III. Detrás de los ojos azules

—¡Fíjate por donde vas imbe…! —Maple se detuvo al ver bien al guepardo joven con el que acababa de chocar. Sus miradas se encontraron por unos segundos. Involuntariamente, Lee se sonrojó al ver que la brujita había caído sentada con las piernas abiertas. El faldón se le había subido, por lo que su pantaleta era perfectamente visible para él. Antes de que apartara la vista, de nuevo Lee sintió un golpazo que lo dejó viendo estrellas.

—¡Eres un pervertido! —Le gritaba Maple, enojadísima, bajándose el faldón como podía, mientras Broomy juntaba sus cosas tiradas a manera de escoba común.

—¡Yo… yo no..! —Lee apenas pudo esquivar un nuevo lanzamiento de tirabuzón de la bolsa que la bruja siempre llevaba cruzada en el pecho.

—¡Te haría un hechizo para que te comieras tu propia cola, pero para tu suerte, no nos permiten…! —se levantó, mientras hacía que sus cosas regresaran como por encantamiento a sus manos. Broomy temblaba a su lado, y Lee no sabía que hacer… también temblaba de pies a cabeza.

—Lo siento, no era mi intención... Gran Bruja Maple —le dijo, sin verla a los ojos.

—¡GRRR! ¡Cabeza… hueca! —Vociferó, pero al momento, reaccionó, bajando la voz de inmediato —¿Qué… dijiste? ¿Qué fue lo que dijiste?

Los alumnos comenzaron a acercarse, curioseando la escena.

—Que no era mi intención… lo juro… —Lee recogía sus pocas cosas, listo para huir.

—No, torpe… lo segundo…

—Gran Bruja Maple… así te llamas, ¿no?

Por un segundo, la hechicera no pudo decir nada. La escobita Broomy también se había quedado paralizada. Volvieron a verse a los ojos. Lee se alivió al ver que los ojos de Maple, de color violeta, parecían pasmados, hasta tranquilos. Maple por su parte se sorprendía de lo celestes que eran los ojos azules de aquel chico furr. Se acercó a él, mientras Lee temblaba como gelatina.

—Te voy a decir una cosa, Manchas… no necesito tu ayuda. Si quieres que te golpeen, usa tu puño y date en esa calabaza que llevas por cabeza. Yo puedo defenderme sola. —dicho esto, se marchó como si nada hubiera pasado, dejando a Lee como una estatua.

Quidnunc, el coatí café de rayas negras que lo había llevado a la enfermería, se acercó a él.

—Orale, compadre, qué día. Mira cuantas visitas tienes en YouTube. ¡Más de mil quinientas! Y ahora un enfrentamiento con la brujilda, j aja ja.

Lee vió el móvil que le mostraba Quid, y no le gustó para nada verse en el video, vapuleado por Gunther mientras la brujita miraba angustiada aquel acto de estupidez. No dijo nada, y continuó su camino.

—¡Qué manera de resistir, carnal! —Continuó Quid— no había visto a nadie que resistiera tanto los golpes de ese Gunther. Y la velocidad con la que te interpusiste…

—¿Por qué no me dejas en paz, Quidnunc? Todos. Ocúpate de tus asuntos —le interrumpió el guepardo, encarando a Quid. Éste lo miro curioso.

—¿Quieres vengarte, verdad?

—No. No creo en la Venganza. Vete de aquí.

—Pero ahora nos toca clase de música. Bueno, eso es lo que dice aquí. —Lee también vio su horario, y se frotó la frente, contrariado —¡Vamos, Lee!

Al parecer, a Quidnunc no le importaba mucho el estado de ánimo del cheetah, aún así, caminaron hacia la clase de música. El coatí seguía diciéndole cosas que Lee no aparentaba escuchar y que no le interesaban. Cosas de chicos. Ojalá todo fuera tan fácil como ir a la escuela y estudiar y ser alguien en la vida. Lee…

Cuando llegaron a la clase de música, se sorprendieron que sólo se encontrara el maestro James, tocando un enorme piano clásico, entonando una melodía que Lee no había escuchado antes. El profesor tenía una buena habilidad para tocar ese instrumento, no por nada era la máxima autoridad de las bandas sonoras para los eventos. Lee quedó maravillado al escuchar las notas, y se acercó al profesor. Quid se quedó acomodando sus útiles en una de las sillas.

