Creo que ¿He vuelto?
Después de dos años creo que voy a comenzar a retomarlo nuevamente...
En fin, de verdad que vuestros comentarios me han ayudado muchísimo a volver a publicar un capitulo después de dos años.
No voy a justificarme, pensé que lo abandonaría, pero jamas me atreví a cambiar su estado, ahora creo que se ve por qué.
Seguramente a lo largo de los meses siguientes voy a estar corrigiendo los capítulos anterior, así que no os asusteis si de repente veis algún capi anterior y no es como lo recordáis.
No creo que sea suficiente una disculpa, pero aun así. Lo siento de verdad.
Por lo menos hoy traigo un capitulo completo, sin cortes a la mitad.
Lo siento otra vez por estos dos años de espera.
En fin os dejo con el capítulo, ahora si.
Y para tranquilizar el siguiente capitulo ya lo tengo empezado.
Disclaimer, nada de esto es mío.
Cuando todos por fin estuvieron acomodados en sus respectivos sitios, Molly, la mujer de Arthur, como sabía Harry, que era una señora regordeta y pelirroja, con cara amble, cogió el fino libro y se lo acercó a ella.
– Leeré yo, si no os importa – dijo con una sonrisa mirando a la sala.
La profesora McGonagall le otorgó una pequeña sonrisa en señal de consentimiento, junto con el brillo de los ojos del profesor Dumbledore.
Harry, al fijarse en el resplandor azulado, se le ocurrió que quizás el director tenía diferentes brillos para los ojos que significaban distintas cosas y se decidió a empezar a interpretarlo. Lo llamaría el lenguaje de los destellos.
Minetras pensaba en esto, Molly comenzó a leer.
BUM.
Rápidamente la sala entera volvió a estar alerta.
Llamaron otra vez. Dudley se despertó bruscamente.
—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.
Hermione se tapó la boca con la mano, conteniendo la risa.
Pero la mayoría de magos y brujas, aparte de no entender la referencia, lo de sangre pura, estaban demasiado pendientes de la lectura para comentar nada.
Se oyó un crujido detrás de ellos y tío Vernon apareció en la habitación. Llevaba un rifle en las manos: ya sabían lo que contenía el paquete alargado que había llevado.
– Espera, espera, espera – interrumpió de repente George ¿O era Fred?
– ¿Qué demonios es un rife? – preguntó su hermano, con la misma confusión en la cara.
Fue Ted Toncks quien respondió esta vez.
– Es un artefacto Muggle que sirve para matar gente, como un Avada, pero mucho más doloroso y con mucha más sangre – aclaró ante la atenta atención de los sangre pura y sobre todo de Arthur.
– Eso es… – dijo uno de los alumnos, un poco blanco.
– Es neandertal – se apresuró a proclamar el hombre que se parecía tanto a Draco, el nuevo amigo de Harry, ganándose la atención de este.
El hombre tenía cara de repugnancia como si estuviese oliendo algo asqueroso y el niño tuvo el atino de pensar que probablemente no le caería muy bien el hombre.
Ante la mirada ofendida de mucho hijo de muggle y la de indignación de los señores Granger, no volvió a abrir la boca, pero tampoco se disculpó.
Molly se aclaró la garganta antes de continuar, llamando la atención de todos.
—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto... estoy armado!
Hubo una pausa. Luego...
¡UN GOLPE VIOLENTO!
La pequeña mujer lo gritó tan repentinamente que todo el mundo dio un brinco. Alguno que otro, como Sirius, que había estado al borde de su asiento, se calló de culo.
Remus, Toncks y Harry no pudieron evitar reírse a su costa, mientras las mejillas del preso se teñían un poco rosas.
– Caray, no ha sido mi culpa – gruñó avergonzado, pero nadie le hacía caso.
– ¿Habéis visto su cara? – consiguió decir entre carcajadas Nimphadora.
La risa aumentó.
– ¿Y el ruidito que ha soltado mientras se caía? – agregó Remús, con lágrimas en los ojos –. Creo que nunca nadie ha podido perder tanta dignidad de un golpe.
Con las palabras de doble sentido la risa de los otros dos aumentó aún más.
– Y este es el temido Sirius Black, que si te descuidas nos puede matar a todos – continuó el hombre lobo, casi en tono serio.
– Si, pero de la risa – añadió Harry.
En ese momento casi rodaban en el suelo con sus fuertes carcajadas.
El salón enteró les miraba extraño, hasta que el diabólico Sirius Black, conocido por no tener ni un hueso de bueno, demostró nuevamente su malevolencia al empujar, desde su lagar en el suelo, las sillas donde estaban sentados Remus, Tonks y Harry, haciéndolos caer de culo y deteniendo su risa.
Molly reanudó la lectura poco después de ver como los cuatro retomaban su lugar, con los rostros un poco más rojos de la cuenta, menos el propio preso, que llevaba una sonrisa de suficiencia.
