Traducción autorizada por Cheryl Dyson

Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. La historia pertenece a Cheryl Dyson, yo traduzco por mero entretenimiento.

Resumen: Harry pensaba que era perfectamente feliz hasta que Hermione le organizó una cita a ciegas.

Traductor: DarkPotterMalfoy

Beta: FanFiker-FanFinal (para todo el fic)

Dedicada a: HeartSun y xonyaa11 por dejar comentarios en cada capítulo que dejo desde que empecé.


Capítulo 1

—No—dijo Harry—. Absolutamente no.

La cara de Hermione se puso rígida, lo que indicaba que planeaba aferrarse a la idea con la tenacidad de un percebe a los restos del barco.

—Harry—dijo en un tono que reconoció como razonable.

—No—repitió, y se esforzó por mantener el pánico en su voz.

—Honestamente—le espetó ella—, no te hará daño reunirte al menos con él. Toma una copa y charla un poco, y si no tienes interés en una nueva cita, te vas. No te vas a enfrentar a un mortífago que te está apuntando con su varita.

—Una cita a ciegas—respondió con la mirada. No se molestó en mencionar que prefería la escena mortífago/varita—. No veo por qué esto es tan importante.

Hermione suspiró y su decidida expresión cedió un poco.

—Yo creo que sí, Harry.

Apartó la mirada y se contuvo de protestar. Él no estaba solo. Al menos, no muy a menudo. Solía estar ocupado con el trabajo, y cuando no lo estaba, tenía a Ron y Hermione, George y Angelina, y Teddy. Realmente, no tenía tiempo para una relación.

—Es sólo una cita—repitió—. No te estoy pidiendo que te cases con él.

Puso los ojos en blanco y se preguntó por qué se había molestado en protestar. Sin un argumento válido, lógico, no tenía ninguna posibilidad con Hermione.

— ¿Quién es ese dechado de virtudes?

Hermione casi se hincha de la alegría.

—El amigo de un amigo y es guapo. Tiene un excelente trabajo en San Mungo y aparentemente es muy apuesto. Y rico, por lo que no te querrá por tu cuenta de Gringotts.

—No, sólo por la cicatriz—murmuró Harry, pero luego dijo en voz más alta—. ¡De acuerdo! Pero yo elijo el sitio y sólo una copa.

Hermione sonrió radiante.


Harry se detuvo y miró su reflejo en la ventana. Se aplastó el pelo un poco y reflexivamente tapó su cicatriz con el flequillo, a pesar de que lo había hecho antes de salir de casa.

Respiró profundamente y empujó la puerta del pub. El local estaba en penumbras y se detuvo para que sus ojos se acostumbrasen. Fuera hacía un día brillante y soleado, lo que probablemente reflejaba la falta de clientes en el interior. Sólo dos mesas estaban ocupadas, una por un grupo de cuatro, discutiendo en voz alta acerca de los efectos de sustitución de ciertos ingredientes de pociones en el whisky, y en la otra un hombre solo.

Los cuatro estaban sentados cerca de la ventana de enfrente, cuando alzaban el vaso y la luz del sol pasaba a través se reflejaba el arco iris; el otro estaba sentado en un rincón sombrío, casi completamente fuera del campo de visión debido a las palmeras desaliñadas que bloqueaban la mayor parte. Aun así, había visto a Harry y lo estaba mirando directamente. En la mesa frente a él había una única copa de vino blanco y una bufanda verde yacía casualmente colocada alrededor de su cuello.

Harry se detuvo en la barra para pedir un whisky de fuego y luego se dirigió hacia el hombre, que no se levantó cuando Harry le tendió la mano.

—Hola—dijo Harry—Soy Harvey.

Unos dedos fríos se apoderaron de Harry y apretaron con suficiente fuerza un momento antes de soltar.

—Draven—respondió.

Harry se sentó en el otro lado de la mesa y examinó las facciones del hombre, consciente de que era de la misma altura. Para disgusto de Harry, el hombre era muy guapo, una razón menos para irse de la cita. Su cabello rubio ligeramente ondulado, caía sobre su frente para ocultar casi un brillante ojo azul. Su nariz era recta y tenía bonitos pómulos, aunque su barbilla parecía un poco suave y su rostro era más redondo de lo que Harry prefería.

No seas superficial, se regañó Harry, es lo suficientemente atractivo.

El hombre alzó su copa de vino y estudió a Harry por encima del borde mientras tomaba un trago. Harry se preguntó si había resultado suspenso en el concienzudo examen del hombre. Casi se llevó una mano para tocar el Galeón Glamour que llevaba debajo de su camisa. Pese a la insistencia de Hermione sobre la cita, se negó a ser reconocido por alguien como él. Había mucha posibilidad para las falsas expectativas. Por una vez, Harry quería hablar con un hombre común, y que le hablara como si no fuera alguien especial.

El galeón estaba impregnado de sutil magia, inventado por George Weasley. Se alteraba la percepción del espectador y hacía al usuario ligeramente diferente. Cuando Harry se miró al espejo, su pelo era marrón en lugar de negro, ojos azules en lugar de verdes y no había cicatriz. Era extraño cómo esos pequeños cambios podían hacerle completamente irreconocible.

—Mis amigos parecían muy interesados en que nos reuniéramos—dijo Draven—. ¿Alguna idea de por qué?

Harry sonrió.

—¿Los tuyos también? Creo que la mía ha tenido pareja por tanto tiempo que piensa que cualquier persona sin ataduras debe tener alguna enfermedad mental. Ellos son la esperanza para defender mi locura inminente, emparejándome con —Harry se detuvo, dándose cuenta de que había estado a punto de decir "con cualquiera que respire", pero se dio cuenta de que podría fácilmente ser tomado como un insulto—…con cualquier hombre atractivo que puedan encontrar.

Para su alivio, una sonrisa apareció en la boca del hombre.

—¿Estás sugiriendo que soy atractivo?

Harry sonrió.

—Sí. Definitivamente eres agradable a la vista—sintió un ramalazo de sorpresa cuando se dio cuenta de que en realidad estaba coqueteando. Podía imaginarse vítores de Hermione cuando exigiese un resumen posterior.

El camarero evitó una réplica cuando Draven tuvo la intención de hacerla, y Harry tomó el vaso en cuanto el hombre se fue. El escocés estaba frío, pero le dejó una sensación agradable de quemazón en el pecho.

