Disclaimer: Los personajes no son míos sino de su respectivo dueño.


Lo sabías?

"Alfred, ¿Sabías que Arthur se vuelve totalmente vulnerable al recordar eso? ¿Sabías que estando triste es débil y manejable? ¿Lo sabías?".

Scott le había dicho un secreto a Alfred, algo sobre su hermano menor, quería solamente fastidiarlos, a Arthur porque era un buen pasatiempo y a Alfred porque le caía sumamente mal. Entonces el representante de los Estados Unidos de América no perdió el tiempo. Tal vez fue por puro capricho, tal vez por la sola idea de sentirse dominante ante alguien que alguna vez fue un gran y poderoso imperio que lo tuvo bajo su dominio, o tal vez rencor y locura mezclada en su interior; sin embargo, ¿Eso qué le importaba?, sabía que siempre serían rivales y que el británico lo odiaba, ¿Qué más da?

Común día para las naciones. En el territorio del Reino Unido, hubo una típica reunión que termina en todos contra todos por cosas sumamente absurdas.

Otra vez estaba la acostumbrada pelea entre Francia, Inglaterra y Estados Unidos, esta vez era sobre quien podía aguantar a los otros dos por más tiempo sin darle tregua. Inglaterra decía que podía volver a estar en pleito con Francia por otros cien años más y que Estados Unidos por ser un mocoso podía fácilmente contra él, Francia decía algo recíproco con el otro europeo y con el americano que le llevaba cientos de años de ventaja y que jamás podría contra él; a diferencia de ellos dos, Estados Unidos decía que por ser el país numero uno y siendo tan fuerte ellos no eran rivales dignos de esa clase de atención.

Todos por cada lado en pequeños grupos haciendo el tonto, estos tres rubios en lo suyo.

— ¡Por supuesto que no! Yo soy mejor que ustedes, pandilleros —era Francia.

Shut up, Frog! ¡Que te puedo aguantar por otros cien años más! —Inglaterra.

—Ninguno de los dos se compara con mi súper fuerza ¡Hahahaha! —y Estados Unidos.

—¡Tú sólo eres un yanqui obeso! —le gritó el de ojos verdes.

—Además de que tienes falta de glamour —le dijo el otro europeo haciendo ademán de disgusto de la ropa de este.

—¡Tú eres muy chillón! —le dijeron ambos.

—Pero dejando en claro, yo soy más fuerte que ambos —siguió el inglés.

—Non, yo lo soy porque ninguno me llega ni a los tobillos —respondió el francés.

—Para mí Francis es pan comido —continuó el norteamericano— y puedo volver a derrotar a Arthur cuando quiera.

— ¿Qué dijiste? —se exaltó el último mencionado.

—Que te vencí antes y lo haré de nuevo, sea independencia o no.

— ¡Mocoso malcriado! Recibiste ayuda porque no puedes hacer nada solo.

—Excusas.

—Oye Alfred, ¿No crees que te estás pasando un poco? —el galo se puso más serio.

—No lo hago, Francis, de todos modos él siempre fue débil.

El aura oscura que le rodeaba al rubio americano no se veía mas sí se notaba en el aire.

El otro estaba furioso y por dentro se estaba quebrando con solamente recordar lo sucedido años atrás.

— ¡Maldito emancipado! ¡¿Cómo te atreves a sacar eso?! ¡Se supone que ya lo habíamos dejado!

—Solamente dije cómo eras, no es para que te pongas así, Arthur —se podía notar, esa energía negra que salía hasta por su boca la notaba cualquiera.

Bloody hell! ¡Tú fuiste el que lo sacó! ¡Lo das a entender, ¿Qué demonios te pasa?!

— ¡Basta los dos! —ordenó Francia sabiendo lo que sentía Inglaterra en estos momentos.

Estados Unidos solamente rió a carcajadas.

— ¡Te odio malnacido de mierda!

Gritó a todo pulmón el británico antes de salir apresuradamente del salón reventando la puesta tras su salida, hubo silencio en el salón y miraron a los dos rubios que quedaron, Francia se notaba molesto y Estados Unidos…satisfecho.

Se dio por terminada la reunión. Todos salieron para dirigirse hacia sus casas u hoteles, excepto Estados Unidos. Este condujo hasta la parte de la isla que pertenecía a Inglaterra, llegó hasta su casa.

