Death to Life to Breakfast with Slytherins
A Harry nunca le habían gustado las mañanas. Había formas en las que prefería ser despertado de ser necesario, sin embargo, generalmente no incluían la cara de Pansy Parkinson a centímetros de la suya y El Profeta siendo apretado contra su oreja izquierda.
-¿Mwah?
-¿Fuiste tú, Potter?
-¿Cómo t'metiste aquí?
-Vivo aquí, ¿recuerdas? Soy una de tus rehenes.
Harry se quejó y la alejó para poder sentarse lentamente en su cama. Sentía la cabeza rara y vacía, y si no fuera por el hecho de que no le dolía por primera vez en meses, hubiera extrañado la presencia de los merodeadores.
-No vives en mi habitación. Ya paso suficiente tiempo compartiendo mi habitación con un Slytherin en Hogwarts, no haré lo mismo aquí en Grimmauld Place. Y deja de decir que eres mi rehén.
Pansy se cruzó de brazos y frunció desde donde estaba, arrodillada al borde de su cama.- Nos prometiste que podíamos ser tus rehenes. No te puedes arrepentir.
-Oh por Dios, déjame solo. –Volvió a caer en la cama y trató de arrastrar las mantas de nuevo sobre su cabeza.
-Quiero saber si fuiste tú. –Le quitó las frazadas y le golpeó la cabeza con el diario enrollado.
-¿Si qué fui yo?
-¡El que hizo esto! –Desenrolló el diario y lo sostuvo frente a él. Harry buscó sus lentes y miró el título con los ojos entrecerrados.
¿EL MINISTERIO AL LADO OSCURO? SHACKLEBOLT NEGOCIANDO LA LIBERACIÓN DE LOS SLYTHERINS
-Ah. Eso. Sí.
-Merlín, Potter. De veras eres el héroe de los desvalidos, ¿eh?
Se escuchó un estruendo desde el piso de abajo seguido de gritos y el peculiar sonido de una maldición explosiva.
-Sí que odio las mañanas, -murmuró Harry, levantándose de la cama y tropezando hasta la puerta.
Entró a la cocina y encontró la enorme mesa de roble tirada de costado mientras una de las antiguas sillas de madera yacía destruida a unos pies de distancia. Hermione, Ron y George estaban agachados a un lado de la mesa y Blaise, Goyle y Daphne hacían lo mismo del otro lado. Los seis habían sacado sus varitas. Cuando quiso ver dónde estaba Draco, lo encontró sentado en una de las sillas no explotadas en una esquina, tranquilamente comiendo avena mientras veía el drama desarrollarse.
Con una sensación de cansancio, se dio cuenta de que posiblemente había olvidado mencionarles a sus amigos lo de sus invitados Slytherin.
-¿Es mucho pedir que me expliques qué sucede aquí?
-No está en mi contrato de rehén, -le dijo Draco vagamente mientras lamía su cuchara.
-¿Tienes un contrato de rehén? –Preguntó Pansy.- A nosotros no nos dieron contrato.
-¡No, claro que no tiene un contrato! –Harry agitó sus manos en el aire.- ¡Nadie tiene contrato de rehén! Son libres de irse cuando quieran. ¡Hasta les mostraré la puerta!
-No quiero irme, -dijo Goyle.- Me gusta este lugar. Comí tarta en el desayuno.
-¿Harry? –Preguntó Ron, parándose lentamente de atrás de la mesa y guardando su varita.- ¿Quieres explicarme por qué entramos y encontramos un montón de Slytherins desayunando en tu mesa?
-¿Y por qué parece que acabas de salir de tu habitación acompañado de Parkinson? –Agregó George.
Suspirando, Harry rodeó la mesa para servirse algo de avena de la olla que estaba sobre la cocina. Encontró otra silla que seguía intacta y se sentó en ella.
-Sólo se quedan aquí hasta que dejen de ser victimizados y amenazados de ir a la cárcel.
-Entonces se quedan para siempre, -señaló Ron.- ¿Los conoces?
-Vamos a… -Hermione hizo señas hacia la mesa- limpiar todo y sentémonos a hablar como adultos.
Todos trabajaron tentativamente juntos para limpiar al desastre que había quedado de la cocina de Harry. Sin embargo, no pudo concentrarse en lo que hacían, sus oídos estaban constantemente concentrados en el timbre. No podía faltar mucho para que los oficiales del Ministerio vinieran a informarle que su familia había vuelto milagrosamente a la vida, ¿o sí? Tenían todo el derecho a cuestionar (y vestir) a los recientemente resucitados merodeadores. ¿No era él a quién debían llamar primero?
-¿Estás bien? –Preguntó Ron en voz baja, con el sonido de los platos de desayuno moviéndose de fondo. Harry levantó la vista y encontró a su amigo mirándolo con expresión preocupada.
-¿No estás enojado? –Le preguntó, haciendo señas a los Slytherin.
Ron hizo una mueca.- Ya acepté que eres el bateador del equipo Slytherin. Ya ni siquiera me sorprende. Apuesto que todo lo que Malfoy tuvo que hacer fue hacerte ojitos y le dijiste que los recibirías con los brazos abiertos.
-Cállate, -le respondió, porque era casi totalmente cierto.- Fui manipulado.
-Bueno, son Slytherins.
-Cierto.
-¿No dicen nada del Ministerio?
Harry negó con la cabeza.- ¿Qué pasa si no vienen nunca? ¿Y si los encierran o hacen experimentos en ellos o los re-matan o algo?
-Tú mismo lo dijiste – Kingsley y los Aurores están desesperados porque alguien los ayude a derrotar a Crouch y sus seguidores. Ahora literalmente tienen una nota de los Poderes Que Son diciendo que escaparon de la muerte para ayudar. No van a rechazarla. Vendrán en cualquier momento.
En cualquier momento resultó ser casi cinco horas más tarde; unas largas y cansadoras horas compuestas por un desayuno de agudos comentarios e insultos indirectos, seguidos por un desganado periodo de jardinería. Narcissa Malfoy, al llegar a la cocina y encontrar un ambiente al borde de la guerra, los puso a todos a trabajar en el jardín de los Black, serenamente sorda a todas sus quejas.
-¿Qué es esto? –Se quejó Pansy mientras era forzada a rastrillar una terriblemente fragante y seca masa marrón de una de las matas.- ¿Y por qué no podemos usar magia?
-Porque eso, señorita Parkinson, es caca de dragón, -le contestó Narcissa educadamente.- Es altamente volátil. Use magia y perderá las cejas y casi todo su cabello. Para siempre.
-¿Popó? ¿Me están hacienda rastrillar popó?
