¡Hola de nuevo…! Ya va siendo hora de una nueva historia larga, esta vez intentaré entrar en los dominios del terror… y por eso mismo estoy repleto de malas intenciones para nuestra afamada pandilla… no sé si el resultado será tan espeluznante como espero, pero de algo estoy seguro: será un picnic en el infierno.

Y antes de dar paso a lo que sigue, déjenme agradecerles una vez más por leer mis historias, si han logrado divertirse, matar el tiempo o aprender algo por pequeño que sea a través de ellas, me doy por bien servido… y con eso, ¡vamos todos a Italia!


Cacofonía Silente.

Prólogo.

No me canso de decir que soy una persona sumamente afortunada de conocer tantos lugares en el mundo, porque más allá de dar un gran tema de conversación, te permite ver a otros lugares e incluso a tu mismo país de origen con una nueva luz.

Observo a mi esposa andar a mi lado, ensimismada, redescubriendo esta ciudad a la que hemos venido varias veces ya, pero que hoy en particular parece adquirir una nueva dimensión, principalmente porque los ojos de Haruhi están entrenados para ver cosas que antes no podía. Caminamos entre los miles de visitantes que se regocijaban al amparo de la luz vespertina y de la imponente arquitectura que rodeaba toda la plaza de San Pedro dirigiéndonos hacia la basílica del mismo nombre, uno de los centros religiosos más importantes del mundo y de la historia, y donde se encuentra en esta ocasión nuestro contratista.

—Pues para ser la sede del catolicismo, no hay tantos ángeles como hubiera pensado—. Reflexiona mientras subimos por las escalinatas que nos llevarían a la gran Biblioteca Vaticana y en particular a las oficinas administrativas, que es a donde vamos en esta ocasión. Les recuerdo que no es la fe lo que nos trae aquí, sino el trabajo.

Al entrar al intrincado complejo de pasillos, un hombre en traje negro parece reconocernos a pesar de jamás en la vida nos hemos visto. Debe delatarnos nuestra más que evidente ascendencia oriental.

—¿Detective Suzumiya?— Esperó al asentimiento de mi esposa y continuó. —Agente Perugini, Gendarmería Vaticana, el Cardenal Anderson tiene una audiencia ahora mismo, pero apenas se desocupe, los atenderá—, nos hizo una indicación para que lo siguiéramos varios cientos de metros entre pasillos alfombrados hasta una austera, pero cómoda sala de espera, el encabezado de dicha oficina era escrito en un rótulo que rezaba:

Congregatio pro Doctrina Fidei.

—¿Sabes cuál era el antiguo nombre de esta institución?— me preguntó Haruhi en un susurro, yo negué con la cabeza. —Era la Santa Inquisición.

El gendarme nos ofreció algo de beber, y luego de rechazarlo cortésmente se disculpó por dejarnos solos, argumentando que debía esperar a alguien más y yéndose por donde nos había traído. Repasamos mientras tanto las notas que Haruhi había hecho y nos preparamos con los antecedentes del caso antes de que el cardenal nos hiciera pasar.

Vi las fotografías aéreas del lugar y algo se revolvió dentro de mí… eso me preocupa. En estos últimos años, y en particular en los últimos meses he aprendido a creer más en mis instintos y mi intuición, y ambos me gritan que hay algo siniestro en ese lugar. Es un poblado boscoso entre las colinas de Virginia, tiene su propio lago y hasta hace un par de años, tenía su propio zip-code, revocado por el gobierno estadounidense. Antes de poder continuar con mis reflexiones, la puerta de caoba se abrió dejando salir a un par de religiosos, el primero de ellos era muy alto, de cabello corto rubio y gafas, su rostro era afilado y sus facciones duras con una barba rala adornándolo, como seña particular, una larga cicatriz caía por su mejilla izquierda. Vestía a la usanza común de los cardenales: con una sotana doble, negra en su interior y roja en la parte más visible.
El otro párroco tendría quizás la mitad de la edad del primero y vestía un hábito modesto en un negro que se antojaba irreal dada la limpieza de la prenda. Y aún a pesar de la edad y rango que sus ropas denotaban, el cardenal había sido quien solícito había abierto la puerta y cedió el paso al joven sacerdote, no entendí todo lo que decían, mi italiano no es muy bueno, pero el joven de negro agradecía y afirmaba que "Su Santidad" estaría complacido.

