Oscuridad, vacía e interminable. Helia extiende las manos hacia la nada en un vano intento de alcanzar algo a lo que aferrarse. Deambula sin encontrar una salida y entonces una luz cegadora aparece al fondo. Entorna los ojos y pierde el equilibrio. Una silueta se recorta contra la luz. La chica le sonríe con dulzura y le ayuda a levantarse. Helia, que le saca una cabeza, la mira. Sus ojos verdes le hipnotizan. Quiere tocarla, pero no puede. Se ha desvanecido y la luz se ha extinguido dejándole solo de nuevo. El suelo se abre bajo sus pies y empieza a caer…

Hacía rato que Helia se había despertado a causa de aquella maldita pesadilla que se repetía todas las noches. Rodó hacia el otro lado de la cama y clavó los ojos en el techo de la habitación. Aun después de dos años, era incapaz de olvidarla. Flora lo era todo para él y lo seguía siendo. Resultaba difícil aceptar que ya no estaba allí y que quizá jamás volviera a estarlo.

Desde el día en que se fue su vida había quedado sumida en una oscuridad aún más densa que la de sus pesadillas. La marcha de Flora solo le había dejado una carta y el corazón hecho pedazos.

Helia:

Cuando leas esta carta probablemente yo ya esté muy lejos de Alfea. Siento no haber tenido el valor suficiente para decírtelo en persona. Yo te quiero, Helia, pero tengo que alejarme de ti o lo único que conseguiré será hacerte daño. Las circunstancias me han obligado a tomar esta decisión tan difícil. No te pido que lo entiendas, pero sí que lo aceptes. Por eso te ruego que no trates de buscarme. Tienes que borrarme de tu vida.

Antes de despedirme me gustaría agradecerte todo lo que has hecho por mí. Estoy convencida de que encontrarás a alguien que sepa quererte mejor de lo que yo lo he hecho.

Hasta siempre,

Flora

Cada una de aquellas palabras se le había clavado como un puñal helado en el pecho. Recordaba haberse vuelto completamente loco cuando la leyó por primera vez. Había salido a buscar a Flora por todos y cada uno de los rincones de Magix, sin éxito. Parecía haberse borrado del mapa. Estaba tan desesperado que incluso había intentado fugarse de Fuente Roja. Por suerte, Saladino le había detenido antes de que las cosas fueran a peor. Sin embargo, su vida había seguido sin Flora y temblaba de rabia cada vez que lo pensaba. Ni las misiones ni las clases habían conseguido sacarla de su mente.

Y allí, tumbado en la cama, se sintió culpable de nuevo. Un rayo de luz le dio de lleno en la cara. Había amanecido y él tendría que aguantar un día más sin Flora.