-Está en la letra chica de tu contrato de rehén, -le dijo Harry satisfecho.- "Se le requerirá rastrillar popó regularmente" no te puedes arrepentir, recuerda.
-¡No tengo contrato de rehén!
Harry agradecía el trabajo, dado que alejaba su mente de su familia. Los elfos domésticos de los Malfoy habían descubierto un nido de gnomos bajo el gran roble al fondo del patio, y él y Ron disfrutaban revivir sus habilidades lanza-gnomos. No estaba seguro de adónde iban cuando desaparecían por sobre la pared, pero esperaba que no fuera al jardín de algún muggle.
-Es raro que tengas un jardín, -comentó Hermione mientras enganchaba otra cuerda encantada en una Venomous Tentacula.- Es lindo, aunque un poco homicida.
-Queda bien con la casa, -murmuró George, que había sido tragado hasta el cuello en un viejo sillón la última vez que se había quedado a dormir. No creyó cuando Harry le aseguró que no había sabido de sus propiedades traga gente al ponerlo en esa habitación.
-A mí me gusta. –Harry observó cómo otro gnomo volaba majestuosamente sobre el paredón.- Es completamente distinto al jardín de mi tía Petunia. Ella lo odiaría. –Bajó la voz.- Y mantiene a la señora Malfoy ocupada. Dios sabe lo que haría con ella de no ser por esto.
-Además es como un sueño hecho realidad ver a Pansy Parkinson levantando… -Ron dejó de hablar al oír el distante sonido del timbre sonando adentro. Él, Harry, Hermione y George se miraron entre sí.
-George, asegúrate de que no nos sigan, -pidió Harry.- El ministerio no puede saber que están aquí.
Cerraron la puerta detrás de sí, haciendo que brillara y volviera a transformarse en una pared negra, ocultando toda evidencia de la entrada escondida. Mientras atravesaba la casa, intentó frenéticamente quitarse el barro de la túnica y acomodarse el pelo. Si la expresión en la cara del auror en su puerta indicaba algo, no había tenido mucho éxito.
-¿Supongo que es el señor Potter?
Harry lo miró.- ¿De verdad quiere que me presente? Sé que mi cara estuvo en la tapa de El Profeta de ayer. Justo debajo del título "Potter: ¿Loco o Tenebroso?"
-Se llaman modales, Harry, -suspiró Hermione a su lado.- La gente los usa de vez en cuando. Por ejemplo, por lo general se invita a quienes te visitan a pasar y se les ofrece una taza de té.
-Oh, claro. Té. Eh… ¿té?
-Necesito que me acompañe al ministerio.
Su corazón saltó emocionado, pero había estado practicando su expresión confundida y blanda frente al espejo y la sostenía bien.- ¿Por qué? ¿Van a encerrarme sin juicio a mí también?
El auror enrojeció.- No. Tenemos un asunto que requiere su pronta atención. Debe venir de inmediato. –Era bastante joven y parecía acostumbrado a hacer lo que quería. Su pelo estaba arreglado artísticamente para verse como si acabara de volar, y su túnica, que seguía siendo técnicamente del tono correcto de azul de los aurores, estaba cortada a lo último de la moda. Harry se preguntó si sus superiores lo habrían enviado como castigo o lección de humildad. Los aurores más experimentados sabían que no debían tratar de forzarlo a hacer algo.
-¿Tiene algo que ver con Crouch, Dementores, fanáticas obsesionadas o esqueletos caminantes que comen gente?
-Señor Potter, cuando un auror golpea su puerta, debe ir con ellos. No quedarse ahí parado, gastando el valioso tiempo del ministerio haciendo preguntas que no tenemos por qué contestar.
-¿Cómo sé que de verdad es un auror? Podría ser una fanática disfrazada esperando saltarme encima en cuanto salga de esta casa.
-¿Le parezco una fanática? –Preguntó irritado el hombre. Claramente estaba perdiendo la paciencia.
-Siento que la respuesta honesta a esa pregunta va a hacer que se enoje más todavía, -le contestó alegremente.
-¡Señor Potter…!
-¿Hay algún problema, McCabe?
Harry miró por encima del hombro del auror –aparentemente McCabe- para ver otra que había aparecido detrás. Era grande, de cara alegre y tenía el pelo más genial que había visto desde la vez que Teddy se había puesto de mal humor. Era un blanco hielo que contrastaba brillantemente con su piel oliva y lo recorrían reflejos azul eléctrico. Lo tenía parado en forma de montañas. Le sorprendió un poco que el código de vestir de los aurores lo permitiera.
-Lindo cabello, -le dijo.- ¿Planean arrestarme?
-¿Por qué? –Preguntó ella- ¿Ha hecho algo que lo merezca?
-No. Pero para ser justos, tampoco lo han hecho la mayoría de los prisioneros en las celdas de su ministerio.
-No vamos a arrestarlo, señor Potter. Nos gustaría amablemente pedir su presencia en el Ministerio.
-¿Amablemente? –Preguntó Ron, mirando por encima de los hombros de Harry y Hermione.- ¿En serio?
Ella hizo una mueca.- También nos gustaría pedir que fingieran que su conversación con el auror McCabe fue imaginada por ustedes. Por favor también siéntanse libres de imaginar que lo reprimen severamente sus superiores cuando volvamos al ministerio. Soy la auror Cooper.
Harry sintió que se relajaba ligeramente. ¿Se había resistido lo suficiente como para ser creíble? Creía que sí, aunque cada hueso de su cuerpo le gritaba que hiciera lo que ellos quisieran con tal de que le permitieran ver a su familia.
-Bien. –Intentó que pareciera que se resistía.- Mientras mis amigos puedan venir.
-No, -dijo McCabe inmediatamente, para luego resoplar en silencio ante la mirada de su compañera.
La auror Cooper miró a Ron y Hermione, asintió e hizo señas hacia adentro.- La red Flu debe ser la forma más rápida, si no le molesta que usemos su chimenea.
Harry se aseguró de llevarlos a la chimenea de la sala, tan lejos de cualquier ventana que diera al patio como fuera posible.
-Debe ir a la oficina de Kingsley Shacklebolt, el Ministro de Magia, -instruyó Cooper.- Yo iré primero y los dejaré pasar.
El viaje fue tan mareador como siempre, pero casi ni notó cómo se tropezó en la entrada a la oficina de Kingsley. Parecía, de ser posible, incluso más llena de pergaminos que antes. El escritorio detrás del que Kingsley estaba sentado prácticamente crujía por el peso de las pilas y pilas de papeles. El hombre en sí se veía exhausto y gris del cansancio, manteniéndose agachado con la pluma en la mano.