—Es un honor para mí, Camarlengo McKenna—. Dijo como despedida el cardenal mientras hacía una reverencia frente al muchacho, que reparó unos segundos en nosotros e inclinando la frente respetuosamente a manera de saludo y despedida, dejando el lugar.

—Detective, profesor—. Dijo el cardenal en inglés, dedicándonos ahora toda su atención. —He escuchado maravillas sobre ustedes, vienen ampliamente recomendados por personas muy importantes.

—¿De verdad?— Preguntó mi esposa divertida, a sabiendas de que la mayor parte de nuestro trabajo se maneja con cierto nivel de confidencialidad. —¿Quién podría habernos recomendado? ¿El Papa?

—De hecho, fue alguien un poco más elevado en la jerarquía eclesiástica… alguien llamado Gabriel.

Entonces ya se había corrido la voz sobre lo que había sucedido en diciembre pasado, la verdad es que no me sorprende tanto, ¿quién si no la iglesia debería enterarse de los asuntos de los ángeles?

—¿Esperamos a alguien más?— Retomó Haruhi, con esa impertinencia tan característica de ella.

No había terminado de decir esa frase cuando Perugini regresó al lugar con otro par de personas, y al ver de quienes se trataba me sentí muy confundido.

—¡Qué enorme sorpresa!— Dijo aquella mujer con estudiada dulzura mientras Anderson finalmente nos daba acceso a su oficina.

—No es que me moleste, pero… ¿Por qué estás aquí, Sasaki?

—La doctora Sasaki guiará el otro equipo de investigación que contrataremos, quizás su historial no sea tan magnífico como el suyo, pero es una gran investigadora, y tiene una característica que en este tipo de casos es una gran virtud.

—¿Ah, sí? ¿Y qué característica es esa?— Pregunto Haruhi mientras nos sentábamos todos frente al escritorio del purpurado.

—Laicismo—. Respondió una voz mecánica al lado de nuestra (mi) vieja amiga.

Casi echo a reír al ver a Anderson y Perugini dar un respingo al notar que estaba ahí, yo también lo noté hasta ese momento, pero ya estaba acostumbrado a lo extraño de su apariencia. Suou acompañaba a Sasaki.

—En efecto—. Retomó Anderson, recuperándose. —El desapego de la doctora puede ofrecernos una visión menos apasionada de los fenómenos que ocurren en el lugar que les pedimos investiguen, nada como un escéptico para dar fe de que algo es meramente un evento que puede ser explicado por la ciencia, al Vaticano no le gusta enviar a sus exorcistas en balde. Y ya que hablamos de eso, será mejor que veamos lo que sabemos, supongo que ya tienen datos sobre el lugar.

Haruhi y Sasaki se miraron por un momento, y mi esposa fue lo suficientemente rápida para hacer un gesto con la mano, dejando que Sasaki y Suou expusieran sus antecedentes. Las dos chicas llegaron hasta Anderson y comenzaron su explicación:

—Silent Hill fue fundado en el s. XVII por colonizadores británicos en el actual estado de Virginia, tuvo una historia común a reserva de algunos grupos radicales, en particular de corte religioso que vieron su nacimiento en dicho lugar. Después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una atracción turística de la región, o al menos así fue hasta el año de 1974. Ese año, las minas de carbón natural del subsuelo comenzaron a arder, incendio que continúa bajo tierra aún en nuestros días. Una parte importante del pueblo fue consumido por las llamas, el resto que no fue alcanzado por el fuego sufría de la emisión de gases tóxicos del incendio y algunas personas enfermaron y murieron por esa causa, con todo y lo adverso de la situación, buena parte de la población se mantuvo en sus casas hasta 1997, año en el cual el Condado de Toluca lo declaró inhabitable y finalmente los últimos pobladores lo dejaron, yéndose hacia otros estados o algunos mudándose al pueblo más cercano, llamado Brahms—. Hizo una pausa, esperando a que todos tomáramos buena nota de todo lo dicho, luego continuó. —Ha habido a lo largo de los años una serie de leyendas urbanas girando alrededor del ahora pueblo fantasma, en particular desatados por un caso criminal documentado en el cual un pederasta secuestró a un niño de Brahms, llevándolo hasta las minas de Silent Hill donde lo abandonó creyéndolo muerto, por fortuna, el chiquillo fue encontrado, pero desde aquél entonces se hablaba de gente desapareciendo en las inmediaciones de la ciudad.

