Capítulo 1: ¡Necesito un compañero!

Integra se encuentra frente a la presencia de la reina, ésta insiste para que asista a un evento social que ella ha programado, pero no quiere que vaya sola. Sus intenciones son que Integra vaya con un acompañante "real" como le llama ella, o sea con un hombre de verdad, un futuro pretendiente. Integra no sabrá cómo decirle que no a su majestad.


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—Sir Hellsing, es muy importante que asista a esta reunión. Vendrá toda la nobleza británica –dijo la anciana con un tono maternalista a la joven que estaba frente a ella.

Si claro, importantísimo, pensó la rubia mientras escuchaba a la reina hablar de vanidades de los nobles y otras muchas cosas carentes de importancia para ella.

—Además, es esencial que usted venga con un acompañante, con uno real... –enfatizó la reina mirándola a los ojos. Integra asintió sin muchas ganas–. Pero si usted no lo encuentra, no se preocupe. También vendrá mi sobrino nieto Damien, seguro estará feliz de pasar la velada con usted.

¡No, Damien no! ¿Damien vendrá?

—¡Por supuesto! Es más, si desea le digo inmediatamente que sea su acompañante...

—¡No! No se preocupe Su Majestad, ya tengo uno –mintió la joven para salir del paso. Odiaba la idea de tener que ir con el arrogante muchacho sobrino de la reina.

—Pues bien, la veo mañana en la tarde entonces. Tengo curiosidad por saber con quién vendrá señorita –dijo la reina despidiéndole.

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Que voy a hacer, que voy a hacer. Alucard no me puede salvar en esta situación. Maldita sea si no fuera por sus ojos, le hago disfrazarse de alguien más .No quiero ir con Damien, no quiero.

—Sir, ¿Está usted bien?

—¿Eh?...Si, Walter. No te preocupes. Es solo que tengo que encontrar un acompañante para ir a la fiesta de la reina mañana. Y uno real.

—Oh…ya veo –dijo el mayordomo sirviéndole la taza de té–. ¿Quiere que busque en la guía de teléfonos?

—No es necesario Walter, esos son puros contactos de negocios. Yo no salgo con ninguno. Si casi ni los conozco.

No me resigno a ir con Damien. ¡Por dios! Si ese hombre es detestable. Recordó como lo había conocido un tiempo antes en una de las reuniones sociales de la reina. Ésta lo había presentado como un familiar y él había demostrado enseguida que, a pesar de ser de noble cuna, de caballero no tenía un pelo. Su presencia le incomodaba: egocéntrico, fatuo, superficial, aunque guapo, era simplemente un cabeza de chorlito. Ella había dejado claro de antemano que no le agradaba, sin embargo él continuaba acercándosele, tal vez porque fue la primera mujer en no caer rendida a sus pies ante el primer intento. Integra Hellsing si era una dama de verdad; además de ser hermosa y poderosa.

¡No! No puedo ir con él… ¡Ahg! ¿Por qué me ocurren estas cosas a mí? Yo que debería quedarme para organizar mi trabajo, tengo que ir a esos eventos sociales por obligación, pensaba mientras dejaba escapar el aire por la ventana abierta hacia el patio. En las afueras, un grupo de los gansos salvajes regresaba de una misión. Al parecer venían completamente ilesos porque se escuchaban a la distancia sus bromas y ridiculeces de soldados.

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—Usted está metido en un buen lío, capitán –decía uno de los soldados a otro de trenza larga que caminaba a su lado mientras fumaba.

—No hay ningún lío de faldas del que no haya salido, Eric –sonrió el francés con una mirada pícara de su único ojo verde.

—¿No recuerda lo que le pasó en Venezuela, con las hijas del viejo millonario que nos contrató una temporada como ejército personal? –preguntó uno de sus más antiguos camaradas, al momento en que le daba un codazo al castaño.

