Notas del traductor: Ni hetalia ni este fic me pertenece, todo es de Hidekaz y George deValier respectivamente.

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Link del autor: ( /u/2348750/George-deValier)


ROJO


La última vez, Alfred se encuentra en línea, filas de blanco y azul frente a filas de rojo y negro. El golpe de los tambores le provoca un ardiente, insoportable dolor en su cabeza; helados vientos amargos cortan su piel. El campo de batalla esta ardientemente frio hoy, fuerte y silencioso como un lugar retirado, sus boscosos bordes rodeados por las ultima capaz de nieve. Alfred se siente perdido en esas filas de uniformados azules llenas de desconocidos que se suponen son sus aliados. Después de dos largos años, Alfred no conoce a esos hombres. Muchos venían, y muchos se iban, y muchos caían y se perdían y morían. Pero Alfred esta obligado por cadenas rojas, blancas y azules, y su rifle es un ancla en su hombro. El suelo verde es pisoteado bajo sus pies; el cielo se abre carmesí detrás de las opresivas nubes. Alfred conoce esta nación, el ama esta nación, pero nunca sintió su suelo tan pisoteado o vio su cielo tan rojo.

Los años son largos, y Alfred esta cansado de esto. Dicen que esto terminara pronto, pero dicen muchas cosas, y Alfred hace tiempo aprendió que no todas las palabras dichas son verdad. El mundo ahora es nada más que mentiras y mentiras cuando todo lo que él siempre quiso fue lo simple y lo real. Pero la vida no es simple, y nunca lo será, por ahora Alfred ha sangrado y peleado y sus manos que alguna vez fueron blancas ahora están manchadas con sangre. Esas líneas viejas de azul y rojo avanzan; esos tambores hilan el odio por sus venas. Pero Alfred no quiere matar, y no quiere morir. Él no quiere esas cadenas de colores o esta ancla de metal; él no quiere este suelo pisoteado y este cielo rojo. Alfred quiere esa tarde azul en el rio, él quiere esa noche blanca en un olvidado granero. Pero ahora sus días son rojos y sus noches oscuras, y su león de chaqueta roja no esta aquí para encontrarlo. Aun así, Alfred cree en la fortuna, y cree en el destino, porque cuando nada tiene sentido, tienes que creer en algo.

Ahora esto es familiar: los golpes de tambores, las órdenes gritadas, la espesa tormenta de caos descendente. Es muy familiar, y la sangre de Alfred duele con esto, con muchos meses encarando mosquetes y cañones y hombres que siguen diferentes órdenes que las suyas. Esto es familiar, aun así siempre es un shock cuando las líneas se reúnen y los colores chocan, cuando el confuso grito de batalla desciende y sus filas de blanco y azul se tornan rojo con el calor y la sangre. Esas ordenes disparadas nunca tiene sentido; Alfred no quiere esas ordenes. El aun es un soldado al frente sin nombre, porque el aun no sabe que esta haciendo, y nunca comprenderá esas filas de rojo y negro.

Un hombre cae a su lado; un hombre cae delante de él. Alfred dispara y un casaca roja cae. La blanca nieve se torna rápidamente roja. Alfred siempre se abre paso en esta bruma sin sentido, pero no sabe a donde se dirige; presiona contra una masa de rojo, blanco y azul sin saber a quien pertenecen esos colores. Pasa un momento, pasa toda una vida, entonces el fuerte golpe de la culata de un rifle lo manda de bruces al pisoteado suelo. Su arma es arrancada de sus brazos. Trata de impulsarse con sus rodillas. Botas manchadas de barro pasan frente a sus ojos; los ya muertos ensucian el verde suelo volviéndolo rojo a su alrededor. Alfred esta perdido. Su corazón resuena en su cabeza, más fuerte que esos odiosos tambores y esos detonantes cañones. Alfred esta muy confundido para sentir medo. No se puede mover; no se puede levantar.

"Alfred."

Alfred jadea ante el irreal sonido de su propio nombre. Voltea su cabeza. El rugido de la batalla se desvanece; los gritos ardientes mueren. Todo se vuelve lento y para hasta que no hay nada, nada más que unos ojos verdes brillantes, mirando hacia él y observando a través de él y volviendo el mundo algo simple y real y entendible. Arthur ríe débilmente, nada más que un suspiro sin aliento en el helado viento. "Alfred. Un gusto reunirme con un chico como tu… en un lugar como este."