La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió de los goznes y, con un golpe sordo, cayó al suelo.
Un hombre gigantesco apareció en el umbral. Su rostro estaba prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada, pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo aquella pelambrera.
El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó, cogió la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner en su lugar. El ruido de la tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarlos.
– ¡Hagrid!
Exclamó casi todo el mundo cuando reconocieron al medio gigante amable en el personaje que se describia.
Muchos respiraron de alivio, mientras el nombrado abría los ojos con asombró.
—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil...
Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.
—Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.
Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse junto a su madre, que estaba agazapada detrás de tío Vernon.
– ¡Pero mira que es valiente! – se quejó Ron, con expresión burlesca.
– Pero que dices, Ronnikins… – comenzó uno de los gemelos.
–Si tú hubiese hecho lo mismo – terminó con una sonrisa Fred.
Los dos vieron como su hermano se volvía tan rojo como su pelo.
– ¡MAMÁ! – gimió el niño, completamente avergonzado, mientras se escondía un poco debajo de la mesa y juntándose más con su madre.
– ¡Fred, George! – gritó la mujer, enfadada – ¡Dejad de molestar a vuestro hermano!
Los dos se miraron entre sí.
– Pero si acaba de demostrarlo – murmuraron conteniendo la risa.
Harry, más recuperado de su vergonzosa caída, se compadeció de su amigo pelirrojo.
—¡Ah! ¡Aquí está Harry! —dijo el gigante.
Harry levantó la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.
—La última vez que te vi eras sólo una criatura
– Awww – arrullaron casi todas las niñas en la sala, haciendo que la cara de Harry se transformase en una profunda sombra de bermellón.
Se encogió en su asiento y sintió un enorme alivio cuando Molly volvió a retomar la lectura, después de gritar ella también.
—dijo el gigante—. Te pareces mucho a tu padre, pero tienes los ojos de tu madre.
Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.
—¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto es allanamiento de morada!
—Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero —dijo el gigante. Se estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como si fuera de goma y lo arrojó a un rincón de la habitación.
– ASÍ SE HACE HAGRID – gritaron casi todos los Gryffindor.
El semi-gigante, se sonrojo, pero se formó una gran sonrisa en su rostro.
– Me habría encantado hacérselo yo mismo – murmuró enfadado Sirius.
Simplemente de recordar lo que le habían hecho a su ahijado le enfurecía.
El lobo aulló dentro de Remus.
– Hubiese amado poder hacerles otras cosas – susurró para sí mismo, con rostro oscuro y casi un gruñido.
Su mirada se aclaró cuando una mano más pequeña que la suya apretó su palma. Se giró para mirar a Nimphadora, que lo observaba con cierta preocupación.
– ¿Estás bien?
El hombre lobo podría haberla abrazado en ese instante, pero se contuvo y reprimió sus instintos, que solo querían apretar su mano.
– Si, por supuesto – respondía con vergüenza, arrepentido de su carácter –. No te preocupes.
A continuación soltó su mano y se volvió a mirar al frente, por lo que no pudo ver la mirada curiosa y un tanto dolida de la metamorfomaga.
Al mismo tiempo, Harry, para sacar de sus pensamientos oscuros a su padrino, le daba un codazo para que se fijara en los otros dos. Sirius y Harry intercambiaron un vistazo, con el mismo brillo interesado después de fijarse en el pequeño intercambio.
Dumbledore sonreía desde atrás.
"La semilla del amor" razonó con un cierto matiz de tristeza y fascinación.
Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si hubieran aplastado a un ratón.
—De todos modos, Harry —dijo el gigante, dando la espalda a los Dursley—, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor.
Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry la abrió con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Harry» escrito en verde.
– Yo que tú no me lo comía, Harry – Murmuró la niña entre Remus y Sirius, inclinándose disimuladamente hacia él –. Tiene mala pinta.
Aunque era una broma, no sonó tan animada como normalmente, todavía un poco herida por el gesto del hombre lobo, aunque ni si quiera sabia por qué.
Harry miró al gigante. Iba a darle las gracias, pero las palabras se perdieron en su garganta y, en lugar de eso, dijo:
—¿Quién es usted?
– Harry, querido, eso es muy maleducado – le regaño, interrumpiéndose a sí misma Molly.
Harry bajo la mirada, avergonzado y culpable.
– Lo siento.
– Está bien, querido, pero la próxima vez no hagas tal cosa – dijo más sosegada la madre de los pelirrojos.
– De acuero, señora Weasley – murmuró arrepentido.
– Oh, Harry, ya te he dicho que me llames Molly – respondió con una sonrisa, retomando la lectura, después de intercambiar una sonrisa cálida con el niño, que también le sonreía un poco más tímido.
El gigante rió entre dientes.
—Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts.
– Una de las mejores personas que jamás conocerás – agregó Dumbledore con gusto.
El susodicho se removía en su asiento bastante colorado, aunque alagado.
