Capítulo 24

A la mañana siguiente desperté sintiéndome mucho más relajada de lo que esperaría. Miré hacia la ventana y me di cuenta que apenas empezaba a filtrarse los rayos del sol por la ventana. Me restregué los ojos con ambas manos y estiré los brazos sin hacer mucho movimiento para no despertar a la niña que dormía a mi lado, pero grande fue mi sorpresa que, al voltear a verla, ella ya tenía los ojos bien abiertos y me regaló la primera sonrisa del día.

—Buenos días, mami —dijo con voz alegre.

—Buenos días, mi amor, ¿Por qué despertaste tan temprano? ¿Tuviste pesadillas? —pregunté y acaricié su mejilla derecha.

—No —dijo moviendo igual la mano— Sólo desperté —contestó como si nada— Y quiero desayunar.

—De acuerdo —dije con una sonrisa por verla más animada. En realidad, pensé que seguiría alterada por lo de ayer, que estaría asustada, que un par de pesadillas aparecerían por la noche o que lloraría un poco más, pero parecía tan tranquila y relajada— Mi amor, lo que pasó ayer, ¿te sientes bien con eso? —tenía la necesidad de preguntarle, aun así.

—Sí. Bueno, me asusté y mucho —dijo en voz baja— Tuve miedo, pero sabía que tú ibas a cuidarme. Y tía Astrid, tío Draco y abuela Cissy dijeron que tú eras muy fuerte y valiente y que papi Harry había aparecido para ayudarte y todos mis tíos también. Así que nada malo podría pasar —suspiró tranquilamente.

—Yo siempre te protegeré, cuidare de ti y te ayudare. Y tienes razón, nada malo podría pasarte —le sonreí para reforzar su confianza en mí, para alentar la seguridad que sentía conmigo, pues eso haría toda mi vida, nada malo podría pasarle mientras yo estuviera y usara toda mi fuerza y poder para protegerla.

Unos minutos después de eso, de un par de abrazos y besos que llenaron su rostro y, sobre todo, de explicarle que iría al hospital a ver a Harry para relevar a su tía Millicent, prometiéndole que luego la llevaría, los toques en nuestra puerta nos hicieron levantar. Era Narcissa avisándonos del desayuno que tomarían en la terraza, por si queríamos unirnos a ellos. Aceptamos de inmediato y le dije que saldríamos después de arreglarnos. Bueno, esa era la intención, pero a un lado de Narcissa, apareció Scorpius todavía en pijama y pantuflas, y Lizzie corrió a su lado, haciendo sonreír a su abuela, diciendo que sólo esperarían a que yo me arreglara y que ya ellas se harían cargo de arreglar a Lizzie cuando me fuera.

Era sorprendente lo mucho que habían cambiado las cosas desde que Draco y yo éramos unos niños. A nosotros jamás se nos hubiera permitido tomar el desayuno en pijama, al menos que estuviéramos enfermos y permaneciéramos en nuestra habitación, pero, aun así, tan pronto como fuera posible, debíamos estar presentables. Pero Scorpius y Lizzie corrían por los pasillos en pijama, siendo atrapados por un Draco ya vestido de manera formal, dando a entender que saldría a hacer algunas cosas fuera de casa, aun así, eso quizá no era tan urgente, pues tomó a cada niño con un brazo para llevarlos de esa manera a la terraza donde tomaríamos el desayuno todos juntos.

Cerré la puerta cuando Narcissa se fue y me metí al baño inmediatamente, tomando una ducha rápida. Me arreglé lo más rápido que pude con una de las tres opciones que un elfo dejó para mí traídos directamente desde mi casa. Fui a la terraza donde los Malfoy ya estaban desayunando y Lizzie y Scorpius daban bocados a un plato con panqueques de arándanos y miel al parecer, mientras hablaban de lo que harían durante el día después de tomar sus clases.

Procuré no tardarme en ello y mientras comía un plato de fruta y tomaba una taza de té, pedí dos desayunos completos para Blaise y Millicent para llevar, pensando que estarían hambrientos y la comida del hospital no solía ser muy buena, ni siquiera para los visitantes. No pude evitar preguntar a Draco a donde iría y me contó que le había llegado una carta muy temprano del ministerio, diciendo que lo esperarían en el departamento de aurores para tomar sus declaraciones.

—Espero que no tengas muchos problemas —dije y él negó con la cabeza.

—El ministerio seguirá agregando cosas a la lista negra que tiene a mi nombre —sonrió como si no le importara mucho— Pero por esta vez tendrán que aceptar que yo no estoy del otro lado, sino que fue una de sus héroes, y que yo, Draco Malfoy, le salvó el pellejo a su divino niño.

Narcissa sólo negó con la cabeza, aunque igual podía ver un pequeño titubeo en su rostro, como si esperara que de verdad Draco no tuviera más problemas, aunque, a decir verdad, que él haya detenido la maldición decía mucho a favor, y el ministerio tendría que tomarlo en cuenta, además de yo también declararía eso, todos lo harían.

—A mí no me llegó nada —dije y bebí de mi taza de café.

—Eres la novia del salvador postrado en una cama, no te molestaran por el momento, hasta que él despierte —dijo con una sonrisa burlona y yo sólo asentí sin querer contestar a la puya.

—Igual no hay mucho que pueda decir. Theo entregó sus memorias —le dije encogiéndome de hombros.

—Sabes que Theo tiene una habilidad extraordinaria para entregarlas exactamente como él lo desea. No creo que a ti te pidan memorias para revisar y yo me negaré a hacerlo, tendrá que bastarles mi testimonio.

—Algún día pueden descubrirlo, Theo debería de dejar de hacer esas cosas, además de que lo que pasó fue culpa de ella —susurró Astoria.

—Son perfectas, Astoria, estoy segura que ni un experto lo descubriría —le dije a modo de tranquilizarla, pero ella negó con la cabeza todavía.

—Sí, son perfectas, así que sólo bastarían las declaraciones de Blaise y Millicent, y claro, las tuyas —me señaló Draco— Todo debe de coincidir a la perfección y no dudo de que lo hagan, de cierta manera diremos la verdad, a como están los recuerdos de Theo.

Sabía lo que quería decir con todo eso. Nosotros tampoco actuamos moralmente correctos en realidad, nuestras intenciones si eran vengarnos y matarla, así que lo principal aquí sería averiguar la manera de salir lo menos manchados posible. Teníamos la ventaja de los recuerdos de Theo, sabiendo que habría omitido todo lo referente a la muerte que queríamos llevar a cabo, dejando ver en todo su esplendor las acciones de Ginevra Weasley, sus palabras e intenciones, y aunque eso nos ayudaba, había aún un cabo suelto, un cabo suelto pelirrojo y castaño, aquellos dos a los que les negué ver su mejor amigo. Quizá me precipité, pero ayer de verdad que no quería a nadie cerca de Potter, nadie que pudo haber evitado lo que pasó y no lo hizo, empezando por su hermano.

—Weasley y Granger —dije con ligera duda, mirando a todos, viendo como Narcissa se tensaba y miraba a Draco preocupada ya sin fingirlo.

Esos dos podrían tirar todo abajo y aunque no creo que lleguemos a Azkaban, si seriamos reprendidos, llevados tal vez a juicio y tener que donar un par de miles de galeones más al ministerio por nuestras acciones carentes de moral.

Draco cuadró más los hombros y miró a un punto casi sin parpadear. Sabía que estaba pensando, analizando sus opciones en esto, esperando encontrar la salida para él, para mí, para todos. Esa siempre era su meta, que todos nosotros quedáramos libres.

—Draco —pidió Astoria preocupada, tomando su mano. Él miró la mano de ella y la levantó hasta sus labios, besándola con ternura.

—Está bien, querida —dijo con suavidad, apretando sus dedos— No creo que le permitan a Weasley entregar sus recuerdos, quizá sólo declaré como todos. Él tiene algo en contra, es un auror que no hizo muy bien su trabajo en el momento indicado, y eso los aurores lo notaron cuando lo vieron ayer y Theo y Grace les dijeron a grandes rasgos lo que había pasado, además de que en los recuerdos de Theo se escucharían sus palabras y acciones.

Sonrió satisfechamente, como si tuviera una vía libre por ese lado. Giró a verme y asintió, esperando que también eso me tranquilizara. Asentí, esperando que de verdad no llegara tan lejos esto. Aunque por nuestra última discusión de ayer, esperaba un poco de venganza por su parte.

—Está muy involucrado de una pésima manera, prácticamente quería cubrir a su hermana, y esa es una ventaja para nosotros, y Granger, según Theo, declaró que Ginevra había iniciado todo, que ella intentaba detenerla y entregarla, pero que fue atacada también, antes de que le lanzara aquel hechizo a Harry. Omitió mucho de la verdad, aunque poniendo todo en balanza, quizá trata de remediar el mal paso de su esposo, ya saben, siendo tan justa como buen león.

Eso me hizo replantearme muchas cosas. Granger solo quería justicia, así que quizás igual estaba indignada con su esposo al ver que no quería entregar a su hermana a las autoridades después de ver todo de lo que sería capaz de hacer. No podía pensar que fuera por venganza porque Ginevra la haya atacado por la espalda o algo parecido. Sentía que Draco tenía razón, Grager quería hacer las cosas correctamente, así como Harry lo haría cuando despertara, así como lo hizo para que Ginevra estuviera bien cuando se divorciaron.

