... bueno, como he dicho, yo no sé mucho en estos días." Feliciano se levantó y se volvió a para salir.
"¿Cuántos años tienes, Feliciano?"
Feliciano se detuvo y moró a Alfred, un poco confundido por la repentina pregunta. "¿Qué? Oh, yo… yo tengo casi veinte."
" ¡Es broma! ¡Igual que yo!" Alfred sonrío animadamente, aunque se veía algo sorprendido. "Es gracioso… yo pensé que eras más joven."
Feliciano sintió una extraña mezcla de malestar y ofensa, y sin embargo, de alguna manera lo entendía. Después de todo, ¿No era eso lo que todos siempre pensaban? De repente, desesperado por estar solo, Feliciano corrió por entre las mesas y grupos de alegres y conversadores aldeanos, se dirigió directamente a la habitación de al lado, y cerró la puerta detrás de él. El inmediato silencio era tranquilizador y reconfortante. Cayó en una silla, se cubrió el rostro con las manos, y dejó que su dolor le envolviera. ¿Qué hacían los americanos con sus prisioneros? Por supuesto, todo el mundo decía que eran buenos, no hacían uso de la tortura ni nada de eso ... pero ¿Cómo podía estar seguro? ¿Y si no eran como todo el mundo decía?¿Y si lo herían?, ¿Y si lo ejecutaban?, oh Dios, y si era peor, ¿Y si era como lo que pasó con Antonio? Feliciano se sintió repentinamente furioso con estos americanos en la habitación contigua, enojado con todo, con cualquier persona que mantenía a Ludwig lejos de él. Extrañaba tanto a Ludwig que era un dolor físico, y no podía soportarlo. Lo quería de vuelta más de lo que nunca había deseado nada. Daría cualquier cosa, cualquier cosa, sólo para poder verlo una vez más. Pero era imposible.
La puerta se abrió y Feliciano alzó su mirada para encontrar al abuelo Roma cerrándola detrás de él. Él lucía cansado esa noche. Aunque al final de cuentas, él siempre se veía cansado por esos días. Lentamente cruzó el cuarto y se sentó al lado de Feliciano. "Feli… ¿Todo está bien?"
Feliciano trató de asentir, pero sacudió su cabeza en vez de ello. Él nunca podía mentirle a su abuelo. "No." Pero no lloró. Era como si ya no hubieran más lágrimas. Era sólo un tipo de un entumecido dolor, una agotadora aflicción que no podía sentirse intenso o perverso. Sólo podía sentirse vacío, absolutamente desespenranzador.
Roma permanecía sentado quieto, todavía. Feliciano no podía oír nada más que su respiración. "¿Quieres contarme sobre eso?" preguntó finalmente.
"No." Sin embargo, después de sólo un segundo, Feliciano se apoyó en él y Roma lo tomó en sus brazos, abrazándolo, meciéndolo suavemente. Desde la mañana después de esas palabras terribles que aún ardían en la memoria de Feliciano, la mañana de la devastadora crisis de Lovino, el abuelo Roma había sido la única cosa sólida, segura y confiable en sus vidas. La roca en la que se apoyaron. Él se rio y cantó mientras ellos estaban vacíos y silenciosos; quedó callado y aceptó cuando lloraban y gritaban. Él se mantenía firme mientras ellos se apartaban. Incluso ahora, dijo las mismas palabras que él siempre solía decir, lo contuvieron y trataron de hacerlo sentir mejor, a pesar de que Feliciano ya no era un niño, y los dos sabían que ahora que era imposible.
"Está todo bien, Feli. Todo está bien ahora."
Por primera vez Feliciano se preguntó si las cosas podrían ser diferentes si él fuera un soldado, o un luchador; si fuera alguien importante. Alguien que pudiera hacer algo, si pudiera salvar a Ludwig, pudiera hacerlo para que así hubiera una manera de verlo de nuevo. Pero él era tan pequelo y sin importancia y no tenía el poder para hacer nada. Él era lo que todo el mundo siempre pensó que era – el pequeño y tonto Feliciano. Ludwig había sido el único que lo había tomado en serio. Quien lo había escuchado y le había importado lo que tenía que decir, quien pensaba que podía ser valiente si necesitara serlo…
"Abuelo…¿Desearías que yo fuera…como Alfred? Él es tan valiente, y le agrada a todo el mundo y… y él tiene la misma edad que yo, tú sabes. La misma edad que yo y él está peleando y piloteando aviones y… y tú estarías orgulloso de mí si yo fuese como él. ¿No es así?"
Roma respondió inmediatamente. "No." Feliciano se sorprendió por su respuesta.
"¿Huh?"
"No estaría orgulloso de ti si fueras como él. Porque así no es cómo eres tú."
