Capítulo 2

Estuvieron galopando sin mediar palabra. Candy no quería pensar en nada. Se sentía tan bien su cercanía, que por un momento deseó que ese momento no terminara nunca.

Lamentablemente para ella el paso del caballo fue disminuyendo poco a poco y su ensueño terminó muy a su pesar.

- Quiero compartir algo contigo.

Esa repentina frase la tomó totalmente por sorpresa.

- ¿A que te refieres? - preguntó extrañada.

- Sólo ten un poco de paciencia y verás.

El hotel se antojaba lejísimos. Candy no tenía idea de que fuera tan grande y cuando menos lo pensó, Albert detuvo el caballo cerca de una especie de reserva ecológica. Albert la ayudo a bajar del caballo y entraron a una especie de pequeño paraíso.

A un silbido del muchacho, una cantidad enorme de animalitos comenzó a hacer su aparición a todo correr … hacia ellos.

- ¿Pero qué es esto? -preguntó sorprendida al verse rodeada.

- Son mis amigos y quiero que los conozcas.

- ¡Vaya ... qué increíble! Y ¡mira! ¡Vienen más!

Albert no paraba de reír y su sonrisa era cálida y deslumbrante.

Candy sabía que era un hombre de negocios, ya que él mismo se lo había mencionado, pero en ese momento parecía más un niño pequeño. No le importaba ensuciarse y no dejaba de darles caricias a todos los que se acercaban a él: conejos, mapaches, ciervos, ardillas y hasta un zorrillito llamado Pouppé.

A estas alturas su vestido blanco ya era gris, pero se sentía tan contenta que era lo último que le importaba.

El tiempo pasó demasiado rápido para su gusto y la no muy ansiada hora de volver llegó. Muy a su pesar tuvieron que dejar atrás aquel rincón encantado en el que había pasado unas horas por demás memorables.

- Gracias – murmuró Albert en el camino de regreso.

- ¿Gracias? ... ¿Gracias por qué?

- Por haber estado conmigo hoy.

- Espero que estés bromeando – exclamó - Las gracias tengo que dártelas yo a ti por haberme dejado compartir lo que creo que es un secreto, y ha sido maravilloso.

Y justo en ese instante, su estómago decidió gruñir … y comenzó a reírse.

- Creo que después de todo, sí me hizo falta desayunar.

- Te prometo un suculento desayuno – Se apresuró a contestar Albert también divertido.

- Pues por la hora será más bien una deliciosa comida.

Se fueron a comer y no les importó ser el centro de las miradas de la gente por su atuendo poco convencional. No se distinguían precisamente por estar impecables, ya que los amiguitos de Albert habían dejado marcas indelebles.

- Estuvo delicioso.

- Candy - se apresuró a preguntar Albert - … yo se que acabamos de comer, pero me gustaría que aceptaras salir a cenar hoy conmigo.

- Me encantaría Albert.

- Quiero mencionar que tengo pensado que sea fuera del hotel, y no se si te parecería bien que pasara por ti a tu habitación a las 8.

- Me parece perfecto – le contestó sonriendo – Mi habitación es la 314, pero creo que sería mejor encontrarnos en el lobby.

Terminaron de comer y comenzaron a salir de restaurante.

- Muchas gracias por todo Albert. Ahora creo que debo irme a descansar un poco para estar lista a tiempo.

- Estoy dispuesto a esperar ….

- Pero yo no quiero que esperes – agregó sonriendo.

Candy se fue de inmediato a su habitación. Necesitaba tomar un baño en calidad de urgente y no quería ir a la cena escurriendo agua por el cabello, así que …

Estaba acomodando sus cosas y revolviendo el armario para decidir qué era lo más decente que tenía para usar esa noche. La verdad es que no había considerado siquiera la posibilidad de cenar fuera del hotel o de su cuarto ¡Que lío!

Estaba en medio de una crisis cuando la llamada a la puerta la hizo salir de su enajenación. ¡Sí caray! ¿Se iba al día siguiente y tan pronto la presionarían con el pago de la factura?

Abrió la puerta de golpe, pero se detuvo en seco al ver al muchacho que llevaba un enorme paquete en las manos.

- Buenas tardes señorita. Tengo un encargo para usted.

- ¿Para mi? - preguntó sorprendida.

- Sí – aseguró el jovencito - para la Srita Candy, habitación 314.

- Pues sí – aceptó extrañada la rubia - soy yo, pero no sé quien ... bueno .. en fin ... gracias.

Cerró la puerta y vio que había una nota sobre la envoltura, así que dejándolo sobre la cama, rasgó el sobre.

Querida Candy:

Creo que al día de hoy te debo un vestido. Este que te envío es para resarcir el daño y me sentiría muy honrado si decidieras usarlo hoy.

Tuyo

Albert

Se quedó de una pieza. ¿Un vestido? ¿En serio había elegido un vestido para ella? Dejó la nota sobre la mesita de noche y con manos presurosas se dispuso a romper el envoltorio del paquete. Cuando por fin descubrió el contenido se quedó sin habla.

