Lamento mucho los retrasos con las novelas. Intento ponerme al día y regularizar los días de actualización.

Respuestas a Reviews del capítulo anterior:

Crematlv19: He intentado hacer un Edward desinteresado totalmente, pero ya verán sus razones.

Dnisse: ¡Gracias! Espero que este te guste también.

Emely: Muchas gracias, de todo corazón, por seguir mi trabajo. Espero que este capítulo sea de tu agrado también.

Nelita: Más que por cazar el oso, fue por lo que aquello significaba. Un abrazo.

Capítulo 4.-

El día siguiente fue considerablemente más ameno que los pasados, e incluso mi sed ya no era algo por lo cual preocuparse, ya que había encontrado una solución a ello. Aun así, Carlisle estimó que no era conveniente dejarme salir a los alrededores solo, todavía, lo cual era una excelente excusa para poder pasar tiempo con Rosalie; y yo notaba que para ella no era ninguna molestia.

Al contrario. Conforme pasaban los días, mi cuerpo ya no necesitaba de la sangre del oso, tanto como la primera vez, y la frecuencia de cacería era menor. Claro que Rosalie Hale no lo sabía, y yo, fingía cada tanto tener una necesidad imperiosa de saciar mi sed, casualmente cuando sólo ella estaba disponible para acompañarme. Hasta el día en que me enteré que Edward podía leer las mentes.

—Sabes, si quieres que Rosalie pase más tiempo contigo, deberías pedírselo, no mentirle acerca de tu sed —el vampiro de pelo cobrizo me dijo a escondidas, justo antes de que yo hiciera mi movida.

Lo miré sorprendido, frunciendo mi ceño, mientras él se alejaba con un aire de grandeza que daban ganas de quitárselo a patadas. Rosalie apareció luego en la habitación, siempre lista para cazar junto a mí, usando aquellas botas a la pantorrilla. Dudé en lo que le iba a decir ahora, pues su novio ahora me observaba y sabía que mentía… Había sido atrapado, aunque no estaba seguro de que forma. No le pedí a Rose cazar aquella tarde, sin embargo me quedé a su lado, platicando las ventajas de nuestra naturaleza, y allí fue donde me enteré de la lectura de mentes, y de cómo había sido pillado. Me pregunté cuántos pensamientos más sobre su amada, habrá escuchado de mi loca mente enamorada.

Según Rosalie, yo era el más fuerte en ésta casa, y ahí encontré la respuesta al por qué Edward Masen aún no me mataba por amar a su mujer.

—Yo no tengo un don —ella explicó—, ni Esme, ni Carlisle, aunque su dominio ante la sangre humana es sencillamente admirable —. Comenzó a jugar con su cabello, tan grácil y dulce, que me provocaba mirarla toda la noche si fuese necesario.

—¿Siempre ha sido así o…?

—No. Carlisle se entrenó por décadas para eso —sonrió levemente, con cierto aire de orgullo hacia el hombre del que hablaba.

—¿Décadas? ¿Cuánto tiempo ha vivido Carlisle? —consulté intrigado.

—Vivido, no más de los veinticinco que aparenta. Muerto en vida, serán cerca de cuatro siglos —Rosalie no consideraba nuestra naturaleza como estar vivos —. Y dentro de ese tiempo, también estuvo con los Vulturis, aunque está claro que prefería un estilo de vida más humano.

Ella se encogió de hombros, respaldando nuevamente su opinión sobre ser vampiros. A mí no me importaba en realidad, no en absoluto, cuando podía tener más ventajas que ser un simple humano. O al menos ahora lo veía así… Nunca poseí demasiadas riquezas, pero siempre supe como divertirme, y era algo de lo que no podía arrepentirme, y aunque no niego que la eternidad se me hacía un largo tiempo para vivirlo plenamente consciente, comenzaba a entender las tantas cosas que podía hacer, las miles de vidas que podía tener. Tenía todo en mis manos, y más.

—No le he agradecido por convertirme —intervine —. Ni a ti. Lo lamento. Ustedes dos salvaron mi vida, y me entregaron una mejor. He sido un egoísta.

—No tienes por qué. En cambio yo si te pido perdón —Rosalie agachó la mirada—. Siempre aborrecí la forma en que no me dejaron elegir, y yo hice lo mismo contigo.