Tocó la puerta y no hubo respuesta, lo intentó varias veces y nadie respondió nunca. Probó abrir el llavín para ver si funcionaba y para su sorpresa estaba abierto. Entró lentamente y volvió a cerrar la puerta.

Llamó nuevamente, las luces estaban apagadas. Se detuvo al escuchar sollozos desde la planta de arriba.

Subió caminando y cuando entró confirmó lo que pensaba. En la cama de la habitación estaba Inglaterra, hecho un ovillo y llorando.

—Arthur…—llamó el norteamericano suavemente.

—Lárgate…—dijo entre sollozos, cubriéndose más el rostro con los antebrazos.

—No…yo…lo siento, lo que dije antes… —se acercó despacio, se colocó de cuclillas a unos centímetros de su cama.

—Cállate…—se volteó dándole la espalda— Te quiero fuera de mi casa en este momento.

—Pero…en verdad lo siento…no sé qué me pasó y…

—No sabes nada, maldito mocoso.

—Arthur ¿Quieres verme a los ojos?...mírame…así sabrás que no miento…

Se giró apenas para mirarle de reojo, con incredibilidad, sus ojos estaban algo rojos y su rostro húmedo.

—Lo lamento…

—Me importa una mierda —se volvió a girar.

Segundos después, la voz de Estados Unidos cambió. Con oscuridad, imponencia, le susurró a Inglaterra: —Es una lástima que te importe de esa manera…

Este volteó rápidamente, con los ojos abiertos en total asombro.

—Escucha —se acercó ágilmente a él, casi rozando sus labios prosiguió— A mí sí me importa, de hecho es por eso que lo dije —rió suavemente— Quiero hacerte mío.

Entonces le besó profundamente y el inglés no supo cómo reaccionar.

— ¡E-Espera!

Trató de empujarlo pero fue tarde pues el estadounidense ya se había posicionado sobre él, inmovilizando su torso al posarse sobre él, tomó ambas manos colocándolas arriba de su cabeza, con una mano y con la otra le arrancó la corbata para atarlas fuertemente.

— ¡¿Qué haces…?! Alfred, por favor…

El mencionado no perdió el tiempo, comenzó a besar su cuello con frenesí tocando puntos clave en la nación bajo suyo.

—Deten-te…—suspiró sintiendo recorrer por su cuerpo varias sensaciones a la vez que no quería sentir— N-No…por favor…

Y como era de esperarse, Estados Unidos no hizo caso. Rápidamente le despojó de toda su ropa dejándose una buena vista, el británico estaba sonrojado y avergonzado, por sus verdes ojos aún brotaban lágrimas, de dolor y angustia; sin embargo, para la nación más joven eso era espléndido.

Se quitó la camisa para sentir más a fondo el cuerpo menor, besándolo, lamiendo, acariciando y mordiendo sin parar cada parte de ese ser.

—B-Basta… ¡Ah! Ya basta…

Suplicaba entre gemidos de dolor, las lágrimas brotaban sin parar, sabía que no podía escapar ante los Estados Unidos. Intentó dar patadas pero este se las bloqueaba, sentándose sobre su cadera.

—Eres mejor que un postre, no me voy a detener jamás…

Acarició las piernas de este de arriba abajo, mientras disfrutaba con su lengua del vientre ajeno, su lengua recorría todo, sus rosados pezones los jalaba con fuerza y gusto sacándole gimoteos de dolor al europeo.

Subió de nuevo a su boca y le besó rebuscando en su boca todo sabor que podía encontrar, no dejó nada sin explorar y disfrutando todo. Se alejó de su rostro y sonrió lascivamente, Inglaterra supo que vendría, lloró.

No habría preparación en absoluto. Estados Unidos se bajó los pantalones y abrió las piernas de Inglaterra acariciándolas y al acomodarse este volvió a rogar desesperado que se detuviera.

Pero sus súplicas se dirigían a oídos sordos y al sentir a Estados Unidos entrar, gritó. Este no esperó nada y embistió fuerte excitándose más de lo que ya estaba al escuchar los alaridos de Inglaterra.

—Di mi nombre —le ordenó.

—A-Améri…ka —balbuceó con los ojos cerrados fuertemente.

Se detuvo por un momento y sacó la mitad de su miembro.

