Dulce castigo

I

Llevaba la única falda que marcaba su cadera. Era granate, él le había dicho en una ocasión que le quedaba bien y, desde entonces, recordaba llevar algo de ese color para verle.

Hacía mucho que no se ponía algo granate.

Renunció al maquillaje, él lo detestaba. Únicamente ocultó sus ojeras, porque revelaban más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Se había pasado media hora delante del espejo, arreglándose el cabello, y aún se paraba en cada escaparate para cerciorarse de que seguía siendo ella.

A veces lo olvidaba.

Mordió su labio inferior, pretendiendo activar la circulación de la zona (se veía tan pálida...).

Arregló su falda con prisa antes de llamar. Ni siquiera sabía por qué razón se tomaba tantas molestias por agradarle. Era Mimi Tachikawa, no concedía ese tipo de caprichos a cualquiera. Un misterio, un fallo en su naturaleza, estaba segura de que no le quería pero deseaba que él siguiera allí siempre. Odiaba comportarse así.

Koushiro cerró los ojos con fuerza creyendo equivocarse. Pero no, la chica a la que no sabía odiar estaba ante él, con la misma sonrisa coqueta de siempre.

Demasiados tropiezos como para no tener miedo de esa imagen.

—Simplemente pasaba por aquí y pensé en saludarte. Puedo hacerlo, ¿no? —cuestionó arqueando una ceja.

El chico dudaba la respuesta, así que solo dejó que la puerta siguiera abierta mientras ella continuaba su espectáculo.

—Está un poco desordenado —explicó siguiéndola hasta su cuarto—, estaba terminando un trabajo para la universidad.

—¿No habías acabado con eso el año pasado? —preguntó inclinando la cabeza, Koushiro había salido en la prensa por ser el más joven en conseguir el título.

—Otra carrera —murmuró esbozando una sonrisa. Prefería no hablar de aquello.

—Otra carrera —repitió ella más alto—. Eso es bueno —opinó, buscando cortar una conversación de la que creía no estar a la altura. Deslizó los dedos sobre el montón de papeles y se mordió el labio una vez más.

—Y tú... ¿todo igual que antes? —preguntó Koushiro, impaciente por conocer sus intenciones.

—No —contestó manteniendo la mirada—. ¿Estás solo?

Koushiro asintió con timidez, volviendo a revisar la habitación, odiaba las sorpresas. Mimi rio más fuerte, provocándole un sonrojo.

—¿Qué quieres? —Empezaba a estar molesto del misterio—. Se suponía que no te dejaban hablarme.

Mimi abandonó su sonrisa, temía que él no la tomase en serio.

—Aun así seguimos hablándonos. Vale, no como antes, pero sí hablamos algunas veces.

—Dos —recordó eficaz.

No tenía nada para defenderse, así que se limitó a sentarse junto el chico, el cual empezaba a sudar.

—Admito que fue una mala decisión, pero nunca es tarde, ¿no? Ahora puedo elegirte a ti.

Koushiro se levantó y se apoyó en la pared con los brazos cruzados. Tenía que ser mentira.

—Quizás ya no exista esa opción. En realidad no te equivocabas cuando decías que no eras la única en el mundo —recordó con frialdad.

Mimi no bajó la cabeza. Sabía que no podía pedirle nada después de todo el daño pasado, pero ella siempre se salía con la suya. Lo necesitaba más que nunca.

—Soy la única que está en tu casa.

—No te invité.

—Quieres que me vaya —dijo como si se tratara de una niña que no puede ir a una fiesta.

—No he dicho eso. Quiero que dejes a un lado tu vanidad y me digas la verdad. No somos unos críos como para seguir jugando.

Mimi abrazó sus piernas unos segundos analizando la situación. Quizás Koushiro tenía razón, ella ya no era tan inocente y él no era el mismo chico tímido manipulable. Los dos conocían las reglas del juego.

Aquello estaba mal.

—¡Está bien! —exclamó alzando los brazos, aumentando la atención de Koushiro—. Siempre nos hemos buscado, incluso hemos estado cerca... muchas veces y eres el único que siempre le despertó celos, porque en realidad aún a veces lo pensaba, quiero decir, me preguntaba si tan mal elegía. Y creo que el problema fue no zanjarlo antes.

Koushiro no creyó definitivas sus declaraciones, sabía que Mimi siempre guardaba algo para el final.

—¿Qué quieres decir?

—Está claro que no podemos ser pareja. Así que debemos acostarnos una vez y podremos seguir como antes. Antes de las tonterías.

Koushiro alzó las cejas. Hacía años que soñaba dar ese paso con ella pero no podía dejarse llevar por sus impulsos. Él también quería ganar alguna vez.

—Tonterías. Como cuando no me dijiste que te ibas a vivir con tu novio para tenerme en reserva. O cuando me dijiste que habíais roto o...

Mimi sacudió la cabeza.

—Esta vez se terminó de verdad —aseguró poniéndose frente a él—. No quiero ser la de antes. He hecho lo incorrecto tantas veces... No sé por qué quería darte esperanzas, de verdad que no lo sé, pero me siento mal. Así que, tómatelo como una disculpa por todo el daño que causé. Como un regalo. Sé que quieres hacerlo.

Ella tenía razón, pero Koushiro creía que el placer de no ceder a sus deseos por una vez sería mucho mayor. No soportaba que hablara de aquello como un regalo.