—Dime Harvey, ¿dónde trabajas?

Harry dejó el vaso.

—Hum. En el Ministerio.

Draven sonrió. Sus dedos jugueteaban con la copa de vino, acariciando el tallo con apenas movimiento, como si odiase estar quieto, pero no quería que ninguno de sus movimientos fuese obvio.

—La mitad del mundo mágico trabaja en el Ministerio. ¿Te importaría ser más específico?

—En el Departamento de Aurores—admitió Harry.

Una rubia ceja se alzó.

—Y tú, ¿trabajas en San Mungo?—preguntó rápidamente Harry, esperando que Draven pidiese detalles—. ¿Eres medimago?

—En prácticas.

—¿Tu especialidad?

Daños causados por hechizos—lo admitió a regañadientes y Draven tomó un sorbo de vino. La curiosidad de Harry se despertó. Se preguntaba si había alguna razón personal para que Draven hubiese seleccionado ese campo, pero era una pregunta demasiado íntima que hacer después de pocos minutos de conversación—. ¿Podemos dejar de hablar de trabajo? —continuó Draven—. Acabo de venir de allí y preferiría hablar de algo que me recuerde las cosas que tengo que hacer mañana.

Harry asintió con la cabeza.

—Sí. Sí, por supuesto. Paremos de hablar de trabajo—alzó el vaso con una sensación de ligereza y se sintió aliviado cuando la copa de vino de Draven tintineó contra la suya. Draven echó la cabeza y el cuello hacia atrás cuando tragó. Los ojos de Harry siguieron la línea de su cuello esbelto. Draven llevaba una camisa blanca, con tres botones abiertos en la parte de cuello, dejando al descubierto el hueco por encima de su esternón. Durante un embriagador instante, Harry se preguntó cómo sería apretar la lengua ahí.

Bajó la copa y Harry rápidamente tragó su whisky, apartando su mirada.

—¿De qué vamos a hablar, entonces?—preguntó Draven—. ¿Literatura?

Harry arrugó la nariz.

—¡Cielos, no!

Draven frunció los labios.

—¿No lees?

Harry sintió que podría haber perdido algunos puntos.

—No tengo nada en contra de los libros, pero prefiero utilizar mi tiempo en el exterior.

—Me doy cuenta por los músculos.

Harry se animó; el tino de Draven había sido definitivamente aprobatorio. Los ojos azules se deslizaron sobre los hombros de Harry y él apenas resistió inflarse como un preciado gallo.

—Me gusta volar.

—Entonces, tenemos eso en común.

—¿Quidditch?

Halcones de Falmouth.

Puddlemere United— respondió Harry con una sonrisa.

—Nunca ganarán la Copa.

—Con Fleetwood como buscador, sin duda lo conseguirán.

—No si su portero no puede hacer frente a los Cazadores Halcones. Si meten suficientes quaffles, no importará si Fleetwood atrapa la snitch.

Harry negó con la cabeza.

— Tate Clark está mejorando. No va a ser una masacre como aquel partido contra los Tornados.

—Los gemelos Ignatius son lentos.

—¡No son lentos!—protestó Harry.

Los labios de Draven se movieron en una lenta sonrisa y alzó su vaso.

—Lentos como las tortugas—dijo, y bebió el último trago de su vino.

Algo en el gesto envió calor directamente a la ingle de Harry. Un trago, le había dicho, y esperaba con pánico que Hermione no le hubiese dado esa información, de lo contrario Draven se pondría de pie y saldría fuera de su vida, y de repente Harry no quería que eso pasase.

Para su alivio, Draven alzó un dedo hacia el camarero, indicándole su deseo de una dosis adicional. Harry dejó escapar un suspiro.

—Las tortugas no vuelan—dijo estúpidamente.

Eso le valió otra sonrisa.

—Entonces, pájaros increíblemente lentos.

Harry resopló y dio otro trago.

—Hicieron un buen partido contra las Avispas de Wimbourne la semana pasada.

Draven estuvo de acuerdo y la conversación continuó a través de los méritos de los distintos equipos y las deficiencias de algunos jugadores variados. Harry pidió una segunda copa y se relajó, sintiéndose mejor de lo que se sentía en mucho tiempo. Draven tenía ideas inteligentes y muchas veces irónicas e ingeniosas.

—Claro está, que Jamison tiene el mejor culo de toda la Liga—añadió Draven después de un desacuerdo cordial sobre los méritos del golpeador.

Harry casi se ahoga con su whisky y dejó el vaso, ciertamente Draven tenía que haber esperado a que tragase para hacer esa declaración.

—Discutible. Tengo debilidad por Kenneth Williams.

—El suyo no está mal. ¿Estás seguro que sólo es su culo, o estás hablando de todo el paquete?

—No he visto su paquete—respondió Harry y soltó una risita, ganándose un bufido de Draven—, pero quizá tenga debilidad por los rubios —miró intencionadamente por encima de la mesa esperando que la impresión fuese coqueta y no espeluznante.

Draven sonrió.

—Debo decir que esto ha sido más agradable de lo esperado—a pesar de sus palabras, Draven metió la mano en su túnica y sacó una pequeña bolsa de cuero. Sacó varias monedas y las puso sobre la mesa.

Decepcionado de que su tiempo llegase a su fin, Harry cogió algunas de sus monedas y las tiró al azar sobre la mesa mientras intentaba decir algo, con la esperanza de concertar otra cita. Una de las monedas cayó sobre el borde y salió fuera de la mesa.

Draven se inclinó para recuperar la moneda al mismo tiempo que Harry. Los dedos largos y delgados atraparon el metal cilíndrico, pero la atención de Harry fue sorprendida por un metal diferente, apenas visible en el cuello de la camisa de Draven.

Harry se enderezó con una brusca inhalación. Draven puso la moneda sobre la mesa y levantó una ceja hacia Harry, quien hizo un gesto vago hacia el pecho de Draven con una punzada de decepción.

—Llevas un Galeón Glamour—dijo Harry. Tenía la esperanza de que Draven fuese un hombre genuino. ¿Quién era realmente? ¿Un reportero? Harry sintió que el respirar se le dificultaba por un momento, su pesar lo sorprendió con intensidad. ¿De verdad se había esperanzado después de esa conversación? ¿Qué tan patético y desolado era?

La mano de Draven se fue a su pecho y luego la quitó.

