Hola! Bueno, esta es una TRADUCCIÓN del fic que se llama Harry Potter and the marauders of the mind, de Moonsign. O sea que yo no lo escribí. Ahora, aviso: el fic contiene SLASH, así que ya están avisados.

La primera intrusión

Tomó un tiempo para que el mundo mágico se volviera a orientar después de la batalla final. Era un remolino caótico de capturas Mortífagos, velorios de seres queridos, conflictos internos en el Ministerio de Magia y la reconstrucción de Hogwarts.

Extrañamente, nadie cuestionó que la restauración y reapertura de la más famosa escuela de magia y hechicería fuera prioridad en la reconstrucción del mundo mágico. Aunque nunca se dijera explícitamente, se tenía la sensación de que cuando Hogwarts se abriera para un año nuevo, con la profesora McGonagall como nueva directora, la vida volvería a la normalidad.

Harry Potter, a través de todo esto hizo el esfuerzo, ante todo, de mantenerse alejado. Con dieciocho años el Niño Que Vivió Nuevamente Y Procedió A Derrotar Al Señor Oscuro (y que deseaba todos los días que a alguien se le ocurriera un título menos molesto) se retiró, contra los deseos de sus amigos, a la casa de su padrino, donde intentaba aceptar su propio papel en la batalla.

-Harry, sabes que siempre eres bienvenido a quedarte en la Madriguera hasta que todo se calme, -le había dicho Ron, cuando con Hermione lo visitaron una tarde, a diez meses de la batalla de Hogwarts.- No es sano que vivas aquí solo. Tienes que salir y hacer algo.

-Estoy haciendo algo, -dijo Harry tercamente, mientras ponía tazas de té frente a sus amigos.- Estoy haciendo que esta casa sea habitable de nuevo. Y no estoy solo, tengo a Kreacher. -Le sonrió al feo elfo doméstico que iba por la cocina preparando la cena, usando una toalla y el guardapelo de Regulus Black.-

-¡Los elfos domésticos no cuentan! -Se quejó Ron, ignorando la mirada que Hermione le mandó cuando dijo eso.- No puedes esconderte del mundo para siempre, sabes.

Harry agachó la cabeza y revolvió su té con bastante violencia. No podía explicárselo a sus amigos. No podía hacerlos entender que para ellos estaba bien, porque se tenían el uno al otro, y familias que realmente eran suyas. Eran felíces, y lentamente se recuperaban de la conmoción de la guerra, mientras él era incapaz de seguirlos.

Ginny había intentado recomenzar su relación en el par de meses que siguieron la derrota de Voldemort, pero Harry se dio cuenta de que no podía. Había un vacío entre ellos, lleno de muerte por la guerra, y no podía encontrar manera de cruzarlo. Era la razón por la que había sido capaz de caminar a su muerte el día de la batalla final. Realmente no tenía nada que perder. Sus padres, Sirius, Remus, Dumbledore, Fred, Tonks... tanta gente muerta.

Y entonces los había visto - a James, Lily, Sirius y Remus, traídos por la Piedra de la Resurrección - y sin importar cuanto lo intentara, no podía sacárselos de la cabeza. Era la obsesión de la que le había advertido la historia de las Reliquias de la Muerte - esa necesidad irresistible de estar con ellos y hablarles de nuevo. De volver al momento en el que había sido parte de su propia familia, no la de alguien más; una familia como la de los Weasley a quienes quería, pero nunca serían la suya.

Soñaba con ellos por la noche. Sueños extraños en donde estaba en un lugar borroso, incapaz de ver formas, pero escuchando sus voces en su cabeza. Discutían y se reían juntos, bromeaban y conversaban más seriamente. Después, siempre recordaba la calidez y el cariño en esos sueños, pero nunca las conversaciones.

A pesar de eso, los sueños se volvieron cada vez más vívidos y frecuentes en el año posterior a la derrota de Voldemort. A veces imaginaba que podía escucharlos en el fondo de su mente mientras estaba despierto. En momentos como ese genuinamente se preguntaba si así se sentía volverse loco.-

-Tiene razón, Harry, -dijo Hermione, interrumpiendo sus pensamientos.- No puedes quedarte encerrado para siempre. En realidad, por eso vinimos hoy. He estado ayudando a la profesora McGonagall a arreglar Hogwarts para abrir en Septiembre. No se pudo comunicar contigo. Las barreras que pusiste contra las lechuzas son un poco exageradas, ¿no crees? Como sea, me dijo que te lo pidiera.