James no se había percatado de la presencia del joven guepardo, por lo que siguió tocando con mucho sentimiento. Parecía ser una de sus melodías favoritas y la disfrutaba mucho. A Lee le parecía un tanto conocido aquel profesor… tal vez algo en su cabeza se había activado al escuchar aquella canción que no paraba. Sus lentes refulgían mientras movía las manos sobre las teclas, como si fuera un movimiento natural de su cuerpo. Lo que más le sorprendía a Lee era que James mantenía los ojos cerrados mientras tocaba a gran velocidad. Por un momento el Cheetah olvidó sus penas, su peor primer día de escuela, y se quedó al lado del profesor mientras terminaba la canción y ponía la nota final.

—¡Wow… es impresionante, profesor…!

James, dio un respingo y casi se cae del banquillo del piano.

—¡Por Belcebú, muchacho, casi me matas del susto! —le dijo, sorprendido.

—Pe-perdón, profe…

—Ok, ok, yo soy el que ofrezco disculpas, estaba en mi propio mundo… veo que ya es hora para su grupo.

—Me encantaría tocar como usted lo hace…

James rió, pero su risa era la de un padre que comprende y a la vez está gustoso.

—Creo que te llevaría unas cuantas sesiones para aprender…

Sin pedir permiso, Lee comenzó a tocar la última parte de la canción que tocaba James. No era una réplica exacta, pero casi sonaba como la canción…

Lee también parecía sorprenderse a sí mismo. Dejo de tocar y miró al profesor.

—Y-yo… lo siento… no sabía que…

El profesor James lo miró de arriba abajo.

—¿Eres de artes marciales? ¿Y sabías tocar el piano?

—No… yo no había tocado jamás esto…

El profesor sonrió, mientras pensaba en algo.

—Espera aquí, muchacho. Creo que esto te gustará mucho más.

James fue a unos estantes detrás del aula, parecía sacar algo de un montón de cosas. Cuando regresó, traía entre sus manos una preciosa guitarra negra. La conectó a unas cajas que parecían bocinas, encendió un metrónomo, y sus dedos literalmente volaron sobre la guitarra.

Lee jamás creyó experimentar esa sensación que le fue erizando el pelaje poco a poco... el león profesor veía fijamente a Lee, con una gran sonrisa. El sonido que provenía de la guitarra eléctrica del profesor fue llamando la atención de los alumnos de artes marciales que poco a poco entraban en la clase. Quid no perdió la oportunidad para filmar aquella sesión de guitarra.

—Vaya, el prof toca como nadie… —murmuró Riff.

Después de unos segundos, James se detuvo. Le ofreció la guitarra a Lee. El guepardo miraba fijamente el instrumento que relucía con los rayos de sol vespertinos que se colaban por la ventana. Por fin, la acomodó lo mejor que pudo según observó del profesor. Rasgó cuerda por cuerda, sintiendo su peso y el ritmo.

"¿Intentará imitarme otra vez?" pensaba James, emocionado.

Lee tocó las melodías, casi una copia exacta de la canción que había ejecutado el profesor. Pero lo hizo más rápido, logrando un efecto diferente en las notas. Usaba su velocidad natural de cheetah, y esta vez todos los alumnos que ya se encontraban en el recinto, miraban sorprendidos la habilidad de Lee. Pero la sorpresa no acabó ahí. Lee continuó sacando melodías que no pertenecían a la canción, para maravilla de James. Cuando terminó según él, el profesor aplaudía.

—Muy bien, muchacho. Se ve que has practicado mucho.

—N-No, profe… yo jamás… había tocado un instrumento…

Todos quedaron desconcertados.

—¿Qué dices hijo? Tienes casi el nivel avanzado de mi clase sólo por tocar esa melodía. Y la que hiciste en piano es un tanto difícil. No lo puedo creer.

—Es la verdad, profesor. Jamás había tocado algo así. Solo lo… imité.

—Y sacaste otras notas al final, que no eran de la canción. Bueno, para ser un alumno de artes marciales, es muy bueno tener a alguien así. Veamos a tus compañeros que llegaron. ¿Quién quiere pasar?

Los demás alumnos pasaron, y eran un auténtico desastre. No sabían ni cómo empezar a agarrar una guitarra. Viendo que Lee era realmente una excepción, comenzó a dar la aburrida teoría para los principiantes. Do Re Mi Fa Sol…

Al acabar la clase, James se quedó con Lee.

—Lee. No quiero que me mientas. ¿En verdad no habías practicado con instrumentos?

—Profesor… no... ya le dije… vengo de las afueras de la ciudad, en el campo ni siquiera se conocen algunos de estos instrumentos. Algunos no los había visto…

James se quedó pensativo.