Asentí a todo eso y me obligué a dejar de pensar en ese tema, ya me preocuparía de ello cuando Harry saliera del hospital y me llamara el ministerio a declarar. Aun así, le deseé suerte a Draco para ese día y le pedí que me mantuviera al tanto de todo lo que pasara con ella y con nuestra situación. Cuando terminé, un elfo me entregó una bolsa térmica con varias cosas adentro, así como un termo con café caliente.

Agradecí por todo y me levanté para besar la mejilla de mi hija que me abrazó fuertemente, dándome un par de besos para Harry y sus deseos de verlo pronto. Sabía que esas palabras podrían sanar a Potter de inmediato, pues él también haría todo para ver a Lizzie y asegurarse que estaba bien. Le aseguré a Lizzie que se lo diría a Harry, y luego besé un par de veces más la frente de Scorpius a quien no pude saludar en la noche ya que estaba dormido cuando llegué, él con una dulce y gran sonrisa me deseó un buen día.

Me despedí de ellos y me aparecí delante del hospital, viendo que un par de reporteros estaban en la entrada. Ellos se acercaron al verme, pero quizá mi rostro no fue lo mejor o el que todavía sostuviera la varita evitó que se me acercaron. Hicieron un par de preguntas, pero al ver otra vez mi negativa a contestar se apartaron.

Suspiré al pasar las puertas sabiendo que ninguno de esos buitres entraría y caminé sin detenerme a la sala de espera. Blaise estaba ahí sentado, con los brazos cruzados, la cabeza recargada en la pared y aun con la varita entre los dedos, como si estuviera esperando cualquier batalla de nuevo. Me acerqué de inmediato y lo llamé. Lo vi abrir los ojos con alarma, pero al verme parpadeó somnolientamente y se restregó una mejilla con los nudillos.

—Lamento haberles pedido que se quedaran —fue lo primero que dije al sentarme a su lado.

—Está bien. Lo que pasó ayer no fue nada fácil para ti y Lizzie te necesitaba —dijo encogiéndose de hombros— Además, eres mi hermana, como no iba a hacer esto por ti —aseguró con una sonrisa y yo lo abracé de inmediato por esas palabras—, aunque fuera por el imbécil de Potter, mas debo admitir que esta vez le debemos una —dijo seriamente, soltándome y mirándome a los ojos— Te salvó, es todo lo que me importa.

—Gracias, Blaise —suspiré conmovida, parpadeando un par de veces, intentando alejar de mi cabeza lo cerca que estuvo de morir otra vez Harry, algo que debería hablar con él cuando despierte. Negué con la cabeza y le mostré la bolsa que traía entre las manos— Pedí desayuno para ambos, aunque creo que de todos modos los elfos pusieron cosas como para diez personas —le dije con una sonrisa y Blaise se animó visiblemente ante la promesa de un buen desayuno.

Miré los que estaban en esa sala, mientras abría el zipper de la bolsa. No me sorprendió ver que Hermione seguía ahí con la misma ropa de ayer, su esposo no estaba, pero a su lado permanecían el gemelo y aquel enorme pelirrojo que mostraba todavía aquellas cicatrices, me pregunté si no sentía al menos el frío de la mañana, aunque debía admitir que la temperatura aquí adentro era templada. Blaise hizo una mueca cuando giré a verlo, como dándome a entender que haber pasado la noche entera con ellos no había sido una de las cosas más fascinantes de su vida.

—No se han movido de aquí, tampoco es como si les hubieran permitido pasar, aunque Granger lo pidió a la sanadora que se negó a eso, diciendo que ya había alguien dentro —elevé una ceja al inicio, sabiendo que Granger no se quedaría satisfecha con mis acciones, pero agradecí que la sanadora Abbott no cediera a sus exigencias—, pero aquel pelirrojo, no el grandote, ¿George, el gemelo? Le dijo que se calmara, que en algún momento podrían hacerlo, pero que todos debian comprender que lo que hizo Ginevra no era para menos. Además, de que tú posiblemente ahora si tengas derecho a decidir sobre Harry, pues él ha dicho más de una vez sus intenciones de pasar la vida entera contigo.

—Al menos alguien lo entiende —suspiré y él me miró sin ganas, estirando la mano para recibir la bolsa.

—Sí, como sea. Eso último no fue la mejor respuesta para el resto, aún no están casados y bueno, ellos se consideran familia de Potter—registró lo de adentró y destapó el termo del café, sirviéndose en una pequeña taza que también enviaron. Yo qusie sonreír por sus palabras, pues la verdad es que me había tomado atribuciones que aún no tenía sobre Harry— Ronald se retiró después de una discusión con su hermano, ahora sí, el grandote, Charlie creo que lo llamó.

—¿Qué pasó entre ellos? —indagué algo interesada, porque aquel Weasley era el que menos conocía, el otro que estuvo aquí lo había visto un par de veces, de mis visitas ocasionales a Gringotts, pero aquel me era totalmente ajeno.

—Pues éste le reclamó aquella negativa para detener a Ginevra desde que vio que ella había empezado el ataque y más al escucharla hablar. Que desde hace muchos todos en la familia se dieron cuenta de que no estaba nada bien ya de la cabeza y necesitaba ayuda, pero como siempre, sus padres y algunos de sus hermanos, no le tomaron importancia, aun cuando la mayoría le habían escuchado murmurar su plan, pero pecaron de ingenuos, admitiendo que él también lo hizo, sin creerse todavía que Ginevra podría hacer algo como eso.

Hice una mueca. La verdad es que dudaba que aquel enorme hombre se pusiera a regañar a su hermano, pues fue el único que no había abierto la boca mientras me reclamaban mi renuencia a dejarles ver a Harry. Pero al menos parecía estar ya consciente de que nada de lo que hizo Ginevra era normal, que nada en ella lo era desde que se divorció de Harry e irme a reclamar a mí como si yo fuera la culpable de eso.

—Al menos algunos entraron en razón —suspiré.

—Pues sí. Después de eso, Ronald se fue, dijo que mejor iría a ver como estaban las cosas en el ministerio, pues sólo estaban sus padres y Percy con ella, y pasaría por su hija a casa de Angelina. La otra pareja se fue con él —me contó y yo asentí a sus palabras, viendo que de igual modo destapaba un baguett preparado con jamón de pavo, verduras y aderezo al tope, al cual le dio un enorme mordisco casi haciendo ruidos de placer— Pero oye, resulta que aquella rubia francesa si conocía a Grace —me dijo con una sonrisa divertida después de tragar, queriendo decir el chisme ya.

—¿En serio? Imagino que del colegio.

—Sí. De Beauxbatons. Por lo que escuché de ella, al parecer Grace y ella tuvieron algún tipo de rivalidad cuando estudiaban Ballet, queriendo ser las protagonistas de cada obra que hacían. Cada una se llevó su parte de gloria, aun así, odiaban sentirse derrotadas cuando no sucedía —rodó los ojos. Quizá por eso Grace le había contestado de aquella manera y aquella rubia había colocado ese rostro.

Suspiré y me masajeé la frente. La verdad es que empezaba a sentirme agotada de nuevo, no físicamente, pues había logrado dormir muy bien, pero si mentalmente. A mi posible dolor de cabeza se le sumaba el hecho de que todavía tenía que prepararme para ir al ministerio y dar una declaración oficial, técnicamente yo era la principal víctima en todo esto. Pero creía en las palabras de Draco, de que no me habían venido a molestar porque sabían que Harry Potter estaba en el hospital e imaginaban que yo estaba a su lado. Era extraordinario la manera en que muchos se volvieron tan empáticos conmigo por el simple hecho de que su héroe declarará abiertamente sus sentimientos por mí y que lo hubieran aceptado tan de buena manera, también era una sorpresa.

—Bien, creo que iré a la habitación de Harry —le dije y él asintió

—Sí, ya regrésame a mi novia, por favor —pidió y yo sonreí. Definitivamente, Blaise Zabini estaba loco por Millicent Bulstrode, tanto como para haberse quedado en esta sala rodeado de personas que no soporta, toda la noche.

Antes de dirigirme al pasillo que me llevaría a la habitación de Harry, saqué un par de baguetts más de la bolsa térmica y caminé hacía donde aquellos tres estaban sentados. No era que hubiera cambiado de opinión respecto a ellos, o que les permitiría pasar a ver a Harry enseguida. No les confiaría nada en absoluto, pero al menos sabía que ellos tres no apoyaban las acciones de la pelirroja, que estaban en contra de lo que hizo y que apoyaban la justicia, aquella que, de seguro benevolentemente, el ministerio les daría.

Nada dentro de mi satisfacción, claro. Ningún castigo que recibiera la zanahoria menor sería suficiente para mí.

Me acerqué primero al gemelo, era con el que tenía menos cosas en contra a mi parecer, quizá lo único detestable que podía atribuirle era que perteneciera a esa familia, nada que se pudiera hacer para remediarlo. Vale, al otro ni siquiera lo conocía, así que carecía de motivos reales para hacerlo, además de que por mucho que sepa ahora que discutió con su hermano menor por su manera de actuar, no me garantizaba que apoyara a Harry con su elección. Y no quería empezar a discutir con Granger de inmediato, conociéndola sabía que me reclamaría, sutilmente, que no le dejara pasar a ver a Harry ayer.

—Señora Parkinson —dijo George Weasley al verme detener delante de él.