Harry se preparó para su mejor actuación. Kingsley lo conocía y no podía aceptar que se notara que sabía por qué estaba ahí.
-¿Es por los Slytherin? –Preguntó, cuando Kingsley se movió de atrás de su escritorio para darle la mano.- Vi el diario esta mañana. Qué bueno que hagas lo que prometiste.
Kingsley se vio un poco alarmado ante sus palabras y sus ojos se dirigieron adonde Cooper y McCabe discutían, junto a la chimenea. No parecían haber oído sus palabras, y de repente se dio cuenta de lo débil que hubiera parecido Kingsley si lo hubieran hecho.
-Lo siento, -dijo, con voz un poco más baja.- Pero sí me alegra.
-No va muy bien, -le informó Kingsley con la voz al mismo volumen.- El Ministro de Magia ya no tiene tanto poder autónomo como antes, no desde el asunto de Fudge. Todo tiene que pasar por la Corte de Magos, y puedo decirte desde ya que se resistieron extremadamente a dejar ir a cualquier prisionero que tengamos, sin importar si posible inocencia.
¡Llévame con mi familia! Quería gritarle, pero se forzó a asentir en vez de ello.- ¿Entonces no es por eso que estoy aquí?
El fuego se prendió detrás de él y apareció Hermione, seguida de Ron.
-No. Será mejor que te sientes. Créeme, vas a querer estar sentado cuando te lo diga. Todos ustedes.
Ron y Hermione sacaron un par de sillas extra de debajo de las pilas de pergamino y las pusieron junto a la que ya estaba frente al escritorio de Kingsley. Se sentaron y se prepararon. Harry esperaba haber practicado su cara de sorpresa lo suficiente esa mañana, pero no estaba seguro de cómo le saldría bajo presión.
-¿Entonces…? –Lo animó Ron, cuando parecía que Kingsley iba a quedarse mirándolos por la siguiente media hora.
-En realidad no sé muy bien cómo empezar, para ser honesto. Debo ser la única persona del mundo que ha tenido que crear una forma de empezar esta conversación. –Se aclaró la garganta y movió algunos papeles de su escritorio distraídamente.- Bueno, ¿supongo que debería comenzar preguntando qué saben de Reliquias de la Torre?
Harry le dio su mejor mirada de perdido. Era una expresión que había practicado extensivamente en Historia de la Magia.
-Es un lugar de efervescencia mágica colectiva, -habló Hermione- Como Stonehenge y Glastonbury Tor.
-Tiene razón, señorita Granger. Bien, anoche hubo un gran disturbio en la efervescencia colectiva de Reliquias de la Torre. Los guardianes de la iglesia dijeron que sintieron cómo la magia se drenaba. Se necesitaron muchos hechizos sólo para evitar que apareciera en el medio de la calle junto a la versión muggle de la iglesia. Ni siquiera tengo que contarles cuantos oblíviate hubieran sido necesarios para solucionar eso.
Harry hizo una mueca. No había pensado que esa fuera una posible consecuencia de la ceremonia.- ¿Fue Crouch? –Preguntó, para cubrir su horrorizada expresión.
-No fue Crouch, no. –Kingsley suspiró y se movió hacia adelante.- Fueron a investigar y cuando vieron lo que había ahí… bueno, inmediatamente me llamaron a mí y a los jefes del Departamento de Aurores y el Departamento de Misterios.
-Bueno, ¿qué fue? –Preguntó Harry, y pensó que la impaciencia que coloraba su voz era adecuada, porque ya hubiera estado frustrado para ese entonces, incluso de no haber sabido lo que Kingsley trataba de decirle.
-La iglesia está dedicada a la muerte, el recuerdo y el más allá, -explicó Kingsley.- Nadie sabe cuándo fue fundada o por qué estaba en un lugar de efervescencia colectiva. Ahora supongo que ya lo sabemos. Hubo cuatro personas que volvieron a la vida en ella. Había un mensaje escrito en la pared que decía que habían sido traídos de vuelta para ayudar en la batalla contra la oscuridad.
El corazón le latía fuertemente en el pecho y no estaba muy seguro de cómo responder. Afortunadamente, Hermione estaba ahí para rescatarlo.- ¿Cómo? –Preguntó- Siempre se me dijo que una de las cosas que la magia era completamente incapaz de hacer era traer gente de nuevo a la vida.
-Lo es. O al menos lo ha sido hasta ahora. La cantidad de magia que se necesitó… bueno, no creo que esté pasando de nuevo pronto. Ni siquiera los Innombrables tuvieron idea de qué pasó.
-¿Quién fue? –Logró decir, y su voz estaba claramente sin aliento.- Me trajiste aquí así que debo estar relacionado. ¿Quién volvió de los muertos?
Kingsley señaló a una puerta en la pared de la izquierda.- Ve y velo tú mismo.
Harry se paró con dificultad y se tiró ciegamente hacia la puerta. No tuvo que fingir que le faltaba el aire o le temblaban las manos. Buscó la manija y abrió la puerta. Sus ojos encontraron cuatro personas sentadas alrededor de una mesa de madera en lo que probablemente era una pequeña sala de conferencias. Había comida en la mesa, pero no podría haber identificado ni un plato porque sus ojos estaban fijos en su familia.
Su mirada fue a sus padres primero. James y Lily Potter se veían tan jóvenes. Eran sus padres, así que al crecer los había pensado más grandes en su mente. Todas las figuras paternas en su vida habían estado en sus treinta o entrando a la edad media, así que su imagen mental de sus padres había estado en la misma edad, a pesar de saber que habían muerto jóvenes. Esos tenían veintiuno. Tenía casi su edad y era increíblemente bizarro.
Sus ojos se movieron a un lado para llegar a Sirius y Remus y se sintió todavía más sorprendido porque no eran los Sirius y Remus que conocía. La persona que lo miraba cariñosamente desde la mesa era el padrino que lo había saludado desde la foto del casamiento de sus padres, no el flaco y roto desastre que había pasado doce años en Azkaban. El joven a su lado todavía tenía, había que admitirlo, canas en el pelo marrón, pero su cara era joven y aniñada.
Resultó que no era necesario practicar su cara de sorpresa.
-Yo, eh… los dejaré que se pongan al día, -dijo Kingsley incómodamente desde atrás.
Harry ni siquiera pudo reaccionar hasta que escuchó cómo la puerta se cerraba detrás de él.
-Harry… -James comenzó a pararse. Se sentía imposible pensar en este joven como "papá" en ese momento.