Extendió una mano gigantesca y sacudió todo el brazo de Harry
—¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las manos—. Pero no diría que no si tienen algo más fuerte.
La sala entera prorrumpió en risas.
Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las bolsas de patatas fritas arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se inclinó ante la chimenea. Los demás no podían ver qué estaba haciendo, pero cuando un momento después se dio la vuelta, había un fuego encendido, que inundó de luz toda la húmeda cabaña. Harry sintió que el calor lo cubría como si estuviera metido en un baño caliente.
El gigante volvió a sentarse en el sofá, que se hundió bajo su peso, y comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de su abrigo: una cazuela de cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una tetera, varias tazas agrietadas y una botella de un líquido color ámbar, de la que tomó un trago antes de empezar a preparar el té. Muy pronto, la cabaña estaba llena del aroma de las salchichas calientes. Nadie dijo una palabra mientras el gigante trabajaba, pero cuando sacó las primeras seis salchichas jugosas y calientes, Dudley comenzó a impacientarse. Tío Vernon dijo en tono cortante:
—No toques nada que él te dé, Dudley.
– ¡Ja! Yo no le daría nada a ninguno de ellos – proclamó Hagrid, en desacuerdo con ese pensamiento.
El gigante lanzó una risa sombría.
—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no se preocupe.
Le sirvió las salchichas a Harry, el cual estaba tan hambriento que pensó que nunca había probado algo tan maravilloso, pero todavía no podía quitarle los ojos de encima al gigante. Por último, como nadie parecía dispuesto a explicar nada, dijo:
—Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted. El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca con el dorso de la mano. —Llámame Hagrid —contesto—. Todos lo hacen. Y como te dije, soy el guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre Hogwarts, por supuesto.
—Pues... yo no... —dijo Harry
Hagrid parecía impresionado.
—Lo lamento —dijo rápidamente Harry
– Oh, Harry Potter, no tienes que disculparte – intervino la pequeña niña rubia ausente, ante el asentimiento conforme de su madre, que la miraba con cariño.
– Es lo que dice mi Luna, señor Potter, usted no tendría que disculparse, deberían de ser ellos.
La madre de Luna era una mujer muy bonita, también de melena rubia, aunque un poco más oscura que la de su marido e hija.
Harry les sonrió agradecido.
– Gracias – les dijo con voz tímida.
– Con gusto, señor Potter – le devolvió el gesto la señora Lovegood
—¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volviéndose a mirar a los Dursley, que retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos son los que tienen que disculparse! Sabía que no estabas recibiendo las cartas, pero nunca pensé 34 que no supieras nada de Hogwarts. ¿Nunca te preguntaste dónde lo habían aprendido todo tus padres?
—¿El qué? —preguntó Harry
—¿EL QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!
Se puso de pie de un salto. En su furia parecía llenar toda la habitación. Los Dursley estaban agazapados contra la pared.
—¿Me van a decir —rugió a los Dursley— que este muchacho, ¡este muchacho!, no sabe nada... sobre NADA?
Harry pensó que aquello iba demasiado lejos. Después de todo, había ido al colegio y sus notas no eran tan malas.
—Yo sé algunas cosas —dijo—. Puedo hacer cuentas y todo eso.
El comedor entero se echó a reír de pronto, no esperando ese comentario.
– Tranquilo Harry, si quieres seguir tu sueño de ser contable nadie te lo impedirá – dijo Sirius entre medio de sus risas.
– Te podemos comprar un libro de cuentas – se sumaron los gemelos.
– Pero que no te rindas. ¡Valentía, Harry! – añadió George.
– Harry Potter, el contable – anunció grandilocuente, Fred –. Así se llamará su verdadero libro. Y el resumen: – puso voz de locutor –. Harry, un joven contable tendrá que ir al colegio Hogwarts de sumas y rectas, pero allí se encuentra con que no todo es como lo había imaginado. Las clases de matemáticas son mucho más avanzadas de lo que había pensado ¿Acompañaras al niño-que-contó en su trepidante aventura para aprender ecuaciones de segundo grado? ¿O no podrás seguir el ritmo de las cuentas?
Todas las personas se rieron más fuerte aún y tuvo que pasar un rato antes de que pudiesen continuar con la lectura.
Pero Hagrid simplemente agito la mano.
—Me refiero a nuestro mundo Tu mundo. Mi mundo. El mundo de tus padres.
—¿Qué mundo?
Hagrid lo miró como si fuera a estallar.
—¡DURSLEY! —bramó.
Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que sonaba como mimblewimble. Hagrid, enfurecido, contempló a Harry.
—Pero tú tienes que saber algo sobre tu madre y tu padre —dijo—. Quiero decir, ellos son famosos. Tú eres famoso.
—¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre... eran famosos? ¿En serio?
Nadie se atrevió a hacer un comentario, todo eso era demasiado triste. La manera en que James y Lily se convirtieron en famosos no era cosa de guasa.