Alfred se fuerza a moverse, arrastra su pesado cuerpo por el verde-rojo lodo. "Arthur," suspira, desesperado y creyente. Se acerca y agarra la mano de Arthur, la sostiene como si fuera un hombre apunto de ahogarse y aferrándose a la tierra. "Arthur," dice de nuevo, riendo, ignorando la batalla que se libra a su alrededor. Viendo a su león de chaqueta roja, Alfred olvida los pasados dos años, y de nuevo él es joven y torpe; de nuevo él esta perdido y rescatado. "¿No te lo dije, Arthur? Es el destino. Te dije que te vería de Nuevo."

Arthur yace inmóvil en el lodo, su pecho sube demasiado rápido, sus palabras son muy lentas y salen con trabajo. Su rifle esta rodo junto a él. "No seas absurdo, Alfred. Esta es simplemente otra… extraordinaria coincidencia." Arthur toma mucho tiempo para respirar y a Alfred le toma mucho tiempo darse cuenta. Pálidas manos presionan contra la desgarrada ropa y la oscura piel. Alfred parpadea mirando el rojo en blanco y rojo.

"Estas sangrando."

"Si."

"¿Por qué?"

Arthur da otro suspiro sin aliento. "Mosquete. Rifle. Bayoneta, tal vez. No estoy seguro."

Alfred solo puede mirar, este momento imposible le quita la comprensión de sus manos. "Pero tiene vendas, Arthur. Puedes arreglarlo, como arreglaste mi brazo en ese granero ¿recuerdas?"

"Cada momento." Los ojos verdes de Arthur se oscurecen, y su mano se entibiece entre la de Alfred. "Pero las vendas no pueden arreglar esto."

Alfred escucha, comprende, pero se niega. Sabe que podrá ver a Arthur de nuevo, él espera por verlo de nuevo, sobrevivió dos sangrientos años para verlo de nuevo, pero… "No así…"

Arthur comienza a disculparse, como si fuera su culpa el metal en sus entrañas. Alfred se niega a escuchar una disculpa. Jadea por el frio aire y agarra el paquete al lado de Arthur. Busca rápidamente por algo familiar, algo que pare esta desconcertante confusión, pero ahí no hay más vendas blancas y no más naranjas y el libro de poesía es rojo con sangre. Arthur aprieta suavemente la mano de Alfred, niega con la cabeza. Alfred baja sus ojos, ignorando los gritos y las ordenes y las botas pasantes que se hunden en el lodo. Su mano cae vacía y derrotada del estéril paquete.

"Creo que estoy perdido, Arthur."

"Esta bien, Alfred. También lo estoy." Su león de chaqueta roja siempre sabe que decir.

"Te encontré, sin embargo." Alfred nunca sabe que decir.

"Lo hiciste." Arthur sonríe, una simple línea de verdad en esta pila de mentiras. "Has vuelto. Eres el único que siempre regresa."

"Siempre regresare." Alfred corre betas de lodo del cabello dorado, limpia gotas rojas de los pálidos blancos labios. "Siempre regresare por ti." Alfred habla palabras que no pueden ser ciertas, palabras que desea poder decir, palabras que dibujan entintadas lágrimas rojas en los vidriosos ojos verdes.

"Todo esta bien, Alfred." Arthur suspira mas suavemente que el viento, pero Alfred lo escucha a través del caos y se pregunta por que es Arthur quien lo tranquiliza a él. "Todo esta bien." Palabras sin sentido, porque nada esta bien, no obstante, Alfred se aferra a ese sinsentido.

"No quiero esto, Arthur. Esto no es como yo lo imagine, y no lo quiero. Yo…" Alfred pausa y ahoga sus palabras. "No sé que hacer. "

El aliento de Arthur es cálido en la mejilla de Alfred. "Ve a casa, Alfred."

Esas dos palabras son un golpe de luz en este espeso, tormentoso campo de batalla. "Pero… no puedo hacer eso. Eso me hace un traidor, y no soy un cobarde." Alfred sabe que lucha por la libertad de su nación, por el destino de su nación. Pero aun que él sabe la razón, Alfred no sabe porque la piel de Arthur es blanca y sus lagrimas muy rojas por tal cosas como la libertad.