—Señor Weasley —saludé intentando no sonar dura, era difícil y de seguro ni siquiera lo logré, así que mejor estiré la mano y le di uno de los bagguetts— La comida de la cafetería es pésima, y no sólo para los pacientes al parecer.

—Gracias, no debió molestarse —dijo en voz baja y lo tomó con cuidado

—Lo sé. Pero ha pasado toda la noche aquí, ¿no?

—Harry es mi amigo —suspiró y luego se pasó una mano por el cabello—, y lo que hizo mi hermana fue horrible. Yo… —lo escuché carraspear y luego pasarse una mano por sobre la boca— Espero que él esté bien y su hija también.

—Harry lo estará pronto, estoy segura, y mi hija también lo está. Protegida en la mansión Malfoy, nadie podría alcanzarla de nuevo —aseguré y él asintió con seriedad, viéndome con un gesto duro y doloroso al mismo tiempo.

—Lamento mucho lo que pasó —dijo con la voz apagada, levantándose lentamente.

—Ambos lamentamos mucho lo que pasó —giré a ver al otro sujeto de la habitación. Mirando que se levantaba de la silla y se acercaba a mí a pasos largos. Estando más cerca de él, me di cuenta de que su tamaño era exorbitante, más alto que Ronald y más grueso por mucho, músculos y más músculos— Yo de verdad lamento lo sucedido y le pido disculpas por lo que hizo Ginevra. Sé que tal vez no baste…

—No lo hace, señor Weasley, jamás bastará o será suficiente.

—Charlie Weasley —dijo ofreciendo su mano. La miré por unos instantes, antes de tomarla.

—Un gusto. Pansy Parkinson —alejé mi mano, mirándolos a ambos.

No podía contenerme, no podía hacerlo, nada que involucrara a Lizzie podía detener mi lengua, nada que involucrara a Harry también, no cuando aún no sabía si ya había despertado. Estaba ansiosa otra vez, me sentía ahogada en esta situación. Lo que había hecho ella era horrible como bien dijo su hermano, pero sus intenciones eran peores que eso. Me sentía de nuevo atacada y vulnerable, y lo que más deseaba era ir a casa con ellos dos, con Harry y Lizzie, eso era lo que necesitaba, lo que quería para sentirme bien.

—Puedo aceptar sus disculpas y la de toda su familia si es que desean hacerlo, aunque dudo de que todos vayan a intentar siquiera decirlo. Es posible que algunos de ustedes piensen que las elecciones de Harry contribuyeron a la locura de su hermana —ellos negaron de inmediato, pero los detuve antes de que empezaran a hablar, levantando mi mano para que no me interrumpieran—. No me interesa averiguarlo. Y aunque puedo escucharlos disculparse a nombre de ella y aceptar sus palabras, no perdonare lo que hizo. Jamás lo hare, y no por rencor como puedan pensar, pues no es eso lo que siento, el rencor sería posible si me hubiera querido dañar solo a mí, si me hubiera dañado sólo a mí. Lo que siento por ella es algo mucho peor, algo que no me permite perdonar o guardar como un simple sentimiento rencoroso, pues ella intentó matar lo que yo más amo en esta vida y casi mata al hombre que amo. Me es imposible perdonarla, sinceramente, la poca paciencia y bondad que hay en mí, no alcanza para tanto.

Extendí aquel baguett que tenía en mi mano y aquel enorme hombre lo aceptó con el rostro lleno de duda, asintiendo con rigidez. Sonreí por cortesía y me di la vuelta, viendo atrás de mí a Granger que se había cruzado de brazos, mirándome como si de nuevo me creyera la peor persona del mundo.

—El concepto que tienes de los Weasley es horrendo, ellos jamás pensarían que…

—Alejaron a Harry de ellos cuando Ginevra inventó cosas —tajé de golpe su discurso de mi poca simpatía e intransigencia al parecer— El mismo Harry me lo dijo, intentando que no pareciera nada, pero lo afectó, pues se supone que eran su familia. Una familia que le dio la espalda por cosas que saben que él no haría. Y aunque puede parecer lo contrario, prometo —giré a ver de reojo a los dos hombres a mis espaldas—, que no creo que todos sean así, al menos no ustedes tres, Granger —pasé de ella, sosteniendo contra su estómago el último bagguett que ella por instinto tomó, y antes de seguir caminando, me detuve a un paso de su espalda— Y, Granger, el día que amenacen o intenten matar a tu hija, dime si aceptarías las disculpas de la familia o perdonarías al culpable.

Ya no me detuve, seguí caminando aun después de ver los ojos de Blaise lo cuales me miraron maliciosos, escondiendo el gesto detrás de su taza.

—¿Café? —fue lo último que lo escuché preguntar con sorna.

Negué con la cabeza y caminé directamente al consultorio de la sanadora de Harry, esperando que me diera la autorización para entrar a la habitación y por fin relevar a Millicent de eso. Cuando llegué a la puerta, di un par de golpecitos a la madera. La contestación tardó en llegar, haciéndome pensar que no había nadie, pero una voz casi somnolienta me permitió el paso.

Cuando abrí la puerta me encontré con la sanadora restregándose los ojos y guardándose un bostezo con mucho esfuerzo, tal vez había cumplido su palabra de pasar toda la noche pendiente de Harry, aunque los estragos de una mala noche parecían ya hacerse presentes.

—Buenos días, señora Parkinson —saludó con una sonrisa.

—Buenos días, sanadora Abbott —contesté e ingresé un par de pasos, sin cerrar del todo la puerta atrás de mí, mi intención no era tardar— Me preguntaba si podía pasar ya a verlo y poder reemplazar a mi amiga al lado de Harry.

—Claro. Igual debo ir a revisarlo —dijo consultando su reloj de muñeca.

Se levantó de la silla, y después de colocarse su bata y tomar unas hojas, así como plumas muggles, se dirigió a la puerta, cediéndome el paso. Caminamos lentamente a la habitación de Harry, que quedaba unos pasillos más adentro.

—¿Cómo pasó la noche? —pregunté con duda y miré su perfil sonreír.

—Muy bien la verdad. Excelente diría yo. Sus heridas cicatrizaron por completo por dentro y su núcleo, aunque lento, se estabilizó lo suficiente como para despertar en el transcurso de esta mañana —aseguró y yo me pude sentir respirar más tranquila.

—¿Entonces salió del coma transitorio? —pregunté para verificar que así era.

—Totalmente. Hace unas horas lo hizo, ahora sólo duerme para recuperar energía —dijo con optimismo.

Cuando llegamos a la puerta, ella lo abrió. No pude evitar sonreír al ver a Millicent sentada, apoyando el rostro en una mano, con los ojos cerrados. Me acerqué a ella y coloqué una mano sobre su hombro. Ella se levantó de inmediato y respingó al verme.

—Merlín, lo siento, Pansy, me dormí —dijo rápidamente.

—No, tú discúlpame, Millicent, no debí pedirte que te quedaras toda la noche aquí —dije con suavidad.

—No fue tan malo, aunque creo que dormiré todo el día —dijo poniéndose de pie, mientras tomaba su bolsa de la pequeña mesita de la habitación— ¿Está bien Lizzie? —preguntó mientras colocaba una mano sobre sus labios para bostezar.

—Está perfecta. Ayer estuvo un poco asustada, por lo que ella me dijo y Astoria me comentó, pero hoy está como si nada, planeando juegos con Scorpius —dije y ella asintió con una enorme sonrisa.

—Me alegro que estén bien las dos —asentí y acepté su abrazo, el cual correspondí con fuerzas, agradeciendo que hubiera aparecido ayer junto al resto de los chicos y aun así aceptar quedarse aquí cuando ella fue también atacada.

—Gracias, Millicent —susurré y luego me separé de su abrazo— Pero anda ya. Hay un hombre en la sala de espera que está desesperado y me rogó que le devolviera a su novia —dije con burla y ella negó con la cabeza.

—Estará todo el día encima de mí —dijo como si eso de verdad pudiera llegar a cansarla Zabini.

—Cómo si fueras a quejarte de verdad, Millicent —ella me miró arrugando el gesto y luego movió la cabeza.

—Mejor me voy. Vendre a verte más tarde, a eso de las seis, ¿vale? —preguntó y yo asentí, agradeciéndole una vez más. Ella negó y se despidió de la sanadora que había hecho su trabajo mientras nosotras hablábamos.

Cuando giré a ver a Harry, me di cuenta de que ya había menos hechizos alrededor y que la sanadora en ese momento quitaba un par de más. Sentí mi corazón latir más tranquilamente cuando miré aquel rostro, parecía sosegado, quieto, lleno de paz. Parecía sólo dormir, descansando como bien me dijo la sanadora. Di un par de pasos hacia la cama, dándome cuenta de que ya no había nada deteniéndome, aun así, me detuve a buena distancia, mirando con duda a la sanadora.

—Puedes estar ya cerca de él —dijo con una suave sonrisa.

—¿De verdad? —pregunté y caminé, casi corrí los pasos que me faltaban para estar a su lado.

—Claro que sí, la mayoría de los hechizos ya fueron retirados, al menos los más complicados, ahora sólo tiene un par que son para seguir ayudando a su núcleo a recuperarse —suspiró y luego volvió a mirar su reloj de muñeca— Estaré cerca por cualquier cosa, pero tengo que ver a mis otros pacientes.