"Pero…"
"No dejes que nadie te diga que no eres valiente. Sí, has hecho cosas que me han hecho enojar… que me devastaron." Feliciano se estremeció. Roma no había dicho ninguna palabra desde esa horrible noche… pero Feliciano sabía cuánto su traición le seguía afectando. Estaba agradecido de que el amor del abuelo fuera más fuerte que ello. "Pero tú confiaste en tu corazón, Feliciano. Y eso es un acto muy valiente. No todos pueden hacer eso."
Feliciano cerró sus ojos fuertemente. No sabía adónde ir desde ese momento. Si pudiera esperar por Ludwig; si pudiera darse por vencido. "Abuelo… ¿Por qué todo tiene que terminar doliendo tanto?"
Era una pregunta sin sentido, y por supuesto el abuelo Roma no tenía una respuesta. Él simplemente acarició el cabello de Feliciano y dijo, "Desearía que pudieras mantenerte inocente por siempre."
Pero claro, algunas cosas eran imposibles. Cuando su abuelo se fue, cuando se recompuso, cuando sintió que podía enfrentar el mundo de nuevo, Feliciano pudo regresar al cuarto de enfrente. Habían menos personas ahora. La noche había caído, y Alfred y Matthew lucían como si se estuvieran despidiendo de aquellos que todavía quedaban. Feliciano se preparó para pasar rápido, pero Alfred lo notó casi inmediatamente. Se separó del pequeño grupo, lo tomó del brazo antesde que pudiera escapar, y de nuevo lo dirigió hacia una esquina.
"Escúchame, he estado pensando. Su Resistencia, ustedes no… uh… sacan a las personas de la prisión y cosas como esa ¿No es cierto?" Alfred guiñó un ojo y Feliciano frunció sus cejas en confusión. "Está bien. Entonces, si te digo esto… sit e doy esta información… recuerda lo que me estabas preguntando más temprano…"
Feliciano estaba pasmado mientras empezaba a comprender. Ludwig había sido tomado prisionero… Feliciano le había preguntado dónde…Él jadeó cuando se dio cuenta. "¿Por qué me dirías eso?"
Alfred se veían indeciso por un momento antes de suspirar, metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña fotografía. Feliciano la tomó con calma, con el pulso un poco acelerado. Era un chico joven de cabello claro, guapo, con espesas cejas mirando con enojo a la cámara. Vestía un traje y estaba de pie delante de un armario lleno de docenas de botellas y vasos. Feliciano miró a Alfred con curiosidad, y los ojos de Alfred ardieron en su mirada. "Si fuera él, me gustaría tomar la milicia alemana de un solo lado."
Ohhh, Alfred lo habían entendido después de todo… Feliciano se sintió levemente más calmado, mientras estudiaba la fotografía. "Se ve enfadado."
"Él no quería que le tomara una fotografía. Le dije que no había rollo."
"¿Cuál es su nombre?"
"Arthur." Alfred sonrió al decirlo.
Feliciano le dio otra mirada a la fotografía antes de devolverla. "¿Es inglés? Está usando un traje, entonces pensé que podía ser inglés."
"Sí, es ingles."
"Apuesto a que sabe un montón sobre poesía."
"Él sabe un montón sobre todo. Es realmente inteligente."
"Usualmente lo son. Ingleses."
"Ahora." Alfred puso la fotografía de vuelta en su bolsillo y se quedó mirando a los ojos intensamente. Feliciano sintió un escalofrío corriendo por él, y lo imposible ahora parecía alcanzable. "Yo no te di esta información, y tú no la vas a usar para hacer nada drástico, ¿Estamos?"
Feliciano no respondió, pero sus ojos se abrieron ampliamente y su echó se llenó de una nerviosa esperanza. Se preguntó cuánto bourbon Alfred había consumido, y si luego no se arrepentiría de esto. Pero Felciiano permaneció en silencio, esperando escuchar lo que Alfred tenía por decir, esperando la que sería su última esperanza para poder ver a Ludwig, su única oportunidad. Alfred asintió abruptamente.
"Tomaré eso como un no. Ahora escucha."
Continuará…
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Espero que les haya gustado…no me responsabilizo por las lágrimas vertidas, desmayos y otras cosas ocasionadas por el fic…cualquier error me avisan, me he preocupado en hacerlo lo más exacto posible…..me gustaría saberlo así que espero sus reviews…–realmente los espero, además de que así me hacen saber lo que les gusta y lo que no…Siemp[re serán bienvenidos!..Gracias por leer…!
Se acepta de todo: críticas, consejos, opiniones, maleteadas, dinero (de preferencia en dólare$), confesiones de amor (o de odio)..lo que sea menos insultos y amenazas de bomba o parecidos….
Saludos!...