Severus en su sitio cerraba los ojos con fuerza, recordando un cabello rojo desparramado por el suelo y unos ojos verde brillantes, mirando sin ver el techo.
—No sabías... no sabías... —Hagrid se pasó los dedos por el pelo, clavándole una mirada de asombro—. ¿De verdad no sabes lo que ellos eran? —dijo por último.
De pronto, tío Vernon recuperó la voz
—¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo, señor! ¡Le prohíbo que le diga nada al muchacho!
Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría acobardado ante la mirada furiosa que le dirigió Hagrid. Cuando éste habló, temblaba de rabia.
—¿No se lo ha dicho? ¿No le ha hablado sobre el contenido de la carta que Dumbledore le dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que Dumbledore la dejaba, Dursley! ¿Y se la ha ocultado durante todos estos años?
—¿Qué es lo que me han ocultado? —dijo Harry en tono anhelante.
—¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —rugió tío Vernon aterrado.
– No se detendrá, hijo de… – murmuró con rabia Sirius, aunque se cortó por la atenta mirada de los dos niños sentados a cada lado suya y del hombre lobo que le miraba con una ceja levantada, como preguntándole como exactamente quería terminar la frase –. Una morsa con cara de rinoceronte – terminó de proclamar, no cumpliendo con la mirada de su sobrina o su ahijado –. Sí, eso es lo que quería decir.
– ¿Es verdad, Sirius? – le preguntó Remus con una sonrisa inocente, que prometía muuuuucho dolor.
– S-si, Remus ¿Cómo puedes dudar de mí? – tragó saliva, temeroso, pero, cuando oyó la angelical voz de Molly continuar, suspiro de alivio.
Remus a veces tenía unos cambios de humor horribles.
Tía Petunia dejó escapar un gemido de horror.
—Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—. Harry debes saber que eres un mago.
– Uff, que sutil Hagrid – alabaron los dos gemelos, levantándoles los pulgares al gigante.
La sala comenzó a reír.
– Creo que me gusta más la forma que me lo han contado a mí – comentó Hermione, sonriendo a lo dicho en la lectura y acordándose de como la profesora McGonagall había ido a explicarles sobre la magia y la carta.
Había sido una conversación más bien larga. Había durado medio día, las primeras horas convenciéndolos a ellos que su hija tenía magia y la otra intentando explicarles la carta por la que se lo habían comunicado antes de tiempo.
Fue una conversación difícil de mantener (Y eso era un eufemismo).
Se produjo un silencio en la cabaña. Sólo podía oírse el mar y el silbido del viento.
—¿Que soy qué? —dijo Harry con voz entrecortada.
—Un mago —respondió Hagrid, sentándose otra vez en el sofá, que crujió y se hundió—. Y muy bueno, debo añadir, en cuanto te hayas entrenado un poco. Con unos padres como los tuyos ¿qué otra cosa podías ser? Y creo que ya es hora de que leas la carta.
Harry extendió la mano para coger, finalmente, el sobre amarillento, dirigido, con tinta verde esmeralda al «Señor H. Potter, El Suelo de la Cabaña en la Roca, El Mar». Sacó la carta y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación
Internacional de Magos).
Querido señor Potter:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia.
Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy cordialmente, Minerva McGonagall
Directora adjunta
Todo el mundo dirigió su sonrisa al director y a la subdirectora.
Las preguntas estallaban en la cabeza de Harry como fuegos artificiales, y no sabía cuál era la primera. Después de unos minutos, tartamudeó:
—¿Qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?
– ¿Esa es en serio tu primera pregunta, Harry? – preguntó incrédulo Sirius.
– Porque tú solo tengas la cabeza dirigida a las bromas no significa que los demás también tengan que ser como tú, canuto – le regaño el hombre lobo, al observar como su sobrino se ponía colorado.
– Si, eso, tío estúpido – añadió su sobrina.
Mientras que en el otro lado de la mesa Severus recordó una pregunta parecida hecha por parte de una pequeña pelirroja. No pudo evitar contraer los labios hacia arriba.
—Gorgonas galopantes, ahora me acuerdo —dijo Hagrid, golpeándose la frente con tanta fuerza como para derribar un caballo. De otro bolsillo sacó una lechuza (una lechuza de verdad, viva y con las plumas algo erizadas), una gran pluma y un rollo de pergamino. Con la lengua entre los dientes, escribió una nota que Harry pudo leer al revés.
Querido señor Dumbledore:
Entregué a Harry su carta. Lo llevo mañana a comprar sus cosas.
El tiempo es horrible.
Un niño de Ravenclaw habló.
– Sí, creo que todo el mundo allí estaba consciente de que el tiempo era horrible.
Unos pocos se echaron a reír.
Espero que usted esté bien.
Hagrid
Hagrid enrolló la nota y se la dio a la lechuza, que la cogió con el pico. Después fue hasta la puerta y lanzó a la lechuza en la tormenta. Entonces volvió y se sentó, como si aquello fuera tan normal como hablar por teléfono.