Luego de su charla ilustrativa, ninguno de los presentes parecía en absoluto sorprendido por lo escuchado. Lejanamente trágico quizás, pero con todo y eso, Silent Hill parecía un lugar como cualquier otro, golpeado sin razón aparente por un desastre natural que lo llevó al abandono y al olvido, yo mismo hubiera descartado inmediatamente el caso de no ser por las investigaciones que la detective a mi lado había hecho al respecto. Sasaki hizo un asentimiento a Haruhi dándole por entendido que había terminado y que era su turno de exponer sus hallazgos. Ella se levantó con esa teatralidad que en su adolescencia fue un absoluto fracaso, pero que había aprendido a imprimir a sus acciones con el paso de los años:

—Aunque muy completa, la doctora ha omitido algunos antecedentes del lugar que me parecen importantes y dignos de mención, así que seré yo quien se los presente: El área geográfica en que el poblado está construido había sido ocupado por nativos desde mucho antes de la colonización, sin embargo, no era un centro poblacional, sino ritual al que ellos llamaban respetuosamente "Lugar de los espíritus silentes". Comúnmente se hacían sacrificios animales a las deidades que allí se adoraban, y eventualmente se llegaron a hacer sacrificios humanos. En los albores del s. XVII los primeros colonizadores expulsaron a los nativos y se establecieron en los alrededores del lago Toluca, fundando el hoy desaparecido poblado de Jamestown. A partir de ese momento fueron continuas las desgracias que azotaron al pueblo, una de las mayores fue a inicios del s. XVIII, cuando una epidemia entró y mató a la mayor parte de la población, obligando a los colonos a marcharse dejando en el abandono el territorio por más de cien años, hasta que el gobierno estableció ahí una colonia penal cuya prisión recibió el nombre que actualmente tiene, inspirado de la etimología autóctona: Silent Hill. Vino una segunda epidemia que provocó que la prisión, casi vacía, fuera cerrada en 1840 y amenazó con devolver el pueblo al olvido, pero sólo diez años después se haría el descubrimiento que marcaría el renacimiento y perdición definitiva del lugar: Un yacimiento subterráneo de carbón que pronto se volvió la fuente de ingresos de la zona y atrajo a nuevos pobladores. Apenas unos años después estalló la Guerra Civil y se construyó un segundo centro penitenciario, sólo que este servía para prisioneros de guerra, y hay muchas historias sobre los horrores que los capturados sufrieron antes de morir, aunque no se hicieron registros formales al respecto y sólo una pequeña reseña fue accesible al público al término del conflicto. En el periodo comprendido entre 1890 y 1945 el pueblo creció y prosperó considerablemente aún a pesar de las guerras, la gran depresión y otros eventos históricos, aunque debían buscar una nueva fuente de ingresos para subsistir ante el avance de la modernidad, y durante la segunda mitad del s. XX se convirtió en un sitio turístico hasta el gran incendio.

—En efecto, está mejor informada, detective, ¿pero eso cómo…?— Anderson se detuvo a una seña de Haruhi que indicaba que aún no terminaba.

—Aunado a su difícil historia, los nativos siempre adjudicaron cierto misticismo al lugar. Aún después de la colonización y hasta nuestros días hay constantes reportes de actividad inusual en las inmediaciones, cosas tan comunes como poltergeist que bien podrían ser cosas del folklore, hasta desapariciones documentadas de personas, además de una extraña serie de fotografías obtenidas del satélite de Google y exploradores simultáneamente, y como un adicional, el reciente descubrimiento de que toda la región es una zona de silencio. Sin embargo, hasta el día de hoy todas mis investigaciones han sido puramente teóricas y documentales, es por eso que entrego esta investigación como incompleta hasta que aprueben el ir directamente a Silent Hill y averiguar que pasa vivencialmente.

—Detective Suzumiya…— Intervino cortésmente Sasaki. —¿Podría instruirme un poco sobre alguno de los casos de documentación de los que habla? Nosotros también investigamos algunos y quisiera contrastar información.

El íntimo tono de desafío usado por la líder de la otra brigada había hecho un poco más pesado el ambiente, sin embargo, mi esposa tomó el reto con filosofía y tendió su mano hacia mí, a lo cual yo respondí dándole un portafolio con los documentos de los casos. Haruhi comenzó a colocar uno a uno en el escritorio.