—Yo… yo no quería conocerte con mi verdadera identidad —dijo—. Yo soy… conocido.

La declaración no era lo que Harry había esperado.

—¿Conocido? ¿Eres famoso?—su mente divagaba sobre cualquier tipo de celebridad, desde jugadores de quidditch a funcionarios del Ministerio. Palideció ante la idea de que Draven fuese Kenneth Williams, después de la charla sobre su admirable culo.

—Posiblemente, el malo de la historia—los dedos de Draven fueron al tallo de la copa de vino y dio golpecitos tan suaves, que el vidrio no se movió de la mesa.

Harry parpadeó. ¿Mala fama?

—Maldita sea—Harry dijo en voz baja—. Supongo que debo confesar antes de comportarme como un arrogante—metió la mano en el cuello de su camisa y sacó su propia moneda.

Los ojos de Draven se abrieron como platos y luego se rió en voz baja.

—¿No serás famoso también?

—No exactamente—dijo Harry—. ¿Nos los quitamos a la de tres?

Draven suspiró y asintió.

—Por si sirve de algo, ha sido un placer hablar contigo, mientras ha durado.

—Sí. Lo ha sido. Uno. Dos. Tres.

A la de tres, Harry se quitó la cadena por encima de su cabeza y la dejó caer sobre la mesa. Draven hizo lo mismo y el corazón de Harry cayó como una piedra en algún lugar de su abdomen.

—Draco Malfoy—dijo rotundamente.

—Potter. Maldición.

Malfoy se deslizó hasta el borde del reservado y se incorporó a medias, obviamente con la intención de escapar sin más discusión. Harry se acercó y puso una mano sobre su muñeca. Los ojos grises-azulados se abrieron con sorpresa.

—¡Espera!

Malfoy frunció el ceño, pero él se acomodó en el asiento, la impaciencia reflejada claramente en su rostro. A su pesar, Harry encontró cambios en la apariencia de Malfoy. De hecho, las características naturales de Malfoy eran más atractivas para él que el espejismo que había sido Draven.

—Nuestros amigos, ¿por qué iban a hacerlo? ¿Qué creen que nos pasa?

—Mi querida Pansy probablemente pensó que sería una broma divertida. Debo de haberle hecho algo para molestarla un poco, aunque no puedo imaginar qué podría ser para llegar a este nivel de ridiculez.

Harry se dio cuenta de que sus dedos seguían tocando la muñeca de Malfoy, pero no lo soltó.

—Tiene sentido de tu parte, pero de la mía no. Mis amigos y yo, realmente no gastamos bromas. ¿George?, de acuerdo, pero Hermione, nunca.

Malfoy frunció el ceño. Sus ojos recorrieron la sala, pero sólo dos personas habían entrado; una pareja de mediana edad que había tomado asiento en el bar y bebían varios vasos de cerveza. Ellos estaban metidos en una discusión y no prestaban atención a Harry ni a su agitado compañero.

—Entonces, ¿por qué?

Harry negó con la cabeza.

—Tal vez Hermione no sabía que eras tú. Ella sólo dijo que eras atractivo y que trabajabas en San Mungo—con un sobresalto, Harry se dio cuenta de que ambas cosas eran ciertas. Malfoy había mentido acerca de ser un medimago en prácticas. Harry sabía que había ascendido rápido en la plantilla de medimagos de San Mungo. Medimago para los sangre puras, lo denominaban. Así le llamaban generalmente con sorna, pero Harry supuso que los envejecidos sangre pura se sentían más cómodos con Malfoy que con un hijo de muggles. A pesar de que la guerra había finalizado, las diferencias de clase no habían cambiado mucho.

—Y Pansy me dijo que eras un funcionario del Ministerio devastadoramente guapo.

Los labios de Harry se curvaron.

—Bueno, ella sólo ha mentido parcialmente, entonces.

—¿Ya no eres funcionario del Ministerio?

Harry se quedó boquiabierto. ¿Malfoy insinuaba que él era devastadoramente guapo?

Malfoy sonrió.

—De acuerdo, parece ser que sólo nos dijeron lo suficiente como para crear intriga. ¿Cómo es posible si ni siquiera hablan entre ellas?

Harry trató de liberarse de su asombro, consciente de que sus dedos seguían tocando la muñeca de Malfoy. El calor que traspasaba la tela y separaba las dos pieles, parecía arder.

— Hermione trabaja para el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica.

—Por supuesto que sí. Pansy es una fisgona. Maldita sea, seguro que trabaja para Granger.

—¿Pansy es qué?

—Una fisgona. Ella investiga cosas, en su mayoría pequeños secretos sucios. Chismes, castas de amor, encuentros clandestinos con personas casadas. Una cotilla.

—Oh. Como un detective privado, entonces.

—¿Un qué privado?

—Es una cosa muggle. Así que es muy probable que trabajen juntas de vez en cuando. Es… una conclusión inquietante. ¿Cómo crees que esperaran el resultado de esta reunión?

—Pansy probablemente esperará que nosotros nos hayamos hechizado el uno al otro y acabemos en El Profeta—Malfoy miró alrededor de la estancia—. Alguien de aquí, probablemente, tomará fotos para ella.

Los dedos de Harry se contrajeron reflexivamente, pero no quitó la mano.

—Si Hermione ha hecho las paces con Pansy Parkinson, entonces es probable que esté esperando que haga lo mismo contigo.

—O tal vez sólo quiere que eches un polvo—sugirió Malfoy.

Harry se sonrojó y apartó la mirada, sabiendo que Malfoy podría estar en lo cierto.

—No hay muchas opciones de que eso ocurra—murmuró.

Malfoy tiró de su brazo, dejando los dedos de Harry sobre la vacía y fría mesa.

—No, supongo que no—dijo en un tono frío que no había estado presente antes—. Ha sido una reunión interesante, Potter. Saluda de mi parte a Granger.

—¡Espera!—Harry volvió a decir, aunque su mano sólo cogió el borde de la camisa de Malfoy esta vez.

Una mirada molesta cruzó las facciones de Malfoy.

—¿Qué, Potter?

—Esto no puede…¿Quieres decir que esto es todo?

—Lo que estás haciendo no tiene sentido. ¿Seguro que quieres prolongar este tormento? No hay ninguna posibilidad de que ocurra algo entre nosotros, así que creo que es mucho mejor si ponemos fin a nuestra relación ahora, antes de que llegue a las manos o hechizos.