—Ah, las gemelas. Eran unas lindas muchachas ¿No? lástima que su padre fuera tan poco permisivo –recordó el capitán sonriendo de medio lado, acordándose de las graciosas muñecas latinas que había conquistado en sus travesías.

—Si con poco permisivo se refiere a que casi lo matan en la casa del viejo. Entonces, si –se rieron otros.

—Esas muchachas no eran unas santas tampoco como su padre quería creer –terció Pip a modo de defensa.

—Y, al final ¿Obtuvo lo que quería? –preguntó otro soldado que llevaba puesta una gorra de lana sobre la cabeza.

El capitán se rió.

—Un caballero no tiene memoria –dijo simplemente y continuó calando su cigarrillo.

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Integra estaba sentada frente a su escritorio con el ceño todavía fruncido, intentando pensar en alguien que la salve de ir con Damien a la fiesta...pero ¿En quién? Conoce a tan poca gente...La reina no le permitirá ir con Walter, ni con Alucard. Ese vampiro tarado no puede ocultar sus ojos rojos… ¿Y si va con Seras? De todos modos, la reina no especificó el sexo de su acompañante…de solo imaginarse la cara de los demás al verla llegar con otra jovencita igual de rubia que ella le dan ataques de risa; no, tampoco estaba tan desesperada como para echar a correr falsos rumores sobre sus preferencias sexuales, ya bastante tenía con que mirasen con malos ojos sus trajes verdes... ¿Y el padre Alexander? No, ese fanático religioso no asistiría jamás a un evento como tal, él lo consideraría más una herejía antes que una fiesta... ¿Maxwell? ¡Pffff! el té salió de la boca de la rubia al solo imaginar llamarlo a él, ¿Y qué le diría?: «Hola Enrico, quería saber si me acompañarías al evento de la reina, si, es muy importante. Si, iré con un vestido. No, Alucard no va. No, no es una fiesta pagana. Si, voy con un vestido». (Planteado así sonaba tan normal, já!) pero la única manera en que Maxwell fuera sería si el propio Papa le ofreciera algo a cambio, algún puesto importante en el Vaticano, o si ella misma lo amenaza con su espada, pero no nos vallamos a extremos, eso era imposible.

También estaban los de Millennium...mmm el Mayor no, es demasiado bajo para ella y seguramente se comería todo lo del banquete... ¿El Doc? ¡Joder, no! ese hombre era más raro que un pescado con hombros. Siempre haciendo experimentos tan extraños, y ese atuendo ¡Iuhg!... ¿El capitán Hans? Él no estaba nada de mal, era alto, apuesto, y silencioso...demasiado silencioso a decir verdad, es más, ¡Ni siquiera le conocía la voz! No, ninguno podría servirle.

Su lista acabó… ¿Tan pronto? Tenía que sociabilizar más, definitivamente. Y no solo con los enemigos.

—Ni modo que fuera con uno de los soldados…

—Con permiso, mi señora.

El hombre de verde y sombrero café apareció en la puerta con su característica sonrisa de oreja a oreja

—Vengo a entregarle el informe de la tarde.

—Adelante

—Toda actividad ha cesado, fueron encontrados y eliminados 3 objetivos. No hay bajas en las tropas.

—Bien capitán, puede retirarse.

—Con su permiso –dijo haciendo una inclinación con el sombrero y disponiéndose a salir.

A los 10 segundos de que la puerta se cerrara, a Integra se le ocurrió una idea:

—¡Detente! –gritó levantándose de su asiento y corriendo a la puerta; afuera, un asustado francés la miraba consternado:

—¿Sucede algo Miss? ¿Está usted bien?

—Si –dijo Integra sonrojándose de la felicidad–. ¡Al fin te encontré!

—¡¿Q...qué!? –la mirada de Pip demostró asombro y confusión. Y luego dio paso a una risita maliciosa al mirar la cara de felicidad de la joven. Él levantó sugestivamente las cejas para responder, pero ella lo cortó.

—No malinterpretes, necesito hablar contigo –dijo seriamente, cambiando su expresión de triunfo de una niña pequeña que al fin logra conseguir algo.