—Mmmm… si es así, tienes habilidad natural para la música. Ya veremos la próxima clase. Puedes retirarte, hijo.

Lee salió del aula con su nube de pensamientos dispersos. Esta vez una mano lo agarró del cuello y lo jaló con gran velocidad hacia un oscuro pasillo.

—¿Te crees mucho por el YouTube, verdad, imbécil? —una voz habló y un puño surgió de la oscuridad, dispuesto a impactarse en su cara. Apenas pudo evadirlo.

Era Gunther, y dos de sus amigos de la clase de artes marciales.

—¡Ahora resulta que la nena manchada le gusta la música, qué ternura! —se burló un chico pantera, negro.

—¿Qué quieren?, ¡no les he hecho nada! —Lee dio dos pasos atrás.

—Será mejor que dejes de hacerte el famoso, niño manchas —dijo el león Gunther, crispando los puños, con un ademán asesino—si vuelves a interponerte en mis presas una vez más, te dejaré lisiado por el resto de tu vida. Hay tantos accidentes en los entrenamientos…

Los compinches rieron malévolos.

—Recuérdalo, nenita manchada —finalizó Gunther. Dieron media vuelta y se marcharon.

"Maldita sea" pensó Lee. "Vaya primer día"

Cuando se encaminaba a la salida de la escuela, escuchó ruidos detrás de una arboleda. De repente se iluminaban las hojas, y salían luces de entre el verdor. La noche casi era presente en aquél lugar.

Con sumo cuidado, atisbó entre los árboles.

Era la bruja Maple, que estaba parada sobre una especie de estrella mágica en el suelo, que iluminaba y la rodeaba de una luz que de repente se apagaba.

—Maldita sea, conjura, conjura… —decía Maple en voz baja. —¿Por qué no me sale?

La estrella se apagó, y se dejó caer sentada en el suelo. La escoba Broomy se acercó a ella. Ese objeto parecía ser su amigo, siguiéndola a voluntad por todos lados.

—No me concentro, Broomy. Tal vez sea un fiasco como hechicera. Mi baile es pésimo, no sé tocar ningún instrumento y en las artes marciales…

Maple calló, y se sonrojó ella misma. Recordaba aquella primera sesión de entrenamiento.

—Sí, Broomy, lo sé. Ese manchado fue un tonto, pero valiente… ¿Ahora qué voy a hacer si no soy buena en ninguna asignatura? —le decía a la escoba, acariciando el palo bruñido de madera.

Vaya, a la bruja le estaba yendo muy mal, al menos Lee había salido bien librado de la clase de música, y Edna le había ayudado en la clase de baile… pero ella ni en lo que se supone que era buena, lograba progresar. Siguió observándola. Esa bruja era muy peculiar. Muy arrogante como los demás del Clan Mágico, pero algo le había impulsado a defenderla en la clase de artes marciales.

"Es bonita"

Lee se sonrojó al pensar eso. "Eres un gran tonto, Lee, como te atreves"

De nuevo, Maple se incorporó, cerró los ojos, y empezó a hablar en un idioma extraño, conjurando algo. La estrella de cinco picos brilló bajo sus pies, y una luz violeta la iluminó de nuevo

"Sí, eso es" pensó Lee, animándola en silencio, agazapado bajo los arbustos. "Tú puedes"

Pero de nuevo, Maple cayó rendida. Parecía representar un gran esfuerzo mental aparecer esa luz mágica. Por un momento pensó en acudir a ayudarle, porque la brujita parecía desvanecerse. La escoba Broomy fue en su auxilio, moviéndose frenética.

—Sí, Brom, lo sé, ya fue suficiente por hoy. Me quedaré inconsciente como la otra vez. Tal vez no debería pertenecer al clan mágico.

Con la agilidad felina, Lee corrió lejos de ahí, salió de la escuela y la ciudad, encaminándose a su casa. El campo abierto, ya con el manto celeste más presente que nada, se reflejaba en las pupilas del guepardo y la alegría se pintó en su rostro al ver a lo lejos su casita al pie de la montaña.

—¡Al fin en casa, sí!

—¿Eres tú, hijo? —preguntó un cheetah mayor desde la cocina, vistiendo ropa de campo, de apariencia sencilla.

—¡Llegó mi hermano! —un guepardo, pequeño de aproximadamente seis años, con los mismos ojos azules de Lee, salió a abrazarlo.

—Hola, Jani —saludó un cansado Lee.