Harry se dio cuenta de que tenía la boca abierta y la cerró rápidamente.
—¿Por dónde iba? —dijo Hagrid. Pero en aquel momento tío Vernon, todavía con el rostro color ceniza, pero muy enfadado, se acercó a la chimenea.
—Él no irá —dijo.
– PUES CLARO QUE IRA – gritaron todas las personas dentro del gran comedor, furiosas.
Los oyó hasta la profesora de adivinación en su torre, que soltó una exclamación y soltó su taza.
– Albus sí que puede motivar masas – murmuró un tanto asustada –. Incuso por caramelos.
Hagrid gruñó.
—Me gustaría ver a un gran muggle como usted deteniéndolo a él —dijo.
—¿Un qué? —preguntó interesado Harry
—Un muggle —respondió Hagrid—. Es como llamamos a la gente «nomágica» como ellos. Y tuviste la mala suerte de crecer en una familia de los más grandes muggles que haya visto.
—Cuando lo adoptamos, juramos que íbamos a detener toda esa porquería —dijo tío Vernon—. ¡Juramos que la íbamos a sacar de él! ¡Un mago, ni más ni menos!
—¿Vosotros lo sabíais? —preguntó Harry—. ¿Vosotros sabíais que yo era... un mago?
—¡Saber! —chilló de pronto tía Petunia—. ¡Saber! ¡Por supuesto que lo sabíamos! ¿Cómo no ibas a serlo, siendo lo que era mi condenada hermana? Oh, ella recibió una carta como ésta de ese... ese colegio, y desapareció, y volvía a casa para las vacaciones con los bolsillos llenos de ranas, y convertía las tazas de té en ratas. Yo era la única que la veía tal como era: ¡una monstruosidad! Pero para mi madre y mi padre, oh no, para ellos era «Lily hizo esto» y «Lily hizo esto otro». ¡Estaban orgullosos de tener una bruja en la familia!
– Pera envidiosa – gruño Sirius, mientras Remus no decía nada mejor.
Severus lanzó una mirada oscura al aire. Parecía que Tunny aún tenía quería ingresar en el mundo de la magia, quizás debería enseñarle unos cuantos trucos. Pensamientos llenos de odio se repartían por su cerebro al oír a la mujer insultar a Lily.
Se detuvo para respirar profundamente y luego continuó. Parecía que hacía años que deseaba decir todo aquello.
—Luego conoció a ese Potter en el colegio y se fueron y se casaron y te tuvieron a ti, y por supuesto que yo sabía que ibas a ser igual, igual de raro, un... un anormal. ¡Y luego, como si no fuera poco, hubo esa explosión y nosotros tuvimos que quedarnos contigo!
Harry se había puesto muy pálido. Tan pronto como recuperó la voz, preguntó:
—¿Explosión? ¡Me dijisteis que habían muerto en un accidente de coche!
—¿ACCIDENTE DE COCHE? —rugió Hagrid dando un salto, tan enfadado que los Dursley volvieron al rincón—. ¿Cómo iban a poder morir Lily y James Potter en un accidente de coche? ¡Eso es un ultraje! ¡Un escándalo! ¡Que Harry Potter no conozca su propia historia, cuando cada chico de nuestro mundo conoce su nombre!
—Pero ¿por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó Harry con tono de apremio.
Nadie podía decir nada, por la tristeza.
La furia se desvaneció del rostro de Hagrid. De pronto parecía nervioso.
—Nunca habría esperado algo así —dijo en voz baja y con aire preocupado—. No tenía ni idea. Cuando Dumbledore me dijo que podía tener problemas para llegar a ti, no sabía que sería hasta este punto. Ah, Harry, no sé si soy la persona apropiada para decírtelo, pero alguien debe hacerlo. No puedes ir a Hogwarts sin saberlo.
Lanzó una mirada despectiva a los Dursley.
—Bueno, es mejor que sepas todo lo que yo puedo decirte... porque no puedo decírtelo todo. Es un gran misterio, al menos una parte...
Se sentó, miró fijamente al fuego durante unos instantes, y luego continuó.
—Comienza, supongo, con... con una persona llamada... pero es increíble que no sepas su nombre, todos en nuestro mundo lo saben...
—¿Quién?
—Bueno... no me gusta decir el nombre si puedo evitarlo. Nadie lo dice.
—¿Por qué no?
—Gárgolas galopantes, Harry, la gente todavía tiene miedo. Vaya, esto es difícil. Mira, estaba ese mago que se volvió... malo. Tan malo como te puedas imaginar. Peor. Peor que peor. Su nombre era...
– Eso demuestras que el miedo al nombre solo aumenta el miedo a la persona – dijo Albus, viendo como casi todo el comedor se estremecía, menos Harry y unos cuantos, entre ellos Alastor.
El niño, a la vez, observaba el brillo azul de los ojos del director.
