¡HOOOLAAAA!

Sí, sí, hemos llegado con nuestro especial de navidad con nuestros hermosos caballeros :D

Antes que nada queremos dedicar este fic a una personita muy especial… GalassiadeScorpio! Osease Anna! :D sí, este fic es para ti! Esperamos que te guste, lo hicimos con mucho cariño ^^ y esperamos que no lo tomes como un soborno para que te dignes a actualizar tus historias… hahahaha bueno, en parte sí… hahaha ¡broma! Actualiza cuando puedas, de preferencia antes del fin del mundo hahahaha ¡no! tenemos que sobrevivir para ver la peli de Dragon Ball z el próximo año! Hahaha en fin, ya sabes, Anna, te queremos y te mandamos muchos besos y abrazos! :D Ojala y ya te releven pronto de tu castigo y volvamos a tenerte por estos lares que ya te extrañamos hahaha ^^ Disfruta el fic…

Y bueno, para todas esas personitas que lean este fic… enjoy!

Saga cláusula

Era una fría tarde del 23 de diciembre en el Santuario de Grecia. Todos los caballeros se encontraban cargando las cajas llenas de adornos navideños que previamente Athena había comprado en el súper mercado. Los santos seguían a su diosa sin saber en dónde sería la celebración pues cabe mencionar que Saori quería hacer la fiesta en un templo pero no especificó en cuál. Así que continuaron subiendo y subiendo.

- ¡Muy bien! – aplaudió Athena. - ¡Estoy tan emocionada por esta navidad! ¡Todos vivos, la Tierra en paz y todo gracias a mí! – la diosa era cargada por el gran Aldebarán. - ¡Será la mejor navidad de todas, estoy segura! – los santos rodaron los ojos y siguieron subiendo.

- Pero Athena, ¿en dónde será la celebración? – preguntó Shion, cargando cajas con esferas de colores.

- ¡Oh, Shion, qué buena pregunta! – sonrió la deidad. – Después de una fuerte meditación, he decidido que nuestra fiesta será en… ¡Sagitario! Eso es claro, si Aioros no tiene ningún inconveniente…

- Por supuesto que no, Athena. – sonrió el arquero, sosteniendo una enorme caja que apenas le dejaba ver hacia enfrente.

- ¡Caballeros míos, déjenme decirles que compré mucho, mucho muérdago! ¡Veinte pedazotes para ser exactos! – exclamó, coqueta, al momento en que sacaba uno y lo colocaba sobre la cabeza del brasileño. - ¡Muuuuak! – le estampó un beso en la mejilla.

- ¿No prefiere usar los 19 restantes en Pegaso y así librarnos la pena de rechazarla? – indagó el italiano, subiendo las escaleras con resignación.

- ¡Ah, mi muchachote tan chulo! ¡Me encanta tu descaro hacía la autoridad pero muy pronto tendrás mis labios en tu mejilla!

- ¡Saori, si pensabas que coqueteándole a todos tus caballeros me ibas a dar celos, estás muy equivocada! – se quejó Seiya que iba a un lado de Aldebarán.

- ¡Maestro Shion, me duele mucho! – habló Kiki que era cargado por Mu.

- Eso te pasa por andar de travieso con Olle en un carrito. ¿Quién te obligó a estamparte en la sección de mariscos? – gruñó el Patriarca. – ¡De seguro fue culpa de Dohko!

- Ya te dije que no… - habló el chino. - ¡Todo fue culpa de ellos! – señaló a Ángelo, Olle, Milo, Aioria, Shura, Kanon, Shaka e Ikki. - ¡Ahora te callas y me pones atención! Todo pasó así…

Flashback

Súper mercado de Rodorio

- Muy bien, Caballeros míos, tomen cualquier adorno de navidad, no importa el precio… - sonrió Athena y tomó un carrito. – Camus, Hyoga, Aioros, ustedes vayan por los adornos de muñecos de nieve y esas cosas… - el galo, su alumno y el arquero asintieron y obedecieron. – Seiya, Shiryu, Tatsumi, Shion, Mu y yo iremos por los ingredientes para nuestro festín. – entrecerró los ojos y miró a los restantes. – Ustedes busquen adornos, ya saben, esferas, luces y eso. Dohko… tú estarás a cargo. Toda la responsabilidad recaerá en ti y en tu billetera… nos vemos en tres horas aquí. – sin más, Saori se fue con su carrito seguida por los demás.

- ¿Y ahora qué? – preguntó el hermoso caballero después de un largo silencio.

- Tenemos que buscar los adornos… - sonrió el español, tomando un carrito.

- Bueno pues… píquenle… - mandó Saga, tomando otro carrito y avanzando por el pasillo.

- Muy bien, mis niños… - rió Dohko. – Organicémonos para conseguir las cosas más rápido y evitar cualquier inconveniente que pueda afectar… - no pudo continuar pues los gritos de Aioria y Milo se lo impidieron.

- ¡Carrera de carritos! – exclamaron al unísono, arrebatándole el carrito a Saga. Milo se trepó en él y Aioria comenzó a empujarlo.

- ¡No, no, no! – Saga y Dohko miraron con horror cómo Kiki se subía al carrito con Olle y éste era empujado por Ángelo al igual que Kanon se subía a otro y Shura comenzaba a empujarlo.