La casa de Lee era un tanto pequeña pero acogedora. Construida de fuerte adobe, al pie de la montaña, lejos de la moderna ciudad Raccoon, no tenía nada que pedirle a una casa común y corriente. Un bonito piso de duela, sillas y mesas de madera de pino, sencillas, con un librero repleto de libros de toda clase, adornaban la sala y comedor de su casa. La electricidad funcionaba con paneles solares que proveían lo necesario para la luz, y el agua la sacaban de un pequeño pozo conectado al manantial que pasaba no muy lejos de ahí. Toda la familia cheetah se sentó a la mesa a cenar algo que su padre había preparado.

—¿Qué tal tu primer día, hijo? —preguntó el guepardo mayor

—Muy bien, papá —contestó Lee.

—He he. No me mientas, Lee. ¿Qué pasó?

Lee se ruborizó al recordar la escuela, la enfermería, el baile, a Maple…

—Pues, es un poco difícil adaptarse a la ciudad. Ahora resulta que tenemos que aprender de todas las asignaturas. Magia, música, baile…

—¿En verdad? —Su papá no disimuló una sonrisa. —¿Y qué tal va?

—Pueeees… en música, pude tocar piano y guitarra, y el profesor se sorprendió. En baile me ayudaron un poco, y en artes marciales…

—¿Te pegaron? —era increíble que su padre a veces pareciera saber todo de antemano.

—S-sí. Pero por defender a una chica… —lee se ruborizó una vez más. Su papá pareció más interesado, y sorprendido.

—¡Wow! —exclamó Jani, divertido.

—¿En verdad? ¿No mostraste tus habilidades?

—N-No… mi maestro me dijo que no podía lastimar a nadie, pasara lo que pasara… llamaría la atención…

—Sí, es verdad. Muy prudente por tu parte, aunque dejar que te lastimaran por una chica…

—¿E-está mal, padre? —preguntó Lee, preocupado.

—No… para nada. Te pareces a mí cuando conocí a tu madre…

Las sonrisas desaparecieron. Recordar a su madre, que ya no estaba con ellos, les supuso un nudo en la garganta.

—¿Ha habido alguna noticia de Madre?

—No… como en los últimos seis años… —El pequeño Jani comió más en silencio, bajando las orejas.

Su mamá, había desaparecido tras el nacimiento de Jani, sin una carta o motivo que lo explicara. Simplemente, de la noche a la mañana, había desaparecido. Su padre jamás entendió y hasta la fecha seguía esperándola en el pórtico que daba al sendero del campo, aguardando, pacientemente su llegada. Pero hasta el momento, su madre seguía… desaparecida. Lee quería creer que había un motivo realmente grande para haber dejado a su familia que eran ellos tres.

¿Pero, qué podía ser más importante que ellos, su familia?

Su madre era una mujer de carácter fuerte, dominante, la que mandaba en casa. Su padre, siempre más accesible y comprensivo, dedicado al trabajo en el campo, con las cosechas y la distribución de las mismas… y su madre… dedicada a impartir Kung Fu en la ciudad. Su padre respetaba su vocación, y las ganas que tenía de instruir al pequeño Lee desde que era un bebé. Lo había logrado.

Cuando se terminaron con desgana la cena, ya prácticamente nadie dijo nada, su padre se fue a sentar al pórtico a esperar a su madre, en una espera que ya se antojaba inútil, mientras Lee y Jani se lavaban los dientes y se preparaban para dormir. Jani dormía en la litera de arriba y él abajo, ya que el último juego de Chin chan pu para sortear la parte de arriba lo había ganado Jani.

—Buenas noches, Lee…

—Buenas noches, hermano.

Casi enseguida, Jani se durmió rápido como de costumbre.

Antes de dormirse, Lee recordó a su madre. Una cheetah muy fuerte, jamás la vio perder un combate contra los mejores maestros del reino…

Y de repente, su cabeza la ocupó Maple.

Una potente erección abultó las sábanas, sin que pudiera impedirlo. Había sido por reflejo y sintió sus mejillas calientes. No, todo su cuerpo estaba hirviendo. ¿Por qué sentía eso justo cuando pensaba en esa bruja? "eres un pervertido" le había gritado por ver involuntariamente sus bragas… su imaginación lo trasportó poco a poco al sueño, mientras manipulaba su miembro una y otra vez, recordándola, cada vez más en el umbral del sueño.

"Algunas veces deseo tanto que la luna apareciera en mis sueños, creo que así podría soñar mejor. Pero no tengo tiempo para soñar… no tengo…"

Mientras movía las manos bajo sus calzoncillos pensando en Maple, trataba de convencerse que no había sido un día tan malo después de todo.