¡Hola!

Gracias a Valkyrje, TheLoveIsArt, KurenaiNoAngel, Mily Black Queen, yesi owo, Guest, Alice In Funnyland, BreacJ, HardLohve, kary muggle y mariana por sus reviews.

Este fic contiene spoilers -aunque no demasiados- de Ciudad de los Ángeles Caídos.


IV

Vacaciones

o-o-o

Después de todo lo que ha pasado, volver a Nueva York resulta de lo más extraño.

Y desolador, también. Alec no está seguro de qué esperaba exactamente que ocurriera con sus padres tras la muerte de Max, pero que Robert Lightwood se quedara en Alacante en lugar de regresar al Instituto con su familia es algo que no había considerado como una posibilidad.

Aunque, en cierto modo, lo entiende. O quiere hacerlo. Alec se dio cuenta hace mucho de que sus padres no se quieren, que su relación dista de ser como la de, por ejemplo, los Penhallow. Pese a que no entiende el motivo y hace tiempo que sus propios problemas empezaron a preocuparle más que el matrimonio sin sentido de Robert y Maryse Lightwood, Alec es, de lejos, mucho más perceptivo que Izzy. Y supone que puede que consigan sobrellevar la muerte de su hijo mejor por separado que juntos.

Eso no quita que el Instituto le parezca demasiado solitario una vez se ha acomodado en su dormitorio. Jace (por el Ángel, ¿seguro que come el mismo tipo de comida que Alec?) no está en absoluto cansado por el cambio de hora, y ha ido con Clary a Central Park o algo por el estilo; Isabelle ha quedado con Simon en Taki's, y su madre… Alec sabe que está en la habitación de Max y prefiere no inmiscuirse. Que él no se encerrase en su dormitorio y montase una pataleta como Izzy no quiere decir que no le duela la pérdida de su hermano.

Él estaría con Magnus, pero el brujo volvió de Idris antes que él y le advirtió que estaría ocupado durante una semana con algo que le habían encargado. Alec rueda sobre la cama, emitiendo un sonido exasperado. Una vocecilla le sugiere que, ya que está, podría entrenar un rato, pero el joven la manda callar con un bufido.

Lo cierto es que, después de tanto tiempo temiendo lo que pudiera pasar si alguien descubría que le gustaban los hombres, ahora sólo se le ocurre pensar lo mismo que Magnus le dijo al oído cuando se separaron tras besarse delante de toda Alacante: ¿A que no era para tanto?

Bueno, es innegable que Izzy se ríe hasta que se le saltan las lágrimas cada vez que recuerda la cara de Maryse ese día, por no hablar de que Alec tiene la ligera impresión de que su padre evita mirarlo desde entonces, pero podría haber sido peor.

Finalmente, Alec decide ir a Brooklyn. Sabe que Magnus estará ocupado, pero le da igual; prefiere pasar el rato viéndolo trabajar en lugar de quedarse en un edificio que se ha vuelto más frío de lo que era cuando se fue.

Tarda poco en llegar, teniendo en cuenta cómo suele ser el tráfico en Nueva York. Cuando se planta frente al bloque en el que vive Magnus, Alec usa la llave que le dio el brujo para abrir la puerta, no sin cierto orgullo. Sube las escaleras de dos en dos hasta llegar al loft de Magnus, que hoy está decorado de una forma parecida a las casas japonesas, con una mesa cuadrada en el centro y cojines a su alrededor, en uno de los cuales está sentado el brujo con las piernas cruzadas. Esparcidos por el suelo hay un montón de papeles y libros con dibujos de runas y garabatos que Alec no sabe leer, sobre los que Presidente Miau camina con cuidado, olfateando las cosas de su amo con curiosidad.

Magnus alza la vista al oír abrirse la puerta. Sonríe al descubrir a Alec, pero enseguida baja la vista de nuevo a sus cosas.

—Te dije que estaría ocupado—comenta.

Alec se encoge de hombros y se acerca a él. Aparta varios libros y al gato de su novio y se deja caer en el suelo.

—Ya—admite—, pero no estoy haciendo nada de todos modos—coge un libro al azar y lo abre por una página al azar. Tal y como suponía, no entiende nada.

—Está en purgático—le informa Magnus, dándole un beso para saludarlo, que hace que el joven se sonroje un poco—. Los que tú entiendes están ahí—señala una estantería y luego frunce el ceño, arrebatándole el libro sin muchos miramientos—. Vaya, era esto lo que me hacía falta. Gracias—comenta. Alec arquea las cejas—. No tardo mucho.

Alec se acerca a los libros y coge uno al azar. Se dispone a coger un cojín para sentarse, pero lo descubre junto a sus pies. Alec mira a Magnus, que ha vuelto a centrarse en su trabajo, pero sonríe mientras los últimos destellos azules se desvanecen de las yemas de sus dedos.

Resulta que el libro es de fantasía. Alec se sienta con las piernas cruzadas como los indios, apoyando la espalda en la estantería, y empieza a leer; y, para ser francos, la historia le gusta, aunque al principio le parezca un poco infantil. No obstante, en algún momento las letras empiezan a bailar ante sus ojos, y Alec los cierra para evitar marearse.

Cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra a Magnus ante él, sacudiéndole el hombro. Alec se despereza y mira alrededor, descubriendo el libro tirado en el suelo.

—¿Qué hora es?—inquiere tras soltar un bostezo, recordando vagamente que ha leído algo de un trol en la historia antes de quedarse dormido.

—Las siete y cuarto—han pasado más de tres horas. Sí, ha tardado poquísimo, piensa con ironía.

Magnus se pone en pie y vuelve al montón de libros. Coge unos cuantos para colocarlos, mientras que los que no le caben en las manos levitan a su alrededor. Alec se frota los ojos, cansado.

—¿Has terminado de…lo que quiera que estuvieras haciendo?—pregunta con curiosidad.

Tras colocar los libros, Magnus asiente. Se acerca a Alec y se sienta en el suelo, a su lado. Coge el libro y le da varias vueltas en las manos.

—Necesito unas vacaciones—declara. Alec observa cómo cambia de color la tapa del libro con ligero interés—. ¿Te vienes?

Alec mira a Magnus boquiabierto.

—¿Adónde?—es lo primero que se le ocurre decir. En su favor, hay que decir que aún no está medio dormido y no del todo seguro de haber oído bien.

El brujo se encoge de hombros.

—Donde quieras… Oh, bueno, donde quieras excepto Perú—rectifica. Sus ojos de gato brillan con diversión, y Alec comprende que su expresión de sorpresa es algo cómica.

Sacude la cabeza.

—¿En serio?

—Si no tienes nada que hacer y crees que tus amigos podrán matar demonios sin ti, claro—especifica Magnus—. Bueno, ¿qué dices?

Alec sonríe de oreja a oreja. Siempre ha querido ver mundo, conocer algo más aparte de Nueva York e Idris. Y además irá con Magnus.

La respuesta no podría ser más obvia.

—Que sí, claro.


Notas de la autora: Creo que debería tomarme las cosas con más calma y no abarcar tanto... mi lista de cosas por terminar no hace más que crecer xD Pero como soy una cabezota, aquí estoy, con veinte mil cosas a la vez y tardando más en actualizar de lo que lo haría si estuviera con menos cosas, pero actualizando.

En fin. ¿Bien, mal? ¿Regular? ¿Reviews?