- ¡Adelanteeeeee! – gritó el gemelo menor. Shura obedeció y corrió cual maniaco detrás de sus compañeros, alejándose de los otros.

- ¡Por todos los dioses! – Dohko se jaló los cabellos con frustración. - ¡Shaka haz algo!

- Claro que lo haré, Antiguo Maestro… - dijo con semblante serio el Santo de Virgo. – Usted no se preocupe. – sin más tomó un carrito y jaló a Ikki y lo trepó en él a la fuerza. - ¡NO DEJARÉ QUE ELLOS ME DERROTEN! ¡NADIE LE GANA AL GRAN SHAKA DE VIRGO! – gritó mientras tomaba vuelo y comenzaba a empujar el carrito.

- ¡Espera, Shaka! – se quejó el Fénix. - ¡¿Qué crees que haces?! – frunció el ceño. - ¡¿A esto le llamas velocidad?! ¡Ve más rápido, así nunca los alcanzaremos! – en menos de un segundo, todos desaparecieron de la vista de Dohko.

- ¡Hermanoo! – Shun intentó alcanzarlos en vano. - ¡Llévame contigo!

- ¡Dioses! ¡Son unas bestias! – Saga corrió tras ellos.

- ¡Tenemos que alcanzarlos antes de que hagan una locura! ¡Ya sabes cómo se pone Ángelo cuando se trata de carreras! – Dohko siguió al gemelo. - ¡Ahí se va mi miserable sueldo de Caballero!

- ¡¿Qué hice para merecer esto?! – gritó Saga, acelerando el paso.

- Además de matar al Patriarca, encerrar a tu hermano en Cabo Sunión, querer la cabeza de Athena, averiar la tubería del Templo Principal por tus excesivos baños; suicidarte y dejarnos con un dolor en el corazón y matar por segunda vez a Shion hace unos cuantos meses… pues nada, Saga. – explicó Shun corriendo a su lado.

- Gracias, Shun… - sonrió con ironía. - ¡Lo que yo quería decir es que no sé qué hago aquí si odio la navidad!

- ¡No sabía que aparte de bipolar también fueras el Grinch!

- Muy gracioso, Dohko… - en ese momento se escuchó un golpe el cual pudieron identificar como choques de carritos.

- ¡Dioses, éstos ya rompieron algo! – vociferó Dohko con frustración.

- ¡Te voy a matar, Kanon! ¡Y después a todos los demás!

Con Hyoga, Camus y Aioros…

- ¡¿Podrían dejar de estar comiendo?! – se quejó el galo con los brazos cruzados y golpeando el suelo con el zapato.

- Deberías probar esto, Camus… - sonrió Aioros comiendo un pedazo de jamón de la muestra que ofrecía una chica. - ¡Está delicioso!

- ¡Aioros tiene razón, maestro Camus! – sonrió el cisne. - ¡Ande, pruebe!

- No… yo vine por los adornos. – los miró, serio. – Habrá mucho que comer el 24 y el 25 y el 31 y el primero y el seis de enero. ¡Ahora dejen de comer y vengan! Si no nos damos prisa, se llevarán los mejores adornos de muñecos de nieve falsa. – frunció el ceño. - ¡Y ustedes aquí a sus anchas comiendo jamón! ¡Muévanse!

- Está bien… - ambos santos suspiraron, resignados y obedecieron al galo que avanzaba por los pasillos con su carrito, observando todo a su alrededor. Pasaron unos segundos cuando el francés se paró en seco. Hyoga y Aioros chocaron con su espalda y lo miraron con confusión sin entender el por qué del repentino silencio por parte de Camus.

- ¿Maestro Camus? – titubeó el ruso.

- ¿Qué pasa, Camus? – indagó Aioros, pasándole la mano frente a sus ojos. – Parece que viste a un muerto.

- No es un muerto… - respondió serio, viendo había enfrente con determinación. – Es un muñeco de nieve falsa de dos metros cincuenta y tres centímetros, con excelentes acabados, con un farolito y una nariz de zanahoria perfectamente cortada. Al parecer es tela de Oxford. Sólo mírenlo: durable, atractivo, versátil y lo mejor de todo es que… ¡Yo lo vi primero! ¡Será mío! – le brillaron los ojos.

- Mira, qué hermoso muñeco de nieve, querida nieta… - habló una viejita con un bastón, tratando de empujar su carrito. – Es justo lo que estaba buscando. ¡Vamos por él! – comenzó a caminar, tranquilamente al lado de Camus.

- ¡Qué simpática viejecita! – sonrió Aioros, caminando a paso lento.

- Lo siento, señora… - habló el galo, serio al lado de ella. – Pero ese muñeco de nieve será mío… - esta lo volteó a ver, confundida.

- ¡Ah, muchacho tan lindo! – rió. - ¡Será mío! – comenzó a aumentar la velocidad. Camus al notarlo, apresuró el paso.

- ¿Camus? – Aioros entrecerró los ojos. - ¿Qué sucede? Señora… - se acercó. – Mi amigo lo vio primero, estoy seguro de que debe de haber más en bodega. – le tocó el hombro, amablemente.