Nota mental: Primera mirada, brillo luminiscente con pequeña sonrisa en sus labios. Significado; Suficiencia.
Hagrid tragó, pero no le salía la voz.
—¿Quiere escribirlo? —sugirió Harry.
—No... no sé cómo se escribe. Está bien... Voldemort. —Hagrid se estremeció—. No me lo hagas repetir. De todos modos, este... este mago, hace unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba consiguiendo poder. Eran días negros, Harry. No se sabía en quién confiar, uno no se animaba a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos... Sucedían cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le opusieron y él los mató. Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-tú-sabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.
»Ahora bien, tu madre y tú padre eran la mejor bruja y el mejor mago que yo he conocido nunca. ¡En su época de Hogwarts eran los primeros! Supongo que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte... Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro.
A Harry en ese punto se le escapaban unas pocas lágrimas. Sirius le apretaba la mano con fuerza.
Y Nimphadora se la agarraba a Remus, que en toda su tristeza ni se daba cuenta de que le estaba permitiendo tan contacto.
Ginny observaba desde sus sitio al niño de pelo negro, el cual le resultaba tan guapo, sin poder hacer nada y con pesadumbre.
»Tal vez pensó que podía persuadirlos... O quizá simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció en el pueblo donde vosotros vivíais, el día de Halloween, hace diez años. Tú tenías un año. Él fue a vuestra casa y... y...
De pronto, Hagrid sacó un pañuelo muy sucio y se sonó la nariz con un sonido como el de una corneta.
—Lo siento —dijo—. Pero es tan triste... pensar que tu madre y tu padre, la mejor gente del mundo que podrías encontrar...
A Molly se le entrecortó un poco la voz en ese momento y tuvo que pararse un poco para poder continuar.
»Quien-tú-sabes los mató. Y entonces... y ése es el verdadero misterio del asunto... también trató de matarte a ti. Supongo que quería hacer un trabajo limpio, o tal vez, para entonces, disfrutaba matando. Pero no pudo hacerlo. ¿Nunca te preguntaste cómo te hiciste esa marca en la frente? No es un corte común. Sucedió cuando una poderosa maldición diabólica te tocó. Fue la que terminó con tu madre, tu padre y la casa, pero no funcionó contigo, y por eso eres famoso, Harry. Nadie a quien él hubiera decidido matar sobrevivió, nadie excepto tú, y eso que acabó con algunas de las mejores brujas y de los mejores magos de la época
Todos los que habían perdido a alguien los recordaron, en un completo silencio.
(los McKinnons, los Bones, los Prewetts...)
En ese punto Molly soltó un ruidoso sollozo y le paso el libro a su marido, sin poder leer más.
Recordaba a sus dos hermanos gemelos, que habían sido igual que sus dos hijos, y recordaba el día de su entierro. Esperaba nunca tener que ir al entierro de alguno de los suyos, jamás lo superaría.
Arthur se puso a leer después e abrazar durante un tiempo a su mujer, hasta que la vio un poco más tranquila.
y tú eras muy pequeño. Pero sobreviviste.
Algo muy doloroso estaba sucediendo en la mente de Harry. Mientras Hagrid iba terminando la historia, vio otra vez la cegadora luz verde con más claridad de lo que la había recordado antes y, por primera vez en su vida, se acordó de algo más, de una risa cruel, aguda y fría.
Hagrid lo miraba con tristeza.
—Yo mismo te saqué de la casa en ruinas, por orden de Dumbledore. Y te llevé con esta gente...
—Tonterías —dijo tío Vernon.
Harry dio un respingo. Casi había olvidado que los Dursley estaban allí. Tío Vernon parecía haber recuperado su valor. Miraba con rabia a Hagrid y tenía los puños cerrados.
—Ahora escucha esto, chico —gruñó—: acepto que haya algo extraño acerca de ti, probablemente nada que unos buenos golpes no curen. Y todo eso sobre tus padres... Bien, eran raros, no lo niego y, en mi opinión, el mundo está mejor sin ellos... Recibieron lo que buscaban, al mezclarse con esos brujos... Es lo que yo esperaba: siempre supe que iban a terminar mal...
– Como se atreve – gruño Remus, aunque nadie lo secundo, porque aún estaban sumergidos en la tristeza de la perdida.
Pero en aquel momento Hagrid se levantó del sofá y sacó de su abrigo un paraguas rosado. Apuntando a tío Vernon, como con una espada, dijo:
—Le prevengo, Dursley, le estoy avisando, una palabra más y...
Ante el peligro de ser alanceado por la punta de un paraguas empuñado por un gigante barbudo, el valor de tío Vernon desapareció otra vez.
– UUUU– abuchearon todos los Gryffindors ante tal cobardía obvia.
Se aplastó contra la pared y permaneció en silencio.
—Así está mejor —dijo Hagrid, respirando con dificultad y sentándose otra vez en el sofá, que aquella vez se aplastó hasta el suelo.
