Por fin, éste es el último capítulo. Lo quise terminar antes de irme -por fin- a descansar a mi casa n.n

Ahora puedo respirar con absoluta confianza y decir: ¡Ya chingué! :D (Gracias Abril por tus cátedras de modismos mejicanos xD)

Gracias por todos sus comentarios, no sé quién lograba reírse más, si ustedes leyendo esto, o yo leyendo sus comentarios jajaja


Capítulo 5: Planes y solución

-.-.-.-.-

—Ca...Capitán, ¿Qué está haciendo? –preguntó Seras cuando vio pasar al mercenario escoba en mano, con un balde de agua y jabón camino hacia el sótano.

Éste iba refunfuñando maldiciones en francés, hasta que vio a la draculina. La miró con su ojo verde, y lo único que dijo fue:

—Walter.

Antes de bajar los hombros y seguir camino a su destino: trapear todo el piso del sótano.

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—¿Señor Walter? –la muchacha metió la cabeza por la puerta de la cocina y no encontró a nadie–. Ummh, ¿Dónde se habrá metido? –pero de pronto vio, escondido bajo un periódico, un retazo de papel brillante.

Su curiosidad innata la hizo revolver los papeles, y allí apareció la famosa revista. Sus adorables ojos celestes se abrieron con estupor.

—¡¿Queee!? Pero, como... ¿Walter? Iuhhg, como puede ser capaz de ver estas…cosas. Esto debo decírselo a Sir Integra.

Y tomando la revista de una esquina con la punta de los dedos, la escondió entre su chaqueta y se dirigió al despacho de la líder.

Cuando llegó a las puertas de la oficina, tocó la madera con suavidad.

—Adelante Seras –dijo la voz de la mujer en el interior.

No sabía cómo le hacía, pero siempre, siempre adivinaba que era ella. Tenía casi más desarrollados que ella los sentidos vampíricos.

—Yo, este…uhm, venía a hablar con usted de...algo, Sir Integra.

—¿Y eso sería?

—Este...encontré esto bajo el periódico de Walter esta mañana –dijo entregándole la revista que ya había pasado por todas las manos.

Sir Integra la tomó y abrió los ojos azules en la sorpresa. Inmediatamente la puso sobre la mesa, dada vuelta.

—¿Estás segura que es de Walter? Digo, son sus cosas y no deberíamos entrometernos en esto, pero se me hace difícil creer que él haría algo así.

—A mí también señorita, yo lo espero de los Gansos, de Pip -sobre todo de él- y hasta de mi Maestro…pero no de Walter.

—Sospecho que hay alguien detrás de todo esto –dijo la rubia mayor dándose golpecitos con el dedo índice en la barbilla–. Si no es el pervertido de tu enamora…digo, del francés (las mejillas de Seras amenazaron con prenderse en llamas), es del otro pervertido de tu Maestro. Voy a hablar con él, no te preocupes, ya sabremos de qué trata todo.

La joven asintió, aún sonrojada, y optó por salir rápido de la oficina de su jefa.

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—Walter, ¿Podrías explicarme de donde salió esto?

El viejo shinigami casi se desmayó cuando vio sobre el escritorio de su señorita la colorida revista.

—¡Señorita Integra! ¿Dónde consiguió eso?

—Eso no importa. Lo encontré y ya. ¿Es tuyo?

El mayordomo sintió que le daría un ataque, pero lo disimuló perfectamente bien.

—No, lo tomé de Alucard –técnicamente, no le estaba mintiendo–. Lo encontré el otro día con ella y decidí confiscarla a fin de evitar mayores problemas al interior de la mansión. Usted sabe lo revoltoso que es ese vampiro, con esto dando vueltas por entre los soldados sería aún peor.

Integra lo miró de reojo, desconfiada, pero terminó por creerle. A fin de cuentas, todo lo que decía estaba en lo correcto. Menos mal Walter había dado con esa revista y no alguno de los soldados. Además, de Alucard se podría esperar cualquier cosa.