- ¡A mí no me toques, majadero! – le retiró el brazo con brusquedad y lo comenzó a golpear con el bastón.

- ¡Señora, tranquilícese! ¡Auch! – se quejó el castaño, protegiéndose de los golpes con sus brazos. Justo en ese momento se acercó un tipo de unos dos metros con un aspecto amenazador y su calavera en la playera no ayudaba mucho. Al verlo, Aioros tragó saliva con dificultad.

- ¿Sucede algo, abuelita? – preguntó con voz grave. La viejita sonrió y dejó de golpear a Aioros.

- ¡Este majadero me estaba amenazando de muerte, nietecito!

- ¡No es verdad! ¡Lo que menos quiero son problemas! – se defendió el griego. Sin embargo el gigante le lanzó un puñetazo a la cara.

- "Recuerda que no puedes usar tus poderes con los civiles, Aioros". – habló Camus, vía cosmos. – "Tú distráelos mientras yo voy por el muñeco". – avanzó con porte y elegancia envidiable, alejándose de la riña. La viejita se dio cuenta y fue detrás de él.

El gigante siguió golpeando al arquero.

- Cuenta hasta diez… - murmuró Aioros, soportando los golpes.

- ¡¿A caso me dijiste idiota?! – gruñó el hombre, volviéndolo a golpear en el estomago.

- ¡No, yo no…!

- ¡Oiga, deje de golpear al señor Aioros! – Hyoga lo comenzó a patear y a darle puñetazos en la espalda. Sin darse cuenta, la mocosa que previamente acompañaba a su abuela, le saltó encima y empezó a jalarle los cabellos.

- ¡No toques a mi hermano! – gritó la niña, arrancándole una que otra hebra dorada. Sin soportar ni un minuto más, Aioros apretó un puño y golpeó al tipo en el rostro, lanzándolo por los aires.

- ¡Soy la persona más tranquila de este mundo, es muy difícil que me hagan enojar pero ya perdí la paciencia! – dijo, respirando agitadamente. - ¡Y tú, maldita mocosa! – la tomó de su suéter y ésta comenzó a patalear como loca. - ¡¿Qué te pasa?! ¡Deja de gritar! ¡Te voy a dar razones para que grites con ganas! – sin pensarlo dos veces y completamente loco de ira, Aioros lanzó a la criatura por los aires. Milagrosamente cayó en la sección de almohadas.

- ¡Señor Aioros! – el cisne se acercó, preocupado.

- ¡¿QUÉEE?! – gritó con exasperación.

- ¡Debemos alcanzar a mi maestro antes de que haga una locura!

- ¡Oh, es verdad! – sonrió ya más tranquilo y se acomodó sus hermosos risos.

Mientras tanto con Camus y la viejita…

- ¡Mire, anciana, ese muñeco será mío! – Camus empujó el carrito con fuerza, esquivando a las personas de los pasillos.

- ¡Eso crees tú, infeliz! ¡Siempre obtengo lo que quiero! ¡Todos los años me encuentro a gente como tú! ¡Pero ya vengo preparada! – de la nada dio unos golpecitos con su zapato y salieron ruedas debajo de ellos. La anciana comenzó a patinar y a empujar el carrito, rebasando al galo.

- ¡Ah, no, de aquí no me voy sin mi muñeco de nieve! ¡Aunque para eso tenga que matarlaaaaaa! – exageró con un tic en el ojo. - ¡Tome esto! – Camus le lanzó el coche con fuerza, atropellando a la viejita y dejándole la vía libre. Toda la gente observó cómo el francés tomaba una patineta de la sección de deportes, se subía en ella y comenzaba a deslizarse hacia el muñeco. Al llegar con él, Camus le saltó encima y lo abrazó con fuerza.

- ¡Te tengoooo! – gritó.

- ¡Señor, qué suerte tiene, es el último modelo que nos queda! – un trabajador del lugar se acercó, amigablemente. - ¿Desea que se lo empaque o se lo va a llevar…?

- ¡Cálleseeee! – Camus lo congeló al instante y cargó el pesado muñeco. - ¡Mire, chicos, lo conseguí! – vio a Hyoga y a Aioros corriendo hacia él. El arquero tenía un ojo morado y el cisne estaba completamente despeinado. Ignorando las miradas, Camus se dirigió a la sección de comida con el muñeco gigante en brazos. – Ahora sí, vamos a probar ese jamón… - sonrió. – Mmmm parece que hubo un accidente… - dijo al escuchar las sirenas de las ambulancias, acercarse. – Algún loco que no soporta la presión de estas fechas… - negó con la cabeza y alcanzó a una chica que repartía muestras de comida. - ¡Oh, jamón Virginia, mi favorito! – se chupó los dedos. - ¡Maravilloso!

En la carrera de carritos…

- Más lento, Aioria… con cautela… - susurraba Milo sobre el carrito. – Recuerda que ya no son carreras sino carritos chocones…

- Está bien… - el griego empujó el carrito por los pasillos. – Ángelo debe estar en la sección de licores… podremos interceptarlo ahí y eliminarlos del juego…

- Sí, sí… - murmuró Milo. – Da vuelta en aquella esquina… - justo en ese instante…

- ¡AHÍ ESTÁAAAAAAN! – se oyó a Kanon saliendo de la nada con Shura empujándolo en el carrito. - ¡SHURA, AVIÉNTAME!