"No." Arthur sonríe mientras dice eso. Sonríe mientras sangra, mientras rompe las cadenas de rojo, blanco y azul. "Tu has peleado suficiente. Has sido lo suficientemente valiente. Ahora es tu tiempo de ir a casa. Ve a casa, Alfred, y deja estos campos de batalla a viejos hombres como yo. Ve a casa a tu cielo azul."

"Ven conmigo." Alfred sabe que es imposible. "Ven a casa conmigo, Arthur, y así nunca mas estarás perdido."

Los rojos labios de Arthur se separan, sus verdes ojos se encienden. Arthur es cálido y frio. Es el león de chaqueta roja de Alfred; su enemigo y su adoración. Es noble y fuerte. Él es toda la simplicidad y verdad en el mundo, aferrado a la mano de Alfred y sangrando en el lodo. "Pero ya no estoy perdido. Me encontraste ¿Recuerdas?"

Alfred siempre cree en el destino. Pero no entiende porque su destino pudo darle a él ese momento. No comprende porque le dio a Arthur, solo para llevárselo lejos. Tal vez había una razón, pero ahí en la suciedad y el ruido Alfred no comprende. Tal vez su destino era seguir la orden de Arthur de ir a casa, o tal vez era simplemente estar con Arthur mientras se desangraba. Tal vez era para que pudieran encontrarse, por solo unos momentos, ya fuera en un lago azul, o una blanca cabaña o en el medio de un campo de batalla de color rojo sangre. Y tal vez nunca hubo una razón del todo.

Alfred toca los labios blancos de Arthur; toca sus rojas lágrimas. Alfred puede ver a Arthur viniendo a casa en su granja en Virginia. Puede verlo acariciando a los perros y montando los caballos y riendo mientras corren juntos hacia el rio. Alfred puede ver a Arthur con su capa brillante de oro pero sin su chaqueta roja. Puede verlo corriendo a través del bosque de intenso verde debajo de un cielo azul, yaciendo en el dorado campo y mirando las grises nubes oscureciendo sobre sus cabezas. En el medio de este brutal, sangriento campo de batalla, Alfred puede ver a su león de chaqueta roja acostado con él debajo de otros, aun mas azules, pacíficos cielos.

"La lluvia viene, Arthur." Alfred susurra las palabras. "Mira el cielo conmigo."

Pero Arthur no responde. Sus ojos deberían ser curiosos y brillantes y verdes como un sauce. Pero ahora no parpadean, o se oscurece o se estrechan; ahora permanecen ciegos, y la primera gota de lluvia se mezcla con la última de sus lágrimas. Alfred siente su pecho romperse y sus sueños se desvanecen. No habrá un bosque verde intenso; no habrá cielo azul. Solo esta este sangriento campo de batalla, y esas rojas nubes son el único cielo que Alfred mirara con Arthur.

Alfred yace con la cabeza en el lodo, sujetando estrechamente la mano de Arthur, mirando mientras las oscuras nubes se abren. Pero él no ve. Los tormentosos gritos de batalla comienzan a retroceder. Él no escucha. Esas ordenes continúan siendo gritadas, pero aun no tienen sentido, y él aun no las quiere. Después de dos largos años, Alfred solo quiere que esto pare, porque aquí al lado de Arthur es el único lugar en el que siempre ha querido estar.

Pero este rojo cielo no es el cielo que Alfred quiere, así que él cierra los ojos a este. No puede cambiar su fortuna. No puede reparar este destino cruel. Pero puede esperar a ir a casa con Arthur. Entonces Alfred toma la mano de Arthur, sintiendo que se volvía lentamente fría, mientras la lluvia vuelve la sangre, la nieve y la ultima parte de pisoteado verde en lodo alrededor de ellos. Mientras los labios se vuelven azules, y la piel se vuelve blanca, y todo se vuelve rojo.

Colores indistinguibles.


Fin.


Notas del traductor: Gracias a todos los que leyeron, los que dejaron comentarios, dieron favoritos y siguieron la historia :) Este fic tiene un final que apesar de ser algo esperado, logra cautivar de todos modos.

¡Hasta la proxima~!