—Mi nombre, no lo que represento —y entró con fuerza bestial.

— ¡Alfred! —gritó al sentirse casi partir en dos, le dolía horrores.

—Continúa sin parar.

Y siguió del mismo modo, entrando y saliendo con fuerza.

Los gritos de Inglaterra y los gemidos de Estados Unidos retumbaban por toda la habitación.

Inglaterra gritaba como se le ordenó, aunque sabía que no se detendría por eso, le dolía, y no solamente su cuerpo.

Poco después este salió de su interior pero no para dejarlo, sino para montarlo. Así que le dio vuelta y lo obligó a estar de rodillas, mordiendo su espalda y besándole con brusquedad, separó nuevamente sus piernas temblorosas. Entró en una sola embestida, fuerte y profunda.

Y aumentó el sonido de sus voces. Las manos de Inglaterra luchaban por mantenerse, lloraba, lloraba por lo que sentía su cuerpo y su alma, ambos partidos.

Estados Unidos llegó a su límite y se corrió en el interior de lo que para él era un simple objeto, salió con brusquedad y el otro cayó rendido en la cama, él se levantó del mueble y se vistió. Admiró la figura de su extutor, débil, vulnerable, así le gustaba. Su interior era un misterio, ¿Lo odiaba o no?, pero ¿Qué importaba? Lo tomó y lo poseyó, por esa misma razón dijo aquellas cosas; quería dejarlo destrozado tanto interna como externamente y lo logró, lo tomó por sorpresa y le hizo más fácil y divertido el trabajo.

Esa noche se quedó en casa del inglés, no toda en su cuarto, pero rondó por el lugar, a veces se burlaba de la nada, a veces escuchaba murmullos y entraba en la habitación y encontraba a Inglaterra del mismo modo: Hecho ovillo abrazándose así mismo con las manos en puño y llorando, estaba desnudo y su piel resentía lo de la tarde mostrándose rojiza y amoratada. Le daba gusto y salía.

El día siguiente llegó, él en el sofá porque se quedó dormido viendo televisión. No se dio cuenta de la entrada de alguien a la casa, al sentir los pasos dirigiéndose hacia la planta alta despertó de golpe y miró la figura con cabellera rojiza.

— ¿Scott? —preguntó siguiéndole.

No le respondió, y si estuviera de frente recibiría una mirada fría y afilada.

Este entró en la habitación de Inglaterra el cual tenía la mirada perdida y miró a su hermano con algo de tranquilidad.

— ¿Qué haces aquí Scott? —preguntó el norteamericano con algo de desdén posándose en el marco de la puerta.

—Vine a recoger al estúpido conejo, ¿Acaso estás ciego? —dijo con frialdad e indiferencia mientras le podía los bóxers al menor.

— ¿Por?

—…Te mereces un fuerte golpe —tomó la mano de su hermano y le quitó el celular que tenía para guardarlo en su pantalón.

—Así que eso eran los murmullos, ya me preguntaba por qué siempre decía "Ven hermano" "Quiero estar contigo".

—Pesado…—se quitó su gabardina y se la puso a su hermanito.

—Eso fue en la noche.

—Creí que no era tan grave.

Le respondió sin más y alzó a Inglaterra en sus brazos, él se aferró a su cuello sin decir palabra nunca y bajó la mirada ocultando su rostro en el pecho del mayor.

— ¿No te llevas su ropa?

—Bótala si quieres, estúpido gringo.

Salió pasando de largo al estadounidense y se dirigió hacia la salida. Este le siguió, de todos modos tampoco era su casa. Así que cerró la puerta tras salir.

— ¿No me harás nada por lo que le hice a tu hermano?

—Oye, Alfred…

Dijo fríamente, el otro se quedó quieto frente al auto del escocés, y este al meter a Inglaterra en el asiento del copiloto abrochado su cinturón, a pesar de que este subió sus piernas en posición fetal, cerró la puerta y se metió en su lado pero deteniéndose por un momento miró a Estados Unidos fijamente, preguntando: — ¿Lo sabías…?— Y luego regresó su vista a la carretera, sólo dijo antes de partir:

—Arthur te ama, ¿Lo sabías?


Alfred está en OoC —como se dieron cuenta— al igual que un poquito con Scott o bueno no sé con él la verdad. Espero les guste.