- ¡¿Estás loco?! – Shura comenzó a correr a toda velocidad.

- ¡Milo me debe muchas! ¡Esta es la hora de la verdad! ¡EMPUJAAA DUROOOOOO! – sin más, Shura empujó el carrito con fuerza. Kanon salió disparado con todo y coche y se impactó con Milo y Aioria. - ¡EXPLOSIÓN DE GALAXIAAAAAAAS! – el súper tembló y la sección de mariscos colapsó.

- ¡Ahí están! – exclamó Olle, cargando a Kiki dentro del carrito.

- ¡Muy bien, si somos los últimos en impactarlos, seremos los ganadores! – Ángelo comenzó a correr y a empujar el carrito. - ¡Agárrense!

- ¡No, espérame y me bajo! – se quejó Olle, aferrándose al carro.

- ¡Arrójenos, señor Ángelo! – animó Kiki.

- ¡Perfectooooo! – el crustáceo obedeció. Al momento en que el italiano pateaba el coche, Olle abrazó a Kiki y éste gritó a todo pulmón. Ambos fueron a dar con los demás santos que yacían tirados y carcajeándose con unas cuentas quemaduras en sus cuerpos y con restos de pescado esparcidos por todo el lugar.

- ¡Ganamoooos! – Ángelo alzó sus brazos.

- ¡Empate! – Shura sonrió, victorioso. – Kanon sucumbió pero yo sigo de pie…

- ¡No por mucho! – antes de que el italiano se le abalanzara encima, Dohko jaló a Shura de la camisa y lo comenzó a sacudir al igual que Saga empezó a ahorcar a Ángelo.

- ¡¿En qué mierda estaban pensado?! – gritó Saga, furioso. - ¡Miren lo que hicieron! ¡Si no fuera por sus rastros de destrozos no los habríamos encontrado!

- Tranquilícense por favor… - habló Shun. – Al menos todos están bien…

- ¡¿Quién va a pagar esto?! – soltó el chino rojo de ira. - ¡Yo no pienso pagarlo!

- ¡Son unos infantiles, irresponsables, desconsiderados! – el gemelo continuó ahorcando al italiano. - ¡¿Por qué no maduran de una vez?!

- ¡Ay, Saga, eres un aburrido! ¿Por qué te pones tan amargado en estas fechas? – rió Kanon, quitándose los trozos de pescado de su cabello. – No cabe duda de que la parte divertida se me quedó a mí…

- ¡Ya cállense y vámonos de aquí! ¡Como siempre, tenemos que andar huyendo por sus destrozos! – bramó Dohko. - ¡Al menos ya nada podría salir peor!

- ¡AHÍ ESTÁN, SHAKA! – se oyó cerca de ahí. Todos voltearon a ver al hindú empujando al cochecito donde Ikki iba sentado. - ¡IMPÁCTALOS A TODOOOOOOOS! – sin pensarlo dos veces, Shaka lanzó al japonés. - ¡AVE FÉNIX!

Fin del flashback

- Y así fue como se destruyó el súper mercado… - finalizó Dohko.

- Si lo pensamos bien, fue muy divertido… - Kanon se rascó la barbilla.

- ¡¿Divertido?! – exclamó Saga. - ¡No le veo nada de divertido! ¡Son unos malditos infantiles! – el gemelo aventó la caja al suelo y bajó las escaleras rumbo a su templo. Todos lo observaron sin entender su actitud.

- ¿Y a este qué le pasa? – indagó Athena.

- Sólo ignórenlo… - Kanon continuó subiendo. – Mejor vayamos a Sagitario y preparemos todo para mañana. - Los caballeros subieron las escaleras restantes hasta llegar al noveno templo en donde empezaron a hacer los preparativos. Todos comenzaron a adornar el lugar. Camus, Milo, Hyoga y Aioros colocaron el gran muñeco de nieve afuera del templo.

- ¡Perfecto, ahí quedó! – aplaudió Milo completamente exhausto. - ¡Es el muñeco más exageradamente grande que he visto!

- ¿Verdad que si? – sonrió el arquero, secándose el sudor de la frente. - ¡Valió la pena, quedó muy bien en mi jardín!

- Es una representación de la magnificencia de los hielos eternos de Siberia… en pocas palabras… - Camus se cruzó de brazos y frunció el ceño. – No me gusta.

- ¡¿Qué?! – gritaron los tres al unísono.

- El muñeco es perfecto pero su grandeza no se logra apreciar… sería mejor ponerlo en el techo… - el galo observó el tejado.

- Pero maestro… - el ruso se acercó. – Taparía la chimenea y Santa Claus no podría entrar…

- Hyoga tiene razón… - Milo se rascó la barbilla. – El pobre gordo ya debe tener demasiados problemas de espalda como para hacerle mover un muñeco de dos metros…

- Además, no tengo chimenea… sin mencionar que los muñecos gigantes de nieve falsa son las presas naturales de los renos… - explicó Aioros. – La última navidad que pasé con mi hermanito, pusimos un precioso muñeco de nieve y… desapareció… - susurró.