Harry le hizo señas de que se callara, antes de mirar a Hermione que, junto con Ron, seguía con los ojos abiertos mirando a los merodeadores.- ¿Hermione?
Ella se sobresaltó.- ¿Qué?
Harry se tocó los oídos y levantó las cejas cuestionadoramente. ¿Nos están escuchando?
Ella sacó su varita e hizo un hechizo rápido.- No, -respondió después de unos segundos, volviendo a mover su varita.- También puse un hechizo anti-espías en nosotros.
-¡Bien! –Exclamó Harry explosivamente. Señaló con un dedo bastante tembloroso a Sirius y Remus.- ¿Qué es esto? –Exigió saber.- ¿Usaron un hechizo rejuvenecedor en ustedes?
-¡No! –Respondieron, y fue tan, tan raro escuchar esas voces fuera de su cabeza.
-Esto es completamente tu culpa, -agregó Remus, luciendo agitado.- ¿Crees que quiero verme así? ¡Nadie me tomará en serio! Me tomó años para que dejaran de preguntarme por qué no estaba en la escuela cuando salía durante el día. ¡Ahora tengo que hacerlo de nuevo!
-Claro que no, Lunático, -le dijo James.- Pareces al menos de veinte. Bueno, diecinueve. Quizás dieciocho con mala iluminación si no pueden ver el gris de tu pelo.
-Personalmente, estoy muy agradecido de ya no parecerme al villano de una película de horror psicológico, -opinó Sirius.- Será lindo andar por la calle y que la gente no se cruce de vereda para evitarme, mientras seguramente imaginan cuantos cadáveres tengo colgados en mi sótano.
-¿Pero cómo pasó? –Harry dio un tembloroso paso adelante, y se detuvo como si hubiera una barrera invisible evitando que cerrara la distancia entre ellos.
-Lo he estado pensando toda la noche y creo que puedo tener una explicación, -dijo Lily.- No pude discutirlo con los demás porque no estábamos seguros de que no nos escucharan, pero estoy segura de que tiene que ver con la forma en que estaba escrito el hechizo de la ceremonia de Amo de la Muerte: "Te llamo para dártelas a cambio de las vidas debidas a quienes fueron destruidos demasiado jóvenes como sacrificio por el bien mayor" "destruidas", ¿lo ves? No tomadas. Aunque Remus y Sirius vivieron, sus vidas fueron prácticamente destruidas la noche en que morimos y Peter incriminó a Sirius. Creo… creo que aparecimos como una réplica de esos cuerpos.
-Estoy de acuerdo, -dijo Remus en voz baja. Se subió la manga para revelar una profunda y aparentemente dolorosa cicatriz en su brazo derecho.- Esta es una herida que me hice en la luna llena tres días antes de esa noche de Halloween. Fue extremadamente seria. Nadie me acompañó esa luna llena, sospecho que fue el día en que se hizo el intercambio de guardianes secretos. Casi perdí el brazo, e incluso con pociones sanadoras me tomó tiempo sanar. Siempre tuve la cicatriz, hasta el día que morí.
-Creo que quizás fue porque esto pasó la noche de Halloween que el hechizo pudo funcionar, -opinó Sirius, acercando a pasar sus dedos por la espalda de Remus, gesto que podría haber sido amigablemente distraído de no haber sabido de la ternura escondida. Frunció las cejas mientras lo pensaba.- Halloween es un resumen de la frase "All Hallows Eve" o, para decirlo de otra forma, "Eve of the Deathly Hallows"*. Siempre se supo que ese día era cuando el velo entre la vida y la muerte está más delgado.
-Quizás es el único día en que la Muerte en sí, la muerte personificada, tiene el poder para entrar al mundo de los vivos y replicar un cuerpo vivo. Estos no son nuestros viejos cuerpos, sólo réplicas. Si abrieras la tumba de James, Remus y Lily, sus esqueletos todavía estarían ahí. Esta fue una ceremonia creada por la muerte en sí: la Muerte, que está fuera del tiempo. Podría habernos dado cuerpos de la edad que quisiera. Quizás eligió replicar cuerpos en esta edad en particular porque era más simple.
-De hecho, seguramente la única razón por la que funcionó fue porque nuestras vidas fueron destruidas cuando estaba al máximo su poder, además en un día en el que la vida derrotó a la muerte. Después de todo, Harry sobrevivió a la maldición asesina esa noche. Fue la noche en que la vida se sobrepuso a la muerte, y quizás, la muerte se volvió vida por eso.
Un silencio se estiró sobre ellos mientras contemplaban la enormidad de la situación. Harry estaba mareado, sobrecargado, su mente intentando ponerse al tanto.
-¿Saben qué? –Habló Lily de repente, haciendo que todos se sobresaltaran.- Al carajo todo esto. Yo sólo quiero abrazar a mi bebé. –Se alejó de la mesa bruscamente y la rodeó para tomar al blando Harry en un casi dolorosamente apretado abrazo. Sintió que algo se rompía dentro suyo y levantó los brazos para abrazarla de vuelta. Esa era su madre. Realmente estaba abrazando a su mamá. Era casi demasiado para soportar.
Se escuchó cómo alejaban otra silla y de repente él y Lily fueron rodeados por otros, más largos, brazos. Ese era su papá. Su verdadero papá, de carne y hueso, y era imposible y desconocido y conocido y maravilloso, y ahora habían lágrimas que no podía parar, pero estaba bien porque las secaba el hombro de su madre, en el que había soñado poder llorar en las largas noches cuando su armario parecía demasiado pequeño y solitario para soportar…
Y de repente había más brazos, y fue el abrazo más incómodo, torpe y asombroso, con la mayor cantidad de extremidades que hubiera sido posible. En la vida. Estaba seguro de ello.
-Lo logramos, -murmuró.- Lo logramos. Pudimos hacerlo.
-Sí, lo logramos, -concordó James, y todos se alejaron para mirarse con sonrisas enormes. Harry agradeció que sus ojos no fueran los únicos mojados.
Pasó mucho, mucho rato antes de que los dejaran salir del ministerio. La familia de Harry ya había pasado por vigorosas pruebas para asegurar que fueran quienes decían ser antes de que los llamaran, pero aparentemente era sólo el comienzo.
No había papeles ya hechos que llenar para registrar a alguien que volvía a la vida, así que los estaban inventando en el momento. Se buscaron las varitas de James y Lily de los archivos de los aurores donde habían sido guardadas como evidencia del crimen. La de Sirius aparentemente seguía guardada en alguna parte de Azkaban, junto con la última ropa que había usado la noche en que lo habían llevado a prisión sin un juicio. Se sospechaba que la de Remus había sido enterrada con él, y decidió que prefería tener una nueva antes que tener que encontrar la forma de sacar los pedazos de su propio cadáver podrido de la vieja varita sin quedar traumado de por vida.