—No, espera. Escúchame. Creo que me he dado cuenta del punto de vista de Hermione. Tú has escuchado rumores sobre mí, ¿cierto?—Harry trató de mantener su desesperación, coloreando sus palabras, pero él no quería que Malfoy saliese de su vida, no cuando un mundo de posibilidades se había abierto de repente.

—Siempre hay rumores sobre ti, Potter. Sigues siendo el tema de elección entre los pseudoperiodistas empleados por los andrajos que pasan por las diversas publicaciones de noticias.

—Ya sabes los rumores a los que me refiero—dijo firmemente.

—Ah. ¿Los que indican que eres un chupapollas? ¿Qué la comadrejilla te dejó porque te pilló besando a uno de su hermanos? ¿Qué tu sesión de fotos con Kenmare Kestrels se convirtió en una orgía fuera de horario? ¿Esos rumores?

—Sí—Harry lo miró—. Y para que conste, nunca he besuqueado a ningún hombre Weasley, ni he tenido una maldita orgia con los Kestrels—Ginny le había pillado besando a Dean Thomas y la orgía no había sido nada más que una fiesta de borrachos, y posiblemente algunos tanteos esclarecedores con Oliver Wood y su novio Chase. Harry se marchó antes de que las cosas se pusiesen serias, pero no antes de que alguien tomase suficiente información para ir a la prensa con una historia salaz.

—De acuerdo. El hecho que estés aquí, sin embargo, da validez a algunos de los rumores.

—Sí, prefiero los tíos.

Malfoy sonrió.

—Está bien—esperó con una pálida ceja levantada.

—La prensa tampoco te trata a ti demasiado bien.

—Obviamente—dijo Malfoy y se acomodó en su asiento. Con un tirón, recuperó su manga de la mano de Harry y señaló su copa de vino vacía—. Págame otra si vas a tener la intención de tenerme aquí toda la noche.

Harry dudó por un momento, casi seguro de que Malfoy tenía la intención de escaparse en el momento en el que Harry bajase la guardia, pero de todos modos se levantó y fue a la barra a por un vaso del caro vino blanco que Malfoy había estado bebiendo.

Cuando volvió, Malfoy estaba sentado, inmóvil. Aceptó el vaso y bebió otro trago mientras Harry se sentó.

—¿Esta ridícula charla va a ir a algún sitio?—preguntó Malfoy poniendo el vaso sobre la mesa.

—Tengo una idea—dijo Harry.

—Asombroso. ¿Deberíamos alertar a los medios de comunicación y hacerles saber acerca de este fenómeno anormal?

Harry le dio una patada bajo la mesa. Malfoy hizo una mueca.

—Ahora, escucha. Obviamente, ninguno de los dos está dispuesto a renunciar a esto como las chicas esperan – ellas lo esperan – pero no quiere decir que sea una mala idea.

—¿De qué estás hablando?

—Es hora de salir del armario, oficialmente, quiero decir, y acabar con esto de una vez. Estoy cansado de esconderme de lo que soy. ¿Sabes qué revuelo de mierda se va a generar? Y creo poder manejarlo. Si tuviera que exponer a una persona normal a este tipo de escrutinio… Bueno, ¿entiendes lo que quiero decir?

—No me gusta admitir que estoy empezando a entender tu idioma.

Harry lo miró y esperó. Malfoy se sacudió con un golpe rápido de los dedos el pelo de su frente, que cayó de nuevo sobre ella de una manera que hizo a Harry querer acercarse y tocarlo. Él silencio ese pensamiento.

—¿Estás diciendo que quieres que nos hagamos pasar por pareja para que tenga que lidiar con el odio, howlers y la virulencia de tus decepcionados fans?

—Eso no es exactamente como lo diría…—comenzó Harry.

—¿Qué hay de mí?—preguntó Malfoy—. ¿Además del hecho que salir con el poderoso Salvador mejorará potencialmente mi imagen vilipendiada? Salvo la parte en la que la gente asumirá que te tengo bajo la Imperius, o te he drogado, o que me inventado cualquier hechizo oscuro con el que cautivarte.

—¿Qué quieres?—preguntó Harry, sabiendo que Malfoy tenía razón. Una espiral de dudas revolvió su momentánea esperanza.

Malfoy parecía considerarlo, y dio un largo trago al vino mientras Harry esperaba. Resistió la tentación de tamborilear los dedos sobre la mesa, y en su lugar arrancó las costuras del pantalón, donde estaban agrupadas alrededor de la rótula.

—Dejaremos que lo sepan—dijo Malfoy finalmente—. Pretenderemos que salimos, que somos una feliz, aunque desquiciada, pareja, saldrán nuestras fotos en los periódicos, trataremos con el odioso correo, y después organizaremos una ruptura apoteósica. ¿Eso es lo que tenías en mente?

—Eh… básicamente, sí—dijo Harry.

—Muy bien. Estoy dentro. Discutiremos mi precio después.

—¿Seré capaz de pagar ese precio?—preguntó Harry, con un poco de pánico.

Malfoy sonrió.

—Ya veremos, ¿no?—levantó su copa—. Por nuestra nueva asociación.

Harry levantó su vaso de hielo derretido con residuos de alcohol. Él y Malfoy brindaron juntos.

—Por nuestra asociación—dijo Harry y bebió, sintiendo como si acabara de hacer un trato con algún terrible dios del inframundo.

—Te enviaré una lechuza—dijo y se puso de pie. Esta vez, Harry lo dejó salir.


Harry salió de la red flu directo al salón de Ron y Hermione. Hermione levantó la vista del libro que estaba leyendo y Ron dejó el pergamino para enrollarlo rápidamente.

—Hey, Harry—dijo Ron.

Harry asintió con la cabeza hacia Ron mientras se quitaba de la manga el polvo flu. Fijó su mirada en Hermione.

—¿Te importaría decirme en qué estabas pensando?

Ella se sonrojó mientras colocaba un punto de libro de seda y lo dejaba a un lado.

—Oh cielo. ¿Ha salido mal, entonces?

—¿Exactamente, cómo esperabas que fuera? ¿Draco Malfoy? Entre todas las personas, no puedo creer que hayas conspirado con Pansy Parkinson.

—Lo siento, Harry, sólo parecía una idea sensata. No al principio, claro está. Pansy lo sugirió a modo de broma. Pero cuando más hablamos de ello…

Ron interrumpió.

