Notas del autor:

Pareja: Alfred Jones/Arthur Kirkland (US/UK)

Sumario: Human AU. 1777. La Guerra de revolución americana. Tres veces el rebelde americano Alfred Jones se encuentra con el soldado británico Arthur Kirkland. Una azul; una blanca; una roja. (Traducción)

Notas del traductor:

Ok, sé que debería actualizar otro fic que tengo olvidado por ahí (y lo hare aunque tenga que morir en el intento) pero ahora quería mostrarles este fic que es escrito por uno de mis autores favoritos. Simplemente me enamoré del fic.

De una forma o de otra, por lo menos para mi, siempre es mejor leer el original, así que si alguien sabe y quiere leer en inglés , les dejare los links:

Link de la historia original: (/s/8468356/1/Blue-White-Red)

Este autor tiene muchísimas historias más (algunas ya se encuentran traducidas o en proceso de traducción) y los links tanto de las traducciones como de las originales las pueden encontrar su profile.

Link del autor: ( /u/2348750/George-deValier)

Disclaimer: Ni la historia Ni los personajes son míos, pertenecen a George deValier y Hidekaz respectivamente.


AZUL


La primera vez, Alfred esta lavando sus pies, silbando alegremente mientras lo hace y salpicando felizmente sus tobillos en la fría agua azul del frio lago azul. Sus botas, chaqueta y rifle ignorados a su lado, en un montón arrugado de color marrón y azul, como una carga olvidada de disciplina y deber. Alfred echa la cabeza hacia atrás y sonríe al cálido rayo de sol en su rostro. Ríe hacia el despejado cielo azul. Es un hermoso día, un hermoso cielo y un hermoso lugar para estar perdido

Ha sido una noche entera y un día entero. Pero Alfred había estado perdido por más tiempo, y él sabia que encontraría su regimiento de nuevo. El lugar está a muchas millas al norte de su granja en Virginia, pero Alfred aun conocela nación. Conoce los silvestres campos amarillos detrás de él y el pabellón de sauces negros a su lado. Conocela cálida y limpia esencia de la arrasadora briza y el interminable cielo azul sobre él; conoce el toque fresco del verde pasto contra sus dedos y el frio golpe de la azul agua sin fondo en sus pies. Alfred conoce esta nación, y aquí el no podría nunca estar verdaderamente perdido. Esta nación es por lo que él pelearía. La nación es la razón para el rifle a su lado.

Alfred no esta acostumbrado a la disciplina del ejército. Pero cuando su país llora por libertad, el hizo lo que cualquier patriota debería haber hecho: se enlistó y se comprometió a luchar por su libertad. Diecisiete años gastados corriendo a través de bosques y campos y ríos, Alfred nunca había conocido nada más que libertad. Pero piensa, mientras salpica sus pies y ríe al cielo, que si esto es guerra, no es tan malo.

Una presencia intrusa le provoca escalofríos en su espina antes que el ruido llegue en sus oídos. Un crujido en el pasto detrás de él; un leve cambio en le viento. Los hombros de Alfred se tensan y su estomago se aprieta. Una tensa emoción inunda sus venas. Despacio, cuidadosamente, él extiende su mano hacia atrás: pasa la tela áspera de su ignorada chaqueta y la recién adoquinada suela de sus botas, hasta que la fría y dura culata de su rifle roza sus nudillos. Rápidamente, él lo agarra, lo lleva hasta su hombro; rápidamente, se da la vuelta.

La ráfaga de briza cálida; una bandada de pájaros vuela de un sauce cercano. El cuerpo del soldado enemigo esta recto, su rifle apuntando hacia Alfred con mano experta y puntería. "Baja tu arma, rebelde." La voz británica parece llevada por el viento. Su uniforme es rojo, blanco, azul - los colores correctos en el orden incorrecto.

Los ojos de Alfred están muy abiertos, su piel hormiguea. Vista, olor, sonido – Sus sentidos lo abruman. Su respiración hace estruendos en sus oídos. Él permanece mirando agachado en el suelo, sus manos sorprendentemente firmes en el rifle. "Baja el tuyo."

El enemigo levanta la barbilla, mirando hacia abajo. "No lo hare."