Entonces Kingsley insistió con que hicieran una declaración a la prensa, porque de ninguna manera el milagroso regreso de un grupo de héroes de guerra desde los muertos iba a pasar desapercibido. Su sugerencia de que Luna fuera la primera en publicar las noticias en el Quisquilloso fue firmemente denegada, y sólo la negativa de los merodeadores a posar para un fotógrafo de El Profeta aseguró que lograran su cometido.
Luna en sí fue asombrosa. Entró a la sala de conferencias detrás de la auror Cooper y se detuvo al ver a James, Lily, Remus y Sirius sentados en la mesa.
-Ah. Volvieron, -dijo, como si hubieran ido a una tienda a comprar saquitos de té.- Hola, profesor Lupin. Se ve menos fallecido que la última vez que lo vi. Espero que le haya ido bien. –Entonces miró a Harry.- Después de esto, ¿podemos hablar de una idea que tuve para escribir un artículo para promover el apoyo a los Slytherin? Me parece que podríamos relacionarlo con tu venta de pasteles.
-Eh… -Harry compartió una mirada asombrada con Ron y Hermione.- ¿Podría ser en unos días? Creo que voy a estar ocupado con algunos detalles relacionados con el milagroso regreso a la vida de mi familia. –Enfatizó esas palabras de la forma en que una persona explora una caries con la lengua, tratando de juzgar cuánto tiempo le toma al dolor llegar.
-Sí, supongo que ha de ser molesto, -concordó ella.- Es por todos los papeles que te hacen llenar y las personas que te niegan todo el tiempo. Tuve el mismo problema cuando traté de conseguir el permiso del Ministerio Mágico del Perú para explorar un volcán buscando salamandras de fuego. Se reproducen en lava caliente, sabes.
-¿En serio? ¿Lava caliente? –Preguntó Ron débilmente.- Veo por qué querrías estar ahí cuando pasara.
-Lo sé, ¿verdad?
-¿Podemos terminar con esto, señorita Lovegood? –Interrumpió Kingsley.- Tenemos mucho trabajo por delante.
-Por supuesto, -le dijo ella, sacando una libreta y pluma de su bolso.- ¿Sobre qué querías que escribiera, Harry?
-¿En serio? –Habló Ron.- ¿No se ves nada llamativo por aquí?
-Bueno, noté que Harry está menos infestado de nargles que la última vez que lo vi.
Harry suspiró y se preguntó si volverían a casa a tiempo para la cena.
Una vez que la entrevista con Luna terminara, llegó el asunto de reinstaurar cosas como licencias para apareción, el perdón oficial de Sirius y una discusión sobre si la gente resucitada re-heredaba su dinero y casas, o si todo seguía a nombre de Harry.
-Francamente, no me importa, -dijo Harry cuando los aurores y Kingsley los dejaron solos a la hora de la merienda.- Yo lo juntaría todo y lo dividiría entre nosotros.
-¿Y qué pasa con Teddy? –Preguntó Remus, y eso los detuvo, porque Andrómeda y Harry eran ahora sus tutores legales ante los ojos de la ley.- No podemos quitárselo a Andrómeda, -continuó.- Teddy ni siquiera me recuerda y ella lo ha criado por casi tres años. Pero soy su padre y lo quiero.
-Podrías ir a vivir con ella, al menos por un tiempo hasta que se vuelva a acostumbrar a ti, -sugirió Hermione.
-Podría, pero… -sus ojos se movieron hacia Sirius y se vio joven y perdido. Era terriblemente perturbador. De todos los merodeadores, Harry había pasado más tiempo con el Remus adulto. A su mente le costaba entender que la mente adulta de Remus con todo su conocimiento y experiencia de vida estaba ahora guardada detrás de esa cara de niño.
-Sí, eso sería incómodo, dijo Sirius, haciendo una mueca.
-Los dos pueden venir a Grimmauld Place, -decidió Harry.- Debería haber espacio. Haremos que Daphne y Pansy estén juntas, y la habitación en el segundo piso con las extrañas gárgolas en frente ha de ser lo suficientemente grande para que Goyle, Zabini y Draco la compartan. Sirius y Remus pueden ir en la habitación vieja de Sirius, mamá y papá pueden tomar la que tenía Draco, y Andrómeda y Teddy pueden tener la habitación grande del primer piso que tiene el vestidor anexado. Podemos hacer que el vestidor sea una habitación de bebé.
-¿Crees que Andrómeda dejaría su casa por eso? –Preguntó James dudosamente.
-Creo que Andrómeda hará lo que sea por Teddy, y esto realmente es bueno para él.
La puerta de la sala de conferencias y Kingsley volvió a entrar, luciendo todavía más cansado y decaído que antes.- Creo que estamos acabando todo lo que podemos hacer por hoy, -les dijo, acercándose a la mesa y tomando un pastelito galés y dándole una mordida.- Deberíamos estar enviándolos a casa.
-Tú deberías hacer lo mismo, Shacklebolt, -le dijo Sirius, mirándolo con preocupación.- Pareces muerto en vida.
-Bromeas, ¿cierto? No he estado en casa en tres días y todavía estoy atrasado. –Se agachó hacia adelante, refregándose la cara con las manos.- No estoy hecho para ser ministro de magia. Soy un auror. La política no es lo mío.
-Entonces lo estás haciendo asombrosamente bien, -le dijo Harry, sintiendo pena por él.- Mucho mejor que Fudge. Y además superaste a Scrimageour.
-Hasta un flobberworm hubiera sido mejor ministro que Fudge, -aclaró Ron.
-Entonces estoy al mismo nivel que un flobberworm, -dijo Kingsley secamente, levantándose de nuevo.- Bueno, algo es algo.
Fue hermoso tropezar por la chimenea de la cocina de Grimmauld Place esa tarde. Todo había sido acomodado de nuevo después de la batalla mañanera del desayuno y había una enorme cena ya preparada sobre la enorme mesa de roble. Enormes ollas de cobre llenas de sopa de pollo y canastas de pan recién horneado competían por el lugar con platos de salchichas, salsa de cebolla, maíz dulce y arvejas. Platos de budín con jarabe y flan esperaban sobre la mesada, con encantamientos para mantenerlos calientes hasta que el primer plato fuera terminado.
Los Slytherins, Narcissa y George ya estaban sentados en la mesa, y Harry se animó todavía más cuando Pansy y Blaise se atragantaron con su comida al ver quienes seguían a Harry, Ron y Hermione por la chimenea.