—¿Malfoy? Espera, ¿has estado hablando con Pansy Parkinson?

Hermione frunció el ceño.

—Sí, Ron, sólo te he hablado de ella como seis docenas de veces.

—¡No sabía que mencionabas a esa Parkinson! Pensaba que era una Pansy diferente. Pansy Johnson o Pansy Rodríguez o algo así, no esa malvada perteneciente a Slytherin.

—Entonces—dijo Harry, tratando de eludir tangentemente a Ron—, pensaste que sería una buena idea. Debido a la publicidad, ¿no?

—Somos adultos, Ron. Nosotros no discutimos sobre el pasado para concentrarnos en el futuro. ¿Qué entiendes por publicidad?

Ron bufó.

—Sí, probablemente no es una buena idea sacar el tema de cómo ella trató de vender a Harry a Tú-sabes-quién.

—Pansy es leal a sus amigos, y puedo respetar eso. También es completamente despiadada y encontró una evidencia y ha llegado…

De todos modos—dijo Harry en voz alta—, parece que Malfoy yo estamos saliendo.

Dos pares de ojos se centraron en él, Hermione se sorprendió y Ron se horrorizó. Hermione sonrió ampliamente mientras Ron resopló. Ella gritó.

—¡Oh, Harry, eso es maravilloso! Creía que habías dicho que había ido mal. ¿Cómo te…

—¿Saliendo?—gritó Ron.

—Cálmate, Ron.

—Cálmate—dijo ella—. ¿Habéis perdido la cabeza por completo? ¿En qué estabas pensando?

Harry se encogió de hombros.

—Malfoy y yo hemos llegado a un acuerdo mutuo. Es más bien comercial, si lo deseas.

Ron se tapó con los cojines, intentado apaciguar las palabras de Harry.

Hermione frunció el ceño.

—¿Un acuerdo comercial?

Harry asintió con la cabeza. Una lechuza, desconocida e impresionante, dio un golpecito en la ventana. Hermione abrió el picaporte y dejó que pasara.

—Es para ti, Harry—dijo ella, y le entregó el mensaje.

La nota era sencilla, escrita con una caligrafía elegante y tinta plateada. Harry se giró para que le diera más luz.

Nos vemos a las 8 p.m. en La Zanjadora Saludable. No te vistas como un refugiado.

D

—Tengo una cita con Malfoy. Esta noche. Oh, dios, ¿qué me pongo?

Ron se puso un cojín sobre la cara para amortiguar los sonidos de asfixia.


Harry se levantó con torpeza sobre los adoquines en el exterior de La Zanjadora Saludable. Su Tempus —el sexto en una hora—, le indicó que habían pasado diez minutos de la hora acordada. La ansiedad le retorcía las entrañas, que se rebelaba en creciente enfado. Malfoy le había citado, después de todo. Probablemente estaba en su casa, riéndose entre dientes al pensar en Harry esperándole fuera del restaurante, bien vestido y…

Un crujido de Aparición sonó, y Harry se quedó sin aliento al ver a Malfoy, no sólo por no haberlo dejado plantado, sino también porque el hombre estaba malditamente increíble.

Los ojos grises repasaron a Harry críticamente. Harry se abstuvo, apenas, de echarle un vistazo. Pensaba que se veía bien, Hermione le había ayudado a elegir un nuevo conjunto de túnica azul medianoche en Madame Malkin.

Para su sorpresa, una sonrisa curvó los labios de Malfoy.

—Muy bien, Potter.

El simple cumplido llevó un calor agradable al rostro de Harry.

—Te ves… bien—admitió. No mentía. Miraba a Malfoy de forma comestible con esa túnica hasta las rodillas de un azul tan pálido que parecía plata. Sus pantalones eran del mismo tono. Los colores que habían elegido eran extrañamente complementarios.

La sonrisa de Malfoy se mantuvo en su lugar y su mirada se suavizó en algo que llevó un hormigueo al pecho de Harry. Acuerdo comercial, se recordó. No debes olvidarlo.

—¿Entramos?—preguntó Malfoy.

Harry asintió con la cabeza y abrió la puerta, haciéndose a un lado para permitir que Malfoy entrase primero. Se detuvo en el umbral mientras Malfoy hablaba con el camarero, que inmediatamente cogió dos menús y les hizo señas para que lo siguiesen. A pesar del nombre rústico del lugar, era muy elegante, adornado con nítidos manteles blancos, cristalería reluciente, y cubiertos de plata.

—La mesa que solicitó, señor Malfoy —dijo el hombre, deteniéndose delante de una mesa de un pequeño reservado. Altos muros de caoba ocultaban el espacio en tres de sus lados, pero aún serían claramente visibles en la mayoría de la zona del comedor.

Harry tragó mientras Malfoy arqueó una ceja. Ya era hora de protestar o callarse. Harry se sentó. El asiento, cubierto de una suave tela, estaba caliente. Un camarero apareció inmediatamente y llenó dos vasos de agua con un movimiento de varita.

—¿Puedo ofrecerle un cóctel a los señores?

Harry casi pidió un whisky de fuego, pero Malfoy pidió suavemente una botella de un vino francés incomprensible y luego preguntó.

—Bebes vino, ¿no, Harry?

Casi asombrado por la manera informal que había salido su nombre de pila de la boca de Malfoy, Harry sólo pudo asentir con la cabeza, a pesar de que no era un fan del vino. Parecía amargo y, francamente, pretencioso. Algo así como muy Malfoy.

—De acuerdo, señores. Regresaré en un momento.

El camarero se marchó y Malfoy sonrió a Harry.

—¿Cuánto tiempo crees que tardará El Profeta en mandar un fotógrafo?—murmuró.

—Probablemente afuera hay uno esperándonos este momento—respondió Harry y bebió su agua. Estaba tibia.

—¿Estás seguro de poder hacerlo?—preguntó Malfoy. ¿Había desafío en su voz?

Harry alzó su barbilla.

—Yo puedo, si tú puedes—dijo.

Malfoy sonrió. El sumiller apareció y descorchó la botella con lo que Harry determinó como un exceso de ceremonia. Miró con diversión mientras Malfoy movía su copa de vino y le daba un trago experimental.

Para alivio de Harry, y probablemente para el sumiller, Malfoy asintió con la cabeza y la copa de Harry fue llenada. Harry le dio un sorbo y lo encontró amargo, como esperaba, pero era más aceptable que el agua. Dejó la copa a un lado y se puso a mirar el menú.