Yo asentí a su despedida y me acerqué los suficiente a él, tocando con mis rodillas el perímetro de aquellas sábanas blancas en las que descansaba.

Quería despertarlo, quería que me hablara, quería verlo conmigo de nuevo, pero sería muy egoísta de mi parte despertarlo después de lo que pasó. Quería pedirle que se despertara ya, que lo hiciera por mí, que las ansias y la preocupación estaban haciendo mella otra vez en mí, pero tampoco deseaba detener su descanso, pues dejarlo dormir me garantizaba que acumularía la energía necesaria para hacerlo por sí mismo, que, si reposaba lo suficiente, lo indicado, podríamos irnos más rápido de aquí. Así que simplemente me quedé en silencio, viendo como su cuerpo parecía cada vez más estable, como el color había llenado de vida otra vez su presencia.

Alcancé con mis dedos la palma de su mano, acariciando hasta llegar al codo, mirando aquella piel firme, de un color precioso por el sol y suave al mismo tiempo. Me senté en el borde de la cama y tomé su mano izquierda, colocándola sobre mi regazo y envolviéndola con mis dos manos. Acaricié cada uno de sus dedos, mirando su rostro tranquilo, nada parecía molestarle o perturbarle, y no era porque estuviera jodidamente enamorada de él como en mi adolescencia, pero era hermoso, guapo, atractivo hasta la saciedad, y me amaba, aquel hombre durmiente, me amaba solo a mí.

Me acerqué más su rostro y pasé la punta de mis dedos por el contorno de su cara, acariciando su mejilla que empezaba a mostrar los signos de una barba por toda la mandíbula, hasta alcanzar parte de su mejilla, rodeando su boca. Quise imaginarme como se vería con una, con una barba ocultando parte de su piel y, aunque la imagen resultaba ser tentadora de por sí, no me molestaría si decidía nunca dejársela crecer. Seguí mi caricia hasta su frente, donde las líneas de sus gestos empezaban a marcarse en la piel de leche dulce, delineé sus cejas y toqué las espesas pestañas que descansaban sobre su mejilla. No quería apartar mi vista de sus ojos, no quería perderme el momento en que los abriría y me miraría a su lado, dándome a entender que todo estaba bien, que todo estaría bien.

Tomando su mano y entrelazando sus dedos con los míos me permití relajarme, sintiendo su pulso y los movimientos involuntarios de sus músculos, demostrando que estaba vivo, que una vez más había logrado sobrevivir, que logró escapar de lo que pudo ser una muerta segura. Ya quería ver su sonrisa satisfecha cuando mencionara con burla que era el maravilloso Niño-que-vivió y todo lo podía, así como la que me dedicó en París cuando nos hizo aparecer en plena calle muggle. Ya quería verlo sonreír por mis burlas o palabras sarcásticas, como si no le importaran nada y le gustara mucho lo que decía.

Lo que, si podía asegurar, es que lo haría jurar que no me haría volver a pasar por esto, pues estaba segura de que, si no moría de un infarto, lo haría de dolor si es que él no llegara regresar de la muerta una vez más. No quería volver a pasar por esto, por una situación parecida, no quería volver a verlo cerca de la muerte, ni mucho menos que fuera para salvarme, porque no lo haría completamente, sino que me condenaría para el resto de mi vida. Y, sobre todo, no quería nunca más un último Te amo que significara no vernos nunca más, un último Te amo con sabor de despedida, otra vez.

Aun podía recordar la primera vez que lo hizo, cuando lo dijo para irse con la persona correcta. Había dolido aquel primer y, el que pensé que sería, el último Te amo de mi vida. Aquellas palabras se habían clavado en mi corazón, pues era la primera vez que escuchaba a alguien decir que me amaba, alguien a quien de verdad creía que lo hacía, mis padres nunca lo dijeron y su trato demostró siempre que yo sólo les servía para hacer negocios; y mis amigos y yo no éramos esa clase de personas derrochando palabras cariñosas a todo el mundo. Había sentido una especie de calor y dulzura al escucharlo, porque Harry me amaba, me amaba de verdad y yo lo sabía, lo sentía y le correspondía totalmente.

Y aunque aquel Te amo lo guardaba como un tesoro, debía admitir que también había sido doloroso y casi injusto, había estado cargado de emociones y sentimientos que apretaban la garganta y el pecho, que me estrujaba por dentro cada órgano, combinando la felicidad con la tristeza en una sustancia que supo amarga y dulce al mismo tiempo, con el frío y el calor mezclándose, con un dolor agudo que amenazaba con matarme. Había dolido el doble cuando comprendí que también se estaba despidiendo de mí con esas palabras, Harry lo había dicho como un final para nosotros, para decirme adiós, para desprenderse de mí, y que aquel amor no se quedara con él, que no se pudriera dentro de él. Y yo había hecho lo mismo, pues en mi euforia de decir el primer Te amo de mi vida, también le había dicho adiós.

Pero aquel Te amo no era nada comparable a lo que dijo ayer, y tenía que hacérselo entender. El Te amo de ayer era una despedida sin promesas, sin nada que significara que habría una segunda oportunidad para nosotros, una despedida real, total y completa, una despedida definitiva que me llevaría a un agonía dolorosa por el resto de mi vida, sin posibilidades de un reencuentro, una vida que pasaría lenta y triste, que sería una vida incompleta, pues mi otra mitad no estaría a la par que yo, que no existiría más esperanza, más posibilidades de encontrarnos en algún momento, ni por error o casualidad. Ya nunca más escucharía de él y de su vida lejos de mí, y la mía carecería de esa felicidad que él vino a darme de nuevo, sin imaginarme que me había sentido casi incompleta todos estos años sin él.

—No quiero que te vuelvas a despedir de mí, Potter, nunca más —susurré, tomando su mejilla con mi mano libre y acercando mi boca a la suya, depositando un ligero beso— No más despedidas para nosotros, cariño mío.

No supe cuántas horas pasaron, pues sólo me quedaba viéndolo, tomando su mano y hablándole en suaves susurró que nadie alcanzaría a escuchar. Me levantaba de vez en cuando para evitar que mis piernas se entumecieran y miraba desde la silla el recorrido de las enfermeras y de la sanadora, lanzando hechizos y anotando cosas. Todo marchaba bien, esas eran sus palabras, y que no debía tardar en despertar. No quería ver el reloj, pero estaba empezando a impacientarme. Quería que despertara ya, quería verlo ya sonriéndome y hablándome.

—Creo que podrías ya intentar despertarlo —dijo la sanadora viendo que ya pasaban de las dos de la tarde y Harry no daba señales de querer hacerlo.

Se suponía que lo haría en el transcurso de la mañana y aunque eso parecía no alarmarle, no veía inconveniente de que yo lo hiciera.

—¿Es seguro?

—Claro que sí. Su núcleo ya está casi completo, no digo que pueda volver al cuartel del inmediato, tendrá que seguir reposando y no podrá hacer magia por unos días, pero no es nada grave, nada que él no pueda resistir.

Elogió y yo evité con todas mis fuerzas rodar los ojos, pensando si es que en realidad Harry no necesitaba más descanso y sólo ella me pedía que lo ayudara a despertar porque lo creía el mago más poderoso de todo el mundo y lo de ayer no era nada para él. Pero me retracté de inmediato de esos pensamientos, ella había demostrado hasta ahora que era una buena sanadora.

—Además, no es que te esté pidiendo que le lances un hechizo para hacerlo o que le tires agua a la cara. Él sólo está profundamente dormido, con que le hables creo que será más que suficiente. Después de todo, tú eres su motivo para estar aquí —dijo con la voz casi dulce, mirando a otro lado, pero no evitando que un inevitable sonrojo apareciera en su cara.

—Gracias —dije con sinceridad y ella asintió, mirándome con la vergüenza marcada.

Cuando ella se retiró, volví a sentarme en la cama. Tomé de nuevo su mano y lo besé en la mejilla, algo que haría para despertarlo de una siesta, como cuando tomábamos un descanso después de la comida y Lizzie decidía descansar también. Lo besé otra vez cerca de la boca, esperando que se despertara en ese momento, pero no lo hizo. Bueno, por supuesto que esto no era como una de las películas infantiles que veía Lizzie, donde con un beso alguien rescataría a otro.

Pero bien podría hacer el intento, pensé con diversión.

—Harry, ya es hora —le dije con voz suave y no tan alta— Es hora de que te despiertes.

Apreté sus dedos con mis dos manos y la elevé hasta la altura de mi boca, besando sus nudillos. Quería que ya despertara, quería ya dejar de estar asustada o ansiosa, pues, aunque no era nada comparado a lo de ayer, no podría negar que tenía aun resquicios de esos sentimientos dentro de mí, como si esperaran la mínima señal para explotar de nuevo dentro de mí.

—Harry, tienes que hacerlo, Lizzie ya pidió verte —suspiré y moví lentamente su mano— No me hagas decir por favor. Sólo abre los ojos, todo ha terminado, toda está bien ahora, Lizzie está a salvo, yo también lo estoy y Ginevra está encerrada en algún lugar para que no nos vuelva dañar.

Puse mi mejilla sobre su mano, no sabiendo ya que más decir. Sentía mis ojos picar y poco a poco el pensamiento de que no todo estaba bien me empañaba la cabeza, que realmente todavía no estaba a salvo y que por eso no despertaba, que de verdad estaba muriendo y no se levantaría ya, que yo no podía hacer nada, nada como ayer, ayer cuando le supliqué a alguien más que lo salvara porque yo no podía hacerlo por cuenta.