—Primer caso: Travis Grady, camionero, desaparecido en 1986.

—Y hallado ese mismo año, regresando a casa luego de una ausencia de varios meses. El sujeto era presa de fuertes padecimientos mentales entre los cuales había episodios de amnesia prolongados, no hay evidencia de que haya desaparecido en realidad—. Refutó con su fantasmagórica voz Suou.

—Harry y Cheryl Mason, padre e hija respectivamente, el Dr. Michael Kauffman, la enfermera Lisa Garland y la oficial Cybil Bennett, todos ellos desaparecidos en 1993.

—Harry Mason era viudo, fue asesinado en Portland en 2010, era padre de otra niña llamada Heather, se cree que su primera hija Cheryl Mason falleció durante su visita a Silent Hill. Heather se fue de Portland poco después de la muerte de su padre y se desconoce su paradero.

—¿Y qué hay de los otros?— Atacó aguda Haruhi, sabiendo la respuesta.

—No han sido hallados hasta la fecha, los primeros dos eran nativos de Silent Hill, se cree que pudieron morir en alguno de los incendios. Cybil Bennett era policía del pueblo vecino Brahms, era una policía temeraria, no hay evidencia de que siquiera haya desaparecido en Silent Hill.

—James Sunderland, Ángela Orosco y Eddie Dombrowski, desaparecidos en 2003.

—El cuerpo de James Sunderland fue hallado dentro de su vehículo en el fondo del lago Toluca, se suicidó luego de caer en cuenta de que había asesinado a su esposa enferma.

—¿Y los otros dos?— Volvió a provocar sabiendo que no había una respuesta razonable.

—No han sido hallados hasta la fecha—. Repitió Suou.

—Si eso no fuera suficiente para una duda razonable, he aquí una última evidencia—, conectó un cable de su nuevo reproductor portátil al enorme televisor de la oficina, proyectando una serie de fotografías satelitales y a nivel de suelo. Las imágenes del satélite mostraban el lago Toluca y sus orillas, un panorama bastante claro del pueblo y el bosque a su alrededor en un día luminoso, luego pasaron fotografías tomadas en un automóvil al pasar por la autopista a las afueras se Silent Hill, en el cual el bosque y parte del poblado apenas si eran visibles por una espesa niebla que no permitía ver el lago, a menos de una milla del risco desde el cual la serie de fotografías fue tomada.

—Llámeme ignorante, detective, pero… ¿Se supone que deberíamos ver algo especial en estas fotografías?— Preguntó Anderson, comenzando a parecer aburrido.

—No mucho en realidad…— Dijo con autosuficiencia. —…sólo que ambos juegos de fotografías fueron tomados el mismo día a la misma hora…

—Eso es imposible—. Dijo Anderson mientras se acomodaba el arco de las gafas y se ponía de pie para acercarse al monitor. —¿Ya corroboraron con…?

—La información fue cotejada por Google directamente, las fotografías que se exhiben hoy en el sitio web son imágenes tomadas anteriormente, estas fueron remitidas al FBI para su análisis, ellos dieron autenticidad al hecho, pero tampoco han terminado la investigación. La única propuesta razonable que tenemos sobre la mesa es ir allá y averiguar qué sucede en realidad.

Anderson pareció reflexivo mientras miraba las imágenes pasar en el monitor, y noté que cierto brillo de interés inundó sus ojos.

—Su expedición será auspiciada por El Vaticano, detective—, resolvió al fin, —pero debe saber que no será la primera en ser enviada por nosotros a Silent Hill. Otro religioso fue enviado a finales del año pasado, su misión será la de encontrarlo o en su defecto averiguar qué pasó con él. En esa ocasión fuimos demasiado confiados y enviamos sólo a un hombre para hacer las averiguaciones, no volveremos a cometer el mismo error, por eso el equipo de la doctora Sasaki será su respaldo.

—Cardenal, no necesitamos un…

—Es un requisito, detective, no es opcional—. Anderson fue determinante al decir esas palabras, Haruhi suspiró apenas pudiendo ocultar su irritación.

—Está bien… ¿y quién es el religioso al que debemos buscar?

—Al cardenal Carlos Arturo Truque, de la arquidiócesis de Bogotá, desaparecido en septiembre del año pasado.


El resto de la reunión fue de detalles respecto a la logística y datos sobre nuestro objeto de búsqueda, y una hora después caminábamos fuera de la Plaza de San Pedro hacia nuestro hotel en las calles de Roma. Haruhi parecía muy feliz de haber conseguido la autorización para el proyecto.