Harry, entre tanto, todavía tenía preguntas que hacer, cientos de ellas.
—Pero ¿qué sucedió con Vol... perdón, quiero decir con Quién-usted-sabe?
—Buena pregunta, Harry. Desapareció. Se desvaneció. La misma noche que trató de matarte. Eso te hizo aún más famoso. Ése es el mayor misterio, sabes... Se estaba volviendo más y más poderoso... ¿Por qué se fue?
»Algunos dicen que murió. No creo que le quede lo suficiente de humano para morir.
Allí muchos en la sala estaban blancos, rezando porque esto último no fuese verdad. (No sabían que poca razón tenían)
Y Albus los miraba con lo que Harry posteriormente lo calificaría como su brillo sabiondo, aunque en mutis (Por lo que aun a pesar de que sabía cuánto lo querías saber nunca te lo diría).
Otros dicen que todavía está por ahí, esperando el momento, pero no lo creo. La gente que estaba de su lado volvió con nosotros. Algunos salieron como de un trance. No creen que pudieran volver a hacerlo si él regresara.
»La mayor parte de nosotros cree que todavía está en alguna parte, pero que perdió sus poderes. Que está demasiado débil para seguir adelante. Porque algo relacionado contigo, Harry, acabó con él. Algo sucedió aquella noche que él no contaba con que sucedería, no sé qué fue, nadie lo sabe... Pero algo relacionado contigo lo confundió.
Hagrid miró a Harry con afecto y respeto, pero Harry, en lugar de sentirse complacido y orgulloso, estaba casi seguro de que había una terrible equivocación. ¿Un mago? ¿Él? ¿Cómo era posible? Había estado toda la vida bajo los golpes de Dudley y el miedo que le inspiraban tía Petunia y tío Vernon. Si realmente era un mago, ¿por qué no los había convertido en sapos llenos de verrugas cada vez que lo encerraban en la alacena? Si alguna vez derrotó al más grande brujo del mundo, ¿cómo es que Dudley siempre podía pegarle patadas como si fuera una pelota?
—Hagrid —dijo con calma—, creo que está equivocado. No creo que yo pueda ser un mago.
– Ja, que Harry Potter no es un mago, cuéntame otra porque no me lo creo – dijo Ron, incrédulo.
– Cachorro vamos a tener que graduarte la vista – comentó preocupado Sirius, poniéndole tres dedos delante – Dime cuantos dedos tengo en la mano.
Harry, exasperado le contestó molesto.
– Tres. Y no…
– No, Harry, tengo diez – casi grito su padrino, asustado dramáticamente. Se volvió hacia Remus.
– ¡Lunático, nuestro cachorro se está quedando ciego!
Pero el hombre lobo no pudo contestarle, porque ante la risita de Nimphadora y la mirada divertida del director, Harry le dio una colleja a su padrino.
– Es verdad lo que dijo tío Remus. Te falta un hervor – murmuró enfadado, para luego girarse y mirar al frente, ignorando la cara dolorida con exageración de su padrino.
– Harry ¡Qué cruel!
Arthur siguió leyendo lo que salvo a Sirius de un comentario sarcástico.
Para su sorpresa, Hagrid se rió entre dientes.
—No eres un mago, ¿eh? ¿Nunca haces que sucedan cosas cuando estás asustado o enfadado?
Harry contempló el fuego. Si pensaba en ello... todas las cosas raras que habían hecho que sus tíos se enfadaran con él, habían sucedido cuando él, Harry, estaba molesto o enfadado: perseguido por la banda de Dudley, de golpe se había encontrado fuera de su alcance; temeroso de ir al colegio con aquel ridículo corte de pelo, éste le había crecido de nuevo y, la última vez que Dudley le pegó, ¿no se vengó de él, aunque sin darse cuenta de que lo estaba haciendo? ¿No le había soltado encima la boa constrictor?
Harry miró de nuevo a Hagrid, sonriendo, y vio que el gigante lo miraba radiante.
—¿Te das cuenta? —dijo Hagrid—. Conque Harry Potter no es un mago... Ya verás, serás muy famoso en Hogwarts.
Pero tío Vernon no iba a rendirse sin luchar.
—¿No le hemos dicho que no irá? —dijo con desagrado—. Irá a la escuela secundaria Stonewall y nos dará las gracias por ello. Ya he leído esas cartas y necesitará toda clase de porquerías: libros de hechizos, varitas y...
– Voy a convertirlo en rana, freírlo, recubrirlo de caramelo, cera de oído y cucarachas y comérmelo – susurró con cierta rabia Sirius, ante los asentimientos de Nimphadora.
Vaya par de zumbados, pensaron Remus y Harry a la vez.