—No sabes lo preocupada que he estado por ti, y creo que ya es suficiente. Sabes bien que la preocupación o la fatiga no lucen bien en mi rostro —bromeé amargamente, esperando que me reclamara, pero no había reacción alguna de su parte. Suspiré entre dientes una vez más y acaricié sus dedos de nuevo—. Vamos, cielo, tienes que hacerlo —rogué, de verdad rogué. Si al menos él pudiera entender que estaba llegando a mi limite al tener que rogarle, que ya era momento para que despertara—, y si estás fingiendo para que no te reclame el haberte arriesgado de esa manera, de una vez te digo que no vas a salvarte de mis palabras. Hablaremos seriamente, Harry, vamos a hablar sobre esa manía que tienes de poner la vida de los demás por sobre la tuya. Eso no es justo, ¿sabes? No es justo para ti ni para mí, no te recuperé a estas alturas de mi vida como para perderte por salvarme. Así que más te vale despertar ahora, porque ya tengo muchas ganas de pelear contigo otra vez.

De mis labios salió una risa entrecortada al terminar de hablar, pero al ver que no estaba consiguiendo nada, apreté los labios con temor a que mi risa se convirtiera en un triste sollozo. Él seguía tan imperturbable y aquella quietud suya que tanto sosiego me había dado antes, como cuando entré a la habitación hace horas, ahora me parecía alarmante, me parecía terrorífica en realidad, pues era como si se me escapara de las manos, como si algo lo arrastrara en la inconsciencia lejos de mí, y por más que le hablara, por más que tomara sus manos, él parecía no quedarse conmigo.

Temía que al final de todo, Ginevra si haya conseguido separarnos.

—Harry, por favor —pedí trémulamente. Me acerqué de nuevo a sus labios para besarlo, más largo y lento posible.

Suspiré y me alejé sólo un par de milímetros, para luego acariciar su mejilla con la mía, acercándome en su oído para poder hablarle, poder susurrarle todas aquellas cosas que no me atrevería a decir más alto con temor a que todo mundo se enterara. Esa no era mi área, gritar sus sentimientos era asunto de Potter, yo prefería decirlo en voz baja, susurrarle o murmurarle, sólo a él, para que sólo él se enterara, tan sólo para que él lo supiera. Nadie más que él tenía derecho a conocer lo que sentía, nadie más que el dueño de cada uno de mis sentimientos podía percatarse de ellos.

—Espero que despiertes después de estás palabras, Potter, porque te juro que negare el discurso tan cursi que daré si es que llegas decírselo a alguien —reí en su oído y luego tragué saliva con fuerzas, tomando valentía de donde fuera para poder hablar de todo aquello que se albergaba en mí por y para él— Te amo, Harry, te amo, y no diré que te amo como a nadie he amado jamás, porque sabes bien que nunca dejé de hacerlo, muy en el fondo lo sabías aun cuando yo me empeñara en decir lo contrario.

Suspiré y besé la piel que tenía a mi alcance. Acaricié su cabello con mi nariz y luego me volví a preparar para seguir hablándole como nunca lo había hecho, con aquella sinceridad que parecía cascada dentro de mí, como si hubieran abierto una presa de agua y ya no pudiera contenerse. Ya no podía contenerme.

—Quiero besarte y que me correspondas, Harry. Voy a besarte mucho, lo prometo, te daré tantos besos primero, antes de reclamarte, ¿bien? Voy a besarte todas las veces que quieras y por todos aquellos días en que me negué a que lo hiciéramos cuando iniciaste a conquistarme de nuevo —me acerqué a su boca y dejé besos por todo su mentón hasta terminar en sus labios— Si despiertas, prometo quedarme contigo para siempre. Prometo decir que sí cuando me pidas que nos casemos y voy a darte todos los hijos que quieras mientras no sobrepasen el número dos. Despierta ya, porque quiero una vida contigo, Harry, quiero una vida a tu lado, quiero quedarme para siempre contigo.

Coloqué mi frente sobre su pecho, empezando a respirar agitadamente y luchando en vano para retener las lágrimas que picaban detrás de mis parpados cerrados. Quería ya verlo despierto, que la pesadilla que inició ayer cuando lo vi caer y mis manos se llenaron de su sangre, al fin terminara. Quería simplemente que se quedara conmigo como lo ha prometido desde que nos reencontramos. Querías sus promesas, aquellas que decían que todos los días de mi vida iba a demostrarme cuanto me amaba y para eso lo necesitaba vivo, vivo y a mi lado.

—Espero que de verdad me beses primero, porque creo que necesito respiración de boca a boca —levanté de inmediato la cabeza para verlo.

—¡Harry!

Él estaba ahí, sonriendo como siempre, con los ojos adormilados y parpadeando varias veces con lentitud como si intentara enfocarme. No pude evitar reír, reír escandalosamente, sintiendo como mis lágrimas caían hasta mis labios abierto. Reí, mientras tomaba su rostro entre mis manos y lo besaba en aquella sonrisa que no había desaparecido del todo.

—Quiero tres hijos más y quiero casarme contigo, mi vida —dijo en voz baja, mientras mi boca no se separaba del todo de la de él— Pansy —dijo con suavidad, alcanzando para acariciar mi mejilla y limpiarme las lágrimas— No llores, por favor.

—Te amo y te odio, Potter, cómo pides que no llore cuando ha pasado todo un día desde que casi mueres —reclamé y golpeé con suavidad su pecho, viendo que su sonrisa no desaparecía para nada.

—Dijiste que me besarías mucho antes de reclamarme —reprochó casi infantilmente.

—Pues ya no quiero —aseguré y separé sus manos de mi rostro para besar sus dedos.

—Fue una promesa —reclamó.

—Ahora resulta que si escuchaste todo mi discurso y no abriste lo ojos, idiota —me quejé sintiendo como un rojo furioso estaba a punto de tomar posesión de mis mejillas.

—Tenía que terminar de escucharte, cariño, pues no creo que me vuelvas a decir tantas cosas bonitas hasta que esté a punto de morir otra vez.

—Juro que, si me haces pasar por esto otra vez, tendrás que olvidarte de mí y de nuestra hija, Potter —aseguré, pero en vez de verlo ponerse serio, sólo sonrió más grande.

Y entonces me di cuenta de lo que había dicho. Sentí mi boca abrirse más al igual que mis ojos, sintiendo realmente como mi cara enrojecía. No es que no pensara eso o que me arrepintiera, había dejado que Lizzie lo llamara de esa manera, pues cuando hablé con ella en la noche de ese día cuando llamó a Harry así, Lizzie me había dicho que Harry sólo era como un papi, pero que su padre era Anthony, que siempre sería su padre. No sabía cómo es que era tan madura, como es que podía notar aquellas diferencias, yo nunca le había pedido o dicho siquiera que podía llamar a Harry de ese modo, es más, siempre le estaba hablando de su padre, Narcissa y Astoria lo hacían, sus abuelos más. Pero suponía que era algo normal, Harry se comportaba como uno en todas las maneras, era paciente, le gustaba escucharla, la consentía, le ayudaba con sus tareas y siempre aplaudía sus juegos y cualquier cosa que Lizzie quisiera practicar.

Él sonrió enorme y jaló mi rostro para besarme. Dejé que lo hiciera, correspondiendo lenta y suavemente. Había pasado un día entero casi creyendo que no lo volvería a besar que ahora no haría mucho caso de un castigo que también me dañaría a mí. Al separarme me di cuenta que seguía sin sus gafas, y aunque sus ojos estaban clavados en los míos, no permitiría que se siguiera forzando para verme. Tomé las gafas del buró donde las había dejado ayer, después de Grace me las diera cuando me paseaba desesperada por el pasillo, y se las coloqué.

—¿Nuestra hija? —preguntó con duda, al ajustárselas en el puente de la nariz con un dedo.

—Sí, nuestra hija, que tendrás que soportar porque definitivamente se molestara por no verte en los días que estés aquí —dije moviendo mi cabello detrás de la oreja y evadiendo su mirada antes de clavar los ojos en los suyos.

—Por mí nos vamos ya mismo —dijo con una sonrisa e hizo el amago de levantarse.

—No, para nada. Casi mueres, Harry —dije, empujándolo suavemente hacia la almohada. Él suspiró, dejándose caer con pesadez.

—No sería la primera vez —contestó colocando un brazo sobre los ojos, antes de quitarlo y mirarme con una mueca de disculpa cuando volví a golpearlo.

—Y será la última, te lo advierto, Potter —lo señalé con un dedo— No puedes ir por la vida arriesgando tu vida por los demás.

—Está vez fue por ti, Pansy, jamás hubiera permitido que te pasara algo como eso —dijo tomando mi mano besando el dorso.

—Más a mi favor, Potter, no te recupere ahora para que mueres por mi culpa —aseguré con molestia.

—Pansy, siempre buscare complacerte, hacer realidad tus deseos y tus sueños, hare todo lo que me pidas y más, pero definitivamente, no puedes pedirme que no arriesgue mi vida por la tuya, porque no podré cumplirlo jamás. Por eso no te prometeré nada, por eso no hare ningún tipo de juramento, pues si puedo salvar tu vida, te juro que lo hare, aun si tengo que pagar con la mía. Te amo, Pansy, te amo y te aseguro que mi vida no vale nada sin ti y sin Lizzie —juró y yo sólo pude apretar los labios, sintiéndome conmovida y azorada de igual manera.