Alfred no sabe como responder a eso. Su corazón esta golpeteando contra su pecho, golpeteando con tanta fuerza que siente que esta tratando de pasar a través de su piel. Alfred no ha visto una batalla. Él nunca había visto un soldado británico tan cerca. Unas cuantas veces él los había pasado, muertos: cuerpos rotos en carretas rotas o cadáveres retorcidos al costado. Algunos de los hombres reían - Alfred apartaba la vista, y esos ojos ciegos lo perseguían por días. Pero así de cerca, así de real, así de vivo… Alfred traga con dificultad, el campo se torna vívido y claro alrededor de él. Aprieta su agarre. "Tampoco yo lo hare."

Sorprendentemente, los labios del soldado de curvan en una sonrisa "Bueno, supongo que estamos en un callejón sin salido ¿No lo estamos, rebelde?"

El mundo cambió, la guerra se convirtió en algo real. Todo lo que Alfred había estado diciendo odiar estaba ahora enfrente de él: enfrente de él, y apuntando un rifle hacia su corazón. No un monstro sino un hombre, hablando palabras que él entiende. Todo el universo de Alfred giró, y giró justo de regreso en su rifle. Eso era todo lo que el tenia ahora.

Toma quizá una hora, y una buena cantidad de maniobras pero eventualmente Alfred pone su espalda contra un sauce. Su rifle aun esta apuntando al soldado enemigo, sentado contra el árbol opuesto, su propia arma aun apuntando a Alfred. El lento cielo descendente manda un destello dorado atreves del claro lago azul, y los pájaros de la tarde están ya comenzando a cantar. Alfred posa su brazo contra su rodilla, negándose a dejar caer su rifle. Toma un momento para inspeccionar al soldado británico. Él es mayor que Alfred, con un par de botas gastadas y andrajosas, y su chaqueta roja esta bordada con lazos dorados. Se ve cansado, pero es extrañamente apuesto, y su intensa mirada no ha vacilado ni una vez. Finalmente Alfred toma un respiro de aceptación y habla. "Alfred."

El británico se ve brevemente sacudido "¿Discúlpeme? "

"Bien, no bajare este rifle en un tiempo, y supondré que tu tampoco bajaras el tuyo. Así que pensé que si vamos a estar sentados aquí como hasta el día del juicio, bien podemos ser civilizados y presentarnos. Alfred" Alfred asiente "El nombre es Alfred."

El británico se detiene como aturdido. Parece estar pensando en contestar, entonces estabiliza su rifle en su rodilla antes de hacerlo. "Capitán Kirkland de los Fusileros Reales. Regimiento de Londres."

"¿Capitán?" Alfred chifla "Fantástico. Yo solo soy un soldado raso. O por lo menos, eso es lo que ellos siempre me gritan. Debes haber estado en la armada por mucho tiempo. Capitán es algo alto ¿no es así? Sin embargo, estas muy lejos de tu regimiento. ¿Te perdiste o algo?"

Kirkland inclina la cabeza, enmarcada por las hojas que caen del sauce tras el. Su rostro luce desconcertado, dando la misma mirada que Alfred ha recibido su vida entera, desde familia y peones hasta soldados y esclavos. Siempre dicen a Alfred que el no conoce su lugar. Pero la mirada de desconcierto de este capitán británico es también curiosa y extrañamente divertida. "¿Que sabes tu de los movimientos de mi regimiento, rebelde?"

Alfred levanta una mano libre, dejando caer un poco su rifle. "Hey, no se nada mas que no he visto ningún británico vivo desde… bueno, nunca, para ser honesto. Solo dejé mi casa hace unas semanas. No he visto ningún…er… Fusilero Real por aquí. Así que me pregunté si te habías perdido."

La esquina de los labios de Kirkland se levanta con desprecio. "Yo no estoy perdido. Yo soy un veterano de doce campiñas. Yo no me pierdo"

"Ah. Correcto" Alfred asiente, mirando el lago azul y los arboles verdes y el cielo violeta "Si tu no estas perdido entonces ¿Te importaría decirme donde estamos? Porque yo, bueno… yo supongo que lo estoy"

Kirkland lo mira por un momento mas antes de dejas salir un breve aliento de risa. Solo dura un pequeño momento sin embargo, y se fuerza a mirar uniformemente a Alfred una vez mas "¿Es tu milicia tan desorganizada? ¿No se te dio un mapa, Americano?"

Alfred siente su frente arrugándose con enojo "Seguro se me dio. Probablemente lo dejé en mi mochila, dame un minuto…" No fue sino hasta que coloca su rifle en el suelo que Alfred se da cuenta de qué esta haciendo. La piel arde en su cuello, los músculos en su espalda se tensan dolorosamente. Sus manos tiemblan sobre su arma tontamente abandonada y mira hacia arriba lenta y cautelosamente, hacia el soldado británico con aires de suficiencia triunfal.