—Y una vez más, nuestro jefe nos oculta cosas—. Dije luego de analizar la actitud de Anderson al despacharnos.

—Vaya, finalmente comienzas a mostrar dotes detectivescas… ya era hora.

—Tú sabes algo, ¿cierto? Sobre Anderson.

—¿Sobre el paladín Alexander "Bayoneta" Anderson? Ya lo creo… y no sólo sobre él—. Caminaba con su típico paso veloz mientras fingía que no daba importancia a nuestra charla, pero yo sabía que estaba ansiosa por contarme, así que sólo fue cuestión de tiempo para que su soliloquio comenzara: —El don del exorcismo es raro incluso entre los eclesiásticos, sólo unos cuantos son capaces de realizarlos, y más raros aquellos reconocidos por El Vaticano como tales. En nuestra época hay cuatro exorcistas reconocidos como los más destacados y poderosos de las filas del catolicismo: el italiano Gabriele Amorth, el español José Antonio Fortea Cucurull, el colombiano Carlos Arturo Truque y el británico Alexander Anderson. Mandaron a uno de los mejores exorcistas a Silent Hill y ahora está perdido allá… por supuesto que saben que algo extraño pasa en ese lugar.

Luego de caminar algunas cuadras y llegar a las escalinatas del hotel que nos hospedaba pude ver tres rostros conocidos que por más de diez años eran cosa de todos los días, pero que se habían tomado largas vacaciones de Haruhi… afortunados sinvergüenzas, por eso seguramente tienen esas expresiones jubilosas en el rostro al vernos.

Nagato vestía un sofisticado conjunto retro muy europeo que exaltaba idealmente su menuda figura, haciéndola parecer una figurilla de porcelana mientras nos obsequiaba con esa discreta sonrisa a la que comenzaba a acostumbrarme. A su lado, elaboradamente vestido en traje de diseñador estaba el ésper de nuestra pandilla, incluso había un bombín sobre su cabeza que combinaba con el negro del resto del atuendo, lucía un poco más maduro, quizás embarneció por estos meses de vivir en pareja. Y junto con ellos, la viajera del tiempo. Debo hacer especial énfasis en ella, pues era la que mayores cambios mostraba, de tal suerte que me costó un poco de trabajo reconocerla… siendo justos, su apariencia apenas si había variado, el cambio estaba en el tipo de "aura" que emitía… era distinta, motivada, segura… semejante a la de Haruhi.

—¡Los eché tanto de menos!— Dijo Asahina rodeándonos a ambos con sus brazos y al borde del llanto.

—¡Vamos, Mikuru! ¡Sólo fueron unos meses!— Dijo Haruhi divertida, aunque se puso seria de inmediato y miró a Asahina con suspicacia. —Porque fueron sólo unos meses, ¿verdad?

Sonrió ampliamente, confirmando nuestras sospechas: lo que fueron sólo unos meses para nosotros fue un tiempo mucho más prolongado para ella… supongo que los detalles los sabré luego…

—¿Conseguimos el proyecto?— Preguntó el ésper regresando de inmediato a la teatralidad de su rol como vice comandante de la brigada.

—En efecto… ¿de qué aparador robaron esa ropa…? Ah, no importa… pero será mejor que regresen cuanto antes a los jeans, porque mañana por la mañana volamos a Estados Unidos… otra vez—. Subió a lo más alto de la escalinata y nos encaró a los cuatro con pose de autosuficiencia mientras nos señalaba con el índice derecho y nos deslumbraba con su gesto. —¡Un misterioso pueblo fantasma ha dejado muchas preguntas sin responder y personas desaparecidas! ¡Podría ser un pueblo embrujado! ¡Es por eso que mi Brigada SOS viajará hasta allá y correrá la venda que oculta los secretos que entraña! ¡La Brigada SOS irá a Silent Hill!

Prólogo.

Fin.


El disclaimer:

Haruhi Suzumiya y todo lo relacionado con ella es propiedad de Nagaru Tanigawa, Noizi Ito y Kadokawa Shoten.

Silent Hill y todo lo relacionado es propiedad de Konami Computer Entertainment.

Y aquí comenzamos. Háganme saber que hay en su mente con este planteamiento, ¡espero sus comentarios y nos vemos en la actualización!