- No me digas… - Milo se cubrió la boca con ambas manos. – Debió haber sido Trueno… ya sabes, el reno…

- Por el tipo de mordida yo creo que fue Cometa… - opinó el castaño.

- ¡Pero Relámpago es el más agresivo! ¡Todos saben que Cometa es el más sumiso y qué decir de Trueno, alegre pero reservado! – Hyoga también participó en la discusión. Camus se golpeó la frente.

- ¡No fue ningún reno! – gritó el galo. - ¡Shura estaba ebrio, se trepó a tu templo y se robó el muñeco, luego lo regresó y comenzó a devorarlo! – todos rodaron los ojos ante el comentario del francés. - ¡Ya saben, cuando surgió su gusto enfermizo por comer plástico!

- ¡Maestro Camus! – el ruso se acercó. - ¡Qué poco espíritu navideño! – Hyoga se retiró del lugar, indignado, junto con el escorpión y el arquero.

- Mmmmm. – Camus miró al muñeco. – Al parecer te quedarás en el jardín… nos veremos después, Hyoga Isaac Jr. – y así, el galo se adentró al templo.

En la cocina…

- ¡Señor Shura, es el tercer vaso de plástico que se come! – se quejó Shiryu, picando cebolla.

- Ya empezó con el vicio… - gruñó Ángelo con su mandil de cocina.

- ¿Cuál vicio? – respondió, indignado, mientras mordisqueaba el vaso. – Se le llama ansiedad por la navidad…

- Sí, como tú digas… - rodó los ojos. - ¡¿En dónde demonios está el pavo?! ¡Tráiganme el pavo! – ordenó. - ¡Sí quieren un buen pavo, necesito uno aquí!

- ¡Aquí está el pavo! – gritó Mu.

- ¡Necesito más especias, crema y la pasta! – exigió Aldebarán. - ¡Será el mejor banquete de todos!

- ¡Yo haré unas patatas rellenas! – dijo Kanon, sacando platos de la repisa. - ¡O tal vez prefieran unas Judías secas con tomate! ¡O para que vean que soy esplendido, haré Caracoles con tomate estilo Grecia! – sonrió, acomodándose su sobrero de chef. - ¡Me encanta el tomate!

- ¿Mariscos en navidad? – Ángelo frunció el ceño, ofendido. - ¡Tú haz lo que quieras, yo prepararé una ensalada navideña de escarola, queso Gorgonzola y nueces! – se subió las mangas y agarró un tazón para poder colocar los ingredientes.

- ¿A sí? – se burló Aldebarán. - ¡Con que concursos de platillos! ¡Se morirán de la envidia cuando prueben mis Sueños! – todos se le quedaron viendo con cara de wtf. - ¿Qué? Son bollos de pan relleno de crema pastelera, ignorantes.

- ¿A sí? – interrumpió Shura. – Pues ustedes no podrán con la delicia española que les prepararé: Redondo de ternera rellena de ajos tiernos. – dijo con orgullo.

- ¿A sí? – esta vez fue el turno del Dragón. – Pues yo los deleitaré con mi Gun kam de sepia rellena de tartare de salmón en salsa de oliva y yuzu.

- ¡Con que quieren una competencia! – se carcajeó Ángelo. - ¡Que gane el mejor entonces!

- ¡Mi maestro Shion también va a participar! – saltó Kiki.

- ¿Q-qué? – titubeó el ariano.

- Pfff… ¡el Patriarca no sabe cocinar! – se burló Kanon. - ¡Apuras penas sabe calentar el agua y lo hace mal, se le evapora al último momento! – Shion se puso rojo de la ira.

- ¿A sí? – el lemuriano se acercó, amenazante. - ¡Pues yo haré una receta que ninguno de ustedes pudo rechazar en su infancia!

- ¿Qué? – preguntaron al unísono.

- Pero Maestro… - murmuró Mu. - ¿De verdad planea cocinar ESO? Es muy arriesgado… sería como trampa… no hay nadie que supere ese platillo…

- Así es, Mu… desde la última Guerra Santa no lo he vuelto a hacer pero… estos bastardos han despertado a la bestia que dormía en mí... tendrán que afrontar las consecuencias de mis deliciosas… ¡Quesadillas! – habló con orgullo. Los demás se carcajearon a modo de burla. - ¡Anden, búrlense! ¡Ya veremos mañana!

- ¡Muy bien, mañana en la noche será el día de la verdad! – sonrió el gemelo menor. – Pero mientras… hagamos el pavo de una vez.

- ¡Yo digo que cada quien haga su pavo! – demandó el italiano.

- No empieces… - lo calló Shura.

En la sala…

- ¡Muy bien, Tatsumi, pon esas series de luz en aquel marco de la puerta! – ordenó Athena. - ¡Bien, Olle, empieza a colocar las Nochebuenas que plantaste!

- Por supuesto… - contestó el sueco, cargando las macetas con Shun e Ikki.

- ¡Muy bien, Hyoga, Milo, pongan las coronas en las puertas! – mandó Camus.

- ¿Y tú qué harás, Camus? – preguntó Milo.

- Organizar y mandar, por supuesto. – sonrió.