—Si él quiere ir, un gran muggle como usted no lo detendrá —gruñó Hagrid—. ¡Detener al hijo de Lily y James Potter para que no vaya a Hogwarts! Está loco. Su nombre está apuntado casi desde que nació. Irá al mejor colegio de magia del mundo. Siete años allí y no se conocerá a sí mismo. Estará con jóvenes de su misma clase, lo que será un cambio. Y estará con el más grande director que Hogwarts haya tenido: Albus Dumbled...
—¡NO VOY A PAGAR PARA QUE ALGÚN CHIFLADO VIEJO TONTO LE ENSEÑE TRUCOS DE MAGIA! —gritó tío Vernon.
– ¿CÓMO SE ATREVE A INSULTAR A ALBUS DUMBLEDORE?
Gritó todo el comedor con rabia, a la vez que el director les miraba agradecido y con cariño.
– Vaya, gracias – dijo humildemente.
– Ni si quiera hace falta que lo agradezcas Albus – gruño enfadadísima la subdirectora.
– Oh creo que no me he sonrojado más desde que… – empezó el hombre, sonriendo.
– NO NECESITAMOS SABERLO.
También como uno gritaron todos.
Pero aquella vez había ido demasiado lejos. Hagrid empuñó su paraguas y lo agitó sobre su cabeza.
—¡NUNCA... —bramó— INSULTE-A-ALBUS-DUMBLEDORE-EN-MI-PRESENCIA!
Agitó el paraguas en el aire para apuntar a Dudley. Se produjo un relámpago de luz violeta, un sonido como de un petardo, un agudo chillido y, al momento siguiente, Dudley saltaba, con las manos sobre su gordo trasero, mientras gemía de dolor. Cuando les dio la espalda, Harry vio una rizada cola de cerdo que salía a través de un agujero en los pantalones.
– Así se hace Hagrid – gritaron una gran mayoría, mientras la otra se reía.
Nadie lo hacía más que Harry sin embargo, que se retorcía de la risa.
– Tenía mis sospechas de que algún día se revelaría su verdadera naturaleza – murmuró todo lo que fue capaz, mientras seguía riendo.
En todo ese tiempo a Molly le dio tiempo a intercambiar el libro de su marido a ella y volver a retomar la lectura, cuando todos estuvieron un poco más calmados.
Tío Vernon rugió. Empujó a tía Petunia y a Dudley a la otra habitación, lanzó una última mirada aterrorizada a Hagrid y cerró con fuerza la puerta detrás de ellos.
Hagrid miró su paraguas y se tiró de la barba.
—No debería enfadarme —dijo con pesar—, pero a lo mejor no ha funcionado. Quise convertirlo en un cerdo, pero supongo que ya se parece mucho a un cerdo y no había mucho por hacer.
Ni si quiera hacía falta que nadie comportase nada, porque todo el mundo se partía de la risa en ese momento.
Miró de reojo a Harry, bajo sus cejas pobladas.
—Te agradecería que no le mencionaras esto a nadie de Hogwarts
– Demasiado tarde – dijo Dumbledore con una sonrisa divertida.
– No te preocupes, Hagrid, ni si quiera yo te detendría por hacer eso – habló la profesora Sprout, también con diversión.
– ¡Pomona! – protestó escandalizada la profesora McGonagall.
– Oh, vamos, Minerva, no pretendas hacer como si tú no te hubieses reído también – la tranquilizo la jefa de Hufflepuf
– Pero-pero…
Molly continuo antes de que pudiese haber más discusión, aunque ella tambien quería regañar al semi-gigante.
— dijo—. Yo... bien, no me está permitido hacer magia, hablando estrictamente. Conseguí permiso para hacer un poquito, para que te llegaran las cartas y todo eso... Era una de las razones por las que quería este trabajo...
—¿Por qué no le está permitido hacer magia? —preguntó Harry.
—Bueno... yo fui también a Hogwarts y, si he de ser franco, me expulsaron. En el tercer año. Me rompieron la varita en dos. Pero Dumbledore dejó que me quedara como guardabosques. Es un gran hombre.
—¿Por qué lo expulsaron?
– Harry, querido, eso es algo muy personal – regaño suavemente la matriarca Weasley.
El niño se disculpó mansamente.
– No te preocupes, yo hubiese preguntado lo mismo – susurro a su oído Sirius.
– ¿Y cómo eso debe de ser un consuelo? – murmuró aun triste Harry, sin saber lo que decía y por tanto siendo muy sincero.
Remus se rió a su costa, junto con Nimphadora, que le daba al padrino del niño pequeñas palmaditas de ánimo.
—Se está haciendo tarde y tenemos muchas cosas que hacer mañana — dijo Hagrid en voz alta—. Tenemos que ir a la ciudad y conseguirte los libros y todo lo demás.
Se quitó su grueso abrigo negro y se lo entregó a Harry
—Puedes taparte con esto —dijo—. No te preocupes si algo se agita. Creo que todavía tengo lirones en un bolsillo.
Próximo capítulo ¿Tendrá Hagrid en su abrigo un boggart? (Es broma :333)