—Necesito que me acompañes al evento de la reina mañana –dijo sin más preámbulos una vez que llegaron a la sala.

Pip no creía lo que oía... ¿Él, con la Sir...solos?... ¿Él? ¿Evento de la reina? Fue inevitable no preguntar:

—¿Y Alucard?

—No puedo ir con él, la reina quiere que vaya con alguien…vivo.

—Ah entiendo –se rió–, así que la señora igual tiene sus exigencias... ¿Puedo preguntar por qué?

—No –cortó ella secamente. Pip hizo un mohín gracioso, sospechaba de qué se trataba.

—Si quieres, podríamos negociar un sueldo mayor a fin de mes. A fin de cuentas te estoy pidiendo algo fuera de tus servicios.

—Oh no, no. Mi deber es velar por su vida y protección, y eso es lo que haré.

Integra rodó los ojos:

—…Por favor...

—¿Qué?

—Estas sonando como Alucard.

—Lo siento – se disculpó con una risita.

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El vampiro estaba tomando una bolsa de sangre en la sala cuando apareció el mercenario elegantemente vestido con su traje negro y camisa blanca, parecía satisfecho de su apariencia y sonreía feliz de la vida al llegar al salón. Alucard lo miró de pies a cabeza antes de hablarle:

—Fui fiu... ¿Para dónde vas tan elegante francés?

—Debo acompañar a la señorita esta noche –respondió el último con una gran sonrisa de satisfacción en los labios. Le encantaría la reacción que tendría el vampiro ante eso.

—... ¿A quién?

—A Sir Integra, ¿A quién más sino a ella? Iremos al evento de la reina...los dos.

Alucard se echó a reír desquiciadamente ante la respuesta del mercenario:

—Si claro, y yo soy Rapunzel. Ya dime mercenario, ¿Qué planeas?

—Te estoy diciendo la verdad, ella misma me lo pidió, personalmente –dijo él tratando de incomodar algo más al vampiro, pero cuidándose de no irritarlo en demasía, no sea que lo haga picadillo con sus propias manos o que se lo dé a comer a sus perros.

—¿Por qué iría Integra contigo? –preguntó el otro aún incrédulo, tratando de demostrar desinterés.

—Por lo apuesto que soy, claro está. Además de la buena compañía que puedo brindarle.

—...

—Está bien. Pues supongo que no tenía a nadie más con quien ir. La reina exigió que fuese con alguien "vivo".

—¡Que me estás queriendo decir! –escupió Alucard tomándolo por el cuello de la chaqueta y levantando al castaño por sobre sus pies.

—¡Suelta! ¡Arruinas el traje! Son órdenes de la señora, no mías –se defendió rápidamente Pip.

—Más te vale que la cuides, imbécil –respondió el vampiro mostrándole la fila de dientes puntiagudos. Pip tragó saliva–, sino...

—¿Qué? No puedes dañarme, Integra no te lo permitiría –objetó, había recordado que el vampiro le es incondicional a su ama, gran punto a su favor.

—Lo sé...pero puedo hacer otra cosa… –Pip levantó una ceja mientras se acomoda de nuevo la chaqueta:

— ¿Otra cosa como qué?

—Acusarte...a Seras no le agradará nada enterarse de algunas cosas del capitán…

—¡Hmh!...¡Hijo de...! No te atrevas a mentirle a mi mignonette –lo amenazó como si de algo valiesen sus palabras.

—Pero no serán mentiras, ella me creerá. Recuerda que soy su maestro –rió oscuramente el moreno. Había encontrado el chantaje perfecto gracias a la rubia debilidad del mercenario.

—Está bien, está bien. Puedes confiar en que me portare como un caballero y que nada le pasara. Además, ella sabe cuidarse mejor que nosotros juntos.

Tenía razón. Si se metían en problemas, lo más probable era que Integra salvara el trasero de Pip antes que lo contrario...de todas formas.