—Está bien, voy a...no, no. Mejor llévatela y hazla desaparecer, no quiero ver otra de esas cosas dando vueltas por acá de nuevo.

Walter asintió con la cabeza, tomó la revista y salió. Una vez afuera de la puerta, dejó escapar un suspiro pesado. De ésta salvó heroicamente.

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—Seras, no nos equivocamos del todo.

—¿Qué quiere decir con eso?

—No era de Walter, el solo la confiscó.

—¿Y de quién era entonces? ¡Apuesto que de Pip!

—Casi, de Alucard. Ese pervertido nunca va a cambiar.

—¿Del Maestro? Debí imaginarlo.

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—¿En qué piensas Seras?

El capitán de los Gansos venía saliendo luego de una merecida ducha, tras haber trapeado todo el maldito pasillo que llevaba al sótano. No sabía cómo un lugar podía juntar tanto polvo, siendo que la mansión contaba con un equipo de limpieza.

—Nada…es solo que…bueno, hoy encontré una revista muy…colorida...ya sabes…una con un conejito.

Pip casi se atoró con su propia lengua. ¡Maldición! ¿Sería que Alucard ya se la habría mostrado?

—¿A…si? –preguntó tratando de disimular su azoro.

—Sí, la tenía Walter, y pensé que era de él. Se la lleve a la Sir.

—¡Se la llevaste a la Sir! –ahora sí estaba muerto.

—Sí, nosotras…sospechábamos, este…sospechábamos de usted –Pip tragó saliva–. Pero resultó ser de mi Maestro. Realmente debí haberlo imaginado.

Parpadeó, algo no cuadraba en la frase: —¿…De Alucard?

—Así es. Sir Integra ya se enteró de todo. Él andaba trayendo ese tipo de...cosas acá en la mansión.

El mercenario suspiró visiblemente aliviado. Pero su compañera no lo notó.

—No puedo creerlo –dijo fingiendo desconcierto–. En una casa tan seria como esta. Bueno, debía esperármelo de ese vampiro. No hay manera en que logre cambiar.

La doncella asintió con la cabeza, mientras su compañero hacia ademanes exagerados reprochando la conducta del vampiro.

Uf, al menos esta vez me salvé, pensaba para sí un muy contento mercenario. Estaba casi seguro que esa revista era la que a él se le había perdido.

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Dos semanas después del incidente de la revista, e Integra estaba en la sala de tiros, cuando Alucard se materializó en su oficina para molestarla. No había nadie, pero cuando iba a salir, divisó encima de la mesa un sobre abierto. Tenía el sello real. La curiosidad pudo más y lo tomó. Sus ojos rojos se abrieron de asombro y luego enojo:

—No, esto no lo voy a permitir de nuevo –dijo el vampiro leyendo la carta de la reina. Se hizo humo de la oficina de su ama y se apresuró en llegar hasta los cuarteles:

—¡Francés! –vociferó a gritos llamando al capitán, pero éste no estaba presente. ¿Dónde se habrá metido ese pervertido?

Dio media vuelta para salir hacia la mansión cuando vio al castaño entrar cantando alegremente.

—Ahh acá estás. Rápido, dame un poco de tu sangre.

El ojo del mercenario se abrió como si hubiese visto un fantasma. —¡¿Q…Qué?! ¡Alucard! ¿¡Qué estás diciendo!?

—Que me des un poco de tu sangre… ¿O quieres que la tome yo mismo?

—No, ni lo uno ni lo otro. Primero explícate, ¿Para qué quieres mi sangre?

El vampiro lo miró con un gesto que denotaba su poca paciencia:

—Argh, está bien. Acabo de interceptar una carta de su Alteza Real para mi Ama. La reina le pedirá a Integra que asista a otro evento social, y quiere que vaya... ¡Contigo! No voy a permitir que pase esto de nuevo…por ningún motivo. Así que, haciendo uso de mis súper poderes, decidí que iré yo en tu lugar.