Todo estaba escrito en francés, pero por suerte con traducciones en inglés debajo. Harry arrugó la nariz ante la idea de comer caracoles, pero los espárragos con salsa holandesa sonaban bastante bien.

—Para empezar, creo que deberíamos escoger el Boudin Noir at Oeuf Poche' Bordelaise—dijo Malfoy—. Y el gazpacho. ¿Supongo que no vas a comer Escargots a' la Bouguignonne?

Harry lo miró fijamente durante un momento, el corazón le latía con fuerza ante el sonido melifluo que fluía tan fácilmente a través de la lengua de Malfoy.

—¿Hablas francés?—preguntó Harry.

—Fluido—contestó Malfoy—. Y otros varios idiomas inútiles, como danés y estonio. Madre insistió.

—Wow. Eso es… impresionante. Eh…¿cómo se dice esto? Y caracoles no, por favor—Harry giró el menú y golpeó en una parte del menú.

Medaillons de Sanglier au Poivre Vert—dijo Malfoy.

—¿Y esta cosa de abajo? ¿Y este trozo en inglés?—Harry trató de sonar causal, como si escuchar a Malfoy hablar en inglés no fuese inesperadamente excitante. ¿Cómo podía haber previsto esto?

Gratin Dauphinoise —contestó Malfoy—. Eso es un plato de patatas. Te va a encantar.

—¿Por qué no pueden poner simplemente patatas?—murmuró Harry y cogió de nuevo el menú. El jabalí parecía sabroso, especialmente si estaba acompañado de patatas—. ¿Qué lleva?

Malfoy recitó otra frase que sonaba agradable y Harry sonrió soñador mientras miraba las incomprensibles palabras del menú. Se entretuvo fantaseando al escuchar a Malfoy murmurar frases en francés en la cama, pero el torrente resultante de sangre en su ingle lo sacó de ese pasatiempo con una sacudida. Bebió vino en un intento de ocultar su repentino rubor.

— El Pauillac Burdeos no se traga, Harry. ¿Prefieres cerveza?

Harry tosió los residuos de alcohol, que parecía haberlo dejado sin oxígeno. Negó con la cabeza.

—No, estoy bien. Lo siento—saludó alegremente—. ¿Te importaría pedir por mí?

Malfoy frunció el ceño, pero el camarero apareció con una expresión expectante. Harry escuchó alegremente mientras Malfoy recitaba la comanda e hizo algunas preguntas al camarero, que respondió en un francés que no sonaba tan agradable como el de Malfoy.

Cuando el camarero se marchó, Malfoy dio un sobó de vino y luego dijo:

—Bueno, cuéntame acerca de los Kenmare Kestrels.

Harry lo miró.

—Oliver Wood es empalagoso cuando está borracho. Fin de la historia.

—Dudo mucho que sea el final de la historia, pero tengo curiosidad por el principio.

Harry rozó el borde de su cuchillo de plata con el pulgar, sin mirar a Malfoy.

—Fue una sesión de fotos. Para la caridad.

—Las vi.

Algo en el tono de Malfoy hizo que Harry lo mirara fijamente. Los ojos de Malfoy parecían estanques oscuros a la luz tenue, pero una había una pequeña sonrisa en sus labios. Admitió que sus recuerdos del incidente le provocaron una reacción instintiva de defensa incapaz de controlar. A pesar de tratar de ignorar todo lo que la prensa escribía sobre él, todavía le afectaba.

—¿Las viste?—repitió.

Malfoy asintió.

—Esa publicación de Quidditch trimestral se agotó el primer día, ¿no es cierto?

—Sí, pero…

—Compré tres ejemplares.

—¿Qué?

Malfoy parecía fascinado con su copa de vino. Su dedo índice rozaba la base, como si fuese una imperfección imaginaria.

—Uno para mí, otro para Pansy, y uno para algún pobre hombre de alma hambrienta que no podría contemplar con necesidad al legendario Harry Potter.

Los labios de Harry se contrajeron.

—Eso no ha sido muy agradable.

—No soy un buen hombre.

Sus ojos se encontraron con los de Harry y la afirmación envió otro mensaje de deseo hacia las partes inferiores del moreno. Casi cogió su vino de nuevo, pero se contuvo. Si seguía bebiendo cada vez que Malfoy le desconcertaba, estaría sobre sus labios antes de la cena. En cambio, dijo:

—Eso está por verse.

Malfoy se rió entre dientes.

—Me sorprendes, Potter. Esperaba que me pintases con un color oscuro sin molestarte en comprobar mis verdaderas intenciones.

Harry—corrigió él y sintió una oleada en su pecho al darse cuenta de que estaba coqueteando, y sabiendo que tenía que pasar un buen rato con el maldito.

—Harry—coincidió Malfoy justo cuando el camarero apareció con sus platos.

La conversación se redujo a medida que empezaron a comer. Harry comía felizmente sus espárragos. La salsa era sabrosa y el limón era un regalo definitivo para su paladar. Él normalmente podría sobrevivir con pescado y patatas fritas y sándwiches para llevar.

—¿Qué lleva?—preguntó Harry después de tragar un bocado.

—Vieiras. ¿Te gustaría probar una?

Harry asintió con la cabeza, aunque no podía recordar haber degustado las vieiras. Malfoy cortó un trozó y lo pinchó con el tenedor antes de inclinarse sobre la mesa y ofrecérselo. Harry había esperado que lo dejase en su plato. Aunque sorprendido, se inclinó hacia delante y abrió la boca.

Las púas metálicas se deslizaron y dejó el marisco atrás. Harry cerró los ojos y masticó. Inmediatamente decidió que las vieiras era una de sus comidas favoritas. Abrió los ojos y vio que Malfoy lo miraba con los ojos muy abiertos.

Malfoy murmuró algo y Harry pensó que sonaba como "recuérdame que no vuelva a hacer eso" pero decidió no pedir una explicación. Se contentó con sus verduras hasta que llegó el segundo plato.

El jabalí era suculento y las patatas estaban increíbles. Harry trató de no mirar a Malfoy comer, porque era casi tan atractivo como escucharlo hablar francés. Sus movimientos eran precisos y elegantes, y utilizaba los cubiertos con habilidad obviamente práctica.