—No te pases de listo, francés. Yo me entero de todo –amenazó el vampiro lanzándole una mirada de odio que el soldado prefirió evadir.

—Si si...como no. Como si fuera fácil pasarse de listo con la señora, pensó éste mientras bajaba las escalas.

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El aire en el vestíbulo era pesado. Pip iba elegantemente vestido con un traje negro, y su trenza le daba un aire de informalidad único, contando con que su parche le hacía parecer enigmático. La chica policía lo miró a hurtadillas mientras iba saliendo y cuando sus miradas se toparon, se ruborizó levemente ante la sonrisa del mercenario: —¿Me veo bien, mignonette?

—Cl...claro, capitán.

—Cuando aceptes salir conmigo, me veré mejor –le guiño su único ojo. Seras enrojeció y se fue apresuradamente hacia los cuarteles.

Alucard por su parte le miraba con ira mal disimulada. No le despegó la mirada de encima hasta que escuchó unos pasos en la escalera. Sir Integra venía bajando, pero no se veía como tal. En vez de su traje habitual verde oscuro, llevaba un vestido strapless negro con detalles dorados que le llegaba un poco más abajo de la rodilla y tenía una abertura sobre la pierna derecha; guantes al tono hasta medio brazo y el cabello recogido en un moño.

Alucard se quedó con los ojos muy abiertos, clavando la mirada en las piernas largas y esculpidas que asomaban por debajo de la prenda, Pip por su parte abrió la boca como una gran boa hambrienta. Adelantó un paso para ir a buscarla, pero Alucard lo detuvo por el hombro:

—No humano, yo voy.

—Pero yo soy su acompañante... –terció el castaño frunciendo el ceño.

—¡Ella es MI ama, no dejare que la toques! –gritó el otro mientras lo zarandeaba. Pip le dedicó unos cuantos insultos en francés.

Integra rodó los ojos y espero la mano de Walter, que estaba dispuesto junto a la escala para recibirla. Siempre atento.

—Capitán Bernadotte dijo atravesando la puerta. No querrá irse corriendo ¿Verdad?

—Sí, señora ya voy –dijo él arreglándose la corbata, luego se dirigió hacia el vampiro contrariado–. No le metas cosas en la cabeza a mi mignonette. Cuidare a la señora con mi vida.

—Más te vale, gusano francés –masculló mientras caminaba hacia su ama.

—Alucard...

Él tomo su mano y se inclinó para besarla:

—Que tenga una buena velada, Ama. Aunque me hubiera encantado acompañarla en persona –dijo , mirando de reojo al mercenario.

—Ocúpate de las misiones de hoy, Alucard. Volveremos luego de medianoche.

—Como usted diga, MI Ama.

Cuando Integra se internó en la limusina junto al capitán, Alucard sintió ganas de tirarse de los cabellos de la rabia, pero sabía que Walter aún estaba allí, así que fingió desinterés nuevamente y se dio media vuelta para irse a su habitación.

—Espero que la señorita Integra tenga una muy buena velada –dijo el mayordomo con una sonrisa en los labios.

El vampiro le dedicó una mirada asesina:

—Yo también espero lo mismo –dijo arrastrando las palabras antes de irse por los pasillos.

Unos 5 metros más allá, Walter escuchó el sonido de una mesa que era pateada con furia contra la pared. Se rió para sus adentros al imaginarse la ira de su compañero al ver irse a su ama con otro. ¿Acaso el vampiro sentía celos? ¿Sería verdad que había encontrado competencia por la atención de su ama? ¿Cambiaría Pip su fijación por la chica policía para poner los ojos sobre su comandante? ¿Podría Integra darse un espacio para poder conocer a un hombre, esta vez uno "real".,.y sería éste su capitán de guardia? Y algo muy importante en todo este asunto: ¡¿Qué opinaría la reina respecto de todo esto!? Todas estas preguntas y más dependían de cómo les fuera a la pareja en la fiesta real de esa noche.

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Continuará...