- ¡Vamos, Shaka! – Aioros jaló al hindú del brazo. - ¡A nosotros nos toca preparar el ponche! ¡Vamos con Saga y él nos ayudará!

- ¿En dónde pongo estas esferas, Athena? – se acercó Aioria con una caja llena de esferas de miles de colores.

- ¡Pues en el pino, idiota! – respondió.

- ¿El pino? – se preguntó, observando toda la sala sin encontrar al susodicho. – Athena… ¿un pino?

- ¡Ahora me vas a salir con que no sabes lo que es un pino! ¡Creí haberlos revivido con cerebro! – soltó, molesta.

- ¡Si hubiera un jodido pino no le estaría preguntando! ¡Con una mierrrrdaaa! – contestó, frustrado. Athena lo volteó a ver con los ojos bien abiertos.

- ¡Aioria! – exclamó, sorprendida, bajándose el banquito y acercándose al león. - ¡Túuuuuuu!

- ¡Athena, yo no quise, en serio! ¡Estoy estresado, yoo….!

- Voy a hacer algo que debí haber hecho hace mucho tiempo… - susurró, quedando frente a él y alzando la cabeza para poder verlo a los ojos. – Yo… quiero que me repitas lo que me dijiste…

- Pero yo…

- Repítelo, infeliz.

- Yo dije que… - comenzó a sudar frío. Todos los que estaban en la sala observaron, quietos, temerosos de hacer cualquier movimiento. – Dije que si hubiera un… jodido pino no le estaría preguntando.

- ¿Y qué más? – la diosa entrecerró los ojos.

- C-con una m-mierda… - tragó saliva. En ese momento, Saori alzó su brazo y lo colocó detrás de la cabeza del Santo de Leo. Aioria cerró los ojos, esperando su final. – Me lo merezco, yo me lo merezco… - sin embargo, sintió que lo agarraban de la cara para después depositarle un besito en la mejilla.

- ¡Muaaaaaak!

- ¿Q-qué? – titubeó, completamente rojo. Miró a su diosa que le sonreía y después enfocó su mirada en el muérdago que ésta sostenía.

- ¡Muérdagoooooo! – sonrió, coqueta. - ¡Te ves tan lindo, Aioria! ¡Deberías enojarte más seguido!

- Sí… - se tocó la mejilla. – Seiya, yo no quería… ella se me encimó…

- ¡SAORI! – se oyó a Pegaso, muerto de celos. La diosa sonrió y se fue a la cocina, saltando con alegría.

- ¡A ver a quién atrapó allá! ¡Lalalalalalala! ¡No se preocupen, le diré a Shura que los acompañe a cortar el pino, que su Excalibur sirva de algo!

- ¡Ay, esa Athena es una loca! – Dohko se rascó el cuello.

- ¡Maestro! – habló Shun. - ¿Qué haremos sin un arbolito de navidad?

- No te preocupes, Shun… - sonrió.

- ¡Eso no contesta mi pregunta, Maestro! – se quejó Andrómeda.

De vuelta en la cocina…

- ¡Shiryu malvado, quemaste mi mano… otra vez! – se lamentó de dolor el Santo de Cáncer, agitando su brazo, chamusqueado en el aire. - ¡Hijo del mal!

- ¡Discúlpeme, señor Ángelo! ¡No fue intencional! – se excusó el Dragón.

- ¡Pero no creas que me vas a sacar de la competencia! – en ese instante, callaron cuando vieron a Athena entrar al lugar.

- ¿Necesita algo, Athena? – preguntó Shion, limpiándose su cara llena de salsa.

- Shura, necesito que dejes de comerte ese vaso de plástico y vengas conmigo… - lo llamó. Shura dejó de roer el vaso.

- Por supuesto, mi señora… - el español se acercó y Athena se dio cuenta de que Shura era realmente hermoso. (:3)

- ¡Ay, mi dios! – se le salió la baba a la chica.

- ¿Le pasa algo, Athena? – el peninsular entrecerró los ojos.

- ¡No, nada! ¿Por qué lo preguntas, hermoso caballero español?

- B-bueno…es que…. Algo le escurre de la boca….

- ¿Qué?

- ¡Está babeando como perro! – interrumpió Ángelo.

- ¡Más respeto, Ángelo! – Mu le dio un cocotazo al italiano.

- Este… - carraspeó Saori. – Es que, Shura… - se tapó la cara con sus manos, avergonzada. – Estás bien bonito… - el español se sonrojó.

- B-bueno… - Shura se talló el puente de la nariz, aún sonrojado. – Gracias… supongo…

- ¡Ay, sí, estás bien guapo, papi! – se burló Kanon, batiendo una masa en un platón.

- ¿A qué hora vas por el pan? Grrrrrr. – ronroneó Ángelo con una sonrisa burlona.

- ¡Ya cállense! – gritó Shura, apenado. - ¡Par de descerebrados! ¿Qué es lo que necesita, Athena?

- ¡Oh, sí, claro! – estiró su brazo y tomó el cabello de Shura, detrás de su oreja y lo enredó en su dedo. Todos los miraron con los ojos abiertos como platos.

- Este… Athena… yo… bueno… este… sabe, yo la respeto… pero no quiero nada con usted… no me mate, por favor. – sudó frío.