—¿Cómo, exactamente, empezaron los rumores?—preguntó Malfoy, después de cenar en silencio durante algún tiempo.

Harry tragó un bocado de patata y luego tomó un sorbo de agua antes de responder.

—¿Qué rumores?

—Los rumores sobre la orgía con los Kestrel, por supuesto.

—¿Todavía sigues pensando en eso?

—Es simple curiosidad.

—Vale—dijo Harry—. Cómo sea. Bien. Como ya te he dicho, Oliver es empalagoso. Estuvo detrás de mí durante la fiesta, para diversión de su extraño novio, quien estuvo incitándole. Creo que esperaba un trío.

El tenedor de Malfoy se detuvo a medio camino de su boca y luego lo bajó a su plato.

—¿Un trío con Oliver Wood y su novio Chaser Kestrel? ¿Cómo resistirse?

Harry lo miró boquiabierto.

—¿Estás sugiriendo que debería haber…

—Potter, ¡la vida es corta! ¿Con que frecuencia se presenta una oportunidad como esa?—Malfoy chasqueó la lengua y sacudió la cabeza—. Honestamente, nunca entenderé la mentalidad Gryffindor.

Por un momento, la amable imaginación de Harry le proporcionó una imagen de Malfoy retorciéndose en una cama grande con Oliver Wood y el guapo de Chaser. La tensión resultante en sus pantalones lo dejó un poco mareado.

—¿Estás diciendo que tendría que…

—Más rápido de lo que puedes decir Nox—dijo Malfoy y luego se rió—. ¿Por qué no lo hiciste?

Harry, con sus ojos desorbitados, trató de ignorar el destello de envidia que Oliver recibiría con entusiasmo ante la posibilidad de acostarse con Draco Malfoy, si él supiera que lo deseaba. Consideró la cuestión, en su lugar. ¿Por qué no lo había hecho?

—Bueno, por la prensa, para empezar—respondió finalmente.

Malfoy se echó hacia atrás en su asiento, a Harry le recordó al profesor Flitwick cuando había dado una respuesta incorrecta en sus días de Hogwarts.

—¿La prensa? Te preocupas mucho sobre lo que la prensa dice, ¿verdad?

Harry resopló. ¡No lo hacía! Estaba a punto de negar cuando se dio cuenta de que lo haría pasar por un mentiroso. En verdad, no había pensado mucho en la prensa en realidad estando con Oliver Wood. Oliver era bastante atractivo, pero tenía una relación. Independientemente de si su pareja estaba encantada con la idea, Harry sabía que iba a ser una sola vez.

—Yo no soy de ese tipo—admitió—Yo no quiero —él hizo un gesto con la mano—...ese tipo de cosas.

—¿Sexo?—preguntó Malfoy.

La cara de Harry estaba roja y echó un vistazo a la habitación para ver si alguien había escuchado la conversación.

—Por supuesto que quiero sexo—dijo entre dientes—. Eso sí, no sin sentido, casual, borracho, ni sexo en grupo, ¿vale?

Malfoy asintió con la cabeza y apartó una judía verde de su plato, deslizándola por el borde. A Harry le pareció que no le gustaba.

—Tú quieres una relación.

—¿Hay algo de malo en eso?—preguntó Harry, a la defensiva.

Para su sorpresa, Malfoy lo miró a los ojos con ecuanimidad y sacudió la cabeza con una suave sonrisa.

—No, Harry. No hay nada de malo en eso.

Malfoy se llevó otro trozo de cordero a la boca y Harry, desconcertado, volvió a su propia comida, aunque apenas había probado el resto de ella. La cita estaba siendo extrañamente más complicada de lo que había esperado.

Y Malfoy estaba resultando ser más de lo que esperaba.


El camarero les recitaba la carta de postres cuando Malfoy se puso rígido y se tocó el brazo derecho. Harry pasó un mal momento al pensar en la Marca Tenebrosa de Malfoy, pero luego se dio cuenta de un pálido resplandor azul que emanaba la manga de Malfoy. Malfoy tiró de la tela para dejar al descubierto una pulsera de plata llana brillando con un resplandor azul.

Malfoy arrugó la nariz.

—Emergencia en el hospital. Me tengo que ir.

—¿Una emergencia?

—Una emergencia menor, pero sí. Lamento tener que irme. Si quieres quedarte para el postre, yo me haré cargo de la cuenta.

—¡No!—Harry se apresuró a decir—. He acabado y ya pago yo. Está bien. Márchate.

—De acuerdo—Malfoy se puso de pie y el camarero se hizo a un lado, obviamente confundido por el giro de los acontecimientos y, probablemente preguntándose si debía continuar con su perorata—. Esta noche no hay postre, Carlos, muchas gracias. Saluda de mi parte al cocinero.

Carlos hizo una reverencia y se marchó lejos, mirándolos como si prefiriese quedarse y escuchar la conversación. Harry se levantó y le sonrió a Malfoy.

—Me lo he pasado muy bien.

—Yo también—dijo Malfoy—. ¿Puedo…?

—Te mandaré una lechuza mañana—dijo Harry con decisión.

Malfoy asintió y se giró para irse, pero Harry lo atrapó impulsivamente por la manga. Malfoy levantó una ceja y se detuvo. Antes de que pudiera irse, Harry se inclinó hacia delante y le dio un rápido beso en la mejilla a Malfoy. No estaba seguro de si imaginaba el fin de la conversación en el resto de la sala, ya que su corazón latía demasiado fuerte como para estar seguro.

—Un buen espectáculo, Potter—murmuró Malfoy, y luego se dio media vuelta y se fue.


Harry se fue directamente a su habitación y se desabrochó la familiar túnica. Se dio cuenta de que todavía tenía una sonrisa algo tonta en la cara y trató de limpiarla, pero no podía dejar de sentirse perplejo. Malfoy, sorprendentemente, había sido buena compañía.

Se quitó la túnica y la colgó antes de irse a la ducha. A medida que vertía jabón por su pecho, la espuma caliente bajaba hasta su ingle, pero no podía dejar de pensar en los largos dedos de Malfoy. La forma en cómo había acariciado el tallo de su copa de vino incentivó a Harry a imaginarlos envueltos alrededor de su pene.

Harry gimió cuando cedió a la fantasía, utilizando sus propios dedos en lugar de los de Malfoy.

—Esto es una mala idea—jadeó. Su mano se movía rítmicamente—. Es sólo —se quedó sin aliento—... un acuerdo comercial.