-¡Sorpresa! –Exclamó, haciendo manos de jazz mientras Draco le daba palmadas en la espalda a Blaise para quitar el pedazo de salchicha que tenía atorado en la garganta.
-Por Merlín, Potter, ¿es que las leyes del universo no significan nada para ti? –Tosió Pansy, con los ojos mojados.- No puedes ir por ahí trayendo gente de los muertos así como así.
-No hace caso cuando le dicen eso, -le informó Draco.- Sólo se pone más terco.
-Yo no lo hice, -dijo Harry, porque de ninguna forma compartiría su secreto de Amo de la Muerte con un grupo de Slytherins que habían querido entregarlo a Voldemort hacía sólo unos pocos años.
-Ah, entonces salieron del suelo como margaritas, ¿no?
-¿A quién le dices margarita? –Preguntó James, luciendo insultado.
-¿Ese es el profesor Lupin? –Los ojos de Blaise estaban fijos en Remus.- ¿Lo rejuveneciste también?
-Claro que no, -respondió Harry.- Vino ya rejuvenecido.
-También vino revivido. ¿Qué es lo que has hecho, por Merlín, Potter?
-¿No podemos sentarnos a comer y ya? –Se quejó Sirius, mirando la comida como si no acabara de estar comiendo pastelitos y té.- Ser resucitado da hambre.
-¿El ministerio ya sabe de esto? –Preguntó Daphne, luciendo nerviosa mientras Lily se sentaba a su lado.- Creo que esta es el tipo de cosa que deberían saber.
-¿No como el hecho de que tengo una casa llena de rehenes Slytherin ilegales de los que no tengo que hablar? –Preguntó Harry secamente.
-No, yo sólo… -dejó de hablar cuando Sirius se sentó frente a ella y tomó un rollo de la mesa. Ella lo miró con los ojos entrecerrados, inclinó la cabeza, y entonces dejó salir un chillido, alejando su silla de la mesa.- ¡Ese es Sirius Black! –Gritó.- ¡Un verdadero, rejuvenecido y resucitado Sirius Black!
-¿Estás segura? –Preguntó Goyle.- No se parece a Sirius Black. Sirius Black tenía todo pelo y barba y cicatrices y costillas y cosas. Vi las fotos.
-Todavía tengo costillas, -dijo Sirius.- Y pelo.
-Y pulgas, -agregó James.
-Es inocente, -agregó Hermione fuertemente para ser oída sobre la negativa de Sirius sobre su infección de parásitos.- Eso ya lo sabes. Estuvo en los diarios por semanas.
Aparentemente los Slytherin no sabían qué responder a eso, y la mesa cayó en un silencio ligeramente incómodo mientras comían. La comida que Kreacher había preparado estaba tan asombrosa como siempre y Harry estaba perfectamente contento ignorando la extraña dinámica del grupo, además de las miradas asombradas, mientras se comía un enorme plato de salchichas con puré. Después de tantos años, ya era prácticamente inmune a las miradas.
Pero no era igual de capaz de ignorar a un Malfoy vagando por su habitación, y fue eso con lo que se encontró unas horas después cuando todos, cansados por los eventos del último día, se habían retirado a sus habitaciones.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó Harry cansadamente, tirándose en la cama.
Draco se alejó de donde había estado desvergonzadamente revisando los cajones de ropa de Harry.
-Compartí habitación con Goyle y Zabini por seis años. No lo volveré a hacer.
-Seis años, ¿eh? Y en todo ese tiempo no llegaron a tratarse por el primer nombre.
-¡No en público! –Draco parecía escandalizado.
Harry bosteó y se sacó los zapatos al pie de la cama, haciendo que cayeran al suelo. Desganadamente pateó las mantas, tratando de meterse bajo ellas sin moverse de su posición acostada.- Bueno, no dormirás aquí.
-¿Ah, no? Trata de detenerme.
Harry se quejó e intentó alejar la mano de Draco, que se acercó al bolsillo de la túnica que Harry todavía usaba para sacarle su varita.- ¡Oh, vamos! –Se quejó cuando Draco la usó para transfigurar la vieja silla de la esquina en una cama.
-Por favor, -le respondió Draco, metiéndose a la cama, que ahora tenía mantas bordadas en plateado y verde.- No me digas que no te sientes solo ahora que no tienes a tu familia no muerta molestando por ahí.
Y tenía razón. Harry no le diría que era bueno tener compañía después de un largo día, incluso si venía con forma de irritante Malfoy. Se quedó mirando al techo mientras Draco iba por ahí preparándose para dormir. Eventualmente se acomodó con un sonido final y apagó la luz de la varita de Harry. Se quedaron escuchando como el otro respiraba en la oscuridad por unos momentos y Harry se dio cuenta que era la primera vez que había estado verdaderamente solo con Draco desde que todo ese lío había comenzado.
-¿Eran lo que esperabas? –Preguntó.
-¿Hm?
-Mi familia. De carne y hueso.
-Peor. En mi vida jamás había conocido un grupo más Gryffindor de Gryffindors.
-Oh, vamos, sabemos que tienes una debilidad por nosotros.
-Lupin está bien, -concedió Draco.- Y tu madre.
-¿No te sorprendió, ya sabes, lo de Sirius y Remus? ¿Que fueran más jóvenes?
-No. ¿Por qué? ¿A ti sí?
-¿Por qué no te sorprendió? ¡A todos los demás sí!
-¿Es que ninguno prestó atención a cómo estaba escrito el hechizo? ¿O a los orígenes de la ceremonia?
-¿De qué hablas? –Harry se puso de costado para estudiar la silueta de Draco en la oscuridad. Hasta con la poca luz su pelo claro parecía brillar.
-La ceremonia no comenzó anoche, Harry. Todo fue creado cuando la Muerte fue engañada por los Peverell. Ellos consiguieron las reliquias gracias a eso. Casi mil años después, dos descendientes de los Peverell se encuentran de nuevo, y la Muerte es engañada de nuevo, por ti esta vez. En ese momento te vuelves Amo de la Muerte, y en ese momento la ceremonia de Amo de la Muerte comienza. Por eso los cuerpos fueron replicados de esa noche. Lo del fuego y la poción y los últimos tres descendientes fue sólo el último paso del proceso.
Harry lo pensó y sólo encontró una forma de responder.- Oh, Dios, ¡Voldemort es mi primo!
-¿Qué?
-Los dos somos descendientes de los Peverell. ¡Era mi primo! Me estoy sintiendo tan contaminado.