Era el vestido más hermoso que había visto en su vida. Trató de no tomar en cuenta que el hecho de que ser enfermera no le ofrecía la posibilidad de estar al tanto de la moda por estar casi siempre con su uniforme pero ¡caramba! Era mujer y sabía reconocer cuando tenía algo hermoso frente a ella.

Era de color azul esmeralda, strapple y de una hermosa y vaporosa tela que le daba un aire etéreo. El largo era perfecto y llegaba justo por encima de sus rodillas. Nunca en su vida había poseido un vestido tan divino y ahora Albert …. ¡Un momento! Había algo mas dentro de la caja.

Extendió ese vestido de cuento sobre la cama y descubrió entonces unas maravillosas zapatillas que eran el complemento perfecto. ¿Cómo pudo saber qué número calzaba o cuál era su talla? Estaba realmente sorprendida y lo cierto es que después de probárselos, tenía que reconocer que todo lo quedaba a la perfección.

Estaba motivada, así que esa noche se esmeró en su arreglo. No era una chica particularmente alta, pero tenía buena figura y era bonita, así que el vestido acentuaba todos esos detalles de manera perfecta. Decidió llevar el cabello ligeramente recogido para destacar sus hombros y darle un aire más fresco a su atuendo.

El toque final fueron unos pequeños aretes de brillantes que siempre llevaba con ella. Revisó por última vez su maquillaje y quedo muy complacida. Sus ojos verdes resaltaban como nunca, y el leve brillo que puso en sus labios le daban ese toque juvenil que tanto le gustaba en otros tiempos. Ese día se sentía distinta y todo gracias a él.

Ya eran casi las 8 de la noche, así que tomó el pequeño bolso que también había enviado Albert y se dispuso a bajar.

En honor a la verdad, se sentía como la princesa de un cuento de hadas que iba a encontrarse con su príncipe … y Albert no estaba nada mal en ese papel, porque cuando llegó al lobby y lo vio, se quedó sin aliento.

Ahí estaba él, impecablemente vestido de traje y personificando al sueño de toda mujer: Alto, guapo, galante y carismático.

- Buenas noches Candy - la saludó acercándose lentamente sin poder apartar la vista de ella y besando al final su mano - Te ves hermosa - La voz le había temblado un poco, pero había recuperado su ecuanimidad casi de inmediato.

- Gracias – contestó sonriendo – te lo debo a ti. Muchísimas gracias por tan hermoso regalo, aunque de verdad no era necesario.

- Por favor no digas eso – la interrumpió - Era lo menos que podía hacer, y veo que no me equivoqué - añadió admirándola abiertamente.

Le ofreció su brazo y salieron del hotel ante la curiosa mirada de los que se encontraban en ese momento ahí.

¿Qué mas se puede decir sobre esa noche? Cenaron, bailaron al ritmo de la orquesta que amenizaba y la joven se sentía completamente en empatía con él. Disfrutaban de cada sonrisa, de cada mirada … de toda la magia que se centraba alrededor de ellos. Nadie hubiera podido sospechar que esa pareja tenía tan poco de conocerse … ¡ni ellos mismos! Pero como todas las cosas buenas, la noche llegó a su fin y tuvieron que regresar al hotel, no sin antes Albert insistir en acompañarla hasta su habitación.

- No tengo palabras para agradecerte Albert – le dijo sinceramente la chica – quiero que sepas que jamás en mi vida podré olvidar esta noche.

Albert le sonrió complacido. Su meta se había cumplido.

- Me da gusto saber que la has pasado bien, pero sobre todo me da gusto el verte tan contenta.

Algo había en la sonrisa de ese hombre que era capaz de derretir hasta el hielo.

- Nunca voy a terminar de agradecerte lo que has hecho por mi.

- No tienes que hacerlo Candy – le dijo acercándose a la joven para besarla en la mejilla – Se que te vas mañana y me gustaría permitieras que te acompañe.

Candy abrió los ojos sorprendida.

- ¿Cómo lo sabes?

- Es mi secreto – contestó con un guiño.

- Estás lleno de sorpresas ¿sabías?

- Llámalo uno de mis posibles encantos – le contestó con un guiño.

Se despidieron finalmente, con la consigna de verse al día siguiente.

-o0o-o0o-o0o-o0o-o0o-o0o-

Tenía todo listo desde muy temprano y su mente estaba estancada en recordar los inesperados días que había pasado en compañía de su nuevo amigo.

A la hora indicada llegaron a recoger sus maletas y tenerlas listas para cuando finalmente tuviera que decir adiós de manera definitiva.

Bajó a desayunar y él ya estaba ahí esperándola en una de las mesas.

Candy se acercó sonriendo.

- Buen día Albert.

- Buen día Candy – contestó poniéndose en pie para ayudarla a tomar asiento junto a él.