—¿Acaso estás loca, Rosalie Hale? —le bromeé, pero ella levantó la vista algo molesta —. No estoy para nada arrepentido de ser lo que soy. Me gusta, de hecho.

Ella me miró incrédula.

—Oh vamos, ¿sabes cuánto tiempo gasté en comer? Y no hablar del dinero. Al menos los osos son gratis —comencé a explayarme con naturalidad—. Y no sé si lo has notado pero estoy más guapo que la última vez que me viste como humano.

—La última vez, y primera, que te vi como humano, estabas casi descuartizado por un oso —ella rodó los ojos.

—¿Te das cuenta? Y ahora, soy más guapo que esa vez —ni ella pudo evitar la risa ante mi comentario.

No tenía ninguna intención de irse, y me preguntaba que tenía mi presencia que era más interesante que la de Edward. No me sabía aquellas melodías en el piano, ni me leía un libro por día; no era ni la mitad de apuesto, aunque el ser vampiro me había borrado cada imperfección del cuerpo.

—Me haces reír, Emmett —ella respondió a mis pensamientos, como si pudiese escucharlos —. Nadie había logrado hacer eso desde hace dos años —asumió.

Rosalie continuó jugueteando con su cabello, formando trenzas que desarmaba cuando estaban terminadas, para volver a crearlas de otra manera. Sus dedos se movían ágiles y rápidos. Delicados, como un baile. Me pregunté cómo es que no ha sonreído en dos años, si ha elegido a Edward como su pareja, y ha sido feliz, supuestamente. ¿Cómo es que él nunca la ha visto reír, y no ha hecho nada al respecto?

—No sé qué más puedo contarte —me encogí de hombros— me divertí a lo grande siendo humano, debo admitirlo.

—Sí que lo has hecho.

Ella recordó con una leve sonrisa, y luego aquel atisbo de alegría se esfumó, con su mirada perdida y la tristeza dominándole el rostro perfecto. Quise el don de Edward, más que nunca.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Me hubiese gustado poder hablar de mi vida humana de una forma tan alegre como tú lo haces —me comentó, sin dudarlo, como si yo fuese alguien que conociera de toda la vida —. Quizás es por eso que no puedo disfrutar ésta eternidad.

—O quizás no has encontrado la forma de ser feliz.

Lejos de ofenderle ese comentario, ella lo aceptó, para mi sorpresa. Creí que hablar de más me pondría en jaque, pero tenía que arriesgarme y de alguna forma, hacerle entender, que no se veía feliz, y el vampirismo no era la razón.

—Quizás —se limitó a responder.

Ella iba a continuar hablando, pero se retractó, y pareció recordar algo de pronto, levantándose del asiento que la sostenía hace horas.

—Fue un agrado conocer tu vida humana, Emmett —se despidió con un pequeño movimiento en la cabeza, cómo si hace unos instantes no hubiésemos sido inseparables y ahora fuéramos simples conocidos.

—Espero alguna vez conocer la tuya —respondí, y de manera incorrecta al parecer, pues su ceño se frunció inmediatamente, y apuró su salida hacia la habitación que compartía con Edward, dejándome a solas en la sala de estar, sin nada más que el eco de su voz y el aroma inolvidable de su ser.

Rosalie era un enigma completo para mí, sin contar la extraña y distante relación con Edward. No era que quisiera, pero gracias a que podía escuchar todo en ésta casa, sabía con certeza que al irse a la habitación, no hacían más que conversar temas trascendentales, hojear libros y escribir partituras. No era un experto en relaciones, pero las pocas mujeres que pasaron alguna vez por mi vida, y mi cama, sin duda no se dedicaban a leer, cuando podríamos hacer alguna otra cosa de a dos. Sin embargo, estaban juntos. Se besaban al despedirse y al llegar, se tomaban las manos cada tanto y planeaban juntos viajes que parecían nunca concretarse. Quizás así era ser un vampiro, y el sexo no significaba gran cosa para ellos, aunque en mi interior, más de una vez me imaginé haciéndole el amor al ángel, y en mis pensamientos, lo disfruté.

No entendía, pero tampoco me correspondía hacerlo.

Me obligué a recordar que ella no era mi ángel… era de alguien más.