—¡¿QUÉ?! –Pip casi saltó fuera de su cuerpo al escuchar la "brillante" idea de su compañero.

—Así como oyes. Pero para eso necesito un sorbo de tu sangre, así podre imitarte a la perfección.

El mercenario lo miró un tanto desconfiado, pero se arriesgó a caer en la duda:

—¿Y que gano yo con eso?

Alucard puso cara de pocos amigos:

—¿Aparte de seguir viviendo?

—Ya sabes que Sir Integra me matará si se entera.

—Por ella no te preocupes…yo te cubro las espaldas y asumo toda la responsabilidad. ¿Entonces?

—Mmm…está bien. Tampoco es como si me pudiera negar mucho. Cuando se te pone una idea, no hay caso. Pero con una condición al respecto.

—¿Cuál? –gruñó el nosferatus, por lo visto ya estaba viendo que no le saldría tan fácil poner en marcha su plan.

—¡Me ayudarás con Seras!

—¡Já! Pero si es tan fácil…está bien. Si me das un poco de tu sangre, convenceré a mi incipiente de que tenga una cita contigo. ¿Estás contento?

El capitán francés sonrió mostrando todos sus dientes:

—¡Contentísimo! Ahora, ¡¿Dónde dejé mi cuchillo!?

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Integra estaba harta de todo. En cuanto la reina se fue a platicar con otros miembros de la mesa redonda, se escapó hacia el balcón y se sacó los zapatos. Aprovechó también para sacar los cigarrillos escondidos que había metido en su cartera, esta vez Walter no los había encontrado. Se disponía a encenderlo cuando una mano apareció frente a ella sosteniendo un encendedor, ofreciéndole fuego.

Levantó la mirada y vio a su acompañante. El francés le sonreía abiertamente mientras sostenía el artilugio.

Acercó su boca hacia adelante y prendió el cigarro. El aroma a tabaco fino inundó su nariz. Dio una calada larga, sujetó el puro entre los dedos y sonrió satisfactoriamente, inclinándose sobre la barandilla del balcón.

—Veo que me es imposible perderlo, capitán –dijo jugueteando con el habano entre sus dedos.

—De ninguna forma –respondió él acomodándose a su lado, y dándole una mirada penetrante.

Integra suspiró.

—Supongo que debería acostumbrarme. Si no fueses tú, sería el loco de Alucard.

Hubo un leve silencio entre ambos. Pip (o mejor dicho Alucard en el cuerpo del francés) miró a su señora por el rabillo del ojo. Su piel tostada, y sus labios ligeramente coloreados, que se abrían cada cierto tiempo para atrapar entre ellos la forma del cigarro de esa manera tan...sensual. Lo estaban llamando a probarlos. ¿Por qué no?

—¿Uh?

Integra vio a su acompañante acercarse a ella, más de lo socialmente permitido. Mucho más de lo que nunca antes se había acercado el francés. ¿Qué estaba tratando de hacer?

Y de pronto, las manos de él le quitaron el puro de la boca y se posaron sobre sus hombros, su cara morena sonriéndole, casi pudo captar un brillo rojizo en su ojo verde antes de que los labios estuviesen sobre los suyos.

¡¿QUEEE?! Todos sus sentidos se pusieron alerta, la ira y la vergüenza subieron por su piel hasta estallar en las mejillas rojas. De un empellón lo alejó de ella y le propinó una feroz patada rompe/huevos.

—¡Maldito pervertido! ¿¡Cómo se te ocurre besarme!?

Pero el hombre ante ella, en vez de retorcerse en el dolor y gemir, solo se quedó agachado y riéndose, una risa demasiado conocida. Ese no era su capitán de guardia.

