Ni Bones ni sus personajes me pertenecen.

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Sentada en la banca de un parque y mientras esperaba a que Booth y Christine regresaran de comprar los helados, Brennan observaba su mano. Específicamente, el dedo anular de su mano izquierda, donde se posaba el precioso anillo que Booth le había regalado dos noches antes. Y que había sido el tema de conversación preferido de Ángela y Cam desde que se los había mostrado. Incluso, casi podía escuchar todavía los gritos de ambas cuando les había dicho que Booth se lo había dado después de que ella le pidiera matrimonio.

De pronto, una mano varonil se posó en su hombro a sus espaldas.

— ¿Te gusta?

Esa voz y ese toque inconfundibles, la hicieron levantar la vista para mirarlo. Sonrió. Siempre sonreía cuando él la miraba. Simplemente era inevitable.

— Me encanta…. Cariño.

— ¿Cariño? —preguntó como si no se lo hubiera dicho a él.

Brennan ladeó un poco la cabeza para verlo mejor.

— Puedo decirte Booth si lo prefieres.

— No. Me gusta cómo suena "Cariño". — repitió la palabra para sí mismo, saboreándola, mientras una sonrisa boba empezaba a formarse en su cara.

— Me gusta que te guste. —En su tono hubo cierto toque de coquetería que prácticamente derritió a Booth.

Tan concentrados estaban el uno en el otro, que no se daban cuenta que en el otro extremo del parque, exactamente frente a ellos, una mujer los observaba dubitativa. Quería acercarse. Quería decir sólo un par de palabras, pero aún no encontraba el valor suficiente para hacerlo. Se había levantado ya tres veces de la banca donde estaba sentada, pero después de dos o tres pasos había vuelto a tomar asiento.

La rubia había llegado incluso antes que ellos. Los había visto jugar y reír con su pequeña. Había visto como se miraban y se dedicaban de cuando en cuando alguna sonrisa de complicidad. Había visto a Booth alejarse con su nena en brazos, rumbo al carrito de los helados. Ese momento le pareció perfecto para acercase, pero no se atrevió. Siguió observando y esperando a que en algún momento ellos la vieran y quizá le dedicaran algún saludo que ella tomaría como una invitación para ir hacia ellos.

Vio a Booth regresar con los helados y luego un pequeño intercambio de palabras que le dejaron a Booth la sonrisa más bonita que ella le había visto. La sonrisa de un hombre enamorado. Bajó la mirada y suspiró más con resignación que con tristeza. Cuando volvió a centrar los ojos en la pareja, Booth ya estaba sentado junto a Brennan con su hija en el regazo y rodeando a Brennan por los hombros con un brazo.

Todo entre ellos siempre había sido así, o al menos así había sido durante el tiempo que compartió con ellos. Era cierto que Booth se había portado con ella como todo un caballero, pero nunca la tomó de la mano ni la abrazó con tanto cariño como a Brennan, aunque tampoco podía decirse que no lo hubiese intentado. También era cierto que lo pasaban muy bien juntos, pero jamás había podido encontrar el código para conectar con él como lo hacía Brennan.

Estaba absorta mirando el cuadro que se desarrollaba delante de sus ojos, cuando una voz a su lado se dirigió a ella suavemente para no asustarla.

— Parecen felices.

Se reprendió mentalmente. Pensaba que estaba siendo discreta al mantenerse a una distancia prudente, pero al parecer, no era así. Miró de reojo a la persona que se había sentado a su lado. Era un hombre algo mayor, pero bastante simpático. El hombre miraba en la misma dirección que ella y sonreía.

— Si. Creo que si… son felices juntos. — respondió sin volver la cara.

— ¿Los conoces?

La periodista frunció el ceño y miró a su misterioso acompañante. El la miró también y le sonrió. No parecía un hombre peligroso, curioso tal vez, pero peligroso no. Decidió responderle.

— Si… algún tiempo, ella fue mi amiga y él… bueno, él siempre fue de ella. — Se encogió de hombros. Era cierto, él siempre había sido de Brennan.

El hombre simplemente asintió comprensivo y volvió la mirada al frente por un par de segundos y luego la miró a ella.

— ¿Estás enamorada de él?

"Wow, bastante curioso y bastante atrevido este señor", pensó, sin embargo, le agradaba.

— Lo quise mucho, si, pero no me di cuenta de cuánto hasta ahora…. Y ya es tarde. Él es feliz.

Él volvió a asentir y puso una mano sobre su hombro en señal de apoyo.

— ¿Y qué vas a hacer ahora?

La rubia se encogió de hombros y suspiró. Después volvió la mirada al frente.

— Irme y dejarlos vivir…. Ella hizo lo mismo por mi alguna vez y merece que yo lo haga por ella ahora. Ambos lo merecen. — su voz era suave y hasta un poco triste, pero reflejaba decisión.

— Entonces, ¿Por qué viniste aquí?

— Él viene aquí a correr por las tardes. Sabía que lo encontraría aquí y solo quería decirle que me voy y que deseo que sea feliz. — mirando de nuevo a Booth y a su pequeña familia del otro lado del parque sonrió — Pero creo que ya no es necesario.

El hombre sonrió como si le hubieran quitado un peso de encima, mientras ella se levantaba de la banca y tomaba su abrigo.

— Creo que es hora de irme. Un gusto conocerte…. — se despidió tendiéndole una mano al simpático hombre con el que había compartido un pedacito de su intimidad.

— Matthew. —Tomó la mano que la mujer le ofrecía y le dedicó una encantadora sonrisa.

Ella le devolvió la sonrisa.

— Hannah. Hannah Burley.

— Un gusto, Hannah. Que tengas un buen viaje y buena suerte.