-¿Pedirme qué? -Preguntó Harry, mirándola sospechosamente.-

-Que seas el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. -Hermione y Ron lo miraron con cautela esperando su reacción. Hacían muchas cosas con cautela alrededor suyo ultimamente, como si fuera a explotar si lo presionaban demasiado.

Las cejas de Harry se levantaron hasta su pelo y su boca quedó abierta.- ¿Quieren que sea maestro? -Preguntó- ¡Sólo tendré diecinueve!

-Eres quien derrotó al Señor Oscuro, -dijo Ron.- Nadie se portará mal en tus clases.

-Me ofreció ser la profesora de Transfiguración, -agregó Hermione.- Pero sólo iré si tú lo haces.

-¡No! -Dijo Harry firmemente. ¿Él? ¿Maestro? Por un momento creyó escuchar una risa dentro de su cabeza que no le pertenecía, lo que no tenía sentido. Por un segundo pensó en Voldemort, pero no venía con la conocida sensación de maldad y corrupción. Sólo era su imaginación, entonces. Tenía que ser.- No. Definitivamente no.

-Harry...

-¡No! ¡Y es mi última palabra!


-Estoy loco, -Pensó Harry, mientras se sentaba en la mesa de profesores y miraba a los estudiantes que entraban al comedor.- Finalmente me he vuelto loco y por estoy haciendo esto.

Se sentía tenso e incómodo en la túnica nueva que Hermione le había hecho usar, y se sentía muy consciente de los cientos de ojos que lo miraban. Le recordaba a esa vez en segundo año cuando todos pensaban que era el heredero de Slytherin. Era extraño volver a Hogwarts.

Las brujas y magos que habían restaurado la escuela habían hecho un maravilloso trabajo. El gran comedor se veía tan asombroso como siempre en el banquete de bienvenida. Las cuatro mesas, cada una con su propia insignia colgando encima, y la mesa de profesores delante. Las velas flotaban bajo el techo encantado que reflejaba el despejado cielo nocturno.-

-Nunca nos dijiste que la vista era tan buena desde aquí arriba, Lunático.-

Harry saltó- ¿Qué? -Preguntó en voz alta.-

-¡No he dicho nada, mi muchacho! -Aseguró el profesor Slughorn alegremente. Harry se preguntó cuánto le habían tenido que ofrecer al gordo profesor de pociones para que enseñara por un año más, teniendo en cuenta lo que había costado traerlo de vuelta en primer lugar.-

-Nada -murmuró- Sólo creí haber escuchado algo.

-Se ven tan pequeños.-

-¿Hermione? -Harry miró a su derecha cuando escuchó una voz de mujer.-

-¿Sí? -Preguntó levantando la vista.-

-¿Dijiste algo?

Hermione frunció.- ¿Estás bien? Te ves pálido. No dije nada.

-Creí haber oído...

-¿Está hablando de nosotros? Harry, ¿PUEDES ESCUCHARNOS?-

Harry saltó violentamente y casi se cayó de la silla.-

-¡Puede! Harry, escucha. Somos nosotros, somos...-

-Harry, escucha, no estamos seguros de cómo..-

-¿Sabes quiénes somos, cachorro? Es que...-

-¡No los escuhes, Harry! Cálmate...-

Eran un montón de voces en su cabeza, sonando más y más fuerte al intentar que las escucharan. Era claro por el hecho de que nadie más reaccionaba que era el único que las oía. Sintió su respiración agitarse y su visión ponerse borrosa al reconocer dos de las voces. Dos voces que no debería haber sido capaz de escuchar o reconocer de nuevo.-

-¿Harry? ¿Harry? -Hermione le sacudía el brazo, pero apenas la escuchaba encima de las otras voces.-

-No te estás volviendo loco, ¡de verdad estamos aquí!-

-...nos metimos mientras las puertas estaban abiertas. Ya sabes, en la estación, con el viejo Dumbles...-

-...por la Piedra de la Resurrección, y no nos soltamos, y nos negamos a volver...-

-...respira, Harry. ¡CÁLLENSE, GENTE! Escucha Harry, podemos explicar...-

-¡Harry! Te estás hiperventilando. ¡Cálmate!

Sintió manos en su espalda y alguien intentó hacer que bebiera algo frío.

Todo se oscureció.