—Maestro, si hubiera sido el francés, lo hubieras dejado sin descendencia –dijo el vampiro levantándose y cambiando lentamente a su forma normal. Integra casi se desmalló del asombro.

—T…tú ¡¿Qué demonios estás haciendo acá?! –un pensamiento cruzó por su mente enfurecida–. ¿Qué hiciste con Bernadotte?

—Nada malo, al contrario. Me lo comí y ahora forma parte de mi cuerpo.

—¿¡QUÉ!?

Él se carcajeó.

—Tenías que ver tu cara Master. No te preocupes, no me gustan las ancas de rana...ni nada de rana. Tu capitán debe estar tratando de convencer a mi incipiente de ir a algún club o algo por el estilo.

—¡Chupasangre del mal! Esto no se va a quedar así –lo amenazó ella dándole un golpe en la cabeza con el bolso de mano que llevaba, y girándose toda sonrojada y furiosa para irse, de una vez por todas, de esa fiesta infernal.

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Pip y Seras venían alegremente tomados de la mano camino a las gradas de la entrada de la mansión, habían compartido una noche muy agradable, por fin los avances del mercenario parecían estar dando frutos; lentos, pero seguros.

Alucard había convencido a la draculina de que aceptara tener una cita con él, y ella había aceptado, por fin. La había llevado al mejor salón de baile de la ciudad, y luego habían visto un rato las estrellas sentados bajo el parque, aprovechando la candidez de la noche.

Al llegar a la casa se soltaron, porque Seras se sonrojaba con solo imaginar que Walter la viera de la mano con el mercenario. Pip se rió, ella era como una adolescente a veces.

Cuando abrieron la puerta, lo primero que vieron fue la luz encendida del salón. Se dirigieron hacia allá. ¿Quién estaría despierto a estas horas? Asomaron sus cabezas por entre la puerta y los vieron: allí, sobre el cómodo sillón, estaba Integra comiendo palomitas de un enorme cuenco con una sonrisa extraña en la cara, mientras que Alucard tenía una mirada desenfocada frente al televisor.

—¿¡Esa es la imagen que tienen de mi los mortales!?

—Por supuesto, Van Helsing es una película muy conocida. Personalmente, me agrada Will Kemp y su personaje.

Alucard la miró incrédulo.

—Te agrada… ¿Él? ¡Esto es horriblemente falso! Como se les ocurre que un hombre lobo va a vencerme, ¡A mí!

—Es lo que dicta la historia, mi querido Drácula. Pero no te lamentes tanto, que luego verás Crepúsculo.

—¡¿QUÉEEEEEE!? –el vampiro gritó con verdadero terror, pero aun así, la pareja de intrusos no pudo menos que sofocar las risas y a la vez sentir compasión del pobre nosferatus.

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—Por cierto Sir Integra, ¿Qué fue lo que hizo para evitar las futuras invitaciones de la reina a ese tipo de eventos?

—Fácil. Negocié.

—¿Cómo?

—Verás Seras. La idea de Alucard de tomar la forma de Bernadotte me dio algunas ideas a mí. Alucard ya ha probado mi sangre, así que le ordené que tomase mi lugar y él con el capitán fuesen a esos eventos horribles.

—¡¿Los dos?!

—Así es.

—Y, ¿Por qué Walter está llevando un vestido de sirvienta en vez de su uniforme habitual?

—Ah, eso es porque me enteré de la historia de la revista esa. Resulta que no era tan inocente como creíamos.

Y las dos rubias continuaron platicando mientras veían la WWE frente a la televisión; Integra con su taza de té, y Seras bebiendo un refresco de sangre.

Resulta que Integra terminó enterándose de la verdad de la famosa revista del conejito. Y como los tres resultaron culpables, el castigo fue para el trío pervertido.

FIN


*Reeth, porque casi todas son rubias :/ pero con una peluca falsete la hacemos^^ (aunque se me verían las cejas negras) XD

Saludos a todos! :D Nos leeremos en otro fic.