Disclaimer: los personajes pertenecen a J.K. Rowling y la historia es solo mía.


Prologo.

Las velitas del pastel brillaban iluminando el bonito uno plateado del pastel. La hermosa bebé rubia aplaudía al ver danzar las llamas de las velitas de cumpleaños, sus mejillas sonrosadas dejaban ver unos hermosos hoyuelos cuando sonreía alegremente mientras su madre, trataba de contener las lágrimas que traicioneramente intentaban salir de sus ojos castaños.

Lene era una copia exacta de su padre, sus ojos grises combinaban perfectamente con el color rubio platino de su cabello, que era un tanto rizado, lo único que la hermosa niña tenía de su madre, además era testaruda y berrinchuda, y su madre sabía que cuando creciera seria como su padre.

Hermione trató de no pensar tanto en el padre de Lene, no le hacía bien recordar y mucho menos hoy, cuando su hermosa hijita cumplía su primer año de vida. El pastel que Hermione había hecho para celebrar esa fecha tan especial era un poco grande para las cuatro personas que estaban en la austera fiesta de cumpleaños, sus padres siempre la habían apoyado y habían respetado la decisión de Hermione cuando se había rehusado a decir el nombre del padre de Lene, incluso la habían apoyado cuando Hermione tomó la decisión de dejar el mundo mágico atrás y ser una muggle como cualquier otra.

Hermione no se arrepentía de sus decisiones, trabajaba como asistente en el consultorio dental de sus padres, la paga no era demasiada, pero era suficiente para ella y Lene, además Lene era un amor de bebé, casi no lloraba, a excepción de uno que otro ocasional berrinche, y era muy lista para su edad, ya caminaba sola y decía "mama", "tita" y "perro", claro sin mencionar los hechizos que realizaba inconscientemente.

Claro, ser madre a los 18 no había sido la mejor decisión de su vida, pero no se arrepentía.