¿Sexo? Había preguntado Malfoy. Sacado de contexto, parecía una petición. El recuerdo envió a Harry al límite, mandándole una oleada de placer que no recordaba haber sentido en mucho tiempo. Una mano se extendió contra las frías baldosas mientras se dejaba llevar por el estremecimiento y reflejaba con ironía el que no hubiese acabado tan rápido desde que se masturbaba clandestinamente en Hogwarts, rezando a Merlín para que ninguno de sus compañeros de dormitorio lo escuchase a través de los hechizos de silencio.

—Un acuerdo comercial—dijo Harry y se incorporó con decisión. Se limpió los restos de su actividad, y al acabar la ducha se secó y fue a acostarse. Era temprano, pero para Harry había sido un largo día.


Ron miró el caldero y con su varita tocó en el borde. Tamborileo. Tamborileo. Tamborileo. Harry frunció el ceño.

—Esto no sirve de nada. ¿No vas a removerlo? ¿O añadir los trozos picados de Nargle?

Golpes, golpes, golpes.

—Los Nargles no son reales—comentó Hermione. Estaba cepillándose el pelo en lugar de trabajar en alguna poción o leer un libro. Era extraño, porque estaban en el aula de pociones. Miraba el incesante caldero de Ron que estaba poniendo de los nervios a Harry. Golpes, golpes, golpes.

—Maldita sea, Ron—comenzó Harry, pero su brazo pasó alrededor de la cintura de Harry y sintió unos suaves labios apretados contra su cuello. Harry se recostó en el arduo calor con un suspiro de satisfacción.

—¿Quieres que te muestre lo que Oliver Wood se ha perdido, Harry?—preguntó Malfoy en voz ronronearte. Su voz vibraba contra la garganta de Harry y viajó directamente hacia su polla. Un momento después, la mano de Malfoy agarró eso.

¡Hermione está mirando! Harry pensó con pánico, pero ella simplemente continuó cepillándose el pelo, Ron continuaba golpeando el caldero sin pausa. ¡Golpes, golpes, golpes, golpes! ¡Golpes, golpes!

Harry se despertó sacudido, el corazón le latía fuertemente en su pecho. Luchó por liberarse de sus restrictivas mantas, respirando pesadamente. Maldita sea, ¡había sido un sueño! Apretó la palma de su mano contra su semi endurecida polla, aferrándose al recuerdo de la mano de Malfoy allí. A pesar de los esfuerzos de Harry por aferrarse a él, la imagen se disipó y se alejó de su memoria.

Los golpes, sin embargo, no remitían.

La cabeza de Harry se volvió hacia la ventana y su mandíbula se abrió. Un grupo de lechuzas sentadas en el alféizar. Uno de ellos instintivamente picoteó el cristal. Golpes, golpes, golpes, golpes.

Harry apartó el resto de las mantas y se puso de pie. Tenía miedo de dejarlas entrar; había más lechuzas lejos de su alféizar: algunas revoloteaban en el cielo y otras estaban posadas en los tejados cercanos.

Golpes, golpes, golpes. Su atención regreso a las lechuzas y sintió una sacudida cuando reconoció la de Malfoy. Harry abrió el pestillo y abrió la ventana de par en par, saltando hacia atrás cuando las lechuzas fueron hacia él. En un momento, todas estaban en la habitación de Harry, las garras clavándose en todas las superficies disponibles.

Suspiró y se puso a eliminar los mensajes. Varias de las cartas eran de color rojo brillante y Harry dejó esas. Una vez que las tocase con la mano, se abrirían en cuestión de minutos.

—No hay respuesta—le dijo a una lechuza, cuando recogió las cartas. La mayoría saltaron y se alzaron al vuelo, saliendo por la ventana, ahora abierta. Algunas le picaron, otra le mordisqueó la mano con saña y otra se posó sobre su tocador negándose a salir, mirándole torvamente cuando intentó espantarla.

La lechuza de Malfoy estaba en la cabecera de Harry, justo sobre donde la cabeza de Harry había estado apoyada unos minutos antes. Harry guardó el mensaje para el final. Recogió los otros y los apiló en el escritorio. Un rápido vistazo a algunos le había indicado que contenían el mismo tema.

"…No podía creerlo cuando me he despertado esta mañana y lo he visto…"

"...He leído en El Profeta que eres gay…"

"…Tiene que ser una asquerosa mentira, no puede ser que seas un chupa…"

"…Muy contento de que tú, Harry Potter, seas como yo…"

"…Junto a Draco Malfoy, ese engendro de familia vil…"

"…Conocido mortífago, no apto ni para lamer botas y…"

"…Por favor, dime que no es verdad y que nunca…"

"…Por favor dime que es verdad, y puede que un día sea también lo suficientemente valiente…"

"Espero que ardas en el Fuego Demoníaco"

"…Te deseo toda la felicidad…"

Harry arrojó los howlers a una caja de acero reforzada muggle que había comprado para ese fin. Estaba acostumbrado a ellos, de esa manera no tenía que escucharlos. Una vez al mes quitaba las cenizas.

Una vez hecho esto, se acercó a la lechuza de Malfoy, grande y majestuosa; parecía bastante molesta con Harry, ya que la había hecho esperar. Para enmendar su error, Harry fue a la chimenea y cogió un par de chuches para lechuzas del jarrón en forma de búho que Ginny le había comprado antes de irse a Rumanía a trabajar con Charlie

La lechuza lo miró durante el tiempo suficiente para que Harry empezase a temer por sus dedos, pero luego picó las galletas y permitió a Harry coger el mensaje.

Harry,

¿Almorzamos? Estaré en Pachyderm Alado a las doce en punto. Sólo tengo treinta minutos, así que si quieres comer conmigo, no llegues tarde.

Draco.

Harry miró su reloj; eran casi las diez. Garabateó una rápida nota de afirmación y se lo entregó a la lechuza de Malfoy, que salió volando por la ventana sin pausa. Harry recogió por la fuerza a la lechuza okupa de su tocador y la arrojó por la ventana. Se agitó después de que la lechuza de Malfoy graznara y dejase un torbellino de plumas.

Harry cerró la ventana y se sacudió las manos. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se vestía para ir. Tenía otra cita con Draco Malfoy.

Acuerdo comercial, susurró una voz en su cabeza. Harry asintió con la cabeza. Por supuesto que lo era.


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