—Harry…

—No, Pansy, jamás te haré una promesa que no pueda cumplir —dijo y sólo pude negar con la cabeza.

—Mira, no siempre podrás regresar de la muerte y yo no quiero vivir pensando que algún día alguien me llamara para darme la peor noticia —suspiré y lo miré a los ojos, intentando hacerle comprender lo mucho que él me importaba, lo mucho que deseaba no repetir de nuevo un día con el de ayer— Sé que no podrás prometerme no arriesgar tu vida por mí o por Lizzie, pero sólo quiero que me prometas que no pondrás tu vida en riesgo sin ver otras opciones, sólo quiero que me prometas que tendremos una vida juntos.

—Eso si te lo puedo prometer. Tendremos una vida juntos, Pansy, de verdad. Lo prometo —dijo colocando su mano sobre su pecho, donde su corazón latía con fuerza.

—¡Ah! y, por cierto, sólo serán dos hijos más —dije con una sonrisa, recordando su petición de tres.

Lo vi sonreír y yo lo hice más grande también, porque, por primera vez, me sentía capaz de admitir en voz alta que podría tener una vida a su lado, que ya nunca más me negaría a ella. Después de ayer sería muy tonta si dejara escapar la suerte y la oportunidad que me dio la vida de seguir teniéndolo conmigo. Ya no pensaba retrasar más lo que de verdad quería, porque lo quería y siempre he querido es a él.

—Está bien —suspiró complacido.

Después de unos minutos, la sanadora apareció. Harry le sonrió y le agradeció que nuevamente lo haya curado. No pude evitar elevar una ceja ante eso y ella me dijo que Harry era uno de sus pacientes más frecuentes. Me crucé de brazos y Harry murmuró entre labios que lo sentía, prometiendo de paso que eso cambiaría desde ese día. Suspiré no creyéndolo mucho, después de todo su trabajo no prometía mucha seguridad siempre y también estaba el hecho de que me había fijado en el alguien que tenía su instinto de héroe demasiado fuerte y activado.

—Espero que esas estadísticas de verdad cambien —aun así, le pedí, y Harry asintió de inmediato.

—Lo mismo digo.

—¡Hannah! —reclamó Potter y la sanadora sólo empezó a reír.

—Oh, Harry, es la verdad —contestó ella— Además, Neville tiene razón, eres un imán para los problemas.

—¿Longbottom? —pregunté con duda y ella asintió.

—Mi esposo —sonrió enorme y yo miré a Harry que asintió. Hace mucho que no escuchaba nada del Gryffindor que mató a la mascota de Voldemort— Sólo por motivos profesionales me siguen conociendo por mi apellido de soltera.

Asentí ante eso, sabía de ese deseo de ser conocida por el apellido que realmente es de uno, hacer de él algo que todo mundo reconociera, cómo yo con mi profesión, queriendo cambiar el estatus de mi apellido, convertirlo en algo más que ser partidaria de un mago oscuro, a como lo transformaron mis padres, pues aun estando casada con Anthony, siempre fui la abogada Parkinson en el despacho donde trabajé. Luché tanto por mi futuro que no podía ser de otra manera, tenía que conservar algo mío y Anthony nunca se lo tomó a mal, así como mis suegros cuando dije que ya no quería ser llamada por Pansy Goldstein.

—Salúdamelo, Hannah, ¿sigue en el colegio? —preguntó Harry y ella asintió.

—Sí, fue nombrado jefe de la casa de Gryffindor —dijo con una enorme sonrisa y volvió a consultar su reloj— Bueno, ahora sí tengo que ir a casa. Tú estarás muy bien, Harry, el sanador White vendrá a verte después, y tal vez pasado mañana en la tarde te dé la orden de salida.

—Pero…

—Lo siento, Harry —interrumpió y lo miró con una mueca de disculpa— No te dejare ir hoy, no hasta que vea tu núcleo más completo. Pero no te preocupes, sólo son dos días más. Dejare también dicho que ya puedes recibir visitas —ella me miró con duda y yo no dije nada, ese era un tema que tenía igual que tratar con él. Harry simplemente suspiró y asintió con resignación— Le pasare tus saludos a Neville. Con su permiso, señora Parkinson.

Asentí con una ligera sonrisa y ella se dio la vuelta, cerrando con suavidad la puerta al salir.

—Me parece bien que te quedes dos días más —le dije encaminándome a la silla, pero él tomó mi mano y me hizo sentarme en la cama otra vez.

—¿Quieres castigarme? —preguntó y yo negué.

—No, sólo no quiero que regresemos a este lugar por un largo tiempo —expliqué y luego suspiré con pesar, sabía que tendría que hablar con él sobre lo que hice al no permitirle a sus amigos que pasaran a verlo— ¿Estás cansado?

—Un poco, pero quiero seguir viéndote —reí ante eso y acaricié su mejilla.

—No iré a ningún lado —le prometí y él tomó la mano que estaba en su mejilla, para llevarla a sus labios.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —suspiré y luego entrelacé nuestros dedos, pensando que era mejor decirle de una vez lo que había pasado— Harry, tengo que contarte algo que sucedió ayer.

—¿Qué cosa? —preguntó curioso.

—Me quedé hasta tarde contigo, hasta la noche, pero luego fui con Lizzie —empecé y él asintió, murmurando que eso fue lo correcto— Bueno, no sé si fue correcto lo que hice antes de irme del hospital. Puede que te enojes un poco conmigo.

—¿Qué sucedió? —preguntó casi desinteresadamente, mientras sus dos manos jugaban con mis dedos, mirándome con más tranquilidad de la que hubiera pensado— Pero de una vez te digo, nada de lo que hagas, me hará enojar, Pansy.

—Consté que tú lo has dicho —suspiré y pasé un mechón de cabello atrás de mi oreja— Cuando llegué a la sala de espera, estaban ahí Blaise, Millicent y Grace, pero no eran los únicos, tus amigos también estaban, al igual que un matrimonio Weasley que incluye a una francesa y dos hermanos más, el gemelo y uno enorme lleno de cicatrices —le conté con descripciones y vi a Harry sonreír mientras asentía, quizá sabiendo ya de quienes se trataban— En fin, ellos querían pasar a verte, pero yo se los prohibí —dije de golpe, desviando la mirada hacia su pecho— Estaba tan enojada por todo, tan tensa y con miedo, que no quería a nadie fuera de mi confianza a tu lado, Millicent fue quien pasó la noche contigo en realidad.

Lo vi arrugar la frente y luego dejarse caer contra las almohadas mientras miraba al techo. No sabía si estaba enojado, aunque no parecía estarlo, ni siquiera se mostraba tenso o disgustado. Su mano seguía en la mía y acariciaba con su pulgar el dorso. Lo vi apretar los labios un momento y luego respirar profundamente, antes de mirarme. Por un momento temí que mostrara molestia u ofensa, pero no, me miró con la misma ternura y me sonrió dulcemente, mientras me apretaba la mano.

—Está bien. No me molesta en realidad —suspiró y luego sonrió más grande al verme elevar una ceja— Creo que una parte de mí también está molesta con ellos. Ron debió detenerla y no negarse a entregarla, también Hermione debió hacerlo y, aunque, al final quiso remediarlo, fue demasiado tarde. Además, todos en su familia lo sabían, ellos vieron que Ginevra estaba perdiendo la razón, yo mismo les dije que estaba mal cuando Molly y Billy me reclamaron por haberla corrido de la mansión Black, pero se enojaron conmigo, diciendo que ella estaba bien y todo era mi culpa, nuevamente.

—Desde hace mucho estaba mal, por lo que me has contado —concordé y lo miré a los ojos, apretando su mano, y él simplemente asintió desganadamente— Estoy totalmente enojada con ellos, con todos ellos, aunque el gemelo me agrada y aquel enorme tipo también fue amable. La que está indignada es Granger, pues aún hoy en la mañana me reclamó mis palabras hacia los Weasley —le conté y luego me encogí de hombros, pues Harry sabía que hacer enojar a Granger no era algo que me importara realmente— Aun así, creí que podría molestarte, tomé una decisión sobre ti, que probablemente no me correspondía.

—Nada de eso. Me alegro que te hayas tomado esa libertad, eres mi vida, Pansy, y mi vida es totalmente tuya, y si tú no querías que ellos pasaran, pues bien, que lo respeten —dijo como si nada, como si fuera algo de lo más normal y obvio. Estaba segura de que todos los Weasley los considerarían un loco al escucharlo— Y si vuelve a pasar otra cosa como está, que te prometo luchare para que no sea así, tienes todo el derecho a decidir sobre mi vida o mis visitas, si yo no puedo, ¿de acuerdo?

Asentí con una sonrisa y luego lo incité a dormir un poco más, él aceptó con la promesa de que estaría ahí al despertar. Algo que podía cumplir, podía hacerlo y siempre lo haría por él, sólo por él.

A media tarde, mientras él dormía, decidí salir por algo de comer. Caminé directamente a la sala de espera, sorprendiéndome de encontrar a Grace ahí, quien cruzada de piernas ignoraba todo mientras sus manos le daban vueltas a una revista que apenas parecía interesarle. Sonreí y me acerqué a ella, viéndola cerrar la revista e inclinarse hacia su bolso, para sacar una bolsa de papel.