- Shhhhhhh. – lo calló la diosa. – ¡Mira lo que me encontré! ¡Muérdagooooooo! – sacó un pedazo de la plantita de la oreja del español. - ¡Tienes que darme un besito! ¡Es que yo no te alcanzo! – Ángelo y Kanon rieron bajito. Shura obedeció y le dio un besito en la mejilla. – Muy lindo…

- ¿Para eso me quería? – parpadeó, confundido.

- ¡No, no, no! Yo quería pedirte un favorcito… mira, no tenemos pino… y quería saber si con tu fuerrrte, masculino, macizo y perfecto brazo… digo con tu Excalibur, podrías cortar el pino y traerlo aquí.

- ¡Oh, claro, en seguida iré! – afirmó con la cabeza y se alejó discretamente de la deidad. – Reuniré a un grupo e iremos por el pino.

- ¡Me parece una maravillosa idea! – rió.

Así Shura seleccionó a un grupo de Caballeros para ir en busca del dichoso árbol.

Zona verde de Grecia… (xD)

- ¡Muy bien! – aplaudió el español. – Recuerden que Athena quiere el pino más rechoncho y grande de toda la zona. – explicó Shura. Su grupo consistía en Camus, Ángelo, Shaka, Aioros y Saga quien fue traído a la fuerza. – Inconscientemente traje conmigo a los que menos creen en la navidad por no decir a los más amargados de todos nosotros.

- ¡Oye, Shura! – Aioros tomó al español de la camisa. - ¡A mí me encanta la navidad y todo lo relacionado con ella!

- Entonces tú escogerás el pino…

- ¡Así es! – exclamó, orgulloso. – No se preocupen, estará divino… ¡Ahora vamos! – todos los santos comenzaron a subir por la colina en busca del arbolito perfecto.

- De verdad no sé por qué demonios estoy aquí… ¿por qué nos obligan a celebrar la navidad si no nos gusta? – se quejó Saga, abrazándose a si mismo debido al frío. - ¿Tú, Ángelo, por qué no crees en la navidad? – le preguntó al santo que iba detrás de él, cubriéndose del fuerte viento.

- Aunque no lo crean, yo una vez creí en ella… - respondió. Todos se le quedaron viendo, sorprendidos. – De pequeño uno se cree cualquier estupidez. ¿Saben? Cuando era un niño inocente, Santa siempre me traía regalos pero un día, así como así, me llegó un trozo de carbón. Y el año siguiente y el siguiente y así durante más de veinte años… juré que el día en que viera a ese maldito cebado con barba, le quitaría la cabeza y la colocaría en la entrada de mi templo… - gruñó con todas sus fuerzas. - ¡Maldito seas, Santa Claus!

- ¿Y tú, Shura, por qué no crees? – indagó el hindú.

- ¡Le pedí una espada de acero inoxidable y el bastardo me trajo una de madera! ¡De madera! ¡Fui la burla de mi barrio durante toda la niñez! ¡Por eso decidí ser Caballero para así poder darle muerte cuando lo viera! – intentó recuperar la calma y miró a Shaka que subía tranquilamente la colina llena de nieve. - ¿Y qué hay de ti, Shaka?

- A diferencia de ustedes que sólo se rigen por lo material, yo considero que estas fechas sacan lo peor de las personas. Se vuelven vanidosas, codiciosas e hipócritas. Aún así, pienso que es un día común y corriente. – dijo con simpleza y siguió caminando.

- Estoy de acuerdo con Shaka. – apoyó el francés. – Pero muy aparte de eso, me inclino más por el lado metódico… es científicamente imposible que un hombre de su corpulencia viaje alrededor del mundo en un trineo con nueve renos poseídos en mucho menos de un día… y ahora, ¿cómo demonios, un hombre con su circunferencia es capaz de entrar por una chimenea convencional? Además de que no todas las familias tienen el lujo de contar con una chimenea…ósea… ¿cómo rayos sabe el nombre de todos los niños del mundo? ¿Los espía? ¡Eso es enfermizo! Imagínense el Zeus en la boca que tuve con tan sólo imaginarme el que un gordo maniaco estuviera espiando a mis hijos. Estas fechas despiertan mi lado paternal más que nunca… por eso le pedí a Milo que no se despegara de Hyoga… ¿y tú, Saga?

- Ustedes tienen ideas muy vanas sobre esto… - el gemelo negó con la cabeza. – Al contrario de mi, que es algo más profundo… algo que me desgarra el alma con tan sólo pensarlo. Ese maldito gordo me lastimó en lo más profundo de mi ser… - tomó aire y contuvo las lágrimas que se escapaban de sus párpados. – Será mejor que nos demos prisa… ese árbol nos espera… - sin más apresuró el paso.

- ¡Qué llorones son todos ustedes! – Aioros se cruzó de brazos.

Cuando encontraron el pino ideal, escogido por Aioros, Shura comenzó a machetearlo sin piedad alguna. El árbol estaba completamente chonchito y frondoso. Al momento en que el español terminó con su labor de cortarlo con su afilada Excalibur, los Santos Dorados lo amarraron y lo arrastraron hasta el Santuario. Al llegar, notaron que el Templo de Sagitario estaba completamente ambientado y decorado con adornos navideños; no había esquina que no contara con detalles de la época.