- Gracias ...

- Me tomé la libertad de ordenar algo especial para el desayuno. Es tu último día aquí y quiero que sea memorable.

Candy lo observaba sorprendida y agradecida. Hacía mucho tiempo que nadie tenía esos detalles con ella y de verdad se sentía halagada.

Está por demás decir que el desayuno fue regio y que tuvieron tiempo para platicar y disfrutar de la mutua compañía en los últimos momentos que les quedaban juntos.

Al terminar Candy se dirigió a la recepción para saldar su adeudo mientras Albert caminaba lentamente detrás de ella.

-Ya está saldado Señorita Candy – le informó la recepcionista.

-Pero ... es imposible – exclamó la chica – Yo no he hecho pago alguno … ¿Podría checar nuevamente por favor?

Candy no entendía lo que estaba sucediendo, pero Albert parecía no prestar atención y se limitó a preguntarle a la recepcionista si ya tenía listo el automóvil que los llevaría al aeropuerto.

- Sí Sr. Andrew, ya está listo tal como usted lo ordenó.

Hasta ese momento Candy había desconocido el nombre completo de Albert.

- ¿Andrew? - preguntó mirándolo sorprendida.

- Sí – le contestó - William Albert Andrew.

¡Casi se muere de la impresión!. Ese hotel formaba parte de una cadena hotelera de una de las familias mas poderosas de USA: La familia Andrew.

- Pero ... - murmuró todavía sin comprender.

- No creí que tuviera importancia - dijo bajando los hombros.

- Yo ...

- No digas nada. Soy la misma persona que ha estado contigo en los últimos días: Albert - y sonrió.

Llegó un auto deportivo que parecía de colección. ¡Sólo eso le faltaba! ¿Ese era el automóvil en el que harían el recorrido hasta el aeropuerto?

Abordaron el auto y Candy seguía sin recuperarse de la sorpresa.

- Candy, quiero que sepas que he pasado unos días inolvidables. Nunca cambies pequeña …

- Albert ...

Llegaron al aeropuerto y después de tomar las maletas, la acompañó a la sala de espera. Ahí es donde Candy pudo ver el poder del apellido Andrew, ya que lo dejaron pasar aunque no viajaba en el vuelo.

Ella se estaba sintiendo incómoda, y no por Albert, sino por las miradas de la gente que había alrededor de ellos y no dejaban de murmurar.

- Esto es para ti – dijo Albert sacando del interior de su chaqueta un libro que resulto demasiado familiar para la enfermera.

- ¡Mi libro! - exclamó sorprendida - pensé que lo había perdido.

- No, yo lo recuperé … pero te propongo un cambio.

- ¿Un cambio?
Sí ... por ... esto - dijo sacando un pequeño sobre del interior del libro.

Albert - dijo mirándolo asombrada y enternecida- ... me encantaría. Además, supongo que saber un poco de medicina nunca le hizo daño a nadie.

Albert se quedó con el libro y le entregó el sobre.

- Candy ...

- ¿Sí?

- Antes de que te vayas me gustaría saber si puedo visitarte en tu ciudad, con tus amigos, tu familia ...

Se acercó a la muchacha y le dio un tierno beso en los labios haciendo que el tiempo se detuviera en ese momento para ambos.

- Albert – murmuró al separarse de él y alzando su mano para acariciar su mejilla – nada me haría más feliz.

Los ojos de la rubia comenzaron a llenarse de lágrimas. No sabía exactamente cuándo lo vería nuevamente, pero una cosa era segura: trataría de mantener vivo el recuerdo de su rostro, su sonrisa y de esos labios que apenas segundos antes habían rozado los suyos.

Ya abordo del avión, las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Tomó el sobre que él había marcado con su nombre y lo abrió.

Mi querida Candy:

No puedo predecir el futuro, pero sí puedo decirte que creo en el destino y que no fue una casualidad conocerte.

Ahora sólo me queda esperar y confiar en que quizá nuestro destino esté entrelazado … y que querrás tomar junto conmigo el riesgo de descubrirlo.

Por siempre Tuyo

Albert Andrew

No estaba segura de su futuro. Quizá alguien más llegara a su vida o quizá Albert estaba destinado a ocupar un lugar importante en ella. De lo que estaba segura era de que esos días a su lado los guardaría celosamente en lo más profundo de su corazón como el encuentro más inesperado de su vida, … un encuentro lleno de magia ... y esperanza.

FIN

Hola hermosas! por fin termine de revisarlo y regreso al candy mundo despues de larga ausencia. Miles de cosas que han pasado ... unas buenas ... otras no tanto ... pero aqui seguimos so;ando con nuestro principe de la colina y esperando que les haya gustado este fic ...

Les mando un gran abrazo y un enome beso ... asi como mi eterno agradecimiento por tomarse el tiempo de leerme y dejarme sus comentarios! GRACIAS ... GRACIAS ... MILES DE GRACIAS!

Scarleth Andrew! ;)