—Te traje comida —dijo ofreciéndomelo y yo asentí.

—Gracias.

—Me imaginé que no habías salido de su habitación y la comida de aquí no es muy buena —sonrió, para luego pasarme un vaso con tapa con lo que parecía ser jugo— ¿Cómo está Harry?

—Bien. Despertó y ya quiere irse —suspiré con tranquilidad, mientras le daba una mordida al emparedado de pollo y ensalada que había llevado para mí— Pero estará dos días más aquí, mientras su nucleó se recupera lo suficiente.

—Me alegro, todo lo de ayer fue demasiado —dijo en voz baja, y yo asentí sin querer reproducir nuevamente todo en mi cabeza.

Miré a mi alrededor y no pude evitar tensarme al ver que aún había un par de cabelleras pelirrojas y Granger en la sala. En unas sillas alejadas estaba Granger junto a su esposo y el padre de este, junto a George y aquel tipo llamado Charlie. Me sorprendía ver al patriarca de los Weasley, sobre todo considerando que su hija de seguro aún estaba en el ministerio siendo procesada. No podía dejar de pensar que tal vez ahora así no le agradaría jamás y no era algo que me molestara o incomodara, pero sabía bien que Harry los consideraba familia a pesar de todo y algún día pensaría en presentarme con ellos.

—Lo sé —tragué con fuerzas y bebí de aquel vaso que contenía jugo de naranja y guayaba, haciendo que mi garganta se refrescara un poco— Me asusté —me atreví a confesar, desviando la mirada nuevamente hacía aquella familia que me miraba de reojo y murmuraban seguramente de mí.

—Pero todo salió bien, gracias a Draco —sentí una de sus manos apretar la mía y yo asentí, respirando profundamente— En fin, acabo de salir del museo…

—¡Merlín! —exclamé, haciendo que varios pares de ojos se posaran en mí— Ni siquiera consideré o pensé en ir, y hay cosas que resolver, hechizos que modificar, protecciones que actualizar, reparaciones…

—Calma, jefa, por favor —dijo ella tomando nuevamente mi mano y haciendo que la mirara otra vez— Todo está bien, por eso fui. Todos saben ya lo que sucedió y te aseguro que en el museo están más interesados porque tú y Lizzie esten bien, cosa que me hicieron repetir tantas veces para que pudieran convencerse. Entre Caroline, Edward y yo nos encargamos de lo demás, sobre todo Edward que inmediatamente empezó con la actualización de los hechizos para sus amadas obras, después de asegurarle que estabas bien.

Reí quedamente al escucharla, pero aun así sintiendo que no era correcto no haberme aparecido hoy. El museo había sufrido daños y yo debía estar al pendiente, pero aun así no me arrepentía de estar aquí, la verdad es que no hubiera podido hacer nada en mi trabajo pensando en Harry hospitalizado todavía.

—Aun así, Aranza y David me han confiado el trabajo de toda su vida como para no estar al pendiente —dije y pasé un mechón de cabello atrás de la oreja.

—Sí, eso es comprensible, pero sufriste un ataque, Pansy, nadie podría reprocharte haberte tomado en día —aseguró ella— Además, cuando digo que todos saben, es porque todos lo hacen, El Profeta ya sacó su última noticia bomba, aunque debo admitir que le están dando más énfasis a la culpable. Al fin tendrá la fama que siempre ha deseado —dijo llena de rencor y sarcasmo, y yo no pude evitar compartir el mismo sentimiento.

—¡Joder! —grité y pude ver los ojos de Grace mirarme con asombro, y pude saber porque, yo no era una mujer de malas palabras, pero definitivamente ahorita si ameritaba una— Si El Profeta lo hizo público, es obvio que mis suegros ya lo saben. Necesito hablar con ellos, aunque no hoy, hoy no puedo lidiar con eso.

—Lo comprenderán.

Después de eso, Grace empezó a contarme de todo lo que habían hecho hoy, dejándome claro que los daños del museo no eran tantos, considerando el hecho de que sólo fue en un salón donde se llevó a cabo el ataque, y sólo los hechizos se habían visto algo perjudicados, pero que de ahí en fuera todo estaba bien. Terminé con mi comida mientras la escuchaba y cuando le estaba dando el último sorbo a mi bebida, pude ver de reojo como toda aquella familia se acercaba a nosotras. Suspiré y debía admirar el gesto de esperar a que acabara de comer para acercarse a pedirme lo que todavía estaba considerando, y eso era permitirles ver a Harry.

—Buenas tardes, señora Parkinson —me levanté de la silla cuando escuché la voz de Arthur Weasley y lo miré con toda la seriedad de la que era capaz sin ser considerada arrogante.

—Señor Weasley —pronuncié y pude apreciar como Grace también se ponía de pie, colocándose a mi lado.

—Yo quería… nosotros queríamos… —miré al hombre detenerse, mientras su respiración se volvía más ruidosa y sus mejillas se coloreaban más— ¿Cómo está Harry?

—Despertó hace algunas horas, ahora sólo duerme —contesté y lo miré largamente, esperando a que me pidiera verlo.

—¿Sería conveniente verlo cuando despierte? —preguntó lo más dócil posible.

Había hablado con Harry sobre mi prohibición de pasar a verlo, él dijo que estaba bien que me haya tomado esta libertad mientras estaba inconsciente, pero no sabía si ya deseaba verlos, había dejado en claro que él también estaba algo molesto. Por mi parte no lo permitiría, al menos a George y Charlie podría considerarlo, era con quienes menos molesta estaba, pero los demás no sabía.

—Creo que ya fue suficiente él que te tomé esas libertades de decidir, Parkinson, ya veremos lo que dice Harry cuando despierte y se lo digamos —atacó Ronald cuando tardé en pensarlo.

—¡Ronald! —amonestó su padre y yo lo miré sin ganas.

Vi a Granger murmurarle algo, pero sabía que por su mirada también empezaba a irritarse por mis acciones. Y yo estaba agotada, ellos no sabían que tan agotada me volvía a sentir nuevamente y no quería pelear de nuevo con ellos, así que los ignoré.

—Usted, George y Charlie pueden pasar, señor Weasley, estoy segura de que Harry querrá verlos primero —contesté y vi al patriarca sonreírme mientras asentía— Y sobre ustedes, no lo sé, cuando le mencioné a Harry sobre mis libertades para con él, dijo que era lo mejor, así que si no quiero que lo vean, no lo verán, hasta que él lo decida —enarqué una ceja y me di la vuelta, dando por terminada la conversación y caminando hacia otras sillas alejadas en la compañía de Grace.

—Señora Parkinson —me detuve y después de bufar y virar los ojos, me di la vuelta ante la voz del señor Weasley.

—¿Sí?

Lo vi acercarse, moviendo las manos para que sus hijos lo dejaran. Ladeé el rostro y luego me volví a poner tan recta como podía. No tenía nada en contra del hombre, Harry me había contado que era uno de los pocos que aceptaba o entendía que el matrimonio con Ginevra fracasó y que entendía el amor que sentía por mí, nunca rechazándolo por lo mismo, así que, para mí aun contaba con el beneficio de mi duda y respeto.

—Yo quería… necesitaba —lo vi pasarse una mano por la mejilla y la boca, bajando la mirada y luego mirándome con los ojos firmes, pero más brillantes, como si estuviera conteniendo mil emociones— Necesitaba disculparme, pedirle que perdone las acciones de mi hija. Ella no es mala, sólo se descarriló del camino y…

—Su hija no se descarriló, señor Weasley, su hija sufre de una obsesión y un trastorno que debe ser tratado —corregí con soltura, pues hacerme la idea de que Ginevra estaba loca era más fácil de aceptar viendo su apariencia y acciones pasadas, sobre todo aquellas contadas por Harry, que sucedieron antes de divorciarse— Y sobre perdonarla, como se lo dije a sus hijos, no lo hare. Intentó matarme y eso podría dejarlo ir realmente —me encogí de hombros, pues no era la primera vez que alguien me odiaba u odiaba a alguien de mi familia para desear hacerlo—, pero no que intentara acabar con mi hija, y ustedes deben entender eso, ¿no? Después de todo Molly Weasley mató para salvarla y nadie se lo reprocha, es más, se lo agradecen y alaban, entonces, dígame, señor Weasley, ¿Por qué su hija pensó que yo no haría lo mismo para salvar a la mía? ¿O porque ustedes piensan que yo puedo perdonar eso, cuando es seguro que no hayan perdonado a Bellatrix Lestrange o a Augustus Rookwood?

Tal vez fui demasiado dura, al ver como sus ojos parpadeaban con pena. No había dicho nada que no fuera verdad, no dije nada insultante como a sus hijos a los cuales ofendí quizá esta mañana, así que no debía disculparme como una parte de mí deseaba hacerlo, pues aquel hombre parecía haberse encogido ante mis palabras, envejecido tantos años al escucharme. Pero es que esa era la verdad, la única verdad aquí, no me podían pedir más, no podían pedirme que perdonara u olvidara lo que sucedió.