"Vaya" El soldado se las arregla para parecer superior y simpático al mismo tiempo. Para la incrédula sorpresa de Alfred, el capitán deliberadamente coloca su propio rifle abajo junto a él. "No fue tan difícil ¿No es así?"

La sangre de Alfred sube salvajemente a su cabeza "¿No me vas a disparar?"

El británico pausa, sus largas cejas se juntan "¿Quién podría disparar a un hombre desarmado?"

Alfred levanta la barbilla y responde con toda la certeza de rebelión "¡Un hombre ingles!"

Kirkland levanta una gran y tupida ceja. "¿Crees tu que ningún hombre ingles podría tener la menor vacilación en dispararle a un americano desarmado?"

"Bueno…" Alfred cayó en la incertidumbre de la razón "Bueno ¿Por qué otra cosa estamos peleando esta guerra?"

Kirkland se encogió de hombros "¿Por qué estastupeleando esta guerra?"

Esto molesta a Alfred. Se cruza de brazos malhumorado y estira sus pies "No te pongas listillo, Inglés."

"Arthur." sus labios se alzan ligeramente. "El nombre es Arthur."

Arthur se unió a los Casacas Rojas porque su padre lo hizo. Arthur pelea contra los americanos porque él cree en lealtad, tradición y deber. Arthur tiene naranjas en su mochila y tabaco y un libro grueso y roto donde dibuja líneas de poesía.

Los minutos pasan como segundos. Alfred saborea el gusto de fruta fresca después de semanas de pan seco. Arthur le ofrece a Alfred hojas secas para su pipa, pero Alfred no tiene una. "Pero cuando la explosión de la guerra golpee nuestros oídos" Dice Arthur "Entonces imiten la acción del tigre: Endurezcan los tendones, reúnan la sangre"

Alfred no entiende eso. Todo lo que el entiendo es que Arthur tiene cabello dorado, como el tigre del que habla. Tiene piel blanca como papel y ojos tan verdes como arboles de sauces. Arthur ha sido en realidad algo bueno en esas duras y sanguinarias semanas. Arthur es un enemigo, pero es el primer hombre en dirigirpalabra alguna a Alfred, y él no es para nada un malvado que invade la nación, como le dijeron. Es mientras el sol finalmente se esconde en el horizonte y el último de sus rayos dorados se extiende sobre el agua, que Alfred entiende. De hecho a él… "Me gustas, Arthur"

Los labios de Arthur pudieron haberse convertido en una sonrisa, o él pudo solo desviar la mirada y colocar su mano sobre su boca. De cualquier manera, sus palabras salen en una sarcástica monotonía cuando responde. "Estoy encantado"

"¿Piensas que alguna vez nos volveremos a ver de nuevo?" Es la primera vez que alguno habla acerca de tener que partir y Arthur agacha la cabeza ante las palabras.

"Es altamente dudoso."

Alfred cree insistentemente. "Si lo hacemos, será el destino ¿Verdad?"

Arthur se burla de eso. "No. Si ocurre, podría ser una coincidencia."

Alfred se inclina hacia adelante con seriedad. Tal vez creían cosas diferentes en Inglaterra. Pero las amables mujeres de la plantación cercana siempre hablaban del destino y para Alfred eso siempre tuvo sentido. "¿No crees en el destino, Arthur?"

Arthur solo se burla mientras coloca el libro amarillo en su mochila, sacude la cascara de naranja y tabaco a un lado "No, Alfred. Si nos volvemos a encontrar otra vez, intentaremos matarnos el uno al otro."

Alfred baja sus ojos, sacude su propia cascara de naranja en los matorrales. "Ya veremos"

"Si." Arthur suena certero, sin embargo extrañamente esperanzado. "Supongo que ya veremos"

Arthur vuelve a mirar atrás mientras se va: recto, duro y orgulloso en un uniforme rojo, blanco y azul. Sus ojos se encuentran con los de Alfred, no muertos ni ciegos como los ojos británicos que Alfred conocía, sino curiosos y confundidos y oscurecidos con algo cálido y desconocido. El corazón de Alfred duele al verlo irse, un dolor que nunca ha sentido, uno que ilumina su mundo y lo oscurece al mismo tiempo.

En la creciente oscuridad, el uniforme rojo, blanco y azul de Arthur se mezclan con sus cabellos dorados y blanca piel y ardientes ojos verdes. Colores indistinguibles.


Y entonces blanco…