- ¡Quedó hermoso como su dueño! – exclamó el arquero, jalando el pino. - ¡No cabe duda de que el dicho de todo se parece a su dueño, es cierto! ¡Hijo de tigre, pintito! ¡De tal palo, tal astilla! ¡Al que madruga, Dios…!

- ¡Cállate! – se quejó Saga. - ¡Y el último no tenía nada que ver! – todos se adentraron al templo y se organizaron para adornar el pino.

- ¡Pero qué hermoso pino! – Athena se acercó, maravillada. – Me imagino que tú lo escogiste, Aioros. – el arquero asintió, orgulloso. - ¡Oh, Aioros, mira lo que hay aquí!

- ¿Es muérdago? – indagó el heleno, curioso.

- ¡Muuuuuaaak! – la diosa abrazó al castaño y le plantó un beso en la mejilla. – Bueno, chicos, ya váyanse a dormir aunque sea unas horas, ya estamos prácticamente a 24 de diciembre, así que los quiero ver a medio día para empezar los preparativos y arreglar los últimos detalles de la cena del 24.

- ¿Pero y el árbol? – cuestionó Ikki.

- ¡Tatsumi se encargará! – dijo Athena, restándole importancia.

- Es un pino muy hermoso, hermano… - Kanon abrazó a Saga por el hombro.

- Me da igual… yo no lo escogí… - Saga rodó los ojos. – Ahora me iré a mi templo… me encontrarás ahí se quieres compartir mi miseria.

- Está bien… bajaré después, ayudaré a los chicos a arreglar el árbol.

- Como quieras… - se alzó de hombros, salió del templo y comenzó a descender las escaleras.

Ya era la madrugada del 24 y aún no salía el sol. Saga esperaba a su hermano que se había demorado varias horas en regresar.

- ¿A qué horas piensa regresar? – se preguntó viendo su reloj de pulsera. – Se está tardando demasiado… ¿piensa que lo voy a estar esperando despierto? – justo en ese instante se escucharon ruidos extraños provenientes del techo del templo. - ¿Y ahora qué demonios? – se sopló el flequillo, salió del recinto y trató de asomarse por la ventana. - ¡Kanon, ya bájate del techo! ¡Si estas ebrio, no pienses que voy a ir a ayudarte! ¡Te dormirás allá arriba! ¿Oíste? ¿Kanon? – paró oreja cuando escuchó una voz extraña voz. - ¡Un ladrón en mi templo!

En ese momento bajaba Kanon, Aldebarán, Mu, Shion y el pequeño Kiki.

- ¿Saga? – arrugó la nariz. - ¿Qué haces afuera del templo?

- Hay un ladrón en el techo, Kanon… - habló con voz baja.

- ¿Un ladrón? – indagó el brasileño. – Eso es imposible… la barrera de Athena no permite la entrada de intrusos al Santuario…

- ¡De seguro se le olvidó activarla! – Shion se golpeó la frente.

- ¡Bueno, cómo sea! ¡Hay un ladrón en mi casa! – se quejó Saga. - ¡Nadie le roba a Saga de Géminis! ¡Nadie! – exclamó, quitándose un zapato y preparándose para lanzarlo al techo.

- ¿Qué piensas hacer? – indagó Mu. - ¡No vas a derribar a un ladrón con un zapato!

- ¡Obsérvame! – sin pensarlo dos veces, el heleno arrojó su calzado que cayó directamente sobre la cabeza del ente. Pudieron escuchar un quejido de dolor cuando el pobre hombre se resbaló de la azotea y se deslizó hacía el suelo sobre un montículo de nieve.

- ¡Por todos los dioses! – todos se acercaron para ver a la persona que yacía en el suelo, inconsciente.

- ¡Saga, volviste a matar a un hombre! – gritó Shion.

- ¡Hey, usted! – lo señaló Kanon. - ¡¿Qué quiere en nuestra casa?! ¡Conteste! – los Caballeros de Athena se acercaron al hombre. Después de analizarlo, se miraron sorprendidos sin creer lo que sus ojos veían.

- ¡No puede ser! – Aldebarán alzó la voz. – Él… él… él…

- ¡Hermano! ¡¿Qué has hecho?!

- ¡Mataste a Santa Claus! – exclamaron Shion y Mu a la vez.

- ¡¿Qué?! – Saga miró, sorprendido al hombre postrado en el suelo con su traje rojo y su hermosa barba blanca como la nieve.

Continuará…

¡Ho-ho-ho! Y ustedes se preguntarán por qué Santa llegó un día antes hahaha lo explicaremos en el siguiente capi ^^ la continuación estará antes de navidad… o al menos eso esperamos haha xD

Y respecto a la zona verde… no tenemos si en Grecia haya hahaha xD pero bueno en este fic sí haha xD

Pero por si no lo subimos a tiempo… les deseamos muy felices fiestas, coman mucho mucho y beban más hahahaha broma… todo con moderación ehhh ^^

¡Que tengan una feliz navidad!

¡Les mandamos muchos besos y abrazos!

Helena y Francis Hibiki (Y)