—¿Sabe? Ella es lo que yo más quiero, si yo la perdiera, enloquecería, me volvería loca de dolor y su hija lo sabe, eso es lo peor, sabe que me mataría de esa manera y sabe que mataría a Harry de esa manera porque yo no podría ya estar a su lado y él no tendría a mi hija tampoco —confesé en voz baja, viendo como sus ojos se aguaban y asentía con pesar— No puedo perdonarla y no retirare ningún cargo tampoco, los Parkinson no perdonamos, los Nott, Zabini, Malfoy y Goldstein tampoco lo hacen, saben… sabemos tanto lo que es perder, que no podemos permitirnos perder más, menos a uno de nuestros herederos, no cuando ella es la última de una de esas familias.

—Entiendo, sólo deseaba disculparme…

—Lo sé, y acepto eso, pero no me pida que la perdone a ella. Por ella perdí una vez al hombre que amo y ahora intentó quitármelo para siempre, creo que suficiente oportunidad tuvo —concedí y luego vi como su mano se extendía.

—Mi familia tiene una ofensa que enmendar con su familia —dijo y yo me mordí los labios sin saber que hacer, pagar una ofensa sería beneficioso, era casi una deuda lo que tenían conmigo y era casi un trato mágico, y aunque no deseaba ninguna recompensa, porque no hay nada en el mundo que pudiera recompensar lo que intentó hacer, no podía dejarlo así.

—Sólo no permita que su hija se acerqué a la mía, nunca, de lo contrario, yo no volveré a dudar ni a convencerme de lo contrario, si tengo la oportunidad lo hare —declaré estrechando su mano y él asintió mientras tragaba saliva, entendiendo perfectamente a que no dudaría en matarla ahora sí— Ahora si gusta, podemos pasar a ver a Harry, usted primero y luego sus dos hijos —dije apartando mi mano y carraspeando mientras miraba a Grace, quien cruzada de brazos miraba hacia el otro lado de la sala con un rostro de duda y curiosidad.

—Eso sería perfecto —dijo el hombre y yo asentí.

—Grace, ¿sucede algo? —pregunté y ella me miró sutilmente alarmada, para luego intentar relajarse.

—No, nada, sólo, ¿Quién es el gigante pelirrojo? —preguntó con sonrisilla que ya me conocía, era con la misma que dijo que Blaise era de su agrado.

—Es mi hijo Charlie Weasley.

—Interesante —le sonrió Grace y yo suspiré mientras no sabía si reír o temblar— Soy Grace Recher, señor Weasley, ¿su hijo es soltero?

—¡Merlín, Recher! —exclamé y ella me miró como si no estuviera haciendo nada, haciendo reír a nuestro acompañante que parecía más divertido que alarmado por la desfachatez de mi amiga.

—Es soltero, señorita Recher, un gusto en conocerla —dijo ofreciendo su mano y ella aceptó con una encantadora sonrisa.

—El gusto es mío. ¿Me lo presentaría? —preguntó y ahora sí vi algo de sorpresa en el hombre, mirándome, haciendo que yo negara con la cabeza algo resignada.

—Bien, será después, Grace, ahorita llevare al señor Weasley con Harry —dije y ella asintió.

—Está bien, yo puedo hacerlo sola.

—¿Creí que te gustaban más morenos? —le dije mientras cogía mi bolso de la silla.

—Los gustos son variados y algunos están para romperse, Pansy, además, míralo, bueno, no lo mires tanto, Harry es algo celoso, pero tan sólo observa que enorme y salvaje se ve —contestó como si el padre de aquel tipo no estuviera presente. Sabía cómo era Grace, pero jamás la había visto realmente en una situación de querer ligar.

—Es domador de dragones —contestó Arthur conteniendo una risa.

—Tenía que serlo, le queda —dijo Grace y yo ya no quise escuchar más, decidiendo caminar hacia el pasillo para llevar al señor Weasley a la habitación de Harry. Bueno, algo de diversión tendré cuando le diga al resto de los chicos el gusto extraño ahora de Grace Recher, aunque debía admitir que era algo cliché y hasta por eso normal, que ese hombre le atraiga, pues era todo lo contrario a ella, ella siendo una mujer tan elegante, orgullosa y refinada, y él lucía todo tosco, enorme y salvaje como bien decía, aunque por su forma de actuar podía intuir que era amable.

Negué con la cabeza y abrí la puerta de la habitación de Harry, encontrándome que ya había despertado y tomaba una gelatina de la bandeja que habían dejado en la mesilla móvil que estaba sobre él y contenía ya un plato vacío.

—Despertaste y no estuve —dije y él negó con la cabeza.

—Imaginé que habías ido a comer algo.

—Eso hice y te traje a alguien —abrí por completo y pude ver la sonrisa tranquila de Harry agrandarse al ver el hombre.

Arthur Weasley caminó hasta la cama y se acercó para sorpresivamente para mí, revolverle los cabellos para luego depositar un beso en su frente. Harry sonrió con las mejillas rojas y yo sólo reí, alejándome para sentarme en la silla que estaba en la otra esquina de la habitación mientras ambos conversaban. Aquel hombre no dudo en iniciar con sus disculpas, rogándole a Harry que lo perdonara, a él y a su familia. Harry repitió muchas veces que no tenía nada que perdonarle a él, los actos de Ginevra sólo le concernían a ella y sólo ella era responsable.

Y, aunque yo no quería saber nada de lo que se llevaba a cabo en el ministerio respecto a lo que pasó, el señor Weasley contó que había sido recluida y que ella misma se había declarado culpable de la maldición, también de sus ganas de acabar conmigo y con mi hija, haciendo que la procesaran casi de inmediato, pero como las victimas en este caso éramos nosotros, con antecedentes nada decentes para el resto de la sociedad, el ministerio aún no se tomaba las molestias de condenarla hasta que escuchara la declaración de todos los implicados. Estaba segura de que, si fuera al revés, yo ya estuviera en Azkaban en cinco minutos sin poder ver el sol por los próximos cien años.

—Sabes que diré la verdad, Arthur, intentó matar a Pansy y a nuestra hija —declaró Harry en voz baja y firme.

—Lo sé, hijo, ella también lo admitió y debo confesar que lo había dicho muchas veces en casa, pero siempre creímos que era su rabia hablando, no pensamos que lo haría de verdad —dijo con voz cansada y culpable.

—Lo sé, Ron me lo contó cuando me reclamó que la haya sacado de la mansión Black, yo también debí tomar mis precauciones por mi familia —dijo mirándome por un momento y yo sentí aquella emoción llenarme al saber que me consideraba su familia ya—, pero no la creí tan capaz de intentar matarlas. Ella está mal, Arthur y sé que tú y Molly no querían admitirlo, pero ella enfermó desde antes de divorciarnos.

—Lo sé, ahora lo sé, médicos llegaron también a evaluarla cuando ella no dejaba de gritar que no eras tú el objetivo, sino la señora Parkinson y su hija, cayendo en una clase de histeria donde no dejaba de golpear cosas hasta lastimarse.

—Creo que lo mejor para ella y para todos es que sea recluida en un hospital —me tensé ante la idea de Harry, pues fácil se podría escapar de ahí y terminar con lo que no pudo lograr.

—Sí, pero como intentó matar una niña, su situación no será permisible a ojos del ministerio —suspiró con cansancio y pude ver los ojos de Harry conmoverse, pero sabía que no era por ella, era por él y por el resto de la familia también.

—Lo lamento, Arthur —dijo él y Harry apretó la mano con fuerza de aquel hombre.

—No, yo lo lamento, debimos estar más al pendiente, debimos ponerle un alto, pero Molly la consideraba tanto porque para ella Ginny sólo estaba sufriendo y era tan infeliz, y nadie quiere ver a sus hijos así, por eso dejamos que hiciera lo que quisiera —explicó y nuevamente pareció ser un hombre tan cansado.

—Lo sé y en parte es mi culpa, yo la quise, pero nunca… —giró a verme y yo sólo pude levantarme y tomar la mano de Harry.

—Sé a quién amas de verdad, Harry, y también sé que intentaste amar a mi hija, soportando cosas que no debías —consideró el hombre y Harry suspiró dejándose caer contra la almohada, como si esas palabras le hubieran aliviado de algo— Creo que debo retirarme, Molly y Billy están en el ministerio y debo ir con ellos. Le diré a Charlie y a George que pasen —dijo mirándome a lo que yo asentí y ambos nos despedimos de Arthur.

—Le dije a tus amigos que pasarían hasta que tú lo dijeras —le conté mientras me sentaba en la cama y él sólo sonrió.

—Eres tan vengativa, mi serpiente.

—Ronald me hizo enfadar de nuevo, diciendo que no tenía derecho sobre ti —contesté y Harry negó con una mueca disgustada.

—Él sabe que mi vida te pertenece, sólo está enojado, pero lo hablare con él. Imagino que Hermione igual está enfadada.

—Sí, pero no me importa.

—Lo sé, pero ahora, ven acá, que me debes un beso por no estar cuando desperté —dijo jalando mi mano.

—¿Así te cobraras todas las cosas que no haga? —pregunté mientras me acercaba a su rostro y acariciaba con mi pulgar su labio inferior.

—Así y de las maneras que se me vayan ocurriendo —dijo pícaramente y yo reí, reí antes de besarlo.


Hola. Ya ven, ahora no tardé mucho y fue un capítulo largo. Además, les tengo la buena noticia que ya tengo casi listo el siguiente, sólo me falta pulirlo para poder subirlo.

Espero que lo hayan disfrutando y me dejen sus opiniones.

Nos leemos.

By. Cascabelita.