Bellatrix miraba con desprecio la tierna escena madre e hijo que tenía ante sí. Narcisa, su hermana, se despedía conmovida de su hijo de quince años, que estaba a punto de partir para comenzar su quinto año de educación en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

-Escríbeme todos los días –le pidió ella dándole un beso en la mejilla.

-No, madre, ante todo tengo que dar buena imagen, tengo una reputación que mantener y no quiero parecer un niño mimado. Te escribiré de vez en cuando, cuando nadie me vea. –Respondió Draco secándose la mejilla con la manga-.

-En absoluto lo pareces –Ironizó su tía en tono burlón-.

Narcisa le clavó una mirada fulminante a su hermana, pero no le contestó, sino que se volvió hacia Draco, que miraba a Bellatrix con una mezcla de enfado y bochorno.

-Bueno, hijo, vete ya, que tus amigos te están esperando –le susurró la mujer como si quisiera que su hermana no estuviera allí-.

El muchacho cargó con su baúl con expresión de superioridad y se despidió con un seco "adiós" cuando salía por la puerta.

-¿Qué? –Preguntó Bellatrix en tono desafiante al ver la severidad con la que la miraba su hermana-.

-No me gusta que trates así a Draco –le espetó en tono cortante, casi carente de emoción- Solo tiene quince años-.

-El problema es que tú eres demasiado blanda con él. Deberías prepararlo mejor para servir al Señor Tenebroso, ahora que por fin ha vuelto.

-¿Servirle… a él? –Se extrañó Narcisa. Esta vez sí que expresaba algo, miedo por su hijo-.

-¡Pues claro, Cissy! –Exclamó Bellatrix rodando los ojos-. Es cuestión de tiempo que Draco siga nuestros pasos. O es que acaso no quieres…

-¡No, no es eso! –respondió rápidamente alarmada-. Es solo que… Bueno, es mi único hijo y…

-Si yo tuviera un hijo me sentiría orgullosa de que le fuera de ayuda al Señor Tenebroso.

-Eso es lo que dices siempre, sin embargo no lo veo por ninguna parte.

Bellatrix abrió tanto los ojos que parecía que iban a salírsele de las órbitas.

-Como te atreves…

-Es la verdad, tienes una hija de la que nunca quisiste hacerte cargo, y todo porque es la hija de un muggle.

-¡CÁLLATE ESTÚPIDA! –Gritó Bellatrix fuera de sí- Esa bastarda está muerta para mí, y para ti también. ¡Confié en ti al contarte mi secreto, prometiste que nunca la mencionarías!

-¡Me lo contaste porque no podías confiar en nadie más, porque necesitabas ayuda y no tenías a nadie, y yo fui la única que te ayudé, con la carga de tener que criar a mi hijo cuando solo era un bebé!

Bellatrix sacó su varita y apuntó al pecho de su hermana.

-¿Qué vas a hacer, Bella? ¿Vas a matar a tu propia hermana, al igual que lo hiciste con el padre de tu hija?

-Ese muggle se lo merecía –dijo la bruja en un tono más bajo, aunque con la mirada fuera de sí todavía-. El Señor Tenebroso estaba en su máximo esplendor, yo únicamente me divertía con esos sucios muggles antes de matarlos ¿qué más daba? Debían morir igualmente.

-Les lanzabas la maldición Imperius para complacer tus caprichos de mujer sin escrúpulos, y después matabas de la manera más brutal.

-Yo al único que he querido complacer siempre es al Señor Tenebroso.

-No, si ya…

-Pero no pensé que fuera a tener nada de malo. –Le cortó Bellatrix bajando la varita, sin escoria no merece nada ¡NADA! Son seres despreciables que deberían servirnos como elfos domésticos.

-Pero no previniste que pudieras quedarte embarazada de uno de ellos.

-Ciertamente fue un error lamentable. Nunca imaginé que un inmundo muggle pudiera dejarme ese engendro.

-Pues lo hizo, y lo hizo porque tú lo embrujaste. Después le hiciste la maldición Cruciatus y lo quemaste vivo.

Bellatrix dejó la mirada ausente en sus recuerdos y sonrió con satisfacción.

-Pero te enteraste de que te dejó preñada, cuando ya estabas casada con Rodolphus, así que me pediste ayuda. –Continuó Narcisa, devolviendo a su hermana a la realidad y borrándole la sonrisa de la cara-. Te escondí, cuidé de ti y te cubrí durante los meses de embarazo, hasta que nació tu hija. Pero yo me pregunto… ¿por qué no acabaste con ella también?

-Podría haberme hecho daño a mi misma –se defendió la bruja sin mucha convicción.

-Eso fue antes de nacer. Pero ¿y después? ¿No será que sentías algo por tu hija? ¿Lástima, tal vez?

-No digas tonterías, yo no siento lástima por nadie jamás. Al fin y al cabo esa niña tenía sangre mágica y no representaba ninguna amenaza. Así que simplemente…

-La abandonaste.

-Pues sí, ¿qué pasa? Es lo mejor que pude hacer. Poco tiempo después cayó el Señor Tenebroso, y cuando intenté ayudarlo a mi me encerraron en Azkabán, hasta ahora.

-Ahora tendrá catorce años, seguramente hoy empiece su cuarto año en Hogwarts. ¿No tienes curiosidad…?

-¡No! Es posible que ni siquiera sobreviviera. –Interrumpió Bellatrix, incrédula.

-Mi hijo me habla mucho de los otros alumnos de Hogwarts, especialmente de los que no le agradan. Me ha hablado alguna vez de una chica, de Hufflepuff, que se mezcla con un par de traidoras a la sangre e incluso algún sangre-sucia. –continuó Narcisa, al ver que su hermana la miraba incrédula, pero asombrada-. Yo misma la he visto… y es igualita a ti.

-¿Insinúas que esa bastarda despreciable es…?

-Tu hija, sí.

-Eso es imposible, no puede serlo, y si lo fuera…

-¿La matarías?

-No me subestimes, hermanita.

-Nunca lo hago.

-No me conviene que nadie se entere se su existencia. Nadie se enteró en su momento y no lo harán ahora. La vigilaré de cerca. Más le vale no traerme problemas, porque si no… -Bellatrix expresó tanta locura en sus ojos que hizo a su hermana desviar la mirada.

En ese momento se abrió la puerta y entró Lucius Malfoy, el marido de Narcisa, que sorprendió a las dos hermanas en un ambiente de tanta tensión que se arrepintió de haber entrado.

-¿Me he… perdido algo? –preguntó extrañado-.

-No, nada. Hablábamos de vuestro pequeñín. Esperamos que pase un buen curso en el cole. –respondió Bellatrix al instante con su característico tono burlón, para después marcharse advirtiendo que su hermana no le devolvía la mirada.