—Piensas que puedes hacer lo que quieras cuando te apetezca. Pero llegas tarde —concluyó dándole la espalda. Koushiro contó los segundos esperando que ella gritara, se fuera con un portazo y corriera a contar lo mal que la había tratado. Probablemente en una semana tendría un novio nuevo con el que se pasearía casualmente por delante de su universidad.

Dos segundos. La cuenta se vio interrumpida por un abrazo por la espalda.

—Eso está muy bien. Es perfecto, tenía miedo de que te confundiera mi proposición pero veo que lo tienes claro. Entonces, crees que, si te acostaras conmigo, ¿podríamos seguir como si nada hubiera pasado? —Bajó los brazos hasta agarrarle la mano.

—Eso creo. —Estaba convencido de lo contrario. Mimi le desconcertaba más que nunca con su actitud—. Estoy acostumbrado a olvidar.

Koushiro apretó los dientes pensando en las intenciones de Mimi. No podía perder a su reserva, por eso iba a utilizar el sexo como arma. Como aquella ocasión en la que le robó un beso después de que él declarase sus sentimientos por otra. Pero Koushiro se había fortalecido durante esos años y tenía muy claro que no había nada peor que la indiferencia. Sonrió, sería más satisfactorio aún rechazarla después de su regalo.

Ella arrojó su chaqueta al suelo. Koushiro comenzó a desabrocharle la camisa lentamente. Segundo botón, jamás una venganza fue tan dulce. Uno más, dejaba ver el sujetador que tanto había tardado en escoger. Al cuarto botón tragó saliva.

—¿Te ayudo?

Koushiro negó con la cabeza. Había esperado muchos años, el momento podía alargarse un poco más.

Se podía decir que no era la primera vez que lo hacían. Ambos habían frecuentado los sueños del otro. Koushiro solía desnudar a Mimi en clase, en el metro, en el mismo cuarto donde ella se acostaba con su novio. Iba ocurrir y ya no podía pensar en los juegos pasados. La agarró por la cintura tumbándola sobre la cama. Ella apenas le dejaba hacer movimientos, le rodeaba con sus extremidades como si tuviera miedo de que huyera. Él se separó, quería comprobar su expresión, descubrir lo que sentía. Era dulce, relajada, confiada en lo que hacía. Empezó a creer que tal vez no se trataba de un juego, tal vez quisiera aquello tanto como él. Había sido un tonto al imaginar otra cosa, sí, por fin Mimi estaba enterada de que él era la respuesta.

La besó seguro de que su vida mejoraría a partir de ese instante. Tenía que ser así, no podía hacerlo sabiendo que jamás volvería a buscarle. Ella respondía con caricias. Por primera vez no peleaban por ver quien dominaba a quien. Por primera vez admitían que ambos se necesitaban.

—Te perdono —confesó inconscientemente. Era imposible guardarle rencor.

Imposible tener suficiente.

Mimi cerró los ojos, no quería que la perdonara. Los abrió preguntándose por qué hacía eso.

—Me perdonas porque me quieres.

Koushiro simplemente besó uno de sus pechos.

—No quería decir eso —susurró ella. Estaba mal alimentarse de su afecto.

Dejaron de utilizar las palabras, que tanto daño hacían.

Lo sabía, faltaba poco para perderla para siempre. Ni siquiera dentro de ella podía estar seguro de que no deseaba a otro hombre. A uno más alto, con más gracia, con dinero, poder. A un indeseable, un maltratador. A un infiel, un mentiroso. Todos menos él. A Mimi le gustaban las malas decisiones, pero no podía culparla, él caía en lo mismo.

—¿Te gustó? —preguntó ella, como si realmente lo dudara.

Koushiro asintió, evitando adornar su amor propio.

—Él ha pasado algunas noches por ahí, ya sabes, con otras —confesó avergonzada.

Koushiro notó arder su cabeza.

—Es una venganza —afirmó con sus últimas esperanzas consumidas. Ella negó con la cabeza como si la idea le pareciera horrible.

—Quería saber qué se sentía. Siempre he tenido curiosidad contigo, de algún modo me atraías pero pensaba que no podía hacerlo sin estar enamorada. Y pensé que quizás si lo hacía podía entenderlo, cómo la gente lo hace sin amor. Podía entender por qué lo hizo, pero solo creo que no me quería. Yo le quería mucho, me dolió perderle, pero quizás nunca lo tuve realmente.

—Todos queremos algo que no podemos tener.

—Supongo —dijo ella cerrando los ojos. Koushiro notó por su respiración que se estaba quedando dormida y le acarició el pelo—. Gracias, eres mi mejor amigo —susurró casi en sueños.

Koushiro se rió mentalmente por la ironía. En cierto modo, Mimi lo había hecho por amor. Por amor a otra persona.

Pensó en tratar de ignorarla de nuevo, olvidar, ser fuerte y rechazarla cuando volviera haciéndole creer en una nueva oportunidad, pero no podía evitar sentir lástima por ella. Porque si de algo estaba seguro, era de que por mucho que ella se esforzase en buscar, nadie la iba a querer tanto.

Colocó una mano sobre su cintura. Quizás, podrían volverse a encontrar en sueños.

Tenía este argumento en mente desde hace algún tiempo y, por otro lado, me apetecía escribir un Mishiro ya que no estoy muy satisfecha con mi rendimiento y pensé que ellos me motivarían. Pues bien, la idea original cambió bastante porque creo que las personalidades de ambos se apoderan de cualquier historia. Son simplemente geniales. Gracias a Sopho por leerlo antes de publicarlo. Y a CieloCriss, porque cualquier mishiro que haga viene de haber leído los suyos (pasaron años y me sigo acordando).