-Y después dicen que yo soy el que se enfoca en la parte equivocada de la conversación. Además, ¿seguramente se te ocurrió cuando notaste que hablabas Parsel?
-Voldemort me pasó ese poder cuando me maldijo. Ya no lo tengo.
-¿Cómo sabes de dónde vino?
-Bueno… -Harry dudó por la sorpresa.- Dumbledore me lo dijo.
-Dumbledore fue sólo un hombre. Sacó conclusiones de la evidencia que tenía. No había pruebas. Eras demasiado joven para que alguien se diera cuenta si podías hablar con las serpientes antes de que tus padres murieran. Lo busqué después del duelo que tuvimos en segundo año. Puede aparecer tres veces en una generación, o saltarse tres generaciones antes de volver a aparecer. Nadie sabe cómo funciona. Además, ¿cómo sabes que el poder se fue? ¿Ya lo intentaste?
-No, -admitió Harry.- Y no lo haré. –Hizo una pausa, automáticamente esperando una respuesta a la declaración de parte de los Merodeadores, antes de recordar que ya no estaban metidos en su mente.- Es raro no tenerlos en mi cabeza, -dijo, después de un segundo.
-Para ser honesto, yo sólo agradezco que hayas dejado de sangrar por las orejas.
-Yo agradezco haberme deshecho del lobo. Pobre Remus. No sé cómo lo logra cada mes.
-Como si tuviera opción. –Draco se calló y Harry lo escuchó moverse dudosamente en la oscuridad.- Podría preparar la poción matalobos para él. Digo, para la próxima luna llena.
-¿Harías eso?
-Como dije, no me molesta Lupin.
Esa era prácticamente una declaración de amor, viniendo de un Malfoy. No eran muy buenos con los sentimientos.
-Gracias, Draco.
-Bueno, tú tuviste a mis amigos de rehenes por mí. Te lo debo.
Se escuchó el sonido de las antiguas cañerías funcionando mientras los menos cansados habitantes de Grimmauld Place comenzaban a subir las escaleras preparándose para dormir. Se escucharon un chillido ahogado y un golpe que indicaron que Pansy podría haber descubierto el doxy que Ron y George habían escondido en las cortinas de su cama. Los ojos de Harry comenzaron a cerrarse.
-Así que. Lupin y Black.
Harry parpadeó, tratando de alejar el sueño.- ¿Qué tienen?
-Creo que pueden ser, ya sabes…
-¿Amigos de habitación?
-¡Por Salazar, Potter, no lo digas en voz alta!
Harry suspiró.- Por última vez, no tiene nada de malo que dos chicos, o chicas, por supuesto, sean amigos de habitación.
-Mientras estén contentos con ser linchados.
-Si alguien tratara de hacer eso con Sirius y Remus, les quitaría el intestino por la nariz. No es como si fueran por ahí haciéndolo frente a la gente. –Hizo una pausa.- De veras que no quise hacerlo sonar tan sucio como sonó.
-No podrían hacer nada enfrente de nadie, ni aunque quisieran, -dijo Draco, aparentemente pasando por alto las frases de doble sentido para continuar con la conversación.- Si lo hicieran, serían responsables de un grupo de gente con narices enormes y poco intestino. Yo ni siquiera estaba seguro. Sólo son cosas pequeñas. Y una sensación, ¿sabes?
-Gaydar.
-¿Qué cosa?
-Ya sabes, ¿como un radar? ¿Pero para los gays?
-¿Qué es un radar?
-Es como un… ¿sabes qué? No importa.
Draco giró y Harry apenas podía ver su pálida cara en la poca luz.- ¿Cómo sabes tanto de esto, de todas formas?
-No sé. No sé mucho de nada, para ser honesto. Es sólo algo que absorbes en el mundo muggle. Quizás de la tele o los diarios o libros o algo. Hasta tuvimos una clase sobre ello en la primaria una vez, de que estaba bien tener dos mamis o dos papis o qué se yo.
-¿Entonces de verdad no te molesta?
Había un tono en la voz de Draco que causaba que se le apretara algo en el pecho.- No, Draco.
-Está bien.
-¿Draco?
-Cállate, Potter. Quiero dormir.
-Bueno. –Cerró los ojos.- Buenas noches, entonces.
-Buenas noches, Harry.
Cuando Harry entró, bostezando, a la cocina al día siguiente, fue para encontrarse con la inesperada escena de su madre, padre y Draco Malfoy desayunando en la misma mesa. Era claro por los peligrosamente apilados platos en la pileta que la mayoría de los habitantes de la casa ya habían comido, y de lejos podía oír la imperiosa voz de Narcissa dando órdenes a los demás Slytherins en el patio otra vez.
Cuando se sentó junto a Draco se dio cuenta de que estaba colorado y enojado.
-Buenos días a todos. ¿Qué pasa, Draco?
-Acabo de ver a tus padres haciendo cosas innombrables contra la pared de la cocina, -le dijo con un escalofrío.- Y cuando les pedí que pararan, me dijeron que era su deber por la Acostada Mayor. ¿Qué cosa, por Merlín, es la Acostada Mayor? De haber sabido que esto era lo que buscábamos todo este tiempo me habría quedado encerrado en las celdas del ministerio.
-Es como El Bien Mayor, pero mucho más divertido para todos los involucrados, -explicó James.- Es una de las razones principales de Harry para traernos de vuelta.
-¡No, no lo es! –Harry tomó una tostada que Kreacher había mantenido mágicamente caliente en una rejilla.- Claramente recuerdo haber dicho que no quería tener nada que ver con que ustedes se involucraran en la Acostada Mayor.
-En serio, -dijo Draco, dirigiendo sus traumados ojos a Harry.- Creo que no me recuperaré. Tenía sus manos en lugares en los que no deberían estar en público.
-Oh, por favor, -habló Harry.- A mí me fue peor. Acabo de entrar y ver a Remus en el baño, desarreglado, tarareando "Devuelta en el Black".
Se hizo un corto silencio mientras los demás pensaban.
-Interesante, -dijo James eventualmente.- Tenía la impresión de que era al revés.
-Oh por Dios, no digas esas cosas, -rogó Harry.- ¡Ustedes son mis figuras paternas! ¿Y quién se comió la mermelada de frutilla?
-Yo no fui, -Contestó Draco malhumoradamente.- No puedo comer nada desde que entré. De hecho, creo que saldré a respirar aire fresco. –Se paró de la mesa con un aire de dignidad herida y salió hasta el patio.
Harry giró para mirar a sus padres con el ceño fruncido.