Hannah solo asintió y se alejó con una sonrisa instalada en el rostro.

Viendo alejarse para siempre a la mujer que en algún momento había sido la causa del sufrimiento de su hija, Max, se encaminó hacia el otro lado del parque. Se veía relajado y tranquilo, todo lo contrario a como se había sentido quince minutos antes cuando había llegado al parque para reunirse con su familia y había visto sentada en una de las bancas nada más y nada menos que a Hannah Burley.

La había examinado durante un par de minutos antes de decidir acercársele. Era guapa, si, pero no más que su hija y seguramente tenía muchos otros atributos más, pero no era la mujer ideal para Booth. Si lo sabría él que al igual que todos lo que conocían a Booth y a Brennan había estado esperando el momento en el que esos dos por fin dejaran esa tontería de "solo somos compañeros" que solamente ellos creían. Recordó lo mucho que se había enojado con Booth cuando se había enterado de que estaba viviendo con la periodista. ¿Cómo se le había ocurrido a ese tonto de su yerno que podía hacer una vida con otra mujer que no fuera su hija?

Ahora esa mujer estaba ahí, en el mismo parque que ellos observándolos. Antes no había hecho nada y había confiado en que Booth se diera cuenta de que estaba errando el camino, pero ahora no se iba a quedar de brazos cruzados. Para su buena suerte, Hannah no lo conocía y él había podido hacer todas las preguntas que había considerado necesarias y ella había respondido cada una de ellas con sinceridad.

Max estaba a pocos metros, cuando Booth y Brennan por fin lo notaron. Eso pasaba casi siempre que estaban juntos. Nada más existía para ellos en ese momento. Solo ellos en su pequeña burbuja que en esta ocasión también incluía a Christine. A Max nunca le había alegrado tanto ese hecho. Si no lo habían notado a él hasta entonces, tampoco habrían notado a Hannah.

Saludó a Booth con una sonrisa y un apretón de manos y luego se inclinó hacia su hija y su nieta y le besó a ambas en la mejilla. Cuando Christine lo reconoció se estiró hacia él reclamando su abrazo. Feliz de vida, Max tomó a su adorada nieta entre sus brazos y le plantó otro beso en la mejilla. Cuando miró nuevamente a Booth y a Brennan, los encontró mirándolo, tomados de las manos y con sonrisas igualmente radiantes en sus rostros. Algo pasaba ahí, estaba seguro. Ese brillo en los ojos y esa sonrisa solo las podía comparar con aquella ocasión en que le habían dicho que iba a ser abuelo. "Dios, voy a ser abuelo otra vez", pensó. Con todo el disimulo del que fue capaz dirigió la mirada hacia el vientre de su hija. Nada raro, ahí. Lo único que encontró fueron cuatro manos unidas sobre la rodilla de Brennan. Ninguna señal que delatara un nuevo embarazo. Volvió a mirar con más detenimiento. De repente, la luz del sol se reflejó sobre algún tipo de superficie que al instante brilló y lo hizo cerrar los ojos. Cuando volvió a abrirlos, lo vio. No había embarazo, o si lo había no se notaba todavía, lo que había desprendido ese brillo que casi lo dejaba ciego era una reluciente pieza de joyería en el dedo anular izquierdo de su hija.

La boca de Max dibujó una "O" casi perfecta y luego salió de ella una sonora carcajada al recordar la primera vez que había visto aquel anillo por accidente mientras buscaba algo con que entretenerse entre las historietas de Booth y por supuesto, como olvidar la amenaza de muerte que le había hecho el compañero de su hija si algún día hablaba de ello. No lo podía creer. Por fin Booth lo había conseguido. Por fin había logrado que su Tempe diera su brazo a torcer y aceptara casarse con él.

¿Qué le pasa? — preguntó Brennan en tono confidencial al ver los expresivos gestos de su padre.

Que ya lo sabe, Bones. —- Booth la acercó un poco más a él y le respondió en el mismo tono.

Brennan frunció el ceño.

— ¿Qué es lo que sabe?

— Lo de la boda.

Ella estaba a punto de hacer una nueva pregunta cuando sintió los brazos de su padre rodeándola.

No sabes lo mucho que me alegro por ti, mi pequeña…. Y seguramente, desde donde quiera que esté tu madre también estará feliz.

En cualquier otro momento, Brennan habría contestado que esa afirmación no era del todo correcta, puesto que su madre había muerto muchos años antes, pero no podía ni quería. El nudo que se había formado en su garganta le impedía decir cualquier cosa y muy en el fondo de su corazón estaba deseando que eso pudiera ser verdad.

¿Lo saben ya los demás? — preguntó Max cuando logró controlar sus emociones.

Ambos sonrieron y afirmaron con la cabeza.

Max no podía sentirse más contento. Miró al cielo y compartió en silencio su alegría con Ruth. Podría ser verdad o no que las almas buenas como la de su amada Ruth se iban al cielo, pero él prefería creer que era así. Que era posible que su Ruth estuviera tan contenta como él de que sus hijos tuvieran dos buenas personas a su lado y que les hubieran dado unas nietas preciosas. Esa era la clase de felicidad que siempre habían deseado para sus hijos y aunque ella ya no pudiera estar ahí con ellos, él estaría por los dos mientras tuviera vida.

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Ok, éste es el final de la historia. Un poco (muy) centrado en Max, pero necesitaba terminar con el asunto Hannah y me pareció que Max era el más adecuado para ello, espero les haya gustado y si no es así o han leído, pero no han comentado, este es el momento de decir lo que piensan.

Muchas, muchas gracias por leer la historia, por el apoyo y por los hermosos comentarios que me han hecho.

Saludos, besos y abrazos. Nos leemos en la siguiente historia ;)