-En serio que no esperábamos que alguien entrara, -dijo Lily.- No esperábamos hacerlo ni nada, pero ahora tenemos cuerpos después de tanto tiempo y todo se siente tan real y sólido y amplificado.
-Y él se altera muy fácil, -agregó James.
Harry pasó su mano por su cara cansada.- Sería bueno que recordaran que sin él no estarían aquí.
-Lo siento, Harry.
-Sí, perdón.
Se parecían mucho al par de arrepentidos Hufflepuffs de séptimo año que había retado luego de encontrarlos besándose bajo las tribunas de Quidditch después del toque de queda. Eran tan jóvenes. Había sido más fácil olvidarlo cuando sólo eran voces, pero ahora cada vez que los miraba era como si los hechos lo golpearan en la cara.
Adoraba a su familia. No podía imaginar mejor regalo que tener a sus padres, Sirius y Remus de vuelta a la vida. Pero el amor que sentía por su madre y padre no se sentía como el tipo de amor que los niños tenían por sus padres. Estaba casi seguro, por ejemplo, de que la forma en que se sentía era diferente a lo que sentía Ron por el señor y la señora Weasley.
-¿Estás bien, cariño? –Preguntó Lily, y Harry se dio cuenta de que había estado mirándolos por una cantidad de tiempo que seguramente era extrañamente larga.
-Es sólo que… me encanta tenerlos aquí, -dijo, poniendo sus sentimientos en palabras.- A todos. Pero también es raro. Yo… cuando soñaba con esto cuando era pequeño, siempre nos imaginé como una familia bien, con una casa y un patio y un gato llamado Mistoffelees. Sólo una familia normal, saben. Pero no es así. No es malo, pero no es lo mismo.
Lily apretó los labios y por un momento sus verdes ojos parecieron antiguos e infinitos.- Nunca va a ser así, Harry, -le dijo eventualmente.- Voldemort nos robó eso. Pero lo que podemos tener juntos es igual de especial. Somos iguales, y James y yo, de forma muy real, tenemos sólo aproximadamente un año más que tú. No recordamos mucho de la muerte. Hay una sensación de relajación y luz, pero no de que haya pasado el tiempo. Yo siento que tengo veintiuno.
Estiró su brazo sobre la mesa y tomó la mano de Harry.- No te mentiré. Siempre extrañaré a mi bebé con su despeinado cabello y sus manos regordetas. Siempre lamentaré haberme perdido su primera oración, o cómo dejó de gatear y comenzó a caminar, me perdí su primer día de escuela, me perdí enseñarle las maravillas del mundo muggle además del mágico.
-Me perdí haberle enseñado a volar, -dijo James, cubriendo las manos de Lily y Harry con las suyas.- Me perdí llevarlo a comprar su primera varita, a planear su primera broma, verlo descubrir en qué era bueno y ayudarlo a alcanzar sus sueños. –Le dio una mirada de costado a Lily.- Me perdí verlo vestido como la calabaza más tierna del mundo y conseguir un balde de caramelos muggles en Halloween. Eso es lo que habíamos planeado para esa noche, sabes. Antes de tener que escondernos. Un poco de alegría entre tanta oscuridad.
Harry asintió, incapaz de hablar por el nudo que tenía en la garganta.
-Nuestro bebé creció y no estuvimos para verlo, -continuó Lily en voz baja.- Pero míralo… -apretó su mano.- En qué extraordinario joven se convirtió. Me honra ser parte de tu familia, aunque sea la más loca y poco convencional familia de gente no muerta, hombres lobo, retratos, Slytherins, niños de cabello azul obsesionados con las serpientes, elfos domésticos, rehenes y numerosos rechazados adoptados que nunca encajarían tan bien en otros lugares. Y siempre estaré orgullosa de ser tu mamá.
Harry sonrió, consciente de que su sonrisa debía verse temblorosa y poco convincente.- Qué bueno. Aunque ahora soy un profesor de Hogwarts, así que no pueden castigarme. O vestirme de calabaza.
-Oh, -dijo James, luciendo decepcionado.
-Supongo que podemos pedir prestado a Teddy si sientes un deseo irresistible de soltar bebés vestidos de calabaza entre la inocente población muggle.
-¿Qué cosa sobre Teddy? –Preguntó Remus mientras entraba junto con Sirius a la cocina.- No lo involucrarás en ninguna broma, Cornamenta. Tú tienes tu propia descendencia para eso.
-Mi descendencia ya pasó la fecha de vencimiento de su lindura, -se lamentó James.
-Gracias. –Harry alejó su mano de la de sus padres y le dio una mordida a su tostada.
-Lo siento, descendencia.
-¿Qué planes tenemos para hoy, entonces? –Preguntó Sirius, sirviéndose un tazón de avena y echándole una enorme cantidad pudre dientes de miel.
-No sé ustedes, pero yo voy a volver a Hogwarts para ver a Alex y Daniel, -les dijo.- Seguramente se mueren por alguna noticia, e hicieron muy bien su parte de la ceremonia. Además los dos se quedaron en Hogwarts en las vacaciones específicamente para hacer esto. Les debo un huevo de chocolate.
Sirius asintió.- Siento que nuestras vidas valen al menos un par de huevos de chocolate. Quizás hasta esos que traen caramelo dentro.
-No estoy seguro de qué haremos, -dijo Remus.- No creo que sea buena idea que salgamos hasta que las cosas se calmen un poco. Si no nos atacarán.
-Podrían ayudar a Kreacher a desocupar las habitaciones del tercer piso, -sugirió Harry.- Apenas llevammos un par y la última vez que quise ayudar, un inodoro me atacó.
-¿Un inodoro? –Preguntó James, divertido.
-Tenía dientes. Y risa maligna. No quiero hablar de eso.
-Limpieza del tercer piso, entonces, -anunció Remus, y James y Sirius se quejaron.
-¿De verdad? –Preguntó Lily, cruzándose de brazos y frunciendo.- Nos dejó vivir en su cabeza. Lo menos que podemos hacer es ayudar a desinodorizar su casa.
-Soy alérgico a la limpieza. –Sirius se tiró en la mesa.- Me sale sarpullido.
-Si ayudas sin quejarte, te dejaré hacer eso, -le prometió Remus.
-¿En serio? –Se alegró.- Entonces está bien.
-Oh, por Dios, -se quejó Harry.- Me voy. Por favor eliminen la Acostada Mayor de sus sistemas antes de que vuelva.
*"All Hallows Eve" se puede traducir como "Víspera de todas las reliquias" y "Eve of the Deathly Hallows" como "Víspera de las reliquias de la muerte".
Muchas